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domingo, 16 de septiembre de 2012

SANTORAL 16 DE SEPTIEMBRE



16 de septiembre

SAN CORNELIO, 
Papa y Mártir


   Es preciso pasar por muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios.
(Hechos de los Apóstoles, 14, 21).
    
San Cornelio, presbítero de Roma, después de haber administrado los asuntos de la Santa Sede durante la vacancia que siguió a la muerte de San Fabiano, fue elegido para sucederle. Luchó contra el hereje Novaciano. Desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir murió en junio del año 253
SAN CIPRIANO, 
Obispo y Mártir
   San Cipriano desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretada un violenta persecución contra los cristianos. 
   
Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pro-cónsul Máximo ordenó su regreso para quecompareciera ante él. Trató de obligarlo a desistir de su fe,  pero el Obispo se mantuvo firme, por lo que fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258. Cuando se le avisó que había sido condenado a muerte, respondió: "¡Alabado sea Dios!" y dio 25 monedas de oro al verdugo que debía cortarle la cabeza.

MEDITACIÓN SOBRE
TRES PENSAMIENTOS DE SAN CIPRIANO
  
 I. ¿No es acaso gran locura, dice este gran santo, amar esta vida en la que tanto se sufre, y huir de la muerte que debe libramos de todos nuestros males? Cristiano, tú crees en el paraíso; ¿Por qué, pues, te adhieres a esta vida que te mantiene alejado de él? ¿Por qué temes la muerte que pone fin a tus penas y da comienzo a tu felicidad? ¿Si tuvieses fe viva, tendrías acaso estos sentimientos? ¡Qué locura es amar las aflicciones, las penas y las lágrimas del mundo, y no tender hacia una felicidad que no puede sernos arrebatada! (San Cipriano).

   II. ¿Por qué amas el mundo con sus placeres y honores? Si tú no escuchas sus máximas, si no sigues sus ejemplos, él te desprecia y maltrata; si haces su voluntad, se convierte en tu amigo, te halaga, te acaricia, pero no lo hace sino para perderte con más seguridad. ¿Por qué, pues, amar a tu enemigo? ¿Por qué amarlo, cuando sabes que tu complacencia jamás lo satisfará, y sus placeres jamás te harán feliz?

   III. ¿Por qué no amas a Jesucristo? Él te amó cuando aún eras su enemigo; murió por ti en una cruz; te promete el cielo en recompensa de tu amor. y sin embargo, en vez de amarlo, lo ofendes todos los días; te pones de parte del demonio su adversario. ¿Qué te ha hecho Jesucristo para que lo trates tan cruelmente? Puesto que el mundo te detesta, ¿por qué amas al que te odia? ¿Por qué más bien no amas a quien te redimi6? (San Cipriano).

El desprecio del mundo -
 Orad
por los que están en pecado mortal.

ORACIÓN
    Haced, os lo rogamos, Señor, que la solemnidad de los bienaventurados mártires y pontífices santos Cornelio y Cipriano nos haga experimentar los efectos de su protecci6n, y que su gloriosa intercesi6n nos haga agradables ante vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S. Amén.

sábado, 15 de septiembre de 2012

LOS SIETE DOLORES DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA


15 de septiembre





LOS SIETE DOLORES
DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
Era menester que el Cristo padeciese
y así entrase en la gloria.
(Lucas, 24, 26).







   Esta fiesta la celebraban con gran pompa los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, en memoria de los sufrimientos infligidos a la Iglesia y a su jefe visible por Napoleón I, y en acción de gracias a la Madre de Dios, cuya intercesión les había dado fin. El Evangelio de la misa nos recuerda el momento más doloroso de la vida de María, así como su inquebrantable firmeza: junto a la cruz de Jesús está de pie María, su Madre.

MEDITACIÓN - LA VISTA DE LA CRUZ
ES EL CONSUELO DEL CRISTIANO


   I. Nada hay más consolador para un cristiano que poner sus ojos en la cruz; ella es quien le enseña a sufrir todo, a ejemplo de Jesucristo. Esta cruz anima su fe, fortifica su esperanza y abrasa su corazón de amor divino. Los sufrimientos, las calumnias, la pobreza, las humillaciones parecen agradables a quien contempla a Jesucristo en la cruz. La vista de la serpiente de bronce sanaba a los israelitas en el desierto, y la vista de vuestra cruz, oh mi divino Maestro, calrna nuestros dolores. No pienses en tus aflicciones ni en lo que sufres, sino en lo que ha sufrido Jesús. (San Bernardo)

   II. ¡Qué dulce debe ser para un cristiano, en el trance de la muerte, tomar entre sus manos el crucifijo y morir contemplándolo! ¡Qué gozo no tendré, entonces, si he imitado a mi Salvador crucificado, viendo que todos mis sufrimientos han pasado! ¡Qué confianza no tendré en la cruz y en la sangre que Jesucristo ha derramado por mi amor! ¡Qué dulce es morir besando la cruz! El que contempla a Jesús inmolado en la cruz, debe despreciar la muerte. (San Cipriano)

   III. Qué consuelo para los justos, cuando vean la señal de la cruz en el cielo, en el día del juicio y qué dolor, en cambio, para los impíos que habrán sido sus enemigos. Penetra los sentimientos de unos y otros. Que pesar para los malos por no haber querido, durante los breves instantes que han pasado en la tiera, llevar una cruz ligera que les hubiera procurado una gloria inmortal, y estar ahora obligados, en el infierno, a llevar una cruz agobiadora, sin esperanza de ver alguna vez el fin de sus sufrimientos.

El amor a la cruz - Orad
por la conversión de los infieles.

ORACIÓN

    Oh Dios, durante cuya Pasión, según la profecía de Simeón, una espada de dolor atravesó el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre, concédenos, al venerar sus dolores, que consigamos los bienaventurados efectos de vuestra Pasión. Vos que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos le los siglos. Amén.


