Este es un sitio para católicos tradicionales, con contenidos de teología, meditaciones, santoral y algunas noticias de actualidad.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

ESCRITOS DE... P.BASILIO MÉRAMO: LA SALETTE Y FATIMA PROFECIAS APOCALIPTICAS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS II

(Continuación Primera parte, ver aquí)



Grandes Apostasías 

La Salette nos previene de la Apostasía de Roma, pues no significa otra cosa el decir que: «Roma perderá la 
fe y será la sede del Anticristo». Esta es la triste realidad pero es la verdad. 

Toda la historia del hombre, desde la creación, con el pecado de Adán, es una continua y desgraciada 
Apostasía, que muestra la miseria humana y la infidelidad de amor a su Dios. 

Podemos remontarnos a la Apostasía de los ángeles, que fué definitiva y sin posibilidad de redención, dada 
su naturaleza angélica (espíritus puros) donde no cabe ni la ignorancia, ni el error de parte de la inteligencia, 
y donde el querer de la voluntad es para siempre fijo en la elección que ha hecho con plena libertad. El ángel 
una vez que elige el objeto de su amor, no puede ya cambiar, su libertad queda fija en aquello que eligió con 
todas las consecuencias.  

Este es el drama de la irredención angelical, dada la excelencia y superioridad de su naturaleza. El hombre en 
cambio, por ser más débil, sujeto a una luz inferior (grado de inteligencia) puede mientras vive cambiar su 
elección, no fijándose de una vez por siempre en aquello que hizo el objeto de su amor. El hombre es así 
susceptible de Redención y de Misericordia, por la misma condición de inferioridad de su naturaleza con 
relación a los ángeles. Gracias a esta miseria pudo decir con razón San Agustín «Oh feliz culpa», cosa que un 
ángel jamás podría decir. 

Con la creación del primer hombre Dios hace su primera revelación al hombre (Revelación Primitiva). Adán 
peca y toda su descendencia cae en la mancha del  pecado original. Con la infidelidad de los pueblos 
primitivos a la Revelación Primitiva, surge el Paganismo, primera y gran apostasía. 

Dios escoge un pueblo para volverlo suyo como testimonio y testigo de Sí. Se produce la segunda revelación 
hecha a Moisés. Pero la infidelidad del pueblo judío en su tenacidad y dureza de corazón rechazó la Ley, y 
como consecuencia de su apostasía a esta segunda Revelación, hecha a los hombres, surge el judaísmo. 
Dios hace su tercera y última Revelación, a través de su verbo Encarnado, Revelación de la Gracia, del 
Amor, su Evangelio, y comienzan una serie de contínuas apostasías dentro de la misma Iglesia fundada por 
Cristo Nuestro Señor. 

Tenemos, así, la triste historia de las herejías y  cismas dentro de los fieles. Vemos caer uno por uno los 
distintos Patriarcados que constituían la Iglesia por todo el mundo. Todos los Patriarcados de Oriente fueron 
cayendo uno tras otro en la herejía y el cisma. 

Prueba de ello nos la da el Padre Nicolás Liesel en su estudio sobre «Las Liturgias de la Iglesia Oriental,» 
Ed. Espasa- Calpe, Madrid, 1959: «Cuando en el siglo V se declaró la herejía monofisista (=en Cristo una 
sola naturaleza), cayeron en ella los dos patriarcados de Antioquía y Alejandría, tanto que desde entonces 
quedaron sólo restos lamentables. El monofisismo  había triunfado en estos  países, con excepción del 
patriarcado de Jerusalén, fundándose así la Iglesia jacobita Siria y la  copta en Egipto. Los cristianos, que 
permanecieron fieles a la fe tradicional, recibieron de los monofisistas el despectivo apodo de ‘melquitas’ o 
sea, ‘cesareos’, porque, en calidad  de griegos y grecófilos, se mantuvieron junto al emperador (en sirio = 
malka). (...) En el Líbano se separaron los maronitas. Y para colmo de males, los melquitas, fieles a Bizancio, 
fueron arrastrados en el siglo XI al cisma de la Iglesia griega. Así subsisten hoy tres patriarcados cismáticos: 
Alejandría, Antioquía y Jerusalén, que se llaman no ‘Melquitas’ según el antiguo nombre, sino ‘ortodoxos’, 
esto es, los ‘auténticos creyentes’, como antiguamente se llamaban las Iglesias Católicas del Oriente desde el 
siglo XI para contradistinguirse de las Iglesias caídas  en el monofisismo.(...) La actividad unionista de los 
católicos entre los melquitas empezó en el siglo XVII. Sobre todo en Alepo y Damasco tornaron muchos a la 
unidad católica. También en Egipto se formaron comunidades católicas entre melquitas emigrados de Siria. 
En el año 1701 se hicieron católicos dos obispos en secreto. Los católicos melquitas de Damasco eligieron en 1724 como patriarca, con el nombre de Cirilo VI, al obispo Serafín Tomas (...) El patriarca melquita católico tiene su sede en Damasco y ostenta el título de  ‘patriarca de Antioquía, Alejandría, Jerusalén y todo 
Oriente’». (Cap. La Liturgia Melquita). 

