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sábado, 3 de diciembre de 2011

2o. DOMINGO DE ADVIENTO -REFLEXIONES, MEDITACIÓN Y PROPÓSITOS-


REFLEXIONES
 

Todas las cosas que han sido escritas lo han sido para nuestra instrucción. Pero ¿se saca hoy mucho fruto de tantas instrucciones saludables que se contienen en las santas Escrituras? Nada hay más marcado en los Libros santos que el vacío de los bienes criados, el falso brillo de los honores, el veneno de los placeres engañosos, seguidos siempre de un cruel arrepentimiento, siempre perniciosos al alma. Nada hay que esté más declarado en la Escritura que las ventajas y el mérito de los sufrimientos y de las humillaciones; nada está proscrito en términos más imponentes que la vida regalona. Dios no se ha contentado con que todo esto se nos dijese por los Profetas y por los Apóstoles; el mismo Hijo de Dios ha venido a darnos estas importantes lecciones, y ha comenzado a instruirnos por sus ejemplos, erudiens nos. Y ¿es muy grande el número de los que se aprovechan de sus instrucciones siguiendo sus máximas? Nunca ha habido tantos libros de piedad; el ejemplo de tantos santos de la misma condición y de la misma edad que nosotros es una bella lección; los castigos mismos con que Dios corrige todos los días nuestra indocilidad por medio de tantos azotes, son, en los designios de este Padre de misericordias, otros tantos avisos saludables con que deben llamar nuestra atención: y ¿qué impresión hace todo esto en el día de hoy sobre el entendimiento y sobre el corazón de la mayor parte de las gentes del mundo? Y las personas religiosas, los discípulos de Jesucristo; esta porción escogida y privilegiada del rebaño ¿es más dócil a su voz? ¿Sigue siempre sus consejos? Los fieles ¿adoptan constantemente sus máximas? ¿Anima hoy a todos los cristianos el espíritu del Evangelio? ¿No se deslizará nunca en el claustro y hasta en el santuario el espíritu del mundo? En todo el curso del año no hay tiempo más santo que el del Adviento; todo nos predica en él la penitencia, la oración y el recogimiento. En todas partes se anuncia la palabra de Dios; la Iglesia en todas partes solicita a todos sus hijos para que se dispongan con todo género de ejercicios de piedad a la celebración de una fiesta tan grande. Las almas inocentes, las almas santas, entran perfectamente en estas piadosas disposiciones; pero las personas a quienes conduce el espíritu del mundo, las gentes dadas a los placeres, las almas que envejecen en la iniquidad, ¿se fatigan mucho, hacen grandes esfuerzos para reconciliarse con Dios y para disponerse a celebrar dignamente su nacimiento? ¡Ah! Que el Apóstol tenía razón para decirnos que es tiempo de salir de nuestro sueño profundo y despertarnos; mas si no nos aprovechamos de este santo tiempo, ¿a cuando esperamos? Es muy triste el no despertarse hasta la muerte.

MEDITACIÓN
De la vida blanda.


