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domingo, 5 de abril de 2015

SERMÓN DEL DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN

PASCUA DE RESURRECCIÓN



El Domingo de Pascua, los que fueron al sepulcro de Cristo, encontraron un monumento funerario extraordinario: un Ángel resplandeciente que les dijo: No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto.
En el sepulcro de Cristo no encontramos ni cruces ni leyendas…; solo se oye de labios del Ángel: Resucitó.
Es un sepulcro sin par, un sepulcro único… Y por ser único, por ser sin igual, recibió la alabanza inaudita del profeta: Su sepulcro será glorioso.
Es la gloria que cupo a Nuestro Señor Jesucristo, y que por medio de Él se irradia sobre nosotros.
Examinemos bien este sepulcro. No hay en él podredumbre, no hay en él corrupción. Mirémoslo sin temor, no veremos nada que nos espante.
La resurrección de Jesucristo es gloriosa; y esta gloria brinda al Redentor una compensación crecidísima y eterna por todos los sufrimientos, todas las amarguras, todas las tristezas.
Ojalá comprendiésemos esta recompensa crecida, esta compensación eterna; ojalá comprendiésemos su dulzura y dicha.
¡Cristo resucitó! Después de una noche oscura, tempestuosa, horripilante, cruel, salió brillante de su sepulcro. Su cuerpo martirizado fue glorificado, lo inundó una hermosura celestial. Sus ojos irradian dicha. Su cuerpo no sufrirá ya ni recibirá herida alguna…, sus ojos no se llenarán de lágrimas, sus labios no se quejarán…
Así se levanta del sepulcro… ¡Su sepulcro es glorioso!
¡Fue tan prodigioso el día de Pascua!
También nosotros nos regocijamos de tanta alegría; aunque no podamos concebir del todo la alegría de Nuestro Señor Jesucristo. Nunca ha tenido el hombre motivo más poderoso para alegrarse que el que tuvo Jesús; porque la alegría y la gloria de Cristo son tan grandes, que hasta su sepulcro llegó a ser glorioso…
La resurrección es gloria de Nuestro Señor Jesucristo; porque la resurrección es su brillante victoria sobre todos los enemigos.
Todos se habían conjurado contra Cristo. ¡Y a su cabeza el jefe de los contrarios, el mismo diablo y todo el averno, todo ese mar de maldades, ese odio sofocado, que quisiera aniquilarlo todo: a Dios, a Cristo, al hombre, al mundo, a sí mismo!
Pero Cristo resucitó, y todos sus enemigos fueron como paja en medio del huracán.
Hicieron con Él cuanto pudieron y Él lo sufrió todo; por fin le dieron muerte. Ahora —pensaron— le hemos quebrantado; mas Cristo venció a la misma muerte…. Su sepulcro es glorioso.
Aunque le hubiesen encerrado en el seno de la tierra, Cristo habría roto la cerradura; porque la tierra, el lugar de descanso de los muertos, no podía retener al Señor de la vida, al triunfador de la muerte.

***

La Domínica de Pascua es la fiesta de dos artículos de fe; de aquel que dice: Al tercer día Cristo resucitó de entre los muertos; y del otro que reza de esta manera: Creo en la resurrección de la carne.
Es imposible separar estos dos artículos; así como es cierto que Cristo ha resucitado, tan cierto es que también nosotros resucitaremos.
Tal vez nos espante el pensarlo; porque no sabemos qué tal será nuestra resurrección…
Y, sin embargo, así será…; recordemos que Jesucristo dijo a los judíos admirados: Y no tenéis que admiraros de esto; pues vendrá tiempo en que todos los que están en los sepulcros oirán la voz del Hijo de Dios y saldrán los que hicieron buenas obras a resucitar para la vida eterna; pero los que las hicieron malas resucitarán para ser condenados.
No son pensamientos sombríos… No solamente no son sombríos, sino que son gloriosos; porque glorioso es el sepulcro de Cristo…
¿Y qué resurrección esperamos nosotros? ¿No esperamos una resurrección gloriosa?
Consideremos, pues, ¡oh cristianos!: aquí está el camino de la Cruz, aquí nos hemos regenerado, aquí fuimos injertados en el Cuerpo glorioso de Cristo; Él es la cabeza del cuerpo, y nosotros somos sus miembros; y, mientras sigamos siéndolo, también participaremos de la gloriosa resurrección de la Cabeza.
No es posible que la Cabeza sea glorificada y los miembros se pudran. Mientras cumplamos las promesas hechas en el Santo Bautismo, mientras contradigamos al diablo y a todos sus esfuerzos y a todas sus pompas, triunfaremos con Cristo; y sabemos muy bien que Cristo triunfó mediante su gloriosa resurrección.
Allí está el confesonario; lo que haya de corrupción y podredumbre en nuestra alma, en nuestros deseos, en nuestro cuerpo, en nuestras palabras… llevémoslo allí y curémoslo…
En la resurrección gloriosa no pueden ser ulcerosos ni el alma ni el cuerpo, porque la resurrección gloriosa significa incorrupción.
Solamente el alma incorrupta, sana, hará resucitar gloriosamente a su cuerpo; el alma podrida, ulcerosa, es decir pecadora, también lo hará resucitar, mas para su propia ignominia…
De modo que la resurrección de Jesucristo nos habla de una resurrección gloriosa; ¡gloriosa!…, perdurable, refulgente.
¡Qué transformación! Así nos transformaremos también nosotros en la gloriosa resurrección, si la alcanzamos por los méritos de Jesucristo.
Este cuerpo pesado, enfermizo se transformará en cuerpo inmortal, impasible, que no estará ya atado a la tierra, que no irá cavándola con sudores, sino que glorificado se levantará al Cielo, a la patria de la felicidad.
No tendrá ya enemigos, ni males, ni enfermedades. No le aquejará la amargura ni la tristeza, sus ojos no se arrasarán de lágrimas; será resplandeciente, la gloria y la hermosura de Dios se reflejarán en él.
No tendrá deseos feos, sensuales, no gozará en comer y beber, sino que se llenará de lo más dulce, de lo que más dicha comunica: Dios.
Y en ese cuerpo resplandeciente, incorrupto, glorificado, habitará el alma que Dios saturará de dicha por toda la eternidad.
¡Oh, Pascua feliz de nuestra resurrección!
¿Estás cerca o todavía lejos?
Pero que llegará un día nos lo asegura Jesucristo, el cual transformará nuestro vil cuerpo, y lo hará conforme al suyo glorioso, con la misma virtud eficaz con que puede también sujetar a su imperio todas las cosas.
P. Ceriani
Visto en: RADIO CRISTIANDAD

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO-Domingo de Resurrección

TIEMPO PASCUAL



 Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor 

NECESIDAD DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

 Era necesario que el Cristo padeciese y resucitase al tercer día de entre los muertos (Lc 24, 46). Fue necesario que Cristo resucitase por cinco motivos:

 1º) Para recomendación de la justicia divina, a la cual pertenece exaltara los que se humillan por Dios, según aquello: Destronó a los poderosos, y ensalzó a los humildes (Luc., I, 52) Luego, si Cristo se humilló hasta la muerte de cruz por amor y obediencia a Dios, era necesario que fuese ensalzado por Dios hasta la resurrección gloriosa; por lo cual se dice de su persona: Tú conociste, esto es, aprobaste, mi sentarme, es decir, mi humildad y pasión, y mi levantarme, a saber, mi glorificación en la resurrección (Sal 138, 2).