SANTORAL 15 DE SEPTIEMBRE






15 de septiembre
SEÑOR DEL "MILAGRO" 
Salta, República Argentina
   

   Corría el año de 1582; cuando llegaban flotando al puerto del Callao (Perú), dos cajones que con letras marcadas tenían inscriptas: "UN SEÑOR CRUCIFICADO PARA LA IGLESIA MATRIZ DE LA CIUDAD DE SALTA, PROVINCIA DEL TUCUMAN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMAN", y el otro: "UNA SEÑORA DEL ROSARIO, PARA EL CONVENTO DE PREDICADORES DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA, PROVINCIA DEL TUCUMAN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMAN". El Santo Cristo sería llamado más tarde por la piedad del pueblo salteño con el nombre de Señor del Milagro; mientras que la imagen de la Virgen del Rosario recibiría el nombre de Nuestra Señora del Rosario del Milagro de Córdoba, a cuya protección colocaría el Virrey Santiago de Liniers la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de los Buenos Ayres, con motivo de la segunda invasión inglesa, derrotada bajo tan poderoso amparo.
Tras largo camino, en carro, en carreta, a lomo de mulas y a hombro, llegó a la ciudad de Salta, el día 15 de setiembre de 1592 la imagen del Señor Crucificado, siendo recibida por el pueblo salteño con grandes homenajes.

   Según una tradición muy antigua, ya estaría en esa ciudad una imagen de la Purísima e Inmaculada Madre de Dios, que la habría enviado el mismo obispo fray Francisco Victoria, de regreso de Lima, después de asistir al Concilio convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.

El terremoto de septiembre de 1592

   La tierra comienza a temblar, el cielo color de plomo, los montes tiemblan y los ríos amenazan salir de su cauce. Es el 10 de septiembre cuando un espantoso terremoto arrasa la ciudad de Esteco, pereciendo sus familias bajo los escombros, sumergidas las ruinas por el torrentoso río de las Piedras que formó, en el lugar donde estuviera una de las más comerciales ciudades de Tucumán, un lago que duró más de ocho años.
   Las familias sobrevivientes comenzaron la huida hacia el Norte, pasando por Salta, pero no se detuvieron allí; la hermosa ciudad era víctima también de la furia de la naturaleza, mano de Dios que castiga a sus hijos para que hagan penitencia y no se hundan en el fango del pecado.
   En la mañana del 13 de septiembre, cuando todo anunciaba paz y calma en la ciudad de Salta, tiembla de repente la tierra, comienza a sacudirse el suelo, se mueven los edificios y con ellos el pueblo entero que trata de encontrar un lugar seguro para no ser aplastado o tragado por la tierra. Los edificios se desploman y el polvo de las ruinas y los gritos de espanto de la gente forman una escena dantesca y cunde el terror.
   Todos a una, dejando de lado los medios humanos —que no los hay— recurren a Dios Nuestro Señor y abren sus corazones a los llamados de la Fe.

La Inmaculada Virgen del Milagro

   Luego de pasados los primeros momentos de espanto, muchas personas acudieron a la Iglesia Matriz para salvar el Santísimo Sacramento, encabezados por el sacristán Juan Ángel Peredo que abrió las puertas de la Sacristía, por donde entraron al templo. Estando allí dentro, lo primero que vieron fue la imagen de la Virgen Inmaculada echada "al pie del altar" con la cara hacia arriba, como si mirase al Sagrario, adorando a Su Divino Hijo, implorando misericordia. Es de notar que Su rostro estaba pálido y demacrado, y que no había sufrido ninguna rotura, ni allí ni en las manos, mientras que el dragón, que estaba a sus pies, tenía destrozada un ala, una oreja y deformada la nariz, y la media luna colocada también a los pies, estaba rota.

   La Virgen Inmaculada fue sacada fuera y colocada junto a un altar puesto a las puertas de la Iglesia y, a los ojos de los innumerables fieles que, contritos y apesadumbrados, rezaban fervorosamente pidiendo la misericordia de Dios. Su rostro mudaba de colores manifestando los sentimientos de dolor y angustia por sus hijos que estaban pasando una dura prueba por haber apartado sus corazones de Nuestro Divino Redentor y Su Santa Ley.

   El pueblo salteño postrado a los pies de la Santísima Reina de los Cielos, rogaba su poderosísima intercesión ante Su Divino Hijo, para que tuviera misericordia de la ciudad y de sus habitantes, reconociendo las faltas cometidas y convirtiendo sus corazones a Dios. 

El Señor del Milagro

   Es el 15 de septiembre, ya han pasado tres días desde el comienzo del terremoto y la tierra continúa oscilando; la gente descansa a la intemperie por temor a perecer aplastada dentro de los edificios totalmente agrietados. Esos han sido días de oración y penitencia, pero la furia de la naturaleza vengadora, a pesar de las rogativas y procesiones aún con el Santísimo Sacramento, no se ha calmado todavía. Es en esos momentos que un sacerdote jesuita, el R. P. José Carrión, indudablemente inspirado por Dios, comienza a exhortar a que "se sacase en procesión pública al Señor Crucificado que se tenía olvidado, y cesarán los temblores". En privado y en público, una, dos y tres veces insiste el P. Carrión para que se saque al Santo Cristo Crucificado, amenazando con despojarse de sus ornamentos, en señal de duelo, si no se le hace caso.

   Así, a las primeras horas de la tarde, llevada en hombros de las principales autoridades, sale la Imagen del Santo Cristo Crucificado y recorre en imponente procesión, las principales calles de la ciudad, acompañada del pueblo, clero y milicia.
   Ante Su presencia se realiza el milagro: la tierra hasta ese momento enfurecida contra los ingratos hijos de Eva, se calma inmediatamente a la vista del Divino Crucificado. Salta entona un himno de júbilo y de acción de gracias para quienes desde ese momento son bautizados definitivamente con los nombres de el Señor y la Virgen del Milagro. La procesión del 15 de setiembre fue jurada que se repetiría todos los años, lo cual se ha venido haciendo con vivas muestras de piedad y amor filial por parte del fiel pueblo salteño.

