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viernes, 16 de diciembre de 2011

CARTAS DEL HERMANO RAFAEL


Hermano Rafael - Dios y mi alma



16 de diciembre de 1937 - jueves

Ave María.

Después de una larga temporada (casi un año) pasada en casa de mis padres, reponiéndome de un achaque de mi enfermedad, vuelvo de nuevo a la Trapa para seguir cumpliendo mi vocación, que es solamente amar a Dios, en el sacrificio y en la renuncia, sin otra regla que la obediencia ciega a su divina voluntad.

Creo hoy cumplirla, obedeciendo sin votos y en calidad de oblato, a los superiores de la abadía cisterciense de San Isidro de Dueñas.

Dios no me pide más que amor humilde y espíritu de sacrificio.

Ayer, al dejar mi casa y mis padres y hermanos, fue uno de los días de mi vida que más sufrí.

Es la tercera vez que por seguir a Jesús abandono todo, y yo creo que esta vez fue un milagro de Dios, pues por mis propias fuerzas es seguro que no hubiera podido venir a la enfermería de la Trapa, a pasar penalidades, hambre en el cuerpo, debido a mi enfermedad y soledad en el corazón, pues encuentro a los hombres muy lejos. Sólo Dios..., sólo Dios..., sólo Dios. Ése es mi tema..., ése es mi único pensamiento.

Sufro mucho..., María, Madre mía, ayúdame.

He venido por varios motivos:
1º Por creer cumplir en el monasterio, mejor mi vocación de amar a Dios en la Cruz y en el sacrificio.
2º Por estar España en guerra, y ayudar a combatir a mis hermanos.
3º Para aprovechar el tiempo que Dios me da de vida, y darme prisa a aprender a amar su Cruz.
A lo que solamente aspiro en el monasterio es:
1º A unificarme absolutamente y enteramente con la voluntad de Jesús.
2º A no vivir más que para amar y padecer.
3º A ser el último, menos para obedecer.
Que la Santísima Virgen María, tome en sus divinas manos mis resoluciones y las ponga a los pies de Jesús, es lo único que hoy desea este pobre oblato.
16-12-1937




21 de diciembre de 1937 - martes

De una cosa me tengo que convencer: Todo lo que hago es por Dios. Las alegrías El me las manda; las lágrimas, Él me las pone; el alimento por Él lo tomo, y cuando duermo por Él lo hago.

Mi regla es su voluntad, y su deseo es mi ley; vivo porque a Él le place, moriré cuando quiera. Nada deseo fuera de Dios.

Que mi vida sea un "fiat" constante.

Que la Santísima Virgen María me ayude y me guíe en este breve camino de la vida sobre el mundo.





26 de diciembre de 1937 - domingo

En la vida de comunidad, mientras no aprenda a dominar todo mi «sistema nervioso", no sabré jamás lo que es aprender a mortificarme.

Pobre hermano Rafael... luchar hasta morir; he ahí su destino. Ansias de cielo por un lado, y corazón humano por otro. Total... sufrimiento y cruz.

Pobre hermano Rafael, de corazón demasiado sensible a las cosas de las criaturas... Sufres al no ver amor y caridad entre los hombres... Sufres al no ver más que egoísmo. ¿Qué esperas de lo que es miseria y barro? Pon tu ilusión en Dios y deja a la criatura..., en ella no hallarás lo que buscas.

Pero, ¿y si Dios se oculta?... Qué frío hace entonces en la Trapa. La Trapa sin Dios..., no es más que una reunión de hombres.

Son los días de Navidad y en ellos no tengo más que una enorme soledad... Una pena muy honda... Nadie en quien reposar, enfermo y débil... Ah, Señor, y muy poca fe! Dios mío, Dios mío, eres muy bueno... Tu misericordia perdonará mis olvidos..., pero es tanto, Señor, lo que sufro, que mi flaqueza sola no lo podrá resistir.

Nada veo más que mi miseria y mi alma mundana con poca fe y sin amor.

Llegaré, Señor, hasta donde Tú quieras, pero dame fuerzas, y el socorro a su debido tiempo..., mira, Señor, lo que soy.

El día de Nochebuena le entregué al Señor Jesús Niño, lo último que quedaba de mi voluntad. Le entregué hasta mis más pequeños deseos... ¿Qué me queda?... Nada. Ni aun deseos de morir. Ya no soy más que una cosa en posesión de Dios. Mas Señor, ¡qué pobre cosa posees!

Pobre hermano Rafael..., viniste a la Trapa a sufrir..., ¿de qué te quejas?... No me quejo, Señor, pero sufro sin virtud.