Se ve entonces como el oriente católico cayó en la herejía y el cisma con sus Patriarcados, si bien siempre 
hubo una minoría perseguida y oprimida que permaneció fiel a la Iglesia, y últimamente volvieron algunos 
del error como los melquitas católicos, quedando los ortodoxos aún en su error. 

Solo quedó en pie Occidente, Roma, aunque flagelados  por las herejías y el cisma, pero Roma, y todo el 
Patriarcado Occidental que del Papa depende, se mantuvo firme en la fe. Pero tenía que caer, por un misterio 
de verdadera iniquidad. Esto es lo que La Salette nos viene a señalar, junto con Fátima. 
La Apostasía de Roma, que de pagana paso a cristiana por la fe, volverá a su antigua condición por la pérdida de la fe convirtiéndose en la Sede  del Anticristo; ésta es la esencia de la profecía de La Salette. Por esto «Roma pagana desaparecerá» tal como dice Nuestra Señora de La Salette. San Roberto Belarmino viene a confirmar lo mismo: «Varios autores entre ellos San Roberto Belarmino, -dice Straubinger en su comentario- creen que en los últimos tiempos Roma volverá a desempeñar el mismo papel que en los tiempos de los emperadores» (Nota 1, Ap. 17,1).


SANTORAL 21 DE SEPTIEMBRE





21 de septiembre

SAN MATEO,
   Apóstol Evangelista

Jesús vio a un hombre sentado en el banco de los
impuestos, llamado Mateo, y le dijo: Sígueme; y él,
levantándose, lo siguió.
(Mateo, 9, 9).

   San Mateo, "Leví, el publicano", dejó, al llamarlo Jesucristo, sus bienes reunidos percibiendo impuestos. Después de la Ascensión, escribió primero su Evangelio a pedido de los hebreos convertidos, fuese después a predicar a Egipto y de allí pasó a Etiopía, donde resucitó a la hija del rey. La hija mayor del rey, Ifigenia, oyó del Apóstol el elogio de la virginidad y se obligó con voto de perpetua castidad ella y otras doscientas jóvenes. Hirtaco, usurpador del reino, quiso casarse con ella, pero San Mateo la animó a perseverar en su voto. El bárbaro rey envió soldados que masacraron al santo Apóstol al pie del altar.

MEDITACIÓN
SOBRE SAN MATEO

   I. Nuestro Señor, viendo a San Mateo sentado en el banco de los impuestos, lo llamó para hacerlo su discípulo. De inmediato se levantó San Mateo y lo siguió. Jesucristo pasa, nos mira y nos llama: rindámonos a la invitación de la gracia, cuando Jesús se haya alejado, quien sabe si aun lo podamos encontrar... Levantémonos prontamente, renunciemos al pecado con una voluntad firme de no volver a caer en él. Desde tanto tiempo nos llama Jesucristo, y siempre estamos en el mismo estado, siempre tibios en su servicio, siempre apegados a nuestros placeres.

   II. San Mateo es uno de los cuatro Evangelistas; mas no se contentó con escribir el admirable Evangelio que tenemos en nuestras manos, quiso predicar a los etíopes lo que había escrito. Tú no puedes escribir ni anunciar el Evangelio como hizo él, pero puedes y debes obedecer al Evangelio tanto como él. Tienes fe: que tus actos estén de acuerdo
con tu creencia. Hay que acordar nuestra vida con el Evangelio. (San Crisólogo)

   III. San Mateo fue mártir, se puede decir, de la hermosa virtud de la castidad. Tu vida debe ser un martirio continuo. Es preciso que te prives de tus placeres más dulces, que mueras incesantemente a ti mismo por la mortificación de tus sentidos, de tus pasiones y de tu voluntad propia. Esto es duro, lo confieso, pero el paraíso bien merece la pena de que se sufra algo. Es duro, sí, pero mucho más duro será para los réprobos oír esta sentencia: ¡Id, malditos, al fuego eterno!

La fidelidad a la vocación
Orad por la propagación de la fe.

ORACIÓN

    Asistidnos, Señor, por los méritos de San Mateo, vuestro Apóstol y Evangelista, a fin de que su intercesión nos procure los dones que no podemos obtener por nosotros mismos. Por J. C. N. S. Amén.