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sábado, 18 de septiembre de 2010

18 de septiembre


  • San José de Cupertino, Confesor
  • Santa Ricarda, Emperatriz
  • San Ferreol, mártir
  • San Metodio de Olimpo, Obispo y Mártir
  • Beato Juan Masías, Confesor 
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.

SAN JOSÉ DE CUPERTINO
Confesor

n. 17 de junio de 1603 en Nardo (Nápoles), Italia;
† 18 de septiembre de 1663 en Ossimo, Italia

Patrono de los pilotos; astronautas; tripulación aérea; estudiantes, en 
especial quienes tienen que rendir algún examen.


Armémonos, revistiendo por coraza la fe y la caridad,
y por casco la esperanza de la salvación.
(I Tesalonicences, 5, 8).


Temprano declaró San José la guerra a la carne y al mundo. Mucho antes de su entrada en religión, llevaba un tosco cilicio y maceraba su cuerpo con diversas austeridades. Admitido como doméstico entre los Conventuales, fue después, a causa de sus eminentes virtudes, recibido entre los religiosos de coro. Ordenado sacerdote en 1628, se retiró a una incómoda celda, se despojó de todo lo que le había sido acordado por la regla y, arrojándose al pie del crucifijo: Señor, exclamó, heme aquí despojado de todas las cosas creadas, sé tú mi único tesoro; considero todo otro bien como un peligro, como la pérdida de mi alma. Para recompensar su generosidad, el Señor lo favoreció con numerosos éxtasis, y le concedió el don de milagros y profecía. Murió el 18 de septiembre de 1663.

MEDITACIÓN SOBRE
LAS ARMAS DEL CRISTIANO

I. Hay circunstancias en las que el cristiano no triunfa sino mediante la huida. La castidad es uno de estos combates. ¿Quieres obtener en ellos una victoria. segura? Huye de las ocasiones, porque tienes a tu cuerpo contra ti; es un enemigo doméstico que está en inteligencia con el demonio, y que te traicionará. No tengas vergüenza de huir, si deseas obtener la corona de la castidad. (San Agustin)

II. No resistas a quienes te abruman de injurias y de burlas sangrientas, a quienes te desprecian, te calumnian o te maltratan de cualquier manera que fuere: cállate, no trates de confundirlos, no les devuelvas mal por mal. ¡Oh! ¡qué difícil es contenerse en tales ocasiones; mas, cuán agradable a Jesucristo es la victoria que obtienes sobre ti mismo! El divino Maestro nada respondió a las calumnias y a las burlas de los judíos; imítalo.

III. La fe, la esperanza y la caridad son las tres armas que San Pablo nos presenta para hacernos triunfar de nuestros enemigos. Considera con los ojos de la fe lo que ha sufrido Jesucristo, y tus sufrimientos te parecerán leves; eleva tus miradas al cielo, y la esperanza de obtener la corona sostendrá tu valor; ama a Dios, y sus mandamientos ya nada tendrán de penoso para ti. Donde hay amor, no hay pena, o si existe pena, hácese amable. (San Agustin)

La huida de las ocasiones
Orad por los que son tentados.

ORACIÓN

Oh Dios, que habéis querido que vuestro Unigénito Hijo, levantado de la tierra, atrajese todo hacia Él, haced, os lo suplicamos por los méritos del seráfico José, vuestro confesor, que elevados a su ejemplo por sobre todas las cosas terrenales, merezcamos llegar a ese mismo Jesucristo que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos. Amén.

viernes, 17 de septiembre de 2010

17 de septiembre


  • Impresión de las llagas de S. Francisco
  • San Pedro Arbués, Mártir
  • Santa Hildegardis o Hildegarda, Virgen
  • Santa Columba, Virgen y Mártir
  • San Lamberto, Obispo y Confesor
  • San Sátiro, Obispo y Confesor 
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.

IMPRESIÓN DE
LAS SAGRADAS LLAGAS
EN SAN FRANCISCO


¿Hay entre vosotros
alguno que esté triste?
(Santiago, 5, 13)


San Francisco de Asís, un día en que estaba en oración, vio aparecer a Jesucristo bajo la forma de un serafín crucificado. La vista de su Salvador le causó un gozo inefable, pero su crucifixión le atravesó el alma como acerada espada. Después de un secreto coloquio, desapareció la visión, dejando el alma de Francisco abrasada de seráfico ardor, y su cuerpo señalado con las llagas del divino Redentor. El santo religioso se esforzó en esconder ante los ojos de los hombres la merced que se le había concedido, pero Dios se complació en manifestarla mediante refulgentes milagros.

