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domingo, 25 de julio de 2010

SOBRE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS...

De Catapulta.org

PEQUEÑOS APUNTES DEL DÍA (DE PLUMA AJENA E IMPORTANTE)

 

 


Estimado lector: sustituyo hoy mis PA, porque, frente a la persecución la Iglesia, me parece más urgente y necesario reproducir algunos pasajes de la Encíclica Caritate Christi compulsi (Pío XI, 3 de mayo de 1932, ver texto completo en http://www.mercaba.org/PIO%20XI/caritate_christi_compulsi)

1) Las armas de combate del cristiano

Pero, frente a este odio satánico contra la religión, que recuerda al misterio de iniquidad de que habla San Pablo[16], los solos medios humanos y las providencias de los hombres no bastan…¿Por qué causa no lo hemos podido nosotros echar?, contestó con las memorables palabras: Esta casta no se arroja sino mediante la oración y el ayuno[17] Cuando el Señor, descendiendo de los esplendores del Tabor, devolvió la salud al joven maltratado por el demonio, que sus discípulos no habían podido curar, a la humilde pregunta de éstos: 

a) La oración y espíritu sobrenatural

estas divinas palabras se deben aplicar exactamente a los males de nuestros tiempos, que sólo por medio de la oración y de la penitencia pueden ser conjurados.
Sabemos por la fe cuál sea el poder de la oración humilde, confiada, perseverante; a ninguna otra obra piadosa fueron jamás acordadas por el Omnipotente Señor tan amplias, tan universales, tan solemnes promesas como a la oración: Pedid y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y os abrirán. Porque todo aquel que pide recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá[18]. En verdad, en verdad os digo, que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo concederá[19].

b) La penitencia

Mas a la oración hay que agregar también la penitencia, el espíritu de penitencia, la práctica de la penitencia cristiana. Así nos lo enseña el Divino Maestro, cuya primera predicación fue, precisamente, la penitencia: Empezó Jesús a predicar y decir: Haced penitencia[27]. Así nos lo enseña también toda la tradición cristiana, toda la historia de la Iglesia; en las grandes calamidades, en las grandes tribulaciones del Cristianismo, cuando era más urgente la necesidad de la ayuda de Dios, los fieles espontáneamente, o, lo que era más frecuente, siguiendo el ejemplo y la exhortación de sus sagrados Pastores, han echado mano de las dos valiosísimas armas de la vida espiritual: la oración y la penitencia. 

Penitencia como medio de expiación.
 
Bien sabemos y con vosotros, Venerables Hermanos, deploramos, que en nuestros días la idea y el nombre de expiación y de penitencia, en muchos han perdido en gran parte la virtud de suscitar aquellos arranques del corazón y aquellos heroísmos de sacrificio que otrora sabían infundir, mostrándose a los ojos de los hombres de fe como marcados por un carácter divino a imitación de Cristo y de sus Santos: ni faltan quienes quieran eliminar las mortificaciones externas, como cosas de tiempos remotos; sin hablar del moderno hombre autónomo, que desprecia la penitencia como expresión de índole servil, y es así lógico que cuanto más se debilite la fe en Dios, tanto más se confunda y desvanezca la idea de un pecado original y de una primitiva rebelión del hombre contra Dios, y, por tanto, se pierda aun más el concepto de la necesidad de la penitencia y de expiación.

Separación inadmisible. 
 
A ello nos incita la defensa misma de Dios y de la Religión, que venimos amparando, porque la penitencia es por su naturaleza un reconocimiento y restablecimiento del orden moral en el mundo, fundado en la ley eterna, es decir, en Dios vivo. Quien da a Dios la cumplida satisfacción por el pecado, reconoce en ello la santidad de los supremos principios de la moral, su fuerza interior de obligación, y la necesidad de una sanción contra sus violaciones.

Será hasta los próximos apuntes,S.D.Q.

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