Unas lagrimillas en mi soledad el día de Nochebuena... Tú, Señor, que todo lo sabes y todo lo ves..., también todo lo perdonas.

Llena, Señor, mi corazón… Llénalo de eso que no me pueden dar los hombres.

Mi alma sueña con amores, con cariños puros y sinceros. Soy un hombre hecho para amar, pero no a las criaturas, sino a Ti, mi Dios, y a ellas en Ti... Sólo a Ti quiero amar, sólo Tú no defraudas. Sólo en Ti se verá la ilusión cumplida.

Dejé mi hogar... Destrocé pedazo a pedazo mi corazón... Vacié mi alma de deseos del mundo... Me abracé a tu Cruz: ¿Qué esperas, Señor? Si lo que deseas es mi soledad, mis sufrimientos y mi desolación..., tómalo todo, Señor, nada te pido.

26-12-1937



29 de diciembre de 1937 - miércoles

Una hora de oración sin un pensamiento de Dios. Apenas me di cuenta, el tiempo pasó. Sonaron las cinco en el reloj y ya llevaba una hora de rodillas… ¿Y la oración? No sé…, no la hice. Estuve pensando en mí mismo, en mis sufrimientos personales, en los recuerdos del mundo. ¿Y Jesús? Y ¿María? Nada… Sólo tengo egoísmo, poca fe y mucha soberbia… ¡Tan importante me creo! ¡Tanto me considero!

¡Pobrecillo!, polvillo insignificante a los ojos de Dios. Ya que no sepas sacar fruto de la oración, aprende a humillarte delante de Él, y así luego lo harás mejor delante de los hombres.

Señor, tened piedad de mi... Sufro, sí..., pero quisiera que mi sufrimiento no fuera tan egoísta. Quisiera, Señor, sufrir por tus dolores de la Cruz, por los olvidos de los hombres, por los pecados propios y ajenos..., por todo, mi Dios, menos por mí... ¿Qué importo yo en la creación?; Qué so delante de Ti?... ¿Qué representa mi vida oculta en la infinita eternidad?... Si me olvidara de mí mismo, mejor sería Señor.

No tengo nada más que un refinado amor propio, y vuelvo a repetir, mucho egoísmo.

Procuraré con la ayuda de María enmendarme. Haré el propósito de que cada vez que un recuerdo del mundo venga a turbarme, acudir a Ti, Virgen María, y rezarte una Salve por todos los que en el mundo te ofenden.

En lugar de meditar mis sufrimientos..., meditar en el agradecimiento, a amar a Dios en mis propias miserias.

Perseveraré en la oración, aunque pierda el tiempo.

29-12-1937




31 de diciembre de 1937 - viernes

Me voy dando cuenta de que la virtud más práctica para tener paz en la vida de comunidad es la humildad.

La humildad delante de Dios, nos ayuda a la confianza, pues humildad es conocimiento de sí mismo, y ¿quién que se conozca a si mismo, puede esperar algo de si?... Loco sería si no lo esperase todo de Dios.

La humildad llena de paz nuestro trato con los hombres. Con ella no hay discusión, no hay envidia, no hay ofensa posible... ¿Quién puede ofender a la misma nada?

Le pido encarecidamente a María, me enseñe en lo que Ella fue maestra..., humilde ante Dios y ante los hombres.

«Hágase"
31-12-1937






1 de enero de 1938 - sábado

Día 1º de enero de 1938.

En la oración de esta mañana he hecho un voto. He hecho el voto de amar siempre a Jesús.

Me he dado cuenta de mi vocación. No soy religioso..., no soy seglar..., no soy nada... Bendito Dios, no soy nada más que un alma enamorada de Cristo. Él no quiere más que mi amor, y lo quiere desprendido de todo y de todos.

Virgen María, ayúdame a cumplir mi voto.

Amar a Jesús, en todo, por todo y siempre... Sólo amor. Amor humilde, generoso, desprendido, mortificado, en silencio… Que mi vida no sea más que un acto de amor.

Bien veo que la voluntad de Dios, es que no haga los votos religiosos, ni seguir la Regla de san Benito. ¿He de querer yo lo que no quiere Dios?

Jesús me manda una enfermedad incurable; es su voluntad que humille mi soberbia ante las miserias de mi carne. Dios me envía la enfermedad. ¿No he de amar todo lo que Jesús me envíe?

Beso con inmenso cariño la mano bendita de Dios que da la salud cuando quiere, y la quita cuando le place.

