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miércoles, 5 de octubre de 2011

ESCRITOS DE... P.BASILIO MÉRAMO: LA SALETTE Y FATIMA PROFECIAS APOCALIPTICAS DE LOS ULTIMOS TIEMPOS IV


(Continuación de la 3ra parte. Ver aqui)



Apóstoles de los Ultimos Tiempos



La profecía de La Salette, habla de los Apóstoles de los últimos tiempos, que como un reducto preservado conservará la fidelidad a Jesucristo; al igual que un pequeño rebaño: «...finalmente, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo,...» (Ibid. p.75).

San Luis María Grignion de Monfort, programa una congregación de sacerdotes Misioneros de la Compañía de María, pero que nunca pudo concretar por sí mismo, pero que un discípulo de su ideal y espíritu realizó.
Tal es la obra de Monseñor Marcel Lefebvre [1]quien fuera Superior de la Congregación del Espíritu Santo, cuyo fundador el P. Poullart des Places fue amigo de San Luis Grignion. Ellos llegaron a un acuerdo: «Un encuentro con Poullart des Places en la primavera de 1703 finalizó en un cordial acuerdo: ‘Si Dios, decía Poullart, me hace la gracia de lograrlo, podréis contar con misioneros. Yo los prepararé y vos los pondréis en ejercicios’. Poullart murió en 1709. Pero el acuerdo permaneció entre Montfort y el Seminario del Espíritu Santo. Por esto en junio 1713 se dirige a uno de los sucesores de Poullart de Places y le comunica su plan dando lectura del reglamento que había hecho para aquellos de sus alumnos y otros que querían reunírsele con el mismo propósito. Así pues, en esta fecha, las reglas fueron redactadas» (Oeuvres Complètes de Saint Louis-Marie Grignion da Montfort, Ed du Seuil, Paris, 1966, p. 674).

San Luis María  Grignon de Montfort


Es más, el tratado sobre el Amor de la Sabiduría Eterna fue el acopio de conferencias que San Luis Grignion dió a los seminaristas del Espíritu Santo: «...Montfort se interesó en la iniciativa de su amigo Poullart des Places que organizó el seminario del Espíritu Santo. El misionero fue  invitado a dirigir la palabra a los seminaristas de esta comunidad pobre. (...) Parece, en consecuencia, que el Amor de la sabiduría fue el fruto de conferencias dadas por Montfort a los seminaristas de Poullart des Places durante su estadía en París, en 1703-1704. En estos ‘escolares’ veía eventuales colaboradores en la obra de las misiones, se comprende la preocupación que tenía para darles una formación espiritual sólida y adecuada» (Ibid. p. 86-87).

Pues bien, Monseñor Lefebvre es un discípulo de  Poullart des Places fundador de la Congregación del  Espíritu Santo y gran amigo de San Luis María Grignion de Montfort.

Es sorprendente la concordancia entre la Salette y San Luis Grignion. Ambos hablan de los Apóstoles de los últimos tiempos, por esto con intuición e inspiración profundamente profética y apocalíptica San Luis quiso dar las Reglas de una legión de Sacerdotes fieles en medio de la apostasía, bajo la protección y el ideal de María Santísima, llamándola Misioneros de la Compañía de María. Pero la divina providencia quizo que fuera un sucesor del fundador de los padres del Espíritu Santo (Poullard des places gran amigo de San Luis Grignion). Dicho sucesor es Mons. Lefebvre quien realizará tal empresa al fundar la Fraternidad de los Apóstoles de Jesús y María o según su título público Fraternidad Sacerdotal San Pío X.



