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martes, 3 de enero de 2012

MILAGROS EUCARÍSTICOS

RESURRECCIÓN DE UN DIFUNTO
Siglo VI, Sarlat, Francia


San Sacerdote, abad de Sarlat, en Perigord, estaba en oración con sus Religiosos cuando vino un mensajero que el anunció la muerte de su  padre.

El piadoso Abad fue sin pérdida de tiempo al encuentro de su madre, para templar la tristeza que embargaba su corazón; pero mientras más se esforzaba en consolarla, ella le dijo con gran sentimiento: “¡Hijo mío!, tu padre no ha podido recibir la Prenda de la vida eterna, el Sagrado Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo”.

Al oír estas palabras fue mayor el desconsuelo del Santo, e inspirado por Dios, se arrodilla junto  al cuerpo inanimado de su padre, y persevera largo tiempo en oración. Se levanta, animado de una fe viva, toma la  mano fría del difunto y le llama dos veces por su nombre.

A la voz ahuecada y temblorosa del contristado hijo, el padre se levanta como si despertara de un profundo sueño, y dirigiendo lentamente la  mirada a su alrededor hasta fijarla en su hijo: “ Hoy mismo ha sido mi alma  separada del cuerpo sin estar fortificada con la recepción del Pan de vida; pero gracias a los ruegos y a los méritos de mi hijo, Dios  ha permitido que resucitara para obtener esta dicha”.

 Al estupor que  naturalmente había ocasionado un tan gran  milagro, se sucedieron en todos los presentes las emociones del más extraordinario contento y alegría.

San Sacerdote se apresura a administrar a su padre la Santa eucaristía, y en el momento que la recibe, el rostro del venerable anciano se reanima y manifiesta estar inundado su espíritu de gozo y dicha celestial. El hijo se arrodilla para recibir de su padre la última bendición. El padre extiende la mano  hacia el hijo amado, le manifiesta su reconocimiento por medio de algunas palabras llenas de ternura y amor, y entrega luego plácidamente su alma a Dios.
 (Bolandistas. 5 de mayo.)

SANTORAL 3 DE ENERO


3 de enero


SANTA GENOVEVA,
Virgen



Estad apercibidos, porque a la hora que menos
penséis ha de venir el Hijo del hombre.
(Mateo, 24, 44).

   Santa Genoveva comenzó a servir al Señor a la edad de 7 años; consagróse por entero a Jesucristo haciendo voto de castidad, próxima a cumplir los 15. Cuando Atila estaba cerca de París con su ejército, esta santa aseguró que no entraría en la ciudad, e impidió que los habitantes la dejasen. Se cumplió su profecía. Obraba milagros; a menudo, no comía sino dos veces a la semana. Murió llena de méritos, hacia el año 500.

  MEDITACIÓN SOBRE 
LA MUERTE   

   I. Morirás; nada es más cierto, es el orden dispuesto por Dios: hasta ahora todos los hombres han obedecido a su decreto. ¿Lo crees? ¿Piensas en ello? ¿Comprendes el significado de estas palabras: yo moriré? Significan que dejarás a tus parientes, a tus amigos, a tus bienes; tu cuerpo será enterrado, tus ojos no verán más, tu lengua no hablará más. ¿Por qué, pues, apegarme tan fuertemente a estos bienes que debo abandonar? ¿Por qué mimar tanto a este cuerpo destinado a convertirse en pasto de gusanos? Yo moriré...: medita estas palabras.

   II. Ignoro el tiempo y el lugar de mi muerte. No puedo prometerme ni siquiera un momento de vida. ¿Cuántos que ni siquiera piensan en la muerte morirán hoy? Si Dios me arrebatase en el estado en que estoy, ¿a qué sería reducido? ¿A dónde iría? ¿Quién me asegura que tendré, en lo porvenir, tiempo para hacer penitencia? ¡Ah! Puesto que no sé ni en qué tiempo ni en qué lugar la muerte me habrá de sorprender, es preciso que la espere en todo tiempo y en todo lugar.

   III. ¿En qué estado moriré; en gracia de Dios o en pecado? No lo puedo saber. Ignoro si la muerte será para mi un tránsito de la tierra a la gloria del cielo o, en cambio, a los suplicios del infierno. ¿Podemos pensar en serio en esta verdad y no sobrecogemos de terror? Es menester que, en adelante, asegure mi salvación y que viva, este año y todos los días de mi vida, como si debiese morir cada día. Haz ahora lo que, en la hora de la muerte, quisieras haber hecho.

El pensamiento de la muerte 
Orad por los agonizantes.. 

ORACIÓN

      Escuchadnos, oh Dios que sois nuestra salvación, a fin de que la fiesta de vuestra santa virgen Genoveva alegre nuestra alma y la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén