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lunes, 12 de septiembre de 2011

CUANDO YA DA LO MISMO FIRMAR O NO, SI EL DAÑO YA ESTA HECHO...


FIRMANDO O NO FIRMANDO: LA FRATERNIDAD PIERDE IGUAL

LUNES 12 SEPTIEMBRE 2011

Llamativo montaje de la agencia ACI Prensa

de blogsantaiglesiamilitante@hotmail.com (Constantino)



A pocas horas del encuentro Roma- FSSPX

Como urdieron ya en otras latitudes la revistas Golias y Famille Chretienne, en idéntico sentido la agencia ACI Prensa da una señal de alerta en nombre del progresismo, que muchos sitios de Internet han republicado. Lo cierto es que esta agencia, trata mejor a las religiones acatólicas (en nombre del ecumenismo) que a quienes conservan todos los dogmas de Fe. De hecho poco se ha ocupado de la FSSPX, como no sea para advertir sobre las cuestiones canónicas que le sean oficialmente contrarias. Y justamente ahora, en vísperas del encuentro del 14 de septiembre entre Roma y la FSSPX (ver aquí aquí) es que saca a relucir todo su veneno contra la FSSPX.
Esta vez, de una extensa conferencia de Mons. Fellay (que comprende unos 80 párrafos y que nosotros hemos publicado íntegramente en español), ACI Prensa ha tomado solamente 4 o 5 frases cortas para lanzar su noticia. La gran nota consiste meramente en justificar el título del escrito –“Lefebvristas: No tenemos intención de aceptar Concilio Vaticano II”-, sin hacer ningún análisis de las cuestiones doctrinales subyacentes (las mismas cuestiones que estuvieron presentes en la serie de reuniones mantenidas hasta ahora entre el mismo Vaticano y la FSSPX).
No podía faltar también la alusión al obispo negacionista (sic) Richard Williamson en un párrafo subtitulado como “Constante rechazo lefebvrista a la mano tendida del Papa”. En todo el texto efectivamente se coloca a la Fraternidad Sacerdotal San Pío X como enemiga del Papado. No les hacía falta culminar con un micro-informe técnico de lo que fue el CVII: estaba ya todo dicho.
Y todo esto más allá de lo que resulte de la mentada reunión al finalizar. Si se alegrarán o se lamentarán. Lo cierto es que ya están jugando sus cartas. No sabemos con exactitud si ACI Prensa yerra por parco o miente por omisión: sí lo intuimos, que prontuario tiene…
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Hasta aquí el amigo Constantino en su blog Santa Iglesia Militante.
Solamente debemos agregar algo a lo mencionado en el título del post.
La Fraternidad saldrá desdibujada finalmente de todo este asunto del “ir a Roma”.
Perdió.
Perdió feligreses y sacerdotes.
Perdió credibilidad y respeto. Ese respeto que tan bien supo ganar Mons. Lefebvre aun por parte de los enemigos modernistas.
Mintió, usó a la Santísima Virgen con las falsas Cruzadas de Rosarios, amenazó, expulsó, dejó sin Sacramentos, persiguió, calumnió, difamó.
Y sobre todo aplaudió. Se alegró de la muerte de la Santa Misa Católica. Y hasta cantó el Te Deum con motivo del asesinato llamado Summorum Pontificum.
Y se regocijó ante el impío “levantamiento de las excomuniones”. Sabiendo claramente que tal determinación era absolutamente infamante para la batalla por la Supervivencia de la Tradición, dejando en el oscuro armario de las excomuniones a Mons. Lefebvre y a Mons. de Castro Mayer. Y luego reconocerían que sabían perfectamente que el Decreto iba a ser redactado por Roma de ese modo.
Mentiras, engaños, distracciones a los fieles con los Rosarios…
Y con total desparpajo pidieron ser “reconocidos por Roma” para estar en “plena comunión”. Y argumentaron sentirse tristes de la situación en la que estaba la Fraternidad.
Una situación que algunos años antes les llenaba de orgullo.
Un montón de pecados que se hicieron “necesarios” para poder “ir a Roma”.
¿Y ahora?
Ahora, quedan las posibilidades de regularización canónica. Pues Roma no se va a bajar del Concilio Vaticano II.
¿Pero entonces, ir a Roma, estuvo de más? ¿Fue un acto malo en sí mismo?
El modo como llegaron a Roma fue malo en sí mismo. “Ir a Roma”, se sabía, ni era necesario, ni sería beneficioso. Pero avanzar hacia Roma rompiendo todo en el camino… Fue un espanto.
Y entonces, ¿para qué fueron?
Pregúnteselo a Mons. Fellay, a Mons. De Galarreta, a Mons. Williamson o a Mons. Tissier de Mallerais. O a los conspicuos asesores como Maximilian Krah. O a los vendedores de ilusiones como Schmidberger. O a la “policía departamental” como Bouchacourt.
Nosotros sí sabíamos lo que iba a pasar por “ir a Roma”.
Si lograban el acuerdo habrían trampeado a la obra de Mons. Lefebvre. La habrían dinamitado, demolido, violado y abandonado.
Si no lograban el acuerdo, esa Roma apóstata y anticristo, no los dejaría salir inmunes.
Y entonces todo sería peor que al principio.
Lo de Bermudez y ACI Prensa es una primera demostración.

