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martes, 3 de julio de 2012

LA MUJER ETERNA


Gertrud Von Le Fort
La mujer eterna



Ediciones Rialp, S. A.
Madrid – 1957

Título original alemán:
Die ewige frau

(Im Kösel- Verlag zu München)
Traducción de
María Cleofé Aguilera

PROLOGO

Este libro se propone exponer la importancia de la mujer,  no partiendo de su posición psicológica o biológica, histórica o social, sino simbólica. Esto representa cierta dificultad para el lector. El lenguaje simbólico, expresión comprensible para todos de un pensamiento palpitante, ha sido sustituido en gran parte por el lenguaje del pensamiento conceptual abstracto. De ahí que este libro sienta la necesidad de exponer al lector la esencia del símbolo.

Los símbolos son signos o imágenes en los cuales las supremas realidades y determinaciones metafísicas no se reconocen en abstracto, sino que se hacen gráficas alegóricamente; los símbolos son, pues, la expresión perceptible de una realidad invisible. Tienen  por base el convencimiento de que existe una ordenación racional de todos los seres y de todas las cosas, la cual muestra su origen divino a  través de los mismos seres y cosas,  y precisamente por este medio del lenguaje  de sus símbolos. Por ello  éstos obligan al individuo que los acoge, pero aún en el caso de  que ya no reconozca su significado o de que incluso los rechace, se encuentran intactos e intangibles sobre él. El símbolo no expresa por tanto, el carácter empírico o el estado de cada portador, sino su significado metafísico. El portador del símbolo puede no estar a su nivel, pero  por ello no decae su símbolo.

De la misma manera que el significado del símbolo no coincide sin más ni más con el carácter empírico de su portador individual, tampoco se limita al portador del símbolo lo esencial que con el se designa. Este libro afirma para la mujer una orientación hacia lo religioso partiendo de su símbolo. Pero no afirmar  una religiosidad especial  de la mujer ni mucho menos  su  primacía religiosa frente al hombre; esto sería la total incomprensión de éste libro. Por el contrario, se trata de plasticidad de lo religioso, de su exposición alegórica, que indudablemente- y esto se da en el símbolo- está encomendada y confiada a la mujer en particular.

 Lo que cabe decir de la importancia nuclear de lo femenino puede decirse también de la importancia de sus distintas irradiaciones. En este libro se hace referencia a la manifestación de lo real por medio de la mujer; esta manifestación misma, en cuanto esencia metafísica, nunca deberá ser usurpada por la mujer. Todo ser se manifiesta en la tierra siempre bajo dos aspectos. Esto lo demuestran precisamente las dos formas de vida masculina, que son las más elevadas por su significado simbólico. Así en el aspecto realmente heroico del hombre aparece el gran rasgo de caridad propio de la mujer, pero precisamente como manifestación femenina. Al hombre caballeroso le corresponde la protección de los pequeños y  los débiles. Tenemos, pues, que San Vicente de Paúl, siendo sacerdote, adopta en su corazón a los niños abandonados como lo haría una madre; en San Luis Gonzaga y en las figura de la órdenes religiosas el significado de la virginidad se nos presenta también como una virtud masculina. Cuando Santa Catalina de Siena exige precisamente las virtudes masculinas considerándolas como las verdaderamente cristianas, se tata del reconocimiento de esta doble manifestación, pero  vista del otro lado; igualmente e tarta de esta doble manifestación cuando la  oración dogmática de las Letanías Lauretanas invoca a maría como mater amabilis y como virgo potens, y cuando equipara a la imagen femenina de la rosa mystica las imágenes masculinas  de speculum justitiae y turris Davidica. Al igual que toda la verdad sobre la mujer, aquí, partiendo de la imagen de la Mujer Eterna, se llega también a la comprensión del significado simbólico de lo femenino. María, como representante  de toda la creación, representa igualmente al hombre y a la mujer.

I.                    LA MUJER ETERNA

En donde quiera que aparece  la criatura bajo la idea de lo eterno, no se manifiesta ya la criatura misma, sino la eternidad de dios, como único eterno. Sólo una época profundamente desorientada o mal dirigidas en sus instintos metafísicos puede atribuir a un ser creado la idea de la eternidad – ya se comprenda como valor absoluto, ya como continuidad absoluta-, sin percatarse de que, con ello, en vez de elevarla más bien la aniquila instantáneamente. La criatura reconoce su propia relatividad en la idea de la eternidad y sólo en esta confesión se le manifiesta también a ella la eternidad. La criatura en su limitación temporal se abandona por completo, sometiéndose a lo intemporal absoluto,  y dentro de ésta idea  no aparece ya con su propio valor, sino como idea y reflejo de lo eterno; o sea, como  su  símil o receptáculo. Este es el sentido de toda purificación y de toda devoción; es tanto el sentido  en el que puede uno arriesgarse a hablar de la “Mujer Eterna”. En manera alguna se trata  de revelar  ni aun cambiar de tono ciertos rasgos relativamente invariables de la imagen femenina empírica, o sea “eternos” en el sentido limitado terrenal, sino que se tata del aspecto cósmico metafísico de la mujer, de lo femenino como misterio, de su categoría religiosa, y en  último término de su imagen ideal  y final en Dios.

Con ello queda claro que aquí se rechaza la hipótesis personal arbitraria. Ya vimos que lo religioso comienza donde termina lo subjetivo doctrinario. ¿Pero en qué lenguaje debe hablarse más allá de este final? Nosotros sólo podemos captar lo metafísico bajo el velo de la forma; o sea, sólo allí donde nos vemos  otra vez empujados hacia el terreno de lo relativo temporal. Sólo el arte sublime, en sus momentos más excelsos de gracia, puede pregonar lo imperecedero dentro de la forma efímera. Pero tan pronto como lo examinamos detenidamente nos enfrentamos con otra afirmación. El gran arte occidental nunca podrá desligarse del dogma cristiano católico; en sus manifestaciones supratemporales se convierte en su representante sacerdotal. De la misma manera que la grandiosas Missa Solemnis de Beethoven reúne bajo el credo de la Iglesia que la Iglesia misma no logra reunir hoy, así las artes plásticas y la pintura, a través de los siglos, pregonan aún las figuras del drama de redención cristiano a los modernos paganos. Considerar estas artes no sólo estéticamente, sino religiosamente, significa entrar en plena conciencia en el terreno del dogma católico, que el fundamento supratemporal que rebasa el carácter personal sobre el que se funda toda la cultura de Occidente y al cual permanece adherida inevitablemente, aún en su negación.

