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jueves, 15 de septiembre de 2011

LA PERFIDIA JUDÍA EN LA HISTORIA CRISTIANA I


 SE EXPANDEN DOS FUERZAS POR EL MUNDO
(PRIMERA PARTE)

 

NOTA DEL BLOG: Nuestra intención, al hacer estas publicaciones, es dar a conocer cómo la perfidia judía ha venido mostrándose a lo largo de la historia (era cristiana) como enemiga de toda fundación cristiana. No pretendemos animar rencores ni odios de tipo raciales (antisemitismo), ni mucho menos un odio en sentido teológico (leer: “El Judío en el misterio de la historia” del P. Julio Meinvielle); nos ponemos en contra de ambas situaciones. Mas es nuestro deber, como católicos, el esclarecer las medidas que los estadistas católicos y la Iglesia adoptaron y afrontaron para frenar y contener esta perfidia, con el fin de que la Fe verdadera prevaleciera, en contra posición a las artimañas desleales por parte de los que pretendían (y aun pretenden) ver a la Iglesia de Cristo arrodillada ante ellos en son de derrota, sumisión y esclavitud. Es nuestro deber orar por estos Judíos que planean la destrucción del mundo cristiano. Éste es un problema TEOLÓGICO, y mediante ese contexto ha de resolverse.

***

Desde que Cristo fue llevado al Calvario el mundo quedó dividido en dos campos fundamentales: el cristiano y el anticristiano. Al condenar a Jesucristo los judíos se habían impuesto y poco después formalizaban el propósito de derrotar a los romanos. (Año 66) Algunos hebreos (los celotes) eran partidarios de una lucha abierta, en tanto que otros (los sicarios) actuaban encubiertamente y realizaban actos de terror contra el régimen y contra sus propios hermanos de raza que no secundaban su táctica. Esto acabó por generalizar el levantamiento contra los romanos.

Desde los primeros encuentros los judíos sufrieron graves reveses, y cuando ya veían casi perdida su lucha, el rabí Johanán ben Zacai se fingió partidario de concertar la paz con los romanos y consiguió que éstos le permitieran trasladarse a otra población, donde reunió discípulos y comenzó a crear una nueva comunidad que transmitiera a sus descendientes la fe en que restaurarían el templo de Jerusalén y lograrían la hegemonía mundial como “pueblo elegido”.

(Año 70) Mientras el rabí Zacai realizaba esa tarea adoctrinadora, Jerusalén era dominado por los romanos, y el templo israelita fue totalmente destruido. Se inició entonces la diáspora o dispersión de los judíos, ya vencidos, en tanto que los romanos se iban cristianizando y esto acentuaba más sus diferencias con los hebreos.

ADRIANO EMPERADOR ROMANO
Sesenta años más tarde los judíos lograron realizar un nuevo levantamiento y los romanos tuvieron que hacer un considerable esfuerzo para dominarlos. (Año 135) Sorprendido ante esa persistencia, el emperador Adriano, de Roma, se propuso acabar con el credo judaico y prohibió la enseñanza de la Torá, pero los hebreos ya habían desarrollado grandes facultades para la acción subterránea y continuaron enseñándola secretamente a sus descendientes. En la misma forma siguió funcionando su gobierno oculto, el Sanedrín, y Rabí Judá escribió la Mischná, o sea la segunda Torá, que recopilaba gran parte de las instrucciones judaicas hasta entonces transmitidas verbalmente. La Mischná, junto con las conclusiones que después se le agregaron (Guemara) constituyó el Talmud (de 12 a 20 volúmenes).

(Año 470) Esos escritos sirvieron de base para el gran impulso que logró la comunidad judía asilada en Babilonia, la cual llegó a sentirse suficientemente fuerte para entrar en pugna con los persas, pero fue vencida, y muchos hebreos tuvieron que emigrar, particularmente a la India y a Arabia. Los que se quedaron en Persia realizaron un segundo levantamiento y fueron derrotados de nuevo.

Justiniano, Emperador de Bizancio

(Año 476) Entretanto, el Imperio Romano se desmembraba. Siria y Palestina pasaron a poder de Bizancio y los judíos ya no tenían entonces muchas esperanzas de vencer en guerras abiertas y habían optado por infiltrarse en las administraciones de los Estados, razón por la cual el Emperador bizantino Justiniano les prohibió que desempeñaran cargos importantes en el gobierno de Bizancio.

(Año 638) Más tarde los primeros califas árabes –seguidores de Mahoma- arrebataron a Bizancio el dominio de Siria y Palestina, territorios que después quedaron bajo el control del Califato de Bagdad, el cual abarcaba a Persia, Babilonia, Armenia y Egipto. Durante estos cambios, aprovechando los movimientos y reajustes políticos consiguientes, los judíos lograron infiltrarse en las nuevas administraciones y así fue posible que cuando los ejércitos árabes se lanzaron al Occidente, hacia España, marcharan entre ellos numerosos e influyentes peritos y consejeros israelitas.