 2º) Para instrucción de nuestra fe; porque por su resurrección fue confirmada nuestra fe en la divinidad de Cristo, como dice el Apóstol: Si Cristo no resucitó, luego vana es nuestra predicación, y también es vana nuestra fe (1 Cor 15, 14) Y en el Salmo 29, 10: ¿Qué provecho hay en mi sangre, esto es, en el derramamiento de mi sangre, si desciendo, como por ciertos escalones de males, a la corrupción? Como si dijese: ningún provecho; "porque si no resucito al instante, y mi cuerpo se hubiese corrompido, a nadie predicaré ni ganaré a ninguno", como expone la Glosa.

 3º) Para levantar nuestra esperanza, porque al ver resucitar a Cristo,que es nuestra cabeza, esperamos que también nosotros resucitaremos. Por eso se dice: Si se predica que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos de vosotros que no hay resurrección de muertos? (1 Cor 15,12). Y en Job: Yo sé, mediante la certeza de la fe, que mi redentor, esto es,Cristo, vive, habiendo resucitado de entre los muertos, y por lo tanto, en el último día he de resucitar: de la tierra... esta mi esperanza está depositada en mi pecho (19, 25.27)

 4º) Para informar la vida de los fieles, según aquello: Como Cristo resucitó de muerte a vida por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida (Rom 6, 4); y mas adelante: Habiendo Cristo resucitado de entre los muertos, ya no muere; ... así también vosotros consideraos que estáis de cierto muertos al pecado, pero vivos para Dios en nuestro Señor Jesucristo (Ibíd. 9, 11).

5º) Para complemento de nuestra salvación porque así como sufrió males y se humilló muriendo, para librarnos de los males, del mismo modo fue glorificado resucitando, para conducirnos a los bienes, según aquello: El cual fue entregado por nuestros pecados, y resucitó para nuestra justificación (Rom 4, 25) La Pasión de Cristo obró nuestra salvación en cuanto a remoción de los males; mas la resurrección, en cuanto a la incoación y modelo de los bienes (3ª, p. q. LIII, a. 1)


sábado, 4 de abril de 2015

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO-Sabado Santo

SEMANA SANTA



Sábado Santo

 UTILIDAD DEL DESCENDIMIENTO DE CRISTO A LOS INFIERNOS

 Cuatro lecciones podemos sacar para nuestra instrucción del descendimiento de Cristo a los infiernos: 1º) Una firme esperanza en Dios. Porque cualquiera que sea la aflicción que le atormente, debe esperar siempre la ayuda de Dios y confiaren él. Porque nada hay más cruel que estar en el infierno. Ahora bien, si Cristo libró a los que estaban en el infierno, mucho más debe confiar el que es amigo de Dios, que será librado por él de cualquier angustia. Ésta (la sabiduría) no desamparó al justo vendido, mas le libró de pecadores, y descendió con él al hoyo; y en las prisiones no le desamparó (Sab 10, 13,14) Y porque Dios ayuda de manera especial a sus siervos, debe estar muy seguro el que sirve a Dios. El que teme al Señor de nada temblará, ni tendrá pavor; porque el mismo es su esperanza (Eclo 34, 16).

 2º) Debemos concebir temor y desechar la presunción. Porque si Cristo padeció por los pecadores y bajó a los infiernos, no libró, sin embargo, a todos, sino únicamente a los que estaban sin pecado mortal; pero dejó allí a los que habían muerto en pecado mortal. Por consiguiente, ninguno que baje allí con pecado mortal, espere perdón; sino que estará en el infierno el tiempo que los santos Padres estarán en el paraíso, o sea, eternamente.

 3º) Debemos ser solícitos. Porque Cristo descendió a los infiernos por nuestra salvación, y nosotros debemos preocuparnos por bajar allá frecuentemente, meditando en las penas, como hacía el santo profeta Ezequías: Yo dije: En el medio de mis días iré a las puertas del infierno (Is38, 10) Porque el que en vida desciende frecuentemente allí por la meditación, no desciende fácilmente en la muerte; pues esa consideración le preserva del pecado y le aparta de él. Vemos que los hombres de este mundo se guardan de obrar mal por temor a la pena temporal; ¿con cuánta mayor razón deben evitar las acciones malas por temor a las del infierno, que son mayores por la duración, la acerbidad y el número? Por eso se dice en el Eclesiástico: Acuérdate de tus postrimerías y no pecarás jamás (7, 40).

4) De este hecho nos viene un ejemplo de amor. Cristo bajó a los infiernos para librar a los suyos; y, por consiguiente, también nosotros debemos bajar allá para socorrer a los nuestros. Pues ellos nada pueden y debemos, por lo tanto, socorrer a los que están en el purgatorio, Sería demasiado duro el que no socorriese a una persona querida que estuviese en la cárcel, pero mucho más duro es el que no socorre al amigo que está en el purgatorio, ya que no existe comparación alguna entre las penas del mundo y aquellas otras. Apiadaos de mí (Job 19, 21). De tres maneras se las puede socorrer: por medio de misas, oraciones y limosnas. Esto no es extraño, porque también en este mundo puede un amigo satisfacer por su amigo. (In Symb.).






viernes, 3 de abril de 2015

SERMÓN DE LA SOLEDAD

SOLEDAD DE MARÍA



Tal vez nos hemos acostumbrado demasiado a la Cruz… Y el corazón humano no se conmueve por lo que está acostumbrado a ver…
Y con todo, la Santa Iglesia, por medio de su Liturgia, confía en que nosotros acudamos al pie de la Cruz profundamente conmovidos…
¿Dónde están las lágrimas de nuestra emoción, dónde las lágrimas del arrepentimiento y de la compasión?
Confiemos…
Dios, que formó el corazón humano, conoce sus leyes, y ha dispuesto que el corazón, no obstante su dureza y crueldad, se conmueva profundamente al pie de la Cruz.
Bien sabe Dios que en el alma del hombre hay una cuerda que, pulsada por su mano, despertará los sentimientos más tiernos; bien sabe que tenemos recuerdos sagrados, los cuales podrán enternecer nuestro corazón…
Uno de esos recuerdos es el nombre de madre
Por esto colocó al pie de su Cruz a su Madre Santísima…
¡He ahí el arte supremo del Evangelio!
Incluso los desalmados verdugos permiten que permanezca al pie de la Cruz esta primera adoradora; ceden el paso con respeto…
Allí está Ella por nosotros, sí, para que le pidamos alma y corazón con qué comprender los sufrimientos de Jesús; allí está por nosotros, para que, levantando nuestros ojos, sintamos siquiera una pequeñísima parte del dolor que quemaba su alma.


