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sábado, 10 de marzo de 2012

SERMÓN PARA LA DOMÍNICA TERCERA DE CUARESMA



DOMINGO TERCERO DE CUARESMA



Estaba Jesús expulsando un demonio, y aquel era mudo. Sucedió que cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo, y las gentes se admiraron. 

Pero algunos de ellos dijeron: Por Belzebub, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios.
Otros, para ponerle a prueba, le pedían una señal del cielo.
Pero él, conociendo sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo queda asolado, y casa contra casa, cae. Si, pues, también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo va a subsistir su reino? Porque decís que yo expulso los demonios por Belzebub. Si yo expulso los demonios por Belzebub, ¿por quién los expulsan vuestros hijos? Por eso, ellos serán vuestros jueces. Pero si por el dedo de Dios expulso yo los demonios, es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios. Cuando uno fuerte y bien armado custodia su palacio, sus bienes están en seguro; pero si llega uno más fuerte que él y le vence, le quita las armas en las que estaba confiado y reparte sus despojos. El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo; y, al no encontrarlo, dice: “Me volveré a mi casa, de donde salí.” Y al llegar la encuentra barrida y en orden. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí, y el final de aquel hombre viene a ser peor que el principio.

Sucedió que estando él diciendo estas cosas alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: ¡Bienaventurado el seno que te llevó y los pechos que te criaron! Pero él dijo: Bienaventurados más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.

La Santa Iglesia, que en el primer Domingo de Cuaresma nos propuso como tema de nuestras meditaciones la tentación de Cristo en el desierto para arrojar luz sobre la naturaleza de nuestras propias tentaciones y sobre cómo tenemos que superarlas, hoy nos hace leer un pasaje del Evangelio cuya doctrina tiene por objeto completar nuestra instrucción respecto del poder y de las maniobras del demonio.

Hemos llegado de este modo al llamado Domingo de los escrutinios.

En la iglesia primitiva, desde este día comenzaba para los catecúmenos un nuevo período en la preparación para el Bautismo.

Esto se debía a que las ceremonias compiladas actualmente en el rito bautismal, se celebraban entonces repartidas en distintos días.

Un día como hoy tenían lugar los exorcismos.

Comprendemos, por lo mismo, que se lea como Evangelio el pasaje del endemoniado.

Estaba Jesús expulsando un demonio, y aquel era mudo. Sucedió que cuando salió el demonio, rompió a hablar el mudo…

¡Con qué gozo oirían los catecúmenos este pasaje evangélico! Veían, en efecto, retratado en él lo que invisiblemente acababa de tener lugar en sus almas exorcizadas.

Apropiémonos su alegría. También nuestras almas, mudas por la muerte espiritual, sintieron el día de nuestro Bautismo la virtud de la palabra divina que conjuraba al diablo: Sal de ella, espíritu inmundo, y da lugar al Espíritu Santo Paráclito, dijo el sacerdote…

Y el espíritu mudo huyó, y pudimos articular palabras de vida eterna….

¡Qué felicidad!

No perdamos don tan precioso.

No seamos mudos para el Cielo. Que nuestra conversación posea siempre la altura que conviene a hijos de Dios. Que nuestros ojos estén siempre elevados al Señor.

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Y las gentes se admiraron. Pero algunos de ellos dijeron: Por Belzebub, Príncipe de los demonios, expulsa los demonios.

Jesús aparece en plena lucha con los escribas y fariseos. Éstos, no pudiendo negar la autenticidad de los milagros del Señor, acuden a un último recurso para desacreditarle: los achacan a virtud demoníaca.

Jesús, con suma mansedumbre, les replica con un argumento ad hominem.

Los tiros de aquellos hombres perversos se dirigían a negar que el Reino de Dios había ya llegado a ellos; el Señor les dice: Si lanzo los demonios en virtud de Belzebub, resulta que Belzebub pelea contra sí mismo; y como todo reino dividido se derrumba; luego, el reino del demonio viene ya a tierra, para dar lugar al Reino de Dios.

Mas, ¿con qué derecho decís que lanzo los demonios en nombre de Belzebub? ¿No se podría decir otro tanto de vuestros exorcistas?

Si, pues, con el dedo de Dios lanzo los demonios, el reino de Satanás está vencido y ha llegado ya la hora del Reino de Dios.

¡Sí!; el Reino de Dios ha llegado ya a nosotros. Formamos parte del mismo. Somos hijos de la luz…

Sigamos, pues, el consejo de la Santa Madre Iglesia: Andad como hijos de luz. El fruto de la luz es la bondad, la justicia y la verdad. Sabed, y tened entendido, que ningún fornicario e impúdico tendrá cabida en el Reino de Cristo y de Dios.

Durante la Cuaresma, debemos aprovechar para reparar el pasado y para asegurar el futuro; ahora bien, no podríamos hacer lo primero ni defender eficazmente el segundo, si no tuviésemos ideas claras y sanas sobre la naturaleza de los peligros en los que hemos sucumbido en el pasado, y sobre aquellos que nos siguen amenazando para el futuro.

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El que no está conmigo, está contra mí. Jesús señala, con frase gráfica, la secuela de uno y otro reino.

No hay en asunto tan trascendente terreno neutral; se pertenece a Cristo o a Belial, o se recoge o se desparrama. El que se decida por Cristo, ingresará en el Reino de la luz; quien no le siga, continuará sometido al Príncipe de las tinieblas.

Esta vida es un campo de batalla. Cristo y Belial pretenden prosélitos.

San Ignacio, en su meditación de las Dos Banderas, ha sabido dar plasticidad a esta idea.

El ejército de Satanás tiene plantados sus reales en Babilonia; el ejército de Cristo Rey, en Jerusalén.

