CONFERENCIA DE MONS. MARCEL LEFEBVRE (ECONE SEP 1990) UTILIZADA POR LOS 3 OBISPOS EN SU CARTA A MONS. FELLAY
Traducción de Radio Cristiandad – Original en francés aquí
Los pro y los anti-Syllabus
Conferencia de Monseñor Lefebvre al final del retiro sacerdotal del mes de septiembre de 1990 en Ecône.
Esta sigue siendo de actualidad ya que ilustra muy bien el cambio radical operado en la Iglesia por el Concilio.
El Vaticano II ha asumido lo contrario de lo que el magisterio había enseñado, notablemente en cuanto al combate que habían dirigido los papas del siglo XIX y XX hasta Pio XII en contra de los errores modernos.
Después de recordar una conversación telefónica con el cardenal Oddi el cual lo presionaba para pedir “un pequeño perdón al papa” y en el curso de la cual Monseñor le manifestó: “Es necesario que Roma cambie. No es una cuestión de liturgia sino una cuestión de fe” Monseñor Lefebvre declaró que el combate que vivimos hoy en día es siempre el mismo. Existen los pro-Syllabus y los que están en contra.
Fideliter N° 87.
Mayo-Junio 1992
El problema se mantiene muy grave, no hay que minimizarlo. Esto es lo que hay que responder a todos los laicos que preguntan si la crisis terminará, si no habría otro medio de tener una autorización para nuestra liturgia, para nuestros sacramentos…
Ciertamente la cuestión de la liturgia y de los sacramentos es muy importante, pero es más importante todavía la cuestión de la fe. Para nosotros esta cuestión está resuelta porque nosotros tenemos la fe de siempre, la del concilio de Trento, la del catecismo de San Pio X, de todos los concilios y de todos los papas anteriores al Vaticano II; en una palabra, la fe de la Iglesia.
¿Y en Roma? La perseverancia y la pertinacia de las ideas falsas y de los graves errores del Vaticano II continúan. Esto está claro.
El Padre Tam nos ha enviado recortes del Osservatore Romano: discursos del Santo Padre, del cardenal Casaroli, del cardenal Ratzinger. Son documentos oficiales de la Iglesia de los cuales no se puede dudar de su autenticidad, y estamos estupefactos.
En este tiempo (ya que estoy un poco en descanso) he releído el libro que ustedes conocen bien, de Barbier, acerca del catolicismo liberal. Es asombroso ver que nuestro combate es exactamente el de los grandes católicos del siglo XIX desde la Revolución, y el combate de los papas Pio VI, Pio VIII, Gregorio XVI, Pio IX, León XIII, san Pio X hasta Pio XII. Ahora bien, ¿en qué se resume este combate? En Quanta Cura y el Syllabus de Pio IX, y Pascendi domini gregis de san Pio X. Son documentos sensacionales, que por otro lado causaron conmoción en su tiempo y que opusieron la doctrina de la Santa Sede a los errores modernos. Es la doctrina de la Iglesia que se ha opuesto a los errores que se han manifestado en el transcurso de la Revolución, particularmente en la Declaración de los derechos del hombre.
Este es el combate que libramos hoy en día: Existen los pro-Syllabus, los pro-Quanta Cura, los pro-Pascendi y existen aquellos que son contrarios. Esto es muy simple.
Los que están contra estos documentos adoptan los principios de la Revolución, los errores modernos. Los que están a favor permanecen en la verdadera fe católica.
Ahora bien, ustedes saben muy bien que el cardenal Ratzinger ha dicho oficialmente que para él el Vaticano II era el anti-Syllabus. Si él está claramente colocado contra el Syllabus, es porque él ha adoptado el principio de la Revolución. De allí que ha dicho claramente: “La Iglesia está abierta a las doctrinas que no son nuestras sino que vienen de la sociedad, etc.” Todo el mundo ha comprendido: los principios del 89, los derechos del hombre.