La coincidencia no puede ser mayor y no es meramente casual, hay una continuidad y afinidad directa entre San Luis Grignion de Montfort y Poullart des Places fundador de los Misioneros del Espíritu Santo de donde procede Monseñor Lefebvre llegando a ser su Superior General durante los años 1962 a 1968.
El pensamiento de San Luis Grignion era además apocalíptico; en sus escritos se deja traslucir. Por ejemplo en la oración abrasada dice: «Es tiempo de hacer  lo que habéis prometido. Vuestra divina Ley es quebrantada; vuestro Evangelio, abandonado; torrentes de iniquidad inundan toda la tierra y arrastran a vuestros mismos siervos; toda la tierra está desolada; la impiedad está sobre tu trono; hasta en lugar santo.
(...) ¿No es menester que vuestra voluntad se haga en la tierra como en el cielo y que venga vuestro reino[2]?
¿No habéis mostrado de antemano a  alguno de vuestros amigos una renovación futura de vuestra Iglesia?
¿No han de convertirse a la verdad los judíos? ¿No es esto lo que espera vuestra Iglesia? ¿No os piden a gritos todos los santos del cielo justicia: ¿Vindica? ¿No os dicen todos los justos de la tierra: Amen, veni, Domine? Las creaturas todas aún las más insensibles, gimen bajo el  peso de los pecados innumerables de Babilonia y piden vuestra venida para restaurar todas las cosas». (Ibid. p. 676-677).

Nos recuerda la Parusia, la Segunda venida de Nuestro Señor en Gloria y Majestad, su reino en la tierra, una vez que todo haya sido restaurado (recapitulado) en Cristo, tal como dice la divisa de San Pío X: omnia instaurare in Christo, todo restaurarlo en Cristo; es asombroso, pero es así.

Los apóstoles de los últimos tiempos serán según San Luis Grignion verdaderos  servidores de la Santa Virgen, libres con la libertad de Dios, desasidos de todo, esclavos del amor y de la voluntad de Jesús y María, de la raza de María en oposición a la raza de Satanás, conscientes que la persecución que los hijos y la raza de Belial librarán contra los hijos de la raza de la Virgen María. Tal como se afirma en la oración Abrasada, para terminar exclamando: «Señor, levantaos, ¿Por qué parecéis dormir? Levantaos en vuestra omnipotencia, vuestra misericordia y vuestra justicia, para formaros una compañía escogida de guardaespaldas, que guarden vuestra casa, defiendan vuestra gloria y salven vuestras almas, a fin de que no haya sino un solo rebaño y un pastor y que todos os rindan gloria en vuestro templo: Et in templo euis omnes dicent gloriam. Amen». (Ibid. p. 687-688).



El Tratado de la Verdadera Devoción, es eminentemente apocalíptico. Para San Luis Grignion, el carácter apocalíptico de la verdadera devoción se evidencia por la mayor necesidad en los últimos tiempos:

«Necesidad de la devoción a María particularmente en los últimos tiempos» (Ibid. p. 514). Precisando el por qué de su importancia: «Por medio de María se comenzó la salvación del mundo, por medio de María se debe consumar» (Ibid. p. 514).



Es más, para San Luis Grignion, no falta mucho para el final del mundo: «He dicho que lo anteriormente expuesto sucederá particularmente al final del mundo y bien pronto...» (Ibid. p.512).

Los últimos tiempos no son para San Luis algo distante y tan remoto como muchos piensan, sino algo que está a la puerta.

Dada la proximidad de los últimos tiempos la Devoción Verdadera a la Santísima Virgen urge y se impone:
«Dios quiere, pues, revelar y descubrir a María, la obra maestra de sus manos, en estos últimos tiempos» (Ibid. p.515).


La Santísima Virgen, «Habiendo sido el camino por donde Jesucristo ha venido a nosotros la primera vez, lo será también cuando Este venga la segunda, aunque de diferente manera» (Ibid. p. 515).

La insistencia de San Luis sobre los últimos tiempos es asombrosa y más que nunca actual: «En fin, María ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército colocado en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo que tiene poco tiempo y mucho menos que nunca para perder las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y sus ataques;...» (Ibid. p.516).

San Luis Grignion no puede ser más apocalíptico y actual al ver que estamos y vivimos en esos crueles y últimos ataques de los últimos tiempos, que irán creciendo hasta la aparición del Anticristo: «De estas últimas y crueles persecuciones del diablo, que irán aumentando de día en día hasta que venga el reinado del Anticristo, es de las que principalmente se ha de entender aquella primera y célebre predicción y maldición de Dios, fulminada en el paraíso terrenal contra la serpiente» (Ibid p. 517).