Cristo está sentado sobre un trono de luz; satanás impera entre llamas y columnas de humo asfixiante.

Los soldados de Cristo pelean con la Cruz; lo soldados de Belial se valen de las pasiones y de la concupiscencia para ganar terreno.

La recompensa de los primeros es el Cielo, la del ejército de Belial, la muerte eterna.

¿Quién diría que Satanás podría lograr halagar con tan terrible galardón? Y, no obstante, triunfa y se envalentona, porque los mortales somos tan necios, que preferimos un gozo presente, aunque lleve a un fin desgraciadísimo, que la felicidad eterna, si para llegar a ella se nos exige pasar por el estrecho callejón de la abnegación…

¡Oh inaudita locura! ¡Oh necia insensatez!

Que no sea así de nosotros. Prometamos seguir y luchar en las filas de Cristo Rey, haciendo honor a nuestro Bautismo.

Ya renunciamos un día a Satanás y a sus pompas; no queramos volvernos atrás de aquel juramento solemne. Seamos fieles a su Bandera hasta morir.

Los antiguos liturgistas y los autores espirituales han reconocido un trazo de la sabiduría maternal de la Iglesia en el discernimiento con el que se ofrece hoy a sus hijos esta lectura, centro de las enseñanzas de este Domingo.

Seríamos, en efecto, ciegos y miserables, si, estando rodeados de enemigos empeñados en nuestra destrucción y muy superiores a nosotros en fuerza y habilidad, no pensásemos en su existencia y maldad.

Si hay una época del año en que los fieles deben reflexionar sobre lo que la fe y la experiencia nos dice acerca de la existencia y las operaciones de los espíritus de las tinieblas, es sin duda esta, durante la cual debemos reflexionar sobre las causas de nuestros pecados, sobre los peligros de nuestra alma, y sobre los medios de protección contra las recaídas y los futuros ataques.

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Después de la predicación del Evangelio, el poder de Satanás sobre los cuerpos se vio restringido en los países cristianos en virtud de la Cruz; pero retoma fuerza, si disminuyen la fe y las obras de piedad cristiana.

De allí todos estos horrores diabólicos revolucionarios que, con diversos nombres más o menos científicos, se cometieron primero en las sombras, luego fueron y son aceptados en parte por la buena gente, y presionan hoy para destruir la sociedad.

Cristianos de hoy, recordad que habéis renunciado a Satanás, y tened cuidado de que una ignorancia culpable os conduzca a la apostasía.

No es una fantasía o ficción a la que habéis renunciado en la pila bautismal el día de vuestro Bautismo; es a un ser real, formidable, y del cual Jesucristo nos dice que es mentiroso y asesino desde el principio.

Pero, si bien debemos temer al terrible poder que puede ejercer sobre el cuerpo, y no tener ninguna participación en las prácticas que el demonio preside (iniciación al culto al que aspira), también debemos temer, y con mayor razón, su influencia sobre nuestras almas.

Volveré a mi casa, de donde salí. La lucha tiene lugar en el interior del alma. Allí se dan las más espantosas batallas, aunque de fuera no se perciba el choque de espadas, ni el estruendo del cañón.

Toda condescendencia hecha a la pasión chillona, es un palmo de terreno robado a Cristo.

Cuando Lucifer logra que la concupiscencia domine y venza a la Cruz, aherroja al alma y hácela su prisionera; la lleva a su campo y la constituye en número activo de su reino.

Esto sucede cada vez que se comete un pecado mortal.

¡Con qué cuidado andaríamos, si tuviéramos conciencia viva de esta tremenda realidad!

Asimismo, cuando el cristiano comete un pecado venial, no se atreve a expulsar a Cristo de su alma, pero le quita terreno y lo cede al demonio.

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Cristiano, si pensaras en ello, te detendrías un tanto antes de dejarte llevar de tus debilidades, antes de condescender con tus pasiones, con los deseos menos santos de tu naturaleza.

Sírvate esta consideración de serio aviso.

Da hoy una mirada a tu interior. Examina si reina enteramente allí el Príncipe de la Luz, o si hay algún rinconcito reservado al tirano de las tinieblas.

Recuerda que antes del Bautismo pertenecías al demonio, que cual hombre valiente bien armado guardaba aquella su casa. Pero llegó otro más fuerte que él, Cristo Jesús, que le asaltó, vencióle y le desarmó.

Considera la lucha de la gracia que Dios tuvo que emprender para arrancarle tu alma de sus garras.

Desde ese momento no había temor para ti, mientras tú mismo no abrieras la puerta al demonio, mientras no te entregaras, voluntariamente, a su esclavitud, ya que el Más fuerte te guardaba.

¿Cuál ha sido tu proceder? Si, por desgracia, has estado ya nuevamente bajo el poder del príncipe de las tinieblas, llora tu iniquidad, y confiando en la misericordia divina, clama con corazón humilde y contrito al Señor.

Mas, si has tenido la gracia de conservar en todo momento para Cristo el terreno de tu pequeño reino, dale gracias y anda prevenido, no te suceda que el demonio pruebe asaltarte con un escuadrón de espíritus peores que él, y te derribe; y venga a ser tu postrer estado peor que el primero.

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Oponte también a que el demonio ocupe ningún rincón de tu alma. Toda ella debe ser de Cristo. No es cualquier cosa lo que esto exige: te costará seguramente grandísima violencia; pero lucha es la vida, y en pie de guerra nos debe encontrar la muerte.

En estos días, la Iglesia nos ofrece todos los medios de superar al demonio: el ayuno, unido a la oración y a la limosna.

Pero no creas que tu enemigo haya sido destruido. Está irritado; la confesión y penitencia lo ha expulsado ignominiosamente de su dominio; y él se comprometió a hacer todo lo posible para volver allí.

