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miércoles, 14 de septiembre de 2011

ESCRITOS DE .....P.BASILIO MERÁMO

A partir de todos los miércoles les daremos una entrega de los escritos de los sacerdotes que se han distinguido por su gran lucidez para oponerse firmemente a los errores modernos.


P. BASILIO MERAMO 
LA SALETTE Y FATIMA 
PROFECIAS APOCALIPTICAS 
DE LOS ULTIMOS TIEMPOS 




La Salette y Fátima 
Profecías Apocalípticas de los Últimos Tiempos 

Introducción 

Podrá sorprender a primera vista que relacionemos las apariciones de La Salette y de Fátima con profecías de carácter apocalíptico, con sucesos relativos a los últimos tiempos. Pues bien éste será nuestro cometido,
mostrar como las apariciones de la Salette y de Fátima (reconocidas por la Iglesia) son eminentemente
apocalípticas y cobran su pleno significado y valor dentro del contexto apocalíptico al cual se refieren. De
otro modo quedan como relegadas, o mal enfocadas perdiendo la luz que nos vienen a dar para tiempos
difíciles y decisivos como el nuestro, tiempos realmente apocalípticos, pero llenos de esperanza al saber que
el retorno glorioso de Cristo Rey está próximo.

Hablar del apocalipsis no es fácil, sobre todo cuando este tema ha sido desgraciadamente mal llevado por
exégesis que oscurecen el camino para llegar a luz de la verdad, a la luz de la Revelación, que el Apocalipsis
encierra hasta en su misma terminología pues no otra cosa significa su nombre que el de revelación, o sea
afloración de algo oculto, velado. En definitiva el término Apocalipsis encierra el sentido de una verdad
velada que ha sido revelada a los hombres, revelación que consiste en la manifestación (aparición o parusía)
de Cristo Jesús en gloria y majestad al fin de los tiempos cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos
por su aparición y por su reino, tal como confiesa San Pablo en su segunda epístola a Timoteo 4,1 cuyo texto
en latín (para mayor precisión) dice así: «Testificor coram Deo, et Iesu Christo, qui judicaturus est vivos et
mortuos, per advéntum ipsíus, et regnum eius».

El tema central del Apocalipsis como Revelación gira sobre la Parusía de Jesucristo al fin de los tiempos, o
sea la gloriosa venida de Jesús al mundo, tal como finaliza el Apocalipsis implorando: «Ven Señor Jesús».

Contenido Profético de las Apariciones 

En primer lugar mostraremos que las dos apariciones; la de la Salette y la de la Fátima son proféticas, es
decir que son una visión por revelación sobrenatural de Dios, a través de la Virgen Santísima, y encierran una
predicción o anuncio futuro.

La profecía (procul = distante - phanos = aparición) es una visión de algo distante (oculto) a los sentidos
relacionado por lo general con algo futuro (por venir). Es un conocimiento (visión) sobrenatural de cosas
distantes o futuras.

En segundo lugar la profecía (porro = a lo lejos - fantur = decir) es una locución dando a conocer las cosas
que se saben por revelación de Dios .

Santo Tomás dice: «La profecía consiste primero y principalmente, en el conocimiento, pues los profetas se
llaman así porque conocen las cosas que están lejos del conocimiento natural de los hombres. Pudiera decirse
que ‘profeta’ viene de ‘phanos’ que significa aparición, por cuanto se aparecen al profeta cosas que están
lejos.(...) la profecía consiste, en segundo lugar, en la locución por cuanto los profetas dan a conocer las
cosas que por revelación de Dios conocen, para edificación de otros» (S. Th. II-II, q.171, a1). 4

De tal modo que «los profetas son como proferidores, que hablan de lejos, es decir, de las cosas lejanas, y
predican la verdad de los acontecimientos futuros» (S. Th. II-II, q. 171, a1). O como señala el P. Castellani
«la profecía es un conocimiento del futuro contingente». (El Apokalipsis, Ed. Paulinas, Buenos Aires, 1963,
p.78).

Como se puede observar la profecía encierra varios elementos que la caracterizan y ellos se encuentran en
ambas apariciones. Basta que analicemos el contenido de cada una de ellas, para darnos cuenta de ello.
Además no debemos desechar ni despreciar las profecías, ello constituye una impiedad y orgullo
inimaginable. El Apocalipsis advierte muy claramente: «Bienaventurado el que lee y los que escuchan las
palabras de esta profecía y guardan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está cerca.» (Ap. 1,3)

La Salette Profecía Apocalíptica 

Por revelación de la Virgen del cielo en el año 1846, se predijeron cosas relativas a la Iglesia y la Fe en un
futuro, no muy lejano, que son una verdadera y real profecía, para nuestra edificación.

El contenido de lo que dice y anuncia la Santísima Virgen en La Salette es no sólo sorprendente en cuanto a
la gravedad de lo que dice, sino también inimaginable desde el punto de vista doctrinal como imposible a
primera vista; nos referimos a las palabras tremendas, que dicen «Roma perderá la fe y será la sede del
Anticristo». No se puede decir en verdad nada más grave y trágico para la Iglesia y el fiel católico, lo cual
hace pensar en acontecimientos de orden apocalíptico y no solo en una simple profecía más, sino en una
profecía sobre el fin de de los tiempos. Pero no nos adelantemos, vayamos poco a poco.

