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sábado, 31 de marzo de 2012

SANTORAL 31 DE MARZO




31 de marzo


SANTA BALBINA, 
 Virgen



Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre
los justos; y los arrojarán en el horno del juego. Allí
será el llanto y el crujir de dientes.
(Mateo, 13, 49-50).

   Dios, para castigar al tribuno Quirino por la prisión que había hecho sufrir al Papa Alejandro, permitió que su hija Balbina, que era de notable belleza, se viese cubierta de llagas y horriblemente desfigurada. Quirino acudió al santo pontífice, quien sanó a Balbina con sólo tocarla con sus cadenas. El tribuno, convertido por el milagro, murió mártir con el mismo Alejandro, pasado algún tiempo. Balbina consagró su belleza a Dios que se la devolviera, y mostró con su conducta que el cristianismo puede conciliar dos cosas aparentemente difíciles de unir, una rara hermosura y una gran pureza.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MEZCLA
DE BUENOS y MALOS

   I. En este mundo, los buenos están mezclados con los malos. Así lo ha permitido Dios para que los malos puedan aprovechar los ejemplos de los buenos, y para que los justos tengan ocasión de ejercitar su celo y su paciencia soportando a los pecadores y trabajando en su conversión. No imites a los malos, pero tampoco los desprecies: acaso lleguen a ser más grandes que tú en el paraíso; acaso tú cometas faltas más graves que ellos, puesto que no existe pecado que no puedas cometer, si Dios te abandona a tu propia flaqueza.

   II. En esta vida el bien está mezclado con el mal, y el mal con el bien. No existe hombre tan desgraciado que de tanto en tanto no tenga consuelos, ya de parte de Dios, ya de los hombres; como tampoco hombre tan dichoso que no tenga alguna pena. Por lo tanto, no esperemos felicidad completa en este mundo. Nuestra única felicidad consiste en conformarnos con la voluntad de Dios. Es el secreto para vivir felices. Los santos lo han sido en medio de la pobreza, de las lágrimas y de las enfermedades, por que sabían que tal era el beneplácito de Dios. Son pobres y aman la pobreza, lloran y aman sus lágrimas, son débiles y se regocijan en su debilidad. (San Salviano).

   III. En el día del juicio, los malos serán separa dos de entre los buenos, éstos serán colocados a la derecha y destinados para la gloria; aquellos, pos puestos a la izquierda y condenados al infierno. Se verán entonces los crímenes de los réprobos y las virtudes de los santos. Hipócrita, ¿qué dirás, qué harás tú? ¡Todo lo bueno estará en el cielo, todo lo malo en el infierno, y así quedará por toda la eternidad! Piensa en esto y sé precavido mientras tengas tiempo todavía. Pluguiese a Dios que fuesen sabios e inteligentes, así pensarían en sus postrimerías. (Deuteronomio).

El pensamiento del juicio 
Orad por la conversión de los pecadores .

ORACIÓN

      Escuchadnos, Señor Salvador nuestro, a fin de que la tiesta de Santa Balbina, virgen, al mismo tiempo que regocije nuestra alma desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por. J. C. N. S. Amén

viernes, 30 de marzo de 2012

VIERNES DE PASIÓN


SERMÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES – VIERNES DE PASIÓN


Visto en:  Radio Cristiandad



NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Imaginemos aquel cuadro: pendiente de la Cruz el Cuerpo de Cristo, lleno de largos manchones de sangre cuajada…, cubierto de heridas…, materialmente deshecho…., sin belleza ni hermosura…, casi sin figura humana…; labios exangües,.., ojos sin vida…; aquello no es más que eso, un cuerpo sin vida…; y es el Hijo de Dios…; ¡qué misterio!

A los pies de la Cruz, un grupo de almas buenas llora sin cesar. Grande, muy grande es su dolor…, pero ¿cómo compararlo con el de aquella Madre que llora la pérdida de su Hijo?…

¡Pobre Madre!… ¿Qué va a hacer ahora sin su Hijo?

Quizás, en medio del dolor, comenzó a preocuparle la sepultura de su Hijo…, pero, ¿cómo y dónde?.., si Ella no tenía sepultura, ni medios para comprarla…; si sus amigos se habían ocultado unos… y otros hecho enemigos… ¿A dónde acudir?… ¿Quién descenderá a su Jesús de la Cruz?…

Qué consuelo, en medio de su pena, cuando ve a aquellos santos varones que van a cumplir este piadoso oficio.

Y, efectivamente, con gran cuidado José y Nicodemo le bajan de la Cruz y depositan el santo Cuerpo, en brazos de su Madre.

Postrémonos en espíritu junto a esa Madre, y meditemos con Ella, porque, ¿qué meditación haría la Virgen entonces? ¿Cómo iría recordando, ante la vista de aquel Cuerpo, todos y cada uno de los tormentos de la Pasión?

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En ese momento recordó todo lo pasado…, las escenas de Belén…, los idilios de Nazaret…, los días felices en que Ella cuidaba de su Hijo, como ninguna madre lo ha podido hacer…

Ahora entendió, de una vez, lo que significaba la espada de Simeón, que toda la vida llevó atravesada en su Corazón. Ahora comprendió lo que era ser Madre nuestra… ¡Madre de los pecadores!

¡Oh, qué dolorosa maternidad!… Y, sin embargo, besando una a una aquellas heridas, iría repitiendo: Soy la esclava del Señor…, hágase en mí su divina voluntad.

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Los santos varones Nicodemo y José de Arimatea, juntamente con las piadosas mujeres y la Santísima Virgen, comenzaron a ungir y vendar aquel Cuerpo sacrosanto.

¡Qué dolor el suyo al echar su última mirada sobre aquel rostro!… ¡Cuánto se había embelesado contemplándolo!

Y así dispuesto, el Cuerpo es conducido a la sepultura. ¡Cómo iría la Santísima Virgen!

¡Qué penoso es el momento de arrancar el cadáver de una persona querida de casa para llevarlo a enterrar!…

¡Qué camino tan largo y, al mismo tiempo, tan corto, el que hay que recorrer en el entierro!

Por una parte, se desea llegar cuanto antes y acabar de una vez con aquel tristísimo momento…; por otra, se teme llegue el instante de la separación total…, del último adiós.

¡Cuál sería el sufrimiento del Corazón de aquella Madre en estos momentos!

Y cuando ya, colocado en el sepulcro, fue la piedra cerrando la entrada y ocultando el santo Cuerpo, ¿quién podrá explicar lo que pasaría entonces por el alma de la Virgen?…

Ahora sí que se quedó definitivamente sin Hijo… ¿Quién la arrancaría de aquel lugar si Ella no podía vivir sin Él?

El Salvador quedó allí en el sepulcro descansando…, pero María no podía descansar, ni sosegar… se consideraba sola…, huérfana…, desamparada y desterrada…, sin familia…, sin hogar…, y así, acompañada de aquellas almas piadosas, pero sintiendo en su Corazón la frialdad de la más espantosa soledad, emprendió el regreso hacia el Cenáculo.

Todos los que la acompañaban, con el corazón encogido, pensaban, sin embargo, en el Corazón destrozado de aquella Madre, que volvía sola…, sin su Hijo…

Sigamos, con Ella, este camino de dolor.

