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lunes, 2 de abril de 2012

LUNES SANTO


Lunes Santo



“María, tomando una libra de unguento de nardo legítimo, ungió los pies de Jesús”. Jn. 12, 3



Santa Magdalena siempre fue la perfumista del Señor que la escogía y la llama para Si para ejercer este oficio. EI día de su conversión, llevaba el unguento precioso con el cual embalsamó a Jesús. En la cena que siguió a la resurrección de Lázaro, llevaba un frasco de perfumes y también lo llevó a la sepultura de Jesús. Es decir, siempre hizo el oficio de perfumista.



También hay otra cosa admirable en ella: que esta siempre a los pies de Jesús: cuando se convirtió, en el banquete de casa de Lázaro, al pie de la Cruz y en la Resurrección… ¡Que dichosas seriáis, queridas Hijas, si a lo largo de vuestra vida, por nada dejaseis de estar a los pies del Salvador, viviendo en humildad y sumisión; imitando y siguiendo a esta reina de las perfumistas y más aún a la Reina de todas las reinas, la Virgen, nuestra querida Señora, de la cual, Santa Magdalena, era tan devota que jamás la abandono.



También, Nuestra Señora, quería mucho a esta santa, más que a todas las demás que la seguían. Acompañó a la Virgen en la muerte de su Hijo, cuando le sepultaron, en el camino de vuelta, y siempre estuvo junto a Ella hasta que partió para la Santa Gruta, junto a Marsella, a seguir con su penitencia. Allí llevó una vida más divina que humana, sin dejar por ello de estar con el corazón a los pies del Salvador.



¡Qué falta nos hace, a ejemplo de esta gran santa, hacernos pequeñas y rebajadas, a los pies de Nuestro Señor!



Pero además hay que ofrecer el perfume, hay que llevar, a nuestro Maestro, un corazón amante para que ÉI le penetre y le despegue de sí mismo, como hacen el unguento precioso y el bálsamo que, al caer sobre algodón, se mezclan y se unen de tal forma, cada vez más, poco a poco, que ya no se sabe si el algodón esta perfumado o si es perfume; ni si el perfume es algodón o el algodón perfume. ¡Qué feliz es un alma así! En la tranquilidad de su corazón conserva amorosamente el sentimiento de la presencia de Dios.



Sermón de San Francisco de Sales. X, 81,87.

Tratado del Amor de Dios. V, 10.

SANTORAL 2 DE ABRIL


  • San Francisco de Paula, Fundador
  • Santa María Egipciaca, Penitente
  • Santa Teodosia, Mártir
  • San Apiano o Amfiano, Mártir
  • Beato Leopoldo de Gaiche, Sacerdote de la Primera Orden
  • San Abbondio, Obispo
  • Beato Juancito (Costa), Pastor y Mártir
  • San Nicecio de Lyon,
  • Beato Juan Payne, Mártir

2 de abril


SAN FRANCISCO DE PAULA,
Confesor



El mayor de entre vosotros, pórtese como el menor.
(Lucas, 22, 26).

   San Francisco de Paula, fundador de la Orden de los Mínimos, abandonó el mundo a la edad de quince años para vivir en la soledad. Su fama de santidad muy pronto le atrajo gran número de compañeros. Los soberanos pontífices lo tuvieron en gran estima. El rey Luis XI, al fin de su vida, lo hizo ir a la corte, con la esperanza de recobrar la salud por su intercesión. Sanó a gran número de enfermos, y obró una multitud de otros milagros. Murió en 1508 a la edad de 91 años.      

  MEDITACIÓN
SOBRE LAS TRES PRINCIPALES
VIRTUDES DE SAN FRANCISCO DE PAULA  

   I. Tanta fue la caridad de San Francisco de Paula, que quiso que la divisa de su orden fuese: "Caridad". Dio prueba de su amor a Dios dejando todo para agradar le, despreciando todos los placeres, y buscando sólo su gloria en todo. Mostró su amor: por el prójimo curando a los enfermos y trabajando con ardor en la salvación de las almas. ¿Cómo Imi tas tú la caridad de este santo?

   II. El aborrecimiento que tenía a su cuerpo lo hizo abrazar un género de vida severísimo: se alimentaba sólo con aquello que se permite en la cuaresma, rigurosísima en su tiempo. Quiso que sus hijos se obligasen por un cuarto voto a practicar la misma austeridad. Un día este santo condenará tus refinamientos y tus excesos. ¡Su vida fue una continua cuaresma, y tú no la puedes observar una vez al año! Si pensases en la hiel y el vinagre que ofrecieron a Nuestro Señor en la cruz, y en el amargo brebaje que se destina en el infierno para los hombres sensuales, pronto te corregirías de tu glotonería.

   III. Durante toda su vida manifestóse su humildad, quiso pasar desconocido ante los hombres; fue menester una orden expresa del Papa para obligarlo a ir a la corte de Luis XI. El nombre de mí nimos, que dio a sus hijos, deja ver a las claras el particular amor que profesaba a esta virtud. Imitan do el ejemplo de este santo, huye de la vanidad en la medida en que vayas siendo mejor: los otros vi cios se desarrollan a fuerza de vicio, la vanidad hace su pedestal con la virtud misma. (San Euquerio).

La caridad 
Orad por el Papa.

ORACIÓN

   Oh Dios, grandeza de los humildes, que habéis ensalzado al bienaventurado Francisco, vuestro confesor, a la gloria de la santidad, haced, os lo suplicamos, que por sus méritos y mediante la imitación de sus virtudes alcancemos felizmente las recompensas prometidas a los humildes. Por J. C. N. S.

domingo, 1 de abril de 2012

SERMÓN PARA EL DOMINGO DE RAMOS




DOMINGO DE RAMOS



Hemos llegado al Sancta Sanctorum del Santuario cuadragesimal. La Iglesia, cual excelente pedagoga, quiere introducirnos en este recinto sagrado con la etiqueta y boato debidos.

La Santa Liturgia tiene por finalidad ambientar al cristiano y disponerle a recibir las enseñanzas que nuestra Madre la Iglesia quiere fijar en el alma fiel.

Dos impresionantes cuadros lograrán formar la correspondiente composición de lugar:

1°) Jesús, montado sobre un jumento, desciende desde el monte de los Olivos en dirección a la ciudad santa. Las turbas se agolpan en torno suyo, alfombran con sus vestidos el camino y agitan en sus manos palmas y ramos de olivo. Los gritos de Hosanna de los niños llenan el espacio.

