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domingo, 15 de abril de 2012

SANTORAL 15 DE ABRIL



15 de abril


SANTA LUISA DE MARILLAC, 
Viuda




Es necesario que este cuerpo corruptible
sea revestido de incorruptibilidad,
y que este cuerpo mortal sea revestido
de inmortalidad.
(1 Corintios, 15,53).

   Santa Luisa de Marillac nació en 1591. Se casó con Antonio Le Gras, y vivió dichosa con él hasta 1625, año en que quedó viuda. Fue entonces el brazo derecho de San Vicente de Paul en el establecimiento de las Hijas de la Caridad, que fundó con él. Era una mujer de gran inteligencia, de ánimo templadísimo y de admirable resistencia, a pesar de su delicada salud. Murió en el año 1660.

  MEDITACIÓN
SOBRE LA RESURRECCIÓN 
DE LOS MUERTOS

   I. Todos resucitaremos: es una verdad muy consoladora para las almas santas. Sí, este cuerpo ahora en el oprobio, en el dolor y la pobreza, este cuerpo, será un día glorioso, inmortal, sutil, impasible y semejante a los espíritus. ¡Con qué júbilo las almas de los santos volverán a los cuerpos que fueron sus compañeros de trabajo e instrumentos de su victoria! Ánimo, cuerpo mío; resucitaremos, y tu gloria será proporcional a los sufrimientos que hayas soportado por Jesucristo. Yo veré a Dios, mi Salvador, en mi carne. (Job).

   II. Los malos resucitarán, pero, ¡ay! ¡qué horror sentirán al retomar sus cuerpos que han sido la causa de su condenación! ¿Nada menos que tú, dirán esos míseros, nada menos que tú, que eres podredumbre, has perdido a un alma inmortal? ¡Qué! ¡por estos ojos, estas manos, este corazón, esta boca, esta lengua, este cuerpo he perdido mi alma! Piénsalo a menudo: "Un día, me encontraré con este mismo cuerpo en el valle de Josafat; ¿en qué estado será?"

   III. Los bienaventurados irán, en cuerpo y alma, al cielo después de la resurrección de los muertos, y los condenados descenderán al infierno con sus cuerpos semejantes a tizones ardientes. Está en tus manos hacer glorioso a tu cuerpo o hacerlo maldito para siempre. Amemos los júbilos que deben durar eternamente; temamos los tormentos eternos reservados para los que se condenan. (San Gregorio).

La esperanza 
Orad por los afligidos.

ORACIÓN

   Escuchadnos, Señor, Dios Salvador nuestro, y haced que, así como nos alegramos con la fiesta de Santa Luisa, así también obtengamos provecho alcanzando sentimientos de piedad y devoción.   Por J. C. N. S

SERMÓN DE LA DOMÍNICA IN ALBIS



DOMINGO IN ALBIS


Visto en: Radio Cristiandad
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: La paz sea con vosotros. Luego dice a Tomás: Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío. Dícele Jesús: Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.
Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

Sabbatum in albis depositis: sábado en que se deponen los vestidos blancos. Así reza el título completo de la solemnidad de ayer.

La Liturgia se mueve en torno de la Ceremonia que antiguamente tenía lugar en esta fecha.

Introduzcámonos en su ambiente para mejor aprender la lección que nos da.

En la gran Vigilia del Sábado Santo recibían los catecúmenos el Bautismo. Durante dicha ceremonia se les engalanaba con un ropaje blanco, símbolo de la inocencia bautismal. Cubiertos de ese vestido de inocencia, asistían los neófitos a los oficios durante toda esta semana.

Entresacados de esta forma del grupo de los demás fieles, constituían como la porción escogida de la Iglesia; por eso se dirigía tantas veces a ellos nuestra Madre; por eso se hace tan frecuentemente referencia a la gracia bautismal en las Misas durante la Octava de Resurrección. Ellos eran los que realmente habían resucitado con Cristo.

El último día de la semana, volvían los neófitos a San Juan de Letrán. Era ésta la última vez que aparecían de blanco ante la multitud de los fieles. En la misma Basílica donde se les impuso ocho días antes la vestidura que simbolizaba la inocencia de sus almas, la deponían hoy, dejándola allí guardada como recuerdo de la gracia bautismal y como monumento que diese testimonio ante Dios y ante la Iglesia de las promesas hechas en el santo Bautismo.

Comprendemos, pues, las exclamaciones de júbilo de la Iglesia; es la madre que se regocija por última vez con la vista de sus más tiernos retoños.

Nosotros sustituimos en la actualidad a los neófitos. A nosotros, por tanto, van dirigidas las expresiones de júbilo de la Iglesia. Alegrémonos, pues, y regocijémonos en este día que hizo el Señor.

Llenémonos de santo orgullo. Tenemos sobrados títulos para ello.

Somos el pueblo que libertó Dios lleno de alborozo. Somos un linaje escogido, un sacerdocio real, gente santa, pueblo conquistado por Dios para que pregonemos las grandezas de Aquél que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable. No éramos de su pueblo, y ahora somos el pueblo de Dios; no habíamos alcanzado misericordia, y ahora la hemos obtenido.

Con estas palabras de San Pedro, nos habla la Iglesia en la Epístola de ayer.