Pues en verdad y como hace ver el Santo sabemos que: «En fin, María ha de ser terrible al demonio y a sus secuaces como un ejército colocado en orden de batalla, principalmente en estos últimos tiempos, porque el diablo, sabiendo que tiene poco tiempo y mucho menos que nunca para perder las almas, redobla todos los días sus esfuerzos y ataques; suscitará en breve nuevas persecuciones y armará terribles emboscadas a los servidores fieles y a los hijos de María, a quienes les cuesta vencer mucho más que a los otros» (Ibid p. 516).
 
Dicho sea de paso, estas últimas palabras explican, las lamentables pérdidas dentro de la Fraternidad San Pío X, sin que abatan o escandalicen a los pocos fieles a la tradición de la Iglesia Católica.( NOTA DE BLOG:  Palabras del  P. Méramo en SANTA FE DE BOGOTA, SEPTIEMBRE 19 DE 1995)

Todo el Tratado de la Verdadera Devoción gira en torno a la Parusía, con la cual cobra vigor y se consolida esta idea apocalíptica: «Jesucristo vino al mundo por medio de la Santísima Virgen María, y por Ella debe también reinar en el mundo. María ha estado muy oculta en su vida; por esto el Espíritu Santo y la Iglesia la llaman Alma Mater: Madre oculta y escondida». (Ibid  p. 487). Y en la nota 1 al  pie de la página dice:
«Monfort había escrito primero: ‘por medio de la Santísima Virgen, Jesucristo vino al mundo la primera vez, y es también por medio de Ella que El debe venir la segunda. María fué muy poco conocida en el primer advenimiento de su hijo, pero debe serlo mucho más en el segundo. Si estuvo oculta en el primer advenimiento fue por una economía admirable, con el fin de que su Hijo Jesús fuese conocido; pero María será revelada en el segundo , a fin de que el reino de su Hijo, su conocimiento perfecto y su reinado total, venga a la tierra.’» (Ibid. p. 487-488).



Como se ve, no se puede ser más apocalíptico y milenarista (reinado de Cristo en la tierra) con estas consideraciones del Santo. Ni tampoco se puede estar más acorde con la invocación del Padre Nuestro: venga a nosotros tu reino (adveniat regnum tuum).




Para aquellos que por ignorancia o por la confusión espantosa acerca del difícil tema del Milenarismo puedan desconfiar sobre esta afirmación referente al milenarismo de San Luis Grignion, citaremos para su información, la importante nota aparecida al pie de la página de la Edición española de las obras de San Luis María Grignion de Montfort de la BAC, Madrid 1954 p. 466, en la cual se reconoce lo siguiente : «Sabiendo que los escritos de San Luis de Montfort están especialmente aprobados y recomendados por la Iglesia, nadie habrá que piense que se encuentre en ellos un error  por ella condenado, como es el milenarismo carnal.

Pudiera, sin embargo pensarse que  participa el piadosísimo autor del  milenarismo espiritual admitido por algunos Santos Padres y seguido aún por varios escritores modernos pero desechado generalmente por los teólogos». Esto es una desgracia, pues el milenarismo  patrístico (o espiritual)  fue doctrina común de la Iglesia durante los primeros 5 siglos del cristianismo, viniéndose a obscurecer por las desfiguraciones grotescas y hasta heréticas, lo cual  hizo que se fuera relegando insensiblemente en el olvido, al igual que sucedió con las profecías sobre la primera venida de Nuestro Señor Jesucristo solo conservadas en su verdad y pureza por muy pocos entre el pueblo elegido que sumido prácticamente en la apostasía culmina en el Deicidio.

Respecto al milenarismo, Crampon en su comentario del Nuevo Testamento  (Ap. XX nota 6), reconoce:
«Según lo que precede, podemos figurarnos este reino de mil años, preludio de la gloria definitiva, como una realización más completa del adveniat regnum tuum  de la Oración Dominical. La Iglesia ha obtenido una gran victoria sobre Satanás y sobre el mundo, no pudiendo el Príncipe de las Tinieblas hacer de él, el instrumento de sus seducciones. Sin duda, la lucha entre el espíritu y la carne no ha cesado, los hijos de Dios marchan todavía en la fe, no en la clara visión: son todavía, peregrinos aquí abajo; la muerte exige aún su tributo. Pero una efusión más abundante de los dones del Espíritu Santo es derramada en las almas; los combates de la virtud son menos  rudos, con frecuencia más victoriosos. Durante esta era de paz, el cristianismo extiende por todas partes su acción, penetra  su espíritu en las artes, las ciencias, todas las relaciones sociales. Muchos aplican a este período de bendición los halagüeños cuadros de Isaías (11, 6-9; 30,6; 65,20) y de Daniel (2, 35-44; 7,13s). Durante los primeros siglos de la Iglesia, el milenarismo fue concebido como el retorno glorioso de Jesucristo viniendo a reinar sobre la tierra con sus santos durante mil años antes del juicio general. Esta espera fué común, podríamos decir popular entre los primeros fieles (S. 15 Papias, S. Justino, S. Irineo, Tertuliano, etc.); ella  los sostiene y los consuela bajo el fuego de la persecución».