MEDITACIÓN SOBRE CÓMO
HAY QUE VENCER LA TRISTEZA

I. Cuando estamos agobiados bajo el peso de la tristeza, cuando la malicia de nuestros enemigos, la infidelidad de nuestros amigos, los sufrimientos de nuestro cuerpo y tantos otros acontecimientos desfavorables nos colman de amargura, buscamos un amigo fiel para descargar nuestro corazón en el suyo. ¿Dónde encontrar un amigo más fiel que Jesús? Vayamos, pues, al pie de los altares, confiémosle el motivo de nuestras lágrimas, roguémosle que nos libre de nuestras penas. Interroguémosle, escuchemos lo que nos diga en el fondo del corazón, y pronto seremos consolados. Me acordé de ti, Señor, y me alegré. (El Salmista)

II. Para disipar la tristeza, consideremos que existen personas más desventuradas que nosotros. ¡Tantos pobres en los hospicios, tantos enfermos en su lecho sufren mucho más que nosotros! Las bendtas almas del purgatorio, los condenados en el infierno, sufren tormentos incomparablemente más crueles que los que nos hacen gemir a nosotros. Aceptamos de buen grado esta tristeza para expiar nuestras faltas. Si una hora de pena te resulta intolerable, ¿cómo sufrir los suplicios eternos del infierno? Piensa en esta verdad, y ya no derramarás lágrimas sino para borrar tus pecados.

III. Piensa en la tristeza que se apoderó del corazón de Jesucristo en el huerto de los Olivos; piensa en los tormentos que por ti soportó en la cruz, y di con Él: "Padre mío, que se haga vuestra voluntad; si queréis que gima durante toda mi vida, me someto a vuestra santa voluntad". Después de todo, no debemos esperar estar siempre alegres y contentos, puesto que Jesucristo y los santos han estado siempre en aflicción y lágrimas. Señor, quiero llorar con Vos, porque nadie puede gozarse en la tierra con el rico epulón y reinar con Dios en el cielo. Los cristianos deben temer los gozos de la vida presente y desear los sufrimientos con ardor. (San Juan Crisóstomo).

La oración
Orad por las órdenes religiosas.


ORACIÓN

Señor Jesucristo, que, para sacar al mundo de la tibieza en que había caído e inflamar nuestros corazones con el fuego de vuestro amor, habéis impreso en el cuerpo del bienaventurado Francisco las Sagradas llagas de vuestra Pasión, dignaos, en vista de sus méritos y de su intercesi6n, concedernos la gracia de llevar constantemente la cruz y hacer dignos frutos de penitencia. Vos que vivís y reináis en los siglos
de los siglos. Amén.

jueves, 16 de septiembre de 2010

LA MUJER QUE VIVIO COMO RELIGIOSA POR MÁS DE 90 AÑOS, SIN ESTAR CONSAGRADA, Y SE HIZO MONJA A LOS 96


Emocionante historia de vocación, fe  y perseverancia,  Josefina Villa tiene hoy 103 años:



La mujer que se hizo monja a los 96 años
Vivió como religiosa por más de 90 años, sin estar consagrada.
  
GUSTAVO VILLAVICENCIO 
hermana Bienvenida (Josefina Villa) Es la fiesta de la Natividad de María y la hermana Bienvenida (Josefina Villa) nos recibe en su Convento Nuestra Señora del Carmen, en La Pintana, donde vive junto a su comunidad religiosa "Servidoras del Señor y la Virgen de Marataná", la rama femenina del Verbo Encarnado. Sus días transcurren entre el tejido, las lecturas espirituales y las oraciones; de vez en cuando, toca piano.

Josefina Villa nació en Ercilla hace 103 años. Desde muy niña quiso ser religiosa, y aunque pudo entrar a un convento, tuvo que dejarlo a los pocos meses por una enfermedad. Ese mismo día, en 1926, su hermano Ambrosio celebraba su primera misa como sacerdote en Carahue. Allí Josefina supo que su apostolado estaría junto a su hermano, al que acompañó hasta que ella cumplió 96 años de edad.


En 1990, Josefina y su hermano recibieron a un niño por encargo de un Juzgado de Menores. Hace un par de años, estando en el Santuario de Santa Teresa de Los Andes, ella y el niño vieron a unos seminaristas. El adolescente se les acercó y le pidió al sacerdote que los acompañaba que lo confesara. Le expuso su deseo de consagrarse y al año siguiente ingresó al Instituto del Verbo Encarnado, en Mendoza.

"Un día, sin que yo supiera, este niño habló con el Superior del Verbo Encarnado y le contó que acá en Chile vivía con un señora de más de 90 años que siempre quiso ser monjita. Nadie entendía cómo esta señora, a su edad, quería ser religiosa. Pero como para Dios no hay nada imposible, el Superior del Verbo Encarnado llamó a las hermanas en Chile y les pidió que me fueran a conocer a Angol. Solicité ingresar al convento y, después de un mes, la Superiora me llamó y me dijo: 'Estás admitida'. Lloré como nunca lo había hecho en mi vida", comenta la religiosa.


Hoy, convertida en una de las monjas de mayor edad en el mundo, espera ilusionada la ordenación sacerdotal del joven al que educó.
Para el Centenario, la hermana Bienvenida tenía tres años y algo recuerda, por lo que le contaron sus hermanos. "Fueron días de mucha alegría. Mis hermanos participaban de todas las actividades en el colegio. Había coros y danzas, canciones referidas a la naturaleza y las estaciones del año, del campo, de la montaña", comenta.

