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sábado, 24 de septiembre de 2011

EL PADRE PÍO NOS HABLA DE....


EL DEMONIO Y LAS TENTACIONES



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 Las tentaciones, los desalientos, las inquietudes, son mercancía del enemigo.
                Acordaos de esto: si el maligno continúa molestando, señal de que todavía no se halla dentro, está todavía fuera. Lo que debe aterrorizarnos es su paz y concordia.
                El diablo es como un perro rabioso encadenado. Más allá del radio que le permite la cadena, no puede morder a nadie.
                Mantente lejos de él.
                Si te acercas demasiado, te morderá.
                Recuerda que el diablo tiene una sola puerta para penetrar en nuestro interior: la voluntad. No hay otras puertas secretas o escondidas.
                No hay pecado si no ha habido voluntad de cometerlo.
                Pertrechémonos de prudencia y de Espíritu Santo, pues el demonio se halla agazapado en el interior de los estúpidos.
                Lo que proviene de Satanás comienza con bonanza, pero termina tempestuosamente, con la indiferencia y la apatía.
               
Tus tentaciones provienen del demonio, del infierno; tus penas aflicciones, de Dios, del Paraíso. Las madres son de Babilonia, las hijas de Jerusalén.
                Desdeña las tentaciones y abraza las tribulaciones.
                No, hijo mío, deja que el viento sople y no creas que el ruido de las hojas es el tronar de las armas.
                Si lográis vencer las tentaciones, éstas tienen el mismo efecto en vuestra alma que la lejía en la ropa sucia.
                Aborreced las tentaciones y no os entretengáis en ellas.
                Imaginaos a Jesús Crucificado en vuestros brazos y sobre vuestro pecho; besando varias veces Su Costado, decid: Tú eres mi esperanza, la fuente viva de mi felicidad.
                Abrazado a Ti, ¡Oh Jesús mío!, no te dejaré hasta que no me hayas librado.
                Caminad entre vientos y mareas, pero con Jesús.
                Si teméis por el arreciarse de la tempestad, gritado con S. Pedro: ¡Señor, sálvame!
                Os dará su mano, acogeos a ella con fuerza y caminad alegremente.
            Vengan cataclismos. Se sumerja el mundo en tinieblas, humos y estrépitos… Dios está con vosotros.
           Pero si Dios habita en las tinieblas y el Sinaí, entre relámpagos y truenos, ¿no estaremos contentos cerca de Él?
                Si llegáramos a saber los méritos que obtenemos por las tentaciones sufridas con paciencia y vencidas, casi exclamaríamos: ¡Señor, envíanos tentaciones!
                Os suplico, hijas mías, por el amor de Dios, en vez de temer Señor, pues El no desea haceros mal alguno, amadlo sobremanera, pues El os desea todo bien. Caminad con alegre seguridad y no consideréis vuestros males como crueles tentaciones. ¿Qué más puedo yo hacer para frenar vuestras angustias? Inútil es toda vuestra preocupación para sanarlas, al contrario, las fomentáis más todavía.
                No os esforcéis en vencerlas. Este esfuerzo las fortifica. Rechazadlas y no os entretengáis en ellas.
                Acordaos, hijas mías, que soy tan enemigo de los deseos inútiles como de los deseos peligrosos y malos, pues, aunque sea bueno lo que se desea, nuestros anhelos son siempre defectuosos, especialmente si animados de excesiva solicitud, pues Dios no nos exige este género de bienes, sino otros en los que quiere nos ejercitemos. Quiere hablarnos, como a Moisés, entre espinas, desde la zarza, entre nubes y relámpagos. No deseemos que Dios nos hable entre suaves y frescas brisas, como habló a Elías. ¿Qué teméis, hijos míos? Escuchad lo que el Señor dijo a Abraham y en él a vosotros: No temáis, soy vuestro protector. ¿No buscáis a Dios? Lo poseéis, no miento. Sed contantes en vuestros propósitos, permaneced en la nave en que os ha embarcado y vengan tempestades. Jesús está con vosotros, no pereceréis. El dormirá, pero en el momento de peligro se despertará y os calmará.
                Se deben al demonio las perplejidades del espíritu que experimentáis, Dios las permite no por qué os odie, sino porque os ama.
                Es una tentación, desechadla, pensar que es imposible amar sinceramente al Señor, después de haberlo ofendido. Es una insinuación del maligno.
                San Pedro, Apóstol del Señor, de Quien recibió la potestad sobre los doce Apóstoles. ¿No negó a su Maestro? ¿No se arrepintió y amó al Salvador y la Iglesia lo venera como santo?

SAN PADRE PÍO. RUEGA POR NOSOTROS

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