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Ha vuelto a subir al Calvario para emprender el retorno… ¿Qué sentiría a vista de la Cruz desnuda…, vacía…., manchada de la Sangre de Dios?… Se arrodilla ante ella, la abraza, la besa y la adora…

Ya no es instrumento de suplicio…, ya no es algo odioso…, horrible…, maldito…

Ve en Ella el Árbol de la Vida, del que se ha desprendido, ya maduro, el fruto de salvación…

Es la llave del Cielo…, es la espada que vencerá a todos los enemigos de Cristo, que a sus pies irán a estrellarse…

Es el arma de combate de todos los cristianos…, es la locura de todos los Santos, que no podrán vivir sin Ella, ni lejos de Ella… sino subidos…, abrazados…, crucificados en Ella…

Es, en fin, la balanza donde se pesarán las acciones de todos los hombres y la causa y razón de su condenación o de su salvación…

¡Oh Cruz bendita!..; ¡Oh Cruz divina!… ¡Qué requiebros amorosos la diría la Santísima Virgen!…

¡Cómo se desahogaría en dulcísimas lágrimas y en abrazos tiernísimos con Ella!

Abrázate, tú también, y enamórate de aquella Cruz, regada con la sangre de Cristo y las lágrimas de su Madre.

Que sea para ti, como decía San Pablo, tu mayor gloria y bienaventuranza….

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Y levantándose, continuó su camino… ¡Qué recuerdos al llegar a la ciudad maldita…; la ciudad deicida!… Sus calles manchadas aún de la sangre de su Hijo Dios… ¡Cuántas veces se postraría a besarla!…

¡Cómo iría recordando todos los pasos de la Pasión!… Aquí las caídas…, allí la calle de la Amargura, donde le encontró…; más lejos, donde salió con la Cruz a cuestas…; entre sombras, el palacio de Herodes, donde le trataron como a un loco…, y más allá el de Pilato…; la plaza donde gritaba la muchedumbre…, el balcón del Ecce Homo…, el patio de la flagelación… ¡Pobre Madre! ¡Cómo iría recorriendo uno a uno estos pasos!

Acompañemos muchas veces a la Virgen Dolorosa en esta devota meditación, y tengamos mucho gusto en hacer muy bien el Santo Via Crucis con frecuencia y acompañando a la Santísima Virgen… Ella es nuestro modelo en esta hermosa devoción…

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El dolor es la ley universal que abarca a todos los hombres sin excepción.

El niño, sin que nadie se lo enseñe, gime y llora, y así, entre llantos y gemidos, se deslizará, toda su vida.

No podemos huir del dolor…; nos espera donde menos lo creíamos…, quizá cuando son mayores nuestros goces y alegrías…; generalmente éstas son preludio de las lágrimas.

Jesús quiso ser el Varón de dolores, y su Madre la Reina de los mártires.

Esos son los modelos, esos los únicos que alivian, con su ejemplo, nuestros sufrimientos; y nos enseñan a santificarlos y a santificarnos con ellos.

¡Bendito el dolor! Así dijo Cristo: Bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que padecen.

No tengamos lástima del que sufre mucho, sino del que no sabe sufrir.

Cristo asoció a su Madre a todas sus glorias y grandezas, y por eso la hizo compañera de todos sus sufrimientos.

Al que Dios más ama, más le hace sufrir, para elevarle, como a su Madre, después a mayor gloria y grandeza.

¡Cuánto sufrió María al pie de la Cruz!… ¡Pero qué grande es María precisamente al pie de la Cruz!… ¡Qué perla faltaría en su corona, si no tuviera la del dolor!

Por tanto, fue necesario que si era Reina, fuera Reina del dolor y del martirio.

Si fue Reina del dolor, debió sufrir más que nadie… Su martirio duró toda su vida.

A nosotros, nos envía Dios los dolores uno a uno y nos oculta los futuros…; sólo sufrimos los presentes. A María le reveló ya desde el principio todo lo que había de sufrir para no ahorrarle sufrimientos… sino más bien quiso que aquella espada la atormentara toda la vida.

Pensemos en sus dolores: cuánto sufrió con la ingratitud…, la traición…, el abandono…, el desamor de que fue objeto su Hijo…

Belén…, Egipto…, Nazaret…, Jerusalén…, el pesebre y el Calvario…, el Templo…, los Palacios de Herodes y de Pilato… Son todos lugares en que su Corazón se desgarró tantas veces.

Hasta la pérdida de Jesús quiso sufrirla, para enseñarnos a nosotros a sufrir y a buscarle si le perdemos pecando.

Detengámonos a enumerar y ponderar estos dolores…

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En todos estos sufrimientos, consideremos su parte natural y humana. La medida de todo dolor, es la intensidad del amor. Sólo nos duele dejar o perder lo que amamos. A mayor amor, mayor dolor.

Con esta regla, tratemos de medir el dolor de María… Era un dolor de madre y con esto se dice todo… Es el amor más puro…, más noble…, menos egoísta que en la tierra existe…

Por eso, Dios no ha querido que tengamos más que una…; ella sola basta para llenar toda nuestra existencia de cariños inefables…, de amores que llenan por completo el corazón…

¡Cómo ama una madre! Y, ¿cómo amaría la Virgen a su Hijo? Dios quiso juntar en su Corazón todas las ternuras de todas las madres para que con ese amor amara a su Hijo. No merecía menos el Hijo de Dios y el que quiso llamarse por excelencia el Hijo del hombre.

Pues, ¿cuál sería su dolor, su sufrimiento en la pérdida de su Hijo?

Pensemos, además, que el Hijo que perdía era único, que no le quedaba otro con quien consolarse, que ese Hijo único era el mejor de todos…, que amaba a su Madre como ningún hijo ha amado a la suya.

Por otra parte, siendo inocentísimo como era, lo perdía como si fuera un criminal…; que no era una enfermedad…, un accidente desgraciado…, sino una traición…, una ingratitud…, una enorme y horrible injusticia la que le arrebataba la vida, y que eso se llevaba a cabo en medio de atrocísimos tormentos, y en su misma presencia.

Pensemos en aquella íntima unión que existía entre Jesús y María, hasta el punto que en verdad el Hijo era la vida, el todo de la Madre… y comprenderemos por aquí algo de la intensidad y del dolor de Madre.

Además, es cierto que la sensibilidad tiene muchos grados, que no es igual en todas las personas; y que a mayor sensibilidad, mayor fuerza de dolor.

María era de una delicadeza exquisita…, de un organismo perfectísimo y, por eso mismo, de una sensibilidad extraordinaria…

¿Cuál sería, pues, el dolor de su Corazón al ponerse en contacto con la ingratitud…, con la injusticia…?

Pensemos en cada una de estas circunstancias… Meditemos muy despacio cada uno de estos motivos… y nos convenceremos de que, con mucha razón, la Santísima Virgen puede aplicarse aquellas palabras del Profeta Jeremías: Mirad y ved, si hay dolor semejante al mío.

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No podemos abarcar toda la intensidad del dolor humano y natural de María… ¿Cómo podremos, pues, darnos una idea, ni siquiera aproximada, de su dolor sobrenatural?

María sufría al perder a aquel que era su Hijo, al verle padecer y morir; pero sobre todo sufría porque en Él veía a Dios.

¿Quién ha conocido como Ella a Dios?…. ¿Quién le ha amado como Ella?

Pues, ¿cómo sentiría las ofensas, los insultos, los tormentos que los hombres le dieron? Si como Madre, todos repercutían en su corazón…, como Madre de Dios, ¿qué sería?