PUNTO PRIMERO. –Considera que la vida blanda es una vida floja, afeminada, perezosa, sensual, voluptuosa, esto es lo que se llama comúnmente una vida placentera; y ¿puede semejante vida llamarse cristiana? Es una vida dependiente de los sentidos, que tiene las pasiones por guía, el propio humor por regla; vida a la que el amor propio mantiene, y que a su vez mantiene ella al amor propio, cuyo ejercicios es la ociosidad, cuyos días son todos vacíos: juzgad, pues, cuál debe ser su término y su suerte. El alma relajada por su pereza y por su incuria en el servicio de Dios, enflaquecida por un número infinito de infidelidades y de recaídas, no tiene más que una fe lánguida y medio extinguida, y ya no hay nada que la mueva más que el placer. Disgustada de las prácticas más ordinarias de piedad, y casi de todos los ejercicios de religión, apenas se presta a ellos sino por bien parecer. El yugo del Señor le parece amargo, y su ley una carga insoportable; ella no gusta más que de las máximas del mundo; las alegrías, las diversiones y las fiestas mundanas despiertan toda su vivacidad, y no se pone en movimiento más que para procurarse el placer: fuera de esto, ella se consume en una lastimosa inacción y en un sueño letárgico. Representaos una persona que lleva una vida blanda; esclava de los sentidos y de sus pasiones, se dispensa sin dificultad de casi todas las leyes de la Iglesia. Está demasiado delicada para observar los ayunos más sagrados. ¡Qué de pretextos para dispensarse de la abstinencia! Enferma hasta mover a compasión cuando se la habla de penitencia, de mortificación, de regularidad; robusta hasta sobrepujar al más vigoroso cuando se trata de un festín mundano. La más corta lectura de un libro de piedad cansa sus ojos y los fatiga; lo que no la incomoda, lo que la conviene, lo que la recrea es la lectura de algunas historietas, algunas poesías chistosas, y todo lo que se llama vanos entretenimientos, frivolidades, pérdida de tiempo. En este infeliz estado nada la interesa más que su placer. Insensible a las verdades más terribles y más espantosas de la Religión, vive fuertemente apoltronada en una especie de letargo. A la ceguedad del entendimiento sigue de cerca la insensibilidad del corazón. A la indolente ociosidad sucede una ignorancia crasa; en fin, llega a desconocer sus deberes más esenciales a fuerza de descuidarlos. ¿Puede darse un estado más infeliz ni más lamentable que el de una persona que lleva una vida blanda? Y lo que hace todavía más funesto este estado es la extrema dificultad que ofrece para la conversión. A los más malvados, a los pecadores más endurecidos, a los más insignes libertinos, se les ve alguna vez rendirse a las ejecutivas solicitudes de la gracia; ¿se ve acaso que se conviertan muchos de los que llevan una vida blanda?

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ

NEGATIO



La perfección no está en las virtudes que el alma conoce de sí, más consste en las que Nuestro Señor ve en el alma, la cual es carga cerrada, y asi no tiene de que presumir, mas estar el pecho por tierra  acerca de sí.

Para enamorarse Dos del alama, no pone sus ojos en su grandeza, mas en la gradeza de su desprecio y humildad.

Si te quieres gloriar de ti, aparta de ti, lo que no es tuyo; mas lo que queda será nada, y de nada te debes gloriar.

Toda la bondad que tenemos es prestada, y Dios la tiene propia: obra Dios y su obra es Dios.

Para mortificar de veras el apetito de la honra, de que se originan otros muchos, lo primero procurará obrar en su desprecio, y deseará que los otros lo hagan; lo segundo, procurará hablar en su despreco, y deseará que los otros lo hagan; lo tercero, procurará pensar bajamente de sí, y deseará que los  demás lo hagan.

Aborrece Dios tanto ver las almas inclinadas a mayorías, que aún cuando su Majestad se lo manda, no quiere que tengan prontitud y gana de mandar.

El alma que se enamora de mayorías y de otros tales oficios o de las libertades de su apetito, delante de Dios es tenida y tratada, no como hijo libre, sino como persona baja, cautiva de sus pasiones.

Al alma que no es humilde la engaña el demonio fácilmente, haciéndola creer mil mentiras.

El gozarse vanamente de las obras buenas no puede ser sin estimarlas: y de ahí nace la jactancia y lo demás que se dice del fariseo en el Evangelio.

Hay tanta miseria en los hijos de los hombres, que tengo para mí que las más de las obras que hacen  públicas, o son viciosas o no les valdrían nada, o son imperfectas y mancas delante de Dios, por no ir ellos desasidos de intereses y respetos humanos.

Más agrada a Dios el alma que con sequedad y trabajo se sujeta a lo que es razón, que la que faltando en esto hace todas las cosas con consolación.

Entra en cuenta con tu razón para hacer lo que ella te dice en el camino de Dios, y valdráte más para con tu Dios que todas las obras sin esta advertencia haces, y que todos los sabores espirituales que pretendes.