Nosotros estamos exactamente en la situación del cardenal Pie, de Mgr. Freppel, de Louis Veuillot, del diputado Keller en Alsacia, de Ketler en Alemania, del cardinal Mermillod en Suiza, quienes han combatido el buen combate con la gran mayoría de los obispos, porque en esa época ellos tenían la oportunidad de tener la gran mayoría de los obispos con ellos. Ciertos, Mgr. Dupanloup y algunos obispos franceses han sido la excepción. Igualmente algunos en Alemania y en Italia han estado abiertamente en contra del Syllabus y de Pio IX, pero éstos fueron casos extraordinarios.
Había esta fuerza revolucionaria de los herederos de la Revolución y, para tenderles la mano, los Dupanloup, Montalembert, Lamennais, que no quisieron jamás invocar los derechos de Dios en contra de los derechos del hombre.
« Nosotros pedimos el derecho común” es decir, lo que conviene a todos los hombres, a todas las religiones, a todo el mundo. El derecho común, no los derechos de Dios.
Nosotros nos encontramos en el presente en la misma situación, no hay que hacerse ilusiones: nosotros dirigimos un combate muy fuerte. Pero como está asegurado por toda la línea del Pontificado, no debemos dudar o tener miedo.
Algunos quisieran cambiar esto o aquello, unirse a Roma, al Papa… Nosotros lo haríamos, por supuesto, si ellos estuvieran en la Tradición y continuaran el trabajo de todos los papas del siglo XIX y de la primera mitad del XX. Pero ellos mismos reconocen que han tomado un camino nuevo, que el Concilio Vaticano II ha abierto una nueva era, y que la Iglesia recorre una nueva etapa.
Pienso que debemos inculcar esto a nuestros fieles, de tal manera que ellos se sientan solidarios de toda la historia de la Iglesia. Porque finalmente ella se remonta incluso hasta antes de la Revolución: es el combate de Satán contra la Ciudad de Dios. ¿Cómo va a resolverse? Este es un secreto de Dios, un misterio. Pero no hay que preocuparse, hay que tener confianza en la gracia del Buen Dios.
Que vayamos a combatir contra las ideas actualmente en boga en Roma, las que el Papa expresa, así como Ratzinger, Casaroli, Willebrands y tantos otros, es claro. Nosotros los combatimos porque ellos no hacen más que repetir lo contrario de los que los papas han dicho y afirmado solemnemente durante un siglo y medio.
Tenemos que escoger.
No dudaremos ni un minuto si no queremos encontrarnos con aquellos que nos están traicionando. Hay quien desea mirar del otro lado de la barrera. Ellos no miran del lado de los amigos, de los que se defienden en el mismo terreno de combate, ellos miran un poco del lado del enemigo.
Ellos dicen que hay que tener caridad, tener buenos sentimientos, que hay que evitar las divisiones. Después de todo, estas personas dicen cuando menos la misa buena, no son tan malos como se dice…
Pero ellos nos traicionan. Dan la mano a los que demuelen la Iglesia, a los que tienen ideas modernistas y liberales y por lo tanto condenadas por la Iglesia. Por lo tanto ahora, ellos hacen el trabajo del diablo, ellos que trabajan con nosotros por el reino de Nuestro Señor y por la salvación de las almas.
« Oh, siempre que se nos acuerde la buena misa, podemos dar la mano a Roma, no hay problema” ¡Mira cómo funciona! Ellos están en un callejón sin salida porque no se puede a la vez dar la mano a los modernistas y querer conservar la Tradición.
Que se tenga contacto con ellos para traerlos a la Tradición, para convertirlos, en último extremo. Este es el buen ecumenismo. Pero dar la impresión casi como si nos arrepintiéramos, y que después de todo estaría bien hablar con ellos, esto no es posible. ¿Cómo hablar con los que ahora nos dicen que estamos inmóviles como cadáveres? Según ellos, nosotros ya no somos la Tradición viva, somos gentes tristes “sin vida y sin alegría”. ¡Se creería que ellos jamás han formado parte de la Tradición! Es inverosímil. ¿Cómo quieren que se pueda tener relaciones con ellos?