Teme, pues, una recaída en el pecado mortal; y para afirmar este saludable temor, reflexiona sobre las palabras del Evangelio de hoy.

El demonio no se resigna a quedarse lejos de la presa que codicia. El odio lo impele, como en el principio del mundo, y se dice: tengo que regresar a mi casa, de donde salí. Pero no vendrá solo, quiere triunfar; y para ello traerá con él, si es necesario, siete demonios más perversos.

¡Qué terrible situación se está preparando para nuestra pobre alma, si ella no es vigilante, si no está fortificada, si la paz que Dios le ha dado no ha sido una paz armada!

Si quieres la paz, prepárate para la guerra…, decían los antiguos… Y hoy nos predican un pacifismo cómplice y traidor…

Temamos, pues, una recaída; y para asegurar nuestra perseverancia, sin la cual sería de muy poca utilidad estar por unos días en la gracia de Dios, vigilemos, recemos, defendamos las murallas de nuestra alma, no renunciemos la batalla.

El enemigo infernal, desconcertado por nuestra capacidad de combate, partirá a llevar a otra parte su vergüenza y su rabia.

P.CERIANI

SANTORAL 10 DE MARZO





LOS 40 MÁRTIRES DE SEBASTE



N o andéis inquietos en orden a vuestra vida, sobre
lo que comeréis y en orden a vuestro cuerpo
sobre qué vestiréis.
(Lucas, 12, 22).


   Bajo el reinado de Licinio, Agrícola, gobernador de Sebaste, en Armenia, quiso forzar a 40 soldados a que abandonaran la fe. Fueron arrojados en un calabozo cargados de cadenas, y en lo más crudo del invierno fueron sumergidos en un estanque helado. Su oración común era: "Señor, cuarenta entramos en la lid, que cuarenta seamos coronados". Uno de los guardias vio que un ángel traía treinta y nueve coronas y se preguntaba por qué faltaría una, cuando he aquí que uno de los cuarenta dejó a sus compañeros y fue a arrojarse en un baño de agua tibia preparado en la orilla. Con todo, la oración que rezaron no fue inútil, pues el guardia fue a ocupar el lugar del que había traicionado su fe.

MEDITACIÓN
SOBRE LA CONFORMIDAD
CON LA VOLUNTAD DIVINA

   I. Abandónate enteramente a la Providencia de Dios; Él es omnipotente, en vano tratas de resistir sus órdenes. Mantente contento en la adversidad como en la prosperidad, persuadido de que nada sucede contra la voluntad o permisión divina. He aquí el secreto infalible para vivir dichosos y para agradar a Dios. Harás siempre la voluntad de Dios si quieres lo que Él quiere.

   II. Dios conoce mejor que tú lo que necesitas. A menudo deseas lo que te resultaría nocivo, semejante eres en esto a los niños, a los insensatos, a los frenéticos, a quienes hay que quitarles el veneno por temor de que se den la muerte. Un día agradecerás a esta amable Providencia que te haya conducido por los caminos que ahora no comprendes. Agradece a Dios en la adversidad como en la prosperidad; y cuando todo te sale bien confiesa que no eres digno de tu felicidad. (San Euquerio).

   III. Dios te dará lo más útil para tu salvación. Es tu padre, ¿Puedes dudar de su afecto? Te ama más de lo que tú te amas a ti mismo, puesto que dio su sangre para salvarte, mientras tú nada quieres hacer por tu salvación. Si estás afligido, recuerda siempre que es Dios quien permite lo que sucede, y que Dios es tu padre. Así como siempre es Dios, siempre es padre. (San Eusebio).

La conformidad con la voluntad de Dios 
Orad por los huérfanos.

ORACIÓN

viernes, 9 de marzo de 2012

SANTORAL 9 DE MARZO





SANTA FRANCISCA ROMANA,
Viuda



Jesucristo se humill6 a sí mismo haciéndose
obediente hasta la muerte, ¡Y muerte de cruz!
(Filipenses, 2, 8).


   Santa Francisca Romana veía siempre a su lado al ángel custodio. Éste se avergonzaba y se apartaba cuando ella cometía una falta, o cuando escuchaba conversaciones profanas. Jesús y María conversaban familiarmente con ella. ¿Admiras estas mercedes? Sin embargo, hay algo más admirable en la vida de Santa Francisca: su humildad y su obediencia. Por obedecer a su marido, en el acto abandonaba sus ejercicios de devoción. Es -decía- dejar a Dios por Dios". Murió en 1440.

MEDITACIÓN
SOBRE LA OBEDIENCIA

   I. Cuarenta años vivió Santa Francisca con su marido sin que hubiera entre ellos la menor disensión, porque no tenía ella otra voluntad que la de él. ¿Quieres conservar la paz en tu familia y en tu conciencia? Obedece a los superiores que Dios te ha dado. Ve en ellos la persona de Jesucristo; deja tus placeres, tus pasatiempos, para hacer su voluntad en todo lo que no sea contrario a la ley de Dios. Tu obediencia será siempre recompensada.

   II. Estás con frecuencia melancólico, nunca está tu espíritu tranquilo; ¿sabes la causa? Es porque no obedeces, o porque lo haces de mala gana; no sometes tu voluntad a la de aquellos que tienen derecho a mandarte. Para adquirir esta virtud, debes renunciar a tu voluntad propia; cosa difícil es, pero puedes lograrlo. ¡Qué feliz será tu vida, si no tienes otra voluntad que la de tus superiores!