Bienaventurado el que dejado aparte su gusto e inclinación, mira las cosas en razón y justicia para hacerlas.
El que obra razón es como el que come substancia, y el que se mueve por el gusto de su voluntad, como el que come fruta floja.

No sabemos lo que hay en la diestra y siniestra, por que a cada paso tenemos lo malo por bueno y lo bueno por malo; y si esto es de nuestra cosecha ¿Qué será si se añade apetito a nuestra natural tiniebla?

El apetito en cuanto apetito ciego es, por que de suyo no mira la razón, que es la que siempre derechamente guía y encamina al alma en sus operaciones; y así todas las veces que el alma se guía por su apetito se ciega.

El que se quiere arrimar mucho al sentido corporal no será  muy espiritual; y así se engañan los que piensan que a pura fuerza del sentido bajo pueden llegar a  la fuerza del espíritu.

Mira  que tu ángel custodio no siempre mueve el apetito a obrar, aunque siempre alumbra la razón; por tanto, para obrar virtud no esperes al gusto, que bástale la razón y entendimiento.

No da lugar el apetito a que le mueva el ángel, cuando esta puesto en otra cosa.

El gozo anubla el juicio como niebla, porque no puede haber gozo voluntario de criatura sin propiedad voluntaria; y la negación y purgación de tal gozo deja el juicio claro, como el aire los vapores cuando se deshacen.


DOMINICA SECUNDA ADVENTUS

DOMINICA SECUNDA ADVENTUS
AD MISSAM



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Introito. Is. 30, 30. – Pueblo de Sión: Mira que el Señor vendrá a salvar las naciones: y hará el Señor oír su gloriosa voz con alegría de vuestro corazón. –Ps. Escúchanos, Pastor de Israel: que guías como a una oveja a José. -V. Gloria al Padre….

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Oremus. Excita, Domine, corda nostra ad præparandas Unigeniti tui vias: ut per ejus adventum purificatis tibi mentibus servire mereamur. Qui tecum vivit et regnat….


Oremos. Despierta, Señor, nuestros corazones, a que preparen los caminos de vuestro único Hijo, a fin de que purificadas nuestras almas por la gracia de su advenimiento, podamos rendiros un culto digno de vuestra soberana Majestad. Os lo rogamos por el mismo Jesucristo, que siendo Dios vive y reina, etc.



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La Epístola de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos,
Cap XV, 14 -13


ratres: Quæcumque scrpta sunt, ad nostram doctrinam scripta sunt: ut per patientiam et consolationem Scrpturarum spem habeamus. Deus autem patientiæ et solatii det bobis idipsum sapere in alterutrum secundum Jesum Christum: ut unánimes, uno ore honorificetis Deum, et Patrem Domini nostril Jesu Christi. Propter quod suscipite invicem, sicut et Christus suscepit vos in honorem Dei. Dico enim Christum Jesum ministrum fuisse circumcisionis propter veritatem Dei, ad confirmandas promissiones partum: Gentes autem super misericordia honorare Deum, sicut scrptum est: Propterea confitebor tibi in Gentibus, Domine, et nomini tuo cantabo. Et iterum dicit: Lætamini, Gentes, cum plebe ejus. Et iterum: Laudate, omnes Gentes, Dominum: et magnifícate eum, omnes populi. Et rursus Isaias ait: Erit radix Jesse, et qui exurget regere Gentes, in eum Gentes sperabunt. Deus autem spei repleat vos omni gaudio et pace in credendo, ut abundetis in spe et virtute Spiritus Sancti.


