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lunes, 19 de septiembre de 2011

AMOR Y FELICDAD


Pablo Eugenio Charbonneau


Noviazgo

y


Felicidad



(Continuación. Ver lectura anterior: aqui)

3. Dos actitudes que hay que evitar

Subrayaremos ante todo dos actitudes generales que se deben evitar porque comprometen precisamente la seriedad del noviazgo.
La primera podría caracterizarse así: es preciso que el noviazgo no sea un compás de espera. Es decir, una época durante la cual se pierde el tiempo. Para muchas parejas los meses del noviazgo son, al parecer, así. Se contentan con ver pasar las semanas y los meses en una pasividad completa o poco menos. Ninguna preocupación seria; se van haciendo ahorros y se sueña… Ni el menor esfuerzo para lograr un mejor conocimiento del otro; se admiran, se alaban, se imaginan cosas… Ni por un momento se dedican a un trabajo de adaptación reciproca; esperan… el matrimonio, imaginando que ese trabajo se efectuará después. Y así transcurren, en medio de la esterilidad, esas horas en que hubieran debido dedicarse a fortalecer el amor por medio de un trabajo serio. En vez de aprovechar el noviazgo para anticipar e iniciar ya la adaptación de los caracteres, de los temperamentos, de las personalidades, se han divertido en acumular abundante ajuar, como si ésta fuera la única cosa importante. Durante este tiempo los novios tendrían que preparar su matrimonio, como el sembrador prepara en primavera la cosecha del otoño; pero en lugar de sacar el máximo provecho de él lo han perdido inútilmente.
Esta actitud es frecuente, sobre todo, en aquellos novios que no pueden verse a menudo, por una u otra razón. Están esperando siempre. Pero hay otra actitud, igualmente condenable, que es peculiar de los que se ven con demasiada frecuencia, cuyas conversaciones habituales revelan la más completa insulsez. Rechazan, por temor o por debilidad, cuando no por costumbre, todos los temas de conversación serios que deberían ser los de esta época; prefieren quedarse al nivel de las niñerías y jugar a deleitarse afectadamente, en vez de analizar la situación desde su ángulo real. Y en esta atmósfera se colman de caricias, que dan prueba quizá más de una sensibilidad enardecida que de un amor serio.
En uno y otro caso, los novios se preparan un despertar peligroso, porque sólo se han forjado ilusiones; ahora bien, quien cultiva así las ilusiones recogerá con seguridad una abundante cosecha de desilusiones. Quien entra en el matrimonio come en una vida soñada no tarda en sentirse infeliz y defraudado. A la novia se la trata, con la esposa se vive. Ésta resulta una mujer completamente distinta, se ha dicho alguna vez. Y se podría igualmente afirmar la recíproca: se trata a un novio, se vive con un marido, que es un hombre totalmente distinto. Los que se complacen en un noviazgo durante el cual las efusiones sentimentales y las niñerías poseen mayor preponderancia que la reflexión, se precipitan, con la cabeza baja, en el fracaso.

4. La única actitud aceptable

No hay más que una manera. de evitar el fracaso y de preparar el triunfo duradero del amor: consiste en vivir un activa, durante el cual los novios pondrán todo en acción para aprender a descubrirse mutuamente, más aún, a conocerse más profundamente, a amarse ya con un amor más sereno y más verdadero. Se consagrarán auténticamente a reflexionar, a discutir las orientaciones esenciales de su vida, a destruir la máscara que, inconscientemente, lleva cada cual sin saberlo. Intentarán, cada uno con toda su inteligencia, captar la verdadera fisonomía psicológica del otro, a fin de que, cuando llegue el día, no se casen con un ser soñado sino con un ser real, superando así por anticipado las desilusiones.