18 de octubre de 1844. El terremoto y el Pacto

   En la noche del 18 de octubre de 1844, la ciudad de Salta es sacudida por un espantoso temblor. Nuevamente los salteños acuden a la poderosa intercesión de la Virgen del Milagro buscando la protección del Señor Crucificado. Se sacan las Santas Imágenes y se organiza inmediatamente una procesión que recorre las calles de la ciudad hasta llegar nuevamente a la plaza frente a la Catedral; allí se coloca la imagen de la Santísima Virgen frente a la del Santo Cristo, como intercediendo por su pueblo, el cual prorrumpe en exclamaciones de ¡misericordia!, ¡perdón! y en llantos y lamentos.
   Esa misma noche, el P. Cayetano González, exhortó al pueblo a penitencia, a abandonar la senda del pecado, a convertir sus costumbres, a abandonar el lujo, la riqueza y el bienestar que originaron la mengua de su religiosidad, para corresponder a los favores que esperaba obtener del Señor del Milagro.

   También propuso al pueblo que se celebrara un solemne pacto de alianza con el Cristo del Milagro, ratificando a la vez el voto hecho en 1692. Luego del sermón, se celebró el pacto con la lacónica fórmula: "Tu noster es et tui sumus", Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos. En memoria de este pacto se labró una cinta de plata con las letras de la fórmula inscriptas en oro, y se la colocó al pie del Cristo. Algunos años más tarde, el obispo Linares, luego de rehacerla y mejorarla en todo lo posible, la hizo colocar en el reverso de los brazos de la cruz.

23 de agosto de 1948

   En la noche del 23 de agosto de 1948, Salta fue sacudida nuevamente por temblores de tierra. Inmediatamente, autoridades y pueblo unidos en la misma fe, sacaron en procesión las Milagrosas Imágenes, pidiendo Su protección; pronto fue todo quietud.
   Por tercera vez en la historia, el Santo Cristo del Milagro había manifestado Su misericordia para con los salteños, a instancias de los ruegos de Su Santísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro, protectora particularísima de la Ciudad de Salta, que vela sobre ella para que no desfallezca la Santa Fe Católica en sus hijos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

SANTORAL 14 DE SEPTIEMBRE


Y cuando haya sido levantado
de la tierra,
todo lo atraeré a Mí.
(Juan, 12, 32).





   Cosroes, rey de Persia, se llevó de Jerusalén la Cruz de Jesucristo, y Heraclio, emperador de Oriente, le declaró la guerra. Después de tres victorias debidas a la Santísima Virgen, Heraclio volvió a Jerusalén con la verdadera Cruz. Quiso llevarla en triunfo sobre sus hombros, pero una fuerza invisible lo detuvo a las puertas de la ciudad. El patriarca Zacarías le observó que sus suntuosas vestiduras contrastaban con la pobreza y humildad de Jesucristo. El emperador entonces se quitó su púrpura, su corona y su calzado, para vestir hábito de penitente. Así pudo entrar en la ciudad y llevar la Cruz hasta la cumbre del Calvario, el año 629.

MEDITACIÓN SOBRE
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

   I. El amor a la Cruz nos levanta sobre las creaturas. Un hombre que ame los sufrimientos está al abrigo de los azares de la fortuna: la enfermedad, la pobreza o la deshonra no podrían turbar su paz. ¿Por qué? Porque él desea las aflicciones y las sufre con alegría por amor a Jesucristo. Todo lo que para ti es motivo de temor y de tristeza para él es una dicha. El cristiano puede parecer desdichado, nunca la es. (Minucio Félix)

   .II. El que ama la Cruz está por sobre si mismo. No es ya un hombre sometido a sus pasiones, tiranizado por la concupiscencia, afeminado por las delicias. No tiene más que un solo deseo, el de sufrir; y como en esta vida las ocasiones de sufrir se encuentran a cada paso, siempre está contento y gozoso.

   III. El que ama la Cruz se asemeja a Jesús crucificado; lo contempla, y se alegra viendo que los sufrimientos lo hacen fiel imagen del Salvador. Está crucificado para el mundo, y muerto para sí mismo. Sujétame a la cruz, oh Jesús mío, sin tener en cuenta las repugnancias de mi carne; porque os debo mi alma y mi cuerpo, como a mi Redentor. ¡Que mi cuerpo sea, pues, crucificado, coronado de espinas y semejante a ese Cuerpo adorable que Vos ofrecéis al eterno Padre por mí! Si debes tu cuerpo a Jesús dáselo, si puedes, tal como Él te ha dado el suyo. (Tertuliano)

El amor a la cruz 
Orad por las almas del Purgatorio.

ORACIÓN
    Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, haced, os lo suplicamos, que después de haber conocido su misterio en la tierra, merezcamos ir al cielo a gustar los frutos de su Redenci6n. Por J. C. N. S. Amén.

jueves, 13 de septiembre de 2012

SANTORAL 13 DE SEPTIEMBRE






NUESTRA SEÑORA DEL "MILAGRO"
Salta, República Argentina

   
a
   La procedencia de la imagen no está determinada, pero su análisis muestra que la cabeza y las manos son de distinto origen al cuerpo tallado, al que fueron añadidas.

   Inicialmente la Virgen del Milagro fue una Inmaculada de bulto completo con manto, todo tallado en madera. Esta imagen fue labrada nuevamente para hacerla articulada y poder vestirla con indumentarias de tela. Al respecto, Monseñor Toscano escribió: “La novedad que todo lo invade, comenzó por ponerle vestidos de tela, costumbre que se ha perpetuado hasta hoy, desperfeccionándosele, con este motivo, algo de la cabeza para acomodarle pelo postizo, y los brazos para hacerlos susceptibles de ser cubiertos de ropa”.

   El ajuste a la nueva moda fue realizado por Tomás Cabrera, como consta en la tarjeta orlada sobre el pecho que dice: “Tomás Cabrera, la encarnó. Año 1795”. (Encarnar significa darle color carne a las esculturas, y nada tiene que ver con el tallado del cuerpo completo). La túnica tallada está ornamentada con finas líneas de oro sobre pintura que simulan brocato y una ancha faja de pan de oro en su borde inferior.