Es la entrada triunfal del Rey eterno en su ciudad. Todo es júbilo, alborozo y alegría.

2°) El segundo cuadro se desarrolla en la misma ciudad y probablemente por los mismos actores.

El pueblo se agolpa frente al palacio de Poncio Pilato. Los doctores de la Ley subvierten a la multitud. Dentro del palacio está Jesús. Le han traído preso. El gobernador romano se compadece de Él y pretende libertarle.

El pueblo, empero, pide su muerte. He aquí el diálogo que nos transcribe el Evangelio:

— Danos antes a Barrabás que a Jesús.

— Y ¿qué haré de Jesús, Rey de los judíos?

— Crucifícale… Crucifícale…

La Iglesia quiere que renovemos cada año la memoria de este triunfo del Dios-hombre.

En el momento del nacimiento del Emmanuel, vimos a los Reyes Magos venir desde el Oriente buscando en Jerusalén al Rey de los judíos, para rendirle sus honores y ofrecerle sus presentes; hoy es Jerusalén la que se levanta como un solo hombre para salir a su encuentro.

Estos dos hechos están relacionados y tienen un mismo propósito; son un reconocimiento de la Realeza de Jesucristo: la primera por parte de los Gentiles y la segunda por parte de los judíos.

Era necesario que el Hijo de Dios, antes de sufrir su Pasión recibiese el homenaje de unos y otros.

Israel proclama hoy a Jesús su Rey; Israel pronto será dispersado en castigo de su rebelión contra el Hijo de David; pero Jesús, a Quien reconoció y declaró Rey, sigue siendo Rey para siempre.

Tal es, en medio del duelo de la Semana de dolor, el glorioso misterio de este día. La Santa Iglesia quiere que nuestros corazones se sosieguen por un momento de alegría y que Jesús sea hoy aclamado por nosotros como nuestro Rey.

Ella dispuso, por lo tanto, el servicio divino de este día para expresar la alegría y la tristeza: la alegría, uniéndose a las aclamaciones que resuenan en la ciudad de David; la tristeza, retomando pronto el curso de sus lamentos sobre los dolores de su Esposo divino.

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Destaquemos y expliquemos los momentos principales de esta Solemnidad.

I) La bendición de los Ramos y las Palmas.

Un hecho de tanta importancia en la vida de Jesús como su aclamación cual Rey de Israel, no podía pasar inadvertido a la Liturgia, que ha sabido recogerlo, darle actualidad y enriquecerlo con nuevo sentido místico.

Esa nueva modalidad mística, ese simbolismo, encerrado en el Domingo de Ramos, es el siguiente: Jesús va a entrar en la Jerusalén de su Pasión.

La Iglesia nos invita a acompañarle. No es éste menguado honor. Por eso, para hacernos dignos de formar el séquito del Rey, se nos consagra antes como confesores o testigos de la fe, lo cual implica la perspectiva del martirio.

Este sentido tiene la ceremonia de la repartición de los Ramos y Palmas, previamente bendecidas con un rito hermosísimo y particular de este día.

La bendición de las Palmas y Ramos es el primer rito que se lleva a cabo; podemos juzgar de su importancia por la solemnidad que la Iglesia despliega.

Parecería como que el Sacrificio se ofrecerá sin ninguna otra intención que la de celebrar el aniversario de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén.

Introito, Colecta, Epístola, Gradual, Evangelio, incluso Prefacio, se suceden como para preparar la inmolación del Cordero sin mancha…

Pero después el Trisagio: Sanctus Sanctus Sanctus, la Iglesia suspende estas fórmulas solemnes y su Ministro procede a la bendición de estos místicos Ramos que están ante él.

Las oraciones empleadas en su bendición son elocuentes y llenas de lecciones. Estos Ramos, objeto de la primera parte de la función sagrada, reciben por estas oraciones, acompañadas del incienso y de la aspersión con el agua bendita, una virtud que los eleva al orden sobrenatural y los hace medios para ayudar a la santificación de nuestras almas y para la protección de nuestros cuerpos y de nuestros hogares.

Los fieles deben mantener respetuosamente elevados estos Ramos en sus manos durante la Procesión y en la Misa durante el canto de la Pasión; luego deben exponerlos con honor en sus casas, como signo de su fe y como esperanza en su auxilio.

Acércate, pues, oh cristiano, al altar con este convencimiento, con la conciencia de que vas a recibir la dignidad de luchador, de soldado, de confesor de Cristo, para combatir con Él y vencer con Él. ¡Qué gloria tan grande!

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II) La Procesión y nuestro Hosanna.

El segundo rito de este día es la célebre Procesión, que sigue a la solemne bendición de los Ramos. Ella tiene por objeto representar la marcha del Salvador caminando hacia Jerusalén y su entrada triunfal en esta ciudad.

Y para que nada falte a la imitación del hecho tal como está en el Santo Evangelio, los Ramos son llevados por todos aquellos que participan en esta Procesión.

Entre los judíos, tener en sus manos ramas de los árboles era un signo de alegría; y la ley divina ratificó este uso. Dios dice en el libro del Levítico, al establecer la Fiesta de los Tabernáculos: El día quince del séptimo mes, después de haber cosechado el producto de la tierra, celebraréis la fiesta en honor de Yahveh durante siete días. El primer día será de descanso completo e igualmente el octavo. El primer día tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmeras, ramas de árboles frondosos y sauces de río; y os alegraréis en la presencia de Yahveh, vuestro Dios, por espacio de siete días. Celebraréis fiesta en honor de Yahveh durante siete días cada año. Será decreto perpetuo de generación en generación.

Por lo tanto, fue para declarar el entusiasmo por la llegada de Jesús a la ciudad que los habitantes de Jerusalén, incluso los niños, recurrieron a esta demostración de alegría. También nosotros debemos salir al encuentro de Nuestro Rey y cantar el Hosanna al vencedor de la muerte, al Libertador de su pueblo.

Hemos de asistir a la Procesión con el espíritu de los discípulos de Cristo el día de su entrada triunfal en Jerusalén.

Destaquemos que la Cruz Procesional esta descubierta, pues se trata del triunfo de Nuestro Señor.

Resuene en nuestro pecho el Hosanna infantil.

A los Ángeles y los niños unámonos los fieles, aclamando al vencedor de la muerte: ¡Hosanna!