5. La fortaleza, primera virtud

Con esta perspectiva, nos parece exacto afirmar que la virtud principal de los novios es la virtud de fortaleza, que debe transmitir todo su vigor a ese período de incubación del amor conyugal que es el noviazgo.
En efecto, la fortaleza da a cada cual la energía necesaria para luchar con las dificultades que surgen en la vida y comunica valor para afrontar los riesgos con audacia, disipando las ilusiones falaces, para ligarse a la dura realidad y superar todos los obstáculos con perseverancia.
Conseguir la virtud de fortaleza será la primera preocupación de los novios, pues gracias a ella no caerán en debilidades peligrosas. En efecto, la fortaleza les permitirá superar las apariencias y penetrar en el mundo de la realidad que, aun siendo poco poético o sentimental, no deja de ser el único verdadero. Sabrán mantenerse en él, a despecho de todos, aunque haya que chocar contra ellos un poco bruscamente. No querer vivir en una contemplación beatífica y superficial, es aquí un imperativo urgente. Hay que evitar por encima de todo revestir el amor de quimeras; no hay que dorar al novio o a la novia como a un ídolo porque cuando se esté cerca de él ese dorado se quedará entre los dedos, descubriendo la gran pobreza que encubría.
Los novios deben prepararse de un modo activo y serio para la vida, aprendiendo a mirar al porvenir para entrever en él la realidad; un hogar sencillo, edificado sobre la abnegación y el sacrificio, un hombre con cualidades y defectos que le hagan unas veces amable y otras detestable; una mujer que reúne los encantos y las imperfecciones que harán de ello una fuente de dicha y a veces una fuente de pesadillas. Este es, en efecto, el horizonte conyugal: no un cielo azul, impermeable a toda nube, sino un firmamento en donde estrellas y manchas de sombra alternan como las sonrisas y las lágrimas en la cara de un niño.
Nunca repetiremos bastante hasta qué punto es necesario hacer un verdadero esfuerzo para alcanzar ese grado de lucidez activa que hace pasar el amor del plano precario del sentimentalismo ferviente, al plano, mucho más humano y serio, de la voluntad eficaz. En una página excelente, A. Kriekemans escribía, a este respecto, unas líneas que deben brindarse a la meditación de todos los novios: «Sin la luz del juicio, el amor sería ciego, se mantendría caprichoso y vagabundo. Gracias a la voluntad, abandona el país de los sueños, deja de ser ineficaz y se convierte en una empresa. Sobre todo en la obra que representa el matrimonio, el papel de la voluntad nos parece indispensable. La persona, desde el instante en que ama, se encuentra ante una tarea. Desea contribuir al bienestar del otro, conseguir lo mejor para él. El amor propone, pues, un objetivo que hay que alcanzar. La imaginación o el sentimiento no bastan. Mantener el amor en la ociosidad y en la pasividad equivale a traicionarlo. Quien lo abandone at azar no captará nunca su sustancia profunda y le destinará a un final rápido y seguro» [1].
Suscribir este juicio que parece indiscutible, es afirmar que los novios deben cultivar esa fortaleza que permitirá a su inteligencia y a su voluntad tomar a su cargo el amor para conducirle a su plena expansión. Desde este momento, el noviazgo constituirá realmente ese aprendizaje serio en que debe consistir, significará una garantía de la felicidad conyugal. Querer ser feliz e imaginarse ser feliz son dos cosas muy diferentes: el que se lo imagina va soñando sin hacer esfuerzo alguno; el que lo quiere ser, se consagra con energía y constancia a lograr la realización de su voluntad. Los novios, para no perder su amor en los dédalos de la fútil imaginación, tienen el deber de fijarse un propósito intenso y eficaz de felicidad. En él en­contrarán la fuerza para desenmascarar las falsas riquezas, las falsas promesas y las falsas esperanzas. Entrarán entonces en la vida conyugal con un arsenal psicológico que les preservará de hundirse, en breve plazo, en la pesadumbre. Se construirán un porvenir sólido porque habrán sabido hacer buen uso del presente; y su amor de es­posos se mantendrá estable porque el noviazgo lo habrá preparado.
Por lo demás, sobre esta sola fortaleza se basará la prudencia que se menciona tan a menudo delante de los novios. «Sed prudentes —se les aconseja—; no os comprometáis a la ligera. Pensadlo bien…». En verdad hay que ser prudente, y de ello se da uno cuenta muy pronto. Pero no es fácil ser prudente. Es mucho más cómodo alimentar ilusiones y falsas seguridades. No es siempre par desprecio de la prudencia por lo que se compromete uno a la Ligera o se hunde a ciegas en la aventura conyugal. Es debido a que con frecuencia no se ha tenido el valor de hacer pasar el amor por la criba de una prudencia que parecía peligrosamente aguzada. Se ha preferido caminar con los ojos cerrados porque se necesita mucha fuerza de voluntad para mantenerlos abiertos cuando la cruda luz de la realidad inunda implacablemente el objeto hacia el cual se dirige nuestra mirada. Los novios deben, ante todo, examinarse uno a otro con la mayor lealtad. Aceptar verse tal como son, sin desdibujar su imagen, mostrar su verdadera faz sin adornarla con apariencias de relumbrón, revelar el uno al otro su yo más profundo a fin de que cada uno pueda leer el porvenir de su vida: esto es lo que implica, en primer término, un noviazgo serio.
Este afán de honradez recíproca y de lucidez es la piedra angular de esa época de la vida. Es el presupuesto esencial, debe pasar incluso antes por la prudencia, cuya práctica indispensable garantiza.


[1] A. Kriekemans, Préparation au mariage et à la famille, Casterman, París 1957, p. 103.

