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viernes, 4 de noviembre de 2011

¿ECUMENISMO? UN NUEVO MÁRTIR...

MUSULMANES MATAN A CRISTIANO POR LLEVAR UNA CRUZ






MALAWI, 04 Nov.   (ACI/EWTN Noticias)

La organización Coptos sin Fronteras informó del asesinato de un estudiante cristiano por parte de musulmanes en Egipto quienes no toleraron que el joven de 17 años portara un crucifijo en clase.

A mediados de octubre, indica la agencia AICA con información de la agencia AINA, varios medios egipcios dieron a conocer los enfrentamientos entre cristianos y musulmanes en la ciudad de Malawi. Los reportes indicaban que la disputa no era religiosa.

Sin embargo, el activista Mark Ebeid aseguraba que "queríamos creernos la versión oficial porque la versión copta era una catástrofe, ya que llevaría a la persecución de los cristianos en las escuelas". Y es que en una entrevista los padres del estudiante de 17 años afirman que su hijo fue asesinado "porque se negó a quitarse el crucifijo".

Al parecer el joven tenía una cruz tatuada en su muñeca, tal y como prevalece en la tradición copta, y además llevaba un crucifijo bajo su ropa.

Los padres confirmaron la versión de varios alumnos que vieron en directo el asesinato. Ayman Nabil Labib estaba en clase cuando el profesor le exigió que cubriera la cruz tatuada en su muñeca. Pero el estudiante cristiano se negó e incluso mostró el crucifijo que llevaba bajo su camisa.

Fue en ese momento cuando el mismo maestro se lanzó sobre él con la ayuda de otros estudiantes propinándole una brutal paliza en el aula y más tarde en los baños en los que el joven cristiano había intentado refugiarse de sus agresores musulmanes.

Tras ser llevado al hospital falleció sin que los médicos pudieran hacer nada por su vida.

El padre de Ayman aseguró en la entrevista que "el profesor árabe incitó a los estudiantes a atacar a mi hijo" y responsabilizó también al director del centro, que en todo momento se desentendió de los incidentes.

Mientras tanto, los medios evitaron informar sobre la posibilidad de que hubiese sido un brutal crimen con motivos religiosos.

Ser copto en Egipto

AICA señala que "decir copto en Egipto es sinónimo de discriminación. Así se sienten los millones de cristianos coptos que viven en este país y que son el diez por ciento de la población. Y todo ello pese a que representan la esencia del país porque ya existían antes de la llegada del Islam".

Estos cristianos, herederos del apostolado del evangelista San Marcos, "ven día tras día cómo, salvo en contadas excepciones, su representación en el Gobierno es bastante escasa y son marginados a la hora de conseguir puestos en la Justicia, las universidades o la policía".

Además, la legislación es totalmente restrictiva en la construcción de iglesias mientras que destaca la permisividad para poder edificar mezquitas.

Todo eso ha ido haciendo mella en los coptos, que además fueron víctimas de numerosos ataques de grupos musulmanes gracias a la permisividad de las autoridades y del Ejército. Asesinatos, palizas y quemas de iglesias fueron aumentando a lo largo de los últimos años haciendo crecer un problema que se remonta a la invasión musulmana.

PASTAS FRESCAS




Para hacer más frescos nuestros platos de pastas, nada mejor que combinarlos con verduras.

Pasta italianísima

Ingredientes

• 460 g de fideos corbatitas
• 4 cucharadas de aceite de oliva
• 460 g de tomates cherry
• 90 g de rúcula
• Sal y pimienta negra
• Queso de cabra para adornar

Preparación
En una olla poner a hervir agua con sal, añadir una cucharada de aceite de oliva y las corbatitas, dejarlas cocer hasta que estén al dente. Luego escurrir bien y dejarlas en la misma olla.

Corta los tomates por la mitad y recorta los tallos de la rúcula. Calienta el resto del aceite en una olla grande y saltea los tomates un minuto. Añade las corbatitas y la rúcula y remueve suavemente. Calienta bien y sazona con sal y pimienta negra. Adorna con virutas de queso de cabra y sirve inmediatamente.

MILAGROS EUCARÍSTICOS

UN NIÑO MÁRTIR
Año 257, Roma




La  Iglesia Católica experimentó en su misma cuna tan terribles persecuciones de parte de sus enemigos, que la habrían extirpado sobre la haz de la tierra si la sangre de innumerables mártires cristianos que regó las calles, plazas y anfiteatro romano, no fuera semilla fecunda que acrecentara de día en día el número de los creyentes.

