Este es un sitio para católicos tradicionales, con contenidos de teología, meditaciones, santoral y algunas noticias de actualidad.

jueves, 24 de noviembre de 2011

LOS TEMPERAMENTOS

CAPÍTULO III 
EL TEMPERAMENTO SANGUÍNEO. 


(Capitulo anterior, ver aqui)


I. Esencia del temperamento sanguíneo. 

   El alma del sanguíneo se excita rápida y vehementemente por cualquier impresión; la reacción sigue al instante; pero la impresión queda muy poco tiempo en el alma. El recuerdo de cosa pasadas no provoca tan fácilmente nuevas emociones.

II. Disposiciones fundamentales del ánimo sanguíneo.
(así del bueno como del malo). 

   1.  Superficialidad. El sanguíneo no penetra hasta lo profundo, ni va al todo, sino se contenta con la superficie y una parte del todo. Antes de concentrarse en un objeto, el interés del sanguíneo ya se paraliza y desvanece por las nuevas impresiones que le ocu­pan. Es amigo de trabajos fáciles, vistosos, que no exigen demasiada labor intelectual. Y es difícil convencerle de este defecto suyo: la superficialidad; pues siempre cree haber entendido todas las cosas; así por ejemplo, haber comprendido bien un sermón, aunque la mitad del mismo haya estado muy lejos de sus alcances intelectuales. 

   2.  Inconstancia. Por no quedarse mucho tiempo las impresiones en el alma sanguínea de inmediato se siguen otras. Consecuencia de ello, es una gran inconstancia, que todos los que tratan con sanguíneos han de tener en cuenta, si no quieren desengañarse bien pronto. El sanguíneo es inconstante en su disposición de ánimo; rápidamente pasa de la risa al lloriqueo y viceversa; es inconstante en sus opiniones: hoy defiende con tesón lo que impugnó hace una semana; es inconstante en sus resoluciones: al proponérsele un nuevo punto de vista abandona sin remordimientos todos sus planes y proyectos anteriores; esta inconstancia hace a veces sospechar que el sanguíneo no tiene carácter ni principios. 

   El sanguíneo niega esta inconstancia, puesto que aduce nuevas razones para cada uno de estos cambios. No se fija lo bastante en que es necesario deliberar de antemano todas sus acciones para no entregarse sin más ni más a cualquier impresión u opinión. También en sus trabajos y diversiones es inconstante, queriendo sobre todo la variedad; se asemeja a la abeja, que volando de flor en flor liba de todas ellas tan solo lo mejor; o a un niño, que bien pronto se cansa del nuevo juguete recibido en regalo de sus padres. 

   3.  Interés por las cosas exteriores. El sanguíneo no se concentra de buena gana en su interior, sino que le gusta más fijar su atención en cosas exteriores, siendo en esto justamente lo contrario del melancólico, quien, con predilección penetra en su vida interior y en el mundo de sus pensamientos, sin advertir lo que pasa en su exterior.

   Dicho gusto por las cosas exteriores se muestra en el interés que toma el sanguíneo por la hermosura de la ropa de la casa, por la forma elegante del trato con los demás. En él sobre todo son activos los 5 sentidos, al paso que el colérico trabaja más con el entendimiento, y el melancólico con los sentimientos. El sanguíneo todo lo tiene que ver y oír y de todo tiene que hablar. En él llaman mucho la atención la facilidad, vivacidad e infinidad de palabras, la cual muchas veces es para los demás una gravosa locuacidad. Por su viva acción sensitiva tiene mucho interés para las cosas pequeñas, cualidad favorable que más o menos falta al colérico y al melancólico. 

   4.  Serena concepción de la vida. El sanguíneo lo considera todo bajo su aspecto más sereno. Como es optimista no conoce dificultades, sino que siempre confía en el buen éxito. Y si realmente le ha salido mal alguna cosa se consuela fácilmente y no se aflige por mucho tiempo, teniendo en cuenta este su gozo por la vida, se explica su peculiar inclinación de burlarse de los demás, tomarles el pelo y hacerles víctimas de sus bromas y malas jugadas; para lo cual supone el sanguíneo como cosa natural, que los demás aguanten sus chascos extravagantes y no puede menos que admirarse al ver que, por el contrario, se le enfadan por sus bromas y burlas poco agradables.

   5.  Carencia de pasiones arraigadas. Como se excitan tan fácilmente las pasiones del sanguíneo, no penetran en lo profundo de su alma; y se parecen a un fuego de paja que por un momento produce fuerte chisporroteo, y muy luego se hunde en sí mismo; mientras que las del colérico son semejantes a un incendio devorador. Esta carencia de afectos profundos le es de tanta mayor utilidad cuanto que casi siempre le priva de grandes tempestades internas, y le ayuda a servir a Dios con cierta hilaridad y sosiego, libre del apasionamiento del colérico y de la timidez y ansiedad del melancólico. 

