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domingo, 4 de diciembre de 2011

DELICIA PARA CHICOS Y GRANDES: POLLO AL LIMÓN






Receta de pollo al limón
Ingredientes:

2 pechugas de pollo (alrededor de 700g)
Pan rallado
2 huevos
50 g (6 cucharadas) de maicena
4 limones
50 g (1/4 de taza) de azúcar granulada
10g (1 cucharada) de maicena

Preparación paso a paso de pollo al limón

Para cada pechuga de pollo, utiliza el martillo para golpear ligeramente las pechugas para que se aplasten.




Recortar la grasa. Cortar cada pechuga en aproximadamente 4 piezas. Dejarlas a un lado. Espolvorear con una pizca de sal sobre las pechugas de pollo (utilizar una cucharadita de sal para las dos pechugas de pollo). Si lo deseas, puedes espolvorear un poco de pimienta molida fresca en la pechuga de pollo también.



En un tazón pequeño, batir los huevos ligeramente. En una sartén, calienta aceite a fuego medio. Pasar cada pechuga por maicena o harina de maíz (usar la cantidad de 50g), eliminando el exceso. Sumergir luego las pechugas en huevo y después, cubrir completamente por ambas caras con pan rallado. Freír cada pieza durante 3 minutos por cada cara y al sacarlas hacerlo sobre papel de cocina para absorber el exceso de aceite.




Exprimir los limones reservando previamente 2 rebanadas finas para adornar. Añadir agua suficiente para hacer 360 gramos (1-1/2 tazas). En una cacerola pequeña a fuego medio, agregar el zumo de limón diluido y el azúcar, revolviendo para disolver. Se deja hervir y reducir a la mitad de la cantidad, unos 10 minutos. Mientras tanto, mezclar la harina de maíz o maicena (10g) y 1 cucharada de agua en un tazón pequeño hasta que se disuelva. Añadir la mezcla de harina de maíz en la reducción de la limonada y revolver. Se deja hervir hasta que alcance la consistencia deseada, unos 2 minutos.

Colocar el pollo en un plato (cortado en trozos pequeños, si lo deseas), y echar la salsa por encima. Adornar con las rodajas de limón y servir inmediatamente con  ensalada de arroz.



Ensalada de Arroz



Ingredientes para hacer Ensalada de Arroz para 2 personas:

150 gramos de arroz 
100 gramos de lechuga
50 gramos de cebolla
1 zanahoria grande
1 tomate
2 cucharadas grandes de maíz dulce
2 lonchas gruesas de queso semi curado
1 lata de atún
12 aceitunas
vinagre de estragón (si no tienes usa vinagre de vino rojo o blanco)
orégano
sal
aceite de oliva (un chorrito)
agua para hervir el arroz

Receta para para hacer Ensalada de Arroz para 2 personas:

Pon en una olla agua a calentar y cuando esté hirviendo echa el arroz y media cuchara de postre con sal. Mira en el paquete cuanto tiempo tarda la cocción, el arroz basmati estará en unos 20 minutos de todas formas estate atento y no lo dejes demasiado tierno.
Mientra se cuece el arroz pelamos la zanahoria y el tomate. Corta la zanahoria a taquitos y haz lo mismo con el tomate, la cebolla y el queso.

Lava la lechuga, escúrrela bien y córtala en juliana (en tiras finas no demasiado largas). Pica la mitad de las aceitunas.

Escurre el atún y ponlo en una fuente junto con todas las verduras (incluido el maíz), el queso y las aceitunas.
Cuando esté cocido el arroz, escúrrelo y enjuaga bajo el grifo con abundante agua. Vuelve a escurrir bien y échale un chorrito de aceite de oliva. Mezcla bien, así evitarás que se pegue y después añádelo a la fuente con los demás ingredientes de la ensalada.

Echa un buen chorro de vinagre de estragón y una pizca de orégano. Mezcla todo bien y si quieres puedes tomarla ya, pero lo suyo es que la sirvas algo fría, así que lo mejor será que metas la ensalada de arroz en el frigorífico una hora para que se mezclen bien los sabores.