En primer lugar debe observarse que el dogma católico ha hecho las más vigorosas afirmaciones que jamás se hayan hecho sobre la mujer. Junto con estas afirmaciones se desvaneces todos los ensayos de interpretación metafísica de lo femenino como simple eco de la Teología o como carentes de contenido e importancia religiosos. La Iglesia no sólo ha comparado a la mujer, a toda mujer, consigo misma en la doctrina del Sacramento del matrimonio, sino que también ha proclamado como Reina del Cielo a una mujer y la ha llamado la “Madre del Redentor”, “Madre de la Divina Gracia. Es cierto que con estas afirmaciones no se ha querido señalar en sí la encarnación de lo femenino y hemos de insistir sobre ello, sino que ha querido señalar a la Única de la cual se dice: “ bendita Tú eres entre todas las mujeres” Sólo la Única, aunque es infinitamente mucho más que  el símbolo de lo femenino,  es también símbolo de lo femenino;  solo  en Ella y por Ella que se ha hecho concebible el misterio metafísico de la figura de la mujer.

Intentaremos  resumir aquí brevemente el contenido del Dogma. Si traemos a colación a los grandes maestros que representaron la vida de María, como por ejemplo Fra Angélico, deberemos comenzar con la última imagen, que es el fondo de la primera. El arte religioso del pasado refleja en la ordenación de las imágenes, como un presentimiento, el desarrollo de la constitución del Dogma. En la última imagen, María  coronada, se vislumbra a la Inmaculada. Considerado históricamente, su dogma fue proclamado  muy tarde; considerado metafísicamente, se encuentra al principio del misterio, completamente al principio. Por así decir, se remonta a la aurora de la Creación. El Dogma de la Inmaculada significa la proclamación de lo que era el hombre antes de su caída; significa el semblante puro de la criatura, la viva imagen divina en el hombre. De aquí irradia una luz extraordinaria sobre la época de su proclamación. Según el concepto temporal de la Iglesia, esta época se encuentra pues, pocos decenios inmediatamente antes del instante que el filósofo de la historia cristiano Berdiaeff designa como caída de la “imagen humana”, relación que hoy podemos reconocer en su pleno significado.

Ya se ve aquí claramente la enorme importancia, en general, del Dogma de María. Si la Inmaculada es la viva imagen divina de la humanidad, la Virgen de la escena de la Anunciación es su representante. En el humilde fiat con que responde al Ángel, vemos que el misterio de la Redención depende de la criatura. Pues para su Redención el hombre no tiene más que ofrecer a Dios la disposición a la entrega incondicional. La receptividad pasiva de la mujer, en la cual la  filosofía antigua veía lo puramente negativo, a parece en el orden de la gracia cristiana como  lo positivamente decisivo. Formulado brevemente, el dogma mariano significa la doctrina de la colaboración de la criatura en la obra de la Redención. El fiat de la Virgen es, pues, la manifestación de lo auténticamente femenino, se convierte en manifestación del espíritu religioso en el hombre. María es, pues, no solamente objeto de la veneración religiosa, sino que Ella misma es lo religioso por medio de lo cual se adora a Dios; es la fuerza de entrega del cosmos en la figura de la mujer virginal. Esto es a lo que alude la Letanía Lauretana cuando alaba en María en una de sus invocaciones tan altamente poéticas como dogmáticas, llamándola stella matutina. La estrella matutina precede al Sol para sumirse en él. El Hijo de Dios en el pecho de maría significa, referido a Ella misma, que el Hijo resplandece sobre ella. Sólo en ésta excelencia es  “madre de la Gracia”, pero también sólo en éste sentido es  “Madre de la Cruz y de los Dolores”. De la misma manera que la gloria del Hijo resplandece sobre Ella, en las angustias de la muerte la cubre con su sombra.

Tampoco en el sufrimiento es Ella misma, sino la abnegada, la que sufre con su Hijo. Pero al mismo tiempo que es Copaciente es  “Corredentora”. Esta palabra, que a menudo ha sido mal interpretada, en el fondo sólo significa la madre, la Madre del Redentor, la Madre de la Redención. Partiendo de aquí se comprende también la posición de María en la historia del Cristianismo. Sus elevados dogmas, mencionados sólo pocas veces por los evangelistas, pasados por altos en largos pasajes de la Historia de la Iglesia, urgen siempre en los momentos de máximo  peligro para la fe cristiana; su dogma fundamental fue proclamado en el concilio de Éfeso y constituye una parte de la impugnación de la doctrina herética nestoriana con referencia a la Cristología[1]. María  en su propio dogma no se eleva  por Ella misma, sino por el Hijo. Su imagen humana temporal en sus particularidades psicológicas no es accesible a ningún método histórico crítico, ni a ningún ensayo, por muy sutil e ingenioso que sea, ni a ningún amor por profundo que sea. Se halla velada, por decirlo así, en el misterio de Dios para  mostrarse precisamente por ello en su significado religioso. El velo es el símbolo de lo metafísico en el mundo. Pero también es el símbolo de lo femenino. Todas las formas elevadas de la vida femenina presentan la figura de la mujer velada. Así se ve claro por qué los grandes misterios del Cristianismo se introdujeron en el mundo creado, no por medio del hombre, sino de la mujer. La Anunciación del mensaje de la Natividad a María se repite en el mensaje de Pascua a Magdalena; el misterio del Pentecostés presenta al hombre en la posición femenina de recibir. La misma Iglesia expresa esta relación señalando a la mujer en los oficios divinos- y también en la ceremonia del Matrimonio- al lado del Evangelio.

Entrega como misterio metafísico, entrega como misterio de Redención según el dogma católico, es el misterio de la mujer en una perfección infinitamente superior a toda criatura, plasmado en la imagen de la Bienaventurada Virgen y Madre, pero refractado como en una jerarquía de entrega, capaz de ser pre vivido o post vivido en múltiple figura. Igual que la Sibila precede a María, el misterio cósmico antecede al misterio de la Redención profetizado de la misma manera.

“Naturaleza, animales,
Aguas, plantas y piedras.
Vuestros sencillos trabajos
Son humildes plegarias.
Obedecéis.
Para Dios esto es suficiente.”

El motivo de lo femenino resuena a través de toda la creación. Flota como un delicado y lejano preludio sobre el abierto regazo de la tierra virginal. Flota sobre el tierno animal madre de la espesura, que en su maternidad casi rompe los límites de su animalidad. Flota sobre la amante novia y esposa, y en gran manera sobre toda madre humana. Todas son iluminadas por el hijo. Pero también puede reconocerse en la amante que se prodiga sensualmente. Flota sobre la mínima, la más fugaz donación, sobre la más pequeña, la más cándida bondad; incluso sobre su simple intuición. Brota de la  esfera natural hacia la esfera espiritual y sobrenatural: allí donde la mujer es ella misma en toda su profundidad no es ya  ella misma, sino un ser que se entrega; pero siempre que se ha entregado es también novia y madre. La religiosa consagrada a la adoración, a la caridad, a las misiones, leva el titulo de madre; lo lleva como virgo mater. También la Sibila, que  con la  “boca espumante” anuncia el nuevo eón,  es “madre del futuro”; toda profecía es sólo una forma de maternidad. De la misma manera que la Sibila precede a María, le sigue a ésta la Santa.  En ella vuelve el misterio primario a su origen. Por ello es profundamente  comprensible que las más asombrosas obras realizadas por  la mujer estuvieran ligadas a la esfera de lo religioso. Santa Catalina de Siena recibió la misión de hacer regresar al Papa de Aviñón a Roma y la llevó a cabo; Santa Juana, incluso  recibió la bandera de la batalla. Pero precisamente podemos decir de estas misiones extraordinarias que la mujer solo las recibe virginalmente como la prueba de toda gran misión femenina. Por ello Santa Catalina está presente a la entrada del Papa en Roma; pero Santa Juana recibió su velo en las llamas de la hoguera.

Partiendo del motivo del velo resulta que a la mujer le es propia sobre todo la sencillez. Todo lo que pertenece a la jurisdicción del amor, la bondad, la compasión, el cuidado y la protección, o sea, lo realmente escondido y casi siempre traicionado en el mundo. Por eso también aquellas épocas que rechazan a la mujer de la vida pública no son perjudiciales a su significado metafísico; incluso  es probable que, como suele ocurrir muchas veces, sean  precisamente éstas las que ponen en el platillo de la balanza del mundo el inmenso peso de lo femenino.

En todas las partes en donde hay entrega encontramos también un rayo  del misterio de la Mujer Eterna;  pero en dónde la mujer se quiere a sí misma, ahí se esfuma el misterio metafísico. Elevando su propia imagen, destruye la imagen eterna.  Partiendo de esto  se comprende la caída de Eva. No atañe a la  esencia de esta caída  el examinarla en la contraposición de espiritual y sensual. La caída de la mujer no es en realidad la caída de la criatura  a la tierra, por cuanto ésta también significa lo femenino, la disposición humilde. La caída en escena del Paraíso. La caída  en la escena del  Paraíso no está motivada por la tentación del dulce fruto, ni tampoco  por una curiosidad intelectual, sino por el  “seréis iguales a Dios”, en contra posición al fiat de la Virgen. Por ello el autentico pecado cae dentro de la esfera de lo religioso, por ello significa hasta lo más profundo la caída de la mujer;  y la significa, no porque Eva fuera la primera en tomar la manzana, sino porque siendo mujer la tomó. La creación cayó en su sustancia femenina, pues cayó en lo religioso; por eso la Biblia atribuye con razón la mayor culpa a Eva y no a Adán.

Pero es falso decir que Eva cayó por ser  la más débil. La historia de la tentación de la Biblia muestra claramente que era la más fuerte y aventajaba al hombre. El hombre es considerado en sentido cósmico entra en primer término en cuanto a fuerza, la mujer reposa en su profundidad. Siempre que la mujer fue oprimida, no ocurrió porque  era débil, sino porque habiéndola reconocido como fuerte se la temió; y con razón, pues en el instante en que el poder más fuerte no quiere ser la abnegación, sino la soberanía, surge naturalmente la catástrofe. En  la oscura noticia de la lucha por el declinante matriarcado aún vibra el miedo ante el poder de la mujer; a la más profunda entrega responde la posibilidad de la máxima negación. En ésta dirección el misterio metafísico de la mujer se inclina hacia el lado negativo. Por todo su sentido y ser no sólo se halla determinada para la abnegación, sino que es la misma fuerza de entrega del cosmos; por ello su negación significa algo demoniaco y es sentida como tal. Nunca es ella lo malo en sí – el ángel caído le precede en la caída, el demonio es masculino-, pero comparte con él  la fuerza de la tentación. Tentación es la propia voluntad, lo contrario de entrega. El ángel caído es más terrible que el hombre caído, e igualmente  la mujer caída es más horrible que el hombre. Se halla  plasmado en  forma arrebatadora y maravillosa en la  Pentesilea de Kleist.  También en la imagen de la Medusa y en las Erinnias refleja la leyenda antigua el horror ante la mujer caída; incluso las creencias en las brujas de los siglos cristianos, aunque erró terriblemente en este caso particular, en su fondo significa la autenticidad de aquel horror ante la mujer infiel a su determinación metafísica. Sólo la tremenda trivialidad en la que hoy se expone empíricamente la caída de la mujer ya no desprende un horror semejante. Pues la historia del pecado original se repite continuamente, como es natural. En un sentido profundo la mujer es culpable de toda caída y no porque es  la madre en cuyo regazo crecen los que caen, sino porque toda caída, también la del hombre,  tiene lugar dentro de la esfera confiada a la mujer en sentido especial.

Así como la mujer caída se encuentra al principio de la historia humana, de la misma manera se encuentra al final de la historia. No es el hombre la autentica figura apocalíptica de la humanidad, sino que la esencia  de los “últimos tiempos” es precisamente el decaimiento de la figura  del hombre, porque ella no puede dominar varonilmente las fuerzas desnudas  de la destrucción. Por ello la Revelación apocalíptica no designa al Anticristo como ser humano, sino  como “fiera del Averno”. Como figura apocalíptica de la humanidad se encuentra en el Apocalipsis a la mujer; sólo la mujer infiel en su determinación puede representar la infecundidad  del mundo que le traerá su muerte y u destrucción.

Si el signo de la mujer es el  “hágase en mí”, es decir, el querer concebir, o expresado en sentido religioso “el querer ser bendita”, la desgracia siempre se hallará donde la mujer no quiera concebir, no quiera ser bendita. Esto no sólo cabe decirlo en el sentido biológico. A la línea ascendente de la jerarquía de entrega responde la línea descendente de la negación egoísta. Entre la negación heroico-trágica de la amazona y la negación apocalíptica de la mujer se abre un mundo. Al igual que el hombre pierde su humanidad en el imperio de las fuerzas desencadenadas que debería dominar, la mujer se pierde como prostituta. La  “gran prostituta” es la imagen apocalíptica de la época final. La prostituta significa la terminación radical de la línea del fiat. En lugar de la entrega, aparece la forma última del anegación interior, la prostitución. Esta palabra no significa un juicio sobre la más desgraciada de las mujeres, sino que la misma prostituta ya expone este juicio. La prostituta ya no sirve como “colaboradora” en el espíritu del amor y la sumisión, sino que sirve como puro instrumento; el instrumento se venga dominando. Sobre el hombre caído en el imperio de las fuerzas se eleva triunfante la esclavizadora de sus instintos. De la misma forma que la prostituta como infecundidad absoluta significa la imagen de la muerte, como dominadora significa el dominio de la perdición.

Los apocalipsis de las diferentes edades y culturas preceden al apocalipsis final. Esto significa para el presente que la caída religiosa de nuestros días, inaudita en sus dimensiones, se percibe ya claramente en la aparición empírica de lo femenino. Como el velo, también la caída del velo es un profundo simbolismo. Hemos dicho de todas las formas de la vida de la mujer la presentan velada; la novia, la viuda, la monja. Todas llevan el mismo símbolo. El porte exterior nunca es vano, sino que tal como sobresale el objeto, representa a éste. Visto así, muchas modas se convierten en terribles traidores, en sentido autentico de la palabra, comprometen a la mujer. El quitar el velo a la mujer significa la caída de su misterio. Sin duda la mujer que ni tan siquiera se entrega en la esfera sensual, sino que se da al más desgraciado de todos los cultos, esto es, al de su propio cuerpo – y esto en medo  de una inaudita miseria entre sus semejantes- representa una degeneración que  ha roto hasta la última unión con su determinación metafísica. Aquí ya no nos contempla el rostro infantil ingenuo, de la vanidad  femenina, sino que aquí se eleva, banal y fantasmagórico, el rostro que representa la plena oposición a la imagen divina. La máscara sin rostro de lo femenino. Ésta y no el rostro desfigurado por el hambre y el odio del proletariado bolchevique, es la autentica expresión del ateísmo moderno. Con ello vuelve nuestra consideración al punto de partida, a la proclamación de la sagrada imagen divina en el dogma de la Inmaculada.

La proclamación de un dogma responde siempre a un determinado peligro religioso. El dogma mariano llevado a su formulación más general indica – ya lo vimos- la cooperación de la criatura en la obra de la Redención. Partiendo de aquí se nos enclarece su inmenso significado en relación con nuestros tiempos, pues la Gracia  divina no se transforma; pero lo que hoy aparece transformado en medida creciente es la cooperación de la criatura.
Reside en la consecuencia de la doctrina de la cooperación el que María  aparezca como la más poderosa ayuda cuando peligra la fe, y como triunfadora sobre la caída religiosa; no es casual el que los sanos de nuestros días se perfeccionen tan a menudo dentro de una unión especial con maría; no es casual si hoy la Teología va ahondando para poner  más profundamente en relieve su invocación de “Mediadora de todas las Gracias”. Esto es o que significa la Letanía Lauretana cuando ensalza a María diciendo Regina Angelorum, o sea, Reina del invicto San Miguel. Es lo que señala cuando la eleva como Regina apostolorum. Es aquella sin la cual tampoco puede obrara la predicación apostólica. Es lo que quiere decir con la invocación  Regina Sacratissimi Rosarii. Tampoco surgiría la oración sin la buena voluntad y disposición del corazón humano: el dogma de María no apela sólo al concurso de la criatura en María, sino en Ella al mismo tiempo reconoce la cooperación de todas las criaturas.

Pero toda precaria situación religiosa es siempre sólo la antesala de otra más general. La profunda relación entre ateísmo y juicio, es decir, la sencilla razón de que un disturbio en el centro debe desequilibrar todos los ámbitos de la vida externa se  ha perdido en nuestra época como convencimiento general; pero en cambio posee la interpretación más maravillosa y provechosa de esta verdad que jamás se dio en ninguna época. Por ello la fe en maría como triunfadora sobre la caída religiosa es el comienzo de la fe en Maria como  “Perpetuo Socorro”.

La mujer “trajo” la salvación en el sentido supremo de la palabra; esto  no sólo puede deducirse de la esfera religiosa, sino que al atribuirlo a ésta tiene validez absoluta. La idea de que los pueblos y los estados necesitan madres buenas para prosperar, junto con una verdad biológica inmediata expresa, a  la vez, la verdad más profunda de que también el mundo espiritual no sólo necesita al hombre que debe dirigirlo, sino también a la madre. Aquí se cruzan las líneas. Si la criatura por un lado niega su concurso a la Redención, por otro lado resulta que ha usurpado  la Redención. La fe en la Redención por los  propios medios, como fe creadora, es la locura masculina de nuestro tiempo secularizado y al mismo tiempo la explicación de todos sus fracasos. La criatura no es redentora  en parte alguna sino que debe ser corredentora. Lo realmente creador puede sólo ser recibido. También el hombre recibe el genio creador en el signo de María con humildad y entrega, o no lo recibe en absoluto sino que sólo recibe  el espíritu “que el comprende” y al que en el fondo no es capaz de comprender. Pues si bien el mundo puede ser movido por la fuerza del hombre, en el verdadero sentido de la palabra sólo es bendito en el signo de la mujer. La entrega a Dios es el único poder absoluto que posee la criatura: sólo la Ancilla Domini es la Regina coeli. Siempre que coopera la criatura con pureza aparece también la mater Creatoris, la mater consilii; siempre que la criatura se desprende de sí misma, allí se encuentra con el mundo torturado la mater amabilis, la “ Madre del Amor Hermoso”; siempre que los pueblos son de buena voluntad, ruega por ellos la Regina pacis.

Perola redención interna de este mundo es sólo una imagen del más allá. Otra vez la naturaleza constituye el preludio de lo sobrenatural, otra vez resuena este preludio por todas las esferas de la existencia. La tierra que recibe  virginalmente la semilla, recibe también a lo que muere para darle su último reposo. De la misma manera que toda vida surge de la entrega, también encuentra su fin en ella.  Pero la tierra que recibe a lo que muere no es la Eternidad, sino lo que devuelve a la Eternidad; pero lo mismo que muere es ya germen de resurrección. María es la protectora de los que mueren, la  mater misericordiae. Su figura es doble; como patrona del que muere individualmente representa también a la protectora de los que morirán cuando desaparezca el mundo; es decir, es también  Madonna apocalíptica; la Asunción representa sólo su anticipación.