Alabemos, pues, el Nombre del Señor, inmolemos, cristianos, hostias de loor a la Víctima pascual, porque el Cordero ha redimido a las ovejas; Cristo, inocente, reconcilió al Padre con los pecadores, así dice la Secuencia de Pascua.

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Los neófitos deponían las vestiduras blancas para que su nitidez diese fe ante el Juez divino de la gracia con que fueron engalanados por el Bautismo, y al cotejo de esa blancura apareciesen mejor las manchas del alma. Algo así se nos dijo también nosotros el día de nuestro Bautismo.

Al quedar cubiertos con el níveo vestido, símbolo de la gracia, oímos de boca del sacerdote aquellas palabras: Recibe esta vestidura cándida, y preséntala irreprensible ante el Tribunal de Nuestro Señor Jesucristo, a fin de que poseas la vida eterna.

Nosotros contestamos: Amén, por boca de nuestros padres y padrinos.

Ese Amén significa otro tanto como: Así ha de ser, así lo prometo.

Ahora bien, al recordar en estos instantes nuestra promesa, nuestro Amén, ¿se sonroja acaso nuestra conciencia, o nos sentimos llenos de satisfacción?

En este último caso, demos gracias infinitas por la incomparable merced de que el Cielo nos ha hecho partícipes.

Empero, si perdimos ya la nívea blancura de la gracia, acusémonos ante el Tribunal de Dios, antes de que el vestido bautismal lo haga por sí mismo un día con voces de condena.

La Santa Madre Iglesia nos proporciona con la confesión un medio de purificación por el que adquirimos de nuevo la blancura de la gracia.

Pero después de aprovechado ese medio de salvación, procuremos poner empeño en conservar esa segunda gracia.

Recordemos que en el momento del Bautismo renunciamos a Satanás, a sus obras y a sus pompas, y no adoremos más los ídolos que una vez quemamos.

Recordemos que nuestro entendimiento se entregó rendido al Dios Uno y Trino, y no queramos retirar la palabra que dimos en ocasión tan solemne.

A Él nos consagramos al recitar el Credo, y a Él le pertenecemos eternamente.

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El Evangelio de ayer mira también a los neófitos. Pedro y Juan corren al sepulcro, y al llegar a él ven depuestos los lienzos, y el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús, aunque no con los demás lienzos, sino separado y doblado en lugar aparte.

Estos lienzos vienen en el presente día a cobrar valor simbólico. Jesús, al resucitar, deja en el sepulcro las reliquias de este mundo. También nosotros hemos de abandonar los vestidos del hombre viejo, para revestirnos de Cristo.

Así nos lo enseña la Iglesia en la Epístola de ayer: Carísimos, depuesta toda doblez y todo engaño, y los fingimientos y envidias, y todas las detracciones, como niños recién nacidos, apeteced con ansia la leche del espíritu, sin mezcla de fraude; a fin de que con ella vayáis creciendo en salud, si es que ya habéis saboreado cuán dulce es el Señor. Acercaos a Él como a piedra viva que es desechada, es verdad, por los hombres, pero escogida y preciosa ante Dios. Y vosotros mismos sed como piedras vivas asentadas sobre Él para formar un templo espiritual.

Dejemos influenciar nuestras almas por tan sana doctrina. Pongámosla en práctica. Revistámonos de Nuestro Señor Jesucristo.

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El Aleluya pascual es el grito de júbilo por la Redención que nos ha merecido Cristo. Por eso saltó nuestra alma de gozo al escucharlo en la Vigilia del Sábado Santo. La Santa Iglesia estaba tan repleta de ese júbilo en el Espíritu Santo, que hasta para despedir a los fieles del templo después de la Misa usó el Aleluya.

Así ha continuado durante los días de la Octava pascual; la vista de la pequeña grey de los redimidos por Cristo en el Bautismo daba cada vez nueva actualidad a su primer gozo.

Ayer repitió por última vez su jubilosa despedida: Ite, Missa est, Aleluya Aleluya.

Al destetar a sus hijitos, a los recién nacidos, y quitarles los vestidos de infancia, terminan para Ella los días pascuales propiamente dichos. Cantemos hoy ese Aleluya con particular aire de triunfo, y prometamos con ello, solemnemente, que nunca hemos de sombrear el rostro risueño de la Madre Iglesia con las angustias que le provocan los pecados.

Esa vestidura mística no podemos deponerla como aquella otra que la simbolizaba; al contrario, debemos revestirnos de ella cada vez de nuevo, transformarnos más y más en Cristo. ¿Qué puede haber de más íntimo a una persona que el vestido que lleva? Eso, y aun más, debe ser Jesucristo para nuestras almas.

La Santa Liturgia pone es nuestros labios esta oración: Te rogamos, Señor, nos concedas que, mediante estos misterios de Pascua, nos colmes siempre de beneficios, a fin de que la constante reiteración de los misterios de nuestra espiritual reparación, nos sea causa de perpetua alegría.

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Hoy, Domínica In Albis, era el primer día que aparecían los neófitos en el templo con sus vestidos ordinarios. Comprendemos, pues, el título de Dominica in albis depositis, que lleva este día.

A ellos, los nuevos cristianos, continúa dirigiéndose la Iglesia. Coloquémonos en sus filas para aprovecharnos de las enseñanzas de la Liturgia.