Hermanos míos: Todas las cosas que han sido escritas, lo han sido para nuestra instrucción; a fin de que por la paciencia y por la consolación que se saca de las Escrituras, conservemos la esperanza. Por lo demás el Dios de la paciencia yd e la consolación haga que tengáis los mismos sentimientos los unos por los otros en Jesucristo, a fin de que, animados de un mismo espíritu, honréis con una misma voz a Dios que es el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Por tanto sufríos los unos a los otros, como Jesucristo os ha sufrido para glorificar a Dios. Porque, yo os lo digo, el ministerio de Jesucristo miraba al pueblo circuncidado para que se verificase la palabra de Dios, y se diesen nuevas seguridades de las promesas hechas a nuestros padres, y que los gentiles honren a Dios, esperando en su misericordia, según lo que está escrito: Por esto, Señor, yo os rendiré el homenaje entre las naciones, y cantaré en honor de vuestro nombre. Dice mas: Regocijaos naciones de la gentilidad de concierto con su pueblo. Y además: Naciones todas alabad al Señor, y vosotros pueblos celebrad todos su grandeza. Isaías dice también: Aparecerá la raíz de Jesé, y saldrá de ella el que ha de ser el Señor de las naciones, y en Él pondrán las gentes su confianza. El Dios, pues, de la esperanza os colme de toda especie de alegría y de paz, por medio de vuestra fe, a fin de que la esperanza se aumente en vosotros con la virtud del Espíritu Santo.


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Gradual. Ps. 49, 2-3 et 5. –Desde Sión irradió su hermosura: Dios vendrá visiblemente. V. Congregad en torno de Él sus Santos, los que sellaron su pacto con el sacrificio.


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Aleluya, aleluya. V. Me alegré cuando me dijeron: Iremos a la casa del Señor. Aleluya.


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El Evangelio de la Misa es de san Mateo, 
capítulo XI, vers. 2 -11.


n illo tempore: Cum audisset Joannes in vinculis opera Christi, mittens duos de discipulis suis, ait illi: Tues, qui venturus es, an alium expectamus? Et respondens Jesus, ait illis: Euntes renuntiate Joanni quæ audistis et vidistis. Cæci vident, claudi ambulant, leprosi mundantur, sur di audiunt, mortui resurgunt, pauperes evangelizantur, et beatus est qui non fuerit scandalizatus in me. Illis autem abeuntibus, cæpit Jesus dicere adturbas de Joanne: Quid existis in desertum videre? Arundinem vento agitatam? Sed quid existis videre? Hominem mollibus vestitum? Ecce qui mollibus vestiuntur, in domibus regum sunt. Sed quid existis videre? Prophetam? Etiam dico vobis, et plus quam prophetam. Hic est enim de quo scriptum est: Ecce ego mitto Angelum meum ante faciem tuam, que præparabit viam tuam ante te.

En aquel tiempo: Habiendo Juan oído hablar en la prisión de lo que obraba Jesucristo, envió dos de sus discípulos para decirle: ¿Eres tú el que ha de venir, ó debemos esperar otro? Jesús les respondió: Id, y contad a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, el Evangelio se predica a los pobres, y es feliz aquel que no se escandalizare de mí. Cuando los discípulos se iban, Jesús se puso a hablar de Juan, y dijo al pueblo: ¿Qué habéis ido a ver al desierto? ¿Una caña que agita el viento? Pero ¿qué es lo que habéis ido a ver? ¿Un profeta? Sí, en verdad, yo os lo digo, y más que profeta. Porque de él es de quien está escrito: He aquí que yo envío delante de ti mi Ángel, el cual te preparará el camino.

2o. DOMINGO DE ADVIENTO


SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO


Estando todo el tiempo de Adviento singularmente consagrado al culto divino y a los ejercicios de piedad, y siendo los domingos unos días que piden una aplicación más particular a la oración y a todos los deberes de la religión cristiana, es fácil concebir cuán santa debe ser la celebración de los domingos de Adviento. En el discurso del domingo precedente (ver aquí) ha podido verse lo que san Carlos dice de él en su admirable instrucción a su pueblo. La vigilancia y la solicitud infatigable de aquel Prelado le hizo reiterar las exhortaciones en orden al Adviento en sus concilios provinciales, en sus sínodos diocesanos, y en sus cartas pastorales, en una de las cuales nada omite para inclinar a sus ovejas a que comulguen todos los domingos de Aviento, y a que ayunen por lo menos el miércoles, el viernes y el sábado de cada semana de este tiempo de penitencia.