El Greco ha representado a la Madonna apocalíptica bajo la imagen  de la Inmaculada. La característica belleza amenazada e inquietante del paisaje que pone a sus pies refleja el ambiente del mundo antes de la aparición de Jesucristo y predica al mismo tiempo el ambiente del fin del mundo antes de su vuelta; expresa aquel suspirar y aquella expectación de la criatura que , según las palabras de San Pablo, está “en dolores de parto”. Apocalipsis no es sólo el fin, sino también principio. Jesucristo, que vuelve a juzgar al mundo, viene con la fuerza del creador del mundo; la Madonna apocalíptica como Inmaculada Concepción significa la promesa de un nuevo cielo y una nueva tierra. María, protectora de los que mueren, la mater misericordiae, es la mater divinae gratiae. Aquí surge otra vez el motivo de la Estrella Matutina, la estrella que anuncia al Sol pero que palidece ante él. Al igual que la Letanía Lauretana de pronto irrumpe sus invocaciones ante el Agnus Dei, así el “eterno femenino”, después de “elevarlo”, se arrodilla ante el  “eterno divino”. El misterio supremo de la Inmaculada es el Creador, el misterio supremo de la Corredentora es el Redentor. La gloria del Espíritu Santo, del mismo Amor increado, es la corona y el velo eterno sobre la frente de la virgo mater.


(continuará..)


[1] Nestorio negaba la unidad  de persona en Jesucristo.

SANTORAL 3 DE JULIO




3 de julio


SAN BELTRÁN, 
Obispo y Confesor



Vivid con temor durante el 
tiempo de vuestra peregrinación.
(1 Pedro, 1, 17).

   Formado en la virtud por San Germán, obispo de París, que lo hizo su arcediano, San Beltrán llegó a ser obispo de Mans en el año 587. Condujo a su pueblo a las buenas obras y, por prudencia, logró se evitara una guerra con los bretones. Fundó el primer hospicio para ciegos conocido en Occidente y asistió al primer concilio plenario de Francia, en París, el año 614. Murió el 30 de junio del año 623, según se cree, después de haber legado grandes bienes a las iglesias y a los monasterios.

MEDITACIÓN SOBRE LOS MISTERIOS
DE LA VIDA HUMANA

   I. Estamos en este mundo como en lugar de destierro. Si pensásemos en esta verdad despreciaríamos la tierra que debemos abandonar un día; suspiraríamos por el cielo al que pronto debemos ir. ¡Ah! ¡cuán largo es el tiempo de mi exilio! -exclamaba David- y San Pablo decía: Deseo la muerte para estar con Jesucristo. y nosotros amamos este exilio en el que tantos enemigos nos persiguen, en el que tantas penas nos acosan. Amontonamos tesoros, pero para nuestros herederos. Piensan en lo que dejan detrás de ellos y no en lo que envían delante. (San Pedro Crisólogo).

   II. Los peligros continuos que nos rodean en este lugar de destierro deben hacernos temblar. Durante toda nuestra vida, siempre estamos expuestos a ofender a Dios; por virtuoso que seas, puedes hacerte el más malo de todos los hombres. Ni siquiera sabes, al presente, si eres digno de odio o de amor por parte de Dios. Humíllate, pues, y trabaja en tu salvación con temor y temblor.

   III. Ignoras cuál será tu fin, no sabes ni la hora, ni el lugar, ni el género de tu muerte, y, lo que es más tremendo, no sabes si eres del número de los predestinados; no lo sabrás hasta después de haber oído la sentencia de la boca del Juez soberano. ¿Cómo meditar estas verdades sin sobrecogerse de espanto? Lloremos y reguemos con nuestras lágrimas esta triste morada pasajera, a fin de terminar con una muerte santa una vida llena de buenas obras. ¡Infortunados! ¡nuestra vida es un exilio, nuestra salvación un peligro, nuestro fin una incertidumbre!

La limosna 
Orad por los pobres.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Beltrán, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

lunes, 2 de julio de 2012

SANTORAL 2 DE JULIO



2 de julio



VISITACIÓN DE LA 
BIENAVENTURADA
VIRGEN MARÍA



Apenas oyó Isabel el saludo de María, 
exultó el niño en su seno, y fue Isabel 
henchida del Espíritu Santo.
(Lucas, 1. 41).

   No bien la Virgen hubo sabido, por boca del ángel que Santa Isabel, su prima, iba a tener un hijo, se dirigió a las montañas de Judea para visitarla. Cuando estas dos santas mujeres se besaron, San Juan exultó de gozo en el seno de su madre y reconoció al Mesías que María llevaba en sus entrañas. En el mismo instante, San Juan Bautista fue purificado del pecado original. y Santa Isabel henchida del Espíritu Santo.

MEDITACIÓN SOBRE LA VISITACIÓN

   I. María te enseña hoy qué visitas debes hacer, y cómo debes comportarte en ellas. Va junto a Isabel por caridad y urbanidad: por caridad, porque es para ayudar a Santa Isabel y santificar a San Juan; por urbanidad. porque era su deber visitar a su prima de más edad que ella. No hagas visitas sin que la caridad o la necesidad te obligue a ello; todo lo demás es superfluo o peligroso. Visita a los pobres. a los enfermos y a los prisioneros, es un deber de caridad.

   II. ¿Cuál es el tema de las conversaciones entre María e Isabel? Apenas se saludaron, como se hace entre parientes, en seguida se pusieron a hablar de Dios. ¿Se parecen tus visitas a ésta? ¿Las burlas, la murmuración, la interpretación maligna de la conducta del prójimo, las palabras de doble sentido, la calumnia, no constituyen, acaso, el fondo de tus conversaciones? Señor, si se os amase en el mundo, no se conversaría en él sino de Vos. Desvía con habilidad los discursos malos que se tienen en tu presencia, y siempre di algo que pueda edificar a tu prójimo.

   III. María regresó a su casa una vez que Isabel pudo prescindir de sus servicios. Suprime las visitas ociosas: cuanto más permanezcas en tu casa, tanto meno disipará tu devoción. Es difícil frecuentar las reuniones mundanas sin encontrar en ellas malos ejemplos; y éstos arrastran mucho más que los buenos. Nos sentimos inclinados a imitar a los malos, más fácilmente reproducimos los defectos que las virtudes. (San Jerónimo).

La caridad
Orad por las religiosas de la Visitación.

