3 de junio de 1934 - Domingo
A su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Oviedo (1)
Queridísimo tío Polín: Esperaba tu carta, pues sabía serías el primero en escribirme... Que Dios te pague el consuelo que recibí con ella. Ahora me dispongo, a mi vez a darte las noticias que me pides... No lo he hecho antes por imposibilidad material, pues veo muy mal y me canso mucho. Tengo que usar para todo las gafas de papá que son de vista cansada... Dice el médico que se me pasará en cuanto esté más fuerte. (2)
Lo que me pasa es muy sencillo, y es, en resumidas cuentas, que Dios me quiere mucho... Yo en la Trapa era feliz, me consideraba el más dichoso de los mortales, había conseguido desprenderme de las criaturas y no ambicionaba más que a Dios... Pero me quedaba una cosa: el amor a la Trapa, y Jesús, que es muy egoísta del cariño de sus hijos, también ha querido que me desprendiese de mi amado monasterio, aunque no fuese más que temporalmente.
Dura, muy dura, es la prueba que estoy pasando, pero ni tiemblo, ni me asusto, ni desconfío de Dios. Cada vez veo su mano en todo lo que me ocurre y me acontece, y te aseguro que es muy dulce abandonarse en manos de tan buen Padre. Cuántas cosas te diría si estuviera contigo. Hablas de mis penas, y yo te digo, feliz el que sufre por Cristo y desgraciado el que en la tierra ve cumplidos sus deseos.
La enhorabuena que tú me das me la dio con lágrimas en los ojos mi confesor allá en la Trapa (3). Si tú supieras lo que es aquello, tío Polín... He dejado algunos cariños tan profundos... Si vieses cómo nos queremos los trapenses en silencio... Nadie sabe lo que es llorar por un hermano que se va, a quien en cuatro meses, como a mí, no se le ha dirigido la palabra.
Bueno, cuando nos veamos hablaremos largo y tendido, no sabría expresarte por carta mis sentimientos; lo único que haré será explicarte detalladamente mi enfermedad.
En los cuatro meses de noviciado, ni un mal dolor de cabeza; una salud estupenda y encantado de la vida... Comienzan los trabajos de la «escarda». Los primeros días en el campo muy bien, alabando a Dios en medio de los trigos; un día me siento muy cansado; al día siguiente más; a otro ya no resisto y, mientras mis hermanos trabajan, yo me siento..., estoy agotado; hace dos o tres días que tengo una eliminación de orina tremenda, habiendo noches de levantarme seis veces... El Padre Maestro no me deja ir al campo; me quedo en casa lavando lechugas; al día siguiente después de Maitines de la Virgen, a las tres de la mañana no puedo estar más tiempo en el coro y subo a acostarme. Al día siguiente sube el reverendo Padre al noviciado y me manda unos días a la enfermería.
El Padre enfermero me analiza la orina y se queda asustado. Llega el médico y dice que tengo que ponerme en tratamiento inmediatamente y es imposible en el monasterio. Al día siguiente llega papá con el coche. A Oviedo llegué a la cuatro de la tarde, y a las seis me ponían la primera inyección de "insulina", única cosa que dicen que lo cura.
Tengo mucha azúcar y tuve acetona; estoy a un plan de alimentación en que se me pesa todo lo que como por gramos; tengo un hambre terrible y una debilidad tal, que el leer me marea, el andar me cansa, apenas veo... Toda ha sido cuestión de seis o siete días, pero ha habido días que he adelgazado dos kilos.
Me hacen dos análisis diarios, y me ponen tres inyecciones también diarias... Una verdadera «juerga médica"; no tengo ningún dolor ni ninguna molestia; me estoy todo el día sentado sin hacer nada.
Me he traído el hábito, pero no me lo pongo.
Esta enfermedad es muy larga y no sé cuándo podré volver a mi monasterio, y no sé cuándo será, pero Dios me dice que yo moriré trapense; ahora lo único que tengo que hacer es ponerme en sus manos y te aseguro que lo estoy; más no puedo hacer, pues además sé que la Santísima Virgen no me abandona.
No te puedes figurar lo que siento lo de Pilar, pero no hay que preocuparse, Dios da la salud y Dios la quita... y Él sabe lo que hace. Yo he estado a punto de subirme al cielo (perdóname la presunción), pues el peligro ha sido cuestión de horas, y, sin embargo, Dios me ha dicho:
Espera..., y yo espero todo el tiempo que Dios quiera.
Espero verte cuando vengas a Covadonga, y entonces allí, a los pies de la Virgen, hablaremos de Dios... Ni tus penas ni las mías merecen comentarios, ¿qué más da salud que enfermedad, y qué más da riqueza que pobreza, cuando se tiene a Dios?
¡Ah, tío Polín, qué grande es el Señor! y qué pequeños somos los hombres.
He cambiado mucho en estos cuatro meses, Dios me ha mimado mucho y me ha hecho ver algunas cosas que antes no veía.
Bueno, te dejo por hoy. Otro día te escribiré más detalles, y no te preocupes por mi salud, que no merece la pena.
Da un abrazo muy fuerte a tía María y a los primos, y tú recíbelo todo de tu sobrino y hermano en Jesús y María
Rafael
Si tienes algún rato, ponme dos líneas.
11 de junio de 1934 - lunes
Al Padre Marcelo León, Maestro de novicios, desde Oviedo
Reverendo Padre Marcelo León.
