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martes, 15 de noviembre de 2011

LA BELLEZA COMO TESTIMONIO DE LA EXISTENCIA DE DIOS...

LA BELLEZA




A.-  LA BELLEZA COMO TRASCENDENTAL
B.-  DOS FACETAS DE LA BELLEZA
C.-  DESCRIPCIÓN OBJETIVA DE LA BELLEZA
D.-  CUALIDADES DE LA COSA BELLA
1º) Orden
2º) Integridad
3º) Proporción
4º) Nitidez
5º) Indivisibilidad
E.-  DESCRIPCIÓN SUBJETIVA DE LA BELLEZA
F.-  CUALIDADES DEL GOZO DE LO BELLO
G.-  GRADOS DE LA BELLEZA
H.-  LO FEO

A. -  LA BELLEZA COMO TRASCENDENTAL

            La consideración del ser en cuanto tal muestra tan vastísima amplitud y tan rica simplicidad que, de inmediato, se manifiesta como Unidad, Verdad y Bien. Estas son sus propiedades, las cuales no le agregan adición o diferenciación alguna.

            La Verdad es el ser en su aptitud de alumbrar toda inteligencia. El Bien en la de saciar todo apetito. Ambos son trascendentales que siguen al ser de inmediato, en toda su extensión. Donde hay carencia de ser o de existir debido, hay error o mal.

            La presencia del ser es augusta. Comunísimo, está en toda cosa; sin embargo, cuando se manifiesta nítido, deslumbra. Para ello, la cosa tiene que cumplir su definición sin deterioro alguno. Si presenta así su luz distinta, su definición en un acto real, decimos que es bella.

            La Belleza en sí misma se extiende tanto como el ser, como la forma o perfección, y sigue, como propiedad trascendental suya, todos los grados de sus realizaciones análogas.

            Desde el Acto Puro, Ser en sí, hasta el último ser enteramente material, pasando por los seres puramente espirituales (los Ángeles), los espirituales unidos a la materia (el hombre), los sensitivos y vegetativos, también la Belleza va descendiendo y como degradándose a través del descenso del acto del ser con quien se identifica.

            La Belleza pertenece al orden de los trascendentales, es decir, de los objetos de pensamiento que superan todo límite de género o de categoría, y que no se dejan encerrar en ninguna clase, porque lo penetran todo y se encuentran en todo.

            Lo mismo que la Unidad, la Verdad y el Bien, la Belleza es el ser mismo tomado bajo un cierto aspecto; es una propiedad del ser: es el ser tomado como capaz de deleitar una inteligencia por su sola intuición. Y de este modo, toda cosa es bella, lo mismo que toda cosa es una, verdadera y buena, al menos bajo una cierta relación.

            Y como el ser está presente en todas las cosas y en todas ellas es distinto, del mismo modo la Belleza está difundida por todas las cosas y en todas es varia.

            En realidad sólo en Dios, Belleza en sí, logra su plena e infinita realización. Toda forma es bella en la medida de su perfección, de la preponderancia del acto o ser que encierra, en la medida de su alejamiento de la potencia.

            Los conceptos análogos se dicen propiamente de Dios cuando la perfección que ellos designan existen en Él de una manera «formal-eminente», en estado puro e infinito. Dios es entonces su «supremo analogado», y esos conceptos sólo vuelven a hallarse en las cosas como un reflejo disperso y prismatizado de la faz de Dios. En ese sentido, la Belleza es uno de los Nombres divinos.

            Dios es la Belleza misma, porque Él da la belleza a todos los seres creados, según la propiedad de cada uno, y porque es la causa de toda consonancia y de toda claridad.

            De este modo, la belleza de la criatura no es otra cosa que una semejanza de la belleza divina participada en las cosas.

            La Belleza, pues, es un trascendental que sigue al ser mediante la Verdad y el Bien.

            Mediante la Verdad, porque es la manifestación de la esencia de una cosa, de su perfección específica; esto es, de lo que tiene de verdadero.

