CARTA DE SAN ANTONIO MARÍA
CLARET
A UN DEVOTO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN QUE QUIERE CRECER EN LA DEVOCIÓN AL
INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
Muy Sr. mío:
Acabo de recibir vuestra estimadísima carta con la que me pedís os diga
alguna cosa para crecer cada día más y más en la Devoción al Inmaculado Corazón
de María.
Querido amigo, no podíais pedir cosa más de mi gusto. Yo quisiera que
todos los cristianos tuvieran hambre y sed de esta devoción. Amad, amigo mío,
amad y amad muchísimo a María.
Y para que suba más de punto vuestra devoción y también para satisfacer
vuestros deseos os diré por qué debemos amar a María Santísima:
- porque Dios lo quiere.
- porque Ella lo merece.
- porque nosotros lo necesitamos, por ser Ella un poderosísimo medio
para obtener todas las gracias corporales espirituales y, finalmente, la salud
eterna.
I. Debemos amar a María Santísima,
porque Dios lo quiere...
Amar es querer bien al amado, es hacerle bien, es hacerle participante
de sus bienes. Pues bien, el mismo Dios nos da el ejemplo e incita a amar a
María. El Eterno Padre la escogió por Hija suya muy amada, el Hijo Eterno la
tomó por Madre y el Espíritu Santo por Esposa. Toda la Santísima Trinidad la ha
coronado por Reina y Emperatriz del cielo y de la tierra, y la ha constituido
como dispensadora de todas las gracias. Debes saber, amigo mío, que María
Santísima es obra de Dios y es la más perfecta que ha salido de sus manos,
después de la Humanidad de Jesucristo. En Ella brillan de un modo muy
particular la Omnipotencia, la Sabiduría y la Bondad del mismo Dios.
Es propio de Dios dar la gracia a cada criatura según el fin a que la
destina, y como Dios destinó a María para ser Madre, Hija y Esposa del mismo
Dios y Madre del hombre, de aquí se infiere ¡qué corazón le daría y con qué
gracias la adornaría!
II. Debemos amar a María Santísima
porque Ella lo merece.
María Santísima lo merece:
- por el cúmulo de gracias que ha recibido sobre la tierra y por la
eminencia de gloria que posee en el cielo;
- por la dignidad casi infinita de Madre de Dios a que ha sido sublimada
y por las prerrogativas adherentes a esta sublime dignidad.
MARÍA FUE COMO EL CENTRO DE TODAS LAS
GRACIAS y bellezas que Dios había
distribuido a los ángeles, a los santos y a todas las criaturas. María había de
ser la Reina y Señora de los ángeles y de los santos y por lo mismo había de
tener más gracias que todos ellos ya en el primer instante de su ser.
María había de ser Madre del mismo Dios. Es un principio de filosofía
que entre la forma y las disposiciones de la materia ha de haber cierta
proporción: la dignidad de Madre de Dios
es aquí como la forma y el Corazón de María es la materia que ha de recibir esta
forma ¡Oh, que cúmulo de gracias, virtudes y otras disposiciones se agrupan
en aquél santísimo y purísimo Corazón!
Desde que Dios determinó hacerse hombre, fijó la vista en María
Santísima y desde entonces dispuso todos los preparativos necesarios; la hizo
nacer de los patriarcas, profetas, sacerdotes y reyes, y todas las gracias de
estos las reunió en María, queriendo que fuera la flor y nata de todos ellos.
Además la previno con bendiciones de dulzura y puso sobre su cabeza una corona
de piedras preciosas, esto es, de gracias y bellezas, pero mucho más enriqueció
su Corazón.
En el Corazón de María se han de considerar dos cosas, el Corazón material y el Corazón formal, que es el amor y la voluntad.
El Corazón material de María
es el órgano, sentido o instrumento del amor
y la voluntad. Así como por los ojos
vemos, por los oídos oímos, por la nariz olemos, por la boca hablamos; así por
el corazón amamos y queremos.
Dicen los teólogos que las reliquias de los santos merecen veneración y
culto: 1) porque han sido miembros vivos de Jesucristo; 2) porque han sido
templos del Espíritu Santo; 3) porque han sido órganos de la virtud; 4) porque
serán instrumentos de la gracia; 5) Porque serán glorificados después de la
resurrección.