   III. Es preciso, además, que sometas tu juicio al del que te manda: no es cosa de los inferiores el discutir las 6rdenes de los superiores, a menos que tengas razones para creer que son contrarias a la ley de Dios. Jesús obedecía a María y a José, ¿y tú no puedes someter tu juicio al juicio de tus superiores? Nunca estarás contento, tu obediencia carecerá de vigor y de mérito, si no te habitúas a obedecer sin discutir lo que se te ordena. Aquél que aprendió a obedecer bien, no discute las órdenes que recibe. (San Gregorio)

La obediencia 
Orad por la paz.


ORACIÓN

jueves, 8 de marzo de 2012

SANTORAL 8 DE MARZO




SAN JUAN DE DIOS,
Confesor



Bienaventurados los mansos, 
porque ellos poseerán la tierra.
(Mateo, 5,14).


   Este santo tenía más avidez de humillación y de menosprecio que la que tienen los hombres mundanos de honores y distinciones. Un día, una mujer lo colmó de injurias y lo trató de hipócrita, y él, secretamente, dióle dinero, comprometiéndola a repetir lo dicho en la plaza pública. El arzobispo de Granada le reprochó, porque recibía en el hospital, que administraba, a vagabundos ya personas poco recomendables, arrojóse el santo a los pies del prelado diciéndole: "No conozco en el hospital a otro pecador fuera de mí mismo, que soy indigno de comer el pan de los pobres". Otro día corrió en todas direcciones sacando enfermos del hospital, que estaba en llamas, y salió al cabo de una media hora sin la menor quemadura. De rodillas exhaló su último suspiro, abrazando a Jesús crucificado, cuya abnegación, mansedumbre y humildad tan bien había imitado.

MEDITACIÓN
SOBRE LA MANSEDUMBRE

   I. Practica la mansedumbre, ahoga con esmero 1os movimientos incipientes de la cólera; ¿qué ganas con satisfacer esta violenta pasión, que turba tu entendimiento, y que atormenta a sus servidores y amigos? Acuérdate de la mansedumbre de Jesucristo. ¡Qué alegría experimentarás por haber reprimido este arranque! ¡Qué recompensa recibirás si te vences a ti mismo! Los que triunfan de sí mismos hacen violencia al cielo. (San Cipriano).

   II. Practica la suavidad, soportando el mal humor y las imperfecciones del prójimo. Quieres que te soporten tus defectos, es muy razonable que uses de igual indulgencia para con los demás. Ese carácter molesto que reprochas en tu hermano es un defecto de la naturaleza; acaso ella te trató a ti peor todavía, y te hizo más desagradable para el prójimo. Examina tus defectos, y soportarás fácilmente los de los demás.

   III. Practica la mansedumbre soportando que se te menosprecie. ¿Quién eres tú, en definitiva, para que tanto te cueste soportar desprecios? Tu nada y tus pecados muy merecido tienen este trato. Si te los conociesen dirían mucho más. ¿y qué mal pueden hacerte ante Dios las palabras que te digan? Más aun, ¿qué corona no merecerías si las sufrieses con paciencia? Si fueses verdaderamente humilde, nada te costaría sufrir el desprecio y los malos tratos. La humildad suaviza todas las tribulaciones. (San Eusebio).

La mansedumbre
Orad por los enfermos.

ORACIÓN

   Oh Dios, que después de haber abrasado con vuestro amor al bienaventurado Juan, lo hicisteis andar sano y salvo en medio de las llamas y por su intermedio enriquecisteis a vuestra Iglesia con una nueva familia, haced, en consideración a sus méritos, que el fuego de su caridad nos purifique de nuestras manchas y nos eleve hasta la eternidad bienaventurada. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 7 de marzo de 2012

SANTORAL 7 DE MARZO





7 de marzo

SANTO TOMÁS DE AQUINO,
Confesor



Bienaventurados los mansos, 
porque ellos poseerán la tierra.
(Mateo, 5,14).


   Santo Tomás de Aquino es para la Iglesia, lo que el sol para el mundo. La ilustró con su ciencia y con su santidad. Desde los 5 años de edad rezaba dos horas diarias. Entró en la Orden de Santo Domingo, y en ella perseveró después de resistir con entereza las amenazas de sus parientes, que se esforzaron por hacerlo renunciar a su vocación. Todos los día celebraba una misa y oía otra. A los pies del crucifijo era donde buscaba la solución de las dificultades que encontraba en el estudio de la teología. Murió en 1274.

MEDITACIÓN
SOBRE SANTO TOMAS

   I. Santo Tomás fue para la Iglesia como un sol refulgente. Su prodigiosa erudición le valió el título de Doctor Angélico. Sus escritos tuvieron por única finalidad hacer conocer cuán admirable es Dios, en sí mismo y en sus obras. Mereció, así, oír de labios mismos de Nuestro Señor: Tomás, bien has escrito de mí, ¿qué recompensa pides? ¿Qué hubieras respondido tú, que estudias sólo por vanidad, por curiosidad, por interés? Este santo no quiso otra recompensa que a Dios mismo. Si en tus estudios y trabajos buscas otra cosa que no sea la gloria de Dios y tu salvación y la del prójimo, pierdes el tiempo.

   II. Este sol ha enfervorizado tanto como ha iluminado; abrasaba el corazón de los demás con el fuego del amor divino, porque el suyo estaba enteramente penetrado de él. Vamos, con Santo Tomás, a buscar este sagrado fuego en el Corazón del Salvador: en él aprenderemos la ciencia de los santos, sin la cual nuestras luces no son sino relumbrones que nos llevarán al precipicio. Para nada sirve la erudición, si la ciencia de Dios no la corona. (San Jerónimo).