La Santa Madre Iglesia ve en torno suyo a los hijos que van a separarse de su regazo para bregar en medio de un mundo corrompido.

Presiente días amargos, luchas, defecciones. Teme se pierdan al contacto del mundo; y ansiando verse un día rodeada de todos ellos en la gloria, les recomienda el espíritu de fe.

Eso es lo que nos enseña con el ejemplo de Santo Tomás y las lecciones de San Juan.

Tomás no estaba con los Apóstoles cuando vino Jesús. Se separó de ellos en los días amargos, y se privó así del consuelo de ver al Señor resucitado.

Jesús no abandona a Tomás. Va en busca de la oveja errante. Pero si se deja ver de él, es cuando le encuentra entre sus compañeros. La deficiencia de uno redundó en bien de todos.

Pidamos al Señor nos atraiga tan fuertemente a Sí, que nunca nos separemos de Él.

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La Iglesia quiera despertar en sus hijos la conciencia de la alteza de su vocación, de la fe recibida, y así les deja oír la bienaventuranza de Cristo: Bienaventurados los que no vieron y creyeron.

¡Qué consuelo! No necesitamos envidiar a los felices mortales que vieron al Señor y se solazaron con su presencia. Somos más dichosos que ellos. El propio Salvador lo ha dicho. No lo olvidemos.

Pero tengamos entendido que la fe debe convertirse en vida. Exige que acoplemos nuestras obras a los postulados del Credo, que lo hagamos con alegría, y que miremos todas las cosas terrenas a través del prisma sobrenatural.

No es cualquier cosa lo que se nos exige; pero es poco todavía en comparación del inestimable premio de ver a Jesús. Elevémonos a esas alturas.

Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe. Todo lo que nace de Dios vence al mundo.

Los regenerados por el Bautismo, los hijos de Dios, llevan en sí el secreto de la victoria del mundo, y ese secreto es la fe.

Ella nos hace superiores a las pasiones. Ella nos fortifica en el cumplimiento de las más pesadas obligaciones. Ella nos hace invulnerables contra los ardides del infierno y del mundo coaligados, que aunque logren matar el cuerpo animal, no llegan con sus flechas al alma.

Perezca el cuerpo que puede ser amado por unos ojos que no me interesan. Así exclama una niña, Santa Inés, e inclina intrépida el cuello al verdugo.

La fe la hizo superior a los más crueles enemigos.

Otro muchacho, San Pancracio, ofrece su vida a Dios antes que su incienso a los ídolos. La fe venció también en él. Hermoso ejemplo para, los neófitos reunidos hoy en su templo, en la iglesia de San Pancracio.

Aprendamos nosotros de tan altos modelos a luchar y a vencer.

La Iglesia nos despide hoy esperanzada. No defraudemos su confianza. Mostrémonos dignos de Madre tan caritativa. No decaigamos de la altura moral que exige nuestro estado.

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El poder triunfal de la fe se ve con frecuencia burlado por la desidia del cristiano. ¡Cuántas flaquezas! ¡Cuántas caídas!

También para entonces, para remedio de nuestra flaqueza, tiene previsto la Iglesia remedio.

Hoy nos lo recuerda para nuestro consuelo, al leernos las palabras de la institución del Sacramento de la Penitencia: Recibid el Espíritu Santo. Quedan perdonados los pecados de aquellos a quienes los perdonaréis.

Agradezcamos a Jesús tan insigne beneficio. ¿Qué sería de nosotros, si no poseyéramos esta segunda tabla después del naufragio?

Fortalecidos por la benignidad de Nuestro Salvador, consagrémonos totalmente a su servicio. Él es demasiado generoso, para que no nos demos con todas nuestras fuerzas para amarle y servirle despreciando cuanto el mundo pueda ofrecemos.

Como niños recién nacidos, pero ya con uso de razón y sin malicia, apetezcamos tan sólo la leche espiritual, las cosas de arriba.

Recemos con la Santa Liturgia: Haz, te rogamos, oh Dios omnipotente, que habiendo celebrado las fiestas de Pascua, continuemos con tu gracia realizando su ideal en nuestra vida y costumbres.

P.CERIANI

sábado, 14 de abril de 2012

SANTORAL 14 DE ABRIL



14 de abril


SANTOS TIBURCIO,
VALERIO y MÁXIMO,
Mártires



El precepto mío es que os améis unos a otros.
(Juan, 15, 12)..

   Valerio, que se casó con Cecilia, fue por ésta convertido y consintió desde el primer día de casamiento en vivir en continencia perfecta. Él, a su vez, convirtió a su hermano Tiburcio, con quien después de haber distribuido sus bienes a los pobres, se dedicó a sepultar los cuerpos de los cristianos muertos por la fe. Conducidos ante Almaquio, prefecto de Roma, perseveraron en su fe y fueron decapitados. Máximo, que los conducía al suplicio, de tal modo fue movido por sus palabras y entereza que renunció a las supersticiones del paganismo y obtuvo con ellos la corona del martirio.

  MEDITACIÓN SOBRE
LAS AMISTADES SANTAS

   I. Ten caridad para con todos, pero no te vincules sino con pocos. Que tus amigos sean los amigos de Dios; si tales son, progresarás en la virtud en su compañía. Fieles son los amigos que temen a Dios; no sucede lo mismo con los que no le temen. En efecto, ¿cómo tendrían para contigo una fidelidad que no tienen para con Dios? ¿Te estarían más obligados que no lo están a Dios? ¿O esperarían de ti mayores recompensas? ¿Mayores castigos temerían, acaso, de tu parte?