            Mediante el Bien, porque no se trata de una manifestación cualquiera de una esencia, sino en el hecho real de su existencia en lo concreto. A esta saciedad de la esencia en una plenitud existente, llamamos Bien.

Verdad y Belleza: La Verdad y la Belleza tienen un mismo fundamento: la esencia de las cosas. La diferencia consiste en cuando se trata de la Belleza, el entendimiento se queda detenido en la visión de la esencia realizándose en un caso concreto; intenta la posesión de la forma sustancial como presencia. En cambio, cuando se trata de la Verdad, al entendimiento le interesa la esencia en sí, separada de la materia; se aparta del sujeto concreto para conocer lo que la cosa en específicamente.

            La Verdad es un sostén de la Belleza. La relación de la Verdad con la Belleza no es necesario que sea expresa y, menos aún, explicada: debe ser supuesta, puesta debajo. De allí el gran valor de la sugerencia en el arte.

            Por eso, dos extremos pueden darse en el arte: el desprecio de la Verdad y el exceso del verismo.

            La quimera, la fábula, el cuento de hadas, el arte expresionista, el surrealismo, valen en la medida en que sus obras son signos asentados en una verdad. No importa que la materia de la quimera o la fábula sea una ficción; lo que importa es que esas materias estén asistidas interiormente, en sus cualidades propias, por una verdad.

            El exceso del verismo dio origen a dos escuelas: la Academia y el Realismo.

            La Academia se propuso la veracidad óptica. Su principio fue erróneo. Los impresionistas han demostrado que el fenómeno visual está regido por leyes de compensación y armonía, las cuales son aprehendidas por la inteligencia, no por el ojo.

            El Realismo es una reacción contra el Romanticismo. Frente a la exaltación de las pasiones (lo cual ponía al arte al servicio de la mentira), los realistas dijeron «El arte es verdad». Este carácter negativo de reacción quedó como determinación esencial del Realismo.


Bien y Belleza: El Bien y la Belleza se consuman en la realidad concreta. Llamamos Bien a todo lo que actualiza las posibilidades de una esencia en una existencia individual.

            La diferencia con la Belleza estriba en que a ésta no importa esa posesión positiva de las perfecciones que plenifique a una esencia en una existencia concreta y cumplida, sino su pronunciar la esencia como presencia. Interesa su luz óntica, no su sazón. Pero, la manifestación de esa luz supone siempre algo de dicha sazón, la del Bien.

            Dice Santo Tomás: «El bien y lo bello son en el sujeto una sola cosa, porque uno y otro tienen la forma por base, y por este motivo se elogia el bien como bello; pero difieren en sus razones: porque, hablando con propiedad, el bien se refiere al apetito, puesto que se llama bueno lo que todos apetecen; y por esto tiene razón de fin, porque el apetito es como un mover a una cosa. Pero lo bello se refiere a la facultad intelectiva; porque se dicen bellas las cosas que vistas deleitan. Así que lo bello consiste en cierta debida proporción, porque el sentido se recrea en las cosas debidamente proporcionadas, como semejantes a él; por cuanto el sentido es también cierta proporción, como lo es toda facultad cognitiva. Y, como el conocimiento se adquiere por la asimilación, y ésta mira a la forma, lo bello corresponde propiamente a la razón de causa formal» (I, q. 5, a. 4, ad 1).

            Y más adelante: «Lo bello es realmente lo mismo que lo bueno, y sólo difieren en sus razones: porque es propio del bien que en él se aquiete el apetito; pero también es propio de la belleza que en su vista o conocimiento se aquiete el apetito. Por lo cual perciben principalmente la belleza aquellos sentidos que son más cognoscitivos, como la vista y el oído, que sirven a la razón. Y así es evidente que la belleza añade a lo bueno cierto orden a la potencia cognoscitiva; de tal modo que se llama bueno todo lo que simplemente complace al apetito, y se llama bello aquello cuya misma aprehensión nos complace» (I-II, q. 27, a. 1, ad 3).


            Es de tener en cuenta el hecho de que los hombres sólo se comunican verdaderamente entre sí pasando por el ser o por una de sus propiedades; sólo por ahí se evaden de la individualidad en que los aprisiona la materia.

