- San Martiniano, Confesor
- San Agabo
- Santas Fusca y Maura, Mártires
- San Polieucto, Mártir
- San Martiniano, el Ermitaño
- Santa Ermenegilda o Ermenilda, Viuda y Abadesa
- Beata Cristina de Espoleto
- Beata Eustoquio de Padua, Virgen
- Beata Arcángela Girlani, Virgen
13 de febrero
SAN MARTINIANO,
Confesor
n. hacia el año 350 en Cesarea;
† hacia el año 398 en Atenas, Grecia
Nosotros no ponemos la mira en las cosas visibles,
sino en las invisibles. Porque las que se ven son transitorias;
mas las que no se ven son eternas.
(2 Corintios 4, 18)
San Martiniano se retiró al desierto a la edad de 18 años. Llegose allí el demonio a tentarlo. Estaba a punto de sucumbir y abandonar su celda, cuando fue detenido por este pensamiento: ¡Desdichado, Dios te ve!Rechazó la tentación y volvió a emprender, con mayor ardor, sus ejercicios de piedad. Redobló el demonio sus esfuerzos para arrancarlo de la soledad y arrojarlo al mundo, donde esperaba hacerlo abandonar el servicio de Dios: pero San Martiniano triunfó de sus ataques por medio del ayuno, la mortificación y la oración.
MEDITACIÓN
SOBRE LAS TENTACIONES
I. Estarás expuesto a las tentaciones durante todo el curso de tu vida; las encontrarás en todas partes, tengas la edad que tengas y cualquiera sea tu condición; deberás siempre luchar contra los deseos de la carne. Humíllate, pues, viéndote sujeto a tantas flaquezas; teme, y vela sobre ti incesantemente; evita las ocasiones peligrosas, si puedes, o por lo menos prevelas y apercíbete, para no ser sorprendido cuando te veas en ellas.
II. ¿Quieres resistir valientemente a todas las tentaciones? Anda en la presencia de Dios. Este pensamiento: Dios me ve, impidió a San Martiniano sucumbir; producirá en ti el mismo efecto. ¡Dios me ve! Dios, que me castigará si lo ofendo, que me recompensará si salgo victorioso de esta prueba. Jesucristo, que ha derramado toda su sangre para salvarme, tiene puestos los ojos sobre mí, ¿y vacilaré yo en privarme de un placer, por Él? Si meditas cualquiera de estos pensamientos, no hay tentación que no puedas superar.
III. Imita al Apóstol San Pablo: castiga tu cuerpo, redúcelo a servidumbre, y las tentaciones de la carne se disiparán. Dite a ti mismo, a ejemplo de San Martiniano: Quieres cometer un pecado que te condenará, considera si podrás soportar el fuego del infierno, los azotes y el hambre. Es preciso que el pensamiento del infierno trueque en amargura todos los placeres criminales del mundo. Todo lo que sonríe en el siglo presente, debe hacerse amargo mediante la consideración del fuego eterno (San Gregorio).
La perseverancia.
Orad por los que son tentados.
ORACIÓN
Oh Dios, que cada año nos proporcionáis un nuevo motivo de júbilo en la fiesta del bienaventurado Martiniano, vuestro confesor, haced, benignamente, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos la que vivió en la tierra. Por J. C. N. S.