3 de diciembre de 1933 Domingo
Al R. P. Marcelo León, Maestro de novicios, desde Ávila
Mi amado Maestro: Desde que salí de la abadía no he dejado por un momento de tener mi espíritu entre mis hermanos los monjes, aunque he tenido que estar ocupado en todos mis asuntos que en Madrid dejé pendientes, y que ya, gracias a Dios, están todos arreglados. Le contaré lo que hice desde que me despedí de ustedes.
Salí de Venta de Baños un sábado y pasé el domingo y el lunes en Ávila con mis queridos tíos, y el martes me fui a Madrid, que si bien antes me costaba gran trabajo y mortificación la vida en esa ciudad, ahora los días que he pasado allí, se me han hecho relativamente fáciles, debido a que van a ser, si Dios quiere, los últimos. Solamente en pensar que los novicios seguramente pedirían por mí, me ha dado fuerzas y me seguirán dando, para seguir el camino del Señor, que desde luego es Cruz, pero bendita Cruz, cuando por amor a Cristo se abraza.
Ya está todo arreglado. Me he despedido de mis profesores, de mis amigos y de mi familia. Nadie sabe desde luego que el viaje que tengo proyectado durará toda la vida, y a todos les he dejado la ilusión de mi vuelta en enero después de vacaciones. Por tanto, nadie sabe nada, excepto un amigo mío, compañero de carrera, y que se ha hecho cargo de todos mis libros, y de todas esas cosas, que a nosotros nos parecían necesarias para andar por el mundo, y que en realidad, mirándolo bien, no son más que caprichos, lujos y pequeñas vanidades.
Ya tengo medio camino recorrido; me falta, como usted sabe..., mis padres; cierto que he dejado atrás la gran ilusión de una carrera, y el cariño verdadero de muchas personas, y si le he de decir verdad, no me ha costado gran trabajo, por dos razones muy sencillas: primera, la consideración de que mi sacrificio es agradable a los ojos de Dios, que me ha de pagar en una moneda que los hombres, por lo general, no conocen, pero que yo en medio de mi miseria, adivino. Y segundo, por la razón de que ya hacía mucho tiempo que mi espíritu se estaba despegando de las cosas y acercándose a Dios, y como ese momento lo veo llegar, me inundo de alegría y estoy seguro de que Dios me seguirá dando esa alegría, para acabar de desatar ese nudo de cariños y afectos, con que estamos atados todas las criaturas en la tierra.
Como le digo, Padre, pasé en Madrid la semana y ayer día dos, me vine a Ávila, para ya desde aquí, marcharme a Oviedo para librar la batalla final que son mis padres. Me marcharé seguramente hacia el día ocho y estaré allí..., pues, Padre, no lo sé. Siguiendo sus consejos, prepararé el camino poco a poco, y cuando lo vea conveniente, pediré a Dios fortaleza para mí y para mis padres, y solicitaré el permiso, y sin más dilación, me tendrá el Padre Maestro de Novicios, desenterrando cepas en Venta de Baños...
Por ahora todo está en manos de Dios y de la Santísima Virgen, a quien especialmente tengo que dedicar mi cariño y mis amores, pues Ella ha de ser mi única Madre, en lo que me queda de vida.
Qué contento estoy, Padre, al saberme tan querido por la Señora, y qué bueno es Dios conmigo, que sin merecerlo, me trata así; a veces me da miedo el no saber corresponder, pues siempre ha sido mi conducta bastante mediana, y ni soy fervoroso, ni mortificado, ni nada en realidad que me haga diferenciarme entre los demás hombres y, sin embargo, ya ve, mi buen Dios me trata con favores que no merezco... Misterios de su voluntad y que nos hacen pensar y reflexionar, en muchas cosas..., pues efectivamente, nada merecía el hombre, y en cambio descendió Nuestro Señor para ser clavado en una cruz... El nos lo da todo, y nosotros cuando le damos un poquitín, lo llamamos sacrificio; a mi me parece que está mal empleada esa palabra en este caso... Cuando hago mi examen y me veo un poco por dentro, veo claramente que no hago más que seguir los dictados de mi corazón hacia Dios, ansia de llenarme de El, y nada más. El verdadero sacrificio seria seguir atado en el mundo, y no poderle cantar día y noche en el coro...
Perdóneme, Padre, que me haya excedido en mi carta. Lo que si le suplico, es que tenga la caridad de contestarme antes de que me vaya a Oviedo, y me diga qué le parece lo que pienso hacer, y su opinión y sobre lo que he hecho; su consejo será seguido por mí como si fueran órdenes, pues ya me considero novicio y si usted me alienta se lo agradeceré y si solamente se reduce a ponerme dos letras, diciendo que ha llegado mi carta, también se lo agradeceré, no quisiera molestarle más de lo debido.
Presente mis cariñosos respetos al Padre Abad, y a usted le pide su bendición y sus oraciones su novicio:
Rafael
Escríbame aquí, a casa de mis tíos en Ávila, San Juan de la Cruz, 4.
8 de diciembre de 1933 - Viernes
Al R.P. Marcelo León, Maestro de novicios, desde Ávila
Reverendo P. Fray Marcelo León.
Mi queridísimo Padre Maestro: Gran consuelo experimenté con su caritativa y cariñosa carta, que Dios le pague todo. Esta es para comunicarle que el domingo saldré de Ávila para Venta de Baños y llegaré allí como el otro día en el rápido.
Llegaron las vacaciones, y mi ida a mi casa se aproxima. El momento de decírselo a mis padres es temeroso, debido a circunstancias que yo mismo de palabra le quiero explicar a usted, pues me veo, debido a mi flaqueza, en un grave peligro, y en estos momentos, lo único que me interesa es Dios y mi vocación. Por tanto, me voy ahora al monasterio para que usted me aconseje y entregarme en absoluto a la voluntad de mis superiores, que para mí, en este caso, representa la voluntad de Dios.
De la cuestión de mis libros, reglas y útiles de trabajo, efectivamente lo dejé todo, condicionalmente, pensando en que a la Comunidad le fuesen útiles el día de mañana, aunque desde luego, a la Trapa me voy completamente solo... Supongo que me entenderá perfectamente lo que quiero decir. Seré útil a la Comunidad, en lo que de mi dependa, pero mis aficiones se quedan a la puerta... Mi única afición es Dios.
Iré con un amigo íntimo que me ayudará cerca de mis padres, que en estos momentos es la única espina que tengo, pues están ajenos a todo esto.
Hoy, día de la Inmaculada, me he unido en espíritu a mis hermanos los novicios, para que Ella nos ilumine a todos, y que por su mediación, Dios Nuestro Señor, acepte gustoso lo que yo de todo corazón le voy a ofrecer.
Presente mis cariñosos respetos al P. Abad y de usted mi querido Padre, espera sus oraciones y su bendición, su novicio
Rafael
17 de diciembre de 1933 Domingo
Al R. P. Marcelo León, Maestro de novicios, desde Oviedo
Mi querido Padre Maestro: Ya hace días que debí haberle escrito. Perdóneme mi retraso, pero mi estado de ánimo es difícil expresarlo por carta; solamente Dios lo sabe y a El le ofrezco lo que estoy pasando estos días. Estoy viviendo en el hogar de mis padres, que en estos momentos son completamente felices al tenerme a mí a su lado... Aún no he dicho nada, pues cualquier cosa me desarma: un cariño..., una atención de mi madre, pero esta situación se me va haciendo insostenible y por otra parte, no puedo dar la noticia poco a poco, pues en mí no han notado diferencia, debido a que hace mucho tiempo que pienso lo mismo y actúo lo mismo; es decir, que si yo, en la conversación, hablo de la Trapa, no les pilla de sorpresa..., pues ya están acostumbrados. Si insinúo cualquier conversación sobre mi tema, les pasa lo mismo y piensan: cosas de Rafael... De manera que no tengo más remedio que dar la noticia de golpe, diciéndoles que ustedes me esperan, y que yo me voy..., y créame, Padre, me faltan fuerzas para hacer la herida, y no es por mi, que yo la tengo sangrando...
Pida por mí, querido Padre, que Dios me sostenga en estos momentos tan difíciles, en que las circunstancias ordenadas por Dios me han puesto; en la que mis renuncias a todo, las voy haciendo poco a poco, y cada día, cada hora que pasa, y cada detalle en la vida del hogar, me lo recuerda, y es como si me fuese a hacer una operación y yo mismo con toda calma, e incluso deleitándome, fuese preparando el instrumental y todos los detalles... Y mi naturaleza y mi egoísmo, me gritan: ¡Basta ya!…, basta!, pronto, pues; no sé cuánto resistiré, pues cuando hay que operar, operar pronto, y si hay que abrir y herir, cuanto más de prisa se haga, mejor...
Y no es que peligre mi vocación, al contrario, cada vez estoy más contento del camino emprendido, y más resuelto a todo; para mi lo primero es Dios, y con su ayuda lograré vencer a las criaturas, y si luego lo único que le puedo ofrecer, es un corazón ensangrentado, es porque así El lo ha querido, y El se cuidará de sanármelo, pues será suyo completamente.
Qué ganas tengo, Padre, de verme entre mis hermanos los novicios y dejar de una vez todo esto... Le escribo desde una habitación caliente, alfombras, buena luz, mi cama blanda y limpia; en una palabra, todo el "confort" y la comodidad que puede dar la vida moderna... Pero pienso en la camarilla de la Trapa, y lo cambio todo por ella, y cien veces más que tuviera.