VIA CRUCIS O CAMINO DE LA CRUZ

VIA CRUCIS



Via Crucis significa camino de la cruz, y consiste en recorrer con el pensamiento el camino que recorrió Jesucristo, desde que le cargaron la cruz en el pretorio de Pilatos, hasta la cumbre del monte calvario. Según las revelaciones a Santa Brígida, tras la muerte de Jesucristo, el mayor consuelo de la Virgen era recorrer los pasos de aquel sagrado camino, regado con la Sangre de Jesucristo. Es una de las devociones más útiles, más agradables a Dios, enriquecida con una indulgencia plenaria por cada vez que se la practique. Lo esencial para ganar las indulgencias del Via Crucis es:



1° Estar en estado de gracia.

2° Recorrer las estaciones; mas, si fuese grande el concurso, bastaría volverse a cada estación, sin  moverse  de un lugar a otro.

3° Meditar la Pasión.

4° No interrumpir el ejercicio.

5° Hacerlo donde está canónicamente erigido el Vía crucis. Los impedidos física o moralmente de hacer esta devoción en tales lugares, pueden rezar con corazón contrito veinte padrenuestros, Avemarías y Glorias, teniendo en la mano un crucifijo bendecido para este fin, y ganarán las mismas indulgencias.



Los que hicieren devotamente el Vía Crucis pueden conseguir:

1) Indulgencia Plenaria cuantas veces lo hicieren.

2) Otra Plenaria si en el mismo día, en que lo hicieron o bien dentro del mes,

realizado 10 veces el Via Crucis, se acercaren a la Sagrada Comunión.

3) Indulgencia de 10 años por cada una de las Estaciones si comenzando el ejercicio, se hubiere de interrumpir por cualquier causa razonable.

Para ganar estas indulgencias se requiere como condición indispensable la meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y el trasladarse de una estación a otra, salvo el caso de que se haga en común por todos los fieles que están en la iglesia, pues entonces basta ponerse en pie y arrodillarse en cada estación

Conviene advertir que el rezar en cada una de las Estaciones el Adoramus te Christe, etc. los Padrenuestros y Avemarías con el Miserere nostri, Domine, etc., es tan sólo piadosa y laudable costumbre, pero no es necesario para ganar las Indulgencias, para lo cual basta meditar en la Pasión de Jesús.

Los que, por enfermedad u otra causa, se hallaren impedidos de recorrer las estaciones del Via Crucis, pueden ganar las indulgencias rezando 14 Padrenuestros, Avemarías y Gloria, junto con la meditación de la Pasión; además, otros 5 Padrenuestros, Avemarías y Gloria, a las LLagas de Jesús; y uno según la intención del Sumo Pontífice, teniendo entre las manos un Crucifijo bendecido por un sacerdote que tenga la facultad de aplicar dichas Indulgencias.

Si no pudieren rezar todos los Pater-Ave y Gloria prescriptos para la Ind. plenaria ganarán una parcial de 10 años por cada Pater-Ave y Gloria. Los enfermos que no puedan hacer el Via Crucis en la forma ordinaria ni en la arriba indicada lucran las mismas indulgencias con tal que con afecto y ánimo contrito besen o contemplen el Crucifijo bendecido para este fin, que les fuera mostrado por el sacerdote u otra persona y recen si pueden alguna breve oración o jaculatoria en memoria de la Pasión y Muerte de J. C. Nuestro Señor. (Clemente XIV, Audiencia 26 Enero 1773; S.C: Indulg. 16 Sept. 1859; S. Penit. Apost. 25 Marzo 1931; 20 Oct. 1931 y 18 Marzo 1932)


PRACTICA DEL VÍA CRUCIS



Ejercicio preparatorio

V) Adoramus te, Christe, et benedícimus tibi.

R) Quia per sanctam crucem et mortem tuam redemisti mundum.

OREMUS

Respice, quaesumus Domine super hanc familiam tuam, pro qua Dominus noster Jesus Christus non dubitavit manibus tradi nocentium et Crucis subíre tormentum. Qui tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.

R) Amen.

Acto de contrición

¡Oh Dios y Redentor mío! vedme a vuestros pies arrepentido de todo corazón de mis pecados, porque con ellos he ofendido a vuestra infinita bondad. Quiero morir antes que volver a ofenderos, porque os amo sobre todas las cosas.

V) Miserere nostri, Domine.

R) Miserere nostri.

Madre llena de aflicción,

de Jesucristo las llagas grabad en mi corazón.

Stabat Mater dolorosa,

juxta crucem lacrymosa,

dum pendébat Fílius.

****

Oración preparatoria

Por la señal de la santa cruz, etc.

Señor mío Jesucristo, etc.

Oh amabilísimo Jesús mío, heme aquí postrado ante tu acatamiento divino, implorando tu misericordia en favor de tantos pecadores infelices, de las benditas Ánimas del Purgatorio y de la Iglesia universal.

Aplícame, te ruego, los merecimientos infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de indulgencias con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron la devoción del Via Crucis.

Acéptalos en satisfacción de mis pecados y en sufragio de los difuntos a quienes tengo más obligación.

Y tú, afligidísima Madre mía, por aquella amargura que inundó tu corazón cuando acompañaste a tu santísimo Hijo al Calvario, haz se penetre mi alma de los sentimientos de que estabas entonces animada.

Alcánzame del Señor vivo dolor y detestación del pecado, y valor para que abrazando la cruz, siga las huellas de tu amable Jesús.

No me niegues esta gracia, oh Madre mía; haz que tomando ahora parte en tu dolor logre un día acompañar a tu Hijo en el triunfo de la gloria. Amén.

