SE EXPANDEN DOS FUERZAS POR EL MUNDO
(PRIMERA PARTE)
(PRIMERA PARTE)
NOTA DEL BLOG: Nuestra intención, al
hacer estas publicaciones, es dar a conocer cómo la perfidia judía ha venido mostrándose
a lo largo de la historia (era cristiana) como enemiga de toda fundación cristiana. No pretendemos animar
rencores ni odios de tipo raciales (antisemitismo), ni mucho menos un odio en
sentido teológico (leer: “El Judío en el misterio de la historia” del P. Julio
Meinvielle); nos ponemos en contra de ambas situaciones. Mas es nuestro deber, como católicos, el esclarecer las medidas que
los estadistas católicos y la Iglesia adoptaron y afrontaron para frenar y
contener esta perfidia, con el fin de que la Fe verdadera prevaleciera, en
contra posición a las artimañas desleales por parte de los que pretendían (y
aun pretenden) ver a la Iglesia de Cristo arrodillada ante ellos en son de
derrota, sumisión y esclavitud. Es nuestro deber orar por estos Judíos que
planean la destrucción del mundo cristiano. Éste es un problema TEOLÓGICO, y
mediante ese contexto ha de resolverse.
***
Desde
que Cristo fue llevado al Calvario el mundo quedó dividido en dos campos
fundamentales: el cristiano y el anticristiano. Al condenar a Jesucristo los
judíos se habían impuesto y poco después formalizaban el propósito de derrotar
a los romanos. (Año 66) Algunos hebreos (los celotes) eran partidarios de una
lucha abierta, en tanto que otros (los sicarios) actuaban encubiertamente y
realizaban actos de terror contra el régimen y contra sus propios hermanos de
raza que no secundaban su táctica. Esto acabó por generalizar el levantamiento
contra los romanos.
Desde
los primeros encuentros los judíos sufrieron graves reveses, y cuando ya veían
casi perdida su lucha, el rabí Johanán ben Zacai se fingió partidario de
concertar la paz con los romanos y consiguió que éstos le permitieran
trasladarse a otra población, donde reunió discípulos y comenzó a crear una
nueva comunidad que transmitiera a sus descendientes la fe en que restaurarían
el templo de Jerusalén y lograrían la hegemonía mundial como “pueblo elegido”.
(Año 70) Mientras el rabí Zacai realizaba
esa tarea adoctrinadora, Jerusalén era dominado por los romanos, y el templo
israelita fue totalmente destruido. Se inició entonces la diáspora o dispersión
de los judíos, ya vencidos, en tanto que los romanos se iban cristianizando y
esto acentuaba más sus diferencias con los hebreos.
ADRIANO EMPERADOR ROMANO |
Sesenta
años más tarde los judíos lograron realizar un nuevo levantamiento y los
romanos tuvieron que hacer un considerable esfuerzo para dominarlos. (Año 135) Sorprendido ante esa
persistencia, el emperador Adriano, de Roma, se propuso acabar con el credo
judaico y prohibió la enseñanza de la Torá, pero los hebreos ya habían
desarrollado grandes facultades para la acción subterránea y continuaron
enseñándola secretamente a sus descendientes. En la misma forma siguió funcionando
su gobierno oculto, el Sanedrín, y Rabí Judá escribió la Mischná, o sea la
segunda Torá, que recopilaba gran parte de las instrucciones judaicas hasta
entonces transmitidas verbalmente. La Mischná, junto con las conclusiones que
después se le agregaron (Guemara) constituyó el Talmud (de 12 a 20 volúmenes).
(Año 470) Esos escritos sirvieron de
base para el gran impulso que logró la comunidad judía asilada en Babilonia, la
cual llegó a sentirse suficientemente fuerte para entrar en pugna con los persas,
pero fue vencida, y muchos hebreos tuvieron que emigrar, particularmente a la
India y a Arabia. Los que se quedaron en Persia realizaron un segundo
levantamiento y fueron derrotados de nuevo.
Justiniano, Emperador de Bizancio |
(Año 476) Entretanto, el Imperio Romano
se desmembraba. Siria y Palestina pasaron a poder de Bizancio y los judíos ya
no tenían entonces muchas esperanzas de vencer en guerras abiertas y habían
optado por infiltrarse en las administraciones de los Estados, razón por la
cual el Emperador bizantino Justiniano les prohibió que desempeñaran cargos
importantes en el gobierno de Bizancio.
(Año 638) Más tarde los primeros
califas árabes –seguidores de Mahoma- arrebataron a Bizancio el dominio de
Siria y Palestina, territorios que después quedaron bajo el control del Califato
de Bagdad, el cual abarcaba a Persia, Babilonia, Armenia y Egipto. Durante
estos cambios, aprovechando los movimientos y reajustes políticos
consiguientes, los judíos lograron infiltrarse en las nuevas administraciones y
así fue posible que cuando los ejércitos árabes se lanzaron al Occidente, hacia
España, marcharan entre ellos numerosos e influyentes peritos y consejeros
israelitas.
