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jueves, 15 de septiembre de 2011

ES OFICIAL. EL CARD. LEVADA HA OFRECIDO UNA PRELATURA PERSONAL A LA FSSPX

 POR SI QUEDA ALGUNA DUDA AQUI ESTA EL COMUNICADO DE ROME REPORTS

EN INGLES:

 

EN ESPAÑOL:

LA MUJER EN LA IGLESIA PRIMITIVA I


LA MUJER EN LA IGLESIA
PRIMERA PARTE
ICONO DE SANTA MARÍA MAGDALENA

El tema de la mujer en la Iglesia ocupa un amplio espacio. Ella no solamente sigue teniendo funciones que la naturaleza le ha dado, madre, esposa, preocupada por las cosas de la casa, sino que, además, de sus actividades públicas, está ocupando un lugar importante en la Iglesia: catequista, evangelizadora, lectora, etc. Funciones que las autoridades eclesiásticas le van confiriendo y pidiendo, para su mayor participación en la sociedad civil y en la Iglesia. Surge la pregunta sobre qué lugar ocupaba el tema de la mujer evangelizadora en la época de los Padres de la Iglesia. No se pueden exigir de ellos los mismos conceptos que actualmente la mujer ha llegado a merecer, pero encontraríamos muchos elementos en su favor, mediante una detenida lectura de los escritos de los pastores de la Iglesia en los primeros siete siglos.


LA MUJER EVANGELIZADA

Los padres no condenaron a la mujer, pero han tratado de evangelizarla, desde su supuesto estado de débil, arrogante, pérfida, y dominada por una sociedad machista, para llevarla a la dignidad que le dio el Creador. Condenada a pasar toda la vida en su casa, por desconfianza, comienza a ser considerada igual al hombre en el plano moral y en el espiritual. Los Padres empiezan a enseñar que tiene derecho al estudio y a la meditación de la Sagrada Escritura. La exhortan al estudio, lectura y oración (Constitución Apostólica, 1,5,6; san Gregorio de Nisa, Orígenes). Ellos enseñan a las mujeres el canto de los Salmos y otras melodías religiosas. El estudio y la meditación de los Libros Santos permiten a las mujeres aprender las grandes verdades dogmaticas (en Roma las mujeres generalmente eran más preparadas que los hombres). San Agustín evangeliza a Paula, escribiéndole un tratado sobre la oración y la visión de Dios. San Jerónimo, por deseo de las mujeres devotas y oyentes, explicaba la Sagrada Escritura en Jerusalén. Estas mujeres estudiaban griego, arameo y hebreo para comprender mejor la Biblia. San Agustín se admiraba de la profundidad espiritual de las devotas, llamándolas “fuente de sabiduría”. Los Padres tuvieron una gran preocupación pastoral por evangelizar a la mujer, sabiendo la gran obra que ella podía realizar en la familia o en su entrega total a Dios.

Si bien los Padres dejaban a un lado la posición jurídica y civil de la mujer de su tiempo, dieron gran importancia a su vida interior, sabiendo que, convirtiéndose ella, era capaz de lograr grandes cosas en la sociedad y en el bien. Enseñaban la búsqueda de belleza interior, sobriedad, modestia, discreción. Los ojos demasiado curiosos son siempre ocasión de pecado: “Evitad las miradas” (san Agustín, Carm. I, II, 29, 312). La mujer tiene que ser grave, modesta, de poco hablar, discreta en la sonrisa (Metodio de Olimpo, El banquete de las vírgenes, 5 discurso, 4, 226). La prostituta, en cambio, se conoce enseguida por su modo de caminar desordenado, por su manera de vestir, su hablar ligero, superficial. La mujer cristiana transmite paz, serenidad, firmeza, humildad, sencillez en los vestidos. “Las mujeres tengan por gloria hablar lo menos posible de sí mismas o de otras, en bien o en mal” (san Gregorio Nacianceno, Carm. I, 2, 29, 4). La mujer es el signo de la interioridad espiritual y la vivencia de la verdadera humanidad, y no del revestirse de la máscara de cosas mundanas. La mujer es toda seducción y tiene armas poderosas para hacer caer al hombre, mediante la coquetería (Pseudo clementinas, homilía 3, 27). La seducción hizo caer a Adán. La belleza de la mujer es para hacer caer en el pecado al imprudente. La mujer que luce la belleza física, vistiéndose lujosamente, maquillándose, es la que ofende la obra creadora de Dios, creyéndose imperfecta (san Cipriano).

