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martes, 27 de diciembre de 2011

PROGRAMA PARA VIVIR EN LA INHÓSPITA TRINCHERA II

PROGRAMA PARA VIVIR

EN LA INHÓSPITA TRINCHERA





Visto en : Radio Cristiandad


DAME, DIOS MÍO…

Dame, Dios mío, lo que te queda.

Dame lo que jamás se te pide.

No te pido reposo, ni tranquilidad,

Ni la del alma, ni la del cuerpo.

No te pido la riqueza, ni el éxito, ni la salud.

Tantos te piden esto, Dios mío, que ya no debes tenerlo.

Dame, Dios mío, lo que te queda.

Dame lo que se te rechaza.

Quiero la inseguridad y la inquietud,

Quiero la tormenta y la lucha.

Quiero el sufrimiento y la gloria en el combate…

Dame, Dios mío, lo que te queda:

Dame lo que se te rechaza

Quiero la tormenta y la lucha.

Quiero el sufrimiento y después la muerte en el combate.

Que Tú me lo des, Dios mío, definitivamente;

Que yo esté seguro de tenerlo siempre;

Porque no siempre tendré el coraje de pedírtelo.

Dame, Dios mío, lo que te queda.

Dame lo que otros no quieren.

Pero, dame también el coraje, la fortaleza y la fe…

Pero, dame también el coraje, la fortaleza y la fe,

Para que esté seguro de mí.



AL ALMA

Sola ante Dios te encuentras, alma mía,

Viviendo este tiempo de tinieblas,

Que decretó la Augusta Providencia,

Para otorgarnos el triunfo de la Iglesia.

Adversidad, abandono, incomprensión,

Por mantener la Fe que se disgrega,

Son señales de que aún no has claudicado,

Y que ocupas un lugar en la Trinchera.

Amarás con dolor, hasta el martirio,

Te purificarás con entrega y heroísmo,

Siguiendo a Cristo Rey, tu Redentor

Con renuncia y abandono de ti misma.

Por el camino estrecho de la Cruz,

Haz de unirte a su obra redentora,

Confiando recibir la fortaleza,

Para no desfallecer en esta hora.

Ni el dolor ni el sufrimiento te acobarden,

Ni la angustia ni el temor te debiliten,

Que la Pasión del Señor te fortalezca,

Porque en su muerte triunfó por redimirte.

Y en constante oración y penitencia,

Suplicando la Divina intervención,

Conserva con valor la Tradición,

Aguardando su próxima venida.



HEROICA FORTALEZA MILITANTE

Unidos al Cuerpo Místico de Cristo,

En esta noche oscura de la historia,

Donde la luz de Dios no brilla, por las sombras

De las tinieblas en hordas desatadas.

Unidos por la Gracia de la Fe,

Sol que alumbra a las almas desterradas,

Fe que mantendremos íntegra y total,

Igual que nos ha sido revelada.

Unidos en la soledad de la Verdad,

Porque sus fieles están en retirada,

Como si fuera el tiempo de Pasión,

Porque es la Iglesia que está ahora condenada.

Protegidos por la Madre Virginal,

Van los hijos que escuchan su llamada,

Al combate viril, sólo por Dios,

En la batalla final ya desatada.

Para que el Reino de Dios llegue a nosotros,

A las Familias y a las Patrias laicizadas,

Abrazando la Cruz y el sacrificio,

Sólo así serán ellas restauradas.

Porque es lucha contra el mundo y contra sí,

Contra el enemigo infernal que desafía.

Porque es lucha interior y solitaria,

La que tiene que afrontarse cada día.

Es combate en la trinchera de la Fe,

Heroica fortaleza militante,

No ceder, no abandonarla es su estandarte,

Que significa un morir en cada instante.

Alcanzar y mantener la posición,

En esta gesta que tenemos asumida,

No depende del humano proceder,

Será por virtudes celestiales recibidas.