Nota de blog: en ésta receta se puede excluir al atún, ya que se va a acompañar al pollo al  limón. Pero la misma receta sirve para una comida liviana para el verano. Espero que les guste.

P. GARRIGOU-LAGRANGE: LA PROVIDENCIA Y LA CONFIANZA EN DIOS: GOBIERNO DE LA PROVIDENCIA – 5º PARTE

P. GARRIGOU-LAGRANGE: LA PROVIDENCIA Y LA CONFIANZA EN DIOS: GOBIERNO DE LA PROVIDENCIA – 5º PARTE

LA PROVIDENCIA Y LA CONFIANZA EN DIOS

R. P. Réginald Garrigou-Lagrange, O. P.

Visto en: Radio Cristiandad

EL ABANDONO EN LA PROVIDENCIA DIVINA

CAPÍTULO V

GOBIERNO DE LA PROVIDENCIA

CON LOS QUE SE ENTREGAN EN SUS MANOS



“Justum deduxit Dominus per vias rectas et ostendit illi regnum Dei”.

El Señor guía al justo por caminos derechos y le muestra el reino de Dios.

La fidelidad en nuestros deberes cotidianos por medio de la docilidad a la gracia que se nos dispensa cada momento no tarda en ser recompensada mediante una asistencia especial de la divina Providencia a los que se abandonan fielmente a ella.

Puede decirse que esta asistencia providencial se manifiesta especialmente de tres maneras, sobre las cuales conviene insistir: guiando estas almas en sus oscuridades, defendiéndolas contra los enemigos del bien y vivificándolas cada vez más interiormente.

*****

De cómo guía Dios las almas que en Él se abandonan

Ilumínalas con sus dones de sabiduría, de entendimiento, de ciencia y de consejo, que junto con la gracia santificante y la caridad se nos infunden en el Bautismo, y en mayor grado en la Confirmación.

Estos dones, junto con los de piedad, de fortaleza y de temor filial están en las almas imperfectas como encadenados por las inclinaciones más o menos viciosas, que las hacen vivir como en la superficie de ellas mismas y les impiden estar atentas a las inspiraciones del Maestro interior.

Suelen, compararse estos dones a las velas que hacen la nave dócil al soplo del viento favorable; pero en las almas imperfectas son como velas recogidas, que, por decirlo así, no reciben el impulso del viento. Por el contrario, cuando un alma, tratando con todas veras de cumplir los deberes cotidianos y de remar debidamente, se abandona en el Señor, recibe de Él inspiraciones primero latentes y confusas, pero que, bien acogidas, se hacen cada vez más apremiantes y luminosas.

Entonces queda el alma en paz, por lo menos en la parte superior de ella, a pesar de los sucesos agradables o penosos, de las desigualdades de humor, de las sequedades espirituales, de los lazos del demonio o de los hombres, de los recelos o envidias de sus semejantes; porque está íntimamente persuadida de que Dios la guía, y abandonándose a Él, a nada aspira sino a cumplir la divina voluntad. De esta manera le ve en todas las cosas y de todo se sirve para unirse a Él; hasta el pecado le recuerda, por contraste, la grandeza infinita de Dios.

Entonces se cumplen con más perfección aquellas palabras de San Juan en su Primera Carta: “Mantened en vosotros la unción que de Él recibisteis. Con eso no habéis menester que nadie os enseñe, sino que conforme a lo que la unción del Señor os enseña en todas las cosas, así es verdad, y no mentira.” (I loann. 2, 27).

Entonces el alma tiene menos necesidad de razonamientos, de métodos para orar, meditar y obrar; su modo de pensar y de querer se ha simplificado; observa mejor la acción de Dios en ella, que se manifiesta menos por la idea que por el instinto o la fuerza misma de las circunstancias, que no consienten obrar de otra suerte. Le impresiona el profundo sentido de ciertas palabras del Evangelio que antes le pasaban inadvertidas. El Señor le concede el conocimiento de las Escrituras, cono lo hizo con los discípulos de Emmaús. Los sermones más sencillos la iluminan y le descubren verdaderos tesoros; porque también de ahí se sirve Dios para esclarecerla, como un gran artista con vulgarísimo instrumento, con un triste lápiz, hace una obra maestra, una imagen admirable de Cristo o de María.