¿Cómo María no murió de dolor a la vista de aquellas ofensas gravísimas que el pueblo escogido infirió a Cristo en su Pasión?

Además, María sufrió todos estos tormentos indecibles sin consuelo espiritual de ninguna clase…

Los mártires sufrían con alegría abrazados al crucifijo… La vista de Jesús crucificado, alentaba a los penitentes y anacoretas en sus austeridades… Pero para María, el Crucifijo, la vista de Cristo crucificado, era precisamente su mayor tormento… El mismo que a otros iba a consolar, era el verdugo que atormentaba el Corazón de su Madre.

Sus dolores no fueron físicos…. Nada padeció en su cuerpo de tormentos y castigos…, pero por eso mismo, fue más intenso su dolor, al ser todo él interno, puramente espiritual, verdaderamente divino…

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En fin, el colmo del dolor de la Virgen fue, no sólo el asistir, el autorizar con su presencia el sacrificio de su Hijo, sino que tuvo que llegar a desearlo…

Dos hijos tenía María: el Hijo inocente, y el hijo pecador, que somos todos nosotros.

Si quería que viviera el Hijo inocente, no podía salvar al hijo pecador… Si quería la salvación de éste, debía desear el sacrificio del Otro…. ¿Qué hacer?

Como Madre, nos ama tanto como a Jesús… y tuvo que llegar a amarnos más que a Él…, porque sabiendo que ésa era la voluntad de Dios, que no perdonó a su propio Hijo…, también fue la suya…, y tampoco Ella le perdonó.

Por eso, allí estuvo al pie de la Cruz, muerta de dolor…, deseando…, hasta gozándose en la muerte de Cristo para salvarnos a nosotros…

¡Cuánto amor! Pero también, ¡cuánto, dolor!…

¡Cuánto costamos a María ser hijos suyos!

Y si lo que cuesta es lo que se aprecia y ama, ¿cuánto nos amará ahora, pues tanto la hicimos sufrir?

Por lo tanto, ¡ya basta!…. ¡Basta ya de ingratitud!… ¡No hagamos ya sufrir más a nuestra Madre!

Antes bien, amémosla, aun a costa de nuestros sufrimientos y de nuestra vida misma…

P. CERIANI



SANTORAL 30 DE MARZO



30 de marzo


SAN JUAN CLÍMACO, 
  Abad

El mundo pasa con su concupiscencia. 
Mas el que hace la voluntad de Dios 
permanece eternamente. 
(1 Juan, 2,17).

   San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.

MEDITACIÓN
SOBRE LOS TRES GRADOS
DE LA SUBIDA HACIA DIOS

I. El primer grado de la perfección es el des precio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible. sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia, y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados.

   II. El segundo grado es la abnegaci6n de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más, caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida.

   III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor. (San Agustín).

El deseo de la perfección 
Orad por los que tienen vocación religiosa.

ORACIÓN

      Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestrosmé ritos. Por J. C. N. S. Amén.

jueves, 29 de marzo de 2012

SANTORAL 29 DE MARZO




29 de marzo


SAN ARMOGASTO,
  Mártir 

Si no velares, vendré a ti como un ladrón,
 y no sabrás  a qué hora vendré a ti.
(Apocalipsis, 3, 3).

   ¡Qué hermoso espectáculo ver a San Armogasto abandonar todas sus dignidades en la corte para permanecer fiel a Jesucristo! Viéndolo Genserico, rey de los vándalos, inquebrantable en su fe, le hizo anudar la cabeza y los pies con gruesas cuerdas; mas el santo miró al cielo y rompiéronse sus ataduras. Se lo suspendió de un pie; empero, nada quebrantó su resolución. Finalmente, condenado a guardar los rebaños del rey por el resto de su vida, obedeció con placer, pues sabía que la soledad es favorable a los coloquios entre el alma y Dios. Predijo su muerte próxima, indicó el lugar donde quería se lo enterrase, y fue al cielo a recibir la recompensa de sus trabajos, hacia el año 455.

MEDITACIÓN
SOBRE LA PREPARACIÓN
A LA MUERTE

   I. Toda nuestra vida debe ser una preparación para la muerte, pues nuestra muerte, de todos nuestros negocios, es el más importante, ¿qué digo?, los demás nada son comparados con éste. ¿Cómo te preparas tú? ¿Vives como un hombre que en breve ha de morir? ¿Acaso miras la muerte como algo muy alejado de ti ? En adelante mi principal afán será pensar en este gran viaje a la eternidad, no sea que me sorprenda la muerte. La muerte, que sor prende a los que no están preparados, debe encontrarnos siempre prestos. (San Euquerio).

   II. Morirás, no lo ignoras. Morirás sólo una vez, y de esta muerte única dependerá una eternidad de dicha o de desventura. No se trata aquí de una pérdida sin importancia, sino de la pérdida del mayor de todos los bienes y, no debes olvidarlo, de una pérdida irreparable.¡Oh muerte, cuán temible eres! ¿Se puede pensar en ti sin despreciar al mundo, y sin darse a Dios?

   III. Una vida santa es la mejor de todas las preparaciones para la muerte. No te duermas con un pecado mortal en la conciencia. Por la mañana, al levantarte, piensa: Acaso no alcance a vivir hasta la noche; y por la noche, al acostarte: Acaso no me levante ya, y estas sábanas sean mi sudario. De vez en cuando pregúntate si estás preparado para morir . Nada hay que los hombres vean con más frecuencia que la muerte y nada que olviden con mayor facilidad. (San Euquerio).

El pensamiento de la muerte 
Orad por las almas del purgatorio.

ORACIÓN

      Haced, os suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Armogasto, vuestro mártir, cuyo dichoso nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 28 de marzo de 2012

MILAGROS EUCARÍSTICOS


REPIQUE DE CAMPANAS

Año 1010, Iborra España



A un cuarto de hora de Iborra, modesta villa situada en la provincia de Lérida, existía un tiempo  de San Ermengol y aun existe hoy, una ermita titula de Santa María, de la cual era párroco un sacerdote llamado Bernardo Oliver.

Cierto día del año 1010, hallándose este sacerdote celebrando Misa, al tiempo de consagrar el cáliz, le ocurrió una duda acerca de la verdad del augusto Sacramento; cuando a un hombre de fe le ocurren semejantes dudas, conociendo que a veces son efecto de la imaginación y otras tentación del maligno espíritu, el desprecio  o la fervorosa oración deben  bastarle para desecharlas.

Pero según parece, el desgraciado sacerdote en vez de obrar de este modo, hizo pres de la duda y se detuvo en ella voluntariamente. Entonces el Señor, haciendo uso de su gran  misericordia, al par de su infinito poder, quiso desvanecer con un prodigio aquella sospecha indigna, y poner de manifiesto en aquel momento lo que ocultan las especies sacramentales.

En efecto, suspendiendo por algunos instantes las leyes de la  naturaleza, hizo brotar del cáliz del Sacrificio una fuente de sangre hirviente, tan abundante y copiosa, que rebasando los bordes del vaso comenzó a derramarse, primero sobre los Corporales, luego por el altar, y finalmente por el suelo de la ermita, con extraordinario estupor del sacerdote, que  no sabía lo que pasaba, y de todo el numerosos auditorio, que quedó sumido en el mayor asombro.