Al ir de una estación a otra, unos cantan el Jesu, Rex mitis, o las preces de la Pasión, otros una estrofa del Stabat Mater; pero nada mueve ni entusiasma tanto al pueblo como el Perdon, oh Dios mío, o estas estrofas cantadas con pausa y devoción.

Su autor fue el P. Ramón García, de la Compañía de Jesús; y el estribillo común a todas las estaciones es el siguiente:

Llevemos animosos

Las cruces abrasadas;

Sigamos sus pisadas

Con llanto y compasión.

*****



PRIMERA ESTACIÓN

Jesús condenado a muerte

V) Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

V) Te adoramos, Señor, y bendecimos.

R) Quia per sanctam Crucem tuam redemisti mundum.

R) Porque con tu santa Cruz redimiste al mundo.

¿Lo ves, alma cristiana? Está el inicuo juez sentado en el tribunal, y a sus pies el Hijo de Dios, Juez de vivos y muertos, lleno de confusión, las manos atadas como un fascineroso, oyendo la más ignominiosa sentencia.

¡Oh Jesús mío amantísimo! ¡Vos, Autor de la vida condenado a muerte!

¡Vos, la inocencia y santidad infinitas, condenado a morir en un infame patíbulo, como el más insigne malhechor!

¡Qué amor tan grande el vuestro, y qué ingratitud tan monstruosa la mía, pues os condeno de nuevo a la muerte cada día!

¿Y por qué? ¡Por un sucio deleite… por un mezquino interés … por un qué dirán!

Perdonadme dulcísimo Jesús mío; y por esa inícua sentencia, no permitáis que sea yo un día condenado a la muerte eterna, que merecerían mis pecados.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, Domine.

Ten, Señor, piedad de nosotros.

Miserere nostri.

Piedad, Señor, piedad.

Fidelium animae per misericordiam Dei requiescant in pace.

Que las almas de los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz.

Amen.

Por mi, Señor, inclinas

El cuello a la sentencia;

Que a tanto la clemencia

Pudo llegar de Dios.

Oye el pregón, oh Madre,

Llevado por el viento

Y al doloroso acento

Ven del Amado en pos.

LLevemos, etc.

****





SEGUNDA ESTACIÓN

Sale Jesús con la cruz a cuestas

Adoramus te, Christe, etc, como en la primera estación.

¡Y queréis, inocentísimo Jesús mío, llevar Vos mismo, cual otro Isaac, el instrumento del suplicio!

¡Estáis exhausto de fuerzas!

¡Vuestras espaldas y hombros están doloridos y rasgados por los azotes!
¡La cruz es larga y pesada!

¡Y cuanto no acrecientan todavía su peso mis iniquidades y las de todo el mundo! …

Sin embargo, la aceptáis, y besándola la abrazáis y lleváis con inefable ternura por mi amor.

¿Y aborrecerás tú, pecador, la ligera cruz que Dios te envía?

¿Querrás tú ir al cielo por los deleites y regalos, yendo allá el inocentísimo Jesús por el dolorosísimo camino de la cruz? …

Reconozco mi engaño, Salvador mío, enviadme penas y tribulaciones, que resuelto estoy a sufrirlas con resignación y alegría, por amor de un Dios que tanto padeció por mí.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc. como en la primera estación.

Esconde, justo Padre,

La espada de tu ira.

Y al monte humilde mira

Subir el dulce Bien.

Y tú, Señora, gime

Cual tórtola inocente;

Que tu gemir clemente

Le amansará también.

Llevemos, etc.

****



TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez

Adoramus te, Christe, etc.

No extraño, dulce Jesús mío, que sucumbáis rendido al enorme peso de la cruz.

Lo que me pasma y hace llorar a los Angeles de paz es la bárbara fiereza con que os tratan esos sayones inhumanos.

Si cae un vil jumento se le tiene compasión, lo ayudan a levantarse.

Pero cae el Rey de los cielos y tierra, el que sostiene la admirable fábrica del universo, y lejos de moverse a compasión, le insultan con horribles blasfemias, le maltratan y acocean con diabólico furor…

¿Y qué hacíais, en qué, pensábais entonces, dulce Jesús mío? … En ti pensaba, pecador, por ti sufría con infinita paciencia y alegría.

Tú habías merecido los oprobios y tormentos más horribles; y yo para librarte de ellos he querido pasar por este espantoso suplicio.

¿No estás todavía satisfecho?…

¿Quieres aún maltratarme con nuevas ofensas?

Aquí me tienes; descarga tú también fieros golpes sobre mí.

No, Jesús mío, no; antes morir que volver a ofenderos.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Oh pecador ingrato

Ante tu Dios maltratado,

Ven a llorar herido

De contrición aquí.

Levántame a tus brazos,

¡Oh bondadoso Padre!

Ve de la tierna Madre

Llanto correr por mí

Llevemos, etc.

****



CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su Sma. Madre

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué sentiste, oh angustiada Señora, al ver aquel trágico espectáculo!

¡El pregonero publicando con lúgubre trompeta la sentencia fatal! ¡Una multitud inmensa que se agrupa, profiriendo injurias y blasfemias contra Jesús!

¡Los soldados y sayones en dos filas y en medio de dos malhechores! …

¿Le conoces, oh Madre amantísima? ¿es ese el más hermoso de los hijos de los hombres, la beldad de los cielos y la alegría de los Ángeles?

¿Aquel Hijo de Dios que con tanto regocijo nació en Belén?

¿Dónde están ahora los Reyes y Pastores que entonces le adoraban?

¿Qué se han hecho los Espíritus celestiales que entonces entonaban himnos de alabanza?

¡Qué trocado está! ¡Sus ojos inundados de lágrimas y sangre, coronada de espinas su cabeza; todo Él hecho una llaga!

¡Oh, María, afligida entre todas las mujeres! ¡Oh Madre la más desolada de todas las madres! ¡Oh Hijo, maltratado sobre todos los hijos de Adán! ¡Oh Jesús! ¡Oh María! perdonad a este ingrato, a este pecador a este monstruo, causa de tanta amargura.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Cercadla, Serafines,

No acabe en desaliento,

No muera en el tormento

La Rosa virginal.

¡Oh acero riguroso!

Deja su pecho amante

Vuélvete a mi cortante,

Que soy el criminal.

Llevemos, etc.

*****


QUINTA ESTACIÓN

Jesús ayudado por el Cirineo

Adoramus te, Christe, etc.

Temiendo los judíos no se les muera Jesús antes de llegar al Calvario, no por aliviarle, sino por el deseo que tienen de crucificarle, buscan quien le ayude a llevar la cruz, y no le encuentran.

Había entonces en Jerusalén tantos millares de hombres y sólo Simón Cireneo acepta este favor y aún por fuerza.