A sus 103 años, la hermana Bienvenida confiesa que tiene poca imaginación, pero que para este Bicentenario sueña con un Chile "donde no haya más drogas, reine la paz y la unidad entre todos".
Fuente: Crux et Glaudius y Diario El Mercurio

16 de septiembre


  • San Cornelio, Papa y Mártir
  • San Cipriano, Obispo y Mártir
  • Santa Eufemia de Calcedonia, Virgen y Mártir
  • Santa Eufemia de Orense, Virgen y Mártir
  • Santos Abundio, Abundancio, Marciano y Juan, Mártires
  • Santa Edita, Virgen Santa Edith
  • San Niniano, obispo y apóstol
  • Santos Rogelio y Servodeo, Mártires
  • San Víctor III, Papa
  • Santa Ludmila, Duquesa de Bohemia
  • Santa Dulcisima, Mártir
  • Beato Juan Masías, Confesor
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias. 

SAN CORNELIO
Papa y Mártir


Es preciso pasar por muchas tribulaciones
para entrar en el reino de Dios.
(Hechos de los Apóstoles, 14, 21)

San Cornelio, presbítero de Roma, después de haber administrado los asuntos de la Santa Sede durante la vacancia que siguió a la muerte de San Fabiano, fue elegido para sucederle. Luchó contra el hereje Novaciano. Desterrado, recibió el consuelo de las cartas que le dirigió San Cipriano, rico patricio convertido y obispo de Cartago. El gobierno del perseguidor Decio lo desterró de Roma y a causa de los sufrimientos y malos tratos que recibió, murió en el destierro, como un mártir murió en junio del año 253


SAN CIPRIANO
Obispo y Mártir



San Cipriano desempeñó un papel importante en la historia de la Iglesia y en el desarrollo del pensamiento cristiano en África. Convertido al cristianismo en edad adulta, el santo dedicó todos sus esfuerzos a mantener viva la fe de la Iglesia tras ser decretada un violenta persecución contra los cristianos.

Fue desterrado a Curubis por varios años, hasta que el pro-cónsul Máximo ordenó su regreso para quecompareciera ante él. Trató de obligarlo a desistir de su fe, pero el Obispo se mantuvo firme, por lo que fue decapitado en Cartago el 14 de septiembre del año 258. Cuando se le avisó que había sido condenado a muerte, respondió: "¡Alabado sea Dios!" y dio 25 monedas de oro al verdugo que debía cortarle la cabeza.


MEDITACIÓN SOBRE
TRES PENSAMIENTOS DE SAN CIPRIANO


I. ¿No es acaso gran locura, dice este gran santo, amar esta vida en la que tanto se sufre, y huir de la muerte que debe libramos de todos nuestros males? Cristiano, tú crees en el paraíso; ¿Por qué, pues, te adhieres a esta vida que te mantiene alejado de él? ¿Por qué temes la muerte que pone fin a tus penas y da comienzo a tu felicidad? ¿Si tuvieses fe viva, tendrías acaso estos sentimientos? ¡Qué locura es amar las aflicciones, las penas y las lágrimas del mundo, y no tender hacia una felicidad que no puede sernos arrebatada! (San Cipriano).

II. ¿Por qué amas el mundo con sus placeres y honores? Si tú no escuchas sus máximas, si no sigues sus ejemplos, él te desprecia y maltrata; si haces su voluntad, se convierte en tu amigo, te halaga, te acaricia, pero no lo hace sino para perderte con más seguridad. ¿Por qué, pues, amar a tu enemigo? ¿Por qué amarlo, cuando sabes que tu complacencia jamás lo satisfará, y sus placeres jamás te harán feliz?

III. ¿Por qué no amas a Jesucristo? Él te amó cuando aún eras su enemigo; murió por ti en una cruz; te promete el cielo en recompensa de tu amor. y sin embargo, en vez de amarlo, lo ofendes todos los días; te pones de parte del demonio su adversario. ¿Qué te ha hecho Jesucristo para que lo trates tan cruelmente? Puesto que el mundo te detesta, ¿por qué amas al que te odia? ¿Por qué más bien no amas a quien te redimi6? (San Cipriano).

El desprecio del mundo
Orad por los que están en pecado mortal.

ORACIÓN
Haced, os lo rogamos, Señor, que la solemnidad de los bienaventurados mártires y pontífices santos Cornelio y Cipriano nos haga experimentar los efectos de su protecci6n, y que su gloriosa intercesi6n nos haga agradables ante vuestra divina Majestad. Por J. C. N. S. Amén.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

15 de septiembre


  • Los Siete Dolores de la Santísima Virgen 
  • Señor del Milagro de Salta
  • Nuestra Señora de las Angustias
  • Santa Catalina de Génova, Viuda
  • San Nicomedes, Mártir
  • San Aicardo o Achard, Abad de Jumiéges
  • San Nicetas el Godo, Mártir
  • Beato Orlando o Rolando, Ermitaño
  •  Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.


LOS SIETE DOLORES
DE LA SANTÍSIMA
VIRGEN MARÍA
Era menester que el Cristo padeciese
y así entrase en la gloria.
(Lucas, 24, 26)


Esta fiesta la celebraban con gran pompa los Servitas ya en el siglo XVII y fue extendida por el Papa Pío VII en 1817 a toda la Iglesia, en memoria de los sufrimientos infligidos a la Iglesia y a su jefe visible por Napoleón I, y en acción de gracias a la Madre de Dios, cuya intercesión les había dado fin. El Evangelio de la misa nos recuerda el momento más doloroso de la vida de María, así como su inquebrantable firmeza: junto a la cruz de Jesús está de pie María, su Madre.