El Segundo domingo de Adviento, que en otro tiempo se llamaba el tercero antes de Navidad, parece consagrado del todo a la celebración de la primera venida del Salvador, y a prepararse para la solemnidad de su nacimiento. La Epístola que se lee en la misa de este día está tomada de la carta de san Pablo a los Romanos, a quienes dice el Apóstol, que todo lo que se ha escrito ha sido para nuestra instrucción; a fin de que por la paciencia, y por la consolación que se saca de las Escrituras, conservemos una esperanza firme de ver la verificación de todo lo que se ha predicho. He aquí las promesas que Dios había hecho a los Patriarcas y a los Profetas. He aquí lo que estaba escrito: El Señor vuestro Dios suscitará un Profeta como yo, de vuestra nación, y de entre vuestros hermanos; a Él con preferencia a cualquier otro es a quien debéis escuchar. Moisés, inspirado de Dios, es el que habla al pueblo en este pasaje, prediciéndole el Mesías que debía ser el autor y el origen de su felicidad, después de haber sido el objeto de sus deseos y de sus votos. Estaba prohibido a los hebreos todo género de adivinación. Cuando hubiereis entrado, les dice Dios, en el país que os dará el Señor vuestro Dios, guardaos bien de querer imitar nunca las abominaciones de aquellos pueblos.  Estas abominaciones eran las supersticiones de los paganos, por medio de las cuales pretendían conocer el porvenir, ó precaver los accidentes molestos de la vida. Como pretender purificar los hijos, haciéndoles pasar por fuego.  De aquí procede sin duda la superstición de que habla el Crisóstomo (San Juan Crisóstomo, Padre de la Iglesia), la cual se practicaba saltando por encima de hogueras encendidas, superstición que Teodoreto y el concilio in Trullo condenan con razón como un resto de las antiguas impiedades del paganismo, lo mismo que el consultar a los adivinos, creer en los sueños, y consultar a los augures y a los que se meten a adivinar, y todas las demás supersticiones que Moisés refiere por menor en el cap. XVIII del Deuteronomio, y que el Señor abomina. Vosotros no debéis temer, añade el Profeta, que os falten personas que os descubran las cosas futuras y desconocidas. Dios suplirá cumplidamente a la falta de los adivinos y de los magos, de los encantadores y de los augures, por un Profeta que suscitará en medio de vosotros, y que os instruirá de su voluntad; no tendréis que trabajar para buscarle en las naciones extranjeras: Dios os dará un Profeta suscitado de en medio de vosotros, que no tendrá menos conocimiento que yo, y que os enseñará la verdadera senda de la salud, y el camino recto que conduce a la vida. Dice que será como él: esto es, Profeta, Legislador, Rey, Mediador, Jefe del pueblo de Dios; en una palabra, que será la realidad del que Moisés no era más que la figura.

Es evidente que el Profeta de que habla aquí Moisés, no es otro que el Mesías prometido. Así que los judíos, aun los del tiempo de Jesucristo, no dudaban que Moisés en este pasaje hablaba del Mesías. Los Apóstoles suponen en el pueblo esta opinión como un sentimiento común y universal. San Pedro en el primer discurso que hizo en el templo de Jerusalén, después de la curación del cojo, no tiene dificultad en asegurar que por fin en la persona de Jesucristo se ve el cumplimento de la promesa que Moisés les había hecho en otro tiempo, profetizándoles que Dios les suscitaría un Profeta como él de en medio de sus hermanos. (Hch. III, 22). San Esteban pondera el mismo pasaje a favor de Jesucristo. (Hch. VII). El apóstol san Felipe (Juan . I, 45) dijo a Natanael, que había hallado el Profeta de quien había hablado Moisés en el libro de la Ley. Por fin habiendo visto el pueblo judío la multiplicación de los cinco panes, no dudó que Jesús fuese el gran Profeta prometido por Moisés. (Juan. VI).