SANTORAL 19 DE SEPTIEMBRE





19 de septiembre

  NUESTRA SEÑORA DE LA SALETTE




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   El 19 de septiembre de 1846, en La Salette, en los Alpes franceses, la Sma. Virgen se le apareció a dos pastorcitos, Maximin Giraud, que contaba a la sazón 9 años, y Melania Calvat, de 14 años de edad. Los dos niños eran ignorantes y provenientes de familias muy pobres. A ellos fue que la Reina de los Cielos escogió para desbordar Su Corazón doloroso y «anunciar una gran noticia.» Ese sábado, temprano, los dos niños cruzan las pendientes del monte sus-les-Baisses, cada uno llevando sus cuatro vacas. Maximino, además, su cabra y su perro Loulou. El sol resplandece sobre los pastos. A mitad de la jornada, el Angelus suena allá abajo en el campanario de la iglesia de la aldea. Entonces los pastores conducen sus vacas a "la fuente de las bestias", una pequeña represa que forma el arroyuelo que baja por la quebrada del Seiza. Después las llevan hacia una pradera llamada "le chômoir", en las laderas del monte Gargas. Hace calor, las bestias se ponen a rumiar.
   Maximino y Melania suben un pequeño valle hasta la "fuente de los hombres". Junto a la fuente toman su frugal comida: pan con un trozo de queso de la región. Otros pequeños pastores que "guardan" más abajo se les unen y charlan entre ellos. Después de su partida, Maximino y Melania cruzan el arroyo y descienden unos pasos hasta dos bancos de piedras apiladas, cerca de la hondonada seca de una fuente agotada: "la pequeña fuente". Melania pone su pequeño talego en el suelo, y Maximino su blusa y merienda sobre una piedra.
   Contrariamente a su costumbre, los dos niños se tumban sobre la hierba... y se duermen. Se está bien bajo el sol de este fin de verano, no hay una nube en el cielo. Al rumor del arroyo se añade además la calma y el silencio de la montaña. pasa el tiempo...
   ¡Bruscamente, Melania se despierta y sacude a Maximino! "¡Mémin, Mémin, rápido, vamos a ver nuestras vacas... No sé dónde están!" Rápidamente suben la pendiente opuesta al Gargas. Al volverse, perciben todo el pastizal: sus vacas están allá, rumiando plácidamente. Los dos pastores se tranquilizan. Melania comienza a descender. A media pendiente, se queda inmóvil y asustada, deja caer su garrote: "¡Mémin, ven a ver, allá, una claridad!".
   Cerca de la pequeña fuente, sobre uno de los bancos de piedra... un globo de fuego: "Es como si el sol se hubiera caído allí". Pero el sol continúa brillando en un cielo sin nubes. Maximino acude gritando: "¿Dónde está? ¿Dónde está?" Melania señala con el dedo hacia el fondo del barranco donde ellos habían estado durmiendo. Maximino se acerca a ella, paralizada de miedo, y le dice: "¡Vamos, coge tu garrote! Yo tengo el mío y le daré un buen golpe si nos hace algo". La claridad se mueve, gira sobre sí misma. Les faltan palabras a los dos niños para indicar la impresión de vida que irradia este globo de fuego. En él una mujer aparece, sentada, la cara oculta entre sus manos, los codos apoyados sobre las rodillas, en una actitud de profunda tristeza.
   La Bella Señora se levanta. Ellos no han dicho una sola palabra. Ella les habla en francés: "¡Acercaos, hijos míos, no tengáis miedo, estoy aquí para contaros una gran noticia!" Entonces, descienden hacia ella. La miran, ella no cesa de llorar: "Parecía una madre a quien sus hijos habían pegado y se había refugiado en la montaña para llorar". la Bella Señora es de gran estatura y toda de luz. Está vestida como las mujeres de la región: vestido largo, un gran delantal a la cintura, pañuelo cruzado y anudado en la espalda, gorra de campesina. Rosas coronan su cabeza, bordean su pañuelo y adornan sus zapatos. En su frente una luz brilla como una diadema. Sobre sus hombros pesa una gran cadena. Una cadena más fina sostiene sobre su pecho un crucifijo deslumbrante, con un martillo a un lado y al otro unas tenazas.
   "Ha llorado durante todo el tiempo que nos ha hablado". Juntos, o separados, los dos niños repiten las mismas palabras con ligeras variantes que no afectan al sentido. Y esto, cualesquiera que sean sus interlocutores: peregrinos o simples curiosos, personalidades civiles o eclesiásticas, investigadores o periodistas. Que sean favorables, lleven buenas intenciones o no, he aquí lo que ellos nos han trasmitido:
   " Acercaos, hijos míos, no tengáis miedo, estoy aquí para contaros una gran noticia".
   "La escuchamos, no pensamos en nada". 
   "Si mi pueblo no quiere someterse, me veo obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo sostenerlo más". ¡Hace tanto tiempo que sufro por vosotros! Si quiero que mi Hijo no os abandone, estoy encargada de rogarte sin cesar por vosotros, y vosotros no hacéis caso. Por más que recéis, por más que hagáis, jamás podréis recompensar el dolor que he asumido por vosotros. Os he dado seis días para trabajar; me he reservado el séptimo, ¡y no se quiere conceder! Esto es lo que hace tan pesado el brazo de mi Hijo. Y también los que conducen los carros no saben jurar sin poner en medio el nombre de mi Hijo. Son las dos cosas que hacen tan pesado el brazo de mi Hijo. Si la cosecha se pierde, sólo es por vuestra culpa. Os lo hice ver el año pasado con las patatas, !y no hicisteis caso! Al contrario, cuando las encontrabais estropeadas, jurabais, metiendo en medio el nombre de mi Hijo. Van a seguir pudriéndose, y este año, por Navidad, no habrá más". La palabra "pommes de terre" (patatas) intriga a Melania. En el dialecto de la región se dice de otra forma ("là truffà"). La palabra "pommes" evoca para ella el fruto del manzano. Ella se vuelve a Maximino para pedirle una explicación. Pero la Señora se adelanta: "¿No comprendéis, hijos míos? Os lo voy a decir de otra manera". La Bella Señora repite en el dialecto de Corps desde "si la cosecha se pierde...", y ya prosigue todo su mensaje en este dialecto: "Si tenéis trigo, no debéis sembrarlo. Todo lo que sembréis, lo comerán los bichos, y lo que salga se quedará en polvo cuando se trille. Vendrá una gran hambre. Antes de que llegue el hambre, a los niños menores de siete años les dará un temblor y morirán en los brazos de las personas que los tengan. Los demás harán penitencia por el hambre. Las nueces saldrán vanas, las uvas se pudrirán".
   De repente, aunque la Bella Señora continúa hablando, sólo Maximino la oye, Melania la ve mover los labios, pero no oye nada. Unos instantes más tarde sucede lo contrario: Melania puede escucharla, mientras que Maximino no oye nada, y se entretiene haciendo girar su sombrero en una punta de su cayado mientras que con el otro extremo lanzaba pequeñas piedras. "¡Ninguna tocó los pies de la Bella Señora!", dirá algunos días más tarde. "Ella me contó algo diciéndome: No dirás esto ni esto. Después no entendí nada, y durante este tiempo, yo me entretenía".
   Así la Bella Señora habló en secreto a Maximino y luego a Melania. y de nuevo los dos juntos escuchan sus palabras: "Si se convierten, las piedras y las rocas se cambiarán en montones de trigo y las patatas se encontrarán sembradas por las tierras. ¿Hacéis bien vuestra oración, hijos míos?" 
   "No muy bien, Señora", responden los dos niños.
   ¡Ah! hijos míos, hay que hacerla bien, por la noche y por la mañana. Cuando no podáis más, rezad al menos un padrenuestro y un avemaría, pero cuando podáis, rezad más. Durante el verano no van a misa más que unas ancianas. Los demás trabajan el domingo, todo el verano. En invierno, cuando no saben qué hacer; no van a misa más que para burlarse de la religión. En Cuaresma van a la carnicería como perros. ¿No habéis visto trigo estropeado, hijos míos?".
   "No, Señora", responden.
   Entonces ella se dirige a Maximino: "Pero tú, mi pequeño, tienes que haberlo visto una vez, en Coin, con tu padre. El dueño del campo dijo a tu padre que fuera a ver su trigo estropeado. Y fuisteis allá, tomasteis dos o tres espigas de trigo en vuestras manos las frotasteis, y todo se quedó en polvo. Después, al regresar; como a media hora de Corps, tu padre te dio un pedazo de pan, diciéndote: "¡Toma, hijo mío, come todavía pan este año que no sé quién lo comerá al año que viene si el trigo sigue así!"
   Maximino responde: "Ah sí, es verdad, Señora, ahora me acuerdo, lo había olvidado".
   Y la Bella Señora concluye, no en el dialecto, sino en francés: "Bien, hijos míos, hacedlo saber a todo mi pueblo".
El 19 de septiembre de 1851, Mons. Filiberto de Bruillard, Obispo de Grenoble, publica finalmente su "carta pastoral". He aquí el párrafo esencial:
   "Juzgamos que la aparición de la Santísima Virgen a dos pastores, el 19 de septiembre de 1846, en una montaña de la cadena de los Alpes, situada en la parroquia de La Salette, del arciprestazgo de Corps, contiene en sí todas las características de la verdad, y que los fieles tienen fundamento para creerla indudable y cierta".
   La resonancia de esta carta pastoral es considerable. Numerosos obispos la hacen leer en las parroquias de sus diócesis. La prensa se hace eco en favor o en contra. Es traducida a numerosas lenguas y aparece notoriamente en el Osservatore Romano de 4 de junio de 1852. Cartas de felicitación afluyen al Obispo de Grenoble.
   La experiencia y el sentido pastoral de Filiberto de Bruillard no se detienen aquí. El 1 de mayo de 1852, publica una nueva carta pastoral anunciando la construcción de un santuario sobre la montaña de La Salette y la creación de un cuerpo de misioneros diocesanos que él denomina "los Misioneros de Nuestra Señora de La Salette". Y añade: "La Santa Virgen se apareció en La Salette para el universo entero, ¿quién puede dudarlo?" El futuro iba a confirmar y sobrepasar estas expectativas, el relevo estaba asegurado, se puede decir que Maximino y Melania han cumplido su misión.
   El Santuario de Nuestra Señora de La Salette está situado en plena montaña, a 1800 mts. de altitud en los Alpes franceses. De la atención del Santuario y su hospedería es responsable la Asociación de Peregrinos de La Salette por encargo de la diócesis de Grenoble. Los Misioneros y las Hermanas de Nuestra Señora de La Salette aseguran la animación y el funcionamiento, ayudados por capellanes, sacerdotes religiosos o diocesanos, religiosas, laicos asociados y por empleados asalariados y voluntarios. 
   El 19 de septiembre de 1855, Mons. Ginoulhiac, nuevo Obispo de Grenoble, resumía así la situación: "La misión de los pastores ha terminado, comienza la de la Iglesia". 