La defensa de la Iglesia, la dura resistencia,

La continua defección y decadencia,

El retiro de Dios y de su Gracia,

Es necesario preguntar, ¿a qué nos lleva?

¿A una rendición fatal y perentoria?

¿A un éxito buscado sin medida?

Incomprensible camino de esta vida,

Por donde Dios nos conduce a la Victoria.

Que no será como yo quiero. ¡No!

Será Pasión que del Calvario brota,

Es que al Triunfo Final que se avecina,

La debilidad lo tiene por derrota.

La Victoria que se alcanza por la Cruz,

Espanta pusilánimes miradas,

Que creen celo amargo o poca caridad,

Y es una pobre visión desacertada.

Resistir firmes y serenos en la Fe,

Es la premisa crucial para esta hora,

Porque en la sombría noche de la Iglesia,

Empieza a despuntarse ya la aurora.

¡A vencer cristianos con valor!

Que la victoria nos está asegurada.

Toca el clarín llamando a la batalla,

Donde la serpiente infernal será aplastada.

Ven pronto, Señor, te lo pedimos,

Auxilia a tus amigos de la Cruz,

Que siguiendo tu Divina Voluntad,

Y abandonándose a Ti en cuerpo y mente,

Desean la Patria Celestial,

Para vivir contigo eternamente.



Una partecita de la Cruz

Hoy le pedí al Señor una partecita de su Cruz… Le pedí ayudarle en su agonía, le pedí me hiciera partícipe de su sufrimiento, le pedí una partecita… (pequeña tiene que ser, pues soy débil) de su Santísima Cruz. Jesús me escuchó. Noté la Cruz sobre mis hombros…, me pesó y lloré mi abandono y soledad.

Después del desayuno paseé mi pequeño agobio por la galería de la enfermería. Una tristeza muy grande se apoderó de mí. Me vi tan enfermo, tan solo, tan débil para sufrir lo que Jesús me pide, que sentándome cansado de todo y de todos, lloré con agobio y con pena.

Grande me parecía el abandono en que me veía, material y espiritualmente. No tengo a nadie en quien hallar un alivio. Esto a veces es un consuelo muy grande, a veces es también un dolor muy profundo. Cuando estamos enfermos, sobre todo. En estos momentos en los cuales una palabra dicha al corazón, alivia tantas penas, e incluso da fuerzas para sufrir las flaquezas y miserias de la enfermedad… Sin embargo, a mi eso me falta.

Bendito sea Dios.

Muy doloroso es padecer necesidad en el cuerpo, cuando también se junta la necesidad al espíritu y además, Dios se oculta y te deja solo con la Cruz…, ¿qué extraño tiene que el alma sufra y llore?

Esta mañana no me acordaba en aquellos momentos de lo que le había pedido a Jesús en la comunión… La partecita de su Cruz.

Ahora tengo paz, adoro y bendigo a Dios que atesora para mí en el cielo esas partecitas de su Cruz, que me envía cuando El quiere. ¡Qué gran misericordia tiene conmigo! Si no sufriera, ¿para qué serviría mi vida entonces?

Si tantos deseos tienes de penitencia, ¿por qué lloras? Mis lágrimas, Señor, no son de rebeldía… Mis lágrimas, Señor, no las cambio por nada… Recíbelas, pues con algo te tengo que pagar. Tú también sufriste hambre, sed y desnudez. Tú también lloraste cuando te viste abandonado.

Señor… qué contento estoy de sufrir. No me cambio por nadie… Pero ¿hasta cuándo, Señor?




Letanías del Olvido de Sí


Al dolor, envíame, Señor.

A la humillación, envíame, Señor.

A la ingratitud, envíame, Señor.

Al olvido, envíame, Señor.

Al fracaso exterior, envíame, Señor.

A la calumnia, envíame, Señor.

A la traición, envíame, Señor.

A la soledad, envíame, Señor.

A la abyección interna y externa, envíame, Señor.