Pensemos, además, que en este cortejo triunfal se simboliza la vida del cristiano. Toda ella debe ser no sólo una lucha sino más todavía, una victoria sobre el pecado, un canto al Redentor.

¿Lo es la nuestra?

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III) A las puertas del templo. Cristo nos deja expedita con su Pasión la entrada en la gloria.

El final de la Procesión está marcado por una ceremonia del más alto y profundo simbolismo. En el momento de volver a la iglesia, el piadoso cortejo encuentra las puertas cerradas.

Se detiene la marcha triunfal; pero no se suspenden los cánticos de alegría. Un himno particular en honor a Cristo Rey resuena en el aire con su gozoso estribillo, hasta que finalmente el Subdiácono golpea la puerta con el asta de la Cruz, la puerta se abre y la multitud entra en la Iglesia celebrando al que es la resurrección y la vida.

Esta escena misteriosa tiene por finalidad describir la entrada del Salvador en la otra Jerusalén, de la cual la de la tierra es sólo figura. Esta Jerusalén es la Patria celestial, cuyas puertas Jesús nos abrió.

El pecado del primer hombre había cerrado esas puertas; pero Jesús, el Rey de la gloria, las abrió nuevamente por la virtud de su Cruz.

Sigamos los pasos del Hijo de David; porque Él es el Hijo de Dios, y nos invita a tomar parte en su Reino.

Es así cómo la Iglesia, en la Procesión de los Ramos, eleva nuestro pensamiento hasta el glorioso misterio de la Ascensión, que termina en el Cielo la misión del Hijo de Dios en la tierra.

Pero, por desgracia, los días que separan entre sí estos dos triunfos del Redentor no son todos de alegría, y la Procesión no será completada hasta que la Santa Iglesia, que levantó por un momento el manto de sus dolores, haya terminado con sus lamentos.

Al llegar, pues, el cortejo triunfal a las puertas del templo, las halla cerradas, y en ese momento se entabla un idílico diálogo entre sus moradores y el pueblo reunido afuera.

¿Qué simbolismo se halla aquí escondido? El templo es la imagen de la gloria. Sus puertas se cerraron por el pecado. La Iglesia triunfante y la militante compiten, es verdad, en sus loores a Cristo; pero el Cielo continúa clausurado.

Sólo cuando el Subdiácono golpea las puertas con el asta de la cruz, éstas se franquean, porque únicamente la cruz de Cristo ha conseguido abrir el Cielo para los desterrados hijos de Eva, y ha dejado patente la entrada en la gloria.

Aprovechemos tan santa lección. Nosotros, los confesores y testigos de Cristo, le hemos de seguir en su Calvario, luchando y venciendo.

Tengamos entendido que así como entramos en el templo precedidos de la Cruz, así también caminando en pos del divino Redentor, entraremos en la gloria.

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IV) La Santa Misa. Comencemos el camino del Calvario.

La tercera parte de la función de este día es la ofrenda del Santo Sacrificio. Todos los cánticos que la acompañan están impregnados de desolación; y para llevar hasta el máximo el duelo que señala el resto de este día, se lleva a cabo el recitado de la Pasión del Redentor.

Al entrar en el templo, al ambiente litúrgico sufre un cambio. La imagen del Cristo vencedor es substituida por el Cristo paciente.

Así, con el manto del dolor, aparece ya el Redentor desde el Introito. En el Evangelio, en vez del relato del Domingo de Ramos, escuchamos la historia de la Pasión, con el conmovedor Crucifícale, que ahora suplanta al Hosanna.

Durante el canto de la Pasión todos los asistentes deben tomar en sus manos los Ramos, para protestar, por este emblema de triunfo, contra la humillación de que el Redentor es objeto de parte de sus enemigos.

Es en este momento en que, en su amor por nosotros, se deja aplastar bajo los pies de los pecadores, que debemos proclamarlo bien alto como nuestro Dios y nuestro Soberano Rey.

Alma devota, dedica unos momentos a este cuadro, el primero que meditas de la Pasión externa del Señor. Contempla a tu Salvador ante Pilato.

Hasta sus oídos divinos llegan las blasfemias que la turba impía le dirige… ¡Qué humillación la suya, al ser comparado y pospuesto a Barrabás! ¡Qué vergüenza, al aparecer ante aquel pueblo como Rey de burlas!

Entre la multitud, Jesús divisa a hombres y mujeres sobre quienes su pródiga mano ha derramado beneficios sin cuento; a entusiastas galileos, que unos días antes le aclamaban; a discípulos suyos, que han disfrutado de su compañía…

Nos divisa, en fin, oh alma, a ti y a mí, y a tantos cristianos no menos dichosos que aquellos judíos a quienes tocó la mano divina, y que, siguiendo su mal ejemplo, no dudan en lanzar un Crucifige sobre el rostro de Jesús, cada vez que su santa Ley exige algo que les mortifica.

Pensémoslo y andaremos con mayor cuidado de evitar el pecado.

Que su sola sombra nos espante. No reproduzcamos ya más la escena de la mañana del Viernes Santo.

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V) Con el Rey de los mártires.

Salimos del templo llevando en alto nuestros Ramos. Simbolizamos con ello que con la función litúrgica no abandonamos al Rey de los mártires; que durante la Semana Santa hemos de formar el cortejo de Cristo paciente.

No lo olvides, cristiano. Asiste a los oficios recogida y devotamente, con un devocionario que te dé razón de las ceremonias. De esa forma hallarás en las mismas una mina inagotable de santos pensamientos, que te ocuparán durante todo el día y no podrán menos de dar su fruto.

Y sobre todo, considera los misterios que la Iglesia hace pasar por tu mente, no como algo puramente histórico, sino como escenas reales y de plena actualidad.

Tienes que acompañar a Cristo en su agonía, en su calle de Amargura, hasta el pie de la Cruz y hasta encerrarte con Él en el Sepulcro.

Si así lo haces, la Semana Santa será un digno coronamiento de la Cuaresma; el misterio de la Cruz vendrá a tomar cuerpo en tu alma, cumpliéndose el deseo de la Iglesia en su Liturgia, y, unificado con Cristo en su abatimiento, tendrás también parte en la alegría de su Resurrección.

Con ello el Aleluya pascual será para ti algo más que un momento de emoción; será la nota final de triunfo, que tu alma cantará con Cristo, una vez alcanzada la cumbre del monte del incienso y del collado de la mirra.