Hoy he ido a un sermón y Bendición en los Padres Dominicos y mi madre, porque hacía un poco de frío, se empeñó en ponerme el coche, y si viera cuánta reflexión y consideraciones he sacado de ese detalle... En fin, Padre, para qué le voy a marear contándole todos los detalles de mi vida. Lo que me pasa es que lo que antes no le concedía importancia, ahora me impresiona mucho, y si pudiera con el pensamiento trasladarme a mi querido monasterio, así lo haría... Pero Dios me pide el sacrificio de mis padres, además del mío..., pues sea; no cuento con mis fuerzas, pero con la ayuda de Dios y de la Santísima Virgen, todo se hará... Lo contrario seria una cobardía.
Dígales a los novicios que no se impacienten por mi llegada, y que pidan al Señor que se cumpla en mí su voluntad.
Espero su carta con impaciencia, pero le suplico me la mande a Ávila, San Juan de la Cruz, 4, en casa de mis tíos, que ellos se encargarán de enviármela a mí sin que mis padres se enteren, pues hasta ahora jamás he tenido secretos con ellos, e incluso las cartas que recibo, no he tenido el inconveniente en que las leyesen, pero ahora, hasta que yo no se lo diga, no quisiera... Bueno, Padre, usted me entiende.
De los documentos necesarios aún no he hecho nada, hasta saber en qué Parroquia de Burgos estoy confirmado y bautizado.
Sin más que contarle, presente mis cariñosos respetos al P. Abad y de usted espera sus oraciones y bendición su novicio
Rafael
Argüelles, 39 - OVIEDO.
17 de diciembre de 1933 - Domingo
A su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Oviedo
Queridísimo tío Polín: Dos letras nada más para pedirte un favor, y es que seguramente recibirás una carta para mí de mi casa de Venta de Baños; te suplico me la envíes con dos letras tuyas para que mis padres no se enteren, pues aún no saben absolutamente nada, y en estos momentos son completamente felices al tenerme a mía su lado.
En estos días me han salido muy bien hilvanadas las mentiras; mejor dicho, las ocultaciones de la verdad. No sé hasta cuándo me dará Dios fuerzas, pues te aseguro que estoy en un estado de ánimo que cualquier cosa me desarma; un cariño, una atención de mi madre, la ilusión de mi padre y estoy sosteniendo un esfuerzo violento, pues mi cuerpo está en mi hogar, con mi familia, y mi espíritu está cada vez más lejos.
¡¡¡Cuánto me pide Dios!!!, pues no solamente me pide que lo deje todo, sino que antes de dejarlo para siempre, me pide que lo paladee bien, y duro es tener que hacerse una operación, pero más duro es tener que prepararse uno mismo todos los utensilios e incluso deleitarse con los preparativos.
No creo que a ti tenga que explicarte nada; tú de sobra entiendes, y sabes que Dios me perdonará todas estas flaquezas tan humanas.
Mi madre toca el piano..., me tengo que ir... Si callo, sufro mucho, si mi alegría alegra a mis padres, sufro más... Qué bueno es Dios, tío Polín, que me hace sufrir por El, pues si no fuese por El, yo no tenía por qué desgarrarme el corazón poco a poco y lentamente como lo estoy haciendo.
Pero bueno..., dejémosle hacer a Él y que se cumpla en mí su voluntad.
¿Estás mejor?
Cuando el otro día llegué a la Trapa y puse a los pies del Sagrario lo que acababa de hacer en Ávila (1) me quedé contentísimo, puedes creerme, y cuando salí le pedí a la Virgen que fuera conmigo y me acompañara y guiara mis pasos..., mis últimos pasos entre los hombres, que cuando flaqueo me acuerdo de Ella, y como sé que me está esperando allá en el monasterio, solamente el pensarlo me da fuerzas para seguir..., y sigo.
Mira, los novicios estaban muy contentos el otro día porque creían que ya me iba a quedar, y cuando estaba oyendo la misa mayor, el que toca la campana me acercó una banqueta, y cuando volvía del trabajo, me crucé con ellos en la vía, pues yo entonces me marchaba, y me sonrió como diciéndome: a ver si vuelves pronto..., y ánimo, que la Virgen te acompaña... Y te aseguro que solamente la cariñosa sonrisa de ese novicio que toca la campana, hacia un desconocido del que solamente sabe que está luchando en el mundo por desatarse de él..., solamente por esa atención, merece mi viaje al monasterio... Esto solamente te lo digo a ti porque tú únicamente me podrás comprender.
Pero bueno, no quiero prolongarme; si me pusiera a hablar estaría esta noche hasta las tres de la mañana, pero como no tengo con quién, le contaré mis cosas en silencio a Dios que hasta eso me ha quitado, el consuelo de los hombres, para que le busque a El solo y a El solo se lo comunique.
No te pido tus oraciones y las de tía María, porque ya sé que sois generosos en ofrecerlas.