   III. El consejo es de perenne actualidad. En vano brillara Santo Tomás con tanto fulgor, si no hubiera trabajado por la gloria de Dios; mas su virtud no era menos admirable que su ciencia, y lo que a otros enseñaba, él era el primero en practicar. Hombres sabios, Dios espera mucho de vosotros: más culpables seréis que los otros si no sois virtuosos. Humillémonos a ejemplo de Santo Tomás, porque todo lo que tenemos proviene de Dios. De nada hemos de gloriarnos, porque nada es nuestro. (San Cipriano).

El apego a la oración
Orad por los escolares.

ORACIÓN

   Oh Dios, que iluminasteis a vuestra Iglesia mediante la maravillosa erudición de vuestro bienaventurado confesor Santo Tomás, y que la fecundáis mediante la santidad de sus obras, concedednos la gracia de comprender sus enseñanzas e imitar sus virtudes. Por J. C. N. S. Amén.

martes, 6 de marzo de 2012

SANTORAL 6 DE MARZO




6 de marzo


SANTA COLETA,
Virgen

Hasta ahora nada habéis pedido (a mi Padre) 
en mi nombre: Pedidle y recibiréis,
 para que vuestro gozo sea completo
(Juan, 16, 24)


   Movida Santa Coleta por la aflicción que su pequeña estatura causaba a su padre, le pidió a la Santísima Virgen que la hiciera crecer. La Madre de Dios escuchó su inocente oración. Muy pronto excedió la estatura media de las personas de su sexo. Después de la muerte de sus padres, entró en la orden de Santa Clara, a la que reformó. Sus austeridades eran extraordinarias, su devoción al Santísimo Sacramento de la Eucaristía, admirable. Tuvo la dicha de recibir la comunión de manos de Jesucristo mismo. Particularmente era devota de su Pasión; sufría crudelísimos dolores cuando pensaba en los tormentos que padeció Jesús. Murió en Gante, en 1447.

MEDITACIÓN
SOBRE LA DEVOCIÓN
A JESÚS SACRAMENTADO

   I. Santa Coleta deshacíase en lágrimas en el momento de la elevación de la Santa Hostia, porque estaba animada de fe viva. Si tuvieses un poco de fe, tendrías las mismas ternuras para Jesucristo; llorarías al ver los ultrajes con que tantos malos cristianos agobian a un Dios digno de amor y respeto infinitos; llorarías al pensar que tus pecados fueron la causa de su dolorosa Pasión cuya memoria renueva todos los días el sacrificio de la Misa.

   II. Debes esperar del Padre eterno todo lo que pidas por los méritos de Jesús, oculto en este Sacramento. Si tuvieras la confianza de Santa Coleta, verías, como ella, que son escuchados tus deseos: no se quedó Jesús en la tierra sino para proveer a tus necesidades. Mas, para que obtengas todo de Jesucristo, dale lo que te pide desde hace tanto tiempo; ¿es como para asombrarse, acaso, que rechace tus ruegos cuando tú mismo desprecias sus inspiraciones? No lo hemos escuchado, Él no nos escucha; no lo hemos mirado, Él no nos mira. (Salviano).
   III. Si tuvieras un poco de amor por Jesucristo, tendrías, como Santa Coleta, una grandísima devoción al Santísimo Sacramento del altar. Si quieres que Jesús sea tu amigo, visítalo con frecuencia en su casa, acompáñalo, ya en las procesiones solemnes, ya cuando se lo lleva a los enfermos. En una palabra, trata a Jesús como a tu amigo. Señor, en adelante quiero amare con todo mi corazón, porque tú me amaste primero. (San Agustín).

La devoción a la Eucaristía
 por la conversión
de los herejes.

ORACIÓN

   Dios, Salvador nuestro, escuchadnos, a fin de que la fiesta de Santa Coleta, al tiempo que regocija nuestra alma, desarrolle en ella los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.

lunes, 5 de marzo de 2012

SANTORAL 5 DE MARZO



5 de marzo


SAN ADRIAN,
Mártir



¡Ay de vosotros los ricos!, porque ya tenéis
vuestro consuelo en este mundo.
(Lucas, 6, 24) .


   San Adriano se trasladó a Cesárea para visitar en sus calabozos a los confesores de la fe, y fue detenido en las puertas de la ciudad. Interrogado acerca del motivo de su viaje, confesó ingenuamente la verdad y fue conducido a presencia del gobernador, quien lo hizo desgarrar con uñas de hierro y lo condenó en seguida a ser arrojado a las fieras. Como éstas lo respetaron, fue degollado; corría el año 308.

MEDITACIÓN
LOS RICOS SON DESGRACIADOS
EN ESTE y EN EL OTRO MUNDO

   I. No obstante que los hombres miren a los ricos como dichosos en este mundo, en realidad son desgraciados. Preciso es que sin descansar trabajen para adquirir y conservar sus riquezas; el deseo de aumentarlas y el temor de perderlas los atormentan sin cesar. Hasta son tan ciegos que no pocas veces no se sirven de sus riquezas, por miedo de verlas disminuir. No gozan los bienes de la tierra, y no gozarán los del cielo.

   II. Considera al rico en la hora de 18 muerte. Dime por favor, ¿en cuánto estima ahora las riqueza que debe abandonar? ¡Ay! ¡con qué dolor conoce que ha de morir pronto, para ir a dar cuenta de su vida a ese Dios que tanto amó la pobreza y que despreció las riquezas! ¡Muerte cruel!, exclamaba un rey en sus últimos momentos, ¿así es cómo me separas de lo que tanto amé? (Libro de los Reyes).