Menéndez Pelayo, ante quienes descalifican y condenan el milenarismo, puntualiza: «Pero todos sabemos que la cuestión del milenarismo (del espíritual se entiende) es opinable...» (Hist. de la Heterodoxia Ed. BAC, Madrid, 1987, t.II.p. 668).

Otra alma misionera como Santa Teresita, Patrona de las Misiones, también fue apocalíptica y milenarista; en uno de sus libros preferidos, «Fin de monde presente et Mysteres de la Vie Future» del Abbé Arminjon, se lee: «El reino de Dios se inaugura, crece y se completa en el tiempo; no será perfecto y consumado sino en los siglos venideros.» (p.7). «El sentir más acreditado y que parece el más conforme a las Santas Escrituras es que después de la caída del Anticristo, la Iglesia Católica entrará todavía una vez más en una era de prosperidad y de triunfo» (p.60). Este sería el reino de los Corazones de Jesús y María, el triunfo de Cristo Rey, pues como manifiesta el P. Arminjon: «En lugar de dar entonces a nuestro libro el título: El Fin del Mundo Presente y los Misterios de la Vida Futura, hubieramos podido llamarlo con no menos justeza: El Triunfo de Jesucristo y de su Iglesia en la Vida Futura.» (p.7). Y esto en plena conformidad con los padres de la Iglesia ya que: «Hemos buscado, bebiendo en las  fuentes puras de la Tradición y de los Padres, y esclareciéndonos bajo la luz de las  Santas Escrituras, satisfacer las almas inquietas y turbadas de nuestro tiempo, y ofrecerles, tal como el cristianismo nos enseña, la verdadera solución de los misterios de la vida». ( p.8).



La regla que elabora San Luis Grignion es para los Apóstoles de María de estos últimos tiempos que él quizo fundar pero que la divina providencia dispuso que fuera Monseñor Marcel Lefebvre fruto de los misioneros del Espíritu Santo salidos de Poullard des Places  quien tenía estrecha amistad con San Luis Grignion de Montfort, y quien decía: «Serán los apóstoles verdaderos de los últimos tiempos, a quienes el Señor de las virtudes dará la palabra y la fuerza para obrar maravillas y obtener gloriosos trofeos sobre sus enemigos, dormirán sin oro ni plata, y lo que es más, sin cuidados en medio de los otros sacerdotes, eclesiásticos y clérigos, inter medios cleros, y, sin  embargo, tendrán las alas plateadas de la paloma para ir con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de las almas a donde los llame el Espíritu Santo, y nos dejarán detrás de ellos, en los lugares donde prediquen, más que el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley.» (Op. Cit p. 521).

Era una auténtica idea apocalíptica la necesidad de la verdadera devoción a María y la formación de una compañía de Sacerdotes Misioneros de María, como  se deja ver en la Oración abrazada donde justamente pide San Luis Grignion a Dios sacerdotes para su compañía de  María: «Señor Jesús, memento Congregationis tuae. Acordaos de dar a vuesta Madre una nueva compañía para renovar por ella todas las cosas y para acabar por María los años de la gracia, como los habéis comenzado por ella.» (Ibid p. 677).
Los Apóstoles de los últimos tiempos de La Salette y  de San Luis Grignion de Montfort, convergen en la obra de Monseñor Lefebvre; son los sacerdotes fieles a la Tradición de la Iglesia que deberán enfrentar las tinieblas del error y la gran apostasía cumpliendo lo  anunciado en La Salette: «...llamo a mis hijos, a mis verdaderos devotos, a los que ya se me han consagrado, a fin de que los conduzca a mi divino hijo, a los que llevo, por decirlo así, en mis brazos; a los que han vivido de mi espíritu, finalmente, llamo a los apóstoles de los últimos tiempos, a los fieles discípulos de Jesucristo. (...) Ya es hora de que salgan y vengan a iluminar la tierra.(...) Pelead, hijos de la luz, vosotros, pequeño  número que ahí veis; pues he aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia será oscurecida, el mundo quedará consternado» (La Salette p. 75-76).
Los Apóstoles de los últimos tiempos están en plena consonancia con las apariciones de la Santísima Virgen del Buen Suceso