   En el año 1692 la imagen de Inmaculada Concepción de María, que luego se llamaría Virgen del Milagro, se encontraba a tres metros de altura en un nicho del retablo del Altar Mayor. Cuenta la historia que aquel 13 de septiembre, después de los fuertes y reiterados temblores que destruyeron la ciudad de Esteco y fueron percibidos con singular intensidad en la ciudad de Salta,, se encontró la imagen de la Inmaculada en el suelo sin que sufrieran daño su rostro y manos y según la tradición perdió los colores del rostro que quedó pardo y macilento. La imagen fue llevada a la casa del alcalde Bernardo Diez Zambrano donde se oró toda la noche. 

   Al día siguiente, 14 de septiembre, se colocó la imagen, que todos querían venerar, en el exterior de la Iglesia Matriz donde continuaron los cambios de colores del rostro y fue entonces cuando muchos fieles comenzaron a llamarla “del Milagro”. 

   Una nueva historia empezaba para esta sencilla imagen y para los salteños, que jamás abandonarían su culto y su devoción Según la tradición oral y el exhorto de Chávez y Abreu, el padre jesuita José Carrión recibe la revelación de que el Santo Cristo Crucificado de la Iglesia Matriz, que tenían sin devoción y sin sacarlo en procesión, habría perdonado a Salta a pedido y súplica de la Madre de Dios del Milagro. Los padres jesuitas recordaron al Santo Cristo y lo liberaron de su encierro; lo colocaron frente a la iglesia que la Compañía de Jesús tenía en el centro de la ciudad. La imagen fue sacada en procesión por los fieles salteños con el ruego de que cesaran los temblores, lo que finalmente ocurrió.

   En la ciudad de Salta, todos los años, del 6 al 15 de septiembre, se llevan a cabo las celebraciones del Milagro. Es la mayor manifestación de fe de la provincia en honor a las sagradas imágenes de Señor y la Virgen del Milagro, patronos de Salta. El día 15 culmina con una multitudinaria procesión de la que participa el pueblo de Salta y peregrinos de todo el país.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

SANTORAL 12 DE SEPTIEMBRE







12 de septiembre


EL DULCE
 NOMBRE
DE 
MARÍA
El Señor ha hecho vuestro nombre
tan glorioso, que no se caerá
de la boca de los hombres.
(Jdt. 13, 25).


   Los elogios más sublimes corresponden a María, a la cual todas las generaciones llaman bienaventurada, y Aquel que "hizo en Ella cosas grandes y cuyo nombre es santo" quiso darle íntima participación de esa misma santidad para consuelo y gozo de quienes invocaren su dulce nombre. Nombre que ha de ser loado, en todo el mundo, porque infunde valor y fortaleza. Bien lo aprendieron los indios mejicanos de boca de los pobres soldados españoles cautivos, que subían al pavoroso teocalli invocando: "'Ay, Santa María!" y con este nombre en los labios expiraban.
   España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció en el año 1513. Pero fue el Papa Inocencio XI quien decretó, el 25 de noviembre de 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso, para perpetuar la victoria que los austriacos y polacos, mandados por Juan Sobieski, consiguieron de los turcos ese año en Viena. 
   El dulce nombre de María, para los que luchamos en el campo de la vida, es lema, escudo y presagio. Lo afirma uno de sus devotos, San Antonio de Padua, con esta comparación: "Así como antiguamente, según cuenta el libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquel que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro incluso para los homicidas voluntarios: el nombre de María. Torre fortísima es el nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es nombre dulce, nombre que conforta, nombre de consoladora esperanza, nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos"
   Que el sabroso nombre de nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo y ambos sean la contraseña que nos abra de par en par las puertas de la gloria.

martes, 11 de septiembre de 2012

SANTORAL 11 DE SEPTIEMBRE







11 de septiembre


SANTOS PROTO y JACINTO, 
Mártires

Os digo, habrá más fiesta en el cielo por un pecador
que haga penitencia, que por noventa y nueve justos
que no tienen necesidad de penitencia.(Lucas, 15, 7).

   Los dos hermanos Proto y Jacinto, esclavos de Santa Eugenia, y bautizados con ella por el obispo Hilario, se dedicaron al estudio de las Sagradas Escrituras. Después de haber permanecido algún tiempo en un monasterio de Egipto, edificando allí a todos por su humildad y santidad, siguieron a Santa Eugenia hasta Roma. Llegados a esta ciudad bajo el reinado de Juliano, fueron detenidos, cruelmente flagelados y finalmente decapitados.

MEDITACIÓN SOBRE TRES MANERAS
DE HACER PENITENCIA

   I. La penitencia debe ser interior: para esto el pecador debe ofrecer a Dios un corazón contrito y humillado, recibir con paciencia y resignación todas las aflicciones que se le envían, y hacerlas servir para la expiación de sus pecados. Sufrirás con paciencia si consideras que esos dolores pasajeros pueden librarte de los suplicios eternos que has merecido. El pecador es, él mismo, la causa de sus sufrimientos. No podemos imputar a Dios ninguno de los males que sufrimos, nosotros mismos somos sus autores.(Salviano)

   II. Prívate, por espíritu de penitencia, de los placeres que no están prohibidos por la ley de Dios. No mereces el goce que se encuentra en la posesión de las cosas creadas, después de haber abusado tanto de ellas para ofender al Señor. Para las almas inocentes son los placeres permitidos; en cuanto a los pecadores, deben ellos hacer penitencia, y persuadirse de que Dios les prolonga la vida sólo para darles tiempo de expiar sus pecados.

   III. Pero no es suficiente; todavía hay que imponerse mortificaciones corporales, para expiar el placer que se ha gustado en ofender a Dios. Los santos siempre han practicado estas austeridades; en sus biografías, no se habla sino de vigilias, ayunos, cilicios y disciplinas. ¿Creemos acaso que somos nosotros más inocentes de lo que eran ellos? El camino del cielo no es más ancho ni más cómodo para nosotros que lo fue para ellos. No nos engañemos: hagamos penitencia, y no recaigamos en los mismos pecados. Donde no hay enmienda, no hay sino vana penitencia. ( Tertuliano)

La penitencia
 -Orad por la enmienda
de los pecadores.

ORACIÓN
   Señor, que la preciosa confesión de vuestros bienaventurados mártires Proto y Jacinto reanime nuestro celo, y que su piadosa intercesión nos proteja constantemente. Por J. C. N. S. Amén.

lunes, 10 de septiembre de 2012

LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS


Un interesante estudio sobre la cuestión sinóptica.

Del  Blog amigo:  En Gloria y Majestad

   Nota del Blog: sigue a continuación un trabajo fascinante del P. Bover sobre la cuestión sinóptica, tema difícil si los hay. El autor, que no es santo de nuestra devoción en lo que respecta a las profecías bíblicas, tiene sin embargo, trabajos súmamente interesantes en otros ámbitos de la exégesis bíblica y parece estar dotado de una rara habilidad para ver el trasfondo psicológico de las narraciones bíblicas. 
   La solución expuesta aquí nos parece muy natural y sencilla, y creemos que supera incluso a la del P. Jousse, tan cara a Castellani.

   Hemos decidido dividir este largo estudio en cuatro partes que serán publicadas poco a poco. 

San Bernabé






¿Bernabé, clave de la solución del problema sinóptico?
I Parte
Autor: José María Bover, S.J.
Fuente: Estudios Bíblicos, tomo III, 1944, pag. 55 ss.

 Introducción

 Pocos problemas escriturísticos habrán hecho correr más ríos de tinta que la llamada cuestión sinóptica. La historia de esta cuestión, que la crítica racionalista no ha logrado sino enmarañar lastimosamente, ha venido a ser un panteón de hipótesis muertas y sepultadas. El “requiescat Urmarcus” que sin titubear pronunció Swete[i], puede igualmente pronunciarse sobre tantas otras hipótesis no menos fantásticas. La raíz de este ruidoso fracaso está en haber considerado los Evangelios poco menos que como aerolitos caídos del cielo, como la Artemis Efesina[ii], sobre los cuales nada hubiera dicho la primitiva tradición cristiana. A esta tradición, pues, hemos de volver, para ver si entre los datos por ella suministrados hallamos alguno que nos dé la clave para la solución del enojoso problema. No vamos a aventurar nuevas hipótesis, sino a explorar el terreno firme de la historia.

Precisemos el punto concreto que deseamos investigar.

Sabido es que todas las teorías relativas al problema sinóptico se reducen a dos tipos principales: el de la predicación oral y el de la dependencia documental. El creciente descrédito de las diferentes hipótesis documentales ha hecho que la magna controversia se haya como polarizado en un punto principal, que son las irregulares y caprichosas interferencias verbales existentes en los Evangelios Sinópticos: último reducto desde el cual se defiende la necesidad de los documentos, interpuestos entre la predicación oral y los Evangelios escritos. Este es el punto concreto que deseamos dilucidar.

Nótese bien, no vamos a discutir si los redactores de los Evangelios canónicos utilizaron o no fuentes escritas: lo que deseamos investigar es si el uso de semejantes fuentes es necesario para explicar las interferencias verbales de los Sinópticos. Porque bien puede ser que por otras  razones, sea necesario recurrir a las fuentes escritas, en San Lucas, por ejemplo; más puede ser también que el uso de semejantes fuentes sea inepto o innecesario para explicar las referidas interferencias. Los partidarios de las teorías documentales apelan a los documentos interpuestos por creer que sin ellos no se explican las interferencias verbales; pues bien, esto y no otra cosa, es lo que nos proponemos averiguar: si independientemente de los documentos tienen adecuada explicación esas interferencias. Como se ve, no abarcamos en toda su amplitud el problema sinóptico; más nadie negará que, si lográsemos demostrar que con los datos históricos relativos a la predicación oral quedaban explicadas esas interferencias, se habría resuelta sustancialmente el embrollado problema.

Nuestra investigación se ha concentrado en una sola persona, la de Bernabé, cuya situación respecto de la redacción de los Evangelios Sinópticos fue singularmente privilegiada y única entre todos los personajes de la primera generación cristiana. Para apreciar el posible influjo que pudo ejercer Bernabé en la preparación y composición de los Sinópticos, hay que recordar brevemente la triple forma que sucesivamente revistió la predicación oral, que luego se cristalizó en los tres Evangelios Sinópticos.

Las tres formas de la predicación oral han sido denominadas jerosolimitana, antioquena y romana. La jerosolimitana, iniciada, desarrollada y finalmente, fijada por San Pedro, halló su expresión en el Evangelio arameo de San Mateo, quien, como testigo que era de vista, además de someterla a un tratamiento sistemático, la pudo enriquecer con nuevos elementos. La antioquena, traslación de la jerosolimitana a un ambiente gentil, iniciada y desarrollada por Bernabé, halló su forma definitiva en la predicación de San Pablo y en el Evangelio de San Lucas. La romana, nueva traslación de la jerosolimitana, ya helenizada, a otro ambiente distinto, fue obra del mismo San Pedro, y halló su expresión en el Evangelio de San Marcos. Según esto los protagonistas de la jerosolimitana fueron San Pedro y San Mateo; de la antioquena, además de San Bernabé, San Pablo y San Lucas; de la romana, San Pedro y San Marcos. Veamos pues, las relaciones que ligaron a San Bernabé con cada uno de estos protagonistas, para colegir de ellas el influjo que pudo ejercer, no sólo en el Evangelio de San Lucas, sino también en los de San Mateo y San Marcos, en orden a explicar las interferencias verbales de los Sinópticos.