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Omnipotente y sempiterno Dios, que para ofrecer al género humano un ejemplo de humildad ordenaste que Nuestro Salvador se encarnase y muriese en Cruz; concédenos propicio seguir los ejemplos de paciencia que nos dio, y merecer participar de su Resurrección.

Pensamiento para la Comunión:
Si no puede pasar este Cáliz… El Cáliz consagrado recuerda en la Liturgia el Cáliz de la Pasión. Con el primero nos hemos de fortalecer para el segundo; de manera que podamos clamar con Cristo: ¡Hágase tu voluntad!

P. CERIANI

SANTORAL 1 DE ABRIL




1 de abril


SAN HUGO de GRENOBLE, 
Obispo y Confesor



¡Ay de vosotros los que ahora reís! porque
os lamentaréis y lloraréis.
(Lucas, 6, 25).

   Los júbilos eternos son la recompensa del llanto que San Hugo vertía oyendo las confesiones de sus penitentes. Fue obispo de Grenoble durante 52 años, y cumplió sus deberes con celo cada vez mayor. Por espacio de treinta años soportó con paciencia una dolorosa enfermedad; durante cuarenta años resistió al demonio que le sugería blasfemias contra Dios. Tuvo la dicha de recibir en su diócesis a San Bruno y a sus compañeros, y de visitarlos con frecuencia en el yermo de la Cartuja. Murió el 1º de abril de 1132, próximo a los 80 años de edad.        

  MEDITACIÓN
ACERCA DEL MODO
DE GOBERNAR LOS OJOS 

   I. Pon los ojos en las miserias de esta vida: mira cuántos pobres, cuántos enfermos, cuántas personas afligidas; a la vista de tantos sufrimientos, te conmoverás y exclamarás: ¿Qué hice yo, oh Dios amabilísimo, para ser preservado de estas aflicciones? Agradece a Dios esta merced; humíllate viendo que no puedes o que no quieres soportar nada, mientras tantas otras personas sufren tan crueles dolores.

   II. Mira a los que el mundo llama dichosos, a los que, reuniendo en sí los bienes de la naturaleza y de la fortuna, parece estuvieran a cubierto de toda miseria común al resto de los mortales. Cuando hayas considerado a estos favoritos del mundo, pregúntate a ti mismo: ¿Cuánto durará esta aparente felicidad? ¿Cuántas penas, deseos, remordimientos de conciencia, aprensiones terribles, acompañan a estas riquezas y a estos placeres? ¡Ah! ¡cuántas miserias y tristezas se esconden bajo el oro y la púrpura! Brillan por afuera, por adentro no son sino miseria.
(Séneca).

   III. Cuando te tiente el espíritu de orgullo, mira la tierra, y di en ti mismo: ¿De qué te enorgulleces tú, que pronto estarás encerrado en una tumba y serás pisado por los transeúntes? Si estás afligido, mira el cielo, anímate y di: ¡Ah! esta vida no durará siempre, iré al cielo, donde Dios enjugará mis lágrimas y calmará mis penas. Busquemos, amemos ardientemente los bienes que permanecen para los que los hallaron, que no pueden ser arrebatados a los que los adquirieron. (San Gregorio).

La modestia 
Orad por  Por los que se hallan
en pecado mortal.

ORACIÓN

   Oh Dios omnipotente, haced que la augusta solemnidad del bienaventurado Hugo, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de devoción y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.

sábado, 31 de marzo de 2012

SANTORAL 31 DE MARZO




31 de marzo


SANTA BALBINA, 
 Virgen



Vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre
los justos; y los arrojarán en el horno del juego. Allí
será el llanto y el crujir de dientes.
(Mateo, 13, 49-50).

   Dios, para castigar al tribuno Quirino por la prisión que había hecho sufrir al Papa Alejandro, permitió que su hija Balbina, que era de notable belleza, se viese cubierta de llagas y horriblemente desfigurada. Quirino acudió al santo pontífice, quien sanó a Balbina con sólo tocarla con sus cadenas. El tribuno, convertido por el milagro, murió mártir con el mismo Alejandro, pasado algún tiempo. Balbina consagró su belleza a Dios que se la devolviera, y mostró con su conducta que el cristianismo puede conciliar dos cosas aparentemente difíciles de unir, una rara hermosura y una gran pureza.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MEZCLA
DE BUENOS y MALOS

   I. En este mundo, los buenos están mezclados con los malos. Así lo ha permitido Dios para que los malos puedan aprovechar los ejemplos de los buenos, y para que los justos tengan ocasión de ejercitar su celo y su paciencia soportando a los pecadores y trabajando en su conversión. No imites a los malos, pero tampoco los desprecies: acaso lleguen a ser más grandes que tú en el paraíso; acaso tú cometas faltas más graves que ellos, puesto que no existe pecado que no puedas cometer, si Dios te abandona a tu propia flaqueza.

   II. En esta vida el bien está mezclado con el mal, y el mal con el bien. No existe hombre tan desgraciado que de tanto en tanto no tenga consuelos, ya de parte de Dios, ya de los hombres; como tampoco hombre tan dichoso que no tenga alguna pena. Por lo tanto, no esperemos felicidad completa en este mundo. Nuestra única felicidad consiste en conformarnos con la voluntad de Dios. Es el secreto para vivir felices. Los santos lo han sido en medio de la pobreza, de las lágrimas y de las enfermedades, por que sabían que tal era el beneplácito de Dios. Son pobres y aman la pobreza, lloran y aman sus lágrimas, son débiles y se regocijan en su debilidad. (San Salviano).

   III. En el día del juicio, los malos serán separa dos de entre los buenos, éstos serán colocados a la derecha y destinados para la gloria; aquellos, pos puestos a la izquierda y condenados al infierno. Se verán entonces los crímenes de los réprobos y las virtudes de los santos. Hipócrita, ¿qué dirás, qué harás tú? ¡Todo lo bueno estará en el cielo, todo lo malo en el infierno, y así quedará por toda la eternidad! Piensa en esto y sé precavido mientras tengas tiempo todavía. Pluguiese a Dios que fuesen sabios e inteligentes, así pensarían en sus postrimerías. (Deuteronomio).

El pensamiento del juicio 
Orad por la conversión de los pecadores .

ORACIÓN

      Escuchadnos, Señor Salvador nuestro, a fin de que la tiesta de Santa Balbina, virgen, al mismo tiempo que regocije nuestra alma desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por. J. C. N. S. Amén

viernes, 30 de marzo de 2012

VIERNES DE PASIÓN


SERMÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES – VIERNES DE PASIÓN


Visto en:  Radio Cristiandad



NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

Imaginemos aquel cuadro: pendiente de la Cruz el Cuerpo de Cristo, lleno de largos manchones de sangre cuajada…, cubierto de heridas…, materialmente deshecho…., sin belleza ni hermosura…, casi sin figura humana…; labios exangües,.., ojos sin vida…; aquello no es más que eso, un cuerpo sin vida…; y es el Hijo de Dios…; ¡qué misterio!

A los pies de la Cruz, un grupo de almas buenas llora sin cesar. Grande, muy grande es su dolor…, pero ¿cómo compararlo con el de aquella Madre que llora la pérdida de su Hijo?…

¡Pobre Madre!… ¿Qué va a hacer ahora sin su Hijo?

Quizás, en medio del dolor, comenzó a preocuparle la sepultura de su Hijo…, pero, ¿cómo y dónde?.., si Ella no tenía sepultura, ni medios para comprarla…; si sus amigos se habían ocultado unos… y otros hecho enemigos… ¿A dónde acudir?… ¿Quién descenderá a su Jesús de la Cruz?…

Qué consuelo, en medio de su pena, cuando ve a aquellos santos varones que van a cumplir este piadoso oficio.

Y, efectivamente, con gran cuidado José y Nicodemo le bajan de la Cruz y depositan el santo Cuerpo, en brazos de su Madre.

Postrémonos en espíritu junto a esa Madre, y meditemos con Ella, porque, ¿qué meditación haría la Virgen entonces? ¿Cómo iría recordando, ante la vista de aquel Cuerpo, todos y cada uno de los tormentos de la Pasión?

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En ese momento recordó todo lo pasado…, las escenas de Belén…, los idilios de Nazaret…, los días felices en que Ella cuidaba de su Hijo, como ninguna madre lo ha podido hacer…

Ahora entendió, de una vez, lo que significaba la espada de Simeón, que toda la vida llevó atravesada en su Corazón. Ahora comprendió lo que era ser Madre nuestra… ¡Madre de los pecadores!

¡Oh, qué dolorosa maternidad!… Y, sin embargo, besando una a una aquellas heridas, iría repitiendo: Soy la esclava del Señor…, hágase en mí su divina voluntad.

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Los santos varones Nicodemo y José de Arimatea, juntamente con las piadosas mujeres y la Santísima Virgen, comenzaron a ungir y vendar aquel Cuerpo sacrosanto.

¡Qué dolor el suyo al echar su última mirada sobre aquel rostro!… ¡Cuánto se había embelesado contemplándolo!

Y así dispuesto, el Cuerpo es conducido a la sepultura. ¡Cómo iría la Santísima Virgen!

¡Qué penoso es el momento de arrancar el cadáver de una persona querida de casa para llevarlo a enterrar!…

¡Qué camino tan largo y, al mismo tiempo, tan corto, el que hay que recorrer en el entierro!

Por una parte, se desea llegar cuanto antes y acabar de una vez con aquel tristísimo momento…; por otra, se teme llegue el instante de la separación total…, del último adiós.

¡Cuál sería el sufrimiento del Corazón de aquella Madre en estos momentos!

Y cuando ya, colocado en el sepulcro, fue la piedra cerrando la entrada y ocultando el santo Cuerpo, ¿quién podrá explicar lo que pasaría entonces por el alma de la Virgen?…

Ahora sí que se quedó definitivamente sin Hijo… ¿Quién la arrancaría de aquel lugar si Ella no podía vivir sin Él?

El Salvador quedó allí en el sepulcro descansando…, pero María no podía descansar, ni sosegar… se consideraba sola…, huérfana…, desamparada y desterrada…, sin familia…, sin hogar…, y así, acompañada de aquellas almas piadosas, pero sintiendo en su Corazón la frialdad de la más espantosa soledad, emprendió el regreso hacia el Cenáculo.

Todos los que la acompañaban, con el corazón encogido, pensaban, sin embargo, en el Corazón destrozado de aquella Madre, que volvía sola…, sin su Hijo…

Sigamos, con Ella, este camino de dolor.

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Ha vuelto a subir al Calvario para emprender el retorno… ¿Qué sentiría a vista de la Cruz desnuda…, vacía…., manchada de la Sangre de Dios?… Se arrodilla ante ella, la abraza, la besa y la adora…

Ya no es instrumento de suplicio…, ya no es algo odioso…, horrible…, maldito…

Ve en Ella el Árbol de la Vida, del que se ha desprendido, ya maduro, el fruto de salvación…

Es la llave del Cielo…, es la espada que vencerá a todos los enemigos de Cristo, que a sus pies irán a estrellarse…

Es el arma de combate de todos los cristianos…, es la locura de todos los Santos, que no podrán vivir sin Ella, ni lejos de Ella… sino subidos…, abrazados…, crucificados en Ella…

Es, en fin, la balanza donde se pesarán las acciones de todos los hombres y la causa y razón de su condenación o de su salvación…

¡Oh Cruz bendita!..; ¡Oh Cruz divina!… ¡Qué requiebros amorosos la diría la Santísima Virgen!…

¡Cómo se desahogaría en dulcísimas lágrimas y en abrazos tiernísimos con Ella!

Abrázate, tú también, y enamórate de aquella Cruz, regada con la sangre de Cristo y las lágrimas de su Madre.

Que sea para ti, como decía San Pablo, tu mayor gloria y bienaventuranza….

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Y levantándose, continuó su camino… ¡Qué recuerdos al llegar a la ciudad maldita…; la ciudad deicida!… Sus calles manchadas aún de la sangre de su Hijo Dios… ¡Cuántas veces se postraría a besarla!…

¡Cómo iría recordando todos los pasos de la Pasión!… Aquí las caídas…, allí la calle de la Amargura, donde le encontró…; más lejos, donde salió con la Cruz a cuestas…; entre sombras, el palacio de Herodes, donde le trataron como a un loco…, y más allá el de Pilato…; la plaza donde gritaba la muchedumbre…, el balcón del Ecce Homo…, el patio de la flagelación… ¡Pobre Madre! ¡Cómo iría recorriendo uno a uno estos pasos!