   III. ¿Los ricos serán felices por lo menos después de su muerte? ¿Lo podrían esperar, si no redimieron sus pecados mediante sus limosnas? Sus riquezas les proporcionaron los medios para cometer impunemente toda clase de crímenes; porque raro es dar con un hombre que solamente haga lo que debe, cuando tiene el poder de hacer todo lo que quiere. No sin razón Jesús dice a menudo que es difícil que un rico entre en el cielo. Él no quiso discípulos ricos en la tierra; ¡cuán para temer es que no reciba a muchos ricos en el cielo! Cristo, que es pobre, desprecia a los discípulos ricos. (San Cipriano).

El desprecio de las riquezas
Orad por los pobres.

ORACIÓN

   Dios todopoderoso, Os suplicamos hagáis que la intercesi6n del bienaventurado Adriano, vuestro mártir, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.

domingo, 4 de marzo de 2012

SANTORAL 4 DE MARZO



4 de marzo


SAN CASIMIRO,
Confesor



Bienaventurados los que tienen puro su coraz6n.
porque ellos verán a Dios.
(Mateo, 5,8).


   San Casimiro, rey de Polonia, vivió en castidad, y murió por conservar esta virtud. La meditación de los sufrimientos de Jesucristo, los cilicios, el ayuno y las otras austeridades, tales fueron los medios de que se valió para conservar un pureza angélica. Lleno de celo por la propagaci6n de la fe, persuadió a su padre a dictar una ley que prohibió a los rutenos cismáticos la construcción de nuevos templos y la reparación de los que quedaban en ruinas. Su caridad para con los pobres era inagotable. Anunció el día de su muerte, y dio su alma a Dios, a la edad de 23 años, en el año 1484.

MEDITACIÓN SOBRE
EL PECADO

   I. El pecado mortal es el mal supremo del hombre; es preciso evitarlo a cualquier precio. Mantente firmemente resuelto a perder tus bienes, tu honra, tu salud, tu vida, antes que cometer un solo pecado mortal. ¿Estás dispuesto a ello? ¿Cuántas veces ofendes a Dios por un puntillo de honra, por un leve interés, por un placer transitorio?

   II. La misma actitud debemos observar respecto al pecado venial, pues el pecado disgusta a Dios, y lo ofende. Sí, sería mejor dejar que perezca el mundo entero antes que proferir una mínima mentira. Es el sentir de todos los santos; ¿es también el tuyo? ¿Cuántos pecados veniales cometes por día? Ten cuidado, esas pequeñas enfermedades te predisponen insensiblemente para una enfermedad mortal. Nunca cometas ni siquiera un solo pecado venial deliberado.

   III. No basta alejarse del pecado mortal y del pecado venial, es preciso, en la medida en que lo puedas, evitar hasta las menores imperfecciones, y seguir los consejos que Jesús nos da en el Evangelio. San Casimiro prefirió morir antes que abandonar el consejo evangélico de la castidad. ¡Cuán alejado estás tú de la guardia de los consejos, tú que apenas observas los mandamientos! Pon mucho cuidado en esto: el que no hace la que manda el Señor, en vano espera la que Él promete. (San Pedro Crisólogo).

La huida del pecado 
Orad por los que os gobiernan. 

ORACIÓN

   Oh Dios, que amasteis a San Casimiro con inquebrantable constancia en medio de los placeres de la corte y las seducciones del mundo, haced, benigna- mente, que por su intercesión vuestros fieles desprecien las cosas terrenas y suspiren sólo por los bienes del cielo. Por J. C. N. S. Amén.

sábado, 3 de marzo de 2012

SERMÓN PARA LA DOMÍNICA SEGUNDA DE CUARESMA



DOMINGO SEGUNDO DE CUARESMA

Visto en:  Radio Cristiandad


Tomó Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la nieve. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: Levantaos, no tengáis miedo.
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.

Con el fin de invitarnos a seguir su ejemplo, la Santa Liturgia nos presentó el Domingo pasado a Jesús luchando con las armas del ayuno. Hoy nos señala ya la corona que seguirá a la victoria: la transfiguración, la glorificación.

La Transfiguración del Señor sobre el Tabor es el preludio de su glorificación después de resucitado.

Como por un resquicio, miramos ya hoy de antemano la gloria que llena el santuario de la divinidad, que es la sagrada Humanidad de Cristo.

Fortalezcamos nuestro espíritu con la contemplación de estos resplandores.

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La Liturgia nos revela una hora de Tabor en medio de la peregrinación cuaresmal y del destierro.

Un poco más de dos años llevaban ya de aprendizaje los discípulos en la escuela de Jesús. Con su Maestro habían comido su pan y partido sus penas. Unidos con lazos íntimos, sentían como propias las injurias y calumnias que los escribas y fariseos levantaban contra Él, y asimismo se regocijaban en espíritu cuando veían a su Preceptor admirado y bendecido por las turbas.

Aunque engañados e ilusionados por sus falsos prejuicios acerca del Mesías prometido, no es menos verdad que, unidos por amor y con incondicional fe, cerraban los ojos a todo lo que contradecía a sus vanas esperanzas y se sujetaban gustosos a toda clase de privaciones, siempre en expectación del día en que fundara el Señor su Reino.

No hacía más que una semana que Jesús prometiera que algunos de sus discípulos no morirían sin ver antes un bosquejo de la gloria del Reino de Dios.

La visión del Tabor hizo realidad su promesa. Aquella hora desbordante fue un paréntesis de gloria en medio de las penalidades del escabroso camino que recorrían con su Maestro.

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Esto es también lo que pretende hacer hoy la Iglesia con sus fieles.

Hemos emprendido con fervor la dura senda de la penitencia en compañía de Jesús, y la Madre Iglesia quiere dejar caer en nuestras almas unas gotas de consuelo, llevándonos ante el Señor transfigurado.

Con esta visión quiere animarnos a la lucha.