Mas antes de comenzar, se impone una observación. La sucesión cronológica de los tres Sinópticos no responde a las tres etapas de la predicación oral. El segundo Evangelio responde a la tercera etapa, y el tercer Evangelio a la segunda. Además en el primer Evangelio hay que distinguir la redacción aramea de la versión griega. La redacción aramea precedió a la composición de los otros dos sinópticos, la versión griega los siguió. Teniendo en cuenta además que el intervalo entre la publicación del segundo y del tercer Evangelio no pudo ser de muchos años, nos ha parecido que el orden de nuestras investigaciones podría ser este: 1) predicación jerosolimitana y Evangelio arameo de San Mateo; 2) predicación antioquena y Evangelio de San Lucas; 3) predicación romana y Evangelio de San Marcos; 4) versión griega de San Mateo; estudiando la acción que en todo esto pudo corresponder a Bernabé.


I. Predicación jerosolimitana y Evangelio arameo de San Mateo

 En esta primera etapa de la predicación oral y en la redacción aramea del primer Evangelio no podemos descubrir ninguna intervención activa de Bernabé. Es, con todo, de sumo interés para apreciar su influjo posterior conocer sus íntimas relaciones con Pedro y con los demás Apóstoles ya desde los primeros momentos de la predicación evangélica. Dos datos principalmente nos introducirán en este primer conocimiento: 1) el lugar o la casa de Jerusalén donde Pedro inició y continuó su predicación oral; 2) la personalidad de Bernabé.


1. Lugar de la predicación oral.

 Recojamos los datos suministrados por los Hechos Apostólicos sobre el sitio o los sitios de Jerusalén donde San Pedro predicó o pudo predicar. Inmediatamente después de la Ascensión del Señor, los Apóstoles, vueltos a la ciudad, “subieron a la cámara superior, donde tenían su mansión” (1, 13), y donde “perseveraban unánimemente en la oración con las mujeres y con María, la Madre de Jesús, y con sus hermanos” (1, 14). En esta misma casa, después de la elección de Matías, vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés (2, 2) y Pedro pronunció su primer sermón (2, 14-40). Después de la curación del cojo de nacimiento, Pedro y Juan, que habían sido detenidos y llevados al sanedrín, una vez soltados “vinieron a los suyos” (4, 23). La ausencia de toda indicación sobre el cambio de domicilio muestra que se habla de la misma casa donde los Apóstoles tenían su mansión. Más tarde, después de ser golpeados y afrentados en el sanedrín, los Apóstoles “cada día en el templo y en casa[iii] no cesaban de enseñar y evangelizar a Cristo Jesús” (5, 42). Por fin, milagrosamente liberado de la prisión por un ángel, Pedro “se dirigió a la casa de María, la madre de Juan, apellidado Marcos, donde estaban muchos reunidos y orando” (12, 12). Este último texto merece ser examinado. En él la casa de María presenta estas interesantes particularidades: 1) era una casa capaz, en que podían reunirse muchos; 2) era casa donde los fieles se reunían para hacer oración y consiguientemente, para oír la palabra de Dios; 3) en ella, naturalmente, vivía San Marcos con su madre; 4) a ella se dirige San Pedro como a su propio domicilio, al salir de la prisión. Como después de la primera detención por el sanhedrín Pedro y Juan “vinieron a los suyos” (4, 23), es decir, a su propio domicilio, de la misma manera ahora Pedro se dirige a la casa de María, como a su habitual domicilio, para avisar que notificasen a Santiago y a los hermanos que se iba “a otro lugar” (12, 17). De estas particularidades se desprenden algunas consecuencias importantes: primera, muy probable por lo menos, que la casa de María era la misma en que vino el Espíritu Santo sobre los Apóstoles[iv]. De hecho en todos los capítulos intermedios de los Hechos no se halla la menor indicación sobre cambio de domicilio. Confirman esta identidad algunos testimonios antiguos[v]. Segunda conclusión, cierta: en la hipótesis de que existiesen en Jerusalén varios sitios de reunión para los fieles, la casa de María era uno de los principales o el principal de todos. Tercera, absolutamente cierta: que, por lo menos la casa de María era uno de los sitios de reunión, donde los cristianos de Jerusalén oraban y oían la predicación de los Apóstoles. Y esto basta ya para nuestro intento.