(En
España los judíos habían llegado en el año 850 antes de Jesucristo (1) y
disfrutaron de cordial hospedaje para prosperar económicamente y para practicar
su religión, como lo prueban todavía hoy
las viejas sinagogas existentes en la Península. Sin embargo, los judíos
guardaron en España su prohibición de casarse con no judíos y evitaron la
fusión con la población española. Fieles a su sueño de hegemonía mundial no se
sentían agradecidos por el hospedaje que se les brindaba, sino víctimas de una
injusta situación porque no eran ellos los soberanos del país. (Año 694) Bajo el rey Ecija –en 694 de
nuestra Era- los españoles descubrieron que la colonia judía mantenía
comunicación con los musulmanes de África y conspiraba contra el régimen;
entonces se reunió el Concilio XVII de Toledo y les impuso diversos castigos.
Rey Witiza |
Pero esto duró menos de cinco años, pues el nuevo rey Witiza, hijo de Ecija,
los perdonó y les restableció todos los derechos de que habían gozado. Si con
ello creyó que se ganaría la buena voluntad de la población hebrea, estaba
completamente equivocado ya que ellos aprovecharon la benevolencia de Witiza
para reanudar su conjura). (2)
Así
estaban las cosas en España cuando ocurrió el ataque de las legiones árabes.
Los judíos, que bajo el rey Witiza gozaban de paz y prosperidad en la Península
Ibérica, se pusieron de acuerdo con sus hermanos que acompañaban a los
invasores musulmanes –encabezados por Tarik, de quien Torroba Bernaldo de
Quirós dice que era moro de sangre judía- y abrieron las puertas de las
principales ciudades españolas. (3) Los propios israelitas refieren este pasaje
histórico con las siguientes palabras:
TARIK |
“Cuando los musulmanes
conquistaban una ciudad, sus dirigentes la entregaban al cuidado de los judíos,
en quienes veían amigos leales, y proseguían su marcha. La capital de España,
Toledo, fue entregada al guerrero árabe Tarik por los israelitas, los cuales le
abrieron las puertas de la ciudad mientras la población cristiana huía a buscar
refugio en las iglesias. El cuidado de la capital fue también confiado a los
hebreos. De este modo los judíos se convirtieron en dueños de las ciudades”. (4)
Para
la población española, que había llegado a tratar familiarmente a sus huéspedes
judíos, fue un golpe terrible ver que éstos se entendían con el invasor
musulmán, que le abrían las puertas de sus ciudades, que se apoderaban de los
puestos políticos dirigentes y que ayudaban al extranjero a adueñarse del país.
Hubo ciudades habitadas casi exclusivamente por judíos, como Lucena, y a
Granada se la conoció por algún tiempo como Villa de Judíos. Este cautiverio de
España iba a durar SETECIENTOS AÑOS.
Los españoles fueron sojuzgados en su propia tierra y tuvieron que luchar y
perder muchos hombres para ir reconquistando ciudades y regiones. En 1085
recuperaron Toledo, formaron un barrio especial para sus antiguos captores
judíos y aún permitieron que algunos de ellos volvieran a ocupar puestos
públicos, como Samuel Leví, que fue tesorero y que defraudó la confianza porque
se apoderó de tesoros y los ocultó en subterráneos de su propia casa.
Antipapa judío ANACLETO II |
Los
judíos lograron un gran triunfo político-económico al compartir con los árabes
la dominación de la España católica durante 7 siglos. Pero a la vez buscaban el
triunfo sobre la institución que consideraban su más poderosa rival desde el
advenimiento de Cristo, o sea la Iglesia Católica. En 1130 el cardenal
Pierleoni, muy devoto, muy caritativo y muy estimado por su aparente espíritu
religioso, se proclamó como Papa Anacleto II. Lo apoyaba el grupo político que
acaudillaba su familia. Pierleoni era descendiente, por la rama paterna, de los
judíos Baruch Leonis y Chanoch Ben Esra, y su madre Miriam era hija del rabino
Nathan Ben Jechiel. Varios cardenales advirtieron que Pierleoni estaba al
servicio del judaísmo y que su militancia católica era falsa, por lo cual
reconocieron como Papa a Inocencio II, pero el grupo de Pierleoni obligó a
Inocencio a emigrar. (5)
La
Iglesia de Francia no reconoció a Pierleoni (Anacleto II); en París hubo tres
concilios y se planteó que Pierleoni fingía desde niño su conversión y había
sido infiltrado en la Iglesia para destruirla por dentro.
SAN BERNARDO DE CLARAVAL |
La
hábil conducta externa de Pierleoni se vio pronto contradicha por sus actos
gradualmente contrarios a la ortodoxia religiosa. El Abad Bernardo
(posteriormente canonizado como San Bernardo) encabezó la lucha para
desenmascarar al falso Papa y recorrió todas las Casas reales de Europa
llevando pruebas de que Pierleoni favorecía a los prelados de origen israelita
e intrigaba y postergaba a los no judíos.