Mis queridísimos tíos..., qué mal hice en daros tanto si después os lo había de quitar. Cuántas cosas se me ocurren que no os dije y que mis estúpidas lágrimas me impidieron expresar, pero es tanto lo que os quisiera decir, que no puedo ahora; allá en el cielo las sabréis; dejadme ahora solo, pues así, al yerme solo, seré más para Dios y Dios estará más contento conmigo.
Perdonadme porque no sé lo que digo, pero de buena gana me tomaba una copa de "cointreau" para quitarme un nudo que no me deja tragar. Además, lo voy a dejar ya que es la una de la mañana y llevo ya, con ésta, dos cartas: una a vosotros y otra al P. Maestro y son las únicas horas de que dispongo, cuando todo el mundo está acostado y en silencio, y esta noche parece que me he "soltado el pelo" a escribir.
Adiós, queridísimos tíos, y preparémonos que por encima de todas estas pequeñas cosas de las criaturas, dentro de seis días vendrá el Salvador del mundo a nacer en un pesebre y lleno de pobreza en el mayor desamparo.
Os deseo unas Navidades llenas de felicidad con vuestros hijos... Como es la fiesta del hogar cristiano procuraré no enturbiárselas a mis padres y mis hermanos, y si yo no las paso como otros años, es decir, humanamente feliz, espiritualmente lo soy más, pues es el único año después de veintidós, en que le puedo ofrecer al Niño Dios algo que merezca la pena.
Os da un abrazo desde lo más profundo vuestro hijo
Rafael
El día que me vaya definitivamente os escribiré conforme os prometí. La carta del P. Maestro, sacadla del sobre, primero para que la leáis porque tenéis derecho, y segundo, para que abulte menos.
El Padre Maestro le contesta por mediación de sus tíos, con la siguiente carta:
24 de diciembre de 1933: Mi querido futuro novicio: ¡Cuánto tiempo ha tenido que estar esperando mi cartel Pero si ella le habría proporcionado algún consuelo y lenitivo, o si le parece mejor habría de obrar como anestésico de sus dolores, aunque sólo fuese parcial, Dios ha querido que hasta hoy no me haya sido posible acudir a su necesidad, y lo hago hurtando un poco de tiempo a los pequeños intervalos que hoy nos quedan, porque mañana sería completamente imposible.
Me doy cuenta de su situación y no es una sorpresa para milo que le ocurre, porque las cosas desde lejos impresionan menos, y en cambio de cerca, parece que aumentan de tamaño, y lo que antes nos parecía cosa de poca monta, más tarde se nos antoja imposible para nuestras fuerzas. Cuando recibí su carta del 17, hubiera querido contestarle en el momento, pero la hora de salir para Burgos, donde he pasado dos días completos confesando a nuestras Hermanas las Huelgas y a otra Comunidad de Bernardas hacía imposible realizar mis deseos y, no era cosa de encargar la contestación a uno de los Padres que trabajan conmigo en esta Secretaria y opté por esperar mi regreso, pero sin olvidarme un momento de la situación que usted está atravesando y, pidiendo a Dios continuamente le sostuviese en la lucha y le diese las fuerzas necesarias para realizar la operación.
Por una parte, el cariño a sus padre, a quienes no quiere en manera alguna disgustar, y por otra, la vida muelle y regalona que en su casa tiene por fuerza que llevar, tiran de usted para ver si consiguen derribar todos sus propósitos y le hacen desistir de su proyecto. Pero confío en que usted sabrá sobreponerse a todas estas dificultades y saldrá adelante con su resolución. Dios, al parecer, le llama a esta vida tan austera y penitente, y cuyas dificultades principales le expuse para que no se dejase engañar de las astucias del enemigo, que desde más o menos lejos le ha de combatir. Pues si Dios le llama y, precisamente le llama a la gloriosa Orden de San Bernardo, ¿qué ha de hacer? ¿Retrocederá siquiera un milímetro de su camino, desoyendo la voz del Señor absoluto de todo nuestro ser, que le pide el sacrificio de cuanto más caro tenga en el mundo, como son sus padres?
Además ¿no es el Dueño y Señor de todos, no sólo de usted, sino también de sus padres, a quienes también pide ese sacrificio? ¿Que le cuesta? No es cosa nueva para los que hemos tenido que hacer sacrificios semejantes y Dios que lo pide y exige, nos dio fuerzas bastantes para hacer por nosotros mismos la necesaria amputación, y aquí estamos agradeciéndole siempre este beneficio inmenso de la vocación. ¿No hubo de renunciar también nuestra Madre al cariño del mejor y más querido de los hijos, sabiendo además, porque nada de ello ignoraba, que le entregaba a lobos carniceros que habían de cebarse en El y terminarían poniéndole en una afrentosa cruz? Y Ella, al fin y al cabo mejor, y al fin y al cabo madre, tuvo valor para hacer la entrega de aquel pedazo de sus entrañas, porque sabía ser esa la voluntad de Dios, que para nosotros es la regla suprema del obrar.