Respetable y querido Padre Maestro: Le ruego disculpe mi tardanza en escribirle dándole noticias de mi salud, pero a un enfermo se le puede perdonar esa pequeña falta.
Sigo mejorando, aunque muy lentamente, y ya voy recobrando las perdidas fuerzas... Estos últimos días, he podido ir a recibir al Señor, claro está, que no puedo ir a pie, a pesar de la corta distancia de la iglesia a mi casa, y esta tarde saldré por primera vez, a dar un paseo en coche.
Sigo un plan de alimentación muy severo, pesándome las cantidades escrupulosamente, para saber el número de "hidratos de carbono" que tolera mi organismo y relacionarlos con la cantidad de "insulina" que me tienen que poner... Me hacen dos análisis diarios de la orina y me dan tres inyecciones también diarias de "insulina". Le aseguro, Padre, que estoy pasando más hambre que en Cuaresma.
El médico dice que tendré que estar así todo el verano, pero que me curaré... Eso es lo que yo deseo para volver a mi monasterio, aunque ha de pasar tiempo hasta que yo pueda seguir normalmente el plan de alimentación de la Trapa... Mientras tanto, todo está en manos de Dios. El es quien puede resolver, y estoy en sus manos.
Mi estado de ánimo varía... Ha sido todo esto tan repentino, y tan rápido, que he estado unos días como atontado y sin saber lo que pasaba dentro de mi, y estaba como aturdido. El cambio de vida es tan radical, que no podía ser por menos... Creí que Dios me llevaba al cielo, pero parece ser que no es todavía la hora de mi liberación y que me quiere aquí en la tierra todavía un poco más de tiempo... Cúmplase su voluntad y no la mía.
Cuando me fui a la Trapa, a Él le entregué todo lo que yo tenía y todo lo que yo poseía: mi alma y mi cuerpo... Mi entrega fue absoluta y total, muy justo es, pues, que Dios ahora haga de milo que le parezca y lo que le plazca, sin que haya por mi parte ni una queja ni un movimiento de rebeldía.
Dios es mi dueño absoluto y yo soy su siervo, que obedece y calla... A veces me pregunto ¿qué querrá Dios de mí pero como dice David: "¿Quién es el hombre para conocer los designios de Dios?". Por tanto, lo mejor es cerrar los ojos, y dejarse llevar por Él, que Él sabe lo que nos conviene.
Yo era demasiado feliz en la Trapa; la prueba que me ha exigido es dura, pero con su auxilio saldré adelante y aquí, allí o donde sea, seguiré adelante sin retroceder. "He puesto la mano en el arado y no puedo mirar atrás".
Dios no solamente aceptó mi sacrificio, cuando dejé el mundo, sino que me ha pedido mayor sacrificio todavía, que ha sido volver a él... ¿Hasta cuándo?... Dios tiene la palabra. Él da la salud, y Él la quita... Los hombres nada podemos hacer más que confiar en su divina providencia sabiendo que lo que El hace, bien hecho está, aunque a primera vista a nosotros nos contraríe nuestros deseos, pero yo creo que la verdadera perfección es no tener más deseos que, "que se cumpla su voluntad en nosotros".
Dios en su infinita sabiduría, no pregunta al hombre lo que desea para otorgárselo inmediatamente, pues generalmente éste no sabe lo que le conviene para su salvación, sino que, obrando por encima de la razón y los designios de la criatura, la lleva, la trae y la prueba de mil maneras... y el hombre dice: "Señor, ¿por qué hacéis esto" , y Dios parece que dice: "Confía en mi, vosotros sois como niños, y para llegar el reino de mi Padre, no podéis ir solos, ni señalar el camino; yo os conduciré... Seguidme, aunque contraríe vuestros deseos... El reino de Dios sufre violencia.., y para llegar al término, no ha de ser por donde el hombre dispone, pues como niño que es a los ojos de Dios, apenas sabe andar... Confía en mi, dice Jesús, y yo te llevaré".
Querido Padre Maestro: Yo me dejo llevar por Jesús... Cuando era más feliz... Cuando veía claro mi porvenir de monje cisterciense, cuando ya no deseaba nada del mundo y mi único deseo era estar hasta morir con mis hermanos en religión..., dice Jesús: "Ahora una enfermedad y afuera"... Pues bien, "fiat", ¿qué más puedo hacer?
Por tanto, ya ve Padre, que estoy tranquilo, que las circunstancias por que atravieso no dependen de mi y que, por tanto, como ha sido Dios el que me ha sacado, del noviciado, si El quiere, Él me volverá a llevar.
Cuántas cosas le diría para los Padres, y los novicios, y oblatos... Mi silencio creo yo que será más elocuente que todo lo que yo por carta pueda decir... He dejado en la Trapa tanto cariño sincero que eso no se olvida nunca. No le doy recuerdos en particular para nadie, porque tendría que ir nombrando a toda la comunidad; aunque corporalmente estoy aquí, espiritualmente estoy muy a menudo en el coro.
Me levanto tarde, me acuesto tarde, estoy todo el día en casa sin hacer nada, pues el leer me cansa bastante la vista y no puedo, y no tengo fuerzas para nada... Recorro todas las butacas de la casa para no estar siempre en la misma y para no ocultarle nada, le diré que he vuelto a fumar.
El hábito no me lo pongo para no llamar la atención, y lo tengo cuidadosamente guardado; para mi fue un consuelo el traérmelo.