Acompañemos muchas veces a la Virgen Dolorosa en esta devota meditación, y tengamos mucho gusto en hacer muy bien el Santo Via Crucis con frecuencia y acompañando a la Santísima Virgen… Ella es nuestro modelo en esta hermosa devoción…

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El dolor es la ley universal que abarca a todos los hombres sin excepción.

El niño, sin que nadie se lo enseñe, gime y llora, y así, entre llantos y gemidos, se deslizará, toda su vida.

No podemos huir del dolor…; nos espera donde menos lo creíamos…, quizá cuando son mayores nuestros goces y alegrías…; generalmente éstas son preludio de las lágrimas.

Jesús quiso ser el Varón de dolores, y su Madre la Reina de los mártires.

Esos son los modelos, esos los únicos que alivian, con su ejemplo, nuestros sufrimientos; y nos enseñan a santificarlos y a santificarnos con ellos.

¡Bendito el dolor! Así dijo Cristo: Bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que padecen.

No tengamos lástima del que sufre mucho, sino del que no sabe sufrir.

Cristo asoció a su Madre a todas sus glorias y grandezas, y por eso la hizo compañera de todos sus sufrimientos.

Al que Dios más ama, más le hace sufrir, para elevarle, como a su Madre, después a mayor gloria y grandeza.

¡Cuánto sufrió María al pie de la Cruz!… ¡Pero qué grande es María precisamente al pie de la Cruz!… ¡Qué perla faltaría en su corona, si no tuviera la del dolor!

Por tanto, fue necesario que si era Reina, fuera Reina del dolor y del martirio.

Si fue Reina del dolor, debió sufrir más que nadie… Su martirio duró toda su vida.

A nosotros, nos envía Dios los dolores uno a uno y nos oculta los futuros…; sólo sufrimos los presentes. A María le reveló ya desde el principio todo lo que había de sufrir para no ahorrarle sufrimientos… sino más bien quiso que aquella espada la atormentara toda la vida.

Pensemos en sus dolores: cuánto sufrió con la ingratitud…, la traición…, el abandono…, el desamor de que fue objeto su Hijo…

Belén…, Egipto…, Nazaret…, Jerusalén…, el pesebre y el Calvario…, el Templo…, los Palacios de Herodes y de Pilato… Son todos lugares en que su Corazón se desgarró tantas veces.

Hasta la pérdida de Jesús quiso sufrirla, para enseñarnos a nosotros a sufrir y a buscarle si le perdemos pecando.

Detengámonos a enumerar y ponderar estos dolores…

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En todos estos sufrimientos, consideremos su parte natural y humana. La medida de todo dolor, es la intensidad del amor. Sólo nos duele dejar o perder lo que amamos. A mayor amor, mayor dolor.

Con esta regla, tratemos de medir el dolor de María… Era un dolor de madre y con esto se dice todo… Es el amor más puro…, más noble…, menos egoísta que en la tierra existe…

Por eso, Dios no ha querido que tengamos más que una…; ella sola basta para llenar toda nuestra existencia de cariños inefables…, de amores que llenan por completo el corazón…

¡Cómo ama una madre! Y, ¿cómo amaría la Virgen a su Hijo? Dios quiso juntar en su Corazón todas las ternuras de todas las madres para que con ese amor amara a su Hijo. No merecía menos el Hijo de Dios y el que quiso llamarse por excelencia el Hijo del hombre.

Pues, ¿cuál sería su dolor, su sufrimiento en la pérdida de su Hijo?

Pensemos, además, que el Hijo que perdía era único, que no le quedaba otro con quien consolarse, que ese Hijo único era el mejor de todos…, que amaba a su Madre como ningún hijo ha amado a la suya.

Por otra parte, siendo inocentísimo como era, lo perdía como si fuera un criminal…; que no era una enfermedad…, un accidente desgraciado…, sino una traición…, una ingratitud…, una enorme y horrible injusticia la que le arrebataba la vida, y que eso se llevaba a cabo en medio de atrocísimos tormentos, y en su misma presencia.

Pensemos en aquella íntima unión que existía entre Jesús y María, hasta el punto que en verdad el Hijo era la vida, el todo de la Madre… y comprenderemos por aquí algo de la intensidad y del dolor de Madre.

Además, es cierto que la sensibilidad tiene muchos grados, que no es igual en todas las personas; y que a mayor sensibilidad, mayor fuerza de dolor.

María era de una delicadeza exquisita…, de un organismo perfectísimo y, por eso mismo, de una sensibilidad extraordinaria…

¿Cuál sería, pues, el dolor de su Corazón al ponerse en contacto con la ingratitud…, con la injusticia…?

Pensemos en cada una de estas circunstancias… Meditemos muy despacio cada uno de estos motivos… y nos convenceremos de que, con mucha razón, la Santísima Virgen puede aplicarse aquellas palabras del Profeta Jeremías: Mirad y ved, si hay dolor semejante al mío.

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No podemos abarcar toda la intensidad del dolor humano y natural de María… ¿Cómo podremos, pues, darnos una idea, ni siquiera aproximada, de su dolor sobrenatural?

María sufría al perder a aquel que era su Hijo, al verle padecer y morir; pero sobre todo sufría porque en Él veía a Dios.

¿Quién ha conocido como Ella a Dios?…. ¿Quién le ha amado como Ella?

Pues, ¿cómo sentiría las ofensas, los insultos, los tormentos que los hombres le dieron? Si como Madre, todos repercutían en su corazón…, como Madre de Dios, ¿qué sería?

¿Cómo María no murió de dolor a la vista de aquellas ofensas gravísimas que el pueblo escogido infirió a Cristo en su Pasión?

Además, María sufrió todos estos tormentos indecibles sin consuelo espiritual de ninguna clase…

Los mártires sufrían con alegría abrazados al crucifijo… La vista de Jesús crucificado, alentaba a los penitentes y anacoretas en sus austeridades… Pero para María, el Crucifijo, la vista de Cristo crucificado, era precisamente su mayor tormento… El mismo que a otros iba a consolar, era el verdugo que atormentaba el Corazón de su Madre.

