Gertrud
Von Le Fort
La
mujer eterna
Ediciones Rialp, S. A.
Madrid – 1957
Título original alemán:
Die ewige frau
(Im Kösel- Verlag zu München)
Traducción de
María Cleofé Aguilera
(Continuación de post anterior)
Pero
en la idea de colaboración se da una visión más amplia. La doctrina de la
Iglesia desemboca, por un lado, de la virgo a la idea de la sponsa Christi, y por el otro lado ala sponsa del hombre. El mismo misterio que se cierne sobre la
consagración de las vírgenes vimos que se cerne también sobre la misa de
esponsales.”Señor Dios nuestro-leemos en la antigua oración nupcial_- Tú has querido que la procreación de las
generaciones una sea creada de la otra por el mysterium caritatis” El muysterium
caritatis que aquí se comprende como misterio de creación, significa en el
lenguaje profano el significado creador de la polaridad entre fuerza masculina
y femenina. Toda vida se basa en el principio de su cooperación; su campo de acción se extiende por todo el
universo. Bajo este campo de acción de la polaridad se encuentra también el ámbito de la creación
cultural espiritual. O sea, que ya no se trata de la obra independiente de la
mujer en la cultura, sino de su papel en la cooperación con el hombre, su papel
dentro de la obra de él: se trata de la aceptación de un mysterium caritatis también en el orden espiritual cultural, se
trata del carácter nupcial de la cultura.
Aquí
se presenta una dificultad aparente. En estricta analogía con el misterio
natural de la creación debería corresponder a la mujer la concepción y el fruto
intelectuales; la mujer entraría en la obra del hombre en el papel de mater. El mysterium caritatis como nupcial no es aún el misterio de la madre,
sino el de sponsa; la sponsa se encuentra entre virgo y mater. Estos conceptos, tal como se encuentran unidos en el título
de Maria como la Mujer Eterna en el maravilloso
panorama en el que el dogma sitúa a la mujer, constituyen a la vez dos
cimas o puntales básicos entre lo que se desliza como un amplio y fértil valle
el inmenso reino de la sponsa, el
reino de la compañera del hombre. Se trata de un terreno independiente con la
precisa e importante aclaración de que
cada una de las tres formas de validez intemporal de la vida femenina –virgo, sponsa y mater-
representa la realización de toda la vida de la mujer, pero cada una dentro de
su forma. El contacto entre sí de las distintas formas, el paso de una a otra
no quiere decir que una forma supedite a la otra, de manera que solo a la mater corresponda el papel esencialmente
femenino. Bien es verdad que la sponsa
representa la etapa preliminar de la madre, pero al mismo tiempo también es la
portadora de un misterio femenino independiente. La Iglesia lo expresa
reconociéndolo al matrimonio sin hijos como plenamente válido e indisoluble;
esto quiere decir: la esposa que se
encuentra entre virgo y mater, no sólo es portadora de la generación, sino que
como esposa es en primer término persona; el carácter
sacramental del matrimonio no santifica únicamente a la generación, sino que
liga a las personas. No se trata solamente de la procreación, sino también del significado de
gracia del amor mutuo de dos personas, de la responsabilidad espiritual de uno
respecto al otro en su camino hacia Dios.