No vamos a citar todo el mensaje de La Salette, solo tomaremos los pasajes más relevantes y decisivos, para
que resalte su contenido eminentemente profético y apocalíptico.

Recordemos que toda profecía contiene una visión (o conocimiento) de un suceso de algo oculto para los
hombres que encierra una predicción o anuncio de cosas futuras, para su edificación.

«Acercaos hijos míos, no tengáis miedo. Yo estoy aquí para anunciaros una gran noticia(...) Si mi pueblo no
quiere someterse, me veré obligada a dejar caer el brazo de mi Hijo. Es tan fuerte y tan pesado que no puedo
sostenerlo más» (Abate Gouin, Profecías de Nuestra Señora de La Salette, Madrid, 1977, p. 70).

En cuanto al secreto tenemos: «Melania, esto que yo te voy a decir ahora no será siempre un secreto; puedes
publicarlo en 1858.» (Ibid. p. 71).

La corrupción clerical es espantosa y abominable haciéndose eminente un gran castigo: «Los sacerdotes,
ministros de mi Hijo, los sacerdotes, por su mala vida, por sus irreverencias y su impiedad al celebrar los
santos misterios; por su amor al dinero, a los honores y a los placeres, se han convertido en cloacas de
impurezas(...) Dios va a castigar al mundo de una manera sin precedentes» (Ibid p. 71).

El pez se pudre por la cabeza, el mal viene de la cúspide, de la jerarquía misma de la Iglesia: «los jefes, los
guías del pueblo de Dios, han descuidado la oración y la penitencia, y el demonio ha ofuscado sus
inteligencias; se han convertido en estrellas errantes que la antigua serpiente arrastrará con su cola para
hacerlos perecer.(...) La sociedad está en vísperas de la más terrible calamidad y de los más grandes
acontecimientos» (Ibid p. 71). 5

La fe se perderá. Es otro de los sucesos profetizados por La Salette: «En el año 1864 (que nosotros debemos desplazar unos 100 años más, por el plazo que se le concedió a Satanás, según la visión del Papa León XIII,como más adelante veremos; dandonos así la fecha de 1964, es decir en pleno Concilio Vaticano II), Lucifer con un gran número de demonios, serán desatados del infierno. Abolirán la fe poco a poco, aún entrepersonas consagradas a Dios; las cegarán de tal manera que, a menos de una gracia particular, esas personas tomarán el espíritu de esos malos ángeles. Muchas casas religiosas perderán completamente la fe y seperderán muchísimas almas.» (Ibid. p. 72).

Y lo más grave y difícil de creer, pero es la Santísima Virgen quien lo dice, para que estemos alertas y
vigilantes: «Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.» (Ibid. p.75). Jamás se oyó decir
algo semejante, ni se pudo imaginar algo parecido. Que la fe se pierda al extremo inimaginable de afectar
hasta la misma Roma, Cátedra de Pedro, Sede del Vicario de Cristo en la tierra, para convertirse en la sede
del Anticristo, en Cátedra de Satanás; convertida de cátedra de la Verdad en cátedra del error y de las
tinieblas, obscureciéndose la luz de la fe que debe irradiar para iluminar el mundo entero; es algo que
humanamente no cabe en la cabeza de ningún fiel católico. Pero siendo la Virgen quien lo dice y profetiza,
estamos obligados a creerlo y admitirlo, salvo que neguemos de plano la aparición de La Salette, cosa que
solo puede hacerlo un ignorante o un impío.

Por dramático e imposible que parezca a nuestro frágil pensamiento, estamos obligados a admitir y a creer en
que los anuncios de La Salette son proféticos y como tales superan el entendimiento humano, requiriéndose
así la luz sobrenatural de la fe para aceptarlos.

La Salette exige, como todas las cosas de Dios, un acto de fe, so pena de nada comprender o peor aún de mal entender, con explicaciones mediocres que, en resumidas cuentas, nada dicen; y que no hacen más que
obstaculizar la verdad.

Nuestra tierna y dulce Madre del Cielo, con infinita misericordia y compasión, por nosotros sus hijos más
queridos, más que las pupilas de sus vírginales ojos, nos advierte para que no perezcamos envueltos en la
mayor y más espantosa Apostasía, que jamás se haya y habrá visto.

Por esto, por amor a nosotros, todos sus hijos, nos anuncia lo impensable para un fiel católico, hijo de la
Santa Madre Iglesia, única arca de Salvación; algo tremendo pero desgraciadamente muy cierto: «La Iglesia
será oscurecida, el mundo quedará consternado». (Ibid p.76). Más aún: «Roma pagana desaparecerá» (Ibid.
p.76). Sí, es tremendo, verdaderamente apocalíptico, una cosa así.