¡Y así te desamparan, oh Jesús mío! ¿No fueron cinco mil los hombres que alimentaste con cinco panes en el desierto? ¿No son innumerables los ciegos, los paralíticos y enfermos que sanaste?

¡Y nadie quiere llevar tu cruz!

¡Y ella, no obstante, nos predica la latitud de tu misericordia, la longitud de tu justicia, la sublimidad de tu poder y lo profundo de tu sabiduría infinita!

¡Oh misterio incomprensible!

Muchos admiran tus prodigios y tu doctrina; mas pocos gustan de padecer contigo.

Teman, pues, los enemigos de la cruz, oyendo a Cristo que dice: El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Toma la cruz preciosa,

Me está el deber clamando;

Tan generoso, cuando

Delante va el Señor.

Voy a seguir constante

Las huellas de mi Dueño;

Manténgame el empeño,

Señora, tu favor.

Llevemos, etc.

*****



SEXTA ESTACIÓN

La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué valor el de esta piadosa mujer! Ve aquel rostro divino a quien desean contemplar los Ángeles, cubierto de polvo, afeado con salivas, denegrido con sangre; y movida de compasión, quítase la toca, atropella por todo, y acercándose al Salvador, le enjuga su rostro desfigurado.

¡Ay! ¡Cómo confunde esta mujer fuerte la cobardía de tantos cristianos que por vano temor del qué dirán, no se atreven a obrar bien! ¡Oh dichosa Verónica, y cómo premia el Señor tu denuedo, dejando su rostro Santísimo estampado en tres pliegues de esa afortunada toca!

¿Quieres tú, cristiano, que Dios imprima en tu alma una perfecta imagen de sus virtudes?

Huella, pues, generoso el respeto humano, como la Verónica; haz con fervor, haz a menudo el Via Crucis; y no dudes que Jesús grabará en tu alma un fiel traslado de sus virtudes; y viéndote el Eterno Padre semejante al divino Modelo de predestinados, te admitirá en el cielo.

Padre Nuestro, Ave María, y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Tu imagen, Padre mío,

Ensangrentada y viva,

Mi corazón reciba,

Sellada con la fe.

¡Oh Reina! de tu mano

Imprímela en mi alma,

Y a la gloriosa palma

Contigo subiré.

Llevemos, etc.

****



SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae por segunda vez

Adoramus te, Christe, etc.

Sí, Jesús cae por segunda vez con la cruz; nuevas injurias y golpes, nueva crueldad de parte de los judíos; nuevos dolores y tormentos, nuevos rasgos de amor de parte de Jesús.

Parece que el infierno desahogará contra Él todo su furor: mas ¿qué hará el Señor? ¿Dejará la empresa comenzada? ¿Hará como nosotros, que a una ligera contradición abandonamos el camino de la virtud?

No, no; bien podrán decirle: Si eres Hijo de Dios baja de la Cruz; por lo mismo que lo es, allí permanecerá hasta morir.

¿Y cuándo, Señor, imitaré vuestra heroica constancia?

No siendo coronado, si no el que peleando legítamente persevere hasta el fin, ¿de qué me serviría abrazar la virtud y llevar la cruz solamente algún día?

Cueste, pues, lo que cueste, quiero, con vuestra gracia divina, amaros y serviros hasta morir.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Yace el divino Dueño

Segunda vez postrado:

Detesta ya el pecado,

Deshecha en contrición.

Oh Virgen, pide amante

Que borre tanta ofensa

Misericordia inmensa,

Pródiga de perdón.

Llevemos, etc.

*****


OCTAVA ESTACIÓN

Jesús consuela a las mujeres

Adoramus te, Christe, etc.

¡Qué caridad tan ardiente! ¡Olvidando sus atrocísimos dolores, sólo se acuerda de nuestras penas el amante Jesús!

Hijas de Jerusalén, dice a las piadosas mujeres que le seguían llorando; no lloréis mi suerte; llorad más bien sobre vosotras y sobre vuestros hijos.

Pero ¿puede haber objeto más digno de llanto que la pasión y muerte del Hijo de Dios? … Sí, cristiano; hay cosa más digna de lágrimas, y de lágrimas eternas; y es el pecado.

Pues el pecado es la única causa de la pasión y muerte tan ignominiosa; él es el origen y el colmo de todos los males; mal terrible, el único mal, mal infinito de Dios, y de la criatura.

¡Y no obstante tú pecas con tanta facilidad! ¡Y te confiesas con tanta frialdad! ¡Y recaes tan a menudo en el pecado! ¡Y pasas tranquilo días, meses, años, y hasta la vida entera en el pecado!

Padre nuestro Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Matronas doloridas

Que al Justo lamentáis.

¿Por qué, si os lamentaís,

La causa no llorar?

Y pues la cruz le dimos

Todos los delincuentes,

Broten los ojos fuentes

De angustia y de pesar

Llevemos, etc

****



NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez

Adoramus te Christe, etc.

¿Qué es esto, Jesús mío? ¡Vos resplandor de la gloria del Padre, consuelo de los Mártires, hermosura y alegría del cielo, Vos caído en tierra, primera, segunda y tercera vez! ¿No sois Vos la fortaleza de Dios? …

¿Y qué, hijo mío, no has pecado tú más de dos o tres veces? ¿No recaes cada día innumerables veces en el pecado? ¿Por qué esa perpetua inconstancia en mi servicio? Hoy formas generosos propósitos, y mañana están ya olvidados: ahora me entregas el corazón, y un instante después ya no suspiras sino por pasatiempos y liviandades.

¡Ay! yo caigo por segunda y tercera vez para expiar tus continuas recaídas: caigo para alzarte a ti de la tibieza; caigo para que temerario, no te expongas de nuevo al peligro de recaer en pecado; caigo en fin, para que no caigas tú jamás en el abismo del infierno”

Gracias Dios mío, por tan inefable bondad; y por esta tan dolorosa caída, dadme fuerza, os suplico, para que me levante por fin del pecado y camine firme y constante en vuestro santo servicio.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc.

Al suelo derribado

Tercera vez el Fuerte,

Nos alza de la muerte

A la inmortal salud.

Mortales, ¿Qué otro exceso

Pedimos de clemencia?

No más indiferencia,

No más ingratitud.

Llevemos, etc.

****



DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús despojado de sus vestiduras.

Adoramus te Christe, etc.

Cuando te curan una herida, por fino que sea el lienzo que la envuelve, y por cuidado que tenga la más cariñosa madre, ¿qué dolor no sientes al despegarse la tela de la carne viva?

¿Cuál sería, pues, el tormento de Jesús al quitarle las vestiduras?