La mujer que busca la belleza física hace una ostentación de orgullo y vanidad para dominar al hombre. No se debe hacer la belleza física, sino la interior: bondad, amor, sacrificio, moderación, dulzura, misericordia, etc. (san Juan Crisóstomo).

La mujer se arma de la trampa de la arrogancia para seducir. El orgullo es común en todos los hombres, pero muy fuerte en la mujer, a causa de la debilidad y fragilidad de su sexo. Busca elevarse con todos los medios pérfidos, aun contra la armonía natural, buscando dominar al marido, ejercer el poder tiránico y de terror en la familia y en la sociedad. La vez que la mujer quiso mandar sobre el hombre, cometió un grave pecado, transgrediendo la ley de Dios (san Juan Crisóstomo , 17 homilía sobre el Génesis, 4). Al contrario, la mujer humilde, libremente sumisa, encuentra la armonía, la igualdad matrimonial y humana. Ella convierte la arrogancia en dulzura, alegría, armonía y fortaleza en la familia (san Juan Crisóstomo, 20 homilía sobre los Efesios, 2).

Los Padres han buscado evangelizar a la mujer, fundamentándose en la Sagrada Escritura, haciendo comprender que su grandeza, dentro de su debilidad, está en su dignidad de creatura de Dios. La grandeza de la debilidad se encuentra en la dialéctica continua de vivir el espíritu evangélico y la dignidad humana, sin necesidad de la diabólica degradación humana, para reafirmar su ser, liberarse continuamente del pecado para caminar hacia el misterio de la salvación. Comienza entonces el desarrollo de la inteligencia, de la fe y del amor, de la vida interior. Del orgullo a la ternura; del pesimismo feminista y seductor a la fortaleza y el coraje interior. La mujer es un ser capaz de redención, de conseguir grandes victorias interiores (Orígenes, 13 homilía sobre el Génesis, 3). La debilidad de la mujer no está en su esencia, sino en su existencia, indefensa y explotada por el hombre. Ella está llamada a grandes cosas; “Donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia” (Rm 5, 20). Eva es la figura del pecado; María, la figura de la gracia (san Ireneo de Lyon, San Justino, etc).

Los Padres han meditado abundantemente sobre el tema del paralelismo entre Eva y María, y las consecuencias que trajo sobre la humanidad. La mujer es presentada como el sexo débil, pecador, en su contextura existencial, pero capaz de transformarse en el sexo fuerte, con la vivencia de la virtud.

Las mujeres fueron las primeras en participar del misterio de la salvación: “El Señor primero apareció a las mujeres y ellas fueron a anunciar a los Apóstoles” (san Jerónimo, Comentario sobre el profeta Sofonías, 1). Ellas fueron evangelizadas primero por el Señor, para luego cumplir la misión del misterio de la salvación. La mujer, por su dignidad maternal, es comparada con la paternidad de Dios. El amor de Dios hacia los hombres es el de la madre hacia su hijo, débil, pequeño: con amor lo abraza, lo acaricia, lo alimenta, lo viste, lo socorre, para que el hijo se sienta tranquilo y feliz al lado de su madre. Eva es la madre de los hombres y María es la Madre de Dios. El Señor no puede amar sin donarse; así, la madre no puede ver sufrir sin donarse. La maternidad se mide por el amor hacia los demás (san Clemente de Alejandría, Qui dives salvetur?, 27). El amor verdadero de la mujer no está fundamentado en el apetito sexual, sino en la necesidad de donarse a los demás, en olvidarse de sí misma; así vive y siente su maternidad. La Madre de Dios es entonces el ejemplo para la mujer evangelizada en los Padres. Buscar la plenitud de “madre-virgen” (san Agustin).