domingo, 18 de septiembre de 2011

UN PLATO CRIOLLO


Carbonada en zapallo






Ingredientes

- Un zapallo chico, de un kilo, más o menos.
- 30 gramos de manteca.
- Dos cucharadas de azucar
- Media taza de leche
- Aceite de maíz (también puede ser de girasol, evitar el aceite mezcla o de soja)
- 100 gramos de carne de pulpa (aguja, cuadril, etc.)
- Una cebolla chica
- Medio morrón rojo
- Un tomate chico
- Los granos de un choclo (los granos de choclo congelados también sirven)
- Cincuenta gramos de arroz
- Media taza de vino blanco
- Media taza de caldo de carne
- Comino
- Laurel
- Ají molido
- Sal y pimienta

Preparación

- Lavar y secar el zapallo.
- Cortar la parte superior del zapallo y guardar la “tapa” que resulta del corte.
- Limpiar el interior del zapallo, sacando las semillas y las fibras que contiene.
- Untar el interior del zapallo con la manteca y después agregar el azucar y la leche.
- Ponerle la tapa al zapallo y llevarlo a un horno moderado durante veinte minutos.

- En una sartén, calentar el aceite y dorar la carne cortada en cubos.
- Retirar la carne y en la misma sartén cocinar la cebolla y el morrón cortados finitos hasta que la cebolla esté transparente.
- Agregar el arroz y cocinar unos minutos hasta que se torne translúcido.
- Agregar la carne, el tomate cortado en cubitos y los granos de choclo.
- Cocinar dos o tres minutos y agregar el vino blanco.
- Dejar que se evapore el alcohol del vino.
- Añadir el caldo de carne.
- Condimentar con sal, pimienta, comino, ají molido, dos cucharaditas de azúcar y una hoja de laurel.
- Cocinar veinte minutos a fuego bajo.

Para terminar hay que rellenar el zapallo con la preparación y llevarlo al horno a temperatura media durante diez minutos. La carbonada se sirve en el mismo zapallo.


RECORDANDO... EL "MILAGRO DEL ARROZ"

 Por intercesión de San Juan Macías

ASÍ FUE EN ESPAÑA DE 1949, EL "MILAGRO DEL ARROZ", UN RARO CASO DE MULTIPLICACIÓN DE MATERIA

La cocinera echó las tres únicas tazas que tenía para alimentar a ciento cincuenta personas. Musito una oración, y sucedió lo inexplicable.






El 25 de enero de 1949 se presentó una situación muy delicada en la Casa de Nazaret del Instituto San José de  Olivenza (Badajoz). Allí se alojaban medio centenar de niños en régimen de semipensionado, que recibían alimentación y educación. Y también se servía comida a los más pobres, en un comedor social vinculado a la parroquia y donde llevaban alimentos algunas familias bienhechoras, que lo hacían por turno.

Pero aquel día Leandra Rebollo, la cocinera, estaba muy inquieta porque la familia a la que le tocaba ese domingo no había aparecido.Así que cogió 750 gramos de arroz del almacén de los niños para dárselo a los pobres y resolver momentáneamente, hasta donde se pudiera, el problema. Musitando angustiada un "¡Hay, beato...! ¡Y los pobres, sin comida!", echó el arroz en la cazuela y salió a hacer otras cosas.

San Juan Macías

El beato no era otro que el hoy santo San Juan Macías (1585-1645), o Masías, como se le conocía en el convento de Lima (Perú), donde fue portero toda su vida.Allí había llegado tras abandonar su localidad natal pacense, Ribera del Fresno. Fue el mismo San Juan Evangelista quien se le apareció cuando trabajaba como pastor, para llamarle a cuidar otros rebaños.Tras ir a América con un comerciante y hacerse allí dominico, hizo los votos en el convento de Santa María Magdalena. Fue amigo íntimo de San Martín de Porres y, como él, lo daba todo a los pobres. A pesar de que no murió en su tierra, siempre se conservó hacia él una gran devoción en Extremadura, y Pablo VI le canonizó en 1975.


El milagro del arroz


Por eso Leandra acudió a él, en una petición desesperada (un "¡A ver qué haces!" que era casi también una queja), pues no podía esperar lo que sucedió. Cuando regresó a la cocina, se encontró en el fogón una cantidad de arroz mucho mayor de la que había echado.Tanto, que empezó a rebosar y tuvo que pedir ayuda para pasar el aliimento a otra tartera. Llamó al párroco, Luis Zambrano, y a la directora del Instituto, María Gragera Vargas, que se convirtieron en los primeros testigos del milagro. Pero no los únicos.El prodigio duró ininterrumpidamente durante cuatro horas y de aquellas tres tazas de arroz iniciales pudieron comer los cincuenta niños del centro y un centenar de pobres, ante la mirada atónita de los habitantes del pueblo, que acudieron el tropel a ver el hecho.Todo concluyó repentinamente cuando el párroco, habiendo comido todo el mundo ya, dijo: "¡Basta!".

