BAJO
EL PODER DE CÓMODO
En
el año 180, en Cartago
UNA
COMUNIDAD AFRICANA
Doce
cristianos, entre ellos cinco mujeres, fueron detenidos en Escila, Numidia, y
conducidos a Cartago donde fueron juzgados y condenados. El interrogatorio que
sigue, sin reproducir literalmente Actes Proconsulaires, tiene sin embargo un
valor indiscutible.
Nada
de arte en este breve diálogo, mas una sencillez que aventaja al arte y crea
una emoción que los métodos literarios no podrían engendrar. Le resulta difícil
al idioma castellano traducir la firmeza y la concisión de las respuestas
latinas.
***
En
Cartago, bajo el segundo consulado de Presensio y primero de Claudianus, el día
dieciséis de las calendas de agosto, comparecían en la sala de audiencias
Esperato, Natzalus, Citino, Donata, Secunda y Vestia.
El
procónsul Saturnino dio comienzo al interrogatorio.
SATURNINO.—Si os
enmendáis podéis obtener que os perdone el emperador, nuestro amo.
ESPERATO.—Jamás hemos
hecho nada malo ni cometido injusticia. A nadie hemos deseado mal. Y aun cuando
nos maltrataban, hemos correspondido con bendiciones. Somos, por lo tanto,
fieles súbditos de nuestro emperador.
SATURNINO.—Seguramente.
Mas tenemos una religión y debéis observarla. Juramos por la divinidad imperial
y oramos por la salvación del emperador. Es una religión muy sencilla, como
veis.
ESPERATO.—Tened a bien
escucharme, os lo ruego, y os descubriré un misterio de sencillez.
SATURNINO.—Y tú nos
explicarás una religión que insulta a la nuestra. No quiero oírte. Jura más
bien por la divinidad del emperador.
ESPERATO.—No conozco al
emperador divinizado de este mundo, y prefiero servir a ese Dios que nadie ha
visto ni puede ver con ojos carnales. Y si no soy un ladrón y si pago la tasa
al hacer mis compras, es porque conozco a mi Señor, el rey de los reyes y
emperador de todos los pueblos.
SATURNINO (a los demás).—Abandonad
esas creencias.
ESPERATO.—Las creencias
son malas cuando inducen al asesinato y al perjurio.
SATURNINO (a los demás).—No
compartáis su locura.
CITINO.—A nadie
tememos, sino al Señor nuestro Dios que está en el cielo.
DONATA.—Respetamos al
César como él lo merece. No tememos sino a Dios.
VESTIA.—Soy cristiana.
SECUNDA.—Soy cristiana
también. Quiero seguir siéndolo.
SATURNINO (a ESPERATO).—¿Persistes
tú en darte por cristiano?
ESPERATO.—Soy cristiano.
Y
todos formularon la misma declaración.
SATURNINO.—¿Queréis se os
dé tiempo para reflexionar?
ESPERATO.—No se discute
más tan juiciosa decisión.
SATURNINO.—¿Qué hay en
ese cofrecito?
ESPERATO.—Los libros
santos y las cartas de Pablo, un hombre justo.
SATURNINO.—Tomad un plazo
de treinta días. Reflexionad.
ESPERATO (repitió).—Soy
cristiano.
Y
todos hicieron lo mismo.
Entonces
el procónsul Saturnino leyó su sentencia escrita en la tablilla: «Esperato, Natzalus, Citino, Donata, Vestia,
Secunda y todos los demás han confesado que vivían según las prácticas
cristianas. Se les ofreció ingresaran en la religión romana. Han rehusado con
obstinación. Los condenamos a morir por la espada».
ESPERATO.—Rendimos
gracias a Dios.
NATZALUS.—Hoy, mártires,
estaremos en el cielo. Gracias a Dios.
El
procónsul Saturnino hizo publicar en alta voz por el pregonero:
«Ordeno que lleven al suplicio a Esperato,
Natzalus, Citino, Veturio, Félix, Acilino, Letancio, Januaria, Generosa,
Vestia, Donata, Secunda».
TODOS (dijeron).—Gracias
a Dios.
De ese modo
recibieron todos juntos la corona del martirio. Y están en el reino, con el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo por todos los siglos de los siglos. Amén.
Fuente: Pierre Hanozin, S.J
"La Gesta de los Mártires". Editorial
Éxodo. 1era Edición.
Próximo Viernes: El Martirio de Apolonio
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