En el plano espiritual, la mujer es igual al hombre; “la virtud de la mujer y la del hombre son la misma virtud, una misma naturaleza de conducta” (san Clemente de Alejandría, 8, 260). Muchas mujeres han luchado tanto como los hombres y han demostrado la misma decisión de los hombres. Los textos nos dicen: “La mujer está ligada ontológicamente al misterio del Espíritu Santo”, “el diacono toma el lugar de Cristo, y la diaconisa, el lugar del Espíritu Santo” (Didascalia). Ella es la fuente de la caridad divina. El paralelismo entre Eva y María se refleja en la debilidad del amor (san Justino, Dialogo con Trifon; san Ireneo, Contra los Herejes, 3, 224). La mujer que anuncia la salvación al hombre cumple una misión especial en la historia de la salvación de la humanidad (san Gregorio de Nisa, san Agustín, san Juan Crisóstomo). Ella no se cambia de sexo ni se viste de machismo, sino de virtudes, y pasa de la condición del débil a ser igual que el hombre y preludiar el estado de los ángeles, condición futura de la humanidad entera (san Clemente, Stromata, 4, 4).

El sexo pertenece a un orden provisorio, temporal, tiene que ser superado en el camino peregrinante hacia la eternidad, viviendo la plenitud de la inteligencia de la fe. La armonía entre el hombre y la mujer se rompe a causa del pecado; tiene que volver a realizarse la unidad de una sola carne: “Ella, se quede en la casa o salga a trabajar, lucha espiritualmente, trabaja a favor de la Iglesia; ella vigila, cuida al marido y lo ayuda cuando tiene que librar luchas y fatigas” (san Juan Crisóstomo, Carta 170).

Continuará...

Fuente: Luis Glinka, ofm. "Volver a las fuentes. Introducción al pensamiento de los Padres de la Iglesia". LUMEN 1era Edición. 2008.

LA PERFIDIA JUDÍA EN LA HISTORIA CRISTIANA I


 SE EXPANDEN DOS FUERZAS POR EL MUNDO
(PRIMERA PARTE)

 

NOTA DEL BLOG: Nuestra intención, al hacer estas publicaciones, es dar a conocer cómo la perfidia judía ha venido mostrándose a lo largo de la historia (era cristiana) como enemiga de toda fundación cristiana. No pretendemos animar rencores ni odios de tipo raciales (antisemitismo), ni mucho menos un odio en sentido teológico (leer: “El Judío en el misterio de la historia” del P. Julio Meinvielle); nos ponemos en contra de ambas situaciones. Mas es nuestro deber, como católicos, el esclarecer las medidas que los estadistas católicos y la Iglesia adoptaron y afrontaron para frenar y contener esta perfidia, con el fin de que la Fe verdadera prevaleciera, en contra posición a las artimañas desleales por parte de los que pretendían (y aun pretenden) ver a la Iglesia de Cristo arrodillada ante ellos en son de derrota, sumisión y esclavitud. Es nuestro deber orar por estos Judíos que planean la destrucción del mundo cristiano. Éste es un problema TEOLÓGICO, y mediante ese contexto ha de resolverse.

***

Desde que Cristo fue llevado al Calvario el mundo quedó dividido en dos campos fundamentales: el cristiano y el anticristiano. Al condenar a Jesucristo los judíos se habían impuesto y poco después formalizaban el propósito de derrotar a los romanos. (Año 66) Algunos hebreos (los celotes) eran partidarios de una lucha abierta, en tanto que otros (los sicarios) actuaban encubiertamente y realizaban actos de terror contra el régimen y contra sus propios hermanos de raza que no secundaban su táctica. Esto acabó por generalizar el levantamiento contra los romanos.

Desde los primeros encuentros los judíos sufrieron graves reveses, y cuando ya veían casi perdida su lucha, el rabí Johanán ben Zacai se fingió partidario de concertar la paz con los romanos y consiguió que éstos le permitieran trasladarse a otra población, donde reunió discípulos y comenzó a crear una nueva comunidad que transmitiera a sus descendientes la fe en que restaurarían el templo de Jerusalén y lograrían la hegemonía mundial como “pueblo elegido”.

(Año 70) Mientras el rabí Zacai realizaba esa tarea adoctrinadora, Jerusalén era dominado por los romanos, y el templo israelita fue totalmente destruido. Se inició entonces la diáspora o dispersión de los judíos, ya vencidos, en tanto que los romanos se iban cristianizando y esto acentuaba más sus diferencias con los hebreos.