MEDITACIÓN
LA VISTA DE LA CRUZ
ES EL CONSUELO DEL CRISTIANO




I. Nada hay más consolador para un cristiano que poner sus ojos en la cruz; ella es quien le enseña a sufrir todo, a ejemplo de Jesucristo. Esta cruz anima su fe, fortifica su esperanza y abrasa su corazón de amor divino. Los sufrimientos, las calumnias, la pobreza, las humillaciones parecen agradables a quien contempla a Jesucristo en la cruz. La vista de la serpiente de bronce sanaba a los israelitas en el desierto, y la vista de vuestra cruz, oh mi divino Maestro, calrna nuestros dolores. No pienses en tus aflicciones ni en lo que sufres, sino en lo que ha sufrido Jesús. (San Bernardo)


II. ¡Qué dulce debe ser para un cristiano, en el trance de la muerte, tomar entre sus manos el crucifijo y morir contemplándolo! ¡Qué gozo no tendré, entonces, si he imitado a mi Salvador crucificado, viendo que todos mis sufrimientos han pasado! ¡Qué confianza no tendré en la cruz y en la sangre que Jesucristo ha derramado por mi amor! ¡Qué dulce es morir besando la cruz! El que contempla a Jesús inmolado en la cruz, debe despreciar la muerte. (San Cipriano)


III. Qué consuelo para los justos, cuando vean la señal de la cruz en el cielo, en el día del juicio y qué dolor, en cambio, para los impíos que habrán sido sus enemigos. Penetra los sentimientos de unos y otros. Que pesar para los malos por no haber querido, durante los breves instantes que han pasado en la tiera, llevar una cruz ligera que les hubiera procurado una gloria inmortal, y estar ahora obligados, en el infierno, a llevar una cruz agobiadora, sin esperanza de ver alguna vez el fin de sus sufrimientos.




El amor a la cruz
Orad por la conversión de los infieles.


ORACIÓN




Oh Dios, durante cuya Pasión, según la profecía de Simeón, una espada de dolor atravesó el alma dulcísima de la gloriosa Virgen y Madre, concédenos, al venerar sus dolores, que consigamos los bienaventurados efectos de vuestra Pasión. Vos que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis por los siglos le los siglos. Amén.

martes, 14 de septiembre de 2010

14 de septiembre


  • Exaltación de la Santa Cruz
  • San Materno, Obispo de Colonia
  • San Crescente, Mártir
  • Santa Notburga de Róttemburgo, Virgen
  • San Alberto di Castro di Gualteri, Monje
  • Beato Simeón Stolpnik, Monje
  • Beato Gabriel Taurino Dufresse, Obispo y Mártir
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.





EXALTACIÓN DE
LA SANTA CRUZ

Y cuando haya sido levantado
de la tierra, todo lo atraeré a Mí.
(Juan, 12, 32)


Cosroes, rey de Persia, se llevó de Jerusalén la Cruz de Jesucristo, y Heraclio, emperador de Oriente, le declaró la guerra. Después de tres victorias debidas a la Santísima Virgen, Heraclio volvió a Jerusalén con la verdadera Cruz. Quiso llevarla en triunfo sobre sus hombros, pero una fuerza invisible lo detuvo a las puertas de la ciudad. El patriarca Zacarías le observó que sus suntuosas vestiduras contrastaban con la pobreza y humildad de Jesucristo. El emperador entonces se quitó su púrpura, su corona y su calzado, para vestir hábito de penitente. Así pudo entrar en la ciudad y llevar la Cruz hasta la cumbre del Calvario, el año 629.


MEDITACIÓN SOBRE
LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

I. El amor a la Cruz nos levanta sobre las creaturas. Un hombre que ame los sufrimientos está al abrigo de los azares de la fortuna: la enfermedad, la pobreza o la deshonra no podrían turbar su paz. ¿Por qué? Porque él desea las aflicciones y las sufre con alegría por amor a Jesucristo. Todo lo que para ti es motivo de temor y de tristeza para él es una dicha. El cristiano puede parecer desdichado, nunca la es. (Minucio Félix)

.II. El que ama la Cruz está por sobre si mismo. No es ya un hombre sometido a sus pasiones, tiranizado por la concupiscencia, afeminado por las delicias. No tiene más que un solo deseo, el de sufrir; y como en esta vida las ocasiones de sufrir se encuentran a cada paso, siempre está contento y gozoso.

III. El que ama la Cruz se asemeja a Jesús crucificado; lo contempla, y se alegra viendo que los sufrimientos lo hacen fiel imagen del Salvador. Está crucificado para el mundo, y muerto para sí mismo. Sujétame a la cruz, oh Jesús mío, sin tener en cuenta las repugnancias de mi carne; porque os debo mi alma y mi cuerpo, como a mi Redentor. ¡Que mi cuerpo sea, pues, crucificado, coronado de espinas y semejante a ese Cuerpo adorable que Vos ofrecéis al eterno Padre por mí! Si debes tu cuerpo a Jesús dáselo, si puedes, tal como Él te ha dado el suyo. (Tertuliano)

El amor a la cruz
Orad por las almas del Purgatorio.