Es lo que nos plantea a veces problemas con algunos muy buenos laicos, que nos son favorables y han aceptado las Consagraciones, pero que tienen un cierto pesar íntimo de no estar con los que estaban antes, con los que no aceptaron las Consagraciones y que ahora están en nuestra contra. “Es una lástima, quisiera irlos a encontrar, tomar una copa con ellos, tenderles la mano”. Esto es traición, porque a la menor ocasión se irán con ellos. Hay que saber lo que queremos.
Esto es lo que ha asesinado a la Cristiandad de Europa, no solamente a la Iglesia de Francia sino también a la de Alemania, de Suiza… Son los liberales que han permitido a la Revolución instalarse, precisamente porque les han tendido la mano a aquellos que no tenían sus mismos principios.
La pregunta es si queremos colaborar también a la destrucción de la Iglesia, a la ruina del reino social de Nuestro Señor, o si nos hemos comprometido a trabajar por el reinado de Nuestro Señor Jesucristo.
Todos los que quieran venir con nosotros, para trabajar con nosotros, Deo gratias, les damos la bienvenida, poco importa de dónde vienen, pero que no nos pidan dejar nuestro camino para ir a colaborar con los otros. Esto no es posible.
A lo largo del siglo XIX, los católicos se han literalmente destrozado a propósito del documento del Syllabus, a favor, en contra, a favor, en contra…
Ustedes recordarán en particular al conde de Cambord que fue criticado de haber rehusado la realeza por una cuestión de bandera. Pero no fue solamente una cuestión de bandera, el conde de Chambord se rehusó ser sometido a los principios de la Revolución. El dijo: “No consentiría jamás ser el rey legítimo de la Revolución”. Y tenía razón, ya que hubiera sido plebiscitado pro el país y la Asamblea, pero a condición de aceptar el parlamentarismo, es decir, los principios de la Revolución. También dijo: “No, si yo debo ser rey, lo sería según mis ancestros de antes de la Revolución”.
Tenía razón. Hay que escoger. Con el Papa, el escogió los principios anteriores a la Revolución, principios católicos y contrarrevolucionarios. Y nosotros también escogimos ser contrarrevolucionarios, con el Syllabus, contra los errores modernos, estar en la verdad católica y defenderla.
Este combate entre la Iglesia y los liberales modernistas es el del concilio Vaticano II. No hay que buscarle tres pies al gato. Y va más lejos. Entre más se analizan los documentos del Vaticano II y la interpretación que le han dado las autoridades de la Iglesia, más nos apercibimos que se trata no solamente de algunos errores, el ecumenismo, la libertad religiosa, la colegialidad, un cierto liberalismo, sino de una perversión del espíritu. Es toda una nueva filosofía basada en la filosofía moderna del subjetivismo.
El libro que acaba de aparecer de un teólogo alemán y el cual espero que sea traducido al francés a fin de que lo puedan tener entre sus manos, es muy instructivo de este punto de vista. Comenta el pensamiento del Papa, especialmente un retiro que predicó en el Vaticano siendo simple Obispo. Demuestra que en el Papa todo es subjetivo. Cuando enseguida leemos su discurso, nos apercibimos que ése es su pensamiento. A pesar de las apariencias, no es católico. El pensamiento del Papa en cuanto a Dios, en cuanto a Nuestro Señor, viene del fondo de su conciencia y no de una Revelación objetiva a la cual se adhiere con su inteligencia. El construye la idea de Dios. Últimamente dijo en un documento inverosímil, que la idea de la Trinidad no ha podido llegar sino muy tarde, porque es necesario que la psicología del hombre interior pueda ser capaz de llegar a la Santísima Trinidad. Entonces la idea de la Trinidad no viene de una Revelación, sino del fondo de la conciencia.
Estos no son pequeños errores. Nos encontramos delante de toda una corriente filosófica que remonta a Descartes, a Kant, a toda la línea de filósofos modernos que han preparado la Revolución.