Con la celeridad del rayo cundió la alarma  por todas partes, y unas pobres mujeres corriendo presurosas, empaparon la preciosa sangre en unas estopas, que fue lo primero que hallaron a  mano.

Entretanto un nuevo milagro corroboraba el primero. Las campanas de la ermita impulsadas por Dios habían comenzado a repicar solas y no hay para que decir cuál fue la admiración de todos. Horas después ya era conocido el milagro en todo el término, y la gente de las villas inmediatas acudían a contemplar la grandeza del portento.

Uno de los que acudieron fue San Ermengol, que a la sazón se hallaba en Guisona. El Santo al ver el prodigio, no pudo menos de conocer que “el dedo de Dios estaba allí”, y tomando parte de aquella preciosa sangre, marchó a Roma y la presentó a Su Santidad, que enternecido y deseando mostrar su agradecimiento por tan inapreciable regalo, dio en cambio al Santo varias reliquias importantes, entre otras, una espina de la corona del Salvador.

Todas ellas, en unión de los Corporales ensangrentados que aún se conservan y veneran en la citada villa de Iborra, son objeto de una festividad anual que sostiene viva la tradición del prodigio.

Además existe como prueba documental del mismo, un antiquísimo escrito, copia exacta de la Bula  que el Papa Sergio IV dó en el año segundo de su Pontificado, para autorizar el culto de la reliquia portentosa.
En el Real Monasterio de Sijena, provincia de Huesca, diócesis de Lérida, se conserva una parte de la estopa empapada con la sangre que brotó del cáliz de Iborra.

(D.Adolfo Clavarana, Lecturas populares, Colección 3°, pág 106.- D. Emilio Moreno Cebada, Pbro. Glorias Religiosas de España. Nuestra Señora de Iborra, en Solsona, tomo 2, página 459).



SANTORAL 28 DE MARZO




28 de marzo


SAN GUNTRANO, 
Rey y Confesor

Cada uno de nosotros procure dar gusto a su prójimo
en lo que es bueno y pueda edificarle.
(Romanos, 15, 2).

   San Guntrano, rey de Borgoña, era nieto de Santa Clotilde, reina de Francia. Cumplió con todos los de beres de un rey. Amaba tiernamente a sus súbditos, y perdonaba generosamente a sus enemigos. Pocos monarcas hubo tan populares como él. Durante una peste, se ofreció como víctima al Señor para que se librara el pueblo. Después de haber fundado o do tado a muchas iglesias y monasterios, murió el 28 de marzo del año 593, a los 68 años de edad.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS BUENAS OBRAS   

   l. Haz tantas obras buenas cuantas puedas mien tras vivas; lo demás carece de valor después de la muerte. No dejes pasar ni un solo día sin que lo señales con alguna acción buena. La vida presente es breve, la futura es eterna. Hay que expiar los pe cados cometidos: redímelos haciendo limosna a los pobres. ¿Por qué respetas la efigie del príncipe esculpida en el mármol o acuñada en el oro, y desprecias la imagen de Dios en la persona del pobre? (San Agustín)

   II. Que sean buenas tus acciones delante de Dios y no sólo delante de los hombres; para ello realízalas para agradar a Dios, y tal como quiere Él que las hagas. Cuídate de que no estén viciadas por la vanidad y el amor propio; si así no lo hicieres, no tendrás otra recompensa que la que el mundo te dé. ¡Qué!, mi corazón es tan pequeño, mi vida tan corta. ¿y querré yo partirlos entre Dios y el mundo?

   III. También tienes la obligación de hacer el bien delante de los hombres, les debes el buen ejemplo. Sin vacilar declárate a favor de Dios, y nadie se atreverá, en tu presencia, a realizar un acto que le ofenda. No te avergüences cuando llegue la ocasión de salir en defensa del Evangelio, y el momento de comportarte como verdadero cristiano; acaso rían a costa tuya: regocíjate entonces. ¿El mundo no aprue ba tus actos? Señal es que tienes el espíritu de Jesu cristo. El cristiano es amado por Dios cuando es maltratado por el mundo. (San Ignacio).

La limosna 
Orad por los que os gobiernan.

ORACIÓN

      Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Guntrano, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C. N. S. Amén.

martes, 27 de marzo de 2012

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ


NEGATIO
IX



Hasta que el hombre venga a tener tan habituado el sentido  en la purgación del gozo sensible, de suerte que le envíen luego las cosas de  Dios, tiene  necesidad de  negar su gozo acerca de ellas, para sacar al alma de la vida sensitiva.

El que no sintiere la libertad de espíritu en las cosas  y gustos sensibles, de suerte que le sirvan de motivo para la oración, sino que la voluntad se detiene y ceba en ellos, daño le hacen para ir a Dios, y se debe apartar de usarlos.

Muchas veces muchos espirituales emplean los sentidos en los viene sensibles, con pretexto de darse a la oración y levantar su corazón a Dios, y es de manera que más se puede llamar recreación que oración, y darse gusto a sí mismo que a Dios.

Cuando la voluntad luego que se siente gusto en lo que percibe por los sentidos, se levanta a gozar en Dios, y le sirve de motivo para tener oración, no ha de evitar esos motivos, antes puede y debe aprovecharse de ellos para tan santo ejercicio, porque  entonces sirven las cosas sensibles para el fin que Dios las crió, que es para ser amado y conocido por ellas.

El que tiene el sentido purgado y sujeto al espíritu, de todas las cosas sensibles, desde el primer movimiento, saca deleite de sabrosa advertencia y contemplación de Dios.

Si quieres que en tu espíritu nazca la devoción y que crezca el amor de Dios y apetito de las cosas divinas, limpia el alma de todo apetito y asimiento y pretensión, de manera que no se te dé nada por nada; porque así como al enfermo, echado fuera el  mal humor, luego siente el bien de la salud, y le nace gana de comer, así tu convalecerás en Dios si en lo dicho te curas, y sin ello, aunque más hagas, no aprovecharás.

Sé enemigo de admitir en tu alma cosas que no tiene en sí substancia espiritual, porque no te hagan perder el gusto de la devoción  y el recogimiento.

Mira que la flor más delicada más presto se marchita y pierde su olor; por tanto guárdate de querer caminar por espíritu de sabor, porque no serás constante; más escoge para ti un espíritu robusto, no asido a nada; y hallarás dulzura y paz en abundancia; porque la sabrosa y durable fruta en tierra fría y seca se coge.

Cata que tu carne es flaca y que ninguna cosa del mundo puede dar fortaleza a tu espíritu, ni consuelo, porque lo que nace del mundo, mundo es, y lo que nace de la carne, carne es, y el buen espíritu sólo nace del espíritu de Dios, que se comunica no por mundo ni carne.

No comas en pastos vedados, que son los de esta vida presente; porque bienaventurados son los que han hambre y sed de justicia, porque ellos serán  hartos.

Si  quieres venir al santo recogimiento, no has de venir admitiendo sino negando.

Las potencias y los sentidos no se han de emplear todos en las cosas, sino lo que  no se puede excusar;  y lo demás dejarlo desocupado para Dios.

Procura siempre que las cosas  no sean  nada para ti, ni tú para las cosas; más en  olvido de todo, mora en tu recogimiento con el Esposo.


SANTORAL 27 DE MARZO





SAN JUAN, 
Ermitaño

Si alguien habla, que sea como si hablase Dios.
(1 Pedro, 4, 11).