Pase, pues, estos días de Pascua con toda tranquilidad y una vez que pasen, oiga la voz de Dios que le pide ese sacrifico y dígale: Señor soy todo vuestro porque vuestro es todo cuanto tengo; ¿quid me vis facere? ¿Qué queréis que haga?, y El le dirá lo que debe hacer y hágalo sin titubear, con firmeza, con suavidad, con cariño, procurando antes anestesiar un poco la sensibilidad para que la operación no sea tan dolorosa.
Cuente desde luego con nuestras oraciones y especialmente con las de sus futuros condiscípulos y, muy particularmente, con el auxilio poderosísimo de nuestra buena Madre, que no le abandonará un instante.
El Reverendo Padre Abad le bendice y otro tanto hace su futuro Maestro
Fray María Marcelo León
1 de enero de 1934 - Lunes
Al R. P. Marcelo León, Maestro de novicios, desde Oviedo
Reverendo Padre Fray Marcelo León.
Mi querido Padre Maestro: Recibí su cariñosa carta el día 26 que le agradecí muchísimo, pues para mi fue de un gran consuelo, pues estoy acostumbrado a no recibir un aliento de nadie, y a verme tan solo que, a pesar de ser mi único confidente Dios, mi flaqueza me pide muchas veces el consuelo de los hombres; claro que ustedes son para mi mis verdaderos hermanos, y la voz de mis superiores la considero la voz del mismo Dios, y está visto, cuando un alma es llamada por Dios, la quiere tan desprendida de todo, que hasta del consuelo material de las criaturas la despoja, y cuando el alma se ve sola, desamparada y al parecer privada de todo..., entonces es, cuando a mi entender, Dios está más cerca de ella y, entonces, se oye con más claridad la voz de su divina voluntad.
Querido Padre, las cosas siguen igual, pero el momento se acerca y mentiría si dijera que no le temo, pero al mismo tiempo, tengo tan grande confianza en la protección divina, que me hace seguir adelante y arrostrándolo todo.
Efectivamente, el enemigo de Dios me combate en todos sentidos; me ha vencido varias veces, pero a pesar de todo, no he retrocedido ni un "milímetro", como usted dice. Sus victorias son sobre mis sentidos, y aunque yo no quiero disculparme, sino todo lo contrario, usted que ha estado en el mundo conocerá una palabra que se llama confort" y que hoy día es como un dios, a quien adoran los gentiles, y como eso es lo que me rodea, comodidad y más comodidad, el enemigo se vale de eso para querer perderme... Pero mi espíritu está con Dios, y no solamente no he retrocedido un milímetro en mi resolución, sino que he avanzado algunos "metros" y cuantas más tentaciones tenga, más firme estaré en mi camino, no por mis méritos que no los tengo, ni porque me crea invencible, sino porque detrás de mí está la Señora que cuando salí del monasterio la última vez, me encomendé a su cuidado y me creo firmemente protegido por Ella.
He dejado pasar estos días, que no me parecían a propósito para decir nada, pero un día de éstos, comenzaré por mi madre, por quien le suplico a usted sus oraciones.
Mañana voy a ir al Sr. Párroco para que me extienda el documento que necesito y así, poco a poco, llegaré a donde mis impulsos hacia Dios y mi vehemencia, quería hacer llegar todo de un golpe... Cuántas enseñanzas podemos sacar de todo, incluso de nuestras propias flaquezas.
Si viera, Padre, cuánto "lastre" tengo que dejar antes de presentarme a Dios. Qué poco nos conocen los hombres! Aún en medio de una vida piadosa, cuánto lodo se queda adherido!... Pero por lo general, los hombres se contentan con poco; basta que vaya usted a menudo a recibir la Santa Comunión y, alguna vez al rosario, y enseguida le llaman santo y le colocan en los altares si se descuida... Pero Dios, que lo ve todo y lo sabe todo, no juzga así..., afortunadamente.
El monasterio va ser para mi dos cosas: primero, un rincón del mundo donde sin trabas pueda alabar a Dios noche y día; y segundo, un purgatorio en la tierra donde pueda purificarme, perfeccionarme y llegar a ser santo... Parece que dicho así, con esa tranquilidad..., llegar a ser santo, parece una pretensión un poco..., no sé cómo decir... Pero es la verdad; quiero ser santo, delante de Dios, y no de los hombres; una santidad que se desarrolle en el coro, en el trabajo, y sobre todo, una santidad que se desarrolle en el silencio, y que solamente Dios la sepa y ni aún yo mismo me dé cuenta, pues entonces ya no sería verdadera santidad...
He leído hace poco unos versos que decían: "Virtud que se paladea, no es virtud". Bueno, perdóneme estas disgresiones de mi estúpida fantasía; me contentaré con lo que Dios quiera, y lo que me permita ser; yo le entrego mi voluntad y mis buenos deseos. Que El haga lo demás.
Si me escribe, hágalo, si me hace la caridad, como el otro día por intercesión de mi querido tío en Ávila.
Ya se me hacen largos los días que tardo en estar con mis queridos hermanos los trapenses.
Le deseo un feliz año al Reverendo Padre Abad y a la Comunidad, y usted reciba el cariño de su novicio que se encomienda en sus oraciones
Rafael Arnáiz
Contestación del Padre Marcelo a esta carta de Rafael:
Mi querido futuro novicio: por conducto de su tío he recibido su atenta carta del 1 del actual, con la que ha querido inaugurar este año su correspondencia con nosotros. Doy gracias en todo al Señor, que quiso servirse de mí para darle algún consuelo en la lucha que necesariamente ha de sostener consigo mismo, porque no es cosa fácil que la concupiscencia se deje arrebatar la presa que le sujeta a este mundo por medio del "confort" de la vida moderna, tan en oposición con la austeridad de nuestra santa Orden. Ha de valerse de todos los medios imaginables para ver de no dejarse arrebatar cosa que le es tan apetitosa, y por eso no ha de encontrar cosa extraña el que esta concupiscencia se sirva, como de poderosos auxiliares, de afectos tan legítimos como son los de la familia, y mucho más si ésta es tan afectuosa y cariñosa como la suya.
Se encuentra, sí, en situación penosa y que necesita gran esfuerzo para no dejarse arrollar por las circunstancias, sino seguir sin dudas ni vacilaciones, lo que entendemos ser la voluntad de Dios.
Ya sé yo la defensa que han de pretender esgrimir sus padres en pro de su negativa, y se repetirá ahora lo que tantas veces estamos acostumbrados a ver. "Podríase en último término -le dirán- ingresar en otra Orden donde tengamos facilidad de verte cuando queramos, y aun abrigar la esperanza de que pases algunos días a nuestro lado, pero si ingresas en la Trapa, haremos cuenta de que te has muerto y no volveremos a pensar en ti; tenemos todas nuestras ilusiones puestas en ti, y ¿te hallarás con ánimos para truncar esas legítimas ilusiones?"
Estos y otros parecidos argumentos han de jugar en contra de la realización de sus deseos, pero hágales ver que no se encuentra la felicidad en las condiciones y en el más exquisito "confort" ni siquiera al lado de la familia, cuyo amor, por otra parte, no quiere destruir la religión, sino purificarlo y encaminarlo todo entero a Dios, de quien venimos y a quien hemos de volver.
Jesús amaba entrañablemente a su Santísima Madre, pero cuando llegó la hora señalada por el Padre, no dudó en separarse de Ella, dejándola sola, pobre, viuda y desconsolada.
No sé si a estas horas habrá dado usted algún paso en este asunto, pido y pediremos todos a Dios le ilumine para que en todo El le acompañe y le fortalezca, a fin de que, cuando sea la hora señalada por la Providencia pueda contarse entre nosotros.
Nuestra buena Madre y Protectora, que acoge con singular complacencia todo lo que a nuestra Orden se refiere, ya que no en vano a Ella están consagradas todas nuestras iglesias, ha de prestarle toda la ayuda que necesite, y tenga ánimo, que le sacará adelante en todo este importantísimo negocio.
Los novicios me acosan diariamente a preguntas sobre usted y gozaron mucho con la lectura de su anterior. Ya piden siempre por usted.
El Reverendo Padre Abad le bendice, y se encomienda a sus oraciones y no le olvida en las suyas propias su affmo. en Cristo
Fray Maria Marcelo León
La forma en que Rafael comunicó a sus padres su decisión de ingresar en la Trapa, según cuenta su madre en VIDA Y ESCRITOS, fue la siguiente:
Siguiendo el consejo de sus tíos dejó Rafael que transcurriese el mes de diciembre, y llegaron las Pascuas de Navidad alegres, felices, los cuatro hijos en el hogar cristiano, sanos y fuertes y bendiciendo todos a Dios por lo mucho que les daba.
Sólo el corazón de Rafael estaba torturado, estrujado, por la próxima separación, por la enorme pena que iba a causar, y que sabía había de ser honda, inmensa. Nunca pensó que sus padres le pusieran el menor obstáculo para cumplir su vocación. Los conocía bien! Educado por ellos en el temor de Dios, sabía que habían de aceptar la voluntad del Señor sin réplica ni resistencia, y los dulces ojos de Rafael lloraban a solas para brillar después entre risas ingenuas al calor de los suyos...
Siempre consecuente con su modo de pensar y sentir, Rafael no hacía ostentación de las grandes virtudes que ya empezaba a atesorar su alma. Su gran piedad no era molesta a nadie, siendo, por el contrario, su conducta fervorosa sin exageraciones en el templo del Señor, un motivo más de atracción hacia su persona, y ejemplo para los indiferentes.
Más de una vez animó a su madre y hermanos a ver películas en las que se unía la buena música al arte depurado de actores y cantantes.
El día 5 de enero, víspera de aquel otro día en que había de dar cuenta a sus padres de su firme decisión, se fue con su madre al teatro, comentando jovialmente con ella el espectáculo que presenciaban...
Nada en su aspecto y conducta exterior hacia sospechar el gran cambio que iba a operarse en su vida..., y sin embargo, su alma se había desprendido ya de todas las vanidades y atracciones del mundo..., pero aún le faltaba desprenderse de lo que más amaba...
El día de Reyes, 6 de enero, se celebró una larga sesión musical en casa de sus padres.
Sorprendióle a la madre que Rafael, amante apasionado de la música, no asistiese a ella desde su principio, llegando de la calle al terminar el concierto.
Aquella noche, después de rezar en familia el santo rosario, Rafael se fue a la cama sin el rato de charla o discusión como era su costumbre, sin apenas hablar.
Habían pasado las Pascuas, y el momento se aproximaba.
Al día siguiente, hallándose sola su madre sentada al piano, entró Rafael donde ella estaba y, poniéndole una mano en el hombro, le dijo con voz natural y tranquila:
- Deja de tocar un momento: tengo que decirte una cosa.
Estremecióse la madre..., el corazón le anunció algo insólito.
- Qué te ocurre?, dímelo. - Acudió afanosa.
- Madre - contestó él con lágrimas en la voz y la mirada ausente -, Dios me llama..., quiero irme a la Trapa.
Bajó la cabeza la madre y sólo pudo pronunciar una palabra:
- ¡Hijo!...
Débil en su flaqueza, no pudo evitar que las lágrimas acudiesen a borbotones, silenciosas y quemantes, anegándole los ojos, el corazón, el alma toda... ¡También María lloró a los pies de su Hijo muerto...!
Sin embargo, la reacción vino inmediata..., su hijo era de Dios, hermoso préstamo que El le había hecho..., se llevaba lo que era suyo..., ella bendecía la mano divina que le causaba tanto dolor.
- ¿Y tu padre...? - dijo en seguida, angustiada y temerosa del otro dolor -. ¿Lo sabe tu padre?.
- No - contestó Rafael - he querido que fueras tú la primera. Tú se lo dirás.
- Gracias, hijo, - balbucearon débiles los labios.
El padre llegó al poco rato.
- ¿Qué pasa?, - preguntó anhelante al ver al hijo y a la madre.
- Tu hijo -dijo la madre sin aliento en la voz- quiere irse a la Trapa.
Nada dijo el padre en el primer momento. Recibió el golpe con entereza, valerosamente. Apenas un imperceptible temblor en los labios... Fue sólo un instante.
- Bendito sea Dios - exclamó haciendo un esfuerzo porque la voz fuese entera, sin lágrimas - por el favor tan grande que nos hace.
Sólo un abrazo fuerte al hijo de su alma que se le iba, al pedazo de su carne que se desprendía con arranque violento...
- ¿Cuándo quieres marcharte?, - preguntó, haciendo la entrega total.
- Cuando tú quieras, no tengo prisa.
¡No tenía prisa, y todo él era una pura ansia de partir, de terminar aquel sufrimiento insoportable que le destrozaba las entrañas, aquella agonía sin muerte...! ¡Partir!... ¡Dejar pronto aquella felicidad de su vida, para ir hacia el silencio del monasterio, hacia el amor inmenso de Dios, en busca de otra felicidad mayor, de otra vida de renuncia constante y que había de hacerle dichoso por toda una eternidad!.
-Cuanto antes, mejor -dijo su padre-. Hoy es día 7, el 15 puedes irte.
Y como un remate de aquella entrega voluntaria, añadió decidido:
- Te llevaré yo.
No hubo más. Todo fue natural y sencillo, sin dramas ni tragedias. Dios pedía lo que era suyo, y con gusto y voluntariamente se le daba.
Un hijo obediente que acudía a la llamada de su primer Padre... ¡Dios! Y unos padres humanos que cumplían con su deber.
9 de enero de 1934 - martes
Al reverendo Padre Abad, Dm. Félix Alonso desde Oviedo
Reverendo Padre Abad del monasterio de San Isidro de Dueñas.
Reverendo Padre: Ante todo, alabado sea Dios y démosle gracias infinitas por tantos beneficios, que recibimos de El, sin nosotros merecerlo.
Hoy llegará a su poder una carta de mi padre, a cuyas generosas y cristianas líneas yo no tengo nada que añadir.