El
emperador de Alemania fue el primero en convencerse de esa traición y tropas
alemanas y francesas apoyaron al Papa Inocencio II, reconocido por los
concilios de París. En vísperas de perder su dominio, Pierleoni (Anacleto II)
huyó de Roma, murió en circunstancias poco claras (Año 1138) y quedó de
manifiesto que había sido un Antipapa. Inocencio II regresó a Roma y ese día se
conoció con el nombre de Sábado de Gloria del gran cisma. En
S.S. INOCENCIO II |
los concilios de
París se abordó ampliamente este tema y se nombró específicamente a los judíos
como conspiradores para destruir el trono y la Iglesia. En aquella época la casi
consumación de esta catástrofe estremeció al mundo y fue del dominio público.
La
magistral táctica judía de la infiltración, que había triunfado política y
militarmente en España, y que estuvo a punto de triunfar en lo religioso en
Roma, alarmó profundamente al mundo cristiano y así se evidenció en el IV
Concilio de Letrán (Año 1215),
durante el cual se adoptaron medidas defensivas. La gravedad del peligro dio
asimismo origen al nacimiento de los tribunales de la Inquisición, destinados a
descubrir y castigar las infiltraciones de un enemigo que no luchaba
abiertamente, sino que se disfrazaba de mil modos, dado que el Talmud dispone
que es lícito “engañar a los idólatras haciéndoles creer que se es adepto a su
culto”.
S.S. GREGORIO IX |
Dichos tribunales quedaron primero en manos de los obispos y luego de
Roma, bajo el Papa Gregorio IX (1227-1241).
Aunque
vencido su principal intento dentro de Roma, los judíos continuaron tratando de
dividir y debilitar a los católicos. Veían en éstos a los seguidores de Cristo,
a quien juzgaban un impostor por haberles negado el reino de este mundo. En el
sur de Francia, en el famosos Midi, que por su densa población judía llegó a
ser en el siglo XI el baluarte del judaísmo en Occidente, surgieron diversas
herejías antisacerdotales. Nació ahí la secta de los valdenses (Año 1170), fundada por Peter Waldo de
Lyon, que luego fue ayudada y propalada por judíos que aparentaban ser
cristianos; los valdenses querían el laicismo en la enseñanza y difundían ideas
comunistas, como la supresión de la propiedad privada (siglos después remozada
por el comunismo moderno) y trataban de realizar movimientos revolucionarios
valiéndose de los pobres. Decían que sólo querían moralizar a la Iglesia,
aunque su meta era destruirla.
Los
valdenses tenían ligas secretas con los albigenses (o cátaros) a quienes
dirigían cristianos de origen judaico. Los albigenses eran más radicales que
los valdenses y en esta forma habían dos grupos que se dirigían hacia la misma
meta, pero que actuaban con táctica diferentes para atraerse a gente de
diversos temperamentos.
A
medida que los españoles iban recuperando el dominio sobre su territorio,
muchos judíos desplazados pretendían volver a infiltrarse en las organizaciones
políticas y religiosas –a veces ayudados por valdenses y albigenses- y para
impedirlo se fueron formando tribunales de la Inquisición en las regiones
recién liberadas.
La situación para los judíos se volvió particularmente
desfavorable en el siglo XIV y surgió entre ellos un cisma profundo porque
crecía el número de los que se disfrazaban de católicos para infiltrarse mejor
en las nuevas instituciones españolas, en tanto que otros los recriminaban por
esa táctica y los llamaban “marranos”. Los rabinos zanjaron más tarde esa
disputa haciendo ver que los falsos conversos eran hermanos “más sutiles” que
así prestaban mejor servicio a su causa.
Entretanto,
durante el siglo XIV, en el Califato de El Cairo, los árabes advirtieron que la
infiltración judía trabajaba más para sus propios fines que como un aliado
sincero y reaccionaron con terribles represalias. Al mismo tiempo los españoles
progresaban en su lucha de liberación (después de 700 años de sojuzgamiento), y
al consumar su victoria con la recaptura de Granada, decretaron la expulsión de
los judíos, salvo los que ya fueran realmente hijos de España. Y se pensó
ingenuamente que el testimonio de su fusión, la prueba de fuego, sería que se
bautizaran como católicos. Unos lo aceptaron y otros no.
CONTINUARÁ.......
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(1) “Histoire de Juifs”. Basnage
(2) “Historia de los Heterodoxos
Españoles”. Menéndez y Pelayo.
(3) “Los Judíos Españoles”, por
Felipe Torroba Bernaldo de Quirós. Madrid. 1961 Pág. 14.
(4) Manual de la Historia Judía.
–Por Simón Dubnow. –Editorial Judaica. Buenos Aires. –Las ciudades francesas de
Toulouse y Béziers también fueron entregadas por judíos a sus sitiadores
árabes. Y más tarde, en Hungría, la colonia hebrea se entendió con los
invasores mogoles, en contra de sus antiguos protectores cristianos. Así
lograron más influencia y riqueza.
(5) “El Papa del Guetto”, Gertrud
von le Fort. Barcelona 1961, Pág. 12
Fuente: Salvador Borrego E. "América Peligra. 600 Años de Azarosa Historia de 1419 a 2010". 24a. Edición
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