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sábado, 4 de febrero de 2012

PENSAMIENTOS DE SAN JUAN DE LA CRUZ



NEGATIO
VIII


No sentirás más necesidades que a las que quisieres sujetar el corazón, porque el pobre de espíritu en las menguas está más contento y alegre, y el que ha puesto su corazón en la nada, en todo  halla anchura.

Sin trabajo sujetaras las gentes y te servirán las cosas, si te olvidares de ellas y de ti mismo.

Verdaderamente aquel tiene vencidas todas las cosas, que ni el gusto de ellas le mueve a gozo, ni el desabrimiento le causa tristeza.

Al desasido no le molestan cuidados ni en oración ni fuera de ella, y así, sin perder tiempo, con facilidad hace mucha hacienda espiritual.

El ánimo abstraído delo exterior, desnudo de la propiedad y posesión de cosas divinas, ni las cosas prósperas le detienen ni le sujetan las adversas.

Recogiendo el alma su gozo de las cosas sensibles, se restaura acerca de la distracción en que  por el demasiado ejercicio de los sentidos ha caído. Recogiéndose en Dios, conservánse y se aumenta el espíritu y virtudes que ha adquirido.

Siendo en verdad en buena filosofía, que cada cosa, según el ser que tiene es la vida que vive, el que tiene como ser espiritual, mortificada la vida animal, claro es que sin contradicciones ha de ir con todo a Dios.

Así como el hombre que busca el gusto de las cosas sensuales y en ellas pone su gozo, no merece ni le debe otro nombre que de sensual, animal y temporal, así, cuando levanta el gozo de estas cosas sensibles, merece todos estos atributos de espiritual, celestial y divino.

Si un gozo niegas en las cosas sensibles, ciento tanto te dará el Señor en esta vida, espiritual y temporalmente; como también por un gozo que de esas cosas sensibles tengas, te nacerá ciento tanto de pesar y sinsabor.

Traga interior desasimiento de todas las cosas y no ponga el gusto en alguna temporalidad, y recogerá su alma a los bienes que no sabe.

Niega tus deseos y hallarás lo que desea tu corazón; ¿Qué sabes si tu apetito es según Dios?

Aunque los bienes temporales de suyo necesariamente no hacen pecar, pero porque ordinariamente con flaqueza de afición se ase el corazón del hombre a ellos, y falta a Dios, lo cual es pecado, por eso dice el Sabio que el rico no estará libre de pecado.

Jesucristo Nuestro Señor llamó a las riquezas en el Evangelio espinas, para dar a entender que el que  las manoseare con la voluntad quedará herido con algún pecado.

Si por alguna via se sufre gozarse en las riquezas, es cuando se expenden y emplean en servicio de Dios, pues de otra manera no se sacará de ellas ningún provecho. Y lo mismo se ha de entender de los demás bienes temporales de títulos, estados, oficios, etc.

Aunque los bienes sensibles se merezcan algún gozo cuando de ellos el hombre se aprovecha para ir a Dios, es tan incierto esto, que, como vemos, comúnmente más se daña el hombre con ellos que se aprovecha.


SANTORAL 4 DE FEBRERO


  • Santos Filoromo y Fileas, Mártires
  • San Andrés Corsini, Obispo y Confesor
  • San Teófilo el Penitente
  • San Isidoro de Pelusium, Abad
  • San Nicolás el Estudita, Abad
  • Sta. Juana de Francia, Fundadora
  • San Gilberto de Sempringham, Fundador
  • San José de Leonessa
  • San Juan de Brito, Misionero
  • Beato Raban o Rabano Mauro, Arzobispo de Mainz
  • Beato Tomás Plumtree, Mártir

4 de Febrero



Santos Filoromo y Fileas, Mártires

Fileas pertenecía a una de las familias más nobles y más antiguas del bajo Egipto. Era originario de Thmuis, ocupó altos cargos, desempeñó funciones públicas y poseía amplios conocimientos filosóficos. Probablemente se convirtió al cristianismo a la edad madura, siendo luego elegido obispo de su ciudad natal. Paralelamente, Filoromo ocupaba un alto puesto administrativo en Alejandría, y también él se convirtió al cristianismo tardíamente. Ambos fueron hechos prisioneros al mismo tiempo y sin duda estuvieron en la mazmorra los últimos meses del año 306.

En este lapso, Fileas dirigió una carta a los fieles de su diócesis exhortándolos a seguir firme en la fe a Cristo aún después de su inminente muerte. Posteriormente, los dos mártires fueron interrogados por Culciano, prefecto de Egipto y al mantenerse firmes a su adhesión a Jesús, fueron condenados a ser decapitados. Murieron el 18 de mayo del año 307.