   II. El fin de tus amistades debe ser transcurrir suave y santamente tu vida, aprovechar el buen ejemplo y los saludables consejos de tus amigos, y contribuir también, de tu parte, a su santificación. Si el comer bien, el interés o los placeres, son los motivos que te mueven para el cultivo de la amistad, no será ésta duradera. ¿Cómo trabajas
para santificar a tus amigos? ¿Te haces más santo frecuentándolos? ¿No imitas más bien sus vicios que sus virtudes?

   III. Resultado de estas amistades verdaderas debe ser que alivies a tus amigos en todas sus necesidades tanto espirituales cuanto temporales; debes sacrificar tus comodidades, tus bienes, tu vida misma, para sacarlos de la miseria y, con mayor razón, del pecado o de la ocasión de ofender a Dios. En fin, no te olvides nunca que Jesucristo debe siempre ocupar el primer lugar en todas tus amistades, que siempre sea su nudo y su lazo. Elige para amigo, antes que a todo otro, a Aquél que permanecerá siéndote fiel en el día de tu muerte, cuando todo lo demás te haya sido arrebatado. (San Ber nardo).

El buen ejemplo 
Orad por vuestros amigos.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, os lo rogamos, que celebrando la solemnidad de vuestros santos mártires Tiburcio, Valerio y Máximo, aprendamos a imitar sus virtudes.   Por J. C. N. S.

viernes, 13 de abril de 2012

SANTORAL 13 DE ABRIL




13 de abril



SAN HERMENEGILDO,
Mártir



Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo
fuera mi reino, mis servidores me habrían
defendido.
(Juan, 18, 36).

   San Hermenegildo fue el hijo mayor de Leovigildo, rey de los visigodos en España, que era arriano. Empleó su padre contra él toda suerte de halagos, pasando a la amenaza y llegando hasta la prisión para traerlo al arrianismo: nada pudo quebrar la constancia de este generoso atleta de la fe. Rechazó la comunión pascual de manos de un obispo arriano que su padre le enviara a su prisión. Exasperado con su rechazo, mandó el padre a unos sol dados para que le dieran muerte. Hendiéronle éstos la cabeza de un hachazo. Arrepentido Leovigildo de su crueldad, a su muerte recomendó a San Leandro que educase en la fe católica a su otro hijo Reca redo, que fue su sucesor y el primer rey católico de España. El martirio de Hermenegildo acaeció en Sábado Santo, el 13 de abril del año 585.  

  MEDITACIÓN
SOBRE EL REINO
DE LOS CIELOS 

   I. Aunque no seamos hijos de rey, como lo fue San Hermenegildo, todos estamos llamados a gozar del reino de Dios en el cielo. No son las riquezas, ni la nobleza, ni el renombre, ni la ciencia, ni el talento los que nos pondrán en posesión de este reino, sino la buena voluntad ayudada de la gracia de Dios. No te fatigues pues, buscando una posición brillante en la tierra, no te aflijas si eres pobre y mísero, tu reino no es de este mundo.

   II. En este mundo considérate como hijo de rey, como heredero presunto de una corona que no puede escapársete, si sabes, mediante tu sumisión, conservar la amistad del rey tu padre. En segundo lugar, considérate como príncipe exilado, a quien expulsaron de sus dominios, y que debe, por su valor, reconquistar su reino. Conserva la inocencia y la gracia del bautismo: reinarás después de tu muerte. Si las hubieses perdido, has perdido con ellas el derecho a tu reino; haz de reconquistar este derecho cueste lo que cueste. El reino de los cielos su fre violencia. (Evangelio).

   III. Dependerá de ti el gozar un día de este reino. Serás siempre feliz, si no consientes libre mente en ser desgraciado. Está en tu poder elegir por Señor a Dios o al demonio; mas, aquél a quien te des te conservará eternamente. Elige, pues, o reinar eternamente con Dios, o sufrir eternamente con el demonio.

El desprecio del mundo 
Orad por los gobiernos cristianos.

ORACIÓN

   Dios omnipotente, que enseñasteis al bienaventurado Hermenegildo, vuestro mártir, a preferir el reino de los cielos a las grandezas de este mundo, haced que siguiendo su ejemplo despreciemos las cosas perecederas para aspirar sólo a las eternas.  Por J. C. N. S.

jueves, 12 de abril de 2012

SANTORAL 12 DE ABRIL


  • San Sabas, Mártir
  • San Julio, Papa
  • San Zenón de Verona, Obispo
  • San Alfiero y compañeros, Abades de la Cava
  • San Constable de Castelabbate (Ver Alfiero)
  • San León I de Lucca, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato Desiderio, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato Falcón, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato Leonardo, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato Marino, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato Simeón (Ver Alfiero)
  • Beato Angel de Chivasso,
  • Beato Andrés Hibernon,
  • Beato Andrés de Montereale,
  • Beato Bádsamo, Abad (Ver Alfiero)
  • Beato León II

12 de abril



SAN  SABAS,
 Mártir

Los sufrimientos de la vida presente
no son de comparar con la gloria venidera.
(Romanos, 8, 18).