Ahora bien, el Corazón de María reúne estas propiedades y muchas más: 1)
el Corazón de María no sólo fue miembro vivo de Jesucristo por la fe y la caridad, sino también origen, manantial de donde se tomó la
Humanidad 2) el Corazón de María fue Templo del Espíritu Santo, y más que templo,
pues de la purísima sangre salida de ese Corazón formó el Espíritu Santo la
Humanidad Santísima en las purísimas y virginales entrañas de María en el gran
misterio de la Encarnación; 3) el Corazón de María ha sido el órgano de todas
las virtudes en grado heroico y singularmente en la caridad para con Dios y
para con los hombres; 4) El Corazón de María es hoy en día un Corazón vivo,
animado y sublimado en lo más alto de la gloria; 5) el Corazón de María es el
trono desde donde se dispensan todas las gracias y misericordias.
MARÍA ES VERDADERAMENTE MADRE DE DIOS. Una mujer que ha dado a luz un hombre se llama y es
madre de todo aquel hombre, que es un compuesto de alma y cuerpo, aunque el
alma viene de Dios. Así María Santísima es Madre de Dios, porque este divino
compuesto de persona divina, alma racional y cuerpo material es el término de
la generación en las purísimas y virginales entrañas de María. Esta dignidad de
Madre de Dios es la que más la enaltece, porque es una dignidad casi infinita,
por ser madre de un ser infinito. Es más de cuanto posee en gracia y en gloria.
Los doctores y Santos Padres dicen que si por los frutos se conoce el árbol,
según consta en el Evangelio, qué diremos de María, que ha dado a luz aquel
bendito Fruto que tanto elogió Santa Isabel, cuando dijo: Bendito el Fruto de tu vientre...¿De dónde a mi tanta dicha que me venga a ver la Madre de Dios?
Dice Santo Tomás que el fuego no prende en el leño hasta que éste tiene
los mismos grados de calor que aquél. Pues bien, si para que de la sangre del
Corazón de María se formase la Humanidad, a la que había de juntarse la
Divinidad, era preciso que tuviese una disposición casi divina; ¿Qué diremos
ahora de María, si, además de considerarla Madre de Dios, juntamos las demás
gracias que recibió de Jesús?, Jesús por donde pasaba hacía bien a todos más o
menos según la disposición en que los hallaba; ¿Qué pensaremos de las gracias y
beneficios que dispensaría a María, por la que pasó no rápidamente sino que
estuvo con mucha detención en sus entrañas nueve meses y a su lado treinta y
tres años, hallándose Ella siempre con la más buena disposición y preparación
para recibir beneficios de Jesús?. A estas gracias se ha de juntar también la
que recibió del Espíritu Santo el día de Pentecostés y además se han de añadir
las que se agenció con el ejercicio de tantas y tan heroicas virtudes en todo
el curso de su Santísima y larga vida, acompañada de aquellas fervorosas
meditaciones en las que según el profeta, se enciende la llama del Divino amor.
Al considerar San Buenaventura la gracia de María, exclama diciendo: la gracia de María es una gracia
inmensísima, multiplicadísima.
No sólo se han de considerar las gracias que María ha obtenido para ser
y por haber sido Madre de Dios y las gracias que recibió de Jesucristo, del
Espíritu Santo y que Ella se granjeó con su cooperación, sino también es
indispensable fijar la atención en la multitud de incomparables prerrogativas
que tan grande dignidad le han acarreado. Referiremos algunas:
1º. Haber sido preservada del pecado original, en que indispensablemente
había de incurrir de no haber sido Ella la destinada para Madre del mismo Dios.
Para esto Dios la dotó de un Corazón
inmaculado, purísimo, castísimo, humildísimo, mansísimo, santísimo; pues de
la sangre salida de este Corazón se había de formar el cuerpo de Dios humanado.
2º. Haber concedido en el tiempo aquél mismo Hijo de Dios que el Eterno
Padre engendra en la Eternidad. No lo dudes, dice San Buenaventura, el Eterno
Padre y la Virgen Sagrada han tenido un mismo y único Hijo.
3º. Como el Eterno Padre tuvo este divino Hijo sin perder nada de su
Divinidad, así también la Santísima Virgen María ha concebido y dado a luz este
mismísimo Hijo sin el menor detrimento de su Santísima Virginidad.