Ntra Señora del Buen Suceso


 en Quito (Ecuador), a la cual hizo referencia Mons. Lefebvre  en las consagraciones de Ecône en su sermón del 29 de Junio de 1988, y en la que se hace una clara referencia a su persona. La profecía del 2 de febrero de 1634 manifiesta una clara alusión a Mons. Lefebvre por la correspondencia abismal con lo que este santo obispo hizo por la Iglesia. «La lámpara que arde delante del Amor Prisionero y que viste apagarse, tiene muchos significados:

«El primero, que en el siglo XIX, al concluirse, y seguirá gran parte del siglo XX, cundirán en estas tierras, entonces ya república libre, varias herejías; y reinando ellas, se apagará la luz preciosa de la Fe en las almas por la casi total corrupción de costumbres. En este  tiempo habrá grandes calamidades físicas y morales, públicas y privadas.(...)»

«El cuarto significado es el reconocimiento del poder de las sectas y de su habilidad para introducirse en los hogares, apagando la luz de la inocencia en los corazones de los  niños; y, por este medio, escaseando las vocaciones sacerdotales. Si bien en el clero regular, con el brillo de la observancia y la práctica de las virtudes no faltarán santos sacerdotes; no así en el clero secular que querrá afianzarse, más que en su vocación, en el apego al dinero; y como por desgracia para esta Iglesia está viviendo en la noche obscura de la falta de un Prelado y Padre que vele con amor paterno, con suavidad, fortaleza, tino y prudencia, muchos de ellos perderán su espíritu poniendo en gran peligro (la salvación de) su alma. Ora con instancia, clama sin cansarte y llora con lágrimas amargas en el secreto de tu corazón, pidiendo a nuestro Padre Celestial, que por amor al Corazón Eucarístico de mi Hijo Santísimo ponga cuanto antes fin a tan aciagos tiempos enviando a esta Iglesia al Prelado que deberá restaurar el espíritu de sus sacerdotes. A ese hijo mío muy querido lo dotaremos de una capacidad rara, de humildad de corazón, de docilidad a las divinas inspiraciones, de fortaleza para defender los  derechos de la Iglesia y de un corazón tierno y compasivo, para que cual otro Cristo atienda al grande y al pequeño, sin despreciar al más infeliz...»

«En su mano será puesta la balanza del Santuario, para que todo se haga con peso y medida y Dios sea glorificado; para poseer pronto este Prelado y Padre,  harán contrapeso la tibieza de todas las almas a Dios consagradas siendo esta misma la causa de apoderarse de estas tierras el maldito Satanás quien todo lo conseguirá por medio de tanta gente extranjera sin Fe que cual nube negra obscurece el límpido cielo de la ya entonces república consagrada al Corazón Santísimo de mi Hijo Divino, entrando con ella todos los vicios y viniendo por ellos toda clase de castigos, entre ellos la peste, el hambre, la pendencia entre propios y ajenos, la apostasía, perdiendo a un número considerable de almas.»

«Habrá una guerra formidable y espantosa en la que  correrá sangre de propios  y ajenos, de sacerdotes seculares y regulares y también de religiosas. Esta noche será la horrorísima, porque al parecer humano será triunfante la maldad. Entonces es  llegada mi hora en la que Yo, de una manera asombrosa destronaré al soberbio y maldito Satanás, poniéndole bajo mi planta y encadenándole en el abismo infernal, dejando por fin libres la Iglesia y la Patria de su cruel tiranía. (Madera para Esculpir la Imagen de una Santa, Mons. Luis Cadena y Almeida, Ed. Foundation for a Christian Civilitation, Inc. Bedford, New York, 1987, p. 117-118-119).