Sus dolores no fueron físicos…. Nada padeció en su cuerpo de tormentos y castigos…, pero por eso mismo, fue más intenso su dolor, al ser todo él interno, puramente espiritual, verdaderamente divino…

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En fin, el colmo del dolor de la Virgen fue, no sólo el asistir, el autorizar con su presencia el sacrificio de su Hijo, sino que tuvo que llegar a desearlo…

Dos hijos tenía María: el Hijo inocente, y el hijo pecador, que somos todos nosotros.

Si quería que viviera el Hijo inocente, no podía salvar al hijo pecador… Si quería la salvación de éste, debía desear el sacrificio del Otro…. ¿Qué hacer?

Como Madre, nos ama tanto como a Jesús… y tuvo que llegar a amarnos más que a Él…, porque sabiendo que ésa era la voluntad de Dios, que no perdonó a su propio Hijo…, también fue la suya…, y tampoco Ella le perdonó.

Por eso, allí estuvo al pie de la Cruz, muerta de dolor…, deseando…, hasta gozándose en la muerte de Cristo para salvarnos a nosotros…

¡Cuánto amor! Pero también, ¡cuánto, dolor!…

¡Cuánto costamos a María ser hijos suyos!

Y si lo que cuesta es lo que se aprecia y ama, ¿cuánto nos amará ahora, pues tanto la hicimos sufrir?

Por lo tanto, ¡ya basta!…. ¡Basta ya de ingratitud!… ¡No hagamos ya sufrir más a nuestra Madre!

Antes bien, amémosla, aun a costa de nuestros sufrimientos y de nuestra vida misma…

P. CERIANI



SANTORAL 30 DE MARZO



30 de marzo


SAN JUAN CLÍMACO, 
  Abad

El mundo pasa con su concupiscencia. 
Mas el que hace la voluntad de Dios 
permanece eternamente. 
(1 Juan, 2,17).

   San Juan Clímaco subió al cielo por la escala que nos presenta, pues todo lo que enseña en su hermoso libro titulado Escala Espiritual, él mismo lo practicó. Dejó el mundo y se hizo monje a la edad de 16 años. Su vida desde entonces fue una mortificación continua. Empleaba su tiempo en llorar sus pecados, en conversar con Dios, o bien en componer libros destinados a instruir y edificar al prójimo. Fue nombrado abad del Monte Sinaí, y murió a la edad de 80 años apenas transcurrida la primera mitad del siglo VII.

MEDITACIÓN
SOBRE LOS TRES GRADOS
DE LA SUBIDA HACIA DIOS

I. El primer grado de la perfección es el des precio del mundo y de todo aquello que ama el mundo: honores, placeres y riquezas. Vanos son los honores del mundo; criminales sus placeres; peligrosas sus riquezas. ¡Qué difícil es llegar a este grado! ¡Cuánta virtud se necesita para pisotear lo que adoran los hombres! Pero, lo que es difícil no es imposible. sobre todo si consideran que el mundo pasa con su concupiscencia, y que es preferible abandonarlo a él antes que ser por él abandonados.

   II. El segundo grado es la abnegaci6n de uno mismo. Has de renunciar a tus placeres, a tus más, caras inclinaciones, a tu propia voluntad, has de triunfar de ti mismo en todo. Fácil es decirlo, pero difícil hacerlo. Es necesario, sin embargo, porque nada harías abandonando el mundo, si no renuncias a ti mismo. Es pues menester que, en adelante, sea mi propio enemigo, que me declare la guerra, que luche contra todas las inclinaciones de la naturaleza corrompida.

   III. El tercer grado es la conformidad con la voluntad de Dios en todo y en cualquier parte. Si llegaste ya a este estado, di que has encontrado un paraíso en este mundo; serás feliz y habrás encontrado todas las virtudes. Dios mío, enseñadme a hacer vuestra santa voluntad. Si Vos no me enseñáis este secreto, haré yo mi propia voluntad y Vos me abandonaréis; no seréis mi Dios mientras sea yo mi señor. (San Agustín).

El deseo de la perfección 
Orad por los que tienen vocación religiosa.

ORACIÓN

      Haced, Señor, os suplicamos, que la intercesión de San Juan Clímaco, abad, nos torne agradables a Vuestra Majestad, a fin de que obtengamos por sus ruegos lo que no podemos esperar de nuestrosmé ritos. Por J. C. N. S. Amén.

jueves, 29 de marzo de 2012

SANTORAL 29 DE MARZO




29 de marzo


SAN ARMOGASTO,
  Mártir 

Si no velares, vendré a ti como un ladrón,
 y no sabrás  a qué hora vendré a ti.
(Apocalipsis, 3, 3).

   ¡Qué hermoso espectáculo ver a San Armogasto abandonar todas sus dignidades en la corte para permanecer fiel a Jesucristo! Viéndolo Genserico, rey de los vándalos, inquebrantable en su fe, le hizo anudar la cabeza y los pies con gruesas cuerdas; mas el santo miró al cielo y rompiéronse sus ataduras. Se lo suspendió de un pie; empero, nada quebrantó su resolución. Finalmente, condenado a guardar los rebaños del rey por el resto de su vida, obedeció con placer, pues sabía que la soledad es favorable a los coloquios entre el alma y Dios. Predijo su muerte próxima, indicó el lugar donde quería se lo enterrase, y fue al cielo a recibir la recompensa de sus trabajos, hacia el año 455.

MEDITACIÓN
SOBRE LA PREPARACIÓN
A LA MUERTE

   I. Toda nuestra vida debe ser una preparación para la muerte, pues nuestra muerte, de todos nuestros negocios, es el más importante, ¿qué digo?, los demás nada son comparados con éste. ¿Cómo te preparas tú? ¿Vives como un hombre que en breve ha de morir? ¿Acaso miras la muerte como algo muy alejado de ti ? En adelante mi principal afán será pensar en este gran viaje a la eternidad, no sea que me sorprenda la muerte. La muerte, que sor prende a los que no están preparados, debe encontrarnos siempre prestos. (San Euquerio).

   II. Morirás, no lo ignoras. Morirás sólo una vez, y de esta muerte única dependerá una eternidad de dicha o de desventura. No se trata aquí de una pérdida sin importancia, sino de la pérdida del mayor de todos los bienes y, no debes olvidarlo, de una pérdida irreparable.¡Oh muerte, cuán temible eres! ¿Se puede pensar en ti sin despreciar al mundo, y sin darse a Dios?