III. Cualidades malas del sanguíneo. 

   1.  Vanidad y satisfacción de sí mismo. La soberbia del sanguíneo no se manifiesta en un afán inmoderado de mandar o ergotista como en el colérico, ni en el miedo a las humillaciones, como en el melancólico, sino en cierta vanidad y complacencia de sí mismo. Experimenta una alegría casi pueril de sí mismo, de su exterior, de su vestido y sus trabajos; se mira de buena gana en el espejo o en el vidrio de puertas y ventanas. Al ser alabado se siente feliz, y es, por consiguiente, muy adicto a la adulación. Por medio de elogios y lisonjas fácilmente se deja inducir a las mayores necedades y aún a los más vergonzosos pecados. 

   2.  Inclinación a los galanteos, la envidia y los celos. Como el sanguíneo se muestra tan susceptible a palabras halagadoras y tan poco concentrado en sí mismo, y dando por otra parte demasiada importancia a las cosas exteriores, se inclina fácilmente a las amistades particulares y a los amoríos. Pero su amor inconstante no le penetra hasta el fondo del alma. 

   El sanguíneo bien educado quisiera contentarse en sus galanteos con solo las ternuras y exteriores muestras de afecto; sin embargo, su ligereza y culpable transigencia le arrastran a graves extravíos, frutos, las más de las veces de su optimismo o sea de la opinión que tiene, de que el pecado no le podría acarrear funestas consecuencias. Una mujer sanguínea de mala vida, se entrega sin temor ni vergüenza al pecado; ni después de ello se inquieta mayormente por los remordimientos. 

   La vanidad y la inclinación a los amoríos llevan al sanguíneo a la envidia, a los celos y a todas aquellas descabelladas concepciones, miras estrechas y violaciones de la caridad, que la envidia y los celos traen consigo.

   Por dejarse absorber fácilmente de las exterioridades y por su propensión a las amistades particulares, al sanguíneo le cuesta mucho ser imparcial y justo. Los superiores y educadores sanguíneos tienen a menudo un favorito, a quien anteponen a los demás. El sanguíneo se siente impulsado a lisonjear a los que le agradan. 

   3.  Goce por la vida y afán de placeres. El sanguíneo no ama la soledad sino que busca la compañía y conversaciones de los hombres; quiere disfrutar de la vida y en sus diversiones puede ser muy retozón, licencioso y frívolo. 

   4.  Miedo a las virtudes que exigen esfuerzos. Todo lo que significa sacrificio para el cuerpo y los sentidos le parece difícil. Cosas penosas son para él el refrenar la vista y los oídos, el dominar la lengua y observar el silencio. Tampoco son de su agrado la abnegación del paladar y la abstención de manjares agradables; teme todo ejercicio de penitencia corporal. Solo un perfecto sanguíneo logra hacer penitencia de mucho años por sus pecados anteriores. El sanguíneo ordinario vive según el principio de que la absolución sacramental de la penitencia borra los pecados, y tiene, por tanto, como inútil y aún perjudicial el apesadumbrarse por las faltas pasadas 

   5.  Otras desventajas del temperamento sanguíneo.

   a) Los juicios del temperamento sanguíneo son con frecuencia falsos, ya porque no averigua más que la superficie de las cosas, ni ve las dificultades de las mismas, ya porque se muestra parcial en sus afectos de simpatía. 

   b) Las empresas del sanguíneo fracasan fácilmente, pues, confiando siempre en el buen éxito, no para mientes en las eventuales dificultades e impedimentos; otro motivo de sus fracasos lo hallamos en su inconstancia que bien pronto y por cualquier cosa le quita el interés. Prueba de ello es el hecho muy significativo de que muchos de los que quiebran en sus negocios o sufren grandes pérdidas de fortuna, son de índole sanguínea. 

   c) El sanguíneo es inconstante en lo bueno. Como se entrega de buen grado a la dirección de otros, se deja seducir con gran facilidad, cayendo en manos de hombres perversos y livianos. El sanguíneo se entusiasma rápidamente por lo bueno, pero bien pronto languidece su entusiasmo. Como San Pedro salta con valor de la navecilla queriendo caminar sobre las olas del lago, mas luego le sobreviene el temor de poderse sumergir; como San Pedro saca impetuosamente la espada en favor de su maestro para huir poco después; como San Pedro se junta con la mejor intención a los enemigos de Cristo y entre ellos muy luego le niega tres veces. 

   d) Por disipar siempre su corazón y ser enemigo de todo recogimiento y de cualquier reflexión profunda sobre sí propio y sobre su modo de obrar no alcanza un suficiente conocimiento de sí mismo

   e) La vida de oración del sanguíneo padece detrimento con estas tres dificultades: La primera, surge en las así llamadas oraciones interiores, en las cuales se requieren reflexiones más largas y tranquilas: es decir, en la meditación, la lectura espiritual y el examen particular. Luego la distracción, fácilmente provocada por la viveza de sus sentidos y la intranquilidad de su fantasía, le impide llegar a una concentración más profunda y duradera en Dios. Finalmente, da en sus oraciones excesiva importancia a los sentimientos y al consuelo sensible, lo cual, en tiempo de aridez le quita el gusto por la piedad. 