Mi propósito hubiera sido el salir de casa, nada más obtener el permiso de mis padres, pero mi padre ha dicho que tenía que cumplir con su deber, y que él mismo me llevaría al monasterio; ante eso, yo creo que cumplo también con mi deber obedeciendo y, además, creo que una vez hecho el sacrificio, a Dios le ha de satisfacer que se haga plenamente y hasta el final, y aunque ni confío en mis fuerzas ni en las de mis padres, tengo una absoluta seguridad en Dios, que hasta ahora no me ha faltado, y espero no me faltará nunca.
No acierto con palabras a expresar el estado de mi alma, pero vuestra reverenda me comprenderá perfectamente. He pasado ratos muy amargos, sobre todo al ver a mis padres sufrir, pero al mismo tiempo he experimentado consuelo, al ver que su sufrimiento es cristiano, y su sacrificio agradable a los ojos de Dios.
Tengo unos padres que no me merezco. No quisiera prolongar mucho estos días; por tanto, le ruego con todas mis fuerzas, que su reverenda escriba cuanto antes a mi padre, diciéndole que ya podemos ir al monasterio.
Yo lo estoy deseando con todo mi corazón y mezclado con mis lágrimas y con mi corazón hecho trizas, tengo una alegría y un contento y una tranquilidad de espíritu, difícil de comprender; en realidad, humanamente es muy raro lo que me pasa.
Pida mucho por mis padres, que Dios les ayude en estos difíciles momentos.
Salude en mi nombre al Padre Maestro y a la comunidad, y le pide su bendición en Cristo
Rafael Arnáiz
12 de enero de 1934 - viernes
A sus tíos los Duques de Maqueda, desde Oviedo
Queridísimos tíos: Dos letras nada más para que salga esta carta hoy.
Nada os tengo que decir, pues mis palabras son pocas para expresarlo todo, y lo único que puedo deciros es que yo no he hecho nada, pues Dios nuestro Señor lo ha hecho todo, absolutamente todo. ¡Si vosotros supierais cómo me quiere y de qué manera me ha sostenido y me está sosteniendo!, ni nada le pediríais, ni nada le ofreceríais. Todo se reduciría a alabarle sin cesar, a bendecirle y ensalzarle y a entonar continuamente un glorioso canto de acción de gracias y de agradecimiento.
¡Señor, Señor, nada os pido, porque ya lo tengo todo que sois Vos!; solamente permitidme unirme al coro de los ángeles, arcángeles y querubines y a toda la milicia celestial, y que mi corazón aquí en la tierra se remonte al cielo y cante el "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".
Si vierais qué contento estoy al ver que Dios acepta lo que le he ofrecido; no lo que le he ofrecido yo, que eso poco vale, sino lo que le han ofrecido tan generosamente mis padres... ¡Qué almas más grandes!
¡Qué gran responsabilidad he contraído! ¡Pero la Santísima Virgen me ayuda de una manera, que casi materialmente la experimento. Quisiera volcarme, pero es tan grande todo lo que tengo dentro, que no puedo, pues si grande es mi alegría, grande, muy grande es mi dolor..., pero mucho más grande es mi amor a Dios ..., si no, no seria posible.
No te puedo decir cuándo me marcharé, pues estoy esperando carta de mi buen Padre Abad.
Las cosas han ido por el camino que me indicó el Sr. Nuncio; mi padre, no solamente me da el permiso, sino que él mismo va a ofrecerme; yo no salgo huido de mi casa, sino que me despediré de mi madre... Cuento, no con mis fuerzas, ni con las de mis padres...; cuento con el auxilio de la Virgen, y con las fuerzas que da un Dios, como el nuestro.
Me acuerdo de las palabras del Sr. Nuncio: "Hay que hacer las vocaciones, no solamente agradables a los ojos de Dios, sino suaves y dulces a los ojos de los hombres, es decir, sin violencias, ni convulsiones, sino todo lo contrario, agradables". Cuando esto es posible como en mi caso, hay que hacerlo así. Quizás se sufra más, no digo que no, pero a los ojos de Dios es más meritorio, ¿no te parece?
Bueno, ya te escribiré cuando esté en mi monasterio.
Te mando para la abuela el papelito adjunto, y te lo mando a ti porque no sé si la abuela está en Madrid. No vayas a creer que las he robado ¡eh!, cuidadito; es que me dio la tía unas pesetas, por si tenía que reparar alguna necesidad, y entre otras personas lo primero que pensé fue en la abuela y en vosotros... Espero de tu caridad que no te parezca mal.
Si todavía está con vosotros, la dais un abrazo muy fuerte de mi parte, y para vosotros, queridísimos tíos, nada, pues nada os puedo mandar como no sea mucho cariño de vuestro sobrino
Rafael
(1) En Ávila había escrito la carta solicitando formalmente la admisión como novicio.
Visto en : santoabandono.com
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