Reconocimiento oficial

Este milagro fue reconocido oficialmente por el Vaticano, y es de los muy escasos de este tipo que registra la historia, desde que el mismo Jesucristo lo realizase por primera vez con la multiplicación de los panes y los peces que narran los Evangelios.La abundancia de testigos y de muestras recogidas (pues el párroco, al darse cuenta de la sobrenaturalidad de cuanto acaecía, estuvo presto a allegar pruebas, que sirvieron para verificar que el arroz "creado" en la olla era arroz absolutamente normal) dieron una gran celebridad a este milagro.Al cumplirse hace dos años el 60º aniversario del mismo, el obispo Santiago García Aracil inauguró un mural conmemorativo en el centro parroquial San Juan Macías, que servirá de recordatorio para generaciones futuras.


EL PADRE PÍO NOS HABLA DE....


LA CRUZ


***

Jesús llene vuestro corazón de su divino amor. Os transforme en Él.
                Anímate también tú con este pensamiento: tus penas, espirituales y físicas, son pruebas que te envía el Señor.
                Las almas que aman a Jesús deben tratar de asemejarse a su eterno y divino modelo. Jesús llegó a sentirse solo. En su humanidad quiso experimentar la incomprensible pena de sentirse abandonado hasta de Su Padre Celestial.
                   A veces el Señor permite que experimente el peso de la Cruz.
                El peso te parece intolerable, pero lo sobrellevas, porque el Señor, por amor y misericordia, te ayuda con su fuerza.
                No te aplaste la Cruz. Si su peso te hace tambalear, su potencia te sostiene.
                Subamos al Calvario con la Cruz a cuestas. No dudemos. Nuestra ascensión terminará con la visión celeste del dulcísimo Salvador.
                Si Jesús se manifiesta, agradéceselo. Si se esconde, agradéceselo también. Son juegos del amor. ¡Que la Virgen, clemente y piadosa, continúe obteniéndoos, de la inefable bondad del Señor, fuerza para afrontar hasta el final las pruebas de amor que os sobrevengan!
                Mi deseo es que lleguéis a expirar en la Cruz con Jesús y con Él podáis dulcemente exclamar: “Consummatum est!” (Todo está cumplido).
                La vida es un calvario. Conviene subirlo alegremente.
                Las cruces son regalos del Esposo. Soy celoso. Mis sufrimientos son agradables. Sólo sufro cuando no sufro.
                ¡Ánimo! No esperéis llegar al Tabor para contemplar a Dios. Ya lo  veis y contempláis en el Sinaí.
                La Cruz es la bandera de los elegidos. No nos separemos de ella y cantaremos victoria en toda batalla.
                Apóyate, como la Virgen, en la Cruz de Cristo, y hallarás alivio.
                María sufrió atrozmente ante su Hijo Crucificado; sin embargo, no puedes decir que Ella se hallase abandonada. Más aún, jamás había amado tanto a su Hijo como entonces que ni siquiera podía llorar.
                En la vida, cada uno tiene su cruz. Tenemos que conseguir ser el buen ladrón, no el malo.
                Cuanto más dura sea la prueba que Dios envía a sus elegidos, tanto más abundantemente los conforta durante la opresión y los exalta después de la lucha.
                Los fuertes y los generosos no se quejan si no es por graves motivos, e incluso en ese caso, éstos no llegan a inquietar su interior.
                El Corazón buen oes siempre fuerte, sufre, no llora y se consuela sacrificándose por Dios y por el prójimo.
                Nos anime el pensar que después de subir al Calvario, ascenderemos todavía más arriba sin esfuerzo, hasta el monte santo de Dios.
                No temáis, Jesús es más poderoso que el infierno. Al solo recuerdo de su nombre, todos, en el Cielo y la tierra, caen de rodillas ante Jesús, consuelo de los buenos y terror de los impíos.
                El Señor, por Su Piedad, añade a otras pruebas la de los miedos y temores espirituales, hechos de desolación y tinieblas, pero dichas tinieblas son luz en el cielo de nuestras almas.
                De hecho, cuando la zarza arde, en su derredor se forma una aureola. El espíritu desconcertado, teme no ver, no comprende absolutamente nada.
                Es entonces cuando se presenta Dios y habla al alma que oye, entiende, ama y tiembla…
                “No esperéis llegar al Tabor para contemplar a Dios, ya lo habéis contemplado en el Sinaí”.
                El que comienza a mar ha de estar preparado para sufrir.
                Acaricia y besa dulcemente la mano de Dios que te castiga. Es siempre la mano de un Padre que te pega porque te quiere.
                Para consolar al afligido, no hay como recordarle el bien que todavía puede realizar.
                Cuando os sobrevenga alguna prueba, física o moral, el mejor remedio es pensar en Aquél que es nuestra vida. Jamás pensar en la prueba sin pensar contemporáneamente en el Otro.
                Es necesario que os familiaricéis con los sufrimientos que Jesús os envíe, debéis vivir siempre con ellos.
                Comportándoos de esta manera, cuando menos lo esperéis, Jesús, que sufre viéndoos largo tiempo afligidos, os reconfortará e infundirá nuevo valor en vuestro espíritu.
                La vida del cristiano no es más que una lucha continua contra sí mismo. No se consigue la felicidad sino por medio del dolor.
                Se hace día y el alma se recrea al sol.
                S e hace noche y vienen las tinieblas. Se pierde la memoria. El Señor, para lograr un obscurecimiento total, nos hace olvidar hasta las consolaciones recibidas. ¡Calma! Y convéncete de que estas tinieblas y tentaciones no son un castigo por tu iniquidad; no eres ni una impía ni una obstinada maliciosa, eres una entre las elegidas, probada como el oro al fuego. Esta es la verdad; si dijese otra cosa, mentiría. No hallo en tu alma pecado alguno que justifique tus temores, por tanto tus ansiedades e inquietudes son simplemente una cruz. ¿Qué son, hija mía, los anhelos que sientes incesantemente de Dios? El resultado del amor que atrae y empuja. ¿Huye el amor? Para amar y agudizar el amor. Bien sabes, hija mía, que María sufrió atrozmente ante su Hijo Crucificado, sin embargo, no puedes decir que se hallase abandonada. Más aún, ¡Jamás había amado tanto a su Hijo como entonces que ni siquiera podía llorar! Consuélate… defiéndete como mejor puedas y, si no lo logras, resígnate y no temas ante la noche que cae… mientras tanto haz lo que dice David: Elevad en la noche vuestras manos hacia el santuario y bendecid al Señor. Sí, bendigamos de todo corazón al Señor, bendigámoslo sin cesar y pidámosle que sea nuestro guía, nuestra nave, nuestro puerto.
                Las pruebas que os envía y os enviará el Señor son signos palpables del aprecio divino y joyas del alma. Pasará, hijas mías, el invierno y llegará una interminable primavera cuyas bellezas superarán en mucho las duras tempestades.