IV. Cualidades buenas del sanguíneo. 

   1.  El sanguíneo tiene muchas cualidades por las cuales puede llevarse bien con sus semejantes y hacérseles simpático

   a) Bien pronto conocido en todas partes es confiado y locuaz con todas las gentes y se comunica fácilmente con personas desconocidas. 

   b) Es afable y alegre en sus palabras y conducta y sabe entretener divertidamente a los que le rodean refiriendo interesantes narraciones, bromas y agudezas. 

   c) Es muy atento y obsequioso. No presta un beneficio con la frialdad del colérico, ni con corazón tan afectuoso, como el melancólico, sino que lo hace de una manera tan alegre y serena que con gusto se le acepta el favor. 

   d) Se muestra sensible y compasivo en las desgracias de su prójimo siempre dispuesto a ayudarle en su congoja con palabras serenas y alentadoras. 

   e) Posee el don especial de hacer notar los defectos del prójimo, sin que este se sienta herido, ni le cuesta mucho dirigirle una reprensión. Si a alguno se le han de comunicar cosas desagradables conviene preparar el terreno por intermedio de un sanguíneo.

   f) Es verdad que, al ser ofendido, se enciende rápidamente y su ira prorrumpe a veces en expresiones ruidosas y casi indeliberadas; pero después de haberse desahogado, lo olvida todo, sin guardar rencor a nadie. 

   2.  El sanguíneo tiene muchas cualidades que le hacen simpático a sus superiores

   a) El sanguíneo es dócil y sumiso; por lo cual, la virtud de la obediencia, que generalmente se tiene por difícil de guardar no le acarrea mayores dificultades. 

   b) Es sincero y sin mayor sacrificio sabe desahogarse ante los superiores respecto a sus dificultades, estado de ánimo y aún sus pecados vergonzosos. 

   c) Si es castigado no guarda rencores; pues la obstinación le es desconocida. Los súbditos sanguíneos no causan mayores dificultades al superior. No obstante tenga este cuidado con ellos; puesto que los tales pueden corresponderle con la adulación; lo cual pone en peligro la paz de la vida común. Ni tampoco muestre el superior mayor preferencia por un sanguíneo que por los coléricos y melancólicos, ni reprenda a estos últimos, por ser ellos tan reservados y por no poder expresarse ni desahogarse tan fácilmente. 

V. De lo que tiene que observar el sanguíneo en su auto-educación. 

   1.  El sanguíneo ha de aprender a reflexionar mucho, así en los asuntos espirituales como en los materiales. Con especial esmero cultivará los ejercicios de piedad que requieren reflexión, como son la meditación matutina, la lectura espiritual, el examen particular, la meditación en el rezo del Rosario y frecuentes actos de la presencia de Dios. La disipación significa la ruina para el sanguíneo, al paso que el recogimiento y el cultivo de la vida interior son su salvación. Al ocuparse en sus negocios deberá decirse siempre: No creas haber deliberado lo bastante el asunto - considera todos sus puntos y detalles - toma en cuenta las dificultades, que casualmente te sobrevinieren - no seas demasiado confiado, ni optimista. 

   2.  El sanguíneo ha de ejercitarse diariamente en la mortificación de los sentidos, dominar la vista, los oídos y la lengua, endurecer su tacto, preservar su paladar de las golosinas, etc. 

   3.  El sanguíneo deberá seguir las instrucciones de los buenos (no de los malos) y aceptar por lo tanto su ayuda y sus consejos en la dirección espiritual. Dice Schram (op. cit. p. 68): "Bien protegidos los sanguíneos llegarán a la santidad". Una fuerte muralla de amparo se la ofrecerá un horario bien regulado; y en la vida común la observancia de la regla de la casa o de la orden a que pertenece. 

   4.  La aridez de larga duración es para el sanguíneo una prueba particularmente salu­dable porque en ella se purifica su malsana vida sentimental. 