La fortaleza de ánimo mostrada por estos valerosos atletas de la fe en las sangrientas pruebas a que se les sujetaba, se debía al fervor con que todos los días procuraban recibir el Pan de los fuertes, y cuando cargados de cadenas se hallaban como sepultados en los más hediondos y obscuros calabozos, no tenían otro consuelo y alivio fuera  del que se les deparaba al gozar las dulzuras de la Sagrada Eucaristía; más el procurarles esta dicha era empresa ardua y peligrosa, especialmente para los sacerdotes a quienes se buscaba con odio infernal por los encarnizados enemigos del Cristianismo.

En el año 257 algunos cristianos encerrados en la cárcel Mamertina de Roma habían de padecer el martirio, y deseaban antes participar del augusto Sacramento, pero la vigilancia de los guardias y lictores se extremaba de tal suerte, que era poco menos que imposible socorrerles con este auxilio divino.

Sin embargo, en las Catacumbas el Pan consagrado estaba ya sobre el Ara santa, y el sacerdote volviéndose hacia el numeroso concurso de fieles, buscaba con su mirada en quien confiar empresa tan difícil como de Gloria de Dios, cuando he ahí que Tarsicio, niño de apenas  diez años, se adelanta, dobla sus rodillas ante las gradas del altar y extiende sus brazos en ademán de recibir la Prenda divina.

Allí estaba…bello como un ángel, sin abrir sus labios, fijos los ojos en el ministro de Dios como si dijera: “Aquí me tenéis, Padre, confiadme misión tan arriesgada, confiádmela…por favor…”

“Hijo mío, le dice el sacerdote hondamente conmovido, eres demasiado niño.” Más él no se mueve; antes persevera de rodillas aguardando la gracia suspirada. Insiste el ministro del Señor: “¿No ves  que eres tan niño? ¿Y quieres tú que te confíe el Tesoro de los Cielos? ¡Oh, si Padre mío. Antes bien, por verme tan pequeño nadie sospechara de mí y podré con seguridad llegarme a los mártires. ¡Por Dios, Padre, no me neguéis esta gracia!” Al decir esto se inflamaba su semblante y dulces lágrimas surcaban sus mejillas.

Renueva Tarcisio con tanto fervor sus instancias, que vencido por fin el sacerdote, no puede resistir más a sus ruegos. Tomando, pues, el Santísimo Sacramento, lo envuelve con suma reverencia en un blanco lienzo, lo introduce en una bolsa y lo entrega a Tarsicio, diciendo: “Hijo mío, no te olvides que fio en tus manos el Tesoro de los Cielos, evita, por tanto, los lugares públicos y demasiado tumultuosos, y advierte que las cosas más santas no han de entregarse a los perros, ni las preciosas margaritas a inmundos animales”.

Bañado de gozo celestial esconde Tarsicio el Sagrado Tesoro en su pecho, lo cubre con su túnica y cruzando sobre él los brazos, exclama: “Moriré mil muertes antes que dejármelo arrebatar”.

Parte al punto de las catacumbas con su amado Jesús.

Para llegar a la cárcel Mamertina le faltaba sólo atravesar una plaza, y pensaba cómo la cruzaría sin llamar la atención, cuando una turba de muchachos le divisó y acercándose a él: “Hola Tarsicio!_ dijeron_ ¿Tú por aquí? Ven a completar el número jugando con nosotros” Y cogiéndole uno de ellos por el brazo lo empujaba hacia el grupo. “No puedo complacerte, Petilio, gritaba el niño, no puedo porque voy corriendo a un encargo que urge mucho.”

Pretendía Tarsicio escaparse, pero viendo que le tenían fuertemente asido, rogóles con voz suplicante le soltasen, y no logrando quedar libre, sollozaba apretando más y más sus brazos al pecho.

En esto, dícele otro: “Quieras o no quieras, jugaras hoy con nosotros, mas antes veamos que llevas en el pecho que escondes con tanto afán”. Y al punto extendió la mano para arrebatarle el Sagrado Misterio. “¡Oh, no eso no! ¡Jamás!, exclamaba el niño, fijando los ojos en el cielo en demanda de auxilio.- Lo queremos ver, gritan todos a porfía, hemos de saber qué secreto es ese que ocultas.” Y lanzándose sobre él se asieron de sus brazos para separárselos. Tarcisio, empero, resiste enérgicamente y durante la lucha reunióse en torno gran  número de curiosos.

Entre los espectadores había un cruel enemigo de los cristianos, quien reconociendo a Tarsicio, vociferó con rabia diabólica: “ Ese niño es un cristiano que lleva los Misterios a los mártires!”. Al oír estas palabras, todos gritaron: “¡Queremos ver los Misterios!....”

Y luego granizaron sobre el pobre Tarsicio puñadas, golpes, piedras…más el no cedía a la violencia de tan rudos embates.  Copiosa sangre le sale de la boca, todos sus miembros tiene magullados, hasta que falto de fuerzas cae medio muerto en tierra conservando  apretado contra su pecho el Inestimable Tesoro.

