NEGATIO
IV
Ama el no ser conocido de ti ni de los otros. Nunca mires los bienes y los males ajenos.
Ten ordinaria memoria de la vida eterna, y que los más abatidos y pobres y que en menos se tienen, gozarán de más alto señorío y gloria en Dios.
Considera que es en gran manera necesario el ser contrario a si mismo y caminar por vía penitente, si pretendes alcanzar la perfección.
Vive como si no hubiese en el mundo más que Dios y tu alma, para que no pueda tu corazón ser detenido por cosa humana.
Reine en tu alma siempre un estudio de inclinarse no a lo fácil, sino a lo más dificultoso; no a lo más gustoso, sino a lo más desabrido; no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado; no a lo más, sino a lo que es menos; no, a lo que es querer algo, sino a no querer nada; no a andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor; y traer desnudez y vacío y pobreza por Jesucristo de cuanto hay en el mundo.
Si supiesen las almas de cuánto provecho es el padecer y la mortificación para venir a altos bienes, en ninguna manera buscarían consuelo en cosa alguna.
Si un alma tiene más paciencia para sufrir y más tolerancia para carecer de gustos, es señal que tiene más aprovechamiento en la virtud.
El alma que en medio de sus sequedades y desamparos trae un ordinario cuidado y solicitud de Dios con pena y recelo de que no le sirve, ofrece un sacrificio muy agradable a Dios.
Si alguno te persuadiere doctrina de anchura, aunque la confirme con milagros, no lo creas, sino más penitencia y más desasimiento de todas las cosas.
Como en la generación natural no se puede introducir una forma sin que primero se expela del sujeto la forma contraria, que es impedimento a la otra, así, en tanto que el alma se sujeta al espíritu sensible y animal, no puede entrar en ella el espíritu puro espiritual.
Como el madero no se transforma en el fuego por un solo grado de calor que le falte en su disposición, a si no se transforma el alma en Dios perfectamente por una imperfección que tenga.
Igualmente está detenida el ave para sus vuelos con los lazos del alambre recio o del más sútil y delicado hilo, pues mientras no rompe el uno y otro estorbo, prisionera y cautiva de los lazos, no pueden ejercitarse en el vuelo; así también el alma que esta presa por afición a las cosas humanas por pequeñas que sean, mientras duran los lazos no puede caminar a Dios.
Ha el espiritual de mirar mucho que se le comience el corazón y el gozo a asir a las cosas temporales, temiendo que de a poco vendrá a mucho, creciendo de grado en grado; pues de pequeño a principio, en el fin es el daño grande, como una centella basta para quemar un monte.
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