   5.  El sanguíneo debe perfeccionar además sus buenas cualidades, como la caridad al prójimo, la obediencia, la sinceridad, la alegría del alma; y estas buenas cualidades las ha de ennoblecer por medio de las intenciones sobrenaturales. Combatirá sin descanso aquellas faltas a las cuales se inclina más su naturaleza, es decir: la complacencia de sí mismo, la predilección por las amistades particulares, la sensualidad, los celos, la ligereza, superficialidad e inconstancia. 

VI. Observaciones acerca de la educación y del trato con los sanguíneos.

   La educación y el trato con los sanguíneos es relativamente fácil. Se le tendrá reducido a estrecha vigilancia; se insistirá en que no deje sin acabar los trabajos comenzados. No se deberá dar demasiado crédito a sus palabras, propósitos y promesas; hay que fijarse además en el cuidado que puso en sus trabajos; nunca se le deberá tolerar una lisonja de su parte, ni anteponerle a los demás por su carácter atento. Por fin, téngase presente que el sanguíneo no guarda en sus adentros lo que se le haya dicho o lo que él haya observado en nosotros, sino que todo lo ha de comunicar a los demás. Por lo tanto, se deliberará bien todo antes de hacerlo confidente. 

   En la educación de un niño sanguíneo se tendrán en cuenta los puntos siguientes: 

   1. Conducirlo con severidad a la abnegación de sí mismo, y en particular, al perfecto dominio sobre sus sentidos, a la tenaz perseverancia en sus trabajos y a la observancia del buen orden. 

   2. Reducirlo a estrecha vigilancia y dirección; preservarlo cuidadosamente de las malas compañías (ya que con tanta facilidad se deja seducir). 

   3. No contrariarle ni quitarle su jovialidad; manteniéndole no obstante, en sus justos límites. 

SANTORAL 24 DE NOVIEMBRE




SAN JUAN DE LA CRUZ, 
Confesor y Doctor



La caridad no tiene envidia,
no obra precipitada.
(I Corintios, 13, 4).

   San Juan de la Cruz, de la Orden Carmelitana y émulo de Santa Teresa, tenía tal amor por Dios, que bastaba la vista de un crucifijo para fundirlo en lágrimas y hacerlo caer en éxtasis. Tres cosas pedía frecuentemente al Señor: la primera, no pasar día sin sufrir; la segunda, no morir siendo superior, y la tercera, acabar su vida en la humillación, el desprecio y la soledad. Fue escuchado. Las odiosas persecuciones de que fue objeto durante mucho tiempo, hasta la misma prisión, no hicieron sino aumentar su dicha. A punto de morir exclamó ¡Gloria a Dios! y, después, apretando el crucifijo sobre su corazón, extinguióse dulcemente el 14 de diciembre de 1591, a la edad de 49 años.

MEDITACIÓN
SOBRE LA ENVIDIA

   I. Nada hay que el cristiano deba evitar más que la envidia, porque allí donde ella reina no hay caridad, ni humildad, ni tranquilidad de espíritu. La envidia nos hace enemigos de Dios, de nuestro prójimo y de nosotros mismos. Lo más raro es que el envidioso se hace más mal a sí mismo que a los demás. La dicha del prójimo tórnalo miserable y lo condena; se aflige a sí mismo sin poder hacer mal a los otros. El envidioso es el enemigo de su salvación más todavía que del Prójimo. (San Cipriano).

   II. Tiénese envidia de los bienes del espíritu y de los bienes del cuerpo, de los bienes de la naturaleza y de los bienes de gracia. ¡Qué locura envidiar en tu prójimo aquello que Dios, en su liberalidad, le concedió, o aquello que él adquirió mediante su trabajo! Los bienes de la tierra muy poca cosa son para que sean Objeto de tu envidia; en cuanto a los dones y favores de Dios, si los deseas, eres un insensato envidiando a los demás, porque éste es el medio, precisamente, con que no los obtendrás.

   III. Para Corregirse de este vicio, hay que buscar las fuentes, que son la vanidad y la falta de caridad. Considera, además, las penas que te causa la envidia y los pecados que te hace cometer; arruina tu salud y tu reputación. ¡Desdichado! ¡Imita el bien que ves en los demás, y no tendrás motivo para envidiarlos! Si no puedes imitarlos, alégrate de que practiquen la virtud y sigan el camino del cielo; es la manera de participar de sus méritos. Imita a los buenos, si puedes: si no puedes, alégrate con ellos. (San Cipriano).

 La modestia en la Iglesia 
Orad por los sacerdotes.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis hecho de San Juan de la Cruz, vuestro confesor y Doctor, un amante apasionado de la Cruz y de la perfecta abnegación de sí mismo, concedednos la gracia de llegar, caminando por sus huellas, a la gloria eterna. Por J. C. N. S. Amén.