He aquí algunas citas del Papa sobre el ecumenismo publicadas en el Osservatore Romano del 2 de junio de 1989:
« Mi visita a los países nórdicos es una confirmación del interés de la Iglesia católica en la obra del ecumenismo que es el de promover la unidad entre todos los cristianos. Hace 25 años que el concilio Vaticano II ha insistido claramente en la urgencia de este desafío en la Iglesia. Mis predecesores han buscado alcanzar este objetivo con una perseverante atención a la gracia del Espíritu Santo quien es la fuente divina y el garante del movimiento ecuménico. Desde el inicio de mi pontificado, he hecho del ecumenismo la prioridad de mi solicitud para la acción pastoral”.
Está claro.
Y el papa, sin detenerse, hace discursos sobre el ecumenismo porque él recibe constantemente a delegaciones de ortodoxos, de todas las religiones, de todas las sectas.
Se podría decir que éste ecumenismo no hizo el mínimo progreso en la Iglesia. No condujo a nada sino a confortar a los demás en sus errores, sin buscar convertirlos. Todo lo que ha sido dicho son galimatías: la comunión, el acercamiento, desearíamos muy pronto estar en una comunidad perfecta, esperamos en poco tiempo poder comulgar en los sacramentos de la unidad… Y así sucesivamente. Pero ellos no avanzan, es imposible que avancen jamás.
Todavía en el Osservatore Romano, se encuentra un discurso de Casaroli dirigiéndose a la Comisión de los derechos del hombre de las Naciones Unidas:
« Respondiendo con mucho placer a la invitación que me ha sido dirigida de venir hasta ustedes aportándoles el apoyo de la Santa Sede, deseo centrarme un poco –y todos lo comprenderán- en un aspecto específico de la libertad de pensar y de actuar según su conciencia, luego la libertad religiosa”. (¡Escuchar cosas como éstas de boca de un arzobispo!). “Juan Pablo II no dudaba en afirmar el año pasado en un mensaje para la Jornada mundial de la paz, que la libertad religiosa constituye la piedra angular en el edificio de los derechos del hombre.
La Iglesia Católica y su Pastor supremo, que ha hecho de los derechos del hombre uno de los grandes temas de su predicación, no han dejado de recordar que en el mundo hecho por el hombre y para el hombre (dixit Casaroli!)”Toda organización de la sociedad no tiene sentido más que en la medida en que ella haga de la dimensión humana su preocupación central”. (Dios, no se habla más de la dimensión de Dios en el hombre, es horrible, es el paganismo). Entonces el continúa: “Todo hombre y todo el hombre, esa es la preocupación de la Santa Sede, tal es sin duda la vuestra también”.
No tenemos nada que ver con esta gente, porque no tenemos nada en común con ellos.
Entonces nuestro famoso Ratzinger se encuentra ahora molesto de haber dicho que el Vaticano era un contra-Syllabus, porque se lo reprochamos a menudo. Es por eso que él ha encontrado una explicación que ha dado el 27 de junio de 1990.
Ustedes saben que Roma ha publicado un río de documentos para explicar las relaciones entre el Magisterio y los teólogos. Como no saben cómo salir de los apuros que tienen en todas partes, tratan de recuperar a los teólogos sin condenarlos mucho. Hay páginas y páginas, es para perderse completamente.
Es en la presentación de este documento que el cardenal Ratzinger ofrece su opinión sobre la posibilidad de poder decir lo contrario de lo que los papas han siempre afirmado desde el siglo pasado.