Acerquémonos, pues, con fervor, de modo tal que, cuando vislumbremos, tras la candidez nívea de la blanca Hostia, la gloria del Señor, podamos exclamar con San Pedro: Señor, bueno es estarnos aquí.

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Consideremos lo que nos enseña el Padre Calmel sobre este misterio:

Por derecho, el estado de transfiguración convenía a este Cuerpo, instrumento perfectamente adaptado al Verbo de Dios y a su Alma llena de Gracia y de Verdad.

Sin embargo el Verbo de Dios no asumió un Cuerpo humano para que estuviese transfigurado habitualmente durante su vida mortal, sino al contrario para que fuese capaz de sufrir y de morir para nuestra salvación.

Por esta razón hasta la mañana de la gloriosa resurrección de entre los muertos, excepto el día de la Transfiguración, este Cuerpo no conoció la gloria que le correspondía.

Si el Señor hubiese conocido esta gloria, no solamente no habría podido redimirnos de la manera que convenía, es decir, por el sufrimiento; sino que incluso los Apóstoles, los fieles que lo habrían seguido no lo habrían seguido en verdad.

Seguir un Cristo en estado habitual de transfiguración, eso no habría sido seguir a Cristo en sí mismo, sino más bien encantarse de su magnificencia.

Nosotros, por nuestra parte, podemos hacer reflexiones similares respecto del Cuerpo Místico de Nuestro Señor…

En efecto, si la Santa Iglesia hubiera conocido la gloria, no solamente Ella no habría podido redimirnos de la manera que convenía, es decir, por el sufrimiento; pero incluso los fieles que la hubieran seguido no la habrían seguido en verdad. Seguir una Iglesia en estado habitual de transfiguración, eso no es seguir a la Iglesia en sí misma, sino más bien encantarse de su magnificencia…

Si queremos tener parte en la gloria de la Iglesia en el momento de su triunfo, en primer lugar debemos acompañar a la Iglesia hoy en su Pasión…

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En realidad, la Transfiguración es el término final de los ejercicios cuaresmales y de nuestra peregrinación por la tierra. Es la culminación; y a ella debemos encaminarnos.

Por ahora, en efecto, la gloria de la Transfiguración viene rodeada de un marco de seriedad: es el pensamiento de la cercana Pasión.

Jesús, dice San Lucas, habla con Moisés y Elías acerca de su salida de este mundo, de su Pasión; y al bajar del monte, añade San Marcos, manda el Maestro a los tres Apóstoles que no digan a nadie nada de lo que han visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiese resucitado de entre los muertos.

La intención de Jesús, al mostrar a sus discípulos una pequeña partecilla de su gloria, aparece por tanto bien clara: quiere fortalecer en la fe a los tres discípulos que habían de ser testigos de su agonía en el Huerto de los Olivos; quiere confirmar su esperanza, dándoles a entender cuál ha de ser el fin de la carrera de oprobio que ha de trasponer cargado con la cruz de nuestros pecados.

Este momento de gloria no duró mucho tiempo para el Hijo del hombre; su misión de sufrimiento y la humillación lo llamaban desde Jerusalén. Por lo tanto, retiró su brillo sobrenatural y, cuando regresó a los Apóstoles, no vieron más que a su Maestro, con la misma figura de siempre.

¿Recordarán, al menos, lo que vieron y oyeron? La divinidad de Jesús, ¿sigue impresa en su memoria? Cuando llegue la hora de la prueba, ¿no desesperarán de su misión divina y se escandalizarán de su humillación voluntaria?

Poco después de haber celebrado con ellos la Última Cena, Jesús condujo a los mismos tres discípulos a otro Monte, el de los Olivos. Allí les descubrió sus íntimos sentimientos: Mi alma está triste hasta la muerte…

En medio de esta terrible crisis, ¿velaban los tres Apóstoles, esperando el momento en que tendrían que entregarse con y por Él? No. Se durmieron y luego huyeron…

Más tarde, los tres Apóstoles testigos de la resurrección de su Maestro, repudiando por un arrepentimiento sincero su conducta vergonzosa y culpable, reconocieron la previsión bondadosa con la que el Salvador había querido evitar la tentación, transfigurándose en su gloria antes de los días de su Pasión.

Igual pretensión tiene asimismo la Liturgia: quiere darnos un estímulo de energía divina, que nos reanime para continuar con bríos la lucha emprendida, y así llegar al término de la misma: a la alegría de la Resurrección, que será a su vez símbolo de nuestra futura resurrección.

No esperemos a verlo abandonado y traicionado por nosotros, para reconocer luego su grandeza y divinidad.

Llegamos al aniversario de su Sacrificio; también le veremos humillado por sus enemigos y aplastado debajo de la mano de Dios.

Que nuestra fe no desfallezca ante este espectáculo…; cuando todo se haya cumplido a la letra, recordemos los esplendores del Tabor, los tributos de Moisés y Elías, la nube luminosa, la voz del Padre inmortal…

Cuanto más se desplome Jesús ante nuestros ojos, tanto más tenemos que elevar nuestros clamores, diciendo junto a la milicia de los Ángeles y con los veinticuatro Ancianos que San Juan, uno de los testigos del Tabor, oyó en el cielo: Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder y la divinidad, la sabiduría y la fortaleza, a Él el honor, y la gloria, y la alabanza…

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¡Cuántas almas en la vida sobrenatural comparten la ilusión de San Pedro! Aspiran a las consolaciones divinas sin querer pasar por las pruebas y las tribulaciones… No piensan que los sufrimientos conducen al consuelo y al alivio y sobre todo que es necesario buscar Dios en primer lugar, antes de buscar sus consolaciones.

Sobre el Tabor, fue la segunda vez que el Padre Eterno declaró a Jesús su Hijo muy amado y el objeto de sus complacencias; la primera había sido en el Jordán, el día del Bautismo de Nuestro Señor.

