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miércoles, 11 de enero de 2012

SANTORAL 11 DE ENERO

11 de enero



SAN HIGINIO,
Papa y Mártir



Crucifican de nuevo en sí mismos al Hijo de Dios,
y lo exponen al escarnio.
(San Pablo a los Hebreos, 6, 6).

   San Higinio, sucesor del mártir San Telésforo en la cátedra de San Pedro, desplegó gran celo en la defensa de la ortodoxia contra los heresiarcas Cerdón y Valentino. Tuvo que sufrir mucho durante los cuatro años que ocupó el trono pontificio. Por eso fue puesto entre los mártires. Murió en el año 142.

  MEDITACIÓN
LOS PECADORES CRUCIFICAN
DE NUEVO A JESUCRISTO   

   I. Jesús ha sufrido una vez en el Calvario por nuestros pecados. No acusemos ni a Judas ni a Caifás ni al pueblo judío ni a Pilatos de haberlo hecho morir, sin pensar que también nosotros somos los autores de su muerte; nuestros crímenes son los que lo clavaron en la cruz. ¡Ah, Jesús!, ¿cómo podré verte morir en un cadalso para expiar mis pecados, sin amarre y sin llorar mis prolongados extravíos?

   II. No sólo una vez he sido la causa de tu muerte en el Calvario, sino que renuevo esta causa cada vez que cometo pecado mortal. Alma mía, ¿no son ya bastantes los dolores que Jesús ha soportado? ¿debo renovar su causa para quedar bien con un amigo, para satisfacer una pasión, para gozar de un placer transitorio?

   III. Jesús fue crucificado en el Calvario una vez y por los judíos que no lo conocían; todos los días, en todo el mundo, hay cristianos, a quienes ha rescatado al precio de su sangre, que renuevan la causa de su suplicio. Nada escatima Jesús para apartarnos del pecado; ¡y nosotros continuamos ofendiéndolo! Escucha, pecador, los reproches que te dirige el divino Salvador: ¿Por qué, con tus pecados, me clavas a una cruz más cruel que aquélla a la que se me clavó hace tiempo? (San Agustín).

La huída del pecado 
Orad por los pecadores

ORACIÓN

      Pastor eterno, mirad con benevolencia a vuestro rebaño y conservadlo con protección constante, por vuestro bienaventurado Mártir y Soberano Pontífice Higinio a quien constituiste pastor de la Iglesia universal.  Por N. S. J. C. Amén

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