Padre Pío. ¡RUEGA POR NOSOTROS!

SANTORAL 18 DE SEPTIEMBRE




18 de septiembre


SAN JOSÉ DE CUPERTINO,
Confesor

Armémonos, revistiendo por coraza la fe y la caridad,
y por casco la esperanza de la salvaci6n.
(I Tesalonicences, 5, 8).

   Temprano declaró San José la guerra a la carne y al mundo. Mucho antes de su entrada en religión, llevaba un tosco cilicio y maceraba su cuerpo con diversas austeridades. Admitido como doméstico entre los Conventuales, fue después, a causa de sus eminentes virtudes, recibido entre los religiosos de coro. Ordenado sacerdote en 1628, se retiró a una incómoda celda, se despojó de todo lo que le había sido acordado por la regla y, arrojándose al pie del crucifijo: Señor, exclamó, heme aquí despojado de todas las cosas creadas, sé tú mi único tesoro; considero todo otro bien como un peligro, como la pérdida de mi alma. Para recompensar su generosidad, el Señor lo favoreció con numerosos éxtasis, y le concedió el don de milagros y profecía. Murió el 18 de septiembre de 1663.
MEDITACIÓN SOBRE
LAS ARMAS DEL CRISTIANO

   I. Hay circunstancias en las que el cristiano no triunfa sino mediante la huida. La castidad es uno de estos combates. ¿Quieres obtener en ellos una victoria. segura? Huye de las ocasiones, porque tienes a tu cuerpo contra ti; es un enemigo doméstico que está en inteligencia con el demonio, y que te traicionará. No tengas vergüenza de huir, si deseas obtener la corona de la castidad. (San Agustin)

   II. No resistas a quienes te abruman de injurias y de burlas sangrientas, a quienes te desprecian, te calumnian o te maltratan de cualquier manera que fuere: cállate, no trates de confundirlos, no les devuelvas mal por mal. ¡Oh! ¡qué difícil es contenerse en tales ocasiones; mas, cuán agradable a Jesucristo es la victoria que obtienes sobre ti mismo! El divino Maestro nada respondió a las calumnias y a las burlas de los judíos; imítalo.

   III. La fe, la esperanza y la caridad son las tres armas que San Pablo nos presenta para hacernos triunfar de nuestros enemigos. Considera con los ojos de la fe lo que ha sufrido Jesucristo, y tus sufrimientos te parecerán leves; eleva tus miradas al cielo, y la esperanza de obtener la corona sostendrá tu valor; ama a Dios, y sus mandamientos ya nada tendrán de penoso para ti. Donde hay amor, no hay pena, o si existe pena, hácese amable. (San Agustin) 

La huida de las ocasiones 
Orad
por los que son tentados.

ORACIÓN

    Oh Dios, que habéis querido que vuestro Unigénito Hijo, levantado de la tierra, atrajese todo hacia Él, haced, os lo suplicamos por los méritos del seráfico José, vuestro confesor, que elevados a su ejemplo por sobre todas las cosas terrenales, merezcamos llegar a ese mismo Jesucristo que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos. Amén.