   San Juan guardó silencio casi continuo durante los 50 años que pasó sobre la roca que había elegido para su retiro. Sanaba a los enfermos dándoles aceite bendito, a fin de que se atribuye se el milagro a Dios por medio de este aceite más bien que a Dios por medio de sus oraciones. Decía que cuanto más se alejaba de los hombres, más gustaba del placer de estar con Dios. Predijo al emperador Teodosio las victorias que habría de obtener. ¿Es para asombrarse que conociese lo por venir? Dios manifiesta sus secretos a aquellos que larga y familiarmente conversan con Él.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS PALABRAS

   I. Un cristiano jamás debe pronunciar una mala palabra; debe evitar con el mayor esmero las palabras deshonestas, las conversaciones demasiado libres, las blasfemias y las detracciones. Nada más fácil que pecar con palabras; difícil es, a menudo imposible, curar las heridas que se infieren con la lengua y reparar el perjuicio que se causa al prójimo con ella, ¿Te gustaría que se hablase de ti como hablas tú de los demás?

   II. Evita aun las chanzas y las palabras inútiles. Si te habitúas a las burlas, muy pronto se deslizarán en tus conversaciones las palabras de doble sentido y las contrarias a la caridad; y, no pocas veces, preferirás herir la caridad o la modestia antes que callar una agudeza. Rendirás cuenta, en el día del juicio, hasta de la menor palabra inútil que hayas dicho. Concededme, Señor, la gracia de gobernar mi lengua; guardad mis labios, (Salmo).

   III. Para evitar todos estos defectos no has de hablar a menudo ni mucho, Si hablas mucho llegarás a ofender a Dios o al prójimo. Sabio te manifestarás si te callas; hombre de poco juicio si hablas mucho, Muy frecuentemente te arrepentirás de haber hablado, nunca de haber guardado silencio. Habla cuando tengas que decir algo bueno preferible al silencio; mas, cuando sea mejor callar que hablar, cállate (San Gregorio).

El silencio
Orad por los religiosos.

ORACIÓN
   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Juan, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido e1 el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C N. S. Amén.

lunes, 26 de marzo de 2012

SANTORAL 26 DE MARZO





SAN LUDGERIO, 
Obispo y Confesor

Perseverad en la oración, velando en ella
con acciones de gracias.
(Colosenses, 4,2).

   San Ludgerio puso de manifiesto, desde su infancia, una fervorosa asiduidad en la oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras. Un día su no. driza le preguntó el nombre de su soberano: Es Dios -le respondió- mi Soberano. Encargado de predicar la fe a los sajones, convirtió a un gran número de infieles, fundó monasterios y edificó muchas iglesias. Enterado Carlomagno de su virtud lo propuso para ocupar la sede de Munster. Envióle, pues, tres emisarios para llamarle a su lado; no fue el santo al palacio sino después de haber concluido de recitar su oficio, que había comenzado, diciendo que hablaba aun Príncipe más grande que el emperador .

MEDITACIÓN 
ACERCA DE LA ORACIÓN

   I. En este mundo siempre se ha de orar, porque siempre tenemos necesidad del socorro divino para ser consolados en nuestras aflicciones y para ser asistidos en nuestras necesidades temporales y espirituales frente a nuestros enemigos visibles e invisibles. Dices tú que no puedes rezar continuamente: reza lo más a menudo que puedas, al comenzar tus, principales acciones y, sobre todo, en las tentaciones que contra ti suscite el enemigo de la salvación.

   II. Reza con respeto y modestia que edifiquen al prójimo. Dios reclama de ti, mientras rezas, la atención del espíritu y la modestia del cuerpo. Ese recogimiento y esa modestia mucho te ayudarán para la modestia interior. ¿Te atreverías a hablar aun personaje importante en la forma con que a menudo lo haces con Dios? ¡Con qué precipitación recitas tus oraciones vocales! Piensa, al comenzarlas, en la majestad de Dios ante quien tiemblan los querubines, y le hablarás con más respeto, humildad y modestia. La oraci6n misma puede convertirse en pecado. (San Agustín).

   III. La atención debe acompañar siempre a tus oraciones. Dios es espíritu, y quiere que lo adores en espíritu. Tu boca habla a Dios y tu corazón está lejos de Él, está ocupado en las riquezas, absorto en el amor de las creaturas. Es el corazón lo que Dios te pide, y no la punta de tus labios. ¿Cómo quieres que te escuche, si tú no te escuchas a ti mismo? (San Cipriano).

El amor a la oración
Pedid a Dios que os acreciente
el espíritu de devoción.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la solemnidad del bienaventurado Ludgerio, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

domingo, 25 de marzo de 2012

SERMÓN PARA EL DÍA DE LA ANUNCIACIÓN



ANUNCIACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Y

ENCARNACIÓN DEL HIJO DE DIOS




Al sexto mes fue enviado por Dios el Ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres. Ella se turbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El Ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al Ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El Ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

Era la hora de la oración; María, arrodillada, enviaba al Cielo el cántico y los perfumes de su hermosa alma… De pronto, del fondo luminoso de una nube, aparece una figura… Es un Ángel, el mensajero de las grandes noticias, el mismo que apareció a Daniel…

Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo…

Turbación de la Virgen…; palabras tranquilizadoras del Ángel: No temas, María; has hallado gracia delante de Dios; mira que has de concebir y dar a luz un Hijo. Lo llamarás Jesús. Este será grande, y su nombre el Hijo del Altísimo. El señor Dios lo pondrá en el trono de David su padre; y reinará en Jacob eternamente, pues su reino es sin fin.

María calla…

En este preciso momento el porvenir de la humanidad pende de sus labios… La Encarnación queda en suspenso…

Para que el plan divino se realice, es necesario el asentimiento de una mujer…

Nada de fuerza aquí por parte de Dios… Sólo propone…

Ciertos instantes de la vida, cortísimos momentos, pero decisivos, pueden abarcar un mundo de pensamientos…

María contempla con vasta mirada todo lo que le han manifestado los vaticinios y las luces divinas sobre el Mesías, su excelencia, sus grandezas, su muerte redentora…

Y este Mesías será su Hijo; y ella ha de vivir sus gozos y sus dolores; y no lo ha de recibir de Dios ese Hijo tan querido, más que para ofrecerlo ensangrentado a los hombres…

Alzando su rostro, dice: Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra…

Y en el mismo instante se realizó el gran misterio de la Encarnación.

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Celebramos hoy el momento más sublime que vieron los siglos, el día en que la Justicia y la Paz se abrazaron, reconciliándose cielos y tierra.

Día de gloria fue para la Santísima Trinidad aquel dichoso 25 de marzo.

El Padre Eterno que hasta el presente miraba con horror a la humanidad, afeada por el pecado, depone hoy su ira, irradiando complacencia, pues se celebran las bodas de su Hijo con la humanidad.

De la tierra, que apenas exhalaba otra cosa que vapores pestilentes de pecado, recibe hoy un tributo de adoración capaz de apaciguar su cólera y aplacar su justicia; el tributo de valor infinito del Hombre-Dios.

El Hijo, al ofrecerse en el primer instante de su Encarnación al Padre como Víctima de propiciación, ve cumplidas sus ansias de estar con los hijos de los hombres y sus deseos de aplacar la Justicia divina y restaurar el desorden introducido en el mundo por el pecado.