En los últimos tiempos, dice Isaías, la montaña de la casa del Señor se establecerá sobre lo más alto de las montañas, y se elevará sobre las colinas, y todas las naciones correrán a ella en tropas. Él nos enseñará sus caminos, y marcharemos por sus senderos; porque la ley saldrá de Sion y la palabra del Señor de Jerusalén. (Isai. II). La ley nueva ha salido de Sion. El Evangelio, el Cristianismo ha nacido en la Sinagoga; Jesucristo no ha predicado más que en la Judea. No ha venido para destruir la ley, sino para cumplirla y perfeccionarla. Hijos de Sion, exclama el profeta Joel (Joel, II), saltad de alegría, regocijaos en el  Señor vuestro Dios, porque os ha dado un Maestro que os enseñará la justicia. En otros cien pasajes de la Escritura se observa el verdadero retrato de Jesucristo en las profecías. Esto es lo que hizo decir a la santísima Virgen en la primera conversación que tuvo con su prima santa Isabel: Luego que el Verbo ha tomado carne en mi seno, el pueblo de Israel ha recibido el cumplimiento de la promesa hecha a nuestros padres, a Abraham y a todos sus descendientes. Esto mismo es también lo que san Pablo quería dar a entender a los cristianos de Roma en la carta que les escribe, cuando les dice que todas las cosas que han sido escritas, lo han sido para nuestra instrucción; y que si el ministerio de Jesucristo miraba singularmente al pueblo circuncidado, esto es, si el Salvador ha querido nacer de la raza de David, y en medio de los judíos; si Él mismo se ha dignado someterse a la ley de la circuncisión, para pertenecer a su pueblo; si les ha predicado por sí mismo, lo que no ha hecho con los gentiles; si ha hecho sus milagros a su vista; si ha obrado la salud del mundo en medio de la Judea, todo esto ha sido para cumplir las profecías y verificar las promesas que Dios les había hecho: privilegio que no han tenido los gentiles, aun cuando no hayan sido excluidos del beneficio de la redención; y que Dios no ha dejado de anunciar su vocación y su conversión en innumerables pasajes de los Profetas, de los cuales habla san Pablo en la Epístola de la misa de este día. Puede, pues, decirse que con predilección había mirado a los judíos: pero este pueblo ingrato se había hecho indigno de ella. Así es que el santo Apóstol, dando a conocer en esta Epístola las prerrogativas a favor de los hebreos, no olvida la misericordia con que Dios ha mirado a los gentiles, y de la cual habían tantas veces hablado los Profetas. Aparecerá la vara de Jesé, dice Isaías, y el que saldrá de ella para ser el Maestro de las naciones, es aquel en quien todas pondrán su confianza.

Fácil es concebir cuán oportunamente está aplicada esta Epístola a este día, singularmente consagrado a celebrar el  cumplimiento de las divinas promesas que Dios había hecho, no solo a los judíos, sino también a todas las naciones del mundo, cuando dijo a Abraham, que todas las naciones de la tierra serían benditas en uno de sus descendientes. (Gen. XXII).

El Evangelio de este día corresponde perfectamente al designio que tiene la Iglesia en este santo tiempo, de disponernos a celebrar dignamente el advenimiento del Salvador del mundo; puesto que se ve en Él el testimonio que le ha dado su santo Precursor, a fin de que, por medio de la predicación de aquel que ha sido destinado para anunciarle, sepamos quién es el que va a venir.

MODELOS DE FALDAS

Visto en el blog de una amiga brasileña: a grande guerra

Modelos de Faldas

"Si una joven quisiera que los hombres la respeten,
que no vea en ella un objeto más, sino una verdadera mujer,
con todas sus preferencias y cualidades interiores,
entonces procure cubrir su cuerpo con vestidos, 
de tal forma que no se torne ocasión de pecado en el hombre,
y por el modo de vestirse y comportarse
resplandezca en todo su ser la nobleza de su alma."