« El documento, dice el Cardenal (Ratzinger), afirma quizá por primera vez con claridad (en efecto, pienso que esto es cierto), que hay decisiones del Magisterio que no pueden ser la última palabra sobre un asunto como tal, sino que son un anclaje substancial en el problema (¡el maligno!) Y antes que todo una expresión de prudencia pastoral. Una especie de disposición provisoria. (¡Las decisiones oficiales de la Santa Sede, disposiciones provisorias!) El núcleo se mantiene estable pero los aspectos particulares sobre los que tienen una influencia las circunstancias del tiempo, pueden tener necesidad de rectificaciones ulteriores. A este respecto se pueden señalar las declaraciones de los papas del siglo pasado sobre la libertad religiosa (¡por favor!) como también las decisiones anti modernistas de principios de siglo. (¡Va fuerte!) Y sobre todo las decisiones de la Comisión bíblica de la misma época” (Entonces no puede digerirlas).
He aquí tres decisiones del Magisterio que se pueden dejar de lado. Pueden cambiar. A este respecto se puede señalar las declaraciones de los papas del siglo pasado que necesitan rectificaciones ulteriores “Las decisiones anti modernistas han hecho un gran servicio, pero después de haber rendido su servicio pastoral en su tiempo, en sus determinaciones particulares, actualmente son obsoletos”. (Ahora damos la vuelta a la página del modernismo. Se terminó, no hablemos más).
Se libra de la acusación que se le hace de estar contra el Syllabus, contra decisiones pontificales y el Magisterio: queda el núcleo (¿qué núcleo? ¡No lo sabemos!) Pero los aspectos particulares sobre los cuales tienen una influencia particular las circunstancias del tiempo pueden necesitar rectificaciones posteriores. Voila! Está hecho, es increíble.
Cómo quieren que se les tenga confianza a personas como éstas, que justifican la negación de Quanta Cura, de Pascendi, de las decisiones de la Comisión Bíblica, etc…
O bien nosotros somos los herederos de la Iglesia Católica, es decir, de Quanta Cura, de Pascendi, con todos los papas hasta antes del concilio, y la gran mayoría de los obispos de entonces, por el reino de Nuestro Señor Jesucristo y la salud de las almas, o bien somos herederos de aquellos que se esfuerzan, incluso al precio de una ruptura con la Iglesia y su doctrina, de admitir los principios de los derechos del hombre, basados en una verdadera apostasía, con vista a obtener una presencia de servidores en el gobierno mundial revolucionario. Porque eso es el fondo: a fuerza de estar en pro de los derechos del hombre, de la libertad religiosa, la democracia y la igualdad de los hombres, tendrán un sitio en el gobierno mundial, pero será un sitio de servidores.
Si yo les digo estas cosas, es porque me parece que hay que retomar nuestro combate con quien lo ha precedido. Porque no ha comenzado con el Concilio, este combate tan duro, tan penoso en el cual la sangre se ha derramado. La separación de la Iglesia y el Estado, los religiosos y religiosas perseguidos, el dominio sobre todos los bienes de la Iglesia, han constituido una verdadera persecución, no solamente aquí sino en Suiza, en Alemania, en Italia. Fue desde el momento de la ocupación de los Estados Pontificios que el Papa se encontró relegado en el Vaticano, presa de cosas abominables. Entonces ¿estaremos con todo el mundo contra la doctrina de los papas sin ocuparnos de las protestas que ellos han elevado para defender los derechos de la Iglesia y de Nuestro Señor, para defender las almas?
Creo verdaderamente que tenemos unos cimientos y una fuerza que no provienen de nosotros. No es nuestro combate el que libramos, es el de Nuestro Señor, continuado por la Iglesia. No podemos dudar: O bien estamos con la Iglesia o contra ella, nosotros no estamos con esta Iglesia conciliar que cada vez es menos la Iglesia Católica, prácticamente no queda nada.
Antes, cuando el Papa hablaba de los derechos del hombre, frecuentemente hacía alusión a los deberes del hombre igualmente. Ahora ya no más: todo es por el hombre, para el hombre. Quise hacerles estas consideraciones para que ustedes se fortifiquen también, y que tengan conciencia de continuar el combate con la gracia del Buen Dios.