   San Sabas era godo de nacimiento. Como rehusara comer carne inmolada a los ídolos, diciendo que prefería antes morir que ofender a Dios, se lo despojó de sus vestidos, se lo arrastró sobre espinas, se lo torturó cruelmente, y, finalmente, fue arrojado a un río. En medio de los suplicios daba gracias a Dios por haberlo juzgado digno de padecer por su causa. Imitemos su constancia y agradezcamos a Dios en las aflicciones como en la prosperidad. Murió el santo en el año 372.

  MEDITACIÓN
SOBRE  LA NECESIDAD
DE LOS SUFRIMIENTOS

   I. La palabra del Salvador: Renúnciate a ti mismo y lleva tu cruz, no ha sido dicha para los religiosos solamente; se dirige a todos los cristianos en general. La vida cristiana es un trabajo sin descanso, porque hemos de combatir sin cesar nuestros deseos, apartarnos de lo que nos place y hacer lo que nos desagrada. Pero consolémonos: si llevamos nuestra carga con amor, Dios la hará ligera. Para los que aman a Dios es más fácil cercenar siempre sus apetitos, que para los que aman al mundo contenerlos algunas veces. (San Agustín).

   II. Además de la violencia que debemos hacer nos a nosotros mismos para mortificar nuestras pasiones, Dios nos enviará pruebas de toda clase. Aceptémoslas, no solamente con resignación, sino con fe y gratitud: es una prueba del amor de Dios hacia nosotros. ¿Cuál es el hijo, dice San Pablo, a quien Dios no corrige? pues el Señor castiga misericordiosamente a los hijos que ama. Así, pues, persevera en la sumisión, prosigue el gran Apóstol; si Dios no te castiga, es porque no te tiene por hijo legítimo, sino por bastardo. El que no sufre en el exilio no se regocijará en la patria. (San Agustín).

   III. San Sabas ve a los ángeles que lo llaman des de la otra orilla del río al que lo van a precipitar, y conjura a sus verdugos a que apresuren su suplicio. En tus pruebas vuelve los ojos al Cielo. Considera lo que se te ha prometido, para quien tiene en vista la recompensa nada hay que no le parezca leve y fácil, y la esperanza del salario suaviza la fatiga del obrero. (San Jerónimo).

El pensamiento del cielo 
Orad por los afligidos.

ORACIÓN

   Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Sabas, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo honramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre.  Por J. C. N. S.

miércoles, 11 de abril de 2012

SANTORAL 11 DE ABRIL




11 de abril


SAN LEÓN MAGNO,
Papa



De vuestra boca no salga ningún discurso malo
sino los que sean buenos para edificar en la fe,
a fin de dar gracia a los que oyen.
(Efesios, 4, 29).

   El gran San León sobrepujó a todos sus contemporáneos en prudencia, en elocuencia y en virtud. Su mérito lo elevó al sumo pontificado; su elocuencia triunfó de Atila, que se disponía a saquear a Roma: su sola palabra detuvo al conquistador y lo hizo retroceder. Su principal cuidado fue combatir la herejía, propagar el Evangelio por sus predicaciones y escritos, y reformar el clero. Murió en el año 461.

  MEDITACIÓN
SOBRE LAS CONVERSACIONES

   I. Se ha de desterrar de las conversaciones toda palabra que pueda herir a la caridad, a la pureza o a la cortesía. Estos puntos abarcan todas las faltas que puedes cometer en tus conversaciones. Nunca hagas tu propio elogio, no censures a los demás; nada digas que pueda avergonzar a los que te escuchan o afligir a tu ángel custodio. Reflexiona sobre estas tres clases de defectos: ¿ninguno tienes?

   II. Conversa con entera franqueza de las cosas de Dios con tu director espiritual o con alguna otra persona piadosa y sabia. A veces estas conversaciones te inspirarán más tiernos sentimientos de devoción que los que experimentas en tus oraciones. Tanto gustas de hablar de tus negocios, y ya que el de tu salvación es el mayor de todos, ¿por qué no hablas de él alguna vez, para comunicar a los otros los buenos sentimientos que Dios te inspira y para aprovecharte de sus luces?

   III. Debes ponerte de parte de Jesucristo si, en la conversación, alguien habla mal de las cosas san tas, o en chiste, o pone en duda algún artículo de la fe o murmura de un ausente. No te avergüences entonces de declararte abogado de Jesucristo; habla valientemente, pero siempre con discreción: Dios te inspirará lo que debas decir. Si alguien habla mal de algún amigo tuyo, asumes su defensa; si se trata de Jesucristo o de alguno de sus servidores, te que das mudo. Seríamos más felices si pusiéramos tanto esmero en agradar a Dios como a los hombres, y si temiéramos tanto desagradar al Creador como a la creatura. (San Paulino).

Celo por la gloria de Dios 
Orad por el Papa.

ORACIÓN

   Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño y guardadlo con protección constante por vuestro bienaventurado Sumo Pontífice León, a quien constituisteis pastor de toda la Iglesia.   Por J. C. N. S.

martes, 10 de abril de 2012

SANTORAL 10 DE ABRIL





10 de abril



SAN MACARIO, 
 Obispo y Confesor




Bienaventurados los que lloran, porque ellos
serán consolados.
(Mateo, 5, 5).