(Tú y ël- P. Hardy Schilgen)







ADVIENTO

TIEMPO DE ADVIENTO

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El primer domingo de Adviento es el primer día del año eclesiástico, y el principio de un tiempo privilegiado que precede a la fiesta de Navidad, y que en la intención de la Iglesia no es otra cosa que una preparación para esta gran fiesta. Algunos creyeron que el Adviento era de institución apostólica, pero por lo menos es tan antiguo en la Iglesia como la fiesta de Navidad. Desde que se ha celebrado el día del nacimiento del Salvador, ha exhortado la Iglesia a los fieles a que se preparen para la celebración de este día venturoso, y ella misma les ha dado ejemplo por las oraciones que ha multiplicado en este santo tiempo y por los ejercicios de penitencia que les ha dictado.

San Perpetuo
    Como el Adviento no es otra cosa, según el espíritu de la Iglesia, que un tiempo destinado antes de la fiesta de Navidad para prepararse por medio de la oración, el ayuno y los ejercicios de piedad a celebrar y hacerse favorable el advenimiento, esto es, la venida de Jesucristo, designada por la palabra Adviento; no hay prácticas de penitencia y devoción que los fieles no hayan puesto en uso durante este santo tiempo. San Perpetuo, obispo de Tours, que vivía hacia la mitad del siglo V, viendo que el fervor de sus diocesanos se resfriaba de día en día en los ejercicios piadosos de este santo tiempo, y sobre todo que se habían relajado mucho en cuanto al ayuno, ordenó que se ayunase por lo menos tres días en la semana durante el Adviento, que era entonces de seis semanas como la Cuaresma. El primer concilio de Macon, celebrado el año de 581, ordenó lo mismo, y añadió que se celebrase la misa y el oficio divino según el orden y la regla que se observaba en la Cuaresma.

Este canon del concilio de Macon, que dispone que durante el Adviento se celebre la misa como en Cuaresma, nos da bastante a conocer que el Adviento se ha mirado siempre como la Cuaresma de Navidad; esto es, que así como la Cuaresma de cuarten días había sido instituida en la Iglesia para que sirviese de preparación a la fiesta de Pascua, del mismo modo fue establecido el Adviento para disponernos a la celebración de la de Navidad. Los ayunos del Adviento tenían bastante relación con los de Cuaresma en las iglesias donde se ayunaba todos los días desde el siguiente a la fiesta de san Martín; y esto es lo que dio ocasión a los regocijos que se han acostumbrado en esta festividad, igualmente que se hacía en la víspera de Cuaresma, en cuyo día era permitido comer carne, no comenzándose hasta el otro día la abstinencia y el ayuno. En algunas iglesias el Adviento comenzaba en el mes de septiembre; pero como no se ayunaba más que tres veces en la semana, resultaban siempre solos cuarenta días de ayuno hasta Navidad. El segundo concilio de Tours, año de 567, obligaba a todos los religiosos a ayunar solamente tres días en la semana durante los meses de septiembre, octubre y noviembre; pero el mes de diciembre debían ayunarle todo hasta Navidad. Todo esto manifiesta que el Adviento no ha sido en todas partes igual en cuanto al número de días; ha sido más largo ó más corto, más seguido ó más interrumpido, en tiempos y lugares diferentes; esta diferencia de tiempos y de costumbre se halla en los antiguos Sacramentarios: la práctica de observar un Adviento de cuarenta días ó de seis semanas subsistía aun en el siglo XIII, al menos en algunas iglesias y entre los monjes; y aun después que la Iglesia ha reducido el tiempo de Adviento a cuatro semanas, la abstinencia y el ayuno son de regla indispensable en muchas Órdenes religiosas.