Es asombrosa la coincidencia con  las profecías de La Salette cuyo  carácter apocaliptico es indudable.
Recordemos simplemente algunas expresiones que se refieren a un precursor del Anticristo que pretenderá aniquilar el culto del Creador, al nacimiento del Anticristo, a Roma convertida en sede del Anticristo, a los apóstoles de los últimos tiempos, al pequeño número (rebaño) de fieles, al tiempo de los tiempos, al fin de los fines, el sol se oscurece, agua y fuego purificarán la tierra. ¿Más apocalíptico que esto qué se puede esperar en una profecía?

Claro está, que nuestra esperanza, se encuentra, al  igual que para Santa Teresita del Niño Jesús, en lo expuesto en el libro de cabecera que tanto la reconfortaba: «El objetivo que nos proponemos en este primer discurso, es recordar los testimonios de las Santas Escrituras y especialmente aquel del Evangelio de este día, el cual nos afirma que después de un espacio más o menos extenso de siglos, el orden de las cosas visibles aquí abajo dará lugar a un orden nuevo y permanente y que a la era combatiente del tiempo sucederá la era de la estabilidad y del reposo» (Fin du Monde Presente et Mysteres de le Vie Future» p. 12). Y si la Iglesia pasara su pasión, saldrá más robustecida y triunfante, aunque pase, por la noche más oscura, pues: «Cuando la tempestad será más violenta, cuando la Iglesia estará sin piloto[3], cuando el sacrificio no sangrante habrá cesado en todas partes, cuando todo parecerá humanamente perdido, se verá surgir, dice San Juan, dos testigos» (Ibid p.54); todo esto será el preludio del Reinado de Cristo en la tierra, cumpliéndose la gran profecía, aún no realizada sobre la tierra: «Y habrá un sólo rebaño y un sólo pastor» (Jn 10,16), realizándose así la gran unidad tan anhelada y  desgraciadamente tergiversada por  el falso Ecumenismo del Concilio Vaticano II: «ut unum sint» (Jn. 17, 21), a fin que todos sean uno.


Todas las fuerzas del mal y sus instrumentos, no harán más que acelerar la Parusía, y «sin quererlo habrán cooperado en fundar el reino de la unidad anunciado por el profeta: erit unum ovile et unus pastor» (Ibid p. 76).

«Mas si es permitido admitir que después del Anticristo, el fin del mundo será todavía prolongado por varios siglos, no se podría decir lo mismo de la crisis suprema que deberá llevar a la realización de la gran unidad.» (Ibid p.61).

Sobre este libro del P. Arminjon, Santa Teresita dijo que fue al igual que la Imitación, el alimento de su alma. (Cf. Ibid p. III).

Comenta Santa Teresita sobre el gran bien que obró en su alma la lectura del libro del P. Arminjon: «Cuando a los catorce años desarrolló en mi la aficción a los estudios científicos, juzgó Dios necesario añadir ‘a la harina más pura, miel y aceite en abundancia’, haciéndomelos gustar en las conferencias del Rdo. Sr. Arminjon sobre el fin del mundo presente y los misterios de la vida futura. Esta lectura sumergió mi alma en una felicidad que no es de la tierra;...» (Historia de un Alma. Ed. Paulinas, Bogotá, 1950, p. 65). Si esto dijo la Santa, nadie puede condenar el milenarismo contenido en el libro que tanta dicha proporcionó a un alma sedienta de verdad, y que se complace en los misterios divinos reservados para la Parusía de Cristo, volviendo al mundo en Gloria y Majestad.



Retengamos la sabia exhortación de San Pablo: «No apaguéis el Espíritu. No menospreciéis las profecías.
Examinadlo todo y quedaos con lo bueno» (1 Tes,  19-20). De tal modo que «vivamos sobria, justa y piadosamente en este siglo actual, aguardando la dichosa esperanza y la aparición de la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo» (Tit. 2,12-13).