Como había derramado tanta sangre, estaban pegadas a su cuerpo llagado: vienen los verdugos y las arrancan con tanta fiereza, que llevan tras sí la corona, y hasta pedazos de carne que se le habían pegado…

¿Y en qué pensabais, oh purísimo Jesús, al veros desnudo delante de tanta muchedumbre?

“En ti, pensaba, pecador; en los pecados impuros que sin escrúpulo cometes; por ellos ofrecía yo al Eterno Padre esta confusión y suplicio tan atroz.

Sabía cuanto te costaría deshacerte de aquel mal hábito, privarte de aquel placer, romper con aquella amistad criminal; por eso permití en mi cuerpo inocentísimo tan horrible carnicería”

¡Oh inmensa caridad la tuya! ¡Oh negra ingratitud la mía! Nunca más, Señor, renovar esas llagas con desenfrenada licencia: nunca más pecar.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc.

Tú bañas, Rey de gloria,

Los cielos en dulzura;

¿Quién te afligió, Hermosura,

Dañandote amarga hiel?

Retorno a tal fineza

La gratitud pedía;

Cesó ya, Madre mía,

De ser mi pecho infiel.

Llevemos, etc.

****



UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús clavado en la cruz

Adoramus te Christe, etc.

¿Quién de nosotros tendría valor para sufrir que le atravesasen pies y manos con gruesos clavos? ¿Quién tendría ánimo para ver así atormentado a su mayor enemigo? Pues este atroz tormento padece Jesús por nuestro amor.

Ya le tienden sobre el lecho del dolor; ya enclavan aquella mano omnipotente que había formado los cielos y la tierra; ya brota un raudal de sangre: más esto es poco.

Encogido el cuerpo con el frío y los tormentos, no llegaban la otra mano ni los pies a los agujeros hechos de antemano en la cruz: los atan, pues, con cordeles, y tiran con inhumana crueldad, desencajando de su lugar aquellos huesos santísimos. ¡Qué dolor! ¡Qué tormento!

Todo lo contempla su Madre amantísima; ningún alivio, ni una gota de agua puede dar a Su Hijo: ¿y vive todavía?

¿Y no muero yo de dolor, siendo mis pecados la causa de tanto tormento?

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, etc.

El manantial divino

De sangre está corriendo;

Ven, pecador, gimiendo,

Ven a lavarte aquí.

Misericordia imploro

Al pie del leño santo:

Virgen, mi ruego y llanto

Acepte Dios por ti

Llevemos, etc.

****


DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la cruz

Adoramus te, Christe, etc

Contempla, cristiano, a esos dos malhechores crucificados con el Señor. ¡Qué maldades no habría hecho el buen ladrón!

Sin embargo, dice a Jesús: Acuérdate de mí cuando estuvieres en tu reino; y al instante oye: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. ¡Qué bondad la de Dios! ¡Cuán pronto, pecador, recobrarías la gracia y amistad divina, si quisieses arrepentirte de veras!

Pero si dejas tu conversión para la muerte, ¡ay!, teme no te suceda lo que al mal ladrón. ¿Qué hombre tuvo jamás mejor ocasión para convertirse? Dios derramaba su Sangre por él: tenía a sus pies a la abogada de pecadores, María Santísima: a su lado estaba Jesucristo, el sacerdote más celoso del mundo, para ayudarle a bien morir; oye la exhortación de su compañero: ve toda la naturaleza estremecida; y sin embargo, muere como ha vivido; continúa blasfemando, y se condena eternamente.

No permitas, Jesús mío, que sordo a tus inspiraciones divinas, deje yo mi conversión para la muerte.

Padre nuestro, Ave María y Gloria.

Miserere nostri, etc

Muere la vida nuestra

Pendiente del madero

¿Y yo, como no muero

De amor, o de dolor?

Casi no respira

La triste Madre yerta

Del cielo abrir la puerta

Bien puedes ya, Señor.

Llevemos, etc

****


DECIMATERCERA ESTACIÓN

Jesús muerto en brazos de su Madre

Adoramus te, Christe, etc

¡Adonde iré, oh afligida Madre mía! Tu Hijo ha muerto y mis pecados son los verdugos que le enclavaron en cruz y le dieron muerte inhumana.

¡Ay infeliz de mí! Yo he apagado la luz de tus ojos, y acabado la alegría de tu corazón.

Sí, yo desfiguré ese rostro hermosísimo, yo taladré esos pies y manos que sostienen el firmamento, yo traspasé esta augusta cabeza, y abrí esas llagas: yo descoyunté y despedacé ese inocentísimo cuerpo, que tienes en tus brazos.

Reo de tan horrendo deicidio ¿adónde iré? ¿Dónde me ocultaré? Pero por monstruosa que sea mi ingratitud, tú eres mi Madre y yo soy tu hijo.

Jesús acaba de transferir en mí los derechos que tenía a tu amor.

Me arrojo, pues, en tus brazos con la más viva confianza.

No me desprecies, oh dulce refugio de pecadores arrepentidos; mírame con ojos de bondad y ampárame ahora en el trance de la muerte.

Padre nuestro, Ave María y Gloria Patri.

Miserere nostri, etc

Dispón Señora el pecho

Para mayor tormenta

La víctima sangrienta

Viene a tus brazos ya

Con su preciosa Sangre

Juntas materno llanto

¿Quién Madre, tu quebranto

Sin lágrimas verá?

Llevemos, etc.

****



DECIMACUARTA ESTACIÓN

Jesús puesto en el sepulcro

Adoramus te Christe, etc

Contempla, alma cristiana, cómo José de Arimatea y Nicodemo, postrados a los pies de María, le piden el dulce objeto de sus caricias y ungiéndole con preciosos aromas le amortajan y ponen en un nuevo sepulcro de piedra.

¡Cuál sería el dolor de la Virgen!

Sin duda: grande era como el mar su amargura cuando vio a su Hijo ensangrentado, enclavado y expirado en un patíbulo infame; pero a lo menos le veía, tal vez le abrazaba y lavaba con sus lágrimas.

Mas ahora, oh angustiada Señora, una losa te priva de este último consuelo.
¡Oh sepulcro afortunado! ya que encierras el adorado cuerpo del Hijo y el purísimo corazón de la Madre, guarda también con esas prendas riquísimas mi pobre corazón.

Sea este, Dios mío, el sepulcro donde descanséis; sean los puros afectos de mi alma los lienzos que os envuelvan y los aromas que os recreen.

En fin, muera yo al mundo, a sus pompas y vanidades, para que viviendo según el espíritu de Jesús, resucite y triunfe glorioso con Él por siglos infinitos.

