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domingo, 2 de octubre de 2011

EL PADRE PÍO NOS HABLA DE....


EN LAS MANOS DE DIOS NUESTRA SANTIFICACIÓN
HACIA DIOS


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El anhelo de llegar a la paz eterna es bueno y santo, pero hay que moderarlo con la sumisión a los designios divinos. Mejor es hacer en la tierra la voluntad divina, que gozar del Paraíso.
                Sufrir y no morir, era el lema de Santa Teresa.
                Dulce es el Purgatorio, pues en él se sufre por amor a Dios.
                Incluso el destierro es bonito, anhelando el Paraíso.
                ¿Os acongojáis si Jesús, para conduciros a la patria celestial, os hace caminar a campo traviesa o por desiertos, cuando unos y otros conseguiréis igualmente la felicidad eterna?
                Desechad toda preocupación excesiva que provenga de las penas con que Dios quiere probaros. Si esto no os fuese posible, alejad la idea y vivid sometidos en todo al querer divino.
                No os entreguéis de tal manera a la actividad de Marta que lleguéis a olvidar el silencio y la entrega de María.
                La virgen, que tan bien encarna a una y a otra, os sirva de suave modelo y os inspire.

En la vida espiritual, cuanto más se corre, menos se nota el cansancio. Más aún, la paz, preludio del gozo eterno, nos inundará, seremos verdaderamente dichosos y fuertes, a medida que, esforzándonos constantemente, dejemos vivir a Cristo en nosotros despojándonos de nosotros mismos.
                Dios enriquece a quien se despoja totalmente de sí mismo.
                Cumplamos lo de David: Elevad en la noche las manos hacia el santuario y bendecid al Señor.
                Sí, hijos míos, bendigámosle continuamente. ¡Que Él sea nuestro guía, nuestra nave, nuestro puerto!
                Trabajad algo, siempre…
                En el libro de la Sabiduría se exalta por su trabajo a la mujer valerosa: sus dedos, dice, manejan el huso.
                La rueca es el cúmulo de vuestros deseos: hilad, pues, un poco cadi día, tramad hilo a hilo vuestros designios, hasta que se realicen y volved infaliblemente a comenzar.
                Tened cuidado, no os precipitéis, pues enredaríais el hilo. Se enmarañaría así vuestra rueca.
                Caminad, por tanto, sin cesar. Avanzad lentamente. Llegaréis a feliz término.
                ¡Siempre adelante! En la vida espiritual, cuando no se adelanta, se retrocede.
                Nos sucede como a la nave. Debe caminar siempre. Si se para, los vientos la hacen retroceder.
                “Toda maquinación humana, de cualquier parte que provenga, tiene su lado positivo y su lado negativo, hay que saber asimilarla, aceptar lo bueno y ofrecérselo a Dios, y eliminar lo malo”.
                Comulgad diariamente. Desechad las dudas no razonables y obedeced ciega y alegremente. Confiad, no temáis el futuro. La tabla de salvación y el arma Divina para poder cantar victoria, es la sumisión plena a quien os guía en las tinieblas, las perplejidades y las batallas de al vida.
                ¡Oh Señor, suple mis miserias!
                ¡Dios mío, Dios mío, perdóname!
                No te he ofrecido jamás nada y ahora, a poco que sufro, por la nimiedad de mis sufrimientos comparados con los tuyos, me quejo injustamente.
                Nadie merece nada. El Señor es benévolo con nosotros. Su bondad infinita, perdonándonos, nos colma de bienes.


SAN PADRE PÍO. ¡RUEGA POR NOSOTROS!

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