ORACIÓN

Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de gozo con la solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, haced, os lo suplicamos, que después de haber conocido su misterio en la tierra, merezcamos ir al cielo a gustar los frutos de su Redenci6n. Por J. C. N. S. Amén.

lunes, 13 de septiembre de 2010

13 de septiembre


  • San Amado o Amé de Ramiremont, Abad
  • San Amado, Amé o Amato, Obispo de Sion
  • San Eulogio, Patriarca de Alejandría
  • San Maurilio, Obispo de Angers
  • San Felipe, Mártir
  • Santos Macrobio y Juliano, Mártires
  • San Venerio, Solitario
  • San Colombino, Abad de Lure
  •  Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.

SAN AMÉ o AMATO
DE REMIREMONT
Abad


n. hacia el año 567 en Grenoble, Francia;
† hacia el año 630
SAN AMÉ O AMATO DE REMIREMONT, Abad

Quien es fiel en lo poco,
también lo es en lo mucho.
(Lucas 16, 10)


San Amé nació en Grenoble, a mediados del siglo VI, y fue educado en el monasterio de Agaune, donde vistió el hábito religioso. Después de haber vivido algunos años en ese monasterio, se retiró, con el consentimiento de su abad, a una caverna situada en lo alto de una roca. Pasó mucho tiempo en esa soledad, ayunando a pan y agua y obrando numerosos milagros. A pedido de San Eustasio, abad de Luxeuil, se asoció a sus trabajos apostólicos y realizó numerosas conversiones. Persuadió a un señor de Austrasia, San Romarico, a que dejara el siglo y juntos fundaron un monasterio que más tarde se llamó Remiremont. Severo para consigo mismo, indulgente para con el prójimo, San Amé supo, por su dulzura y caridad, conciliar el amor de Dios y de los hombres. Murió sobre la ceniza, revestido de un cilicio, hacia el año 630.



MEDITACIÓN
SOBRE TRES MOTIVOS PARA EVITAR EL PECADO VENIAL


I. Hay que evitar con esmero las faltas veniales, porque ellas conducen insensiblemente al pecado mortal. Nadie se hace malo de golpe; un pequeño pecado atrae otro más grande. Así como nada dejas de hacer para prevenir las menores enfermedades del cuerpo, esfuérzate también para prevenir las del alma. No hay excusa ni pretexto que pueda justificar ni el menor de los pecados veniales. No se puede excusar lo que Dios condena (Tertuliano).


II. El pecado venial, por pequeño que te parezca, es un grandísimo mal, puesto que ofende a Dios. ¿Has reflexionado alguna vez en el sentido de estas palabras: Me inquieto poco por faltas veniales, siempre que no cometa las mortales? Acaso no equivalen a éstas: yo no quiero crucificar y dar muerte a Jesucristo, solamente quiero coronarlo de espinas, azotarlo, escupirlo y abofetearlo; y si el temor del infierno no me retuviese, ¿no acabaría así por crucificarlo y darle muerte? ¿Podría concebirse que un cristiano tenga semejante lenguaje?


III. Todos tus pecados veniales serán expiados en las llamas del purgatorio, si las lágrimas de la penitencia no los borran en esta vida. ¡Oh! ¡qué crueles son esas llamas! ¡qué espantoso ese lugar! ¿Quisieras pagar la satisfacción que te procura un pecado venial, al precio de los suplicios del purgatorio? Este fuego pasajero es un tormento más intolerable que todas las tribulaciones de la vida presente (San Gregorio).



La caridad.
Orad por vuestros amigos.


ORACIÓN

Señor, escuchad favorablemente las humildes súplicas que os dirigimos en la solemnidad de vuestro confesor San Nicolás de Tolentino, a fin de que, no poniendo nuestra confianza en nuestra justicia, seamos socorridos por los ruegos de aquél que os fue agradable. Por J. C. N. S.

Nuestro Señor del Milagro de Salta


  • Nuestro Señor del Milagro de Salta
  • San Amado o Amé de Ramiremont, Abad
  • San Amado, Amé o Amato, Obispo de Sion
  • San Eulogio, Patriarca de Alejandría
  • San Maurilio, Obispo de Angers
  • San Felipe, Mártir
  • Santos Macrobio y Juliano, Mártires
  • San Venerio, Solitario
  • San Colombino, Abad de Lure
  •  Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.
SEÑOR
DEL MILAGRO
Salta, Argentina

Corría el año de 1582; cuando llegaban flotando al puerto del Callao (Perú), dos cajones que con letras marcadas tenían inscriptas: “UN SEÑOR CRUCIFICADO PARA LA IGLESIA MATRIZ DE LA CIUDAD DE SALTA, PROVINCIA DEL TUCUMÁN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMÁN”, y el otro: “UNA SEÑORA DEL ROSARIO, PARA EL CONVENTO DE PREDICADORES DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA, PROVINCIA DEL TUCUMÁN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMÁN”. El Santo Cristo sería llamado más tarde, por la piedad del pueblo salteño, con el nombre de Señor del Milagro; mientras que la imagen de la Virgen del Rosario recibiría el nombre de Nuestra Señora del Rosario del Milagro de Córdoba, a cuya protección colocaría el Virrey Santiago de Liniers la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de los Buenos Ayres, con motivo de la segunda invasión inglesa, derrotada bajo tan poderoso amparo.