   A causa de sus extraordinarias virtudes fue elevado San Macario a la dignidad de patriarca de Antioquía. Con el fin de huir de los honores, abandonó esta ciudad yendo en peregrinación a Jerusalén. Capturado por los sarracenos, logró escapar y se fue a Flandes donde murió gloriosamente cuidando enfermos de peste. Tenía siempre a mano un pañuelo, para secarse las lágrimas que le hacían derramar los pecados de su pueblo. Murió en Gante, el 10 de abril de 1012, en el monasterio de San Bávon. Se lo invoca contra la peste.  

  MEDITACIÓN
SOBRE CUÁL DEBE SER EL MOTIVO 
DE NUESTRAS LÁGRIMAS

   I. Llora tus miserias: el mundo es un valle de lágrimas, lleno de innúmeras calamidades, donde los placeres mismos son fuente de mucho llanto; nuestros cuerpos son la prisión de nuestras almas; nuestras enfermedades son los verdugos de nuestro cuerpo; no es nuestra vida sino una serie continua de dolores y aflicciones. Nacemos y vivimos en lágrimas, morimos en dolores, suspiros y sollozos. Con todo amamos esta vida, y huimos de la muerte que debe poner término a nuestros dolores y a nuestras lágrimas.

   II. Llora tus pecados como David, que bañaba el lecho con sus lágrimas, que mojaba su pan en llanto. ¡Si lloras la pérdida de un amigo, de un pariente, de un pleito, qué lágrimas no deberá arrancarte la pérdida del paraíso, que tus pecados te arrebataron! Llora también los pecados de los demás si amas a Nuestro Señor Jesucristo, porque esos pe cados de nuevo lo crucifican.

   III. Consuélate, tú, que lloras por tus miserias y tus pecados. Pasa el tiempo de tu exilio, inadvertidamente te acercas a la patria. Dios enjugará todas tus lágrimas en el cielo; ya desde esta vida calma tu llanto, si mana del dolor de tus pecados. ¿Qué gozo puede compararse, en este mundo, al gozo de llorar nuestros pecados? Si es tan deleitoso llorar por Jesús, ¿qué no será regocijarse con Él? (San Agustín).

La compunción  
Orad por los obispos.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Macario, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S.

lunes, 9 de abril de 2012

SANTORAL 9 DE ABRIL



9 de abril



SANTA CASILDA,
Virgen



Os doy un nuevo mandamiento, y es: Que os améis
unos a otros, como yo os he amado.
(Juan, 13, 34).

   Santa Casilda llevaba comida a los cristianos que el rey, su padre, tenía prisioneros. Un día la encontró camino de la prisión, y le preguntó qué llevaba. Rosas, respondió Casilda y, extendiendo su delantal, aparecieron en él, en vez de alimento, hermosísimas rosas. Consiguió de su padre que la llevaran a tomar baños en el lago San Vicente, para curarse de una enfermedad que padecía, e hizo edificar, a orillas de este lago, una ermita en la que pasó el resto de sus días. Murió hacia el año 1050.  

  MEDITACIÓN
HEMOS DE AMAR AL PRÓJIMO
COMO JESUCRISTO
NOS AMÓ A NOSOTROS

   I. Jesús nos ama más que a todas las otras creaturas, porque para salvarnos hizo lo que no hubiera hecho para impedir la ruina del cielo y de la tierra. Del mismo modo, ama a tu prójimo más que a tus riquezas, más que a tus placeres, más que a tus intereses; sacrifica todo lo que poseas para aliviar sus penas y proveer a sus necesidades. ¿Es esto lo que  has hecho hasta ahora?

   II. Jesucristo nos ha amado aun cuando más cruelmente lo ultrajábamos: sigamos su ejemplo y amemos a los que nos aborrecen y nos hacen mal. Fácil es amar a los que nos hacen bien; nos inclina a ello la naturaleza, nos invita el interés, en fin, los mismos paganos nos dan ejemplo. Pero es patrimonio sólo del cristiano amar a los enemigos, amarlos porque Jesucristo lo manda. Examina el fondo de tu corazón: ¿amas sinceramente a los que te han disgustado?

   III. Jesucristo nos amó a fin de salvar nuestras almas; nos testimonió su amor enseñándonos el camino de la salvación y andando por él antes que nosotros. Haz lo mismo con tu prójimo según tus fuerzas. Es el mayor servicio que puedes prestarle, y el mayor gusto que puedes dar a Jesucristo. Saca a ese pecador de las ocasiones peligrosas, instrúyelo, aconséjalo, ruega a Dios por él. ¡Qué feliz serías si, a costa de todos tus bienes y de tu vida misma, pudieses ganar para Jesucristo un alma redimida por el precio de su sangre! Se obró esta redención a precio tan elevado, que parece que el hombre vale tanto como Dios. (San Hilario de Arlés).

El celo por la salvación de las almas 
Orad por la conversión de los pecadores.

ORACIÓN

   Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y haced que la fiesta de Santa Casilda, al tiempo que regocija nuestra alma la enriquezca de sentimientos de tierna devoción. Por J. C. N. S.

domingo, 8 de abril de 2012

DOMINGO DE RESURRECCIÓN


DOMINGO DE RESURRECCIÓN




Pasado el sábado, María Magdalena, María, madre de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, fueron al sepulcro. Se decían unas otras: ¿Quién nos retirará la piedra de la puerta del sepulcro? Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande. Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. Pero él les dice: No temáis. Buscáis a Jesús de Nazaret crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que os precederá en Galilea; allí le veréis, como os lo dijo.