ADRIANO EMPERADOR ROMANO
Sesenta años más tarde los judíos lograron realizar un nuevo levantamiento y los romanos tuvieron que hacer un considerable esfuerzo para dominarlos. (Año 135) Sorprendido ante esa persistencia, el emperador Adriano, de Roma, se propuso acabar con el credo judaico y prohibió la enseñanza de la Torá, pero los hebreos ya habían desarrollado grandes facultades para la acción subterránea y continuaron enseñándola secretamente a sus descendientes. En la misma forma siguió funcionando su gobierno oculto, el Sanedrín, y Rabí Judá escribió la Mischná, o sea la segunda Torá, que recopilaba gran parte de las instrucciones judaicas hasta entonces transmitidas verbalmente. La Mischná, junto con las conclusiones que después se le agregaron (Guemara) constituyó el Talmud (de 12 a 20 volúmenes).

(Año 470) Esos escritos sirvieron de base para el gran impulso que logró la comunidad judía asilada en Babilonia, la cual llegó a sentirse suficientemente fuerte para entrar en pugna con los persas, pero fue vencida, y muchos hebreos tuvieron que emigrar, particularmente a la India y a Arabia. Los que se quedaron en Persia realizaron un segundo levantamiento y fueron derrotados de nuevo.

Justiniano, Emperador de Bizancio

(Año 476) Entretanto, el Imperio Romano se desmembraba. Siria y Palestina pasaron a poder de Bizancio y los judíos ya no tenían entonces muchas esperanzas de vencer en guerras abiertas y habían optado por infiltrarse en las administraciones de los Estados, razón por la cual el Emperador bizantino Justiniano les prohibió que desempeñaran cargos importantes en el gobierno de Bizancio.

(Año 638) Más tarde los primeros califas árabes –seguidores de Mahoma- arrebataron a Bizancio el dominio de Siria y Palestina, territorios que después quedaron bajo el control del Califato de Bagdad, el cual abarcaba a Persia, Babilonia, Armenia y Egipto. Durante estos cambios, aprovechando los movimientos y reajustes políticos consiguientes, los judíos lograron infiltrarse en las nuevas administraciones y así fue posible que cuando los ejércitos árabes se lanzaron al Occidente, hacia España, marcharan entre ellos numerosos e influyentes peritos y consejeros israelitas.

(En España los judíos habían llegado en el año 850 antes de Jesucristo (1) y disfrutaron de cordial hospedaje para prosperar económicamente y para practicar su religión, como lo prueban todavía hoy  las viejas sinagogas existentes en la Península. Sin embargo, los judíos guardaron en España su prohibición de casarse con no judíos y evitaron la fusión con la población española. Fieles a su sueño de hegemonía mundial no se sentían agradecidos por el hospedaje que se les brindaba, sino víctimas de una injusta situación porque no eran ellos los soberanos del país. (Año 694) Bajo el rey Ecija –en 694 de nuestra Era- los españoles descubrieron que la colonia judía mantenía comunicación con los musulmanes de África y conspiraba contra el régimen; entonces se reunió el Concilio XVII de Toledo y les impuso diversos castigos.
Rey Witiza
Pero esto duró menos de cinco años, pues el nuevo rey Witiza, hijo de Ecija, los perdonó y les restableció todos los derechos de que habían gozado. Si con ello creyó que se ganaría la buena voluntad de la población hebrea, estaba completamente equivocado ya que ellos aprovecharon la benevolencia de Witiza para reanudar su conjura). (2)

Así estaban las cosas en España cuando ocurrió el ataque de las legiones árabes. Los judíos, que bajo el rey Witiza gozaban de paz y prosperidad en la Península Ibérica, se pusieron de acuerdo con sus hermanos que acompañaban a los invasores musulmanes –encabezados por Tarik, de quien Torroba Bernaldo de Quirós dice que era moro de sangre judía- y abrieron las puertas de las principales ciudades españolas. (3) Los propios israelitas refieren este pasaje histórico con las siguientes palabras:

TARIK
“Cuando los musulmanes conquistaban una ciudad, sus dirigentes la entregaban al cuidado de los judíos, en quienes veían amigos leales, y proseguían su marcha. La capital de España, Toledo, fue entregada al guerrero árabe Tarik por los israelitas, los cuales le abrieron las puertas de la ciudad mientras la población cristiana huía a buscar refugio en las iglesias. El cuidado de la capital fue también confiado a los hebreos. De este modo los judíos se convirtieron en dueños de las ciudades”. (4)

Para la población española, que había llegado a tratar familiarmente a sus huéspedes judíos, fue un golpe terrible ver que éstos se entendían con el invasor musulmán, que le abrían las puertas de sus ciudades, que se apoderaban de los puestos políticos dirigentes y que ayudaban al extranjero a adueñarse del país. Hubo ciudades habitadas casi exclusivamente por judíos, como Lucena, y a Granada se la conoció por algún tiempo como Villa de Judíos. Este cautiverio de España iba a durar SETECIENTOS AÑOS. Los españoles fueron sojuzgados en su propia tierra y tuvieron que luchar y perder muchos hombres para ir reconquistando ciudades y regiones. En 1085 recuperaron Toledo, formaron un barrio especial para sus antiguos captores judíos y aún permitieron que algunos de ellos volvieran a ocupar puestos públicos, como Samuel Leví, que fue tesorero y que defraudó la confianza porque se apoderó de tesoros y los ocultó en subterráneos de su propia casa.

Antipapa judío ANACLETO II
Los judíos lograron un gran triunfo político-económico al compartir con los árabes la dominación de la España católica durante 7 siglos. Pero a la vez buscaban el triunfo sobre la institución que consideraban su más poderosa rival desde el advenimiento de Cristo, o sea la Iglesia Católica. En 1130 el cardenal Pierleoni, muy devoto, muy caritativo y muy estimado por su aparente espíritu religioso, se proclamó como Papa Anacleto II. Lo apoyaba el grupo político que acaudillaba su familia. Pierleoni era descendiente, por la rama paterna, de los judíos Baruch Leonis y Chanoch Ben Esra, y su madre Miriam era hija del rabino Nathan Ben Jechiel. Varios cardenales advirtieron que Pierleoni estaba al servicio del judaísmo y que su militancia católica era falsa, por lo cual reconocieron como Papa a Inocencio II, pero el grupo de Pierleoni obligó a Inocencio a emigrar. (5)

La Iglesia de Francia no reconoció a Pierleoni (Anacleto II); en París hubo tres concilios y se planteó que Pierleoni fingía desde niño su conversión y había sido infiltrado en la Iglesia para destruirla por dentro.

SAN BERNARDO DE CLARAVAL
La hábil conducta externa de Pierleoni se vio pronto contradicha por sus actos gradualmente contrarios a la ortodoxia religiosa. El Abad Bernardo (posteriormente canonizado como San Bernardo) encabezó la lucha para desenmascarar al falso Papa y recorrió todas las Casas reales de Europa llevando pruebas de que Pierleoni favorecía a los prelados de origen israelita e intrigaba y postergaba a los no judíos.

El emperador de Alemania fue el primero en convencerse de esa traición y tropas alemanas y francesas apoyaron al Papa Inocencio II, reconocido por los concilios de París. En vísperas de perder su dominio, Pierleoni (Anacleto II) huyó de Roma, murió en circunstancias poco claras (Año 1138) y quedó de manifiesto que había sido un Antipapa. Inocencio II regresó a Roma y ese día se conoció con el nombre de Sábado de Gloria del gran cisma. En
S.S. INOCENCIO II
los concilios de París se abordó ampliamente este tema y se nombró específicamente a los judíos como conspiradores para destruir el trono y la Iglesia. En aquella época la casi consumación de esta catástrofe estremeció al mundo y fue del dominio público.

La magistral táctica judía de la infiltración, que había triunfado política y militarmente en España, y que estuvo a punto de triunfar en lo religioso en Roma, alarmó profundamente al mundo cristiano y así se evidenció en el IV Concilio de Letrán (Año 1215), durante el cual se adoptaron medidas defensivas. La gravedad del peligro dio asimismo origen al nacimiento de los tribunales de la Inquisición, destinados a descubrir y castigar las infiltraciones de un enemigo que no luchaba abiertamente, sino que se disfrazaba de mil modos, dado que el Talmud dispone que es lícito “engañar a los idólatras haciéndoles creer que se es adepto a su culto”.
S.S. GREGORIO IX
Dichos tribunales quedaron primero en manos de los obispos y luego de Roma, bajo el Papa Gregorio IX (1227-1241).

