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sábado, 21 de enero de 2012

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ

NEGATIO
VI




No ocupan el alma las cosas de este mundo ni la dañan, pues no entran en ella, sino la voluntad y apetito de ellas, que moran en ella.

Pues se te ha de seguir doblada amargura de cumplir tu voluntad, no la quieras cumplir aunque quedes en amargura.

Aunque obres muchas cosas, si no aprendes a negar tu voluntad y sujetarte, perdiendo cuidado de ti y de tus cosas, no aprovecharás en la perfección.

Buscarse a sí mismo en Dios es buscar los regalos y recreaciones de Dios, lo cual es contrario al amor puro de Dios.

Tanto reina, así en los espirituales como en los hombres comunes, el apetito de la propia voluntad y gusto en las obras que hacen, que apenas se hallará uno que puramente se mueva a obrar por Dios, sin arrimo de algún interés de consuelo o gusto u otro respecto.

¿Qué aprovecha dar a tu Dios una cosa si Él te pide otra? Considera lo que Dios querrá y hazlo, que por ahí satisfarás mejor tu corazón que con aquello a que tú te inclinas.

Más quiere Dios en ti el menor grado de obediencia y sujeción que todos esos servicios que le piensas hacer.
La sujeción y obediencia es penitencia de la razón y discreción, y por eso es  para Dios más acepto y gustoso sacrificio que todos los demás de penitencia corporal.

La penitencia corporal sin obediencia es imperfectísima, porque se mueven a ella los principiantes sólo por el apetito y gusto que allí hallan; en lo cual por hacer su voluntad antes van creciendo  en vicios que en virtudes.
Muchos cristianos el día de hoy tienen algunas virtudes y obran grandes cosas, y no  les aprovechará nada para la vida eterna, porque no pretendieron en ellas  la honra y gloria que es sólo de Dios, sino el gozo vano de su voluntad.

El camino de la vida de muy poco  bullicio y negociación es,  y más requiere mortificación de la voluntad que mucho saber. El que tomare de las cosas y gustos lo menos, andará más por él.

Quien no anda en gustos propios ni de Dios ni de las criaturas, ni hace su voluntad propia en cosa alguna, no tiene en qué tropezar.

Muchos hay que andan a buscar en Dios su consuelo y gusto, y a  que les conceda su majestad mercedes y dones; mas los que pretenden agradar y darle algo a su costa, pospuesto su particular interés, son muy pocos.

Muy insipiente sería el que faltándole la suavidad y deleite espiritual, pensase que por eso le faltaba Dios, y cuando la tuviese se deleitase, pensando que por eso tenía a Dios.

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