La Liturgia continúa siendo en este día, Solemnidad de las solemnidades, tan emotiva como en el mismo día de la Resurrección. Ella por sí sola es suficiente para anegar nuestra alma en sentimientos celestiales. Si, conforme al deseo de la Iglesia, salimos del hogar muy temprano, seguramente que en nuestra imaginación surgirá el cuadro atractivo de las santas mujeres, que a esa misma hora caminaban llenas de ansiedad en dirección al sepulcro del Señor.

Y el cuadro se completa cuando la voz del Evangelio, cual otro mensajero celestial, anuncia la buena nueva de la Resurrección del Señor: Resucitó, no está aquí.

¡Qué gozo! Impregnemos nuestra alma de tan embriagadores sentimientos-. No saldremos sin fruto de la Santa Misa.

Mas prestemos atención a otra lección que nos da la Iglesia: el Aleluya pascual, en efecto, envuelve hoy un aviso celestial, una doctrina divina. Tomada del Apóstol de las gentes expresan sus palabras una realidad plasmada en un símbolo: Cristo, nuestro Cordero Pascual, ha sido inmolado. Celebremos, pues, este convite, no con la levadura vieja, ni con la levadura de la maldad y la corrupción, sino con los ácimos de la sinceridad y de la verdad.

Reflexionemos sobre esta instrucción de nuestra Madre.

Parte el Apóstol de la significación de la Pascua mosaica. Pascua, en hebreo, significa otro tanto que Paso del Señor.

Hacía alusión esta fiesta al beneficio que Dios hizo a su pueblo con ocasión de la última plaga que envió a Egipto. La noche que el Ángel Exterminador recorrió las calles de Egipto degollando a los primogénitos de todas las casas.

Adoctrinados de antemano los judíos por Moisés, sacrificaron un cordero, con cuya sangre rociaron los postes y el dintel de sus puertas.

Las casas que llevaban esta señal, fueron respetadas por el Ángel del exterminio.

Todo esto —dice San Pablo— fue en figura. Pasó ya el tiempo de las figuras, y llega por fin la plenitud de los tiempos de la realidad.

A la misma hora en que un viernes pascual los sacerdotes degollaban en el templo de Jerusalén los corderos preceptuados por las leyes mosaicas, el verdadero Cordero de Dios era inmolado sobre el Ara de la Cruz a vista de todo el mundo.

El velo del templo se rasgó; su simbolismo había llegado a su fin. Cesaron las hostias y las víctimas de becerros, corderos y machos cabríos. La Sangre redentora de Cristo, figurada en los sacrificios de la Antigua Ley, se había derramado ya sobre la tierra.

Con Ella podía todo mortal rociar su alma y, prevalido de dicha señal, cerrar el paso al Ángel de la muerte; ningún enemigo puede penetrar en lugar santificado por la Sangre del Cordero de Dios.

Habiéndose entregado el Primogénito y Cabeza de toda la humanidad para ser inmolado por nuestra salud, la muerte eterna no puede extender ya su brazo descarnado sobre los regenerados.

Aleluya… Salud, honor y gloria al que obró nuestra Redención.

Verdaderamente es digno, justo, equitativo y saludable alabarte en todo tiempo; pero principalmente y con mayor magnificencia en este día, en que Jesucristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado. Porque Él es el verdadero Cordero que quita los pecados del mundo. Muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró nuestra vida.

Aleluya. Este es el día que hizo el Señor; regocijémonos y alegrémonos en él… Aleluya…

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El Apóstol nos enseña también cómo debemos celebrar la Pascua, cómo hemos de exteriorizar la alegría pascual; y aquí vuelve a echar mano del simbolismo de la Pascua mosaica. Continuemos prestándole atención.

Apenas ocultábase el sol entre las montañas de Palestina la víspera del 14 de Nisán, cuando las vibrantes trompetas del Templo anunciaban el comienzo de la Pascua. El padre de familia tomaba entonces una lámpara en la mano y registraba con cuidado todos los rincones de su vivienda, a fin de destruir la levadura que acaso quedara en su morada. En la cena del cordero no podía usarse más que pan ácido, sin levadura.

Todo esto en la mente de San Pablo era un símbolo.

Las notas del Aleluya pascual contienen con el anuncio de la solemnidad el mismo aviso que los judíos percibían en las rutilantes notas de las trompetas del Templo: Purificaos de la antigua levadura; no haya en ningún rincón de vuestra alma levadura de maldad y corrupción. Celebrad la Nueva Pascua con los ácimos de la sinceridad y la verdad, con un corazón puro y sin resto alguno de la antigua levadura del pecado, como ácimos que sois, regenerados por la Sangre del Redentor.

Aleccionados por nuestra Madre, proponemos celebrar la Pascua como ella espera de sus hijos.

¡Cuán distinta es la santa alegría del cristiano regenerado, de aquélla con que el mundo loco se embriaga en estos días, arrojando así en el lodazal de sus pasiones las finas vibraciones del Aleluya de Resurrección!