Porque es evidente que ya no existiríamos si el Buen Dios no estuviera con nosotros. Ha habido al menos cuatro o cinco ocasiones en el curso de las cuales la Fraternidad hubiera desaparecido. Y gracias a Dios, estamos aquí todavía para continuar. Ella debió desaparecer en particular en la ocasión de las consagraciones, ¡nos lo predijeron tanto! Todos los profetas de desgracias e incluso algunos cercanos nos dijeron: “Monseñor, no lo haga nunca, será el fin de la Fraternidad”. Pero no, el Buen Dios no quiere que su combate termine. Es todo.
Este combate ha tenido sus mártires: los mártires de la Revolución y todos aquellos que han sido martirizados moralmente en el curso de todas las persecuciones de los siglos XIX y XX. San Pio X ha sufrido el martirio a causa de tantos obispos perseguidos, de conventos expropiados, de religiosos cazados más allá de las fronteras entre otras cosas. ¿Y todo eso por nada? Este sería un falso combate, inútil, un combate que condenarían las víctimas y los mártires. Esto no es posible.
Nosotros estamos inmersos en esta corriente, en esta continuidad, agradezcamos al Buen Dios. Somos perseguidos, es evidente, nosotros somos los únicos excomulgados, los únicos perseguidos, pero no podemos no serlo.
¿Entonces qué pasará? No lo se. ¿Elías? Apenas esta mañana leía en la Escritura: “El regresará y pondrá todo en su lugar”, Omnia restituet. Que venga rápido!
Humanamente hablando, no veo la posibilidad de un acuerdo actualmente. Me decían ayer: “si Roma aceptara sus Obispos y que usted estuviera completamente exento de la jurisdicción de los obispos…” Por principio ellos están lejos de aceptar una como esa, además es necesario que ellos nos hagan la oferte y yo no pienso que estén listos porque la dificultad de fondo, que es el darnos un obispo tradicionalista. Ellos no quieren más que un obispo con el perfil de la Santa Sede. El perfil, ustedes comprenden lo que quiere decir. Ellos saben muy bien que dándonos un obispo tradicional, construirían una ciudadela tradicionalista. Ellos no lo quieren y tampoco se lo han dado a los otros. Cuando los otros dicen que han firmado el mismo protocolo que nosotros, no es verdad. Nuestro protocolo preveía un obispo y dos miembros en la Comisión romana. Pues bien, ellos no tienen ni el obispo ni los miembros en la Comisión romana. Roma ha retirado esto del protocolo, pues no lo quería a ningún precio.
El primero de noviembre próximo festejaremos el vigésimo aniversario de la Fraternidad, y yo estoy íntimamente convencido que es ella quien representa lo que el Buen Dios quiere para guardar y conservar la fe, la verdad de la Iglesia y lo que todavía pueda ser salvado de la Iglesia. Esto se hará gracias también a los obispos que rodean al Superior general, cumpliendo su rol indispensable de mantenedores de la fe, predicando, dando las gracias del sacerdocio y de la confirmación. Estas son cosas irremplazables de las cuales tenemos absoluta necesidad.
Todo esto es muy consolador, y pienso que nosotros podemos agradecer al Buen Dios, y obrar en la perseverancia, a fin de que un día se reconozca lo que hacemos. Aunque la visita del cardenal Gagnon no haya dado muchos resultados, cuando menos muestra que estamos presentes y que en la fraternidad se hace el bien. Aunque ellos no hayan querido decirlo expresamente, están obligados de reconocer que la Fraternidad representa una fuerza espiritual irremplazable para la fe, donde ellos, espero, tendrán la alegría y la satisfacción de servirse cuando hayan regresado a la fe tradicional.
Roguemos a la Santísima Virgen, pidamos a Nuestra Señora de Fátima, en todas las peregrinaciones respectivas en todos los países, de venir en la ayuda de la Fraternidad para que tenga muchas vocaciones. Deberíamos tener un poco más de vocaciones, nuestros seminarios no están llenos. Pero pienso que con la gracia de Dios, eso vendrá. Gracias por haberme escuchado. Les pido orar para que yo tenga una buena y santa muerte, porque ahora es lo que me queda por hacer.
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