Que el tiempo se aproxima, mucho más de lo que nos imaginamos baste para convecernos de ello, lo que el último Papa Santo, San Pío X dijo en su primera encíclica E supremi apostolatus de 1903, al ver la deplorable situación de los tiempos en que le tocó regir la Iglesia: «Es indudable que quien considere todo esto tendrá que admitir de plano, que esta perversión de las almas es como muestra, como prólogo de los males que debemos esperar en el fin de los tiempos; o incluso pensará que ya habita en este mundo el Hijo de la Perdición de quién habla el Apóstol.» Y que también proféticamente percibía que la hora de Cristo, de aquel gran día debía llegar: «Por una especie de moción oculta, nos parece apreciar que están a punto de cumplirse aquellas esperanzas que impulsaron prudentemente a Nuestro antecesor Pío y a todos los obispos del mundo a proclamar solemnemente la concepción inmaculada de la Madre de Dios.» ¿Y cuáles fueron esas esperanzas de Pío IX al promulgar el dogma de la Inmaculada Concepción? Veámos a continuación con lo que San Pío X dice al respecto y que es como el inicio de la manifestación de las Glorias y Misterios de María, quien según la doctrina Monfortiana debe ser más particularmente conocida en los últimos tiempos:
«No son pocos -continua San Pío X- los que se aquejan de que hasta el día de hoy esas esperanzas no se han colmado y utilizan las palabras  de Jeremías: Esperabamos la paz  y no hubo bien alguno: el tiempo de consuelo y he aquí el temor(...) ¿Como no vamos a tener la esperanza de que nuestra salvación está más cercana que cuando creímos? quizá más, porque por experiencia sabemos que es propio de la divina providencia no distanciar demasiado los males peores de la liberación de los mismos. Esta a punto de llegar su hora y sus días no se harán esperar.» (Encíclica Ad Diem illum laetissimum 2,II,1904). Es decir cuando llegue el día y la hora de la realización de la gran profecía que anuncia San Juan 10,16 «un solo pastor y un solo rebaño.», la cual motivó a Pío  IX a proclamar el dogma de la Inmaculada: «Mas sentimos firmísima esperanza y confianza absoluta de que la misma santísima Virgen, que toda hermosa e Inmaculada trituró la venenosa cabeza de la cruelísima serpiente... hará con su valiosísimo patrocinio que la Santa Madre Católica Iglesia, removidas las dificultades, y vencidos todos los errores, ...disfrute de toda paz, tranquilidad y libertad ...y se forme un solo redil y un solo pastor» (Bula Ineffabilis Deus 8, Dic, 1984).

Las palabras de San Pío X no pueden ser más proféticas y apocalípticas en espera de ese día, el día del Señor, de la Parusía, especialmente cuando afirma con profunda esperanza: «Está a punto  de llegar su hora y sus días no se harán esperar», es decir su Parusía (su hora) y su Reino (sus días).

San Pio X


Esto también fue expresado por otro Papa, Pio XI, tal como hace ver el P. Alcañiz, en su libro La Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, Granada 1958, donde identifica el Reino de Cristo, con el Reino del Sagrado
Corazón, y que viene a ser la misma cosa con el Reino de los Sagrados Corazones de Jesús y María, cumpliéndose así la profecía de Fátima: «Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará.»

Estas son las palabras proféticas de Pío XI en su encíclica Miserentissimus de 8,V,1928 sobre el Reino de Cristo que el P. Alcañiz comenta: «Después de afirmar el Papa que con la fiesta de Cristo Rey completaba la consagración del género humano, continúa: ‘‘Y al hacer esto-al instituir dicha solemnidad -no solamente pusimos en plena luz el supremo imperio de Cristo sobre todas las cosas: sobre la sociedad civil y doméstica y sobre cada uno de los hombres, sino que también ya entonces saboreamos el que todo el orbe, de voluntad y con gusto, se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey[4]  (...)’’. En el párrafo citado el Vicario de Jesucristo rotundamente asegura que ha de llegar un día: saboreamos de antemano las alegrías de aquel día en que todo el orbe, de voluntad y con gusto se someterá obediente al imperio suavísimo de Cristo Rey, un día, pues, en que se halle realizado el reinado universal  de Jesucristo en la tierra. Si pues, el reino de que habla el Papa fuese el del Corazón de Jesús, tendríamos afirmado por el Romano Pontifice el reinado universal del Sagrado Corazón. Ahora añadimos que  ese reino es, en efecto, el del Corazón Divino. En primer lugar, al final del párrafo, tornando otra vez el Pontífice a hablar del reino universal futuro, lo describe con estas palabras: aunar todos los pueblos en el Corazón del Rey de reyes y Señor de los señores; por donde se ve bien claro que ese reino universal no es otro que el del Corazón Divino. Además hemos visto en toda la Encíclica cómo para el R. Pontífice el reino de Cristo que pedimos, que deseamos, que esperamos, es idéntico al del Corazón de Jesús, o que Cristo ha de  reinar por su Corazón; luego de este mismo se ha de entender igualmente lo que dice en el último pasaje.» (Ibid. p. 142).