ORAC1ÓN

   Dignaos, os lo suplicamos, Señor, acordar a vuestros servidores el precioso don de la gracia celestial, a fin de que esta fiesta solemne de la Visitación de la Santísima Virgen nos obtenga el acrecentamiento de la paz, así como su alumbramiento ha sido para
nosotros el principio de la salvación. por J. C. N. S. Amén.

domingo, 1 de julio de 2012

SANTORAL 1 DE JULIO



1º de julio


SAN GALO,
Obispo y Confesor



Ofrezcamos siempre a Dios un sacrificio de alabanza.
(Hebreos, 13, 15).

   San Galo huyó de la casa paterna porque sus padres querían hacerlo casar con la hija de un senador y entró en un monasterio de Cournon. Designado para suceder San Quinciano en la sede de Clermont, dio a su pueblo el ejemplo de una piedad angélica y de una dulzura inalterable. Un hombre brutal lo hirió en la cabeza y el santo sufrió esta afrenta sin dar la menor señal de emoción, y con este acto de paciencia desarmó la có1era de su agresor. Murió hacia el año 552.

MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES
DE SACRIFICIOS

   I. El sacrificio es un acto sumamente agradable a Dios, porque es un homenaje tributado a su absoluto dominio sobre todas las creaturas. Ofrece a Dios en sacrificio tu cuerpo; inmólale todos los placeres de tus sentidos. Abstente no só1o de los placeres ilícitos, sino también de los que te están permitidos. Acostúmbrate a mortificarte en las ocasiones pequeñas, y no te costará hacerlo en las grandes. Dios mío, os sacrifico todos mis placeres y deposito mi ofrenda al pie de vuestra cruz.

   II. Sacrifica a Dios tu corazón, porque a Dios agrada el sacrificio de un corazón contrito y humillado. Que tu corazón no tenga amor sino por Dios, que no desee sino su gloria, que no anhele sino su cruz, que no suspire sino por el cielo. Alma mía, no ignoras que todas las creaturas son incapaces de contentar tus deseos: no serás feliz sino cuando seas toda de Dios. Dios mío, Vos no despreciáis el sacrificio de un corazón contrito y humillado. (Salmista).

   III. A fin de que tu sacrificio sea completo, ofrece a Dios tu propia voluntad: ella es la fuente de todos tus males. Reprímela, pues, quebrántala en toda coyuntura: la victoria más gloriosa que puedes obtener es la de vencerte a ti mismo. Que la voluntad del Señor y la de los que te mandan en su nombre sea la regla única y soberana de tu conducta. Dios mío, aceptad mi sacrificio; quiero que mi voluntad esté en un todo conforme con la vuestra. Que la propia voluntad desaparezca, y ya no habrá infierno. (San Bernardo).

La abnegación de sí mismo
Orad por los sacerdotes. 

ORACIÓN

   Dios omnipotente, haced que la augusta solemnidad del bienaventurado Galo, vuestro confesor pontífice, acreciente en nosotros la piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.


sábado, 30 de junio de 2012

SANTORAL 30 DE JUNIO



30 de Junio


CONMEMORACIÓN DE SAN PABLO,
Apóstol



  He peleado el buen combate, he terminado la carrera,
he guardado la fe. N o me queda sino esperar
la corona de justicia que me está reservada,
y que el Señor, justo Juez, me dará en el gran día,
a mí y a todos los que aman su venida. 
(2 Timoteo, 4, 7.8).

   ¿Quién podría enumerar los trabajos emprendidos por San Pablo, los peligros que ha afrontado, los países que ha recorrido, los pueblos que ha conquistado para la verdad? Nada asusta a su flaqueza: sabe que todo lo puede en Aquél que lo conforta; nada detiene ni cansa a su celo; sabe que tendrá la eternidad para descansar; nada calma la sed que tiene de sufrir: sabe que los sufrimientos de aquí abajo nada son comparados con el peso de eterna gloria que será su recompensa en el cielo.

MEDITACIÓN NUESTRAS BUENAS OBRAS
NOS SIGUEN AL OTRO MUNDO  

   I. Tener fervor en el servicio de Dios, es hacer todo lo que Dios nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su amor; no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la gloria de Jesucristo. ¿ Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas, ¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de fervor del que te relajaste.

   II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un cristiano que está animado de este hermoso fuego: todo incomoda a un cristiano frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo suficientemente fiel a Dios como para merecerlos.

   III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar el poco bien qué ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil. Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?

El fervor
Orad por los que trabajan
en la salvación de las almas.

ORACIÓN

  Haced, os lo suplicamos, Señor, que la intercesión del bienaventurado Roberto, abad, nos haga agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus oraciones las gracias que no podemos esperar de nuestros méritos.

viernes, 29 de junio de 2012

SANTORAL 29 DE JUNIO




29 de Junio


SANTOS PEDRO y  PABLO,
Apóstoles



  A ti te daré las llaves del reino de los cielos; 
todo lo que atares sobre la tierra, 
 será atado también en los cielos.
(Mateo, 16, 19).

   San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles, y San Pablo, el Doctor de las gentes, cementaron con su sangre los cimientos de la Iglesia romana. San Pedro murió crucificado. A San Pablo se lo decapitó, el año 69. Los dos tuvieron la dicha de confirmar, con la efusión de su sangre, la doctrina que habían predicado con tanta elocuencia y confirmado con tantos milagros. Nerón, no te imagines haber triunfado: para siempre permanece la gloria del combate a favor de estos ilustres mártires, y muy pronto depondrán a tus sucesores de su trono; los césares abandonarán el Capitolio y cederán su lugar a los sucesores de San Pedro.

MEDITACIÓN SOBRE SAN PEDRO Y SAN PABLO   

   I. San Pedro había sido testigo ocular de la mayoría de los milagros de Jesucristo, y, con todo, lo negó tres veces en la noche misma de su Pasión. ¡Cuánta es la fragilidad del hombre abandonado a su propia miseria! Humillémonos, trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor. Pero no desesperemos: basta una sola mirada de Jesús para sacarnos del pecado. Lloremos, pues, a ejemplo de San Pedro, que derramaba un torrente continuo de lágrimas al solo recuerdo de su perfidia. ¡Que tus lágrimas sean como la sangre que brota de las heridas de tu corazón! (San Agustín).

   II. San Pablo, de perseguidor de Jesucristo, llegó a ser el Apóstol de las gentes. ¿Qué somos nosotros? ¿Qué hemos hecho? Si nos hemos convertido como él, mantengámonos firmes en la virtud, y muramos antes que perder la gracia de Dios. Imitemos su paciencia en los sufrimientos, su celo por la salvación de las almas, su humildad, su amor por Jesucristo. Escuchemos lo que él nos dice: Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo.