4º. Haber tenido un legítimo poder para mandar al Señor absoluto de todas
las criaturas, pues que este es un derecho que la naturaleza da a todas las
madres, derecho al que el Hijo de Dios ha querido sujetarse gustosamente, pues
dijo que había venido no para derogar la ley, sino para cumplirla con más
perfección que los demás hombres; y el evangelista San Lucas nos da testimonio
de cómo obedecía a su Madre y a San José. Este derecho hace tanto honor a María
Santísima que San Bernardo dice que no sabe que es más digno de admiración, si el que Jesús obedezca a María ó el que
María pueda mandar a Jesús. Porque,
dice el Santo, el que Dios obedezca a una
mujer es humildad sin ejemplo y el que una mujer mande a Dios es una elevación
sin igual.
5º. Haber sido la esposa del Espíritu Santo de una manera infinitamente más
noble que las otras vírgenes, puesto que las otras apenas merecen ser aliadas a
ese Divino Esposo en cuanto al alma, mientras que María lo ha sido no sólo en
cuanto al alma, sino también en cuanto al cuerpo, de la manera más casta. La
alianza que ha habido entre el Espíritu Santo y las vírgenes castas sólo ha
servido para la producción de los actos de virtudes, pero la alianza entre este
Divino Espíritu y María Santísima ha producido de la manera más inefable al
Señor de las virtudes, Cristo Señor Nuestro.
6º. Haber sido como el término, por decirlo así, y la coronación de la
Santísima Trinidad, porque ha producido el más excelente Fruto de su fecundidad
ad extra, como dicen los teólogos, es decir ha producido un Dios-Hombre. María
ha producido un sujeto capaz de dar a la Santísima Trinidad un honor cual la
Santísima Trinidad se merece, un honor que todas las criaturas juntas, y aunque
éstas se multipliquen muchísimas veces, no son capaces de dar como lo hace el
Hijo de María, Dios y Hombre verdadero.
7º. Haber sido hecha Reina y Señora de todas las criaturas, por haber concebido y dado a luz el Verbo Divino, por quien fueron hechas todas las cosas, como dice San Juan.
III. Debemos amar a María Santísima y
ser sus devotos, porque la Devoción a María Santísima es un medio poderosísimo
para alcanzar la salvación.
La razón de esto es que María puede salvar a sus devotos, lo quiere y lo
hace. María puede salvarlos, porque es la puerta del cielo. María quiere
salvarlos porque es la Madre de Misericordia. María lo hace porque ella es la
que obtiene la gracia justificante a los pecadores, el fervor a los justos y la
perseverancia a los fervorosos. Por esto los Santos Padres la llaman rescatadora de los cautivos, el canal de las
gracias y la dispensadora de las misericordias. Por eso se ha dicho que el
ser devoto de María es una señal de predestinación, así como es una marca de
reprobación el no ser devoto de María o el ser contrario a su devoción. La
razón es muy clara, nadie se puede salvar sin el auxilio de la gracia, que
viene de Jesús, como cabeza que es de su Cuerpo Místico, la iglesia. Ahora
bien, María es como el cuello que junta, por decirlo así el cuerpo con la
cabeza y como el influjo de la cabeza al cuerpo ha de pasar por el cuello, así
las gracias de Jesús pasan por María y se comunican al cuerpo, es decir a sus
devotos que son los miembros vivos. María es llamada por los Santos Padres la escala del cielo, porque por medio de
María ha bajado Dios del cielo y por medio de María suben los hombres al cielo
y a la ventana del paraíso, nos enseñan con esas palabras, que los elegidos,
justos y pecadores, entran en la mansión de la gloria por su mediación, con
esta sola diferencia: que los justos entran por Ella como por la puerta del
llano, pero los pecadores entran por Ella como por la ventana que es María, por
la escalera que es María.
CONCLUSIÓN
Por lo tanto, amigo mío, después de Jesús, hemos de poner toda nuestra
confianza y esperanza de nuestra eterna salvación en Ella. ¡Oh! dichoso el que
invoca a María, el que acude al Inmaculado Corazón de María con confianza, que
él alcanzará el perdón de los pecados por muchos y por grandes que sean,
alcanzará la gracia y finalmente la gloria del cielo. Que tanto
deseo a usted y a todos.
SAN ANTONIO MARÍA CLARET ORA PRO NOBIS! |
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