Tras largo camino, en carro, en carreta, a lomo de mulas y a hombro, llegó a la ciudad de Salta, el día 15 de setiembre de 1592 la imagen del Señor Crucificado, siendo recibida por el pueblo salteño con grandes homenajes.

Según una tradición muy antigua, ya estaría en esa ciudad una imagen de la Purísima e Inmaculada Madre de Dios, que la habría enviado el mismo obispo fray Francisco Victoria, de regreso de Lima, después de asistir al Concilio convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.

El terremoto de septiembre de 1692

La tierra comenzó a temblar, el cielo se tornó color plomo, los montes temblaron y los ríos amenazaban salir de su cauce. Era el 10 de septiembre cuando un espantoso terremoto arrasó la ciudad de Esteco, pereciendo sus familias bajo los escombros, sumergidas las ruinas por el torrentoso río Piedras que formó, en el lugar donde estuviera una de las más comerciales ciudades de Tucumán, un lago que duró más de ocho años.

Las familias sobrevivientes comenzaron la huida hacia el Norte, pasando por Salta, pero no se detuvieron allí; la hermosa ciudad era víctima también de la furia de la naturaleza, mano de Dios que castiga a sus hijos para que hagan penitencia y no se hundan en el fango del pecado.

En la mañana del 13 de septiembre, cuando todo anunciaba paz y calma en la ciudad de Salta, tembló de repente la tierra, comenzó a sacudirse el suelo, se movieron los edificios y con ellos el pueblo entero, que trataba de encontrar un lugar seguro para no ser aplastado o tragado por la tierra. Los edificios se desplomaron y el polvo de las ruinas y los gritos de espanto de la gente formaban una escena dantesca llena de terror.

Todos a una, dejando de lado los medios humanos —que no los habían— recurrieron a Dios Nuestro Señor y abrieron sus corazones a los llamados de la Fe.

La Inmaculada Virgen del Milagro

Luego de pasados los primeros momentos de espanto, muchas personas acudieron a la Iglesia Matriz para salvar el Santísimo Sacramento, encabezados por el sacristán Juan Ángel Peredo, que abrió las puertas de la Sacristía, por donde entraron al templo. Estando allí dentro, lo primero que vieron fue la imagen de la Virgen Inmaculada echada “al pie del altar” con la cara hacia arriba, como si mirase al Sagrario, adorando a Su Divino Hijo, implorando misericordia. Es de notar que Su rostro estaba pálido y demacrado, y que no había sufrido ninguna rotura, ni allí ni en las manos, mientras que el dragón, que estaba a sus pies, tenía destrozada un ala, una oreja y deformada la nariz, y la media luna colocada también a los pies, estaba rota.

La Virgen Inmaculada fue sacada fuera y colocada junto a un altar puesto a las puertas de la Iglesia y, a los ojos de los innumerables fieles que, contritos y apesadumbrados, rezaban fervorosamente pidiendo la misericordia de Dios. Su rostro mudaba de colores manifestando los sentimientos de dolor y angustia por sus hijos que estaban pasando una dura prueba por haber apartado sus corazones de Nuestro Divino Redentor y Su Santa Ley.

El pueblo salteño postrado a los pies de la Santísima Reina de los Cielos, rogaba su poderosísima intercesión ante Su Divino Hijo, para que tuviera misericordia de la ciudad y de sus habitantes, reconociendo las faltas cometidas y convirtiendo sus corazones a Dios.

El Señor del Milagro

Era el 15 de septiembre, a tres días desde el comienzo del terremoto, y la tierra continuaba oscilando; la gente descansaba a la intemperie por temor a perecer aplastada dentro de los edificios totalmente agrietados. Esos han sido días de oración y penitencia, pero la furia de la naturaleza vengadora, a pesar de las rogativas y procesiones aún con el Santísimo Sacramento, no se ha calmado todavía. Es en esos momentos que un sacerdote jesuita, el R. P. José Carrión, indudablemente inspirado por Dios, comienza a exhortar a que “se sacase en procesión pública al Señor Crucificado que se tenía olvidado, y cesarán los temblores”. En privado y en público, una, dos y tres veces, insiste el P. Carrión para que se saque al Santo Cristo Crucificado, amenazando con despojarse de sus ornamentos, en señal de duelo, si no se le hace caso.

Así, en las primeras horas de la tarde, llevada en hombros de las principales autoridades, sale la Imagen del Santo Cristo Crucificado y recorre en imponente procesión, las principales calles de la ciudad, acompañada del pueblo, clero y milicia.

Ante Su presencia se realiza el milagro: la tierra hasta ese momento enfurecida contra los ingratos hijos de Eva, se calma inmediatamente a la vista del Divino Crucificado. Salta entona un himno de júbilo y de acción de gracias para quienes desde ese momento son bautizados definitivamente con los nombres de el Señor y la Virgen del Milagro. La procesión del 15 de setiembre fue jurada que se repetiría todos los años, lo cual se ha venido haciendo con vivas muestras de piedad y amor filial por parte del fiel pueblo salteño.