   III. Considera la honra que al presente reciben en la tierra estos dos Apóstoles. Los reyes, los emperadores y los papas se consideran dichosos de poder prosternarse ante las sagradas cenizas de un pescador y de un artesano, porque la santidad los ha hecho omnipotentes en el cielo. Ambiciosos: ¿qué son los honores del mundo, comparados a éstos? Regocijé monos de que Dios haya honrado tanto a sus servidores. Pero si los santos son así honrados en la tierra, ¿qué honores no recibirán en el cielo? Humillémonos, imitemos sus ejemplos y compartiremos su gloria.

La penitencia
Orad por el Papa.

ORACIÓN

  Oh Dios, que habéis consagrado este día con el martirio de vuestros Apóstoles San Pedro y San Pablo, haced que vuestra Iglesia sea fiel en la observancia de los preceptos de los que han sido los primeros ministros de la santa Religión que ella profesa. Por J. C. N. S. Amén

jueves, 28 de junio de 2012

SANTORAL 28 DE JUNIO



  • San Ireneo, Obispo y Mártir
  • San Argimiro, Mártir
  • San Basílides, Mártir
  • San Plutarco, Mártir
  • San Sereno, Mártir
  • San Potamiaena, Mártir
  • Santa Marcella, Mártir
  • San Heráclides, Mártir
  • Beato Herón, Mártir
  • San Germano de Valaam, Abad
  • San Sergio, Abad
  • San Pablo I
  • Beato Juan Southworth, Mártir

28 de Junio


SAN IRENEO,
Obispo y Mártir



  Con sumo gusto sacrificaré todo y a mí mismo me
sacrificaré por la salvación de vuestras almas.
(2 Corintios, 12, 15).

   San Ireneo es el apóstol de Lyon. Enviado a esta ciudad por San Policarpo, discípulo del Apóstol San Juan, predicó allí el Evangelio, y fue elegido para suceder al obispo San Fotino. Consagró toda su vida a combatir a los herejes. San Agustín y varios otros Padres de la Iglesia hablan con admiración de la santidad de su vida y de la excelencia de su doctrina. Fue martirizado en Lyon con gran parte de los habitantes de esta ciudad, en la persecución de Se vero, hacia el año 203.

MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA
DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS   

   I. Considera lo que han sufrido los primeros héroes del cristianismo, en la ciudad de Lyon principalmente. Se los atormenta, se les confiscan los bienes, se los destierra, se los hace morir, todo sacrifican para conservar la fe. Compara sus sufrimientos con los tuyos. ¿No eres hijo descaecido de padres tan gloriosos? Si el cristiano es cargado de oprobios, se gloría de ellos; si es acusado, no se defiende; interrogado, confiesa la verdad; condenado, da las gracias. (Tertuliano).

   II. Tanta era su mutua caridad que ponían sus bienes en común, dividiéndolos por igual entre ricos y pobres. ¿Qué se ha hecho esta caridad, entre los cristianos de nuestros días? La fe con la caridad es la fe del cristiano; la fe sin la caridad es la fe del demonio. (San Agustín).

   III. La devoción a la Santa Eucaristía era la fuente de la constancia que mostraban en los tormentos estos ilustres soldados de Jesucristo. El pensamiento de los sufrimientos de Jesucristo sostenía su valor. Nosotros somos los hijos de esos santos, tenemos la misma fe, los mismos sacramentos; tenemos, además, el ejemplo de sus virtudes: nos es fácil imitarlos. ¿De dónde proviene, pues, que sucumbamos tan a menudo? Escuchemos las advertencias que estos gloriosos mártires nos dan desde el cielo. Guardaos, dicen, de perder en el puerto la fe que hemos conservado en medio de las tempestades. (San Euquerio).

La imitación de los primeros cristianos
Orad por los incrédulos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de vuestro mártir y pontífice, el bienaventurado Ireneo, haced, en nuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, experimentemos aquí abajo los efectos de su protección. Por J. C. N. S.

miércoles, 27 de junio de 2012

SANTORAL 27 DE JUNIO





27 de Junio

SAN LADISLAO,
Rey y Confesor

  
Todo árbol bueno produce buenos frutos, y todo
árbol malo da frutos malos.
(Mateo, 7, 17).

   Ladislao, primer rey de Hungría, unía a sus cualidades de héroe las virtudes de un santo. Fue padre para su pueblo sostén para la Iglesia, y protector para los desventurados. Consagraba todo su tiempo a los deberes de su cargo y a los ejercicios de piedad. Su reputación de sabiduría y de valentía hizo que se le encomendase el mando de la gran cruzada contra los sarracenos. En momentos en que se preparaba para ir a libertar la Tierra Santa, lo llamó Dios a la celestial Jerusalén, el año 1095.

MEDITACIÓN EL CRISTIANO
DEBE HACER MUCHAS BUENAS OBRAS   

   I. Hay árboles que producen hojas y flores, pero nunca frutos. Los hipócritas son semejantes a estos árboles: tienen una devoción de escaparate y de alarde. Todo lo que hacen, lo hacen únicamente para parecer virtuosos y atraerse las alabanzas de los hombres. El vicio es horrible bajo cualquier color que se presente: pero es infinitamente más horrible aun cuando se oculta bajo las exterioridades de la virtud. (San Jerónimo).

II. Algunos árboles no dan frutos o no dan sino malos. Son los cristianos que se entregan a sus pasiones, y no se preocupan en absoluto de corresponder a las gracias y a las inspiraciones que Dios les envía. Para hacerlos volver en sí, Dios los prueba mediante la enfermedad, los reveses de fortuna, la pérdida de un pariente o de un amigo. No te asombres si cada día eres más probado, pues cada día te haces más malo. (Salviano).

   III. Hay árboles que dan fruto, pero en pequeña cantidad. ¿No eres tú del número de estos árboles mezquinos para con la mano que los ha plantado? ¿No es verdad, acaso, que no produces sino pocas obras buenas, que no haces sino aquello que estás obligado a hacer? y aun en esto faltas a menudo. ¿Dónde estarías tú si Dios te tratase del mismo modo? ¿Estaba obligado acaso a crearte, a conservarte, a redimirte, a colmarte de tantas gracias de elección? ¡Oh Dios mío, cuán generoso sois conmigo y cuán mezquino soy yo con vos! ¡Cómo si no fuese trabajar para nosotros mismos el serviros!

El celo de las buenas obras
Orad por el aumento
de las obras de caridad.