Amén.

Padre Nuestro, Ave María y Gloria Patri

Miserere nostri, etc

Al Rey de las virtudes

Pesada loza encierra

Pero feliz la tierra

Ya canta salvación.

Sufre un momento, Madre,

La ausencia del Amado:

Pronto, de ti abrazado

Tendrás al corazón

Llevemos, etc.





Perdón, Oh Dios mío

Coro:

Perdón, oh Dios mío,
perdón e indulgencia,
perdón y clemencia,
perdón y piedad.

Pequé, ya mi alma su culpa confiesa:
Mil veces me pesa de tanta maldad.

(Coro)

Mil veces me pesa de haber, obstinado
tu pecho rasgado, oh Sumo Bondad.

(Coro)

Yo fui quien del duro madero inclemente
te puso pendiente con vil impiedad.

(Coro)

Por mí en el tormento tu sangre vertiste
y prenda me diste de amor y humildad.

(Coro)

Y yo en recompensa, pecado a pecado,
la copa he llenado de iniquidad.

(Coro)

Mas ya arrepentido, te busco lloroso,
¡oh Padre amoroso, oh Dios de bondad!

(Coro)



Extraído de devocionarios varios

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO-Viernes Santo

SEMANA SANTA



Viernes Santo

 MUERTE DE CRISTO 

Fue conveniente que Cristo muriese. 1º) Para complemento de nuestra redención; porque aun cuando la Pasión de Cristo tuvo virtud infinita por la unión de la divinidad, sin embargo, no por cualquier sufrimiento se hubiera completado la redención del género humano, sino por la muerte. Por eso dice el Espíritu Santo porboca de Caifás: Os conviene que muera un hombre por el pueblo (Jn 11, 50).Por lo cual dice San Agustín: "Admirémonos, congratulémonos,alegrémonos, amemos, alabemos, adoremos, porque por la muerte de nuestro Redentor hemos sido llamados de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, del destierro a la patria, del llanto al gozo."

 2º) Para acrecentamiento de la fe, la esperanza y la caridad. Del aumento de la fe se dice en el Salmo (140, 10): Solo estoy yo hasta que yo,pase adelante, del mundo al Padre. Cuando yo haya pasado al Padre,entonces me multiplicaré. Si el grano de trigo que cae en la tierra no muriere, él solo queda (Mt 12, 24) Del acrecentamiento de la esperanza dice el Apóstol: El que aun a su propio Hijo no perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos donó también con él todas las cosas? (Rom 8,32) No se puede negar que es menos dar todas las cosas que entregarlo a la muerte por nosotros. A este respecto dice San Bernardo: ¿Quién no se dejará arrebatar a la esperanza de lograr perdón, si atiende a la posición del cuerpo crucificado, a saber, la cabeza inclinada para besar, los brazos extendidos para abrazar, las manos perforadas para colmar de bienes, el costado abierto para amar, los pies clavados para permanecer con nosotros? Levántate,amiga mía... y ven, paloma mía, en los agujeros de la peña.. (Cant 2, 13-14)En las llagas de Cristo vive y anida la Iglesia, cuando pone la esperanza de su salvación en la Pasión del Señor, y por eso confía que ha de ser protegida de las asechanzas del gavilán, es decir, del diablo. Del aumento de la caridad se lee en el Eclesiástico: Al mediodía quema a la tierra (43, 3), esto es, en el fervor de la Pasión inflama a los terrenos a amar. Y San Bernardo dice: "Sobre todas las cosas, buen Jesús, te me ha hecho amable el cáliz que has bebido. La obra de nuestra redención fácil y absolutamente conquista para sí todo nuestro amor; esto es lo que más suavemente alienta nuestra devoción, más justamente la eleva, más estrechamente la obliga, y más intensamente la afecta."

 3º) Para el misterio de nuestra salvación, para que muriésemos a este mundo a semejanza de su muerte: Escogió mi alma la horca, y mis huesos la muerte (Job 7, 15) Y San Gregorio comenta esto diciendo: "El alma es la intención del espíritu, los huesos la fortaleza de la carne. Lo que se suspende, es elevado de abajo. El alma, pues, se suspende hacia lo eterno,para que mueran los huesos, porque por amor de la vida eterna destruye en nosotros toda fortaleza de la vida exterior." Señal de esta muerte es ser despreciados por el mundo. Por eso añade San Gregorio: "El mar retiene en sí los cuerpos vivos; y a los muertos los arroja luego de sí." (De Humanitate Christi, cap. 47)


jueves, 2 de abril de 2015

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO-Jueves Santo

SEMANA SANTA


Jueves Santo

 LA CENA DEL SEÑOR 

Convenientemente fue instituido en la cena el sacramento del Cuerpo del Señor.

 1º) Por razón del contenido de este sacramento. Pues en él se contiene el mismo Cristo. Antes de separarse de los discípulos en su forma propia, se queda con ellos bajo la forma sacramental, como en la ausencia de un emperador se presenta su imagen. Por eso dice San Eusebio: Como debía quitar de los ojos corporales el cuerpo que había tomado, y llevarlo a los cielos, era necesario que el día de la cena consagrase para nosotros el sacramento de su cuerpo y sangre, para que se pudiese honrar perpetuamente por el misterio lo que una sola vez se ofrecía como precio (de nuestro rescate).

 2º) Porque sin la fe en la Pasión nunca pudo existir salvación. Por lo tanto, fue necesario que en todo tiempo existiese entre los hombres algo que representase la Pasión del Señor, cuya principal figura en el testamento antiguo fue el cordero pascual. En el testamento nuevo reemplazó al cordero pascual el sacramento de la Eucaristía; que es un memorial de la Pasión del Señor, realizada en el pasado, como aquél fue figura de la Pasión futura.Fue, por lo tanto, conveniente que en vísperas de la Pasión, y celebrado el anterior sacramento, se instituyese el nuevo.