San Pedro Damiano
Los Capitulares de Carlomagno hacen el Adviento de cuarenta días, dándole también el nombre de Cuaresma. Este pasaje de los Capitulares atribuye solo a la costumbre los ejercicios piadosos del Adviento; sin embargo, no deja de declarar que es un tiempo de oración, de ayuno y de penitencia. Y aunque todos los días del año -añadieron- deben ser días de oración y penitencia, los días del Adviento deben ser singularmente consagrados a estos santos ejercicios de religión. San Pedro Damiano da también al Adviento el nombre de Cuaresma. El papa Nicolao I, exponiendo a los búlgaros recién convertidos a la fe las costumbres de la Iglesia católica, no olvida la cuaresma del Adviento como muy antigua en la Iglesia romana. Rodulfo, dean de Tongrés, dice que el Adviento era de seis semanas en Milán y en Roma, y que en Roma se ayunaba todavía entero en su tiempo. El papa Bonifacio VIII en la bula de la canonización de san Luis declara que este gran Príncipe pasaba en ayunos y oraciones los cuarenta días antes de la fiesta de Navidad. San Carlos no hacía más que renovar los antiguos cánones de la Iglesia cuando quería que se exhortase vivamente a todos los fieles a que comulgasen por lo menos todos los domingos del Adviento, mandando a los curas que inclinasen sus parroquianos a observar religiosamente el antiguo estatuto del papa Silverio, que dice, que aquellos que no comulguen muy a menudo, comulguen al menos los domingos de Adviento y de Cuaresma. Estas palabras son muy notables: Ut qui sæpius non communicant, singulis saltem dominicis diebus in Quadragesima corpus Domini sumant, ac præterea diebus dominicis Adventus.

SANTORAL 3 DE DICIEMBRE


3 de diciembre


SAN FRANCISCO JAVIER,
Confesor



Híceme flaco con los flacos, para ganar a los flacos.
Híceme todo para todos, para salvarlos a todos.
(I Corintios, 9, 22).

   San Francisco Javier, nacido en Navarra en 1506, fue convertido en París por San Ignacio de Loyola y, en 1541, partió para las Indias y después llevó, era la primera vez que se lo hacía, al Japón la luz de la fe. Convirtió decenas de millares de almas, sanó inmenso número de enfermos, resucitó muertos y calmó tempestades. Su amor por los sufrimientos le hacía rehusar los consuelos del Cielo y desear las fatigas. En medio de las delicias con que el Señor inundaba su alma, exclamaba: ¡Basta! y en sus sufrimientos: ¡Señor, dadme más! Murió en 1552, en la isla de Sancián, frente a la China en la que tanto había deseado predicar el Evangelio.

 MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE SAN FRANCISCO JAVIER

   I. El amor de Dios, que San Francisco Javier había bebido en los Ejercicios espirituales de San Ignacio, de tal modo abrasaba su corazón, que su único deseo era trabajar en la extensión de su gloria. Amor divino, abierto está mi corazón, consumido con los ardores que abrasan el alma del gran Javier. En cuanto a vosotros, placeres de la tierra, desde ahora os dejo; hasta aquí me he consagrado al mundo, a sus vanos honores y a sus placeres falaces. Muy justo es amar sobre todas las cosas a Aquél en quien puedo encontrar el cumplimiento de mis deseos. (San Euquerio)

   II. El amor al prójimo le hizo emprender largos y penosos viajes para la conversión de las almas. Este amor lo condujo a los hospitales donde, para vencerse a sí mismo y aliviar a los enfermos, llevó el heroísmo hasta succionar el pus de sus úlceras. ¿Estoy yo animado del mismo celo y del mismo amor por el prójimo? ¿Qué hago para aliviar sus necesidades temporales y espirituales?

   III. El amor a los sufrimientos le hizo desear quedar prisionero en China por el resto de sus días y padecer allí el martirio. Se privó de todos los placeres aun más inocentes, y ejerció en su cuerpo muy grandes austeridades, en expiación de sus pecados y de los del prójimo. ¡Qué cobarde que soy yo! en los sufrimientos digo siempre: ¡Basta! y San Francisco Javier exclamaba: "¡Todavía más, Señor, más todavía!" Dios mío, no tengáis en cuenta mi repugnancia; aumentad mis sufrimientos, pero aumentad al mismo tiempo mi paciencia y mi amor.

El celo por las almas
Orad por la Compañía de Jesús.


ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis querido unir a vuestra Iglesia los pueblos de la India mediante la predicaci6n y los milagros del bienaventurado Francisco, concedednos, en vuestra misericordia, que imitemos las virtudes de aquél de quien hoy honramos los gloriosos méritos. Por J. C. N. S. Amén.