El alma cristiana abomina, es verdad, de esas caricaturas del alegría pascual; pero no puede contentarse con eso; debe cuidar, además, de que sus sentimientos de júbilo puedan expresarse con las dulces notas del Aleluya litúrgico.

Los días de alegría nos llevan, por desgracia, a la disipación. Y es que no conocemos esa perfecta alegría de los hijos de Dios; encerramos pronto el gozo en la redoma de barro de nuestros sentidos, en vez de custodiarlo en el vaso de oro del espíritu, y así se disipa ese fino sabor y exquisitez que ha tenido en su principio.

No perdamos de vista este peligro. Puesto que tendemos a convertir nuestra alegría espiritual en alegría de los sentidos, vigilemos sobre nuestros sentimientos y sobre nuestras obras.

Cuando éstas no respondan a nuestra condición de regenerados, tengamos entendido que han degenerado nuestros sentimientos, que nuestra alegría ya no tiene por base un deseo espiritual, que nuestro gozo no es gozo en el Espíritu Santo, que el Aleluya pascual queda profanado en nuestra boca.

Y entonces retrocedamos con decisión de la falsa senda emprendida, purificándonos de la levadura antigua.

Así será el Aleluya pascual preludio de los cantos de la Patria; y este ciclo litúrgico, como una especie de ensayo de la vida en la Patria que esperamos.

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Pero el paralelo de la Pascua mosaica y la cristiana no termina ahí. El sentido de nuestra Pascua no se agota con la comunión mística del Cordero pascual. No, nosotros participamos también de una manera real de los despojos del Cordero sacrificado.

En la Sagrada Eucaristía se nos ofrece en alimento la propia Carne del Hijo de Dios. El sentido de nuestra Pascua llega, pues, a su cumbre en la Comunión, convite pascual de la Nueva Ley.

Por eso volvemos a oír en ese augusto momento el mismo aviso de San Pablo: Ha sido inmolado Cristo, nuestra Pascua; celebremos, pues, el banquete con los ácimos de la sinceridad y de la verdad. Acerquémonos, por consiguiente, a Él con un alma purificada previamente, por la confesión, de la levadura del hombre viejo, de los pecados, pues la Cena del Cordero no admite más que pan ácimo.

Es ese precisamente el momento sublime a que ha venido mirando la Liturgia de toda la Cuaresma, el digno coronamiento del camino de penitencia recorrido. Lleguémonos, cual conviene, a gozar del premio que el Señor tiene preparado a nuestros sacrificios. No desperdiciemos instantes tan felices. Y una vez hechos partícipes de ese celestial convite, quedarán, nuestras almas rociadas con la Sangre redentora de Cristo, que nos hará inexpugnables contra los ardides del infierno.

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Oh Dios, que en este día, por tu Hijo Unigénito, nos franqueaste de nuevo las puertas de la Eternidad; ayúdanos a realizar los santos deseos que Tú mismo nos inspiras, previniéndonos con tu gracia.

P.CERIANI

SANTORAL 8 DE ABRIL





8 de abril

SAN PERPETUO,
Obispo y Confesor

Como un cuerpo sin espíritu está muerto, así
también la fe sin las obras está muerta.
(Santiago, 2, 26).

   Este santo estaba devorado de celo por la casa de Dios. Siendo obispo de Tours, hizo agrandar y embellecer la basílica de San Martín. Empleaba la mayor parte de sus entradas en exornar iglesias y alimentar pobres que son templos vivos del Espíritu Santo. Hizo testamento a favor de las iglesias y de los pobres de su diócesis; pero el regalo más hermoso que hizo a la iglesia de Tours fue el ejemplo de sus virtudes durante su vida, y sus reliquias después de su muerte.

  MEDITACIÓN LA FE SIN LAS OBRAS
ES UNA FE MUERTA

   I. Para salvarnos hemos de poseer una fe perfecta, una fe sencilla y, en cierto modo, ciega, que acepte todo lo que la Iglesia propone para que creamos. ¿Qué tiene de asombroso el que no compren damos las verdades propuestas? Tan limitado es nuestro espíritu que ni siquiera comprende lo que vemos todos los días; ¿y pretendemos comprender los, misterios incomprensibles de la Religión? Humillémonos y creamos en lo que Dios nos revela y nos propone, por medio de la Iglesia, para que creamos.

   II. Pero, no basta la fe sola, es preciso que vaya acompañada de las buenas obras; sin ellas está muerta. No te salvarás por haber sido cristiano, sino por haber practicado las obras de un cristiano. Te engañas si crees que podrás usar el nombre de cristiano como de un título para reclamar la herencia del Padre celestial. Sólo te servirá para ser condena do, si eres infiel a la obligación que te impone de imitar a Jesucristo. Tus crímenes son más grandes que los de los paganos pues recibiste más luz. Pecamos gravemente escudándonos con un nombre tan grande. (Salviano).

   III. ¿Es la fe el principio de todos tus actos? ¿No trabajas por las riquezas y los honores? ¿No buscas en todo el placer y con una avidez como si no esperaras un paraíso? ¿Los paganos y los herejes no son muchas veces más caritativos con el prójimo y más moderados en sus pasiones que tú? Cristo es deshonrado en nosotros, en nosotros la ley cristiana sufre detrimento. (Salviano).

La práctica de las buenas obras 
Orad por la Iglesia.

ORACIÓN

   Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Perpetuo, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S.