(En España los judíos habían llegado en el año 850 antes de Jesucristo (1) y disfrutaron de cordial hospedaje para prosperar económicamente y para practicar su religión, como lo prueban todavía hoy  las viejas sinagogas existentes en la Península. Sin embargo, los judíos guardaron en España su prohibición de casarse con no judíos y evitaron la fusión con la población española. Fieles a su sueño de hegemonía mundial no se sentían agradecidos por el hospedaje que se les brindaba, sino víctimas de una injusta situación porque no eran ellos los soberanos del país. (Año 694) Bajo el rey Ecija –en 694 de nuestra Era- los españoles descubrieron que la colonia judía mantenía comunicación con los musulmanes de África y conspiraba contra el régimen; entonces se reunió el Concilio XVII de Toledo y les impuso diversos castigos.
Rey Witiza
Pero esto duró menos de cinco años, pues el nuevo rey Witiza, hijo de Ecija, los perdonó y les restableció todos los derechos de que habían gozado. Si con ello creyó que se ganaría la buena voluntad de la población hebrea, estaba completamente equivocado ya que ellos aprovecharon la benevolencia de Witiza para reanudar su conjura). (2)

Así estaban las cosas en España cuando ocurrió el ataque de las legiones árabes. Los judíos, que bajo el rey Witiza gozaban de paz y prosperidad en la Península Ibérica, se pusieron de acuerdo con sus hermanos que acompañaban a los invasores musulmanes –encabezados por Tarik, de quien Torroba Bernaldo de Quirós dice que era moro de sangre judía- y abrieron las puertas de las principales ciudades españolas. (3) Los propios israelitas refieren este pasaje histórico con las siguientes palabras:

TARIK
“Cuando los musulmanes conquistaban una ciudad, sus dirigentes la entregaban al cuidado de los judíos, en quienes veían amigos leales, y proseguían su marcha. La capital de España, Toledo, fue entregada al guerrero árabe Tarik por los israelitas, los cuales le abrieron las puertas de la ciudad mientras la población cristiana huía a buscar refugio en las iglesias. El cuidado de la capital fue también confiado a los hebreos. De este modo los judíos se convirtieron en dueños de las ciudades”. (4)

Para la población española, que había llegado a tratar familiarmente a sus huéspedes judíos, fue un golpe terrible ver que éstos se entendían con el invasor musulmán, que le abrían las puertas de sus ciudades, que se apoderaban de los puestos políticos dirigentes y que ayudaban al extranjero a adueñarse del país. Hubo ciudades habitadas casi exclusivamente por judíos, como Lucena, y a Granada se la conoció por algún tiempo como Villa de Judíos. Este cautiverio de España iba a durar SETECIENTOS AÑOS. Los españoles fueron sojuzgados en su propia tierra y tuvieron que luchar y perder muchos hombres para ir reconquistando ciudades y regiones. En 1085 recuperaron Toledo, formaron un barrio especial para sus antiguos captores judíos y aún permitieron que algunos de ellos volvieran a ocupar puestos públicos, como Samuel Leví, que fue tesorero y que defraudó la confianza porque se apoderó de tesoros y los ocultó en subterráneos de su propia casa.

Antipapa judío ANACLETO II
Los judíos lograron un gran triunfo político-económico al compartir con los árabes la dominación de la España católica durante 7 siglos. Pero a la vez buscaban el triunfo sobre la institución que consideraban su más poderosa rival desde el advenimiento de Cristo, o sea la Iglesia Católica. En 1130 el cardenal Pierleoni, muy devoto, muy caritativo y muy estimado por su aparente espíritu religioso, se proclamó como Papa Anacleto II. Lo apoyaba el grupo político que acaudillaba su familia. Pierleoni era descendiente, por la rama paterna, de los judíos Baruch Leonis y Chanoch Ben Esra, y su madre Miriam era hija del rabino Nathan Ben Jechiel. Varios cardenales advirtieron que Pierleoni estaba al servicio del judaísmo y que su militancia católica era falsa, por lo cual reconocieron como Papa a Inocencio II, pero el grupo de Pierleoni obligó a Inocencio a emigrar. (5)

La Iglesia de Francia no reconoció a Pierleoni (Anacleto II); en París hubo tres concilios y se planteó que Pierleoni fingía desde niño su conversión y había sido infiltrado en la Iglesia para destruirla por dentro.

SAN BERNARDO DE CLARAVAL
La hábil conducta externa de Pierleoni se vio pronto contradicha por sus actos gradualmente contrarios a la ortodoxia religiosa. El Abad Bernardo (posteriormente canonizado como San Bernardo) encabezó la lucha para desenmascarar al falso Papa y recorrió todas las Casas reales de Europa llevando pruebas de que Pierleoni favorecía a los prelados de origen israelita e intrigaba y postergaba a los no judíos.