Pío XII en su Mensaje Pascual de 1957 anuncia proféticamente la era de paz y de prosperidad en la tierra fruto del Reino de Cristo que se iniciará con la Parusia: «Los proyectiles surcan los ámbitos de los cielos y los satélites artificiales se preparan a asombrar al espacio con su presencia. La agricultura multiplica con la química nuclear las posibilidades de alimentar una humanidad bastante más grande que la actual, mientras la biología gana de día en día terreno en la batalla contra las más terribles enfermedades. Sin embargo, todo esto es todavía noche. Noche, llena, si se quiere, de ansias y esperanzas, pero noche. Noche que aún podría de repente hacerse tempestuosa si aparecieran acá y allá los fulgores de los relámpagos y se oyera el estruendo de los truenos. ¿Acaso no es verdad que la ciencia, la técnica y la organización se han convertido muchas veces en fuentes de terror para los hombres? Por eso no están ya seguros como en otro tiempo. Ven   con suficiente claridad que ningún progreso por si solo, puede lograr que el mundo renazca. Muchos entreven ya -y lo confiesan- que se ha llegado a esta noche del mundo porque Jesús ha sido apresado, porque se le ha querido desterrar de la vida familiar, cultural y social; porque se ha sublevado el pueblo contra El, porque le han crucificado y le han dejado mudo e inerte. (...) Es  necesario quitar la piedra sepulcral con la cual han querido encerrar en el sepulcro a la  verdad y al bien; es preciso conseguir que Jesús resucite con una verdadera resurrección, que no admite ya ningún dominio de la muerte: Surrexit Dominus vere, mors illi ultra non dominabitur. Jesús debe destruir en los individuos la noche de la culpa mortal con el alba de la gracia recobrada. En las familias, a la noche de la indiferencia y de la frialdad debe suceder el sol del amor. En los campos de trabajo, en las ciudades, en las naciones, en las tierras de la incomprensión y del odio, la noche debe iluminarse como el día, nox sicut dies illuminabitur; y cesará la lucha, brillará la paz. ¡Ven, Señor Jesús! La humanidad no tiene fuerza para quitar la piedra que ella misma ha fabricado, intentando impedir tu vuelta. Envía tu ángel oh Señor , y  has que nuestra noche se ilumine como el día. ¡Cuántos corazones oh Señor, te esperan! ¡Cuántas almas se consumen por apresurar el día en que Tú sólo vivirás y reinarás en los corazones¡ ¡Ven, oh Señor, Jesús! ¡Hay tantos indicios de que tu vuelta no está lejana¡.» (Colección de Encíclicas y Documentos Pontificios Pub. de la Junta Nacional Madrid, 1962, p.518)

Por esto San Pedro nos exhorta diciéndonos: «Poned toda vuestra esperanza en la gracia que os traerá cuando aparezca Jesucristo» (1 Ped 1,13).

Maximino y Mélanie


[1] Fraternidad Sacerdotal San Pio X tal como dicen sus Estatutos, es su nombre o título público, sin olvidar que su nombre es
Fraternidad de los Apóstoles de Jesús y María, con lo cual la semejanza no puede ser mayor con la congregación deseada por San
Luis Grignion y anunciada en La Salette.
[2] Todos los subrayados de las citas de San Luis Grignion son nuestros.
[3] Sin Papa, pues de lo contrario tendría piloto
[4] Sed etiam gaudia jam tum illius diei praecepimus auspicatissimi, quo die omnis orbis libens volensque Christi Regis suavissimae
dominationi parebit.

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