SANTORAL 12 DE SEPTIEMBRE


Santoral 12 de septiembre




12 de septiembre


EL DULCE
 NOMBRE
DE 
MARÍA
El Señor ha hecho vuestro nombre
tan glorioso, que no se caerá
de la boca de los hombres.
(Jdt. 13, 25).


   Los elogios más sublimes corresponden a María, a la cual todas las generaciones llaman bienaventurada, y Aquel que "hizo en Ella cosas grandes y cuyo nombre es santo" quiso darle íntima participación de esa misma santidad para consuelo y gozo de quienes invocaren su dulce nombre. Nombre que ha de ser loado, en todo el mundo, porque infunde valor y fortaleza. Bien lo aprendieron los indios mejicanos de boca de los pobres soldados españoles cautivos, que subían al pavoroso teocalli invocando: "'Ay, Santa María!" y con este nombre en los labios expiraban.
   España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció en el año 1513. Pero fue el Papa Inocencio XI quien decretó, el 25 de noviembre de 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso, para perpetuar la victoria que los austriacos y polacos, mandados por Juan Sobieski, consiguieron de los turcos ese año en Viena. 
   El dulce nombre de María, para los que luchamos en el campo de la vida, es lema, escudo y presagio. Lo afirma uno de sus devotos, San Antonio de Padua, con esta comparación: "Así como antiguamente, según cuenta el libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquel que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro incluso para los homicidas voluntarios: el nombre de María. Torre fortísima es el nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es nombre dulce, nombre que conforta, nombre de consoladora esperanza, nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos"
   Que el sabroso nombre de nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo y ambos sean la contraseña que nos abra de par en par las puertas de la gloria.

AMOR Y FELICIDAD

Los invitamos a compartir una serie, que saldrá todos los lunes,  sobre el noviazgo católico, que viene muy bien para éstos tiempos en que se desconoce el verdadero significado del amor y la seriedad con que se debe llevar.


Pablo Eugenio Charbonneau

Noviazgo
y
Felicidad



El sentido del noviazgo

No hay ningún joven ni ninguna muchacha que no haya soñado con el día en que iba a prometerse. Cuando a los veinte años se abre esta puerta que da sobre el amor, se complace el joven en contemplar los horizontes maravillosos que se le ofrecen. Al hacerlo, se deja embelesar por las promesas de una vida que se halla todavía intacta, y sonríe ampliamente ante las esperanzas innumerables que en ella se descubren. En la existencia de los jóvenes, el amor surge como el sol de la mañana que ilumina todas las cosas sin dejar sitio a las sombras; irradia la alegría de vivir, la alegría de ser dos, la alegría de haberse conocido. Descubre poco a poco una felicidad que parece llamada a crecer día tras día.
Pero, pasa el tiempo. Las sombras se deslizan entonces y se esparcen por todo el universo del amor. Unos pocos años bastan para que las tinieblas sucedan a la luz y surjan los sinsabores, las desilusiones, los desabrimientos de una vida que se muestra siempre dura, y a veces abrumadora.
Para evitar semejante proceso han sido escritas estas páginas; quisieran ayudar a todos los jóvenes que buscan el amor a hacerlo bien, sin entregarse a excesos de optimismo ciego. El noviazgo no es un sueño.

1. El peligro de soñar

En efecto, es el peligro mayor de esta época de la vida. Pocos son los que pueden librarse de él por completo, muchos hay que en él se pierden. Cuántos novios parecen vivir esos meses como en un sueño: impulsados por su amor (que es siempre un poco ciego), se entregan al placer de idealizar la vida conyugal.
Esto sucede con tanta mayor facilidad cuanto que, en esa época, los jóvenes acaban de dejar la adolescencia. Ahora bien, ésta se caracteriza por la visión onírica que puebla la imaginación, desde los quince a los veinte años, con todo un mundo de falsedades. ¿Quién, a esa edad, no ha sufrido el mal de amar? Y para curarse de él, el adolescente imagina lo que no sabe, embellece lo que sabe, idealiza los seres a quienes conoce y crea a los que faltan. Así, lastrado con un mundo imaginario, que refleja et del cine, la literatura, las novelas, llega a la época de la juventud. El amor se le presenta no ya sólo al nivel de la imaginación sino con el rostro real, palpable, visible, de tal o cual joven, de tal o cual muchacha. Se debería entrar entonces conscientemente en el mundo real, dejando atrás las fantasías del pasado. Pera éstas no se dejan apartar fácilmente. Están tan íntimamente integradas en cada persona que prosiguen con ella el camino y se mezclan a los datos y hechos de la vida real. Desdibujan la realidad, a la que envuelven en una capa de idealismo. De tal suerte que más de un joven o una muchacha siguen soñando, cuando deberían empezar a pensar y a vivir.
Así es como muchos llegan al noviazgo, arrastrando esos vestigios de la adolescencia que son los sueñas. Se dedican entonces a imaginar su vida futura, su amor futuro, su hogar futuro; y contemplan todo esto a través del cristal deformador de la imaginación. Imaginan… lo que eso será, o al menos creen imaginarlo. En realidad, siguen forjándose ilusiones en vez de consagrarse con pasión a captar la realidad. La pareja que se entrega a ese juego se precipita a su ruina.

2. El noviazgo, señal de madurez

No se puede entrar en la vida, montando el carro de las ilusiones. Estas se desharán como los pétalos de una flor que se marchita; se disiparán como los sueños nocturnos. ¿Qué quedará entonces? La dura realidad que vapuleará a los dos, revelándoles al propio tiempo que el amor es una realidad humana que, como tal, no puede vivirse sin esfuerzo.
Por eso el noviazgo debe realizarse y vivirse en plena madurez espiritual. Los novios deben ser gente madura que traspase inexorablemente la capa de las apariencias para palpar la vida en su realidad. Deben construir su hogar, no sobre los sueños o las ilusiones engendrados por la adolescencia, sino sobre las reflexiones y el realismo peculiares de las personas evolucionadas y serias.
Guardarse de jugar al amor
El amor no es un juego y nada hay más serio, ni más trascendente, que amar. Porque el amor compromete a dos seres en una total comunidad de vida, de modo que por su matrimonio han de compartirlo todo: cuerpo y alma. Al término de esa comunicación se encuentra la felicidad o la desdicha temporal y eterna. Es preciso, por tanto, que los novios se cuiden de no ceder a la tentación de la facilidad; el noviazgo está hecho para reflexionar, porque prepara una situación que será irrevocable. Así pues, no deben sólo divertirse y contentarse con soñar vagamente y con repetirse el uno al otro que son recíprocamente perfectos.
Pascal, hablando de la muerte, escribió: «Corremos sin preocuparnos hacia el precipicio, después de haber colocado algo ante nosotros para impedirnos ver» [1]. Muchas parejas de novios podrían aplicar esta frase a su matrimonio. Después de haber echado la cortina de sus ilusiones que les priva de ver el abismo, corren hacia éste con una ligereza pueril, sin saber que les acecha una catástrofe inminente.
Un joven y una muchacha que se aman no deben comportarse como niños irresponsables: deben, por el contrario, estar alerta a las responsabilidades que les esperan y anticipar, hasta donde sea posible, las dificultades que tendrán que vencer. Sólo de esta manera evitarán el fracaso y conocerán la felicidad. Toda orientación al matrimonio que no se desenvuelva en este sentido es falsa y no podrá preparar más que un desastre. El noviazgo debe, pues, ser una época de maduración en la que el amor se desarrolla, la esperanza se intensifica, en la que reina la alegría, pero todo esto debe ser fruto de una atención inteligente y de un realismo profundo. Los novios deben ser serios bajo pena de ser unos esposos desgraciados.


[1] Pensées, en L’Œuvre de Pascal, Gallimard (Pléiade), París 1950, p. 885.