ORACIÓN

   Oh Dios, que todos los años nos dais un nuevo motivo de alegría con la solemnidad del bienaventurado Ladislao, vuestro confesor, haced que celebrando su nacimiento al cielo, imitemos sus obras. Por J. C. N. S. Amén.

martes, 26 de junio de 2012

SANTORAL 26 DE JUNIO




  • Santos Juan y Pablo, Mártires
  • San Pelayo, Mártir M. Verde
  • San Majencio o Adjutor, Abad
  • San Juan de Goths
  • San Salvio o Sauve
  • San Superio
  • San Vigilio deTrento, Mártir



26 de Junio



SANTOS JUAN y PABLO,
Mártires



  Honrad a todos, amad a los hermanos,
 temed a Dios, honrad al rey.  
 (1 Pedro 2,17).

   San Juan y San Pablo eran hermanos, Constancia, hija de Constantino, en reconocimiento de sus leales servicios, les había legado una fortuna considerable de que se sirvieron para alimentar a los pobres de Jesucristo. El emperador Juliano los invitó a ir a su corte; pero respondieron que no querían tener trato con un príncipe que había renunciado a Jesucristo. Dióles el emperador un plazo de diez días para que se determinasen a adorar a Júpiter, lapso que aprovecharon para distribuir a los pobres los bienes que les quedaban. Cuando, al cabo de los diez días, Terenciano, capitán del cuerpo de guardias, vino a preguntarles qué decisión habían tomado, le respondieron que estaban dispuestos a dar la vida por el Dios que adoraban. Y fueron decapitados. El hijo de Terenciano fue librado del demonio que lo poseía, en la tumba de estos mártires. Este milagro convirtió a su padre.

MEDITACIÓN SOBRE TRES CLASES
DE IMÁGENES DE DIOS   

   I. Hay imágenes vivas del verdadero Dios, y Él nos manda que las honremos. Son nuestros superiores espirituales y todas las personas consagradas a Dios. Son imágenes de Jesucristo. Les ha participado su autoridad. Quien los menosprecia, al Salvador mismo menosprecia. El honor que les rinde recae sobre Jesucristo mismo que los ha enviado. Sus defectos personales no te deben impedir honrar el carácter que invisten. Quien os desprecia, a Mí me desprecia, quien os escucha, a Mí me escucha. (Jesucristo).

   II. Los príncipes y los reyes, vuestros padres, vuestros patronos, vuestros superiores temporales también merecen que los honres como a imágenes de Dios, y como a sus lugartenientes en la tierra. La autoridad que tienen sobre ti de Dios proviene; debes obedecerles mientras no te manden nada contrario a la ley divina. Pero si, como Juliano el Apóstata, quieren apartarte del servicio de Dios, no tengas con ellos complacencias criminales. No seas como esos paga nos, que tienen más respeto para el emperador que para sus dioses. (Tertuliano).

   III. Los santos que viven en la tierra, tanto como aquellos que reinan ya en el cielo, son las imágenes más perfectas de Jesucristo, porque los ha hecho partícipes de su santidad; les debes, a este título, honores totalmente particulares. Ten devoción, pues, a los santos que están en el cielo. Respeta a los que viven en la tierra y busca su compañía. Conversando con ellos aprenderás a imitar a Jesucristo, cuyas copias fieles son: Despójate de la figura del siglo, y fórmate según la imagen del Salvador. (San Pedro Crisólogo).

El vencimiento del respeto humano
Orad por los pastores de la Iglesia.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, Dios omnipotente, que experimentemos este día doble gozo con ocasión del triunfo de los bienaventurados Juan y Pablo, a quienes una misma fe y un mismo martirio hicieron verdaderamente hermanos. Por J. C. N. S. Amén

lunes, 25 de junio de 2012

SANTORAL 25 DE JUNIO



  • San Guillermo, Abad
  • San Próspero de Aquitania
  • San Adalberto de Egmond,
  • San Próspero de Reggio
  • Santa Eurosia, Mártir
  • San Galicano
  • San Máximo de Turin
  • Santa Febronia, Mártir
  • Beato Enrique Zdik
  • Beato Juan El Español
  • Beato Tomás Garnet

25 de Junio



SAN GUILLERMO,
Abad



  Tened un mismo sentir, conservad la paz, y el Dios
de la paz y del amor estará con vosotros.
(2 Corintios, 13, 11).

   San Guillermo, para dedicarse más libremente a la oración, se retira al Monte Virgen en el reino de Nápoles; pero su reputación de santidad síguelo a su retiro, y lleva a él a gran número de personas que desean practicar, bajo su dirección, los ejercicios de la vida ascética. Llégasele también una mujer para tentarlo. Revuélcase el santo sobre carbones encendidos y Dios no permite que sufra la menor quema dura. Su muerte, predicha por él, tuvo lugar el 25 de junio de 1142.

MEDITACIÓN SOBRE LA PAZ DEL ALMA   

   I. Vive en paz con el prójimo; disimula, sufre antes de romper la paz y faltar a la caridad. Si algún acontecimiento viene a turbar esta paz, restablécela lo antes posible: cede algo de tus derechos, en interés de la paz y de la unión. En esto se conocerá si eres imitador de Jesucristo, si amas la paz y la caridad; y esta paz, que conservas con todos, es guerra cruelísima que haces al demonio. La paz entre vosotros es la guerra contra él. (Tertuliano)

   II. Con todo, es preciso romper esta paz con el prójimo, cuando ella te obligue a hacer la guerra a Dios. Tienes un amigo peligroso, un pariente que te arrastra al vicio, un inferior que se entrega al libertinaje; es preciso advertirle, aun a riesgo de que se aleje de ti y se haga tu enemigo: vale más romper con los hombres que con Dios. Ninguna paz con los pecadores, ninguna paz con el vicio. Esa calma sería una tempestad. (San Jerónimo).

   III. Conserva no obstante la paz de tu alma, al precio que sea. El espíritu de Dios ama a los corazones apacibles y a las almas tranquilas. Si siempre te acuerdas que Dios permite todo lo que te sucede, para su gloria y para tu mayor bien, los acontecimientos, aun los más fastidiosos, no podrán alterar tu paz, ni arrebatar tu dicha. ¿Qué más precioso y más dulce para el corazón, qué más calmo y más tranquilo en la tierra que una buena conciencia? (San Bernardo).

La paz del alma
Orad por la paz en el seno
de las familias.

ORACIÓN

   Oh Dios, que habéis dado el ejemplo y la ayuda de los santos para abrir a nuestra flaqueza el camino de la salvación, haced que honrando los méritos del bienaventurado Guillermo, abad, aprovechemos sus sufragios y caminemos siguiendo sus huellas. Por J. C. N. S. Amén