A la oscuridad, envíame, Señor.

Al sufrimiento, envíame, Señor.

Al trabajo escondido y penoso, envíame, Señor.

A la incomprensión de los otros, envíame, Señor.

A la donación silenciosa y continua, envíame, Señor.

Al sacrificio, envíame, Señor.

A la muerte, envíame, Señor.

Al martirio, envíame, Señor.

A la Cruz, envíame, Señor.

P. Ceriani

SANTORAL 27 DE DICIEMBRE


27 de diciembre



SAN JUAN,
Apóstol y Evangelista



Pedro vio venir detrás  pecho.
al discípulo amado de Jesús, 
aquél que en la Cena se reclinara sobre su pecho.
(Juan, 21, 20).

   San Juan era todavía joven cuando siguió a Jesús. Fue su discípulo predilecto a causa de su inocencia, asistió a su transfiguración, se recostó en su pecho en la última Cena, subió con Él al Huerto de los Olivos, y recibió a María como Madre, ayudó a sepultar al Salvador y acudió el primero con Magdalena a su tumba el día de su resurrección. Después de la Ascensión, fue a predicar el Evangelio al Asia Menor y se estableció en Éfeso con la Santísima Virgen. Conducido a Roma en el año 95, bajo Domicia no, y arrojado a una caldera de aceite hirviendo, salió de ella sano y salvo y fue desterrado a la isla de Patmos, donde compuso el Apocalipsis. De vuelta a Éfeso, escribió contra los gnósticos su Evangelio que, con sus tres Epístolas, es el inflamado código de la caridad. Sobrevivió a todos los otros Apóstoles.

MEDITACIÓN
SOBRE LA VIDA DE SAN JUAN

   I. He aquí al amigo íntimo de Jesús, aquél que descansó sobre su pecho en la última Cena, ya quien el divino Salvador hizo partícipe de sus más grandes secretos. La primera condición de una verdadera amistad es no tener secretos para el amigo. ¿Está abierto tu corazón para Jesús? ¿No tomas ninguna resolución sin haberlo consultado? En todo tiempo puedes penetrar en su corazón por la adorable llaga de su costado; ¡Y Él no puede hacerlo en el tuyo, lleno como está totalmente de las creaturas! Os amo, oh Dios mío, y deseo amaros siempre más. (San Agustín).

   II. La segunda cualidad de la amistad es compartir con el amigo lo que se posee. Ahora bien, Jesús durante su vida dióse todo entero a San Juan y, al morir, le dio a su madre. "Hijo mío, dijo, he aquí a tu Madre". San Juan se había dado por entero a Jesús, había abandonado todo para seguirlo. Date del mismo modo todo entero a Jesús, si quieres ser su amigo. ¿A quién destinas tu corazón? el mundo es indigno de poseerlo. ¿Qué has dado a Jesús en retribución de su ternura? ¿Le has consagrado tu cuerpo, tu voluntad, tu inteligencia, en una palabra todo lo que eres y todo lo que posees?

   III. En fin, la tercera cualidad de la amistad es la semejanza: el amor hace semejantes a los amigos, si ya no lo son. Fue también este amor el que hizo a San Juan semejante a Jesús, lo hizo también hijo espiritual de María. Jesús te amará, si te asemejas a Él. Para lograrlo, es menester, no que te recuestes visiblemente sobre el corazón de Jesús, sino que Jesús venga a tu corazón, y que no tengas tú otra voluntad que la suya. Tener los mismos gustos, y las mismas repugnancias, he ahí la verdadera amistad. (San Jerónimo).

El amor de Dios
 Orad por el aumento de la caridad.

ORACIÓN

   Dignaos, oh Dios de bondad, derramar sobre vuestra Iglesia los rayos de vuestra luz celestial, a fin de que iluminada con las enseñanzas de San Juan, vuestro Apóstol y Evangelista, alcance las recompensas eternas. Por J. C. N. S. Amén.