Aunque vencido su principal intento dentro de Roma, los judíos continuaron tratando de dividir y debilitar a los católicos. Veían en éstos a los seguidores de Cristo, a quien juzgaban un impostor por haberles negado el reino de este mundo. En el sur de Francia, en el famosos Midi, que por su densa población judía llegó a ser en el siglo XI el baluarte del judaísmo en Occidente, surgieron diversas herejías antisacerdotales. Nació ahí la secta de los valdenses (Año 1170), fundada por Peter Waldo de Lyon, que luego fue ayudada y propalada por judíos que aparentaban ser cristianos; los valdenses querían el laicismo en la enseñanza y difundían ideas comunistas, como la supresión de la propiedad privada (siglos después remozada por el comunismo moderno) y trataban de realizar movimientos revolucionarios valiéndose de los pobres. Decían que sólo querían moralizar a la Iglesia, aunque su meta era destruirla.

Los valdenses tenían ligas secretas con los albigenses (o cátaros) a quienes dirigían cristianos de origen judaico. Los albigenses eran más radicales que los valdenses y en esta forma habían dos grupos que se dirigían hacia la misma meta, pero que actuaban con táctica diferentes para atraerse a gente de diversos temperamentos.

A medida que los españoles iban recuperando el dominio sobre su territorio, muchos judíos desplazados pretendían volver a infiltrarse en las organizaciones políticas y religiosas –a veces ayudados por valdenses y albigenses- y para impedirlo se fueron formando tribunales de la Inquisición en las regiones recién liberadas. 

La situación para los judíos se volvió particularmente desfavorable en el siglo XIV y surgió entre ellos un cisma profundo porque crecía el número de los que se disfrazaban de católicos para infiltrarse mejor en las nuevas instituciones españolas, en tanto que otros los recriminaban por esa táctica y los llamaban “marranos”. Los rabinos zanjaron más tarde esa disputa haciendo ver que los falsos conversos eran hermanos “más sutiles” que así prestaban mejor servicio a su causa.

Entretanto, durante el siglo XIV, en el Califato de El Cairo, los árabes advirtieron que la infiltración judía trabajaba más para sus propios fines que como un aliado sincero y reaccionaron con terribles represalias. Al mismo tiempo los españoles progresaban en su lucha de liberación (después de 700 años de sojuzgamiento), y al consumar su victoria con la recaptura de Granada, decretaron la expulsión de los judíos, salvo los que ya fueran realmente hijos de España. Y se pensó ingenuamente que el testimonio de su fusión, la prueba de fuego, sería que se bautizaran como católicos. Unos lo aceptaron y otros no.

CONTINUARÁ.......
_________________________
(1) “Histoire de Juifs”. Basnage
(2) “Historia de los Heterodoxos Españoles”. Menéndez y Pelayo.
(3) “Los Judíos Españoles”, por Felipe Torroba Bernaldo de Quirós. Madrid. 1961 Pág. 14.
(4) Manual de la Historia Judía. –Por Simón Dubnow. –Editorial Judaica. Buenos Aires. –Las ciudades francesas de Toulouse y Béziers también fueron entregadas por judíos a sus sitiadores árabes. Y más tarde, en Hungría, la colonia hebrea se entendió con los invasores mogoles, en contra de sus antiguos protectores cristianos. Así lograron más influencia y riqueza.
(5) “El Papa del Guetto”, Gertrud von le Fort. Barcelona 1961, Pág. 12

Fuente: Salvador Borrego E. "América Peligra. 600 Años de Azarosa Historia de 1419 a 2010". 24a. Edición 