   III. Una vida santa es la mejor de todas las preparaciones para la muerte. No te duermas con un pecado mortal en la conciencia. Por la mañana, al levantarte, piensa: Acaso no alcance a vivir hasta la noche; y por la noche, al acostarte: Acaso no me levante ya, y estas sábanas sean mi sudario. De vez en cuando pregúntate si estás preparado para morir . Nada hay que los hombres vean con más frecuencia que la muerte y nada que olviden con mayor facilidad. (San Euquerio).

El pensamiento de la muerte 
Orad por las almas del purgatorio.

ORACIÓN

      Haced, os suplicamos, Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado Armogasto, vuestro mártir, cuyo dichoso nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro Santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 28 de marzo de 2012

MILAGROS EUCARÍSTICOS


REPIQUE DE CAMPANAS

Año 1010, Iborra España



A un cuarto de hora de Iborra, modesta villa situada en la provincia de Lérida, existía un tiempo  de San Ermengol y aun existe hoy, una ermita titula de Santa María, de la cual era párroco un sacerdote llamado Bernardo Oliver.

Cierto día del año 1010, hallándose este sacerdote celebrando Misa, al tiempo de consagrar el cáliz, le ocurrió una duda acerca de la verdad del augusto Sacramento; cuando a un hombre de fe le ocurren semejantes dudas, conociendo que a veces son efecto de la imaginación y otras tentación del maligno espíritu, el desprecio  o la fervorosa oración deben  bastarle para desecharlas.

Pero según parece, el desgraciado sacerdote en vez de obrar de este modo, hizo pres de la duda y se detuvo en ella voluntariamente. Entonces el Señor, haciendo uso de su gran  misericordia, al par de su infinito poder, quiso desvanecer con un prodigio aquella sospecha indigna, y poner de manifiesto en aquel momento lo que ocultan las especies sacramentales.

En efecto, suspendiendo por algunos instantes las leyes de la  naturaleza, hizo brotar del cáliz del Sacrificio una fuente de sangre hirviente, tan abundante y copiosa, que rebasando los bordes del vaso comenzó a derramarse, primero sobre los Corporales, luego por el altar, y finalmente por el suelo de la ermita, con extraordinario estupor del sacerdote, que  no sabía lo que pasaba, y de todo el numerosos auditorio, que quedó sumido en el mayor asombro.

Con la celeridad del rayo cundió la alarma  por todas partes, y unas pobres mujeres corriendo presurosas, empaparon la preciosa sangre en unas estopas, que fue lo primero que hallaron a  mano.

Entretanto un nuevo milagro corroboraba el primero. Las campanas de la ermita impulsadas por Dios habían comenzado a repicar solas y no hay para que decir cuál fue la admiración de todos. Horas después ya era conocido el milagro en todo el término, y la gente de las villas inmediatas acudían a contemplar la grandeza del portento.

Uno de los que acudieron fue San Ermengol, que a la sazón se hallaba en Guisona. El Santo al ver el prodigio, no pudo menos de conocer que “el dedo de Dios estaba allí”, y tomando parte de aquella preciosa sangre, marchó a Roma y la presentó a Su Santidad, que enternecido y deseando mostrar su agradecimiento por tan inapreciable regalo, dio en cambio al Santo varias reliquias importantes, entre otras, una espina de la corona del Salvador.

Todas ellas, en unión de los Corporales ensangrentados que aún se conservan y veneran en la citada villa de Iborra, son objeto de una festividad anual que sostiene viva la tradición del prodigio.

Además existe como prueba documental del mismo, un antiquísimo escrito, copia exacta de la Bula  que el Papa Sergio IV dó en el año segundo de su Pontificado, para autorizar el culto de la reliquia portentosa.
En el Real Monasterio de Sijena, provincia de Huesca, diócesis de Lérida, se conserva una parte de la estopa empapada con la sangre que brotó del cáliz de Iborra.

(D.Adolfo Clavarana, Lecturas populares, Colección 3°, pág 106.- D. Emilio Moreno Cebada, Pbro. Glorias Religiosas de España. Nuestra Señora de Iborra, en Solsona, tomo 2, página 459).



SANTORAL 28 DE MARZO




28 de marzo


SAN GUNTRANO, 
Rey y Confesor

Cada uno de nosotros procure dar gusto a su prójimo
en lo que es bueno y pueda edificarle.
(Romanos, 15, 2).

   San Guntrano, rey de Borgoña, era nieto de Santa Clotilde, reina de Francia. Cumplió con todos los de beres de un rey. Amaba tiernamente a sus súbditos, y perdonaba generosamente a sus enemigos. Pocos monarcas hubo tan populares como él. Durante una peste, se ofreció como víctima al Señor para que se librara el pueblo. Después de haber fundado o do tado a muchas iglesias y monasterios, murió el 28 de marzo del año 593, a los 68 años de edad.

MEDITACIÓN
SOBRE LAS BUENAS OBRAS   

   l. Haz tantas obras buenas cuantas puedas mien tras vivas; lo demás carece de valor después de la muerte. No dejes pasar ni un solo día sin que lo señales con alguna acción buena. La vida presente es breve, la futura es eterna. Hay que expiar los pe cados cometidos: redímelos haciendo limosna a los pobres. ¿Por qué respetas la efigie del príncipe esculpida en el mármol o acuñada en el oro, y desprecias la imagen de Dios en la persona del pobre? (San Agustín)

   II. Que sean buenas tus acciones delante de Dios y no sólo delante de los hombres; para ello realízalas para agradar a Dios, y tal como quiere Él que las hagas. Cuídate de que no estén viciadas por la vanidad y el amor propio; si así no lo hicieres, no tendrás otra recompensa que la que el mundo te dé. ¡Qué!, mi corazón es tan pequeño, mi vida tan corta. ¿y querré yo partirlos entre Dios y el mundo?

   III. También tienes la obligación de hacer el bien delante de los hombres, les debes el buen ejemplo. Sin vacilar declárate a favor de Dios, y nadie se atreverá, en tu presencia, a realizar un acto que le ofenda. No te avergüences cuando llegue la ocasión de salir en defensa del Evangelio, y el momento de comportarte como verdadero cristiano; acaso rían a costa tuya: regocíjate entonces. ¿El mundo no aprue ba tus actos? Señal es que tienes el espíritu de Jesu cristo. El cristiano es amado por Dios cuando es maltratado por el mundo. (San Ignacio).

La limosna 
Orad por los que os gobiernan.

ORACIÓN

      Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Guntrano, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C. N. S. Amén.