El
mysterium caritatis de la misa de
esponsales no sólo indica la fecundidad corporal del matrimonio, sino también
la espiritual; el hombre y la mujer
según la Iglesia no son “únicamente una sola carne” sino también un solo
espíritu. La sponsa que en un sentido de su ser representa a la
futura madre, en otro sentido que no es el natural, sino el espiritual, lleva
el carácter de lo virginal en sí, lo lleva como novia. La novia significa el verdadero
misterio de la sponsa. De la misma
manera que la novia es un misterio independiente, diremos también que es un
misterio permanente. El lenguaje popular sabe por qué designa a las “bodas de palta” precisamente como bodas. Aún
como mater la mujer, por cuanto se
dedica al amor del hombre, es como una
desposada. Es tomar el carácter del misterio de manera demasiado naturalista
cuando en la novia solo vemos la sponsa
juvenil del día de la boda. Con respecto al hombre enamorado, la sponsa queda de por vida siendo novia,
igual que el día de la boda se repite durante toda la vida; la nupcialidad de
la mujer responde al milagro del amor que siempre se renueva. Del carácter de virgo-sponsa, como se nos presenta en la sponsa Christi, cae un reflejo también sobre la sponsa del hombre. De la idea de la
eterna nupcialidad surge también sobre ella el rostro de la Mujer Eterna;
María, que en su título sólo reúne a la virgo
y a la mater, es la desposada del
Espíritu Santo. Pero el mismo Espíritu Santo en las Sagradas Escrituras es
tanto Espíritu de Amor como Espíritu de la Creación. De esta doble designación
se ve claro el doble carácter del mysterium
caritatis. Vemos, pues como en todas partes la Iglesia ha elaborado
los puntos de vista decisivos. Al igual
que la sponsa Chirsti constituye la
cima y la aclaración del problema de las vírgenes, así la sponsa ligada sacramentalmente también es la cima de la idea de sponsa. De tras de ella se encuentra la
enorme cantidad de posibilidades creadoras entre hombre y mujer en cuanto a
espíritu. Existe la esposa que no está ligada sacramentalmente, la amiga, la
amante del hombre, existe también su compañera de trabajo. Sobre todas ellas cae la luz iluminadora de
la misa de esponsales. Lo que a la sombra del sacramento es el significado de
salvación creadora de dos seres entre sí, en la esfera profana es la comunidad
de vida creadora, el significado espiritual único de dos seres uno para el
otro. Existe también un mysterium
caritatis mundano interno como misterio de creación espiritual entre hombre
y mujer, también existe una sponsa
como novia del espíritu masculino. Nos
acercamos- pues hablamos de lo cultural-a aquellas célebres parejas que
proporcionan la interpretación viva de esta idea. Dante y Beatriz, Miguel Angel
y Vittoria Colonna, Hölderlin y Diotima, Goethe y Frau von Stein, Richard
Wagner y Mathilde Wesendok, sólo para mencionar los más celebres, nos señalan
el camino.
“Tú penetraste en mí por los ojos
Y me obligaste a extenderme
poderosamente.”
Se
lee en los sonetos de Miguel Angel a Vittoria Colonna. Y más claramente lo
vemos aún en Hörderlin cuando se dirije a Diotima:
“Asombrado te miro, como de época
pretérita
Oigo voces y dulces cantos y el
tañido de las cuerdas
Y en llamas liberado
Se nos eleva por los aires el
espíritu.”
Aquí
el Yo se ha ampliado en Nosotros, aparece la conciencia de la creación a dúo;
aparece el carácter de la creación espiritual como vida, el carácter nupcial de
la cultura.
El
papel femenino en este mysterium
caritatis espiritual es el mismo que en la vida histórico cultural. Sólo en
casos poco frecuentes esta colaboración será fecunda para la mujer como
creación propia, como, por ejemplo, Elisabeth Barrett-Browning en sus “Sonetos
portugueses” o Marianne Weber en su extensa exposición de la vida y la obra de su esposo. La mayoría de las veces la mujer
desaparece en la obra del hombre o sólo
se hace visible en el homenaje que éste le rinde. Como ejemplo de la completa
desaparición de la mujer, incluso de la superdotada, en la obra del hombre,
tenemos a Marianne de Willemer; sabemos que su participación en los versos
del “Westöstlinchen Divans” es mayor de
lo que podemos determinar en particular. Pero en el fondo no se trata de la
determinación de una tal participación de la mujer, sino precisamente porque la
mujer muchas veces no colabora activamente aparece la esencia de la
participación femenina. La idea de la sponsa
como novia del espíritu masculino significa que la sponsa como la otra mitad del hombre es la otra mitad de la
existencia en absoluto. También para la creación espiritual vale la maravillosa
expresión de la Biblia de que el hombre
debe “conocer” a la mujer. Él conoce en ella la otra dimensión de la
existencia humana. Polaridad es totalidad. Es la condición para toda gran obra.
Partiendo de aquí se comprende la
confesión casi aterradora de Hörderlin a Diotima:
“Cuando el Dios que me anima
Me amanece en su frente.”
No “amanece” en el fondo “el Dios”, sino que
amanece la totalidad de la creación divina, amanece la otra mitad de la
existencia sin la cual tampoco el Dios
puede animar una gran obra. Este es el sentido que tiene el viaje de Dante por el Infierno y
el cielo, primero conducido por un hombre, Virgilio, pero después por una mujer, Beatriz, la amada de
su juventud. Pero esta otra dimensión en
realidad no se presenta, sino que se entrega. El hombre “conoce” a la mujer,
pero la mujer es conocida en la actitud de la entrega. En la línea espiritual de que aquí tratamos no se trata de que la mujer acoja las ideas masculinas en
bien de una colaboración y desarrollo espiritual; esto puede ocurrir en algún punto, pero es también una forma tan
sólo del mysterium caritatis, no su
esencia. No significa tampoco una simple resonancia comprensiva de la mujer-
esto es solo acompañamiento musical- sino que
aquí la entrega es revelación, es una dádiva. La mujer entregada a un
hombre, en cualquier forma que sea, le trae
como dote la mitad de un mundo. En la entrega de la mujer como revelación de esa otra mitad del mundo se encuentra la participación femenina
en la creación histórico cultural del hombre. Entrega es revelación pero
velada. Incluso en el más allá se aparece Beatriz a Dante velada.
