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jueves, 29 de septiembre de 2011

FRANCISCO MARIA PABLO LIBERMANN


LA HISTORIA DE UN JUDÍO CONVERSO

Padre Libermann


El Venerable Padre Libermann fundó la Congregación Misionera del Espíritu Santo, a la cual Mons. Marcel Lefebvre perteneció y no solo eso, sino que también llegó a ser Superior General. Aquí podemos ver la admirable, honesta y beata decisión de un judío que se convirtió al cristianismo; los frutos dados por esta obra han sido de incalculable valor para la Iglesia.

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Nace en una pequeña ciudad de la región francesa de Alsacia llamada Saverne el 12 de abril de 1802. El judaísmo era la religión de su familia y de ahí que su nombre original fuese: Jacobo.
Era el quinto de nueve hermanos; su padre, Lázaro Libermann, era rabino y soñaba que su hijo también lo fuese algún día. En 1824 estudiará en la ciudad de Metz, donde había una escuela superior judía. Es aquí donde se entera de la conversión al catolicismo de su hermano Sansón el 15 de marzo de 1824.
Su siguiente etapa sería en París, en el colegio de San Estanislao. Este es un tiempo en el cual Libermann le da muchas vueltas a su vida y a su historia, recordando la religión de sus padres y confrontando la doctrina cristiana. Poco a poco, la fe en el Dios cristiano va penetrando su espíritu y su corazón.
El 24 de diciembre de 1826, a los 24 años, recibe el bautismo y toma como nombre Francisco María Pablo. Un año más tarde, habiendo manifestado su deseo de ser ordenado sacerdote algún día, es admitido en el Seminario de San Sulpicio.
Es entonces, durante su estancia en San Sulpicio, cuando comienza a manifestarse la enfermedad que tendría que padecer durante tantos años : la epilepsia.
A pesar de que esta enfermedad era un impedimento para recibir las órdenes sagradas, los superiores del seminario de San Sulpicio le permiten quedarse, aunque debe cambiar de casa y trasladarse a la pequeña localidad de Issy, cerca de París, donde trabajó durante seis años como ayudante del administrador.
En 1837 parte hacia la ciudad de Rennes, en plena Bretaña francesa, para ser ayudante del maestro de novicios de los Eudistas, donde permanecerá dos años.
Durante su estancia con los sulpicianos, Francisco había tenido la influencia de los llamados “grupos de piedad”, dos de cuyos miembros eran Federico Le Vavasseur y Eugenio Tisserant . Con ellos tuvo la oportunidad de hablar de los proyectos que los dos tenían para la evangelización de los negros esclavos en las colonias francesas.
Libermann comenzó a pensar de que manera les podría ayudar a ellos y a otros jóvenes que aparecerían más tarde. Ellos, a su vez, le hablaron de un posible proyecto misionero adaptado a la regla de vida de los Eudistas. Para ello, lo primero era la aprobación de la Santa Sede y por eso parte a Roma en enero de 1840, donde sería recibido por el Papa Gregorio XVI el 17 de febrero. Comenzaban a darse los primeros pasos para el proyecto que Libermann tenía en mente, “La Obra de los Negros”, pero se le dice que es necesario que sea ordenado sacerdote.
Permanece pues algunos meses más en Roma, donde aprovechará para redactar una “Regla de Vida” para los futuros miembros de la congregación y para redactar su “Comentario al Evangelio de San Juan”.
Viendo Francisco que su salud mejoraba progresivamente, se decide a iniciar los trámites para ser ordenado sacerdote en Estrasburgo, su diócesis de origen y en cuyo seminario ingresaría el 23 de febrero de 1841. El 10 de agosto de ese mismo año es ordenado diácono y, poco después, el 18 de septiembre, recibe la ordenación sacerdotal en la ciudad de Amiens. Celebrará su primera misa en la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias de París, consagrando al Corazón de María la Obra de los Negros.
El 27 de septiembre, junto con 12 compañeros que comparten el mismo proyecto misionero, abre el noviciado en La Neuville, un barrio de Amiens, cuya propiedad pertenece al obispado de Amiens y que Libermann comprará en 1842. Esta sería la primera casa de la nueva Congregación del Inmaculado Corazón de María.

SANTORAL 29 DE SEPTIEMBRE




29 de septiembre


SAN MIGUEL, Arcángel

Se trabó un gran combate en el cielo:
Miguel y sus ángeles luchaban contra el drag6n.
(Apocalipsis, 12, 7)

   San Miguel, el príncipe de los ángeles y el protector de la Iglesia, siempre ha defendido el honor y la gloria de Dios tanto en la tierra como en el cielo. Fue él quien echó del paraíso a Lucifer y sus cómplices. La Iglesia celebra esta fiesta en su honor, y Francia, que lo ha elegido por protector, a menudo ha experimentado los venturosos efectos de su protección. Luis IX creó en su honor la célebre Orden de San Miguel; Rusia también lo tuvo en gran veneración.

MEDITACIÓN
SOBRE SAN MIGUEL
   I. Lucifer se había rebelado contra Dios: tal vez se negaba a adorar el misterio de la Encarnación, que Dios había revelado de antemano a sus ángeles. Imita el celo de este arcángel cuando se trata de los intereses de Dios: declárate abiertamente en contra de los impíos. Cuando el mundo con sus placeres o el demonio con su orgullo te ataquen, diles con San Miguel: ¿Quién como Dios?" Mundo, placeres, honores, riquezas, ¿Pueden acaso tus recompensas compararse a las que Dios me reserva? ¿Quién como Dios?

   II. La humildad y la sumisión procuraron a San Miguel una gloria eterna, y el orgullo precipit6 a Lucifer en los abismos infernales. ¡Temblad, soberbios! la vanidad es la que ha perdido a la más hermosa de todas las creaturas. Humillémonos y temamos comparecer ante Dios que hasta en los ángeles ha encontrado corrupción. ¡Cayeron los astros del cielo, y yo, lombriz, no tiemblo!

   III. Debes honrar a San Miguel, porque es el príncipe de la Iglesia que debe un día asistir al examen de toda tu vida. ¿Qué dirás? ¿qué harás en ese tremendo día? No podrás esperar ayuda alguna ni de tu riqueza ni de tu ciencia. Sólo tus buenas obras abogarán a tu favor ante el Juez supremo. ¿Bastarán para asegurarte una gloria eterna?Llegará ese día en el que un corazón puro valdrá más que palabras hábiles, una buena conciencia más que una bolsa llena de oro. (San Bernardo).

La devoci6n a San Miguel
Orad por la Iglesia

ORACIÓN
    Oh Dios, que reguláis con infinita sabiduría los diversos ministerios de los ángeles y de los hombres, dignaos concedernos como protectores en la tierra a esos espíritus bienaventurados que no cesan en el cielo de ofreceros sus servicios y homenajes. Por J. C. N. S. Amén.