SANTORAL 15 DE SEPTIEMBRE






15 de septiembre
SEÑOR DEL "MILAGRO" 
Salta, República Argentina
   

   Corría el año de 1582; cuando llegaban flotando al puerto del Callao (Perú), dos cajones que con letras marcadas tenían inscriptas: "UN SEÑOR CRUCIFICADO PARA LA IGLESIA MATRIZ DE LA CIUDAD DE SALTA, PROVINCIA DEL TUCUMAN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMAN", y el otro: "UNA SEÑORA DEL ROSARIO, PARA EL CONVENTO DE PREDICADORES DE LA CIUDAD DE CÓRDOBA, PROVINCIA DEL TUCUMAN, REMITIDO POR FRAY FRANCISCO VICTORIA, OBISPO DEL TUCUMAN". El Santo Cristo sería llamado más tarde por la piedad del pueblo salteño con el nombre de Señor del Milagro; mientras que la imagen de la Virgen del Rosario recibiría el nombre de Nuestra Señora del Rosario del Milagro de Córdoba, a cuya protección colocaría el Virrey Santiago de Liniers la ciudad de la Santísima Trinidad, puerto de Santa María de los Buenos Ayres, con motivo de la segunda invasión inglesa, derrotada bajo tan poderoso amparo.
Tras largo camino, en carro, en carreta, a lomo de mulas y a hombro, llegó a la ciudad de Salta, el día 15 de setiembre de 1592 la imagen del Señor Crucificado, siendo recibida por el pueblo salteño con grandes homenajes.

   Según una tradición muy antigua, ya estaría en esa ciudad una imagen de la Purísima e Inmaculada Madre de Dios, que la habría enviado el mismo obispo fray Francisco Victoria, de regreso de Lima, después de asistir al Concilio convocado por Santo Toribio de Mogrovejo.

El terremoto de septiembre de 1592

   La tierra comienza a temblar, el cielo color de plomo, los montes tiemblan y los ríos amenazan salir de su cauce. Es el 10 de septiembre cuando un espantoso terremoto arrasa la ciudad de Esteco, pereciendo sus familias bajo los escombros, sumergidas las ruinas por el torrentoso río de las Piedras que formó, en el lugar donde estuviera una de las más comerciales ciudades de Tucumán, un lago que duró más de ocho años.
   Las familias sobrevivientes comenzaron la huida hacia el Norte, pasando por Salta, pero no se detuvieron allí; la hermosa ciudad era víctima también de la furia de la naturaleza, mano de Dios que castiga a sus hijos para que hagan penitencia y no se hundan en el fango del pecado.
   En la mañana del 13 de septiembre, cuando todo anunciaba paz y calma en la ciudad de Salta, tiembla de repente la tierra, comienza a sacudirse el suelo, se mueven los edificios y con ellos el pueblo entero que trata de encontrar un lugar seguro para no ser aplastado o tragado por la tierra. Los edificios se desploman y el polvo de las ruinas y los gritos de espanto de la gente forman una escena dantesca y cunde el terror.
   Todos a una, dejando de lado los medios humanos —que no los hay— recurren a Dios Nuestro Señor y abren sus corazones a los llamados de la Fe.

La Inmaculada Virgen del Milagro

   Luego de pasados los primeros momentos de espanto, muchas personas acudieron a la Iglesia Matriz para salvar el Santísimo Sacramento, encabezados por el sacristán Juan Ángel Peredo que abrió las puertas de la Sacristía, por donde entraron al templo. Estando allí dentro, lo primero que vieron fue la imagen de la Virgen Inmaculada echada "al pie del altar" con la cara hacia arriba, como si mirase al Sagrario, adorando a Su Divino Hijo, implorando misericordia. Es de notar que Su rostro estaba pálido y demacrado, y que no había sufrido ninguna rotura, ni allí ni en las manos, mientras que el dragón, que estaba a sus pies, tenía destrozada un ala, una oreja y deformada la nariz, y la media luna colocada también a los pies, estaba rota.

   La Virgen Inmaculada fue sacada fuera y colocada junto a un altar puesto a las puertas de la Iglesia y, a los ojos de los innumerables fieles que, contritos y apesadumbrados, rezaban fervorosamente pidiendo la misericordia de Dios. Su rostro mudaba de colores manifestando los sentimientos de dolor y angustia por sus hijos que estaban pasando una dura prueba por haber apartado sus corazones de Nuestro Divino Redentor y Su Santa Ley.