La
revelación de la mujer es tan velada que a veces el hombre no reconoce la revelación de lo femenino: cree
más bien recibir su propia imagen antes
que a la mujer.
“Entonces
sé que soy yo”.
Dice Hölderlin al sentir la proximidad de Diotima. Solo al percatarse del
otro la imagen propia se hace capaz de crear. Toda imagen tiene su posición
dentro del todo; también la esencia del hombre se hace clara en la esencia de
la mujer. Totalidad no significa únicamente manifestación de la “otra mitad” de
la existencia, sino también de la propia. Así como la mujer solo puede ser
conocida por el hombre cuando este se le
aproxima con un amor fecundo, así se reconoce él mismo del todo en su amor.
Este es el sentido del “espejo” que tan a menudo aparece en los testimonios de grandes poetas sobre su
relación con la mujer. En este espejo mira Dante cuando Beatriz le pide su
confesión en el monte de la purificación. Con esto se comprende también por
completo el apasionamiento con que a menudo se ha luchado por una mujer y su proximidad espiritual; su
persona espiritual comprende aquella comprende aquella inmensa dote, de la cual
solo puede participar el hombre a través de ella. La sponsa, tal como se encuentra entre virgo y mater, se encuentra
también entre la persona y generación; incluso
da un paso más allá de ese límite. La virgo aseguraba al hombre el supremo valor solitario de la cultura;
la persona, la sponsa, le aseguraba
la colaboración de la mitad de un mundo. De la misma manera que redime la vida
del hombre de su soledad, también la arrasa espiritualmente más allá del límite
de su persona. Conociendo la presencia de lo femenino se ve claro el elemento
anónimo que hay en toda creación.
También
aquí surgen los momentos esenciales para todo lo femenino, el carácter de la
cooperación y del velo; con otras palabras, en el elemento anónimo de la
cultura reconocemos el puntal invisible
de la Historia. La mujer no es lo realmente activo, sino lo cooperante; pero lo
cooperante es a la vez contribuyente. Por cierto, para distinguir esta línea se
necesita un determinado concepto sobre la esencia de la creación espiritual.
Con aparente justificación puede hacerse la objeción de que aquí no existe
ninguna diferencia entre el objeto de una creación y el sujeto del creador;
simplemente el estar contenida en la obra del hombre no significa una
participación de la creación. Sólo que esto es un objeción de la época
pretérita de los grandes Yo. Hoy en
cada creación cultural no vemos únicamente la obra de su creador; para nosotros precisamente la
esencia de la gran creación es que a ella confluyen muchas corrientes. Nuestra
época expresa este conocimiento en el significado que por ejemplo concede al
paisaje y al suelo para la obra espiritual. El hombre creador es el orador de
un coro. No sólo crea, sino que por medio de él es creado. El verdadero poeta
sabe que también el objeto compone con él; conoce la misteriosa penetración de
éste en él, sus comunicaciones rayando en lo maravilloso. No se crea que él
sólo ama a su tema; el tema le ama a él.
“No siempre los afanes del artista
Llegan a ordenar su obra según la visión de su
espíritu,
Cuando la materia es sorda para
darle respuesta.”
dice
Dante. La vanidad y la envidia de creador son por eso siempre los delatores de
un hombre creador que no lo es en sentido elevado; el hombre creador se
resistiría, por el contrario, a ser
celebrado como único promovedor de su obra; el ve claramente que su
grandeza y amplitud dependen de la
participación de muchos. Esto es lo que Ricardo Wegner quiere decir con sus
célebre palabras: ¡Pueblo alemán, esto es lo que has escrito y compuesto!”
Partiendo
de aquí se comprende también los muchos homenajes a menudo delirantes que
precisamente rindieron a la mujer muy grandes poetas: eran la ofrenda jubilosa
de la conciencia de no crear solos. Toda profunda y autentica figura de mujer
que caracteriza la obra del hombre, reconoce en el fondo el mysterium caritatis.
(Continuará)
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