            Si permanecen en el mundo de sus necesidades sensibles y de su yo sentimental, no llegarán a entenderse, por más que el trabajo, la diversión o el placer aparenten unirlos.

            Pero, si se llega al Bien (como los santos), a la Verdad (como los sabios), a la Belleza (como los artistas), entonces el contacto se ha establecido y las almas se comunican.

            Los hombres sólo se reúnen realmente por el espíritu, sólo la luz los une; la luz que reúne todas las cosas intelectuales y racionales y las hace indestructibles.

(Autor desconocido)


Continua el próximo martes...




SANTORAL 15 DE NOVIEMBRE



15 de noviembre



SAN ALBERTO MAGNO,
Obispo, Confesor y Doctor

Vosotros sois el cuerpo de Cristo
y miembros unos de otros.
(1 Corintios, 12, 27)

   Habiendo entrado en la Orden de Santo Domingo, en sus comienzos entonces, San Alberto perseveró en ella a pesar de la oposición de su familia. Fue dedicado a los estudios y a la enseñanza de la filosofía y de la teología, en las que se distinguió como uno de los más grandes espíritus de su siglo y como maestro de Santo Tomás de Aquino. Obligado por el Papa a aceptar, en 1260, el obispado de Ratisbona, pronto obtuvo su relevo para poder retomar sus lecciones. En el concilio de Lyon, en 1274, empleó toda su influencia para restablecer la unión con los griegos cismáticos. Murió, a edad muy avanzada, el 15 de noviembre de 1280.

MEDITACIÓN 
SOBRE LA VIDA ACTIVA
y SOBRE LA VIDA CONTEMPLATIVA

   I. Todos los fieles componen un cuerpo cuya cabeza es Jesucristo; es menester, pues, que los miembros tengan oficios diferentes. ¡Cuán dulce es no tener comercio con las creaturas y conversar sólo con Dios! Es hacer en la tierra lo que los Ángeles y los santos hacen en el cielo. Si nuestra alma no busca ni ama sino a su Creador, en quien encuentra encantos infinitos, las creaturas no ejercen ya atractivo sobre ella. Señor, atraed mi alma a Vos, desembarazadme de tantos inútiles cuidados que me impiden platicar con Vos.

   II. La caridad, la obediencia y tu posición no te permiten llevar una vida puramente contemplativa con Magdalena, es preciso vivir una vida activa con Marta. Tienes más ocasiones de caer en los lazos del demonio, manténte, pues, en guardia. No imites a los malos con los cuales vives; conviértelos si puedes. Entre las creaturas, conserva la unión de tu corazón con Dios. Realiza, a imitación de los santos, obras de misericordia; alivia a tu prójimo por amor a Jesucristo, considéralo en la persona de aquéllos con quienes estás en relación; entonces les prestarás todos los buenos oficios, sin esfuerzo y sin peligro para ti; las creaturas elevarán tu corazón a Dios.

   III. Une los ejercicios de la vida contemplativa con las ocupaciones de la vida activa, de modo que la una no impida a la otra. Cumple todos los deberes de cortesía y de caridad que los compromisos del mundo te imponen, Dios lo quiere; pero evita todas las conversaciones inútiles, y administra tu tiempo de manera que te quede el suficiente para conversar con Dios. Es la vida que Jesucristo llevó en la tierra. ¡ Ay! ¿qué hacen los cristianos? ¡Dan a los negocios del mundo todas las horas del día, y no reservan ni un momento para pensar en Dios y en su salvación! Nos traicionamos a nosotros mismos entregándonos por entero a lo que no puede seguirnos a la otra vida. (San Juan Crisóstomo).

La práctica de las buenas obras 
por los profesores de teología.

ORACIÓN

   Oh Dios, que hicisteis grande al bienaventurado Alberto, vuestro pontífice y doctor, en la sumisión de la sabiduría humana a la fe divina, concedednos que nos adhiramos a su enseñanza y gocemos así en el cielo de la luz perfecta. Por J. C. N. S. Amén.