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- Beato Juan Almond
5 de diciembre
SAN SABAS,
Abad
Bien sé de quién me he fiado, y estoy cierto
de que es poderoso para conservar
mi depósito hasta aquel día.
(2 Timoteo, 1, 12).
San Sabas, nacido en Capadocia en el año 439, a los ocho años de edad entró a un monasterio cerca de Cesárea y, después, atraído por los Santos Lugares, se fue a habitar una gruta junto al torrente del Cedrón, donde no había, en la Cuaresma, otro alimento fuera de la Santa Eucaristía, y donde muy pronto tuvo numerosos discípulos. Un día, un león le dejó su caverna. Fue a combatir a los eutiquianos en Constantinopla, y fue llevado, no obstante su pobre vestimenta, ante Anastasio II. Más tarde, el emperador Justiniano, habiendo ido a verlo, fue abandonado por él no bien San Sabas oyó llamar para el oficio divino. Murió en el año 532.
MEDITACIÓN
SOBRE LA ESPERANZA
I. Espera en Dios, pero témelo: la esperanza sin el temor conduce a la pereza espiritual, el temor sin la esperanza conduce a la desesperación. Dios es bueno, quiere salvarnos: ¡cuán consolador es este pensamiento! Dios es justo, puede condenarnos: ¡cuán terrible es este pensamiento! Dios mío, temo vuestra justicia, pero tengo confianza en vuestra bondad; emplead conmigo, no los rigores de vuestra justicia, sino las dulzuras de vuestra misericordia.
II. Espero de vuestra bondad vuestra gracia en este mundo y vuestra gloria en el otro. No es de mi ingenio ni de mi trabajo ni de mis amigos de quienes espero mi felicidad; de Vos es, oh Dios, que sois el único apoyo de mi esperanza. Tampoco son riquezas, placeres y honores lo que espero de vuestra liberalidad; yo espero, deseo, pido solamente vuestra santa gracia; dadme vuestro santo amor, quitadme todos los bienes de la tierra, y estaré demasiado contento y demasiado rico. Al ver nuestro desinterés en los bienes celestiales y nuestro apego a los bienes de este mundo, diríase que no tenemos ni fe ni esperanza. Pecamos contra la fe y la esperanza; parece que no creemos sino en la vanidad y en la mentira. (San Cipriano).
III. Mi esperanza no está fundada en mis trabajos sino en los méritos de mi Salvador Jesucristo. Si considero mi flaqueza, no me queda sino esperar el infierno; pero si dirijo mis miradas a Jesús crucificado por mi, debo esperar el paraíso. ¡Que se levanten contra mí mis enemigos, no seré confundido, porque es en Vos en quien espero y no en mí, Señor! (San Agustín).
La esperanza en Dios
Orad por vuestros
superiores eclesiásticos.
ORACIÓN
Haced, os suplicamos, Señor, que la intercesión del santo abad Sabas nos haga agradables ante vuestra Majestad, y que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestros méritos. Por J. C. N. S. Amén.
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