18 de octubre de 1844. El terremoto y el Pacto

En la noche del 18 de octubre de 1844, la ciudad de Salta fue sacudida por un espantoso temblor. Nuevamente, los salteños acudieron a la poderosa intercesión de la Virgen del Milagro, buscando la protección del Señor Crucificado. Se sacaron las Santas Imágenes y se organizó inmediatamente una procesión que recorría las calles de la ciudad hasta llegar nuevamente a la plaza frente a la Catedral; allí se colocó la imagen de la Santísima Virgen frente a la del Santo Cristo, como intercediendo por su pueblo, el cual prorrumpió en exclamaciones de ¡misericordia!, ¡perdón! y en llantos y lamentos.

Esa misma noche, el P. Cayetano González exhortó al pueblo a penitencia, a abandonar la senda del pecado, a convertir sus costumbres, a abandonar el lujo, la riqueza y el bienestar que originaron la mengua de su religiosidad, para corresponder a los favores que esperaba obtener del Señor del Milagro.

También propuso al pueblo que se celebrara un solemne pacto de alianza con el Cristo del Milagro, ratificando a la vez el voto hecho en 1692. Luego del sermón, se celebró el pacto con la lacónica fórmula: “Tu noster es et nos tui”, Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos. En memoria de este pacto, se labró una cinta de plata con las letras de la fórmula inscriptas en oro, y se la colocó al pie del Cristo. Algunos años más tarde, el obispo Linares, luego de rehacerla y mejorarla en todo lo posible, la hizo colocar en el reverso de los brazos de la cruz.


23 de agosto de 1948

En la noche del 23 de agosto de 1948, Salta fue sacudida nuevamente por temblores de tierra. Inmediatamente, autoridades y pueblo, unidos en la misma fe, sacaron en procesión las Milagrosas Imágenes, pidiendo Su protección; pronto fue todo quietud.

Por tercera vez en la historia, el Santo Cristo del Milagro había manifestado Su misericordia para con los salteños, a instancias de los ruegos de Su Santísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro, protectora particularísima de la Ciudad de Salta, que vela sobre ella para que no desfallezca la Santa Fe Católica en sus hijos.

ORACIÓN AL SEÑOR DEL MILAGRO

Señor, abre tus ojos y mírame con piedad y misericordia; hazme ver las cosas de este mundo con tal indiferencia que solamente contemple las tuyas para que te pertenezca del todo y me salve; guía mi memoria, entendimiento y mis pasos por el buen camino, a fin de poder llegar un día a tu santa gloria.

Escúchame, Señor nuestro, Cristo Crucificado.

Abre, Señor, tus labios y dime que me perdonas, que me ayudarás a obrar siempre el bien y a saber perdonar las ofensas que me hagan. Líbrame, Señor, del mal uso de la palabra y de las murmuraciones.

Acércame, Señor, a tu Corazón Santísimo, con aquel amor divino con que abrazaste tu Santa Cruz para salvarnos, y haz que yo también abrace resignadamente mi cruz, dándome humildad, paciencia y fortaleza para todos los trabajos de esta vida.

Se pide lo que se desea conseguir.

Y tú, Madre amada del Milagro, pide también a tu Santísimo Hijo, que nada puede negarte, todo lo que acabo de suplicarle; acógeme bajo tu amparo y protección todos los días de mi vida y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.

 

RENOVACIÓN DEL PACTO DE FIDELIDAD
AL SEÑOR DEL MILAGRO

Divino Jesús Crucificado y Señor Nuestro del Milagro, el pueblo de Salta hoy postrado en vuestra presencia, viene a renovar los votos de sus mayores, cuando acudiera a Vos, encontrando remedio en su aflicción. Sí, ante esa cruz que nos enviasteis a través de los mares, para ser nuestro escudo y defensa, juramos lo que juraron nuestros padres: teneros siempre por Padre, Abogado y Patrono, y reconocer vuestra real soberanía sobre todos los pueblos, y especialmente sobre el nuestro.

Confesamos que sois el camino, la verdad y la vida, así de los individuos como las familias, pueblos y naciones; y que lejos de Vos y de los esplendores de vuestra Cruz sólo se encuentran engaños y amargura.

Hacemos nuestro pacto de fidelidad celebrado por nuestros antepasados, prometiendo que Vos, dulce Jesús, serás siempre nuestro y nosotros seremos siempre tuyos.

Extiéndanse vuestros brazos sobre este pueblo y la Nación Argentina, para protegernos y defendernos; y haced que las verdades de nuestra fe y enseñanzas de la Iglesia, sean siempre el norte de nuestras acciones y el fundamento inconmovible de nuestras Instituciones. ¡Señor del Milagro, salvad y bendecid nuestro pueblo! Amén.

domingo, 12 de septiembre de 2010

12 de septiembre


  • El Dulce Nombre de María
  • San Sacerdos, Obispo y Confesor
  • San Guy, Guido o Guidón de Anderlecht, Sacristán
  • San Curonoto de Cogni, Obispo y Mártir
  • Beata Victoria Fornari Strata, Fundadora
  • Beato Juvenco, Presbítero
  • Beato Tomás del Espíritu Santo, Mártir 
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.