2. Personalidad de Bernabé

 Se escribe en los Hechos: “José, que fue apellidado Bernabé por los Apóstoles, que se interpreta Hijo de la consolación (o Hijo de la exhortación), levita, ciprio de linaje, como poseyese un campo, habiéndolo vendido, trajo el producto de la venta y lo depositó a los pies de los Apóstoles” (4, 36-37). Más adelante se añade: “era hombre bueno y lleno de Espíritu Santo y de fe” (11, 24). En otros textos, que luego reproduciremos, se pone de  manifiesto el singular aprecio que le tenían los Apóstoles y toda la Iglesia, la gran autoridad que entre ellos gozaba y la extraordinaria confianza que de él hacían. Sobre este fondo conviene hacer resaltar algunos rasgos característicos de Bernabé, que más pueden interesarnos.
Su apellido de Bernabé que luego vino a ser su nombre propio, y que otros interpretan Hijo del profeta o Hijo de la profecía, podría traducirse en lenguaje moderno el hombre de la palabra dulce e insinuante[vi], su trato cortés, su cultura rabínica[vii] y helénica, su palabra fácil, fluida y cálida, todo avalorado y realzado con el carisma de la profecía, hacían de él un insigne profeta, cual le describe San Pablo: “El que profetiza, habla a los hombres de edificación, exhortación, consolación” (I Cor. 12, 3) y le habilitaban para ser un excelente predicador del Evangelio.
¿Había sido Bernabé discípulo del Señor antes de la Pasión? No lo dicen ni los Evangelios ni los Hechos, aunque tampoco afirman lo contrario. Existe con todo una tradición, antigua y autorizada, según la cual Bernabé fue uno de los setenta (o setenta y dos) discípulos de que habla San Lucas (10, 1-24). Así lo atestiguan Clemente de Alejandría (MG, 8, 1059-1060), Eusebio (MG, 20, 117-118) y las Recogniciones clementinas (MG 1, 1210). A estos testimonios, ya conocidos, podemos añadir el del Sinaxario Árabe Jacobita en su redacción copta, publicado por René Basset en la Patrología Oriental, que dice así: “Bernabé… era de la ciudad (sic) de Chipre, de la tribu de Leví. Se llamaba José. El Señor lo escogió entre los setenta, que envió a predicar ante los gentiles, y le llamó Bernabé. Luego el Espíritu de consolación descendió sobre él en el Cenáculo con los discípulos” (Patr. Or., 3, 495). Esta suposición, aunque no necesaria para nuestro objeto, no hay duda que lo favorece notablemente.[viii]
Más nos interesa otro dato que sobre Bernabé nos ha conservado San Pablo. En su epístola a los Colosense (4, 10) habla el Apóstol de Marcos, el primo de Bernabé”. Que este Marcos, el Evangelista, sea el mismo “Juan apellidado Marcos”, del cual hablan tres veces los Hechos (12, 12; 12, 25 y 15, 37) y que una vez es llamado simplemente “Marcos” (15, 39) y dos veces “Juan” solamente (13, 5 y 13, 13), es hoy comúnmente admitido. En efecto, basta leer sin prevención los Hechos para convencerse de que “Juan”, “Marcos” y “Juan, apellidado Marcos” es un mismo personaje íntimamente relacionado con Bernabé, el mismo además que San Pablo denomina ”Marcos, el primo de Bernabé”[ix]. Este parentesco con Marcos era causa de que Bernabé, natural de Chipre, cuando estaba en Jerusalén se hospedase en casa de su madre, María. Ahora bien, esta misma casa, como hemos visto anteriormente, o era el domicilio habitual de Pedro, o por lo menos el sitio o uno de los sitios en que preferentemente predicaba a los fieles allí reunidos. Y con Pedro se reunían los demás Apóstoles, entre ellos San Mateo. Estas circunstancias colocaban a Bernabé en situación excepcionalmente favorable para oír una y muchas veces la primitiva catequesis oral propuesta por San Pedro y a su imitación por los demás Apóstoles, y además para entrar en trato íntimo con San Pedro, el iniciador de la predicación oral, y con San Mateo, el que luego la había de consignar en el primer Evangelio.
Hay más, el nombre “Hijo de la consolación” no se lo dieron los Apóstoles a Bernabé sino después de conocer experimentalmente sus dotes de profeta o predicador sagrado; lo cual supone que no tardaron en utilizar sus buenos servicios en la instrucción catequética de los muchos que se convertían a la fe. La delicada comisión, que como luego veremos, le confiaron más tarde, supone igualmente a Bernabé previamente ejercitado en el ministerio de la palabra y generalmente reconocido como excelente predicador del Evangelio. Otras deducciones o fundadas conjeturas nos permiten los datos recogidos. Bernabé, conocedor, como levita que era, del hebreo y del arameo, hablaba además el griego, su lengua nativa, como natural de Chipre. Si para la instrucción de los judíos de Palestina se bastaban los Apóstoles, en cambio para la de los judíos helenistas necesitaban de hombres como Bernabé, que no abundarían en Jerusalén durante aquellos primeros años. Y si así fue, como es natural, Bernabé, familiarizado con la predicación aramea de los Apóstoles, sería el primero o uno de los primeros que le dieron forma helénica. Este servicio prestado por Bernabé a la helenización del Evangelio pudo muy bien ser más tarde el motivo determinante de enviarle a Antioquía a predicar el Evangelio en griego a los griegos.[x]
Recojamos, como conclusión de todas estas consideraciones, estos tres datos importantísimos: Bernabé, íntimamente relacionado con San Pedro y San Mateo, familiarizado con la primera predicación oral, ejercitado en dar forma helénica al Evangelio arameo.

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[i] Cfr. Lagrange, Évangile selon Saint Marc, 1920, pag. XXXVIII.
[ii] Act. 19, 35.
[iii] La expresión κατ' οἶκον, contrapuesta a ἐν τῷ ἱερῷ, no exige el sentido de pluralidad distributiva, aunque tampoco la excluye. Así, dejando a la frase su indeterminación, hay que traducir “en casa”, mas bien que “por las casas”.
[iv] El P. Prat sostiene y razona sólidamente la identidad, no solamente de la casa de María con la “habitación superior” de Pentecostés, sino también la de esta con el cenáculo de la última cena del Señor. Jésus-Christ, II, 521-526.
[v] Entre otros, los del peregrino Teodosio y del monje Alejandro.
[vi] Parece insinuarse en Act. 14, 12.
[vii] Créese comúnmente que, como Pablo, fue discípulo de Gamaliel. Sobre Bernabé cfr. Acta SS, Jun. 2, 422-423; Jun. 6, 95; MG 2, 685-706; Duchense, Saint Bernabé, en Mélanges de Rossi, Paris-Rome, pag. 46 ; Civiltà Cattolica, 1893 ser. 15, v. 6, 701-709; Anacleta Bolandiana, 12, 458-459; Revue Biblique, 8 (1899), 278-283; U. Chevalier, Repertoire des sources historiques du Moyen age, I, 435-436.
[viii] La misma tradición se consigna dos veces en el Sinaxario Constantinopolitano: “(Barnabas) unus ex Septuaginta est”, “Barnabas… unus est Septuaginta discipulorum” (col. 745 y 782): Acta SS. Propylaeum ad Acta Sanctorum Novembris, por Hipólito Delehaye, Bruselas, 1902. Puede verse también Pseudo-Hipólito, De LXX Apostolis, MG, 10, 955.956; Doroteo de Ciro, De septuaginta Domini discipulis, MG 92, 1061-1062; Simeon Logoteta, Chronicon, MG, 92, 1073-1074.
[ix] Cfr. Lagrange, op. cit. XVII-XX.
[x] Conviene consignar aquí un hecho, a que no se ha prestado la debida atención, y es que Bernabé, con ser judío helenista, no fue elegido entre los primeros siete diáconos (Act. 6, 1-6). Si se compara el elogio que de Esteban hacen los Hechos (“virum plenum fide et Spiritu Sancto”, 6, 5) con el que hacen de Bernabé (“vir bonus el plenus Spiritu Sancto et fide”, 11, 24) el hecho de no haberle elegido diácono como a Esteban, que no puede interpretarse como una injustificada e inverosímil preterición, no parece pueda tener otra explicación razonable sino la categoría que ya por entonces poseía Bernabé, superior a la de los diáconos, es decir, que era uno de los presbíteros de la Iglesia de Jerusalén. De hecho cuando los Apóstoles le envían a Antioquía, no se dice que le impusieran las manos para aquella misión (Act. 11, 22): lo cual supone su carácter de presbítero y aún de obispo. 

