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martes, 13 de diciembre de 2011

LA BELLEZA COMO TESTIMONIO DE LA EXISTENCIA DE DIOS...



Ver capítulo anterior, aquí

F.-  CUALIDADES DEL GOZO DE LO BELLO

            Muchas veces se confunde el gozo de lo bello con el placer sensible; sin embargo, participa de las características propias de la inteligencia, facultad donde se produce. Por eso, el gozo de lo bello es luminoso, desinteresado y anostálgico.

            En cambio, el apetito sensible es interesado, oscuro, efímero y nostálgico.


a) El placer de lo bello es luminoso, se consuma en esa luz interior que, por una parte, da la esencia y, por otra, da la inteligencia; dos interiores que se clarifican mutuamente, asimilándose en la unión más íntima.

            No es luz corporal, ni imaginativa, sino la intemporal del ser que signa la materia. En el mundo sensible, sólo la inteligencia tiene aptitud para captar y gustar esas luces.

b) El gozo de lo bello es desinteresado, lo cual elimina hasta el menor rastro de confusión con el placer sensible.

            La inteligencia, considerada en sí misma, es un puro y desinteresado existir para el ser; no aprehende con el fin de remediar en algo alguna indigencia del ser humano, sino para anegarse en la cosa conocida tal como ella es; con su aprehensión nos podemos aquietar en lo que las cosas tienen de inamovible e intemporal.

c) El placer de lo bello es anostálgico. Las esencias permanecen, la inteligencia también, pues ambas son intemporales. Por esta razón, cuando la inteligencia posee algo por conocimiento completo y real, es para siempre.

            La nostalgia tiene su origen en el apetito animal sobre el dato del bien pretérito propuesto por la memoria; por consiguiente, versa acerca de realidades terrenas en lo que tienen de temporales y es un acto de contacto del apetito animal con la correlativa memoria sensible.

            La razón de que queramos ver o escuchar no una sino cien veces un cuadro, una estatua una sinfonía o un poema, estriba en que todo en el hombre, hasta la misma intuición, es progresivo; para llegar al encuentro verdadero con la obra, son necesarios análisis e inquisiciones; y una vez hallada, nos tenemos que internar en ella de luz en luz.

            Precisamente, es mala la obra que, como una portada de revista, se obtiene por primera impresión: hubo un brillo, un deslumbramiento momentáneo, y allí todo acabó. Consiste en un efectismo aparente, nada más; no hay en ella ningún esplendor ontológico.


            Hemos dicho que el apetito sensible:

- es interesado, no tiene otro estímulo que la satisfacción propia e inmediata, y como ésta se realiza en lo material, siempre es a expensas del otro;

- es oscuro, pues no sabe a qué fin se ordena;

- es efímero, porque la misma posesión sensible destruye en parte o totalmente lo que ocasionaba el placer por querer apoderarse de algo corporal que en la cosa amada codiciaba;

- es nostálgico, ya que la memoria conserva impresión del bien sensible que dejó de existir.



G.-  GRADOS DE LA BELLEZA

1º) Lo bonito: es la belleza decorativa. Las flores y los pájaros pertenecen a lo bonito; el grado eminente pertenece a la mujer.


2º) Lo lindo: llámase así a la belleza festiva; combinada con alguna forma de alegría. Este y el grado anterior incluyen la idea de facilidad; una belleza ardua nunca es bonita ni linda.


3º) La gracia: es cuando se da una belleza con algún toque de racionalidad, de inteligencia.
            La gracia se puede encontrar en los casos de belleza más altos o profundos e, incluso, en lo sublime. En cambio, la elegancia es aquella gracia posible a los grados de belleza ligera o fácil.


4º) Lo hermoso: es cuando se combina lo bello con lo codiciable. Una manzana en sazón es hermosa.


5º) Lo bello: es una belleza en una plenitud de equilibrio, donde todos los demás elementos anteriormente mencionados, con excepción de la gracia, cesan para dar lugar a la pura luz de la esencia.
            La característica que lo distingue de los grados menores es la perdurabilidad.


6º) Lo sublime: es una belleza en aspiración de otra belleza superior. No permanece en sí; tiende y se engrandece en otro.


7º) Lo precioso: o el preciosismo es dar primacía al valor del material sobre la belleza de la cosa o la obra de arte en sí.
            Por ejemplo, preferir la estatuilla de bronce a la de barro; o el exceso de metáforas en poesía.


8º) Lo cómico: es cuando consideramos la miseria o lo ridículo en sí, sin referirlo al sujeto que lo padece.



H.-  LO FEO

            La fealdad es la privación del esplendor entitativo debido.

            Decimos debido, pues se trata del esplendor que se debe desprender de tal esencia y no otro.

            Dicha privación, en concreto, se traduce en alguna carencia de orden, de proporción, de integridad o de nitidez.

            La cosa fea angustia a la inteligencia; plantea un enigma, no de misterio, sino de ambigüedad, de suciedad ontológica.

            Se trata de una tiniebla que oprime a la inteligencia, que no ve una realización normal, inmediata de la esencia en la realidad concreta.


            Sin embargo, la fealdad no se debe a una supresión total de la luz de la esencia, es decir, de todas la cualidades de lo bello. Esto es imposible; no puede existir una fealdad absoluta. En un sujeto, por feo que sea, siempre existe la raíz de la belleza, que, impedida, no dará su luz, pero sin embargo continúa latente.


            Hay grados de fealdad; las cosas se afean sin eliminar de golpe y totalmente toda relación bella.




SANTORAL 13 DE DICIEMBRE


13 de diciembre



SANTA LUCÍA,
Virgen y Mártir

En esto se demostró la caridad de Dios hacia nosotros,
en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo,
para que por Él tengamos la vida.
(1 Juan, 4, 9).

   Santa Lucía, virgen de Siracusa, habiendo obtenido la curación de su madre orando sobre la tumba de Santa Ágata, de inmediato le pidió permiso para distribuir a los pobres la dote que le había destinado. Su pretendiente la denunció al juez como cristiana. El tirano la hizo prender y ordenó se la condujese a un infame lugar; pero no les fue posible moverla del lugar en que estaba. Empleóse el hierro y el fuego: ella pidió a Dios que prolongase su martirio para fortificar a los cristianos en la fe, predijo la tranquilidad de que gozaría la Iglesia después de la muerte de los emperadores Diocleciano y Maximino, y entregó su alma a Dios, hacia el año 304.

MEDITACIÓN
SOBRE LA DIGNIDAD
DEL HOMBRE

   I. Preciso es que el hombre sea algo grande puesto que Dios creó para él el mundo y todas las cosas que encierra. Considera lo que existe de más bello en el firmamento y en toda la tierra, y después di: Cosa más grande soy que todas esas maravillas, porque ellas no han sido creadas sino para servirme. Oh Dios mío, Vos honráis demasiado a vuestros amigos; cuánto agradecimiento os debemos! Pero, ¡cuán desgraciados somos al hacernos esclavos de esas creaturas de las cuales somos soberanos!

   II. El fin para el cual hemos sido creados hace ver claramente la grandeza y la nobleza del hombre. Dios nos ha sacado de la nada para servirle y para poseerle un día: he aquí nuestro fin durante esta vida y durante la eternidad. Cristiano, levanta tu corazón; no estás en este mundo para gozar de él, sino para servir a Dios y para amarlo. ¿Por qué, pues, abandonar a Dios, fuente de todo bien? ¿Por qué buscar placeres imperfectos entre las creaturas? Elevemos nuestros ojos al cielo, a fin de que la tierra no nos seduzca con sus diversiones y placeres. (San Cipriano).

  III. El precio que Jesucristo ha pagado para rescatarnos es una prueba convincente de la estima que Dios hace del hombre, puesto que prefirió sacrificar a su Hijo antes que dejar perder a esta noble creatura. Vemos con ello lo que valemos y cuánto nos estima Dios. Recordemos, pues, que Jesucristo, después de haber dado tanto por nosotros, espera mucho de nosotros. Él sabe cuánto le hemos costado; no nos menospreciemos pues, nosotros que somos tan preciosos a los ojos de Dios. (San Eusebio).

La pureza
Orad por los vírgenes.

ORACIÓN

   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada Lucía, virgen y mártir, al mismo tiempo que regocija nuestra alma, la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción.  Por J. C. N. S.  Amén.