El Espíritu Santo, al producir y derramarse hoy sobre la Sacratísima Humanidad de Cristo, da realidad plena a la fuerza expansiva de la Bondad divina, a la fuerza comunicativa que le impulsa a repartir sus dones entre las criaturas.

Las Tres divinas Personas intervinieron en el acto de la Encarnación. El Padre, enviando a su Hijo al mundo; el Hijo, tomando la naturaleza humana; el Espíritu Santo, prestando fecundidad al seno de una Virgen sin mancilla.

Del resplandor eterno que irradió este milagro, se llenaron los cielos de gloria, y los Ángeles entonaron a la beatísima Trinidad cantos nunca oídos, pequeño vislumbre del gozo que ese día inundó las alturas.

No permanezcamos callados mientras cantan las jerarquías angélicas. Desatemos nuestra lengua y alabemos al Padre por habernos dado a su Hijo; bendigamos al Hijo porque se dignó hacerse hermano nuestro, tomando nuestra naturaleza; glorifiquemos, en fin, al Espíritu Santo, como autor de este milagro excelso.

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Pero, especialmente, bendigamos y glorifiquemos al Hijo de Dios, al Verbo Encarnado, a Nuestro Señor Jesucristo…

A esa palabra breve y sencilla: Yo soy la esclava del Señor, respondió esta otra majestuosa, inmensa: El Verbo se hizo carne; y por el efecto de una palabra tan breve y sencilla, se realizo en un instante el prodigio majestuoso, inmenso.

¿Quién es, pues, este Dios Encarnado? ¿Quién es?… Escuchemos: En el principio, es decir, antes de todo principio, desde toda la eternidad, era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios y el Verbo era Dios…

Oh Verbo, Vos no sois sólo la imagen esplendorosa que reverbera las excelencias de Dios, vuestro Padre; no sois sólo la expresión sublime por la que se manifiestan todas las perfecciones de su ser; sois su substancia misma; sois personalmente tan eterno, tan infinito, tan adorable como Él…

Oh Verbo, con vuestro Padre, por amor y sin menoscabar vuestra riqueza, producís un Ser tan grande como Vos, el Espíritu Santo…

Y este nacimiento que recibís del Padre, y esta producción que obráis con Él, se prosiguen a través de la eternidad, siempre antiguas y siempre nuevas, fuente indeficiente de delicias…

Pues bien, mientras que yo contemplo este espectáculo que se manifiesta en las alturas del Cielo, veo de pronto al Verbo descender de esa gloria y venir a encerrarse en un cuerpo y un alma semejante al alma y cuerpo nuestros…

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Día de exultación fue también para María este santo día.

El Verbo del Padre celebra sus bodas con la humanidad, y como tálamo nupcial se escoge el seno de la Doncella purísima de Nazaret.

¿Podría concebirse dicha más inefable, honra más augusta, honor más sublime?

Una pura criatura es elevada a la alteza de Madre de Dios. ¿Cabe dignidad más excelsa?

Con razón la llama el Ángel en su embajada Bendita entre todas las mujeres, ya que el título de Madre de Dios que le transmitía, la colocaba en un lugar no ya preeminente, sino único entre los mortales.

Felicitemos con efusión a la Madre de Dios, sin temer excedernos en sus loores…

Nuestra balbuciente lengua no puede formar notas que suenen armónicamente en los oídos de tan gran Reina.

Pero el Ángel supo dictarnos un saludo, que nosotros hemos aprendido, y ese saludo repetiremos ahora con todo el fervor de nuestro corazón, como nuestra gratulación a la Virgen Santísima en fecha tan señalada: Dios Te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas la mujeres…

Oh María, Madre mía, aun no os aprecio en todo vuestro valor; no he medido todavía todo el alcance de vuestra intervención y papel; no he comprendido aún la importancia de este consentimiento necesario, solicitado por el Señor del Universo…

¡Cuánta honra la vuestra! ¡Cuán grande, vuestro poder! ¡Cuán dichoso me siento al conoceros tan grande, tan próxima a Dios, sobre un orden superior!…

Desde ahora os aprecio más y os amaré mucho más…

Sí, debemos admirar a María, y fomentar este sentimiento cuando recemos el Santo Rosario.

Hemos de recordar este misterio al recitar el Ave María y, sobre todo, al rezar el Ángelus.

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Finalmente, día también de gozo para la humanidad. El 25 de marzo es la fecha en que se reconcilió el mundo con Dios; desde este día el Padre ha de mirar con ojos de agrado a la naturaleza que cuenta entre sus hijos al Objeto de sus complacencias.

Hoy, el Hijo recibió del Padre la nueva orden de obrar nuestra salvación.

Hoy, saliendo de lo más alto del Cielo, se lanzó como gigante para correr su camino, y se encerró en el huerto del vientre virginal.

Hoy, descendió del Cielo la luz verdadera, para alejar y disipar nuestras tinieblas…

Hoy, fueron oídos y tuvieron su cumplimiento los clamores y deseos de los Patriarcas y Profetas…

Este día es el principio y el fundamento de nuestras solemnidades y el comienzo de todo nuestro bien.

Hoy, en fin, comienza la plenitud de los tiempos.

Dice San Buenaventura: “Ya ves cuan admirable es la obra de este día, y cuan festivo es este acontecimiento; todo él es deleitable, todo gozoso, todo deseable y digno de ser recibido con toda devoción, de ser celebrado con todo júbilo, con regocijo y saltos de alegría… Medita, pues, estos misterios, deléitate en ellos, y serás embriagada de placer”.

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Oh Dios, qué quisiste que tu Verbo tomase carne en el seno de la Santísima Virgen María, después de anunciárselo el Ángel; concede a nuestras humildes súplicas, que, pues la creemos verdadera Madre de Dios, seamos ayudados ante Ti con su intercesión.

P. CERIANI

SANTORAL 25 DE MARZO





LA ANUNCIACIÓN
DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA
y ENCARNACIÓN DEL VERBO



y habiendo entrado el Ángel a donde estaba María, le dijo:
Dios te salve, llena eres de gracia, el Señor es contigo,
bendita tú eres entre todas las mujeres.
(Lucas, 1, 28).


   Considera al Arcángel Gabriel entrando a donde estaba María, para anunciarle que la Santísima Trinidad la ha elegido para ser Madre de Dios. Su humildad y su pudor alármanse ante esta noticia; pero es tranquilizada asegurándosele que será madre sin dejar de ser virgen. "Hágase en mí según tu palabra", exclama; y, al instante, con la sangre purísima de la Virgen Inmaculada, el Espíritu Santo forma el cuerpo adorable de Jesús.

MEDITACIÓN
SOBRE LA ANUNCIACIÓN

   I. Hoy, María es hecha Madre de Dios; su humildad y su pureza le han valido este inefable honor . ¡Qué alegría me da, oh divina María, veros elevada a tan alto rango de gloria! Mas, puesto que sois Madre de Jesucristo, también lo sois de los cristianos. ¡Ah, cuán consolador es este pensamiento! Sois todopoderosa para socorrerme, porque sois la Madre de Dios; poseéis un corazón henchido de amor por mí, porque sois mi Madre. También yo, si quiero, mediante la fe y la caridad puedo poseer a Jesús en mi corazón. Si sólo María ha engendrado a Cristo según la carne, todos los cristianos pueden engendrarle en sus corazones por la fe (San Ambrosio).