SANTORAL 10 DE SEPTIEMBRE





10 de septiembre
 

SAN NICOLÁS DE TOLENTINO,  
Confesor


He aprendido a estar contento con lo que tengo,
sé vivir en pobreza y sé vivir en abundancia:
todo lo he probado y estoy ya hecho a todo.
(Filipenses, 4, 11-12).



   San Nicolás vivió mucho tiempo en Tolentino, ciudad de Italia, y la ilustró con su muerte. A pesar de sus increíbles austeridades en la Orden de los Ermitaños de San Agustín, siempre tenía la sonrisa en los labios. Seis meses antes de su muerte, oía todas las noches los conciertos de los ángeles. Medita tres hermosas palabras de este santo: "El corazón que una vez gustó de Dios, ya nada encuentra en la tierra que le plazca; no hay que amar la vida, sino porque nos conduce a la muerte; en poco tiempo podemos ganar la eternidad". Murió en 1315, a los 70 años de edad.

MEDITACIÓN - TRES CONSEJOS PARA VIVIR
FELIZ CADA CUAL EN SU ESTADO


   I. Vive feliz y contento en la posición en que Dios te ha colocado. No seas de aquellos que se ingenian en hacerse desgraciados, sea exagerando los males que les acaecen, sea comparando sus desventuras imaginarias con la aparente felicidad de los demás. Dios te ha puesto en este estado, permanece en él, vive en él contento y alegre, Dios lo quiere. Salom6n ha dicho con razón: He reconocido que nada mejor había que alegrarse y hacer el bien durante nuestra vida.

   II. Conténtate con la fortuna y talentos naturales que Dios te ha dado, y no desees más. Dios sabe lo que has menester; acaso te habrías condenado si tuvieses más ingenio, más salud o más bienes materiales. La dicha no reside ni en la ciencia, ni en la opulencia ni en los otros bienes de este mundo; existe en la posesión de Dios. No son las riquezas las que hacen feliz, sino Dios, que es la verdadera riqueza de nuestras almas. (San Agustín).

   III. Conténtate también con los bienes que hayas recibido en el orden de la gracia, y no te atormentes inútilmente en desearlos mayores. Emplea como es debido los favores que te acuerda Dios, y los talentos que te ha confiado; no pide otra cosa de ti. Piensa, para suavizar; tus sufrimientos, que has merecido el infierno por tus pecados, y llora continuamente los desórdenes de tu vida pasada. La verdadera compunción atrae la gracia y produce el gozo del alma, y las lágrimas de la penitencia son inmensamente más dulces que los goces de los pecadores.


La conformidad con la voluntad de Dios
 - Orad por los afligidos.

ORACIÓN
   Señor, escuchad favorablemente las humildes súplicas que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor San Nicolás de Tolentino, a fin de que, no poniendo nuestra confianza en nuestra justicia, seamos socorridos por los ruegos de aquél que os fue agradable. Por J. C. N. S. Amén.

domingo, 9 de septiembre de 2012

SANTORAL 9 DE SEPTIEMBRE



SAN GORGONIO, 
Mártir

.


El que combate en la palestra no es coronado
sino cuando lidiare según las leyes.
(2 a Timoteo, 2, 5).

   Gorgonio, chambelán de Diocleciano, viendo un día a su señor torturar a un cristiano, exclamó: "¿De dónde procede, emperador, que de dos hombres culpables del mismo crimen, no has castigado sino a uno solo? La fe de este hombre es la mía; participo de su resolución". Irritado Diocleciano, lo hizo azotar con tal violencia que su carne volaba en jirones; ordenó después que se le echase sal y vinagre en las llagas. Por fin, después de haberlo hecho asar a fuego lento en una parrilla, lo condenó a ser ahorcado.

MEDITACIÓN
SOBRE LA ETERNIDAD

   I. Hay una eternidad de dicha o de desgracia para ti; es una verdad que ningún cristiano puede poner en duda. ¿Comprendes esta palabra: Eternidad? ¿Piensas en ella? ¿Trabajas porque sea feliz para ti? ¡Oh eternidad, cuántas soledades pobló tu pensamiento! ¡cuántos santos ha hecho! Día y noche piensa en estas dos palabras: Seré eternamente feliz. o eternamente desgraciado. ¡Eternidad!... ¡Eternamente feliz... o eternamente desgraciado!...

   II. El fin de la vida es el comienzo de la eternidad; ya no habrá más tiempo, ya nada podrás hacer ni para ganar el cielo, ni para evitar el infierno. ¡Oh momento de la muerte, momento tremendo, del cual depende una eternidad de dicha o de infelicidad! ¿Cuándo llegará ese momento? Acaso hoy mismo; y, necio de mí, ¡no pienso en él! ¿Por qué no emplear el tiempo que Dios me da en procurarme una eternidad bienaventurada? Medita este lema de un gran prelado: La eternidad depende de un momento.

   III. La eternidad es una corona de gloria para los bienaventurados, y una corona de sufrimientos para los condenados. Siempre comenzará y nunca terminará. Los condenados sabrán y creerán que sus suplicios durarán por toda la eternidad, sin descanso, sin interrupción, sin esperanza de consuelo. ¡Eternidad, eternidad! ¡cuán tremendo es tu recuerdo, pero cuán saludable! Pensemos en ella. Nunca adoptaríamos bastantes precauciones cuando es la eternidad la que está en peligro. (San Bernardo).

El pensamiento de la eternidad -Orad
por la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

   Señor, que vuestro mártir Gorgonio nos favorezca con su intercesión, y nos haga celebrar con gozo su piadosa solemnidad. Por J. C. N. S. Amén.