   El pueblo salteño postrado a los pies de la Santísima Reina de los Cielos, rogaba su poderosísima intercesión ante Su Divino Hijo, para que tuviera misericordia de la ciudad y de sus habitantes, reconociendo las faltas cometidas y convirtiendo sus corazones a Dios. 

El Señor del Milagro

   Es el 15 de septiembre, ya han pasado tres días desde el comienzo del terremoto y la tierra continúa oscilando; la gente descansa a la intemperie por temor a perecer aplastada dentro de los edificios totalmente agrietados. Esos han sido días de oración y penitencia, pero la furia de la naturaleza vengadora, a pesar de las rogativas y procesiones aún con el Santísimo Sacramento, no se ha calmado todavía. Es en esos momentos que un sacerdote jesuita, el R. P. José Carrión, indudablemente inspirado por Dios, comienza a exhortar a que "se sacase en procesión pública al Señor Crucificado que se tenía olvidado, y cesarán los temblores". En privado y en público, una, dos y tres veces insiste el P. Carrión para que se saque al Santo Cristo Crucificado, amenazando con despojarse de sus ornamentos, en señal de duelo, si no se le hace caso.

   Así, a las primeras horas de la tarde, llevada en hombros de las principales autoridades, sale la Imagen del Santo Cristo Crucificado y recorre en imponente procesión, las principales calles de la ciudad, acompañada del pueblo, clero y milicia.
   Ante Su presencia se realiza el milagro: la tierra hasta ese momento enfurecida contra los ingratos hijos de Eva, se calma inmediatamente a la vista del Divino Crucificado. Salta entona un himno de júbilo y de acción de gracias para quienes desde ese momento son bautizados definitivamente con los nombres de el Señor y la Virgen del Milagro. La procesión del 15 de setiembre fue jurada que se repetiría todos los años, lo cual se ha venido haciendo con vivas muestras de piedad y amor filial por parte del fiel pueblo salteño.

18 de octubre de 1844. El terremoto y el Pacto

   En la noche del 18 de octubre de 1844, la ciudad de Salta es sacudida por un espantoso temblor. Nuevamente los salteños acuden a la poderosa intercesión de la Virgen del Milagro buscando la protección del Señor Crucificado. Se sacan las Santas Imágenes y se organiza inmediatamente una procesión que recorre las calles de la ciudad hasta llegar nuevamente a la plaza frente a la Catedral; allí se coloca la imagen de la Santísima Virgen frente a la del Santo Cristo, como intercediendo por su pueblo, el cual prorrumpe en exclamaciones de ¡misericordia!, ¡perdón! y en llantos y lamentos.
   Esa misma noche, el P. Cayetano González, exhortó al pueblo a penitencia, a abandonar la senda del pecado, a convertir sus costumbres, a abandonar el lujo, la riqueza y el bienestar que originaron la mengua de su religiosidad, para corresponder a los favores que esperaba obtener del Señor del Milagro.

   También propuso al pueblo que se celebrara un solemne pacto de alianza con el Cristo del Milagro, ratificando a la vez el voto hecho en 1692. Luego del sermón, se celebró el pacto con la lacónica fórmula: "Tu noster es et tui sumus", Tú eres nuestro y nosotros somos tuyos. En memoria de este pacto se labró una cinta de plata con las letras de la fórmula inscriptas en oro, y se la colocó al pie del Cristo. Algunos años más tarde, el obispo Linares, luego de rehacerla y mejorarla en todo lo posible, la hizo colocar en el reverso de los brazos de la cruz.

23 de agosto de 1948

   En la noche del 23 de agosto de 1948, Salta fue sacudida nuevamente por temblores de tierra. Inmediatamente, autoridades y pueblo unidos en la misma fe, sacaron en procesión las Milagrosas Imágenes, pidiendo Su protección; pronto fue todo quietud.
   Por tercera vez en la historia, el Santo Cristo del Milagro había manifestado Su misericordia para con los salteños, a instancias de los ruegos de Su Santísima Madre, la Inmaculada Virgen del Milagro, protectora particularísima de la Ciudad de Salta, que vela sobre ella para que no desfallezca la Santa Fe Católica en sus hijos.