Creíanse vencedores aquellos malsines, cuando se presenta casi de improvisto un cristiano militar de fuerzas hercúleas llamado Cuadrato, el cual emprendiendo a unos y a otros logra ahuyentarlos a todos quedándose solo con el invicto niño y arrodillándose profundamente emocionado junto a la inocente víctima, le habla de esta manera: “¿Qué es esto, Tarsicio?...¿ padeces mucho?... ¡Ten buen ánimo!...” Abriendo entonces el niño sus ojos agonizantes, sonrióse como un ángel y díjole con voz casi imperceptible: “¡Oh, Cuadrato!, aquí estoy, no, no me han podido arrebatar los Santos Misterios, en el pecho los llevo, salvadlos!”.

El oficial levanto en peso al pequeño mártir y lo tomó en sus brazos como quien  lleva  no sólo un mártir, sino al mismo Rey de los Mártires. El niño descansaba su cabeza sobre las robustas espaldas del militar y apretaba todavía en sus manos el Tesoro que se le había confiado. El camino de vuelta a las Catacumbas era largo, pero el guerrero apresuraba el paso y al poco tiempo llegó al pie del altar.

Todos los fieles allí congregados rodearon al moribundo héroe de la Eucaristía: el sacerdote no pudo contener las lágrimas al descubrir intacto en el seno de Tarsicio el depósito confiado, y mientras con dificultad separaba los rígidos brazos del santo niño, dirigióle éste una dulce mirada de satisfacción y expiró. La Iglesia recuerda su tránsito el día 15 de agosto.

Sus reliquias fueron enterradas en el cementerio de Calixto, y más tarde se trasladaron a París, en la Casa de Huérfanos de San Vicente de Paul.
Acta de Mártires


SANTORAL 4 DE NOVIEMBRE



4 de noviembre



SAN CARLOS BORROMEO,  
Obispo y Confesor



Conozco tus obras, y tu fe, y caridad,
y tus servicios y paciencia. 
(Apocalipsis, 2,



   San Carlos Borromeo, hijo de un senador de Milán y sobrino de Pío IV, cardenal y arzobispo de Milán a los 22 años de edad, consagróse a Dios desde su juventud. Distribuyó a los pobres el precio de un principado que había vendido y se expuso a la peste sirviendo a los atacados por ella; alimentó a tres mil pobres durante una época de hambre, vendiendo para ello su platería y sus muebles más preciosos. Todos los años se retiraba durante ocho días a un lugar solitario para hacer sus ejercicios espirituales. Murió vestido de cilicio en 1584, a la edad de 46 años.

  MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE SAN CARLOS BORROMEO

   I. La caridad de San Carlos Borromeo se extendía a todas las necesidades temporales y espirituales de su diócesis. Fundó hospitales, colegios y seminarios; catequizaba y confesaba a los pobres. Y vosotros, hombres sin corazón, ¡no pensáis sino en vuestra propia ventaja! Hasta olvidáis a vuestras almas, para ocuparos únicamente de vuestros intereses temporales. ¿Por qué eres tan mezquino con los pobres? Sabe que las riquezas, que idolatras, no te harán dichoso sino cuando las desprecies y las des a los pobres por amor de Jesucristo. Las riquezas dejan pobres a los que las aman, hacen ricos y dichosos a los que las desprecian por Jesucristo. (Guerrico).

   II. El amor a la oración de tal modo unía a este prelado con Dios, que a veces se lo vio permanecer ocho horas seguidas en ella. Un día, un hombre perverso le lanzó un tiro de arcabuz mientras oraba; interrumpió su oración sólo para prohibir a sus servidores que persiguieran al criminal. ¡Cuán diferente a la vuestra es nuestra oración, oh gran santo! La menor cosa nos distrae. Obtenednos el espíritu de oración. Saber orar bien es saber vivir bien. (San Agustín).

   III. Tanto aborrecimiento tenía para consigo, como caridad para con el prójimo. Sus ayunos, sus disciplinas, sus peregrinaciones a pie, el cilicio que llevaba, hasta en su lecho de muerte, son otras tantas pruebas de su austeridad. ¿C6mo tratas a tu cuerpo? ¿Acaso tú no desprecias las mortificaciones que se imponía este prelado recargado de trabajos? ¡Ah! ¡teme no sea que ellas te acusen en el día del juicio final!

La caridad
Orad por el Colegio de Cardenales.

ORACIÓN

   Señor, guardad vuestra Iglesia con la protección continua de San Carlos, vuestro confesor y pontífice, y que la intercesión de este santo, a quien su solicitud pastoral condujo a la gloria eterna, para siempre nos haga fervorosos en vuestro amor. Por J. C. N. S.  Amén.