El emperador de Alemania fue el primero en convencerse de esa traición y tropas alemanas y francesas apoyaron al Papa Inocencio II, reconocido por los concilios de París. En vísperas de perder su dominio, Pierleoni (Anacleto II) huyó de Roma, murió en circunstancias poco claras (Año 1138) y quedó de manifiesto que había sido un Antipapa. Inocencio II regresó a Roma y ese día se conoció con el nombre de Sábado de Gloria del gran cisma. En
S.S. INOCENCIO II
los concilios de París se abordó ampliamente este tema y se nombró específicamente a los judíos como conspiradores para destruir el trono y la Iglesia. En aquella época la casi consumación de esta catástrofe estremeció al mundo y fue del dominio público.

La magistral táctica judía de la infiltración, que había triunfado política y militarmente en España, y que estuvo a punto de triunfar en lo religioso en Roma, alarmó profundamente al mundo cristiano y así se evidenció en el IV Concilio de Letrán (Año 1215), durante el cual se adoptaron medidas defensivas. La gravedad del peligro dio asimismo origen al nacimiento de los tribunales de la Inquisición, destinados a descubrir y castigar las infiltraciones de un enemigo que no luchaba abiertamente, sino que se disfrazaba de mil modos, dado que el Talmud dispone que es lícito “engañar a los idólatras haciéndoles creer que se es adepto a su culto”.
S.S. GREGORIO IX
Dichos tribunales quedaron primero en manos de los obispos y luego de Roma, bajo el Papa Gregorio IX (1227-1241).

Aunque vencido su principal intento dentro de Roma, los judíos continuaron tratando de dividir y debilitar a los católicos. Veían en éstos a los seguidores de Cristo, a quien juzgaban un impostor por haberles negado el reino de este mundo. En el sur de Francia, en el famosos Midi, que por su densa población judía llegó a ser en el siglo XI el baluarte del judaísmo en Occidente, surgieron diversas herejías antisacerdotales. Nació ahí la secta de los valdenses (Año 1170), fundada por Peter Waldo de Lyon, que luego fue ayudada y propalada por judíos que aparentaban ser cristianos; los valdenses querían el laicismo en la enseñanza y difundían ideas comunistas, como la supresión de la propiedad privada (siglos después remozada por el comunismo moderno) y trataban de realizar movimientos revolucionarios valiéndose de los pobres. Decían que sólo querían moralizar a la Iglesia, aunque su meta era destruirla.

Los valdenses tenían ligas secretas con los albigenses (o cátaros) a quienes dirigían cristianos de origen judaico. Los albigenses eran más radicales que los valdenses y en esta forma habían dos grupos que se dirigían hacia la misma meta, pero que actuaban con táctica diferentes para atraerse a gente de diversos temperamentos.

A medida que los españoles iban recuperando el dominio sobre su territorio, muchos judíos desplazados pretendían volver a infiltrarse en las organizaciones políticas y religiosas –a veces ayudados por valdenses y albigenses- y para impedirlo se fueron formando tribunales de la Inquisición en las regiones recién liberadas. 

La situación para los judíos se volvió particularmente desfavorable en el siglo XIV y surgió entre ellos un cisma profundo porque crecía el número de los que se disfrazaban de católicos para infiltrarse mejor en las nuevas instituciones españolas, en tanto que otros los recriminaban por esa táctica y los llamaban “marranos”. Los rabinos zanjaron más tarde esa disputa haciendo ver que los falsos conversos eran hermanos “más sutiles” que así prestaban mejor servicio a su causa.

Entretanto, durante el siglo XIV, en el Califato de El Cairo, los árabes advirtieron que la infiltración judía trabajaba más para sus propios fines que como un aliado sincero y reaccionaron con terribles represalias. Al mismo tiempo los españoles progresaban en su lucha de liberación (después de 700 años de sojuzgamiento), y al consumar su victoria con la recaptura de Granada, decretaron la expulsión de los judíos, salvo los que ya fueran realmente hijos de España. Y se pensó ingenuamente que el testimonio de su fusión, la prueba de fuego, sería que se bautizaran como católicos. Unos lo aceptaron y otros no.

CONTINUARÁ.......
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(1) “Histoire de Juifs”. Basnage
(2) “Historia de los Heterodoxos Españoles”. Menéndez y Pelayo.
(3) “Los Judíos Españoles”, por Felipe Torroba Bernaldo de Quirós. Madrid. 1961 Pág. 14.
(4) Manual de la Historia Judía. –Por Simón Dubnow. –Editorial Judaica. Buenos Aires. –Las ciudades francesas de Toulouse y Béziers también fueron entregadas por judíos a sus sitiadores árabes. Y más tarde, en Hungría, la colonia hebrea se entendió con los invasores mogoles, en contra de sus antiguos protectores cristianos. Así lograron más influencia y riqueza.
(5) “El Papa del Guetto”, Gertrud von le Fort. Barcelona 1961, Pág. 12

Fuente: Salvador Borrego E. "América Peligra. 600 Años de Azarosa Historia de 1419 a 2010". 24a. Edición 

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