   II. Desde hoy, Jesús es nuestro hermano; el amor que nos tiene lo hace semejante a nosotros, a fin de hacernos semejantes a Él. Viene a la tierra para que vayamos al cielo. ¡Os adoro, Verbo encarnado en el seno virginal de María! ¡Quien me diera el poder de haceros una merced tan preciosa como Vos me hicisteis! Oh Hermano amabilísimo, os ofrezco todas mis acciones, todo mi ser.

   III. María es nuestra Madre, Jesús nuestro Hermano: ¿somos dignos hijos de María, dignos hermanos de Jesucristo? María es totalmente pura, humilde y obediente: ¿posees tu esas virtudes? Jesús en todo busca la gloria de su Padre y la salvación de las almas: ¿estás animado tú del mismo celo? ¿No tendría motivo Jesús para quejarse, y decir a su Madre: Los hijos de mi Madre han combatido contra mí? (Cantar de los Cantares).

La devoción a la Santísima Virgen 
Orad por las asociaciones marianas.

ORACIÓN
   Oh Dios, que habéis querido que vuestro Verbo se encarnase en el seno de la bienaventurada Virgen María en el momento en el que al anunciarle el Ángel este misterio, Ella pronunció su fiat, conceded que nuestras plegarias, mientras honramos a la que firmemente creemos que verdaderamente es Madre de Dios, obtengan el auxilio de su intercesión junto a Vos. Por J. C. N. S. Amén



sábado, 24 de marzo de 2012

SERMÓN PARA EL DOMINGO DE PASIÓN




DOMINGO DE PASIÓN


Visto en:  Radio Cristiandad

Decía Jesús a los judíos: ¿Quién de vosotros me argüirá de pecado? Si os digo la verdad, ¿por qué no me creéis? El que es de Dios, oye las palabras de Dios. Por eso vosotros no las oís, porque no sois de Dios.
Los judíos respondieron, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano, y que estás endemoniado?
Jesús respondió: Yo no tengo demonio, mas honro a mi Padre, y vosotros me habéis deshonrado. Y yo no busco mi gloria, hay quien la busque y juzgue. En verdad, en verdad os digo, que el que guardare mi palabra no verá la muerte para siempre.
Los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes al demonio. Abraham murió y los profetas: y tú dices: el que guardare mi palabra, no gustará la muerte para siempre. ¿Por ventura eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió, y los profetas, que también murieron? ¿Quién te haces a ti mismo?
Jesús les respondió: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios, y no le conocéis, mas yo le conozco; y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros. Mas le conozco y guardo su palabra. Abraham, vuestro Padre, deseó con ansia ver mi día: le vio y se gozó.
Y los judíos le dijeron: ¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo, que antes que Abraham fuese, yo soy.
Tomaron entonces piedras para tirárselas; mas Jesús se escondió y salió del templo.

Ningún día del año recibe el cristiano impresión más profunda, al entrar en el templo, que el Domingo de Pasión.

El altar aparece cubierto con velos morados, la Cruz y las imágenes de los Santos esconden sus rostros a las miradas del público… La Iglesia viste de luto; se dispone a llorar la muerte del Amado…

El fiel conocedor de la Liturgia advierte aún algo más: nota que se suprime el Gloria Patri… Es que el luto es tan riguroso, que prohíbe cualquier muestra de regocijo.

La Santa Iglesia dedica las dos semanas que nos separan de Pascua a la conmemoración de los dolores del Redentor.

Ella no quiere que sus hijos lleguen al día de la inmolación del Cordero divino, sin haber preparado sus almas por la compasión por el sufrimiento que tuvo que soportar en su lugar.

El tono de las oraciones, la elección de las lecturas, el significado de todas las santas fórmulas nos advierten que la Pasión de Cristo constituye, a partir de hoy, el pensamiento único de la Iglesia.

Desde hace tiempo el alegre Aleluya fue desterrado de sus canciones, y se elimina desde ahora la exclamación del Gloria dedicada a la adorable Trinidad. A menos que se celebre la memoria de algún Santo, ya no se dice en la primera parte de la Misa, y pronto se suprimirá por completo.

Cuando llegue el Viernes Santo, se cubrirá de color negro, como los que lloran la muerte de un ser querido, pues su Esposo murió realmente ese día. Los pecados de los hombres y los rigores de la justicia divina han caído sobre Él, y entregó su alma a su Padre, en los horrores de la agonía.

En la expectativa de esta hora terrible, la Santa Iglesia manifiesta sus dolorosos presagios velando por anticipación la imagen de su divino Esposo. La Cruz deja de estar a la vista de los fieles. Las imágenes de los Santos ya no son visibles; es lógico que la imagen del siervo se esfume cuando la gloria del Señor se eclipsa…

Los intérpretes de la Sagrada Liturgia nos enseñan que esta costumbre austera de velar la Cruz en el momento de la Pasión expresa la humillación del Redentor, reducido a la clandestinidad para evitar ser apedreado por los judíos, como leemos en el Evangelio: mas Jesús se escondió y salió del templo…

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La Sagrada Liturgia está llena de misterios en estos días en que la Iglesia celebra acontecimientos tan maravillosos.

Tres temas eran de interés especial para la Iglesia durante la Cuaresma: la Pasión del Redentor; la preparación de los catecúmenos para el Bautismo que debe conferirse en la Vigilia de Pascua; la reconciliación de los penitentes públicos, a los cuales la Iglesia volvía a abrir su seno el Jueves de la Cena del Señor.

Cada día que pasaba, hacía más vivos estas tres preocupaciones de la Santa Iglesia. Pero, una vez que lloró por los pecados de sus hijos, ahora llora enlutada por la muerte de su Esposo celestial.

El título de este Domingo expresa ya que hemos entrado en un nuevo estadio en el período de preparación a la Pascua.

Este domingo se llama Domingo de Pasión, porque la Iglesia comienza a centrarse específicamente en los sufrimientos del Redentor.

También es llamado Judica me, por las primeras palabras del Introito de la Misa, palabras del Salmo que se suprime en las oraciones al pie del altar.

Finalmente, se le da el nombre de Domingo de la Nueva Luna o Novilunio, por caer siempre después de la Luna Nueva que servirá para determinar la Fiesta de Pascua, primer Domingo después de la Luna Llena posterior al 21 de marzo.

Tiempo de Pasión se llama, y comprende dos semanas.

La primera está dedicada a meditar la Pasión interna de Jesús, que tiene por verdugo principal la inquina de los judíos; por eso todas las Misas de esta semana, menos la del jueves, nos hablan del odio del judaísmo oficial contra el Redentor.

Al entrar en la segunda semana de Pasión, Semana Santa, la Liturgia expondrá a nuestra consideración el cuadro de la Pasión externa del Divino Maestro.

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Para abrir la serie de meditaciones de este Santo Tiempo, la Iglesia nos presenta en el Evangelio un cuadro de dolor, una imagen del divino Paciente.

Contemplemos atentamente. Veamos a Jesús insultado por la canalla judía como samaritano y endemoniado; considerémosle, además, hecho objeto de la ira popular, la cual estalla en un tumulto, que hubiera acabado con la vida del Salvador, de no haberle amparado su divinidad.

Leemos en el Evangelio que el Hijo de Dios estaba a punto de ser lapidado como blasfemo, pero su hora no había llegado todavía. Tuvo que huir y esconderse…

Es para tratar de expresarnos esta humillación sin precedentes del Hijo de Dios que la Iglesia ha cubierto la Cruz. ¡Un Dios que se oculta para evitar la ira de los hombres! ¡Qué cambio terrible!