La antigua Roma pagana era la capital y centro universal del Imperio Romano de la cual San León Magno
decía como leemos en el Breviario en la Fiesta de San Pedro y San Pablo (29 de Junio): «Pero esta ciudad
(Roma) ignoraba la altura de su elevación; gobernando casi todas las naciones, era la esclava de todas las
naciones, era la esclava de todos los errores de todas esas naciones; y le parecía poderse atribuir muchas
religiones, porque no rechazaba ninguna, pero entre más la tenía fuertemente encadenada el demonio, más
maravillosamente ha sido librada por Cristo» (Maitines Lect. VI).

Sí, la Roma Imperial y Pagana, que dominaba el mundo, cobijaba en su seno todas las falsas religiones de los
pueblos que gobernaba. Se vanagloriaba de poseer en su fabuloso Panteón el culto y las divinidades de todos
los pueblos paganos; lo cual la convirtió en una segunda y más abyecta Babilonia, como la llega a llamar el
mismo San Pedro: «Os saluda la Iglesia que está en Babilonia» (1 Pet. 5,13).

Tanto Scio como Straubinger comentan al respecto diciendo el primero: «Los padres entienden aquí a Roma
bajo el nombre de Babilonia a causa de la inmensa población de aquella ciudad; y así mismo por la multitud
y confusión de sus ídolos. También S. Juan en el Apocalipsis XVII. 5, XVIII. 10, comprende a Roma gentil 6
bajo la misma palabra.» Y el segundo: «Por Babilonia se entiende Roma, que constituía el centro del
paganismo. La Roma pagana significaba para los cristianos el mismo peligro que antes Babilonia para los
judíos. También S. Juan usa el mismo término para designar a Roma y predice su destrucción (Ap. 14,8;
17,5; 18,2 y 10).»

La Roma pagana (grande por su idolatría), convertida en Roma Cristiana por la fe, volverá al fin de los
tiempos, según lo anunciado por La Salette, a ser el centro de la fornicación y de la idolatría. Esto es lo que
las profecías de La Salette predicen, en plena concordancia con las Sagradas Escrituras como veremos más
adelante.

La caída apocalíptica de Roma bajo el nombre de Babilonia está profetizada para los últimos tiempos por las
Sagradas Escrituras, en plena concordancia con las profecías de La Salette: «Ha caído, ha caído Babilonia, la
grande, la cual abrevó a todas las naciones con el vino de su enardecida fornicación»(Ap. 14,8). Y leemos en
la nota 8 de Straubinger correspondiente a este versículo: «Babilonia, nombre simbólico de Roma, como se
ve en los caps. 17 - 18 y en 1 Ped. 5,13. El nombre de Babilonia simboliza el reino anticristiano, así como el
de Sión o Jerusalén el reino de Dios».

Scio comenta al respecto: «El segundo ángel anuncia, que está por el suelo aquella soberbia Babilonia que
había hecho idolatrar a todas las naciones, moviendo contra sí la cólera de Dios por semejante prostitución y
apostasía.» (Ap. 14,8 nota 1).

Roma cristiana paganizada, vuelta a su antigua prostitución e idolatría, cobijando en su seno todos los falsos
cultos y religiones, cae como la antigua Babilonia por abrevar a todas las naciones que fueron católicas (la
Cristiandad) con el vino de su enardecida fornicación, es decir la falsa caridad ecuménica, su ardor frenético
en aunar a los hombres sin distinción de credos ni dogmas, consumando su adulterio.

Babilonia como dice San Jerónimo es la Roma adulterada: «La gran ramera Babilonia es representante del
mundo anticristiano (S. Agustín), en particular la ciudad de Roma (S. Jerónimo) , levantada sobre siete
montes (v.9) como la bestia sobre la cual se asienta la ramera grande (v.3). En tiempo de S. Juan ella era la
capital del mundo y centro de la corrupción pagana» (Straubinger Ap. 17-1 nota 1).

Fornicación en lenguaje bíblico significa precisamente la unión adúltera de la verdadera religión y de su culto
con las falsas religiones, con sus respectivos cultos idolátricos.

En este sentido señala Mons. Straubinger en varias ocasiones en sus notas y comentarios sobre la fornicación
y el adulterio empleados en la Biblia: «En el lenguaje de la Biblia la apostasía se llama adulterio, porque la
unión del alma con Dios es como un matrimonio, y el esposo que ama de veras es necesariamente celoso»
(Nota 4, Stgo 4,4).

El culto idolátrico y sus vicios son según las Escrituras las abominaciones; pues «abominaciones -indica
Staubinger- en la Sagrada Escritura, es el término para señalar la idolatría y los vicios que proceden del culto
a los ídolos» (Nota 3, Apoc. 17,4).

Scio dice lo mismo al referirse a la fornicación: «del mismo modo debe entenderse figurativamente de la
idolatría, lo que aquí se llama prostitución o fornicación. Esta es una expresión, que usan frecuentemente los
profetas, para explicar la apostasía o abandono, que se hace del Dios verdadero, para convertirse a los dioses falsos o a los ídolos. Muchos intérpretes antiguos , con San Jerónimo, han entendido por esta mujer a Roma pagana e idólatra, perseguidora del verdadero Dios y de su Cristo» (Nota 2 Ap. 17,1).


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