SERMÓN PARA LA DOMÍNICA DEL DOMINGO DECIMOCUARTO POST PENTECOSTÉS



DECIMOCUARTO DOMINGO DE PENTECOSTÉS
Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o al uno sufrirá y al otro despreciará. No podéis servir a Dios y a las riquezas.
Por lo tanto os digo: No andéis afanados para vuestra alma qué comeréis, ni para vuestro cuerpo qué vestiréis. ¿No es más el alma que la comida y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo que no siembran, ni siegan, ni amontonan en graneros; y vuestro padre celestial las alimenta. ¿Pues no sois vosotros más que ellas? ¿Y quién de vosotros discurriendo puede añadir un codo a su estatura?
¿Y por qué andáis acongojados por el vestido? Considerad los lirios del campo cómo crecen, no trabajan ni hilan: os digo, pues, que ni Salomón con toda su gloria fue cubierto como uno de éstos. Pues si al heno del campo, que hoy es, y mañana es echado en el horno, Dios viste así, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
No os acongojéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos? Porque los Gentiles se afanan por estas cosas, y vuestro Padre celestial sabe que necesitáis de todas ellas. Buscad, pues, primero el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se os darán por añadidura.
Y no andéis cuidadosos por el día de mañana. Porque el día de mañana a sí mismo se traerá su cuidado: le basta al día su propia aflicción.
El Evangelio de este Domingo nos recomienda de una manera precisa y clara la confianza en la divina Providencia.
Contemplemos a Jesús, hablando a las muchedumbres en el Monte de las Bienaventuranzas.
Tenemos un Padre que vela por nosotros: Vuestro Padre sabe que habéis menester de todas estas cosas…
¡Gran dicha la de los cristianos! Sabemos que desde lo alto del Cielo lleva cuidado de nosotros un Dios omnisciente, de infinito poder y de suma bondad; que allá arriba hay un Padre amoroso, que vela por sus hijos.
Dios Padre, como supremo Gobernador del movimiento de los mundos, lleva cuenta de todos los sucesos de nuestra vida, prevé los peligros y dirige nuestros pasos.
Nada acontece que no haya obtenido antes su beneplácito, o al menos su consentimiento; y como nos ama como hijos, nada puede permitir que no vaya dirigido a nuestro mayor bien y provecho.
¡Ah! Si lo pensáramos y consideráramos seriamente, nada habría que nos pudiera conturbar. Ni las necesidades temporales, ni las tribulaciones de este valle de lágrimas, ni aun las angustiosas dudas con que el demonio pretende enredar el negocio de nuestra salvación.
¿Cómo osaríamos inquietarnos por nada teniendo a Dios por Padre? Sin embargo, los afanes temporales nos perturban, los pesares nos abaten, y las preocupaciones internas frecuentemente nos amilanan.
***
¡Cuán bien cuadra también a nosotros, por desgracia, aquella imprecación del Salvador: Hombres de poca fe!
Y la verdad es que, si miramos nuestro pasado, aparece tan claramente la Providencia dirigiendo nuestros pasos, que en ocasiones casi hemos visto sensiblemente el brazo que nos guiaba.
¿Por qué, pues, no somos consecuentes? ¿Cómo es que, a pesar de tan claras señales de la Providencia amorosa que nos gobierna, cuando de nuevo se oscurece nuestro cielo y no percibimos más luz que la de la antorcha de nuestra débil fe, volvemos a las antiguas dudas y perplejidades, olvidando que esa Providencia nos ha librado de peores peligros?
Acabemos ya con tanta fluctuación, busquemos la estabilidad del corazón, arrojando nuestros cuidados en las manos del Señor, que Él se interesará por nosotros: Sabe bien vuestro Padre que necesitáis de todas estas cosas…
***
No os acongojéis por la comida o por el vestido. Este postulado viene a ser una consecuencia lógica de la doctrina expuesta.
Pero el Señor tiene tanto interés en que quedemos compenetrados del pensamiento de la Providencia, que llega a multiplicar razones y argumentos:
No andéis afanados para vuestra alma qué comeréis…
San Jerónimo enseña que en algunos códices se ha añadido: Ni qué beberéis. Luego se refiere a aquello que la naturaleza concede a las fieras, a las bestias y también a los hombres; y siéndonos esto común, no podemos vivir libres de este cuidado. Pero se nos manda que no andemos solícitos acerca de lo que hemos de comer, porque con el sudor de nuestra frente debemos prepararnos el pan. El trabajo debe ejercitarse, mas se debe evitar el afán. Por lo tanto, se debe trabajar, pero debe evitarse la preocupación.
Así, pues, cuando el Señor dice: No queráis andar solícitos, no lo dice con el objeto de que no busquemos lo necesario con lo que podamos vivir honradamente, sino para que no nos fijemos en estas cosas, y que no sea por ellas que hagamos todo lo que se manda en la predicación del Evangelio.
***
Confirma, pues, el Señor nuestra esperanza, razonando así, de mayor a menor: ¿Acaso el alma no vale más que la comida, y el cuerpo más que el vestido?
Después que el divino Maestro ha confirmado nuestra esperanza razonando de mayor a menor, ahora vuelve a confirmarla razonando de menor a mayor, cuando dice: Mirad las aves del cielo, que no siembran ni siegan…
Lo que dice el Señor respecto de las aves del cielo, se refiere a convencernos que ninguno debe creer que Dios no se cuida de procurar lo necesario a los que le sirven, siendo así que su Providencia se extiende hasta gobernar estas criaturas.
Respecto de los siervos de Dios que pueden ganarse el sustento con sus manos, si alguno les argumentase con las palabras del Evangelio que habla de las aves del cielo que ni siembran ni siegan, San Agustín dice que pueden responder: Si nosotros por alguna enfermedad u ocupación no podemos trabajar, el Señor nos alimentará, como alimenta a las aves del cielo que no trabajan. Cuando podemos trabajar, no podemos tentar a Dios, porque todo lo que podemos hacer, lo podemos por su auxilio, y todo el tiempo que aquí vivimos, por su largueza vivimos, pues nos ha dado el que podamos vivir, y Él nos alimenta del mismo modo que alimenta a las aves.
Sabemos que Dios ha hecho todos los animales para el hombre, y al hombre para Sí. Cuanto más vale la creación del hombre, tanto mayor es el cuidado que Dios tiene por él. Si, pues, las aves que no trabajan encuentran qué comer, ¿no lo encontrará el hombre, a quien Dios le ha concedido la ciencia de trabajar?
***
Y ¿quién de vosotros, a fuerza de discurrir, puede añadir un codo a su estatura?
Nuestro Señor enseña, no sólo con el ejemplo de las aves, sino también con la experiencia, que nos prueba que no es suficiente nuestro cuidado para que podamos subsistir y vivir, sino que es necesaria la acción de la divina Providencia, diciendo: ¿Quién de vosotros, discurriendo puede añadir un codo a su estatura?
En efecto, Dios es quien todos los días hace que nuestro cuerpo crezca, sin conocerlo nosotros. Si, pues, la Providencia de Dios obra todos los días, ¿cómo podrá decirse que cesará en las cosas indispensables?
***
Y ¿por qué andáis solícitos por el vestido? Considerad cómo crecen los lirios del campo: ellos no trabajan, ni hilan. Y sin embargo, Yo os digo, que ni Salomón, en el apogeo -de su gloria, llegó a vestirse como uno de éstos. Pues si el heno del campo, que hoy es y mañana es echado al horno, Dios así lo viste, ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
San Juan Crisóstomo dice que, después que demostró a sus discípulos que no era conveniente andar solícitos con el alimento, Nuestro Señor pasó a otra cosa más sencilla. No es tan necesario el vestido como el alimento, y por ello dice: ¿Y por qué andáis acongojados por los vestidos? No usa aquí del ejemplo de las aves, para citar como ejemplo el pavo real o el cisne, de quienes se podrían tomar ejemplos parecidos, sino que usa del ejemplo de los lirios, queriendo demostrar con estas dos cosas la sobreabundancia de sus dones, a saber, con el derroche de hermosura y la vileza de los que participan de tanto decoro.
Si Dios cuida tanto de las flores de la tierra que mueren apenas nacen y son vistas, ¿despreciará a los hombres a los que ha creado, no para un tiempo limitado, sino para que vivan eternamente? Y esto es lo que expresa cuando dice: ¿cuánto más cuidará de vosotros, hombres de poca fe?
Los llama hombres de poca fe, porque es muy limitada aquella fe que no está segura aun de las cosas más pequeñas.





sábado, 17 de septiembre de 2011

SEA FEMENINA, USE FALDAS....