 3º) Porque las cosas que dicen los amigos al separarse para siempre se graban más en la memoria, principalmente porque entonces se inflama más el amor a los amigos; y las cosas que más impresionan se graban más profundamente en el alma. Ahora bien, porque entre los sacrificios nada puede ser mayor que el cuerpo y la sangre de Cristo, ni más poderoso que esta oblación, por eso, para que fuese tenida en mayor veneración, el Señor instituyó este sacramento la víspera de separarse de sus discípulos. Esto mismo es lo que dice San Agustín: "El Salvador, a fin de recomendar más intensamente la grandeza de aquel misterio, quiso fijarlo el último en los corazones y en la memoria de los discípulos, de los cuales había de separarse por la Pasión." Pero debe advertirse que este sacramento tiene una triple significación. 1º) Respecto al pasado, esto es, en cuanto es conmemorativo de la Pasión del Señor, que fue un verdadero sacrificio, y por esto se llama sacrificio. 2º) Respecto a la realidad presente, esto es, a la unidad de la Iglesia, y para que los hombres se unan estrechamente por este sacramento; y por esto se llama comunión. Dice San Juan Damasceno que se llama comunión porque por él comunicamos con Cristo, y participamos de su carne y divinidad, y por él nos comunicamos y unimos recíprocamente. 3º) Respecto al futuro, por cuanto es prefigurativo del goce de Dios,que tendrá lugar en la patria celestial; y por eso se llama viático, pues nos ofrece el medio de llegar allá. Bajo este aspecto se llama asimismo Eucaristía, esto es, buena gracia, pues la gracia de Dios es vida perdurable(Rom 6, 23), o porque contiene realmente a Cristo, que está lleno de gracia.También se llama en griego metalipsis, es decir, asunción, porque por él tomamos la divinidad del hijo de Dios. (De Humanitate Christi)


miércoles, 1 de abril de 2015

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO -Miércoles Santo

SEMANA SANTA


Miércoles Santo

TRES CONSIDERACIONES MÍSTICAS EN TORNO AL LAVATORIO DE LOS PIES

 Echó agua era un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a limpiarlos con la toalla, con que estaba ceñido (Jn 13, 5) Aquí pueden entenderse místicamente tres cosas. 1º) Por la acción de poner agua en el lebrillo se significa la efusión de su sangre sobre la tierra. Puesto que la sangre de Jesús puede llamarse agua por la virtud que tiene de lavar. De ahí que simultáneamente saliera agua y  sangre de su costado para dar a entender que aquella sangre lavaba los pecados.También puede entenderse por el agua la Pasión de Cristo. Pues echó agua en un lebrillo, esto es, imprimió en las almas de los fieles, por la fe y la devoción, el recuerdo de su Pasión. Acuérdate de mi pobreza, y traspaso, del ajenjo, y de la hiel (Lam 3, 19).

 2º) Por aquello que dice: y comenzó a lavar, se alude a la imperfección humana. Porque los Apóstoles, después de Cristo, eran más perfectos, y no obstante necesitaban de la ablución, porque tenían algunas manchas; para dar así a entender que aun cuando el hombre sea perfecto, necesita perfeccionarse más; y contrae algunas manchas, según aquello de los Proverbios: ¿Quién puede decir: Limpio está mi corazón, puro soy de pecado? (20, 9) Pero estas manchas las tienen en los pies solamente. Otros,al contrario, no sólo están manchados en los pies, sino totalmente. Pues se manchan totalmente con las impurezas terrenas los que yacen sobre ellas; de ahí que quienes totalmente, en cuanto al afecto y en cuanto a los sentidos,estén apegados al amor de lo terreno, sean enteramente inmundos. Pero los que están de pie, esto es, los que con el espíritu y el deseo tienden a las cosas celestiales, sólo contraen manchas en los pies. Pues así como el hombre que está de pie se ve obligado a tocar la tierra, al menos con los pies, del mismo modo, mientras vivimos en esta vida mortal, que necesita de las cosas terrenas para sustentación del cuerpo, contraemos algunas impurezas, al menos, por la sensualidad. Por eso el Señor mandó a los discípulos que sacudiesen el polvo de sus pies (Luc 9, 5) Pero se dijo:comenzó a lavar, porque la ablución de los afectos terrenos comienza aquí y termina en el futuro. Así, pues, la efusión de su sangre está simbolizada por la acción deponer agua en el lebrillo; y la ablución de nuestros pecados, por la acción de haber comenzado a lavar los pies de los discípulos.

 3º) Aparece también la aceptación de nuestras penas sobre sí mismo.Pues no sólo lavó nuestras manchas, sino que tomó sobre sí las penas debidas por aquéllas. Porque nuestras penas y penitencias no serían suficientes, si no estuvieran cimentadas en los merecimientos y en la virtud de la Pasión de Cristo. Lo cual se simboliza por aquello de haber limpiado los pies de los discípulos con la toalla, es decir, con el lienzo de su cuerpo. (In Joan., XIII)


martes, 31 de marzo de 2015

MEDITACIONES DE STO TOMÁS DE AQUINO-Martes Santo

SEMANA SANTA



Martes Santo 

PREPARACIÓN DE CRISTO AL LAVATORIO DE LOS PIES

Se levanta de la cena, y se quita sus vestiduras; y tomando una toalla,se la ciñó (Jn 13, 4).

I. Cristo se muestra servidor por amor a la humildad, conforme a aquello de San Mateo: El; Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en redención por muchos (20, 28). Para ser buen servidor se requieren tres cosas: 1º) Que sea circunspecto para ver todas la cosas que pueden faltar en el servicio; para lo cual sería gran inconveniente estar sentado o recostado; por eso la actitud del servidores estar de pie. Por lo cual dijo: Se levanta de la cena. Y el evangelista San Lucas: Porque ¿cuál es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que . sirve? (22, 27) 2º) Que esté expedito para poder ejecutar convenientemente todas las cosas necesarias al servicio; y para esto es un obstáculo el exceso de vestidos. Por eso el Señor se quita sus vestiduras. Esto fue simbolizado en el Génesis cuando Abrahán eligió siervos expeditos (Gen 17). 3º) Que sea pronto para servir, es decir, que posea todas las cosas necesarias para el servicio. En el Evangelio de San Lucas se dice que Marta estaba afanada de continuo en las haciendas de la casa (10, 40). De ahí que el Señor tomando una toalla, se la ciñó, para, de este modo, estar preparado,no solamente a lavar los pies, sino también a enjugados. Con lo cual, el que salió de Dios y volvió a Dios, nos enseña a conculcar toda hinchazón,lavando los pies.

 II. Echó después agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies a los discípulos, y a limpiarlos con la toalla con que estaba ceñido (Jn 13, 5).Aquí se expresa el obsequio de Cristo; en el cual brilla su humildad de tres maneras. 1º) Por la naturaleza del obsequió, que fue muy humilde, a saber: que el Señor de la majestad se inclinase a lavar los pies de los siervos. 2º) Por la multitud del obsequio, pues puso el agua en el lebrillo, lavó los pies, los limpió, etc. 3º) Por modo de obrar, pues no lo hizo por medio de otros o con la ayuda de otros, sino por sí mismo, cumpliéndose aquello del Eclesiástico:Cuanto mayor eres, humíllate en todas las cosas (3, 20) (In Joan., XIII)