EL DULCE NOMBRE
DE MARÍA
El Señor ha hecho vuestro nombre
tan glorioso, que no se caerá
de la boca de los hombres.
(Jdt. 13, 25)


Los elogios más sublimes corresponden a María, a la cual todas las generaciones llaman bienaventurada, y Aquel que "hizo en Ella cosas grandes y cuyo nombre es santo" quiso darle íntima participación de esa misma santidad para consuelo y gozo de quienes invocaren su dulce nombre. Nombre que ha de ser loado, en todo el mundo, porque infunde valor y fortaleza. Bien lo aprendieron los indios mejicanos de boca de los pobres soldados españoles cautivos, que subían al pavoroso teocalli invocando: "'Ay, Santa María!" y con este nombre en los labios expiraban.

España fue la primera en solicitar y obtener de la Santa Sede autorización para celebrar la fiesta del Dulce Nombre. Y esto acaeció en el año 1513. Pero fue el Papa Inocencio XI quien decretó, el 25 de noviembre de 1683, que toda la Iglesia celebrara solemnemente la fiesta de este nombre excelso, para perpetuar la victoria que los austriacos y polacos, mandados por Juan Sobieski, consiguieron de los turcos ese año en Viena.

El dulce nombre de María, para los que luchamos en el campo de la vida, es lema, escudo y presagio. Lo afirma uno de sus devotos, San Antonio de Padua, con esta comparación: "Así como antiguamente, según cuenta el libro de los Números, señaló Dios tres ciudades de refugio, a las cuales pudiera acogerse todo aquel que cometiese un homicidio involuntario, así ahora la misericordia divina provee de un refugio seguro incluso para los homicidas voluntarios: el nombre de María. Torre fortísima es el nombre de Nuestra Señora. El pecador se refugiará en ella y se salvará. Es nombre dulce, nombre que conforta, nombre de consoladora esperanza, nombre tesoro del alma. Nombre amable a los ángeles, terrible a los demonios, saludable a los pecadores y suave a los justos"

Que el sabroso nombre de nuestra Madre, unido al de Jesús, selle nuestros labios en el instante supremo y ambos sean la contraseña que nos abra de par en par las puertas de la gloria.

sábado, 11 de septiembre de 2010

11 de septiembre


  • Santos Proto y Jacinto, Mártires
  • San Pafnucio, Obispo y Confesor
  • San Bodo, Obispo
  • Santa Teodora de Alejandría, Penitente
  • San Paciente, Obispo de Lyón
  • San Daniel, Obispo
  • San Pedro de Chavanon, Monje
  • San Adelfo, Abad
  • Santa Vinciana, Virgen
  • Beato Luis de Turingia, Príncipe
  • Beato Buenaventura de Barcelona,
  • Beatos Mártires de los Carmelitas
  • Beato Juan Gabriel Perboyre, Mártir
  • Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes. R. Deo Gratias.


SANTOS PROTO y JACINTO
Mártires


† Decapitados hacia el año 257 en Roma, Italia
Os digo, habrá más fiesta en el cielo por un pecador
que haga penitencia, que por noventa y nueve justos
que no tienen necesidad de penitencia.
(Lucas, 15, 7)

Los dos hermanos Proto y Jacinto, esclavos de Santa Eugenia, y bautizados con ella por el obispo Hilario, se dedicaron al estudio de las Sagradas Escrituras. Después de haber permanecido algún tiempo en un monasterio de Egipto, edificando allí a todos por su humildad y santidad, siguieron a Santa Eugenia hasta Roma. Llegados a esta ciudad bajo el reinado de Juliano, fueron detenidos, cruelmente flagelados y finalmente decapitados.


MEDITACIÓN
SOBRE TRES MANERAS DE HACER PENITENCIA


I. La penitencia debe ser interior: para esto el pecador debe ofrecer a Dios un corazón contrito y humillado, recibir con paciencia y resignación todas las aflicciones que se le envían, y hacerlas servir para la expiación de sus pecados. Sufrirás con paciencia si consideras que esos dolores pasajeros pueden librarte de los suplicios eternos que has merecido. El pecador es, él mismo, la causa de sus sufrimientos. No podemos imputar a Dios ninguno de los males que sufrimos, nosotros mismos somos sus autores. (Salviano)

II. Prívate, por espíritu de penitencia, de los placeres que no están prohibidos por la ley de Dios. No mereces el goce que se encuentra en la posesión de las cosas creadas, después de haber abusado tanto de ellas para ofender al Señor. Para las almas inocentes son los placeres permitidos; en cuanto a los pecadores, deben ellos hacer penitencia, y persuadirse de que Dios les prolonga la vida sólo para darles tiempo de expiar sus pecados.

III. Pero no es suficiente; todavía hay que imponerse mortificaciones corporales, para expiar el placer que se ha gustado en ofender a Dios. Los santos siempre han practicado estas austeridades; en sus biografías, no se habla sino de vigilias, ayunos, cilicios y disciplinas. ¿Creemos acaso que somos nosotros más inocentes de lo que eran ellos? El camino del cielo no es más ancho ni más cómodo para nosotros que lo fue para ellos. No nos engañemos: hagamos penitencia, y no recaigamos en los mismos pecados. Donde no hay enmienda, no hay sino vana penitencia. (Tertuliano)


La penitencia
Orad por la enmienda de los pecadores.


ORACIÓN

Señor, que la preciosa confesión de vuestros bienaventurados mártires Proto y Jacinto reanime nuestro celo, y que su piadosa intercesión nos proteja constantemente. Por J. C. N. S. Amén.