Jesús se esconde… ¿Es debilidad… miedo a la muerte…? Pensarlo sería una blasfemia. Y pronto lo veremos salir al cruce de sus enemigos y enfrentarlos.

En este momento, evade la rabia de los judíos porque todo lo que se predijo de Él aún no se ha cumplido todavía.

Además, no será bajo los golpes de las piedras que debe expirar, sino sobre el Árbol de la maldición, que luego se convertirá en el Árbol de la Vida.

Humillémonos viendo al Creador del Cielo y de la tierra obligado a evadir la mirada de los hombres, para escapar de su furia.

Pensemos en aquel día triste del primer crimen, cuando Adán y Eva, culpables, se ocultaron también, porque se sentían desnudos…

Jesús vino para asegurar el perdón; y ahora se esconde, no porque esté desnudo, sino porque se ha hecho débil para darnos fortaleza.

Nuestros primeros padres estaban tratando de escapar de la mirada de Dios…

Jesús se oculta a los ojos humanos, pero no siempre será así. El día llegará en que los pecadores, a los que parece hoy velarse, implorarán a las rocas y a las montañas, pidiendo que caigan sobre ellos y los escondan de la vista del Juez; pero su deseo será estéril, y ellos verán al Hijo del hombre sentado sobre las nubes del cielo, en majestad poderosa y soberana.

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La historia de la Pasión del Hijo de Dios nos dará más de una lección sobre los tristes secretos del corazón humano y sus bajas pasiones. No podía ser de otra manera, porque lo que sucede en Jerusalén, se renueva en el corazón del hombre pecador.

Este corazón es un Calvario en el que, según las palabras del Apóstol, Jesucristo es crucificado con renovada frecuencia. Incluso la ingratitud, incluso la ceguera, incluso la rabia…, con la diferencia de que el pecador, cuando es iluminado por la luz de la fe, sabe que lo crucifica nuevamente…

Enfervorizado nuestro espíritu con estas consideraciones, despertemos ante todo vivos sentimientos de tierna compasión hacia Jesús, nuestro Dios, que se dispone ya a cargar con la cruz de nuestros pecados.

Luego, admiremos la mansedumbre sin nombre del Señor. Parece insensible a los insultos.

Lo motejan de Samaritano, agravio el más injurioso que podía dirigirse a un judío, y ni siquiera se da por aludido.

Sólo vuelve por su honra frente a los que le decían endemoniado, porque este insulto iba directamente contra la obra mesiánica que el Padre le encomendara.

Bien pudo decir sin escrúpulo: Yo no busco mi gloria.

¡Cuán diferente es nuestra conducta de la del Salvador! Aprendamos a perdonar las injurias.

En tercer lugar, consideremos que las blasfemias que brotaron este día de los labios judíos, son muy contadas en comparación de las que el mundo arroja hoy al rostro de Cristo a todas horas.

¿Acaso no hemos contribuido con nuestros pecados a esa cruz de agravios, que vienen a estallar en el Corazón de Jesús? Por ellos quiso purgar ya el Señor entonces.

Doblemos, pues, las rodillas en desagravio de nuestras ofensas, y con verdaderas muestras de contrición, pronunciemos con humildad las palabras del publicano: Apiádate, Señor, de mí, que soy un pobre pecador.

Finalmente, dirijamos a nosotros la siguiente pregunta: ¿Qué hubiera hecho yo de estar presente en aquella terrible escena? ¿No hubiese salido al momento en defensa del Señor? El corazón salta de puro contento y emoción al imaginarnos entre los que escucharon las palabras del Salvador, y le asegura mil veces que ciertamente hubiera salido por sus derechos.

Pues bien, eso que tanto anhelamos, nos es dado hacer aún ahora. Podemos reparar con nuestros sacrificios las ofensas dirigidas a nuestro Salvador.

Por medio de fervientes actos de amor podemos detener dichos insultos, evitando a Jesús tamaño dolor.

Siendo, pues, esto así, ¿dejarás a Jesús solo en medio de tanto enemigo? No espera seguramente tu amable Salvador tamaña inconsideración del que se llama su amigo. Acredita este título, y consuela al Divino paciente con un fervoroso coloquio y la práctica de las virtudes.

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Ambientémonos debidamente. Vivamos estos días de las serias y profundas realidades que la Liturgia nos ofrece.

No perdamos de vista a Jesús paciente. Tratemos de penetrar en el secreto de su Alma, de adivinar sus sufrimientos. Formemos el cortejo de sus íntimos.

Vayamos también nosotros y muramos con Él. Estas palabras del Apóstol Santo Tomás pueden y deben servirnos de lema para las dos semanas que comenzamos.

La Iglesia se ha cubierto con el velo de la viudez, ¿y tú te atreverás a reír con el mundo?

La Iglesia tiene el pensamiento puesto en el martirio de su Esposo, ¿y tú andarás distraído y ocupado en cosas vanas?

La Iglesia sube con Jesús la penosa cuesta del Calvario, ¿y tú mirarás con indiferencia esa escena de dolor, sin dignarte tomar la cruz con tu Señor?

Que no se diga de ti tal bajeza.

Agota más bien las posibilidades de santificación que te ofrece la Liturgia.

Examina cómo andan los ejercicios de piedad y penitencia con que comenzaste la Cuaresma.

No te canses de escuchar este consejo: el espíritu está pronto, mas la carne es tan flaca...

Si te hubieses entibiado, cuida de renovar tu primitivo fervor, conforme a la invitación que te dirige la Iglesia en los Maitines: Hoy, si oyereis la voz de Dios, no queráis endurecer vuestros corazones.

Esta buena Madre, a fin de animarnos más y más a llevar a buen término la ascensión del monte santo, nos recuerda además con toda solemnidad, que no quedan más que catorce días hasta la gran fiesta ida Pascua.

¡Qué contentos recibiremos ese día, si hemos sido fieles en acompañar a Jesús hasta la cumbre del Calvario!

Si así lo haces, te será concedido participar de la alegría de la Resurrección de Cristo, y podrás entonar de hecho y con derecho el Aleluya pascual.

Pues bien, si el fin te entusiasma, pon en práctica los medios que al mismo conducen; forma serios propósitos para estas dos semanas.

¡Adelante! ¡Emprende con nuevos bríos la ascensión al collado de la mirra!

Vayamos también nosotros con Jesús y muramos con Él, si es que con Él queremos resucitar…

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Pensamiento para la Comunión:

Este es el Cuerpo que por vosotros será entregado…

Con gran tino presenta hoy la Iglesia la Eucaristía como memorial de la Pasión. Cuantas veces recibas este Sacramento en estos días, recuerda, alma cristiana, que se renueva aquel acto augusto de la noche del Jueves Santo, y que la Hostia que se te ofrece, es un despojo divino del Sacrificio de la Cruz perpetuado en los altares.

¡Qué sentimientos tan tiernos despertará en ti esta consideración!

Atiéndenos y defiéndenos con perpetuos auxilios, oh Señor Santísimo, Padre Todopoderoso, Dios eterno; Tú que pusiste la salvación del género humano en el Árbol de la Cruz, para que de donde salió la muerte, de ahí renaciese la vida, y el que en un árbol venció, en un árbol fuese vencido, por Cristo nuestro Señor. Amén.


P. CERIANI