En este gobierno de las almas que se abandonan en manos de Dios hay sin duda grandes oscuridades, cosas desconcertantes e impenetrables. Pero el Señor las torna en bien espiritual; y ellas verán algún día que para los Ángeles fue motivo de alegría lo que a veces tan profundamente las angustiaba.

Y todavía es más; porque por medio de estas oscuridades ilumina Dios las almas en el momento en que parecía cegarlas. En efecto, en cuanto se borran las cosas sensibles que nos tenían cautivos y fascinados, comienzan a brillar en todo su esplendor las cosas espirituales.

Sucede a veces que un rey destronado, como Luis XVI, comprende mejor que nunca la grandeza del Evangelio y de muchas gracias que antes recibía. Hasta entonces casi no se daba cuenta de ello, porque el brillo de las cosas exteriores de su reino le tenía demasiado distraído. En tanto que ahora se le manifiesta el reino de los cielos.

Es una gran ley del mundo espiritual, que la oscuridad superior de las cosas divinas nos alumbra más en cierto sentido que la evidencia de las cosas terrenas.



SANTORAL 4 DE DICIEMBRE


4 de diciembre


SAN PEDRO CRISÓLOGO,
Obispo y Doctor



Nosotros somos coadjutores de Dios; 
vosotros sois el campo que Dios cultiva; 
el edificio de Dios.
(1 Corintios, 3, 9).

   San Pedro, apodado Crisólogo (de palabra de oro), nacido en Imola y arzobispo de Ravena, en aquel entonces residencia imperial, cultivó con valor infatigable la porción de la herencia del Señor que el soberano pontífice Sixto III, por orden del Apóstol San Pedro, que se le apareció, había confiado a su celo. Trató de extirpar en ella los vicios, los abusos y los restos de idolatría, y de hacer florecer la fe y las virtudes cristianas. Predicó con tanto ardor que muchas veces llegó hasta perder la voz. Él fue quien, hablando contra los desórdenes de las fiestas populares, pronunció esta frase que se ha hecho célebre: El que se divierte con Satanás no podrá gozarse con Cristo. Murió hacia el año 450.

MEDITACIÓN - EL CRISTIANO SE PARECE
A UN CAMPO, A UNA VIÑA, A UN EDIFICIO

  I. Somos un campo que Jesucristo ha cultivado, que ha regado con sus sudores, con sus lágrimas y con su sangre, y que el Espíritu Santo, con sus inspiraciones y el rocío celestial de la gracia, trata de hacerlo fértil. ¿Cómo respondemos nosotros a tantos cuidados? ¿qué frutos producimos? Dios espera que demos las rosas de la caridad, y el lirio de la pureza; ¡Y nuestra alma, como una tierra ingrata, sólo produce espinas para coronar a Jesucristo!

   II. Nuestro Salvador compara a los justos con una viña. Almas justas, vosotras sois la viña del Señor; si se os hace llorar Y gemir, señal es de que Jesucristo os destina a dar buenos frutos. En cuanto a vosotros, perversos, árboles infructuosos, crecéis a vuestro antojo Y sin sufrir nunca; mas, tiempo llegará en que seréis cortados Y arrojados al fuego; la funesta prosperidad en la cual vivís, es el triste presagio de los males que os asaltarán al salir de esta vida. ¿Cuál es, entre los sabios, aquél a quien no cambia la prosperidad? ¿Cuál, cuyos vicios no se agrandan con la prosperidad? (Salviano).

   III. Cada uno de nosotros debe construir un edificio espiritual con sus buenas acciones. La base de este edificio, es la fe; la esperanza, su sostén, Y la caridad, el coronamiento: porque la caridad es el coronamiento de toda virtud. ¡Ah! ¡levantamos soberbios palacios en el mundo, como si para siempre debiéramos permanecer en él, Y descuidamos nuestro edificio espiritual! ¡No estamos seguros del mañana, y edificamos como si debiésemos vivir eternamente! (San Jerónimo).

