FORMACIÓN EN LA HUMILDAD
Y MEDIANTE ELLA EN LAS DEMÁS VIRTUDES
POR EL CANÓNIGO BEAUDENOM
AUTOR DE LA
“PRACTICA PROGRESIVA DE LA CONFESÓN Y DE LA DIRECCIÓN”
Cuarta Edición
EUGENIO SUBIRANA, S. A. Editorial Pontificia -1933
III. IMPORTANCIA DE LA CONVICCIÓN EN LA HUMILDAD
1ro. No es fácil determinar, ni siquiera en teoría, que sea el orgullo y qué la dignidad personal. El interés por el buen nombre y el deber de conservar la autoridad debida o de defender las propias ideas, cuando son justas, autoriza gran número de actos, que espíritus mal instruidos tomarían fácilmente por orgullo. Y, al revés, ¡Cuánto orgullo puede encubrirse bajo estos delicados pretextos!
2do. Pero si lo estudiamos en la práctica, el discernimiento se hace más difícil todavía. En efecto, nada hay tan seductor como este vicio; se disimula y se disfraza, crece y se insinúa de manera lenta y recatada; ha logrado ya infiltrase, y lo hemos sentido apenas, y cuando lo entrevemos procuramos excusarlo.
3ro. El orgullo inspira poco horror. Su fealdad y malicia nos llaman la atención menos que la malicia y fealdad de otros vicios. Sus peligros nos parecen menos de temer, porque, entre los cristianos, el orgullo rara vez llegará, de suyo, a pecado mortal, y porque, además, pocos de nosotros llevan esta falta a sus extremos. Y sin embargo, es tal su perniciosa influencia que los Santos le apellidan padre de todos los demás.
Es, por consiguiente, necesario establecer en nosotros una convicción ilustrada y que nos impresione, para concebir un horror que nos haga huir de él. Una convicción de éste género no es todavía la virtud, pero si la contiene, como las fuerzas físicas están condensadadas en sus elementos y prontas a entrar en acción. Tampoco se adquiere por consideraciones vagas, exageradas o débiles. Probemos de llegar al fondo de las cosas a través de las frases convencionales que entorpecen el camino.
Con todo, no confiemos demasiado en la penetración de nuestra vista ni en la seguridad de nuestro análisis; Dios solo es el Doctor de la humildad: “Y las revela a los pequeños, revelasti ea parvulis.”
IV. IMPORTANCIA DE LA INCLINACIÓN DE LA HUMILDAD.-
El orgullo, que es difícil de conocer, es aún más difícil de dominar, pues esta arraigado en lo más profundo de nuestra naturaleza. Su vitalidad es extraordinaria; cuando se le creía muerto, se le ve echar nuevos brotes. Se sustenta con poco, pero con nada se harta. Ahora, pues, para dominarlo, hay que establecer en nosotros el hábito de la humildad; es necesario que esta inclinación nos acompañe toda nuestra vida para combatir sin descanso la inclinación opuesta, que nunca muere.
¿Cómo adquirir y desarrollar esta tendencia tan contraria a la naturaleza? Por el ejercicio.
I° Obras, obras, ¡he aquí el gran secreto y la necesidad imperiosa! La idea, la convicción, constituyen la vanguardia y alumbran el camino; pero el ejercito que obtiene la victoria es el ejercito de los actos, y , señaladamente, de los actos generosos; él es el que se establece en la plaza y hace reinar allí la humildad.
¡Luego hay que combatir! Fuerza será inclinarse ante la voluntad ajena, con frecuencia menos razonable que la propia. Se deberá tener dulzura con aquellos que nos desprecian. A cada humillación que se presente habremos de decir: ¡bienvenida seas! La naturaleza sentirá rebeldía; pero domeñada por una humildad resuelta empleará su vigor en vencerse y pondrá su felicidad en abarse con Jesús. “Mihi ábsit gloriari nisi in cruce Iesu Christi.”
2° Y mientras esperamos las ocasiones que nos irá deparando la vida, podremos irnos disponiendo de ellas por medio de actos innumerables y exteriores, que están bajo nuestro imperio.
Los actos interiores (deseos, propósitos, súplicas, aceptaciones, etc) pueden ser múltiples y nada se opone a que sean intensos; podemos poner toda nuestra alma en tales esfuerzos, y este ejercicio es el que procuraremos hacer durante estas meditaciones.
3° Las demostraciones exteriores no deben despreciarse, pues dan a los sentimientos una consistencia especial ¿Por qué no emplearlas aún en la misma oración? La actitud humillada de un reo, de un postulante, de un mendigo, está muy en su lugar aquí. Besar alguna vez la tierra será también muy provechoso.
Gracias a todos estos medios frecuentemente empleados, la inclinación no será ya un simple asentimiento de la inteligencia a la verdad, una simple determinación de la voluntad a la justicia; será este asentimiento y esta determinación trocados en hábito, fijados en el seno de nuestras potencias desarrolladas y fortalecidas. Será una fuerza permanente que da la facilidad, el movimiento y hasta el gusto; porque es natural a toda fuerza el impulsar a la acción y encontrar cierto goce en libre ejercicio. Entremos, pues valerosamente en esta formación, no perdonemos esfuerzo alguno, y contemos con el auxilio de la gracia. Para llegar a ser humilde, hay que estar convencido y resuelto; hace falta reflexionar y orar.
Continuaremos el próximo domingo...
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