Decía Job, que pues recibimos con alegría los bienes de Dios, ¿por qué no hemos de recibir así los males? ¿Mas acaso todo eso me impide amarle?... No..., con locura debo hacerlo.

Vida de amor, he aquí mi Regla..., mi voto... He aquí la única razón de vivir.

Empieza el año 1938. ¿Qué me prepara Dios en él? No lo sé... ¿Quizás no me importe?... Menos ofenderle me da lo mismo todo... Soy de Dios, que haga conmigo lo que quiera. Yo hoy le ofrezco un nuevo año, en el que no quiero que reine más que una vida de sacrificio, de abnegación, de desprendimiento, y guiada solamente por el amor a Jesús..., por un amor muy grande y muy puro.

Quisiera mi Señor, amarte como nadie. Quisiera pasar esta vida, tocando el suelo solamente con los pies. Sin detenerme a mirar tanta miseria, sin detenerme en ninguna criatura. Con el corazón abrasado en amor divino y mantenido de esperanza.

Quisiera Señor, mirar solamente al cielo, donde Tú me esperas, donde está María, donde están los santos y los ángeles, bendiciéndote por una eternidad, y pasaron por el mundo solamente amando tu ley y observando tus divinos preceptos.

¡Ah!, Señor, cuánto quisiera amarte. ¡Ayúdame, Madre mía!.

He de amar la soledad, pues Dios en ella me pone.

He de obedecer a ciegas, pues Dios es el que me ordena.

He de mortificar continuamente mis sentidos.

He de tener paciencia en la vida de comunidad.

He de ejercitarme en la humildad.

He de hacer todo por Dios y por María.


SANTORAL 16 DE DICIEMBRE


16 de diciembre 



SAN EUSEBIO,
Obispo y Mártir



La voluntad de Dios es que seáis santos. 
(1 Tesalonicenses, 4, 3).

   San Eusebio, obispo de Verceil, fue exilado en Palestina por haber sostenido, en el Concilio de Milán, la fe de Nicea contra los obispos arrianos protegidos por el emperador Constancio. Las cartas que escribió a su pueblo desde el fondo de su confinamiento nos revelan la inaudita crueldad de los arrianos para con él y la admirable firmeza de su fe. Después de la muerte de Constancio, no quiso aprovecharse del permiso concedido a los obispos exilados para volver a sus diócesis, sino después de haber asistido al Concilio de Alejandría, y recorrido las provincias de Oriente inficionadas de arrianismo para hacer volver a los extraviados. Murió en Verceil hacia el año 370.

MEDITACIÓN
SOBRE LA IMITACIÓN
DE LOS SANTOS

   I. Nunca entrarás en el cielo, si no imitas a los santos, y no los imitarás si la lectura de su vida no te enseña lo que hicieron. Consagra todos los días algunos instantes a esta lectura; y, si puedes, reúne a tus servidores para hacer esta lectura en común. ¡Tanto tiempo se pierde en conversar con los hombres, y no se encuentra ni siquiera un momento libre para platicar con los santos!

   II. Esfuérzate en imitar, en la medida en que lo puedas, las virtudes que notes en la vida de los santos. Considera, sobre todo, que ellos han estado unidos a Dios mediante la oración, que han sido austeros para consigo y caritativos para con el prójimo. Ningún santo encontrarás que no haya tenido estas tres cualidades. ¿Las posees tú ? Sin ellas no hay que esperar el paraíso. No basta, para ir al cielo, profesar la religión cristiana en cuyo seno vivieron ellos; es preciso también conformar nuestras costumbres a la santidad de nuestra fe ya los buenos ejemplos que nos dieron. De nada nos servirá que nuestra religión sea buena, si nuestra vida es mala. (Salviano).

   III. Elige como patrono a un santo que se haya encontrado en posición parecida a la tuya, y regula tu conducta con sus ejemplos. Imita también las virtudes del santo cuyo nombre tienes, y del que hayas elegido cada mes como protector especial tuyo. En todas tus necesidades temporales y espirituales, recurre a los santos. Examina tu vida: ¿a qué santos imitas? ¿Acaso no sigues un camino totalmente opuesto al que ellos recorrieron? ¡Ten cuidado! Aprende de uno la humildad, de otro la paciencia: que uno te enseñe el silencio, otro la dulzura. (San Jerónimo).

La imitación de los santos
Orad por las órdenes religiosas.

ORACIÓN

   Oh Dios, que cada año nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad del bienaventurado Eusebio, vuestro mártir pontífice, haced que honrando su nacimiento al cielo, experimentemos los efectos de su protección.  Por J. C. N. S. Amén.