La vigilancia
Orad por los predicadores.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis designado milagrosamente al ilustre pontífice Pedro Crisólogo para gobernar e instruir a vuestra Iglesia, haced, os lo rogamos, que después de haberlo tenido aquí en la tierra como doctor y guía, merezcamos tenerlo como intercesor en el cielo. Por J. C. N. S.  Amén.

SERMÓN PARA LA DOMÍNICA SEGUNDA DE PENTECOSTÉS

SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO



Y habiendo oído Juan en la cárcel las obras de Cristo, envió a dos de sus discípulos, y le dijo: ¿Eres Tú el que has de venir o esperamos a otro? Y respondiendo Jesús, les dijo: Id y anunciad a Juan lo que habéis oído y lo que habéis visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados, y bienaventurado el que no fuere escandalizado en Mí.

Después que se marcharon ellos, comenzó Jesús a hablar a las turbas acerca de Juan. ¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿A una caña agitada por el viento? ¿A un hombre vestido de ropas delicadas? Mirad, los que visten ropas delicadas están en las casas de los reyes; pero ¿qué fuisteis a ver? ¿A un Profeta? Aun os digo y más que a un Profeta, porque éste es de quien está escrito: Mira: Yo envío a un ángel mío ante tu rostro, y éste preparará tu camino delante de ti.

Debemos preguntarnos, ¿por qué San Juan Bautista, Profeta y más que Profeta, que había señalado al Señor cuando venía al bautismo, diciendo: He aquí el Cordero de Dios, he aquí el que quita los pecados del mundo, envía desde la cárcel a sus discípulos a preguntar: ¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?, como si no supiera quién era al que había él mismo designado y como si no conociese a quien había él mismo proclamado en las profecías, en el bautismo y en la presentación que él mismo hizo.

Algunos piensan que Juan no creyó que había de morir Aquel cuya venida tenía anunciada.

Pero no era esto posible, porque no ignoraba el Bautista esta circunstancia que él mismo había profetizado, cuando dijo He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pues llamándole Cordero publica su muerte, porque había de quitar el pecado mediante su Cruz.

Afirma San Juan desde las orillas del Jordán que Jesús es el Redentor del mundo, y luego, desde la cárcel, manda preguntar si Él mismo vendrá, no porque tuviera dudas de que fuera el Redentor del mundo, sino que envía a sus discípulos a Cristo con el objeto de que, teniendo ocasión de ver los milagros y las virtudes del Mesías, creyesen en Él y aprendiesen por las preguntas que le hiciesen.

Mientras Juan estuvo con los suyos, les hablaba continuamente de todo lo relativo al Cristo, esto es, les recomendaba la fe en Jesucristo; y cuando estuvo próximo a la muerte, aumentaba su celo, porque no quería dejar a sus discípulos ni el más insignificante error y ni que estuvieran separados del Mesías, a quien procuró desde el principio llevar a los suyos.

Y si les hubiese dicho: marchaos a Él porque es mejor que yo, ciertamente no los hubiera convencido, porque hubieran creído que lo decía por un sentimiento propio de su humildad y de esta manera se hubiesen adherido más a él.

¿Qué hizo, pues? Espera oír de ellos mismos los milagros que hizo Jesús. No manda a todos, sino solamente a los dos que él creía eran los más a propósito para convencer a los demás, para evitar toda sospecha y para juzgar con los datos positivos la diferencia inmensa entre él y Jesús, a fin de que comprendiesen que no era distinto de Aquel a quien él les había predicado y para que la autoridad de sus palabras fuese revelada con las obras de Cristo, y para que no esperasen otro Cristo distinto de Aquel de quien dan testimonio sus propias obras.

Jesús, conociendo las intenciones de Juan no dijo: Yo soy, porque esto hubiera sido oponer una nueva dificultad a los que le oían; hubieran pensado lo que dijeron los judíos: Tú das testimonio de Ti mismo por Ti mismo.

Por esa razón los instruye con los milagros y con una doctrina incontestable y muy clara, porque el testimonio de las realidades tiene más fuerza que el de las palabras.

Jesucristo es, pues, el que había de venir… y no debemos esperamos a otro…

Vino; cumplió con su misión; regresó al Padre; y desde allí ha de volver para juzgar a los vivos y a los muertos…

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