El Padre quería por allí consolidar nuestra fe en Jesucristo y excitarnos a amarlo aún más y a obedecerlo en todo: escuchadlo, porque es la verdad; buscadlo, porque es la vida; seguidlo, porque es el camino.

Pedro, escucha a mi Hijo… Antes de permanecer para siempre en la cumbre del Tabor, debes regresar al valle, y subir a continuación, con mi Hijo, al Monte de los Olivos, y luego al Monte Calvario…

¡Oh Pedro!, tus palabras son la marca indudable de tu amor, pero ¡qué prueba dan ellas de la confusión que reina en tu espíritu!

Deslumbrado por una imagen de la gloria celestial, quieres permanecer allí para gozar eternamente…

¿No sabes, pues, que es necesario que Cristo sufra y muera, para entrar definitivamente en su gloria?

¿No sabes que debes también trabajar y sufrir con Él, y morir por Él, con el fin de tener parte en esta gloria?

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De la misma forma, debemos aplicarnos a nosotros mismos estas palabras con respecto a la Pasión de la Iglesia y a nuestras tribulaciones.

¿Por qué, entones, la Transfiguración?… podemos preguntar… El Padre Calmel responde:

Por la misma razón que la Resurrección, de la cual es el anuncio y la figura.

Para darnos confianza en medio de una vida de angustias y oscuridad; para consolidar nuestra esperanza al medio de una vida de incertidumbre y tinieblas.

El Señor nos dio bastante luz para que no dudáramos en seguirlo, incluso en medio de la noche.

Como el apóstol San Pedro, preferiríamos, nuestra naturaleza preferiría, que la noche no vuelva, que la transfiguración se prolongue sin fin.

La naturaleza, abandonada a sí misma, no entiende las cosas de Dios.

Pero es bueno para nosotros que se esfume el resplandor de este sol; es mejor avanzar en la noche.

Aquí bajo es mejor para la fidelidad.

Si no dejamos de ir a su encuentro, aunque sea de noche, esta perseverancia dolorosa es la prueba de que buscamos de verdad al Señor.

Es porque nos ama, porque desea que lo encontremos a Él y nada más en su lugar, que quiere que lo busquemos en la noche… Aunque sea de noche…

En cuanto a esos cristianos, a quienes las comodidades, la paz, las adulaciones, la seguridad del día siguiente…; en cuanto a aquellos otros, a quienes el éxito de la vida impediría prestar atención al Rostro del Salvador, les pido detenerse un momento y reflexionar en presencia del misterio de gloria y el misterio de ignominia del Señor Jesús…

Les pido aceptar observar atentamente a Aquel en el cual siguen creyendo…

Si Él no quiso tomar el camino del éxito, de las comodidades, de la paz, de la seguridad del día siguiente y de la consideración del mundo, es que este camino no era el mejor.

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Si entendemos esto, entonces el Señor se revelará tal como es: Señor de la gloria y Hostia de la Cruz.

Entonces comenzará a estar presente en nuestra vida, para modificarla profundamente.

Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle…

P.CERIANI

SANTORAL 3 DE MARZO




SANTA CUNEGUNDA,
Emperatriz de Alemania, Viuda



Queridísimos, os conjuro a que os abstengáis
de los deseos de la carne, que combaten
contra el alma.
(1 Pedro, 2,11).


    Santa Cunegunda dio un espectáculo verdaderamente digno de los ángeles observando, en medio de las delicias de la corte, castidad perpetua con San Enrique su esposo. La calumnia se empeñó en hacer que su virtud se hiciese sospechosa ante los ojos de este príncipe; mas, Cunegunda, llena de confianza en Dios, probó su inocencia caminando descalza, sin quemarse, sobre rejas de arado calentadas al rojo. Después de la muerte de San Enrique, esta purísima paloma, se retiró a un monasterio como buscando asilo para su virginidad. Murió en el año 1039.

MEDITACIÓN SOBRE
LA CASTIDAD

   I. Es muy difícil vivir castamente en medio de las delicias del mundo; no te creas que conservarás sin esfuerzo ese precioso tesoro de tu pureza. Serás atacado día y noche, en todo tiempo, en todo lugar, a toda edad de tu vida; mas, esta virtud, que te hace semejante a los ángeles, bien merece que se realicen los mayores esfuerzos para conservarla. Reguemos este hermoso lirio de nuestros desvelos, con nuestras lágrimas y nuestra sangre, si fuese necesario, antes que dejarlo marchitar.

   II. Lo que es difícil para la fragilidad humana, se hace fácil con el auxilio del Cielo. Es verdad que nadie podría ser casto, si Dios no le diera esa gracia; pero Dios no deja de hacer esta merced a quienes se la piden y trabajan seriamente en su adquisición. Desconfía de ti mismo, humíllate, implora el auxilio del Cielo, y Dios te dará las gracias necesarias para someter la carne al espíritu. Evita sobre todo las faltas menores: todo es peligroso; el tesoro que llevas se encierra en vaso de arcilla: una nonada te lo puede hacer perder.

   III. Huye prontamente de las ocasiones en las que peligra la santa virtud. Apenas San Enrique hubo dado su último suspiro, dejó Cunegunda la corte para refugiarse en un monasterio. Huye si quieres vencer; no te confíes en las victorias pasadas: basta una mirada para perderte; no eres más sabio que Salomón, ni más santo que David, que fueron vencidos por el demonio de la impureza. En fin, si el fuego de las pasiones arde en tus huesos, date prisa a apagarlo con el recuerdo del fuego eterno. (San Pedro Damián).

La castidad
Orad por las vírgenes.

ORACIÓN