Este post y en general todos los post relacionados con la castidad y la modestia corresponden a una amiga brasileira. De ella son los originales, en lengua portuguesa. Yo sólo traduzco. Su blog es : A grande guerra.

Mariana


“ La mujer no se vista de hombre, ni lleve el hombre vestido de mujer; poque quien tal hace es objeto de abominación para Yahvé, tu Dios”
 (Deut. 22:5)



Nota de Blog: uso de las faldas femeninas... Hay un montón de faldas y se puede elegir la que más te gusten. Pruébelo y verá la diferencia, la falda (modesta) le deja más femenina, más tranquila  y también le ayudará a tu santificación (modestia en el vestir), le ayudará a no ser un obstáculo a sus hermanos (la tentación visual). La búsqueda del cielo es dura, pero también honorable, eso es sólo lo “poco" que Dios le confía. El mundo y el diablo tratan a las mujeres de masculinizarlas, porque saben que esta es una manera de olvidarse de ellos - o incluso llegar a saber - el valor de sus diferencias con el sexo más fuerte y transvestimenta es sólo una de las armas utilizadas para esta devaluación. Aquí podría tratar sobre estos otros temas  como la burla del papel de la mujer como ama de casa y madre de la familia en esta sociedad pagana, pero ahora vamos a arreglar el vestido, después de todo, esto es sólo lo "poco" que Dios le confía.

Todo cambio requiere un sacrificio, lo que por naturaleza perezosa y cómoda y sin contar el respeto humano, que es algo que está arraigado en nuestras venas, que no eres la única que piensa: "¿Qué me dirá si me ven en una falda" o "Voy a estar  en todas las bromas" o incluso "Tal vez la gente se aparta de mí" ¿ Todas las chicas que conocen las reglas marianas pasan por esa dificultad, o al menos la mayoría de ellas, les  es difícil? Por supuesto que sí. Y  el ser católico (a) ¿en algún momento que era fácil? Toma tu cruz y sígueme, dice el Señor, pero es la única manera de ir al cielo, el camino de la salvación es estrecho, ¿recuerda?

Tal vez pensando que muchas otras niñas o las mujeres están pasando por este cambio de fase puede ayudar, o incluso pensando en ganar las fuerzas que han pasado por esto y ahora con gran facilidad, e incluso una cierta alegría a vestir con modestia.

Otra cosa es que nunca hay que olvidar que Dios es infinitamente bueno y no se le niega a reunirse con su objetivo (vestir con modestia), y tiene el cielo (María, ángeles, Virgen sagrada, etc.) que no dejarán de  interceder por usted.

Si el mundo y sus demonios tienen las armas que tratan de destruir, no olvide que la Iglesia es Madre, no le abandonará, su Esposo, nuestro Señor Jesucristo, que lo que significa que se puede luchar y ser más fuertes, es decir, el sacramentos, el uso de estas armas con la confianza y la piedad, tienen su santa comunión en Cristo, el Rey de reyes, los ayudará en este objetivo (vestir con modestia).

Otra arma es la oración, aquel que no reza, se condena, y tenemos la libertad de hablar con Dios, como hijos en la plegaria y la reverencia, con recogimiento , entregue a Dios sus afliccones y y dificultades y recuerda que la Virgen siempre ayuda a los que la saludan a través del Rosario, o de terceros.

Dios podía hacer todo sin nosotros, pero es necesario que nosotros, por lo tanto, tengamos  iniciativa, pensar en el heroísmo de santas virgenes que lucharon para mantener la modestia, incluso en la muerte, este cambio en el vestir es más que lo "poco" que Dios le confia.

Si se burlan de usted por estar vestidas modestamente, ofrezca  esta humillación en reparación al Sagrado Corazón de Jesús y la santificación de los que se burlan.  Si sus "amigos" se aparte de usted por su vestido, podría ser el momento para reflexionar qué tipo de amistad es  que se avergüenza de la modestia, una virtud muy querida de Nuestro Señor y Nuestra Señora. Quien encuentra un amigo encuentra un tesoro, dice la Sagrada Escritura, la cantidad no es calidad, es un amigo que nos ayuda es el cielo, y aunque tengan que estar solo (lo cual probablemente no ocurra) vale la pena el sacrificio, porque no compara más la soledad que Nuestro Señor pasó en la Cruz cuando él quería morir para dar vida con los dolores más sublimes y crueles, que sufrió el desamparo  de Dios, su Padre

Las cuestiones financieras para el cambio de ropa, se resuelve, que poco a poco cambiando su vestuario, un par de jeans no es más barato que una falda. Lo ideal es encontrar una costurera o incluso aprender a coser, pero en un primer momento a pesar de que tiene sólo dos cambios de vestuario, ofrecer sacrificios al Señor y va a buscar formas de lograr la ropa modesta, nunca más se supo que una niña o una mujer no ha logrado dejar de usar los pantalones vaqueros por razones financieras, es para dudar de la Providencia divina, y si me muestran a alguien decir: "Oh, yo no tengo dinero para cambiar mi vestido", debe ser muy honesto con usted mismo y evaluar sus esfuerzos .

Poco a poco, ser capaz de tener un vestuario sencillo y modesto.

"Considerad los lirios del campo: no trabajan ni hilan, pero os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos, si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, Dios así la engalana  ¿no hará más por vosotros, hombres de poca fe? " (Mt 6, 28-31).

Ten valor y no tenga miedo de ser santa, su ejemplo puede ser útil para otras chicas.

Si usted piensa que aun en su miseria (todos son miserables en la grandeza de Dios), incluso con todas sus debilidades, usted tiene la oportunidad de ayudar a otros a amar más a Dios y no ofenderlo con la inmodestia, vale la pena todo sacrificio, mortificación e incluso su vida... sin duda será una alegría, pues nada merecemos y poder ayudar- una ayuda femenina - por el Reinado Social de Nuestro Señor a ser reconocido,  es un gran regalo para  Dios. Ahora le toca a usted para aceptar